30 Οκτωβρίου 2010

ΙΠΠΟΘΑΛΗΣ - ΛΥΣΙΣ. Ο ΕΥΓΕΝΗΣ ΕΡΩΣ

450 a.C., Staatliche Antikensammlung, Múnich
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Iba de la Academia al Liceo por el camino de las afueras a lo largo de las murallas, cuando al llegar cerca de la puerta pequeña que se encuentra en el origen del Panopo, encontré a Hipotales, hijo de Hierónimo, y a Ctesipo del pueblo de Peanea, en medio de un grupo numeroso de jóvenes.
[...]
—Hipotales, hijo de Hierónimo, le dije, no tengo necesidad de que me digas, si amas o no amas; me consta, no sólo que tú amas, sino también que has llevado muy adelante tus amores. Es cierto que en todas las demás cosas soy un hombre inútil y nulo, pero Dios me ha hecho gracia de un don particular que es el de conocer a primer golpe de vista el que ama y el que es amado.
Al oír estas palabras, se ruborizó mucho más.
—¡Vaya una cosa singular! Hipotales, dijo Ctesipo. Te ruborizas delante de Sócrates y tienes reparo en descubrir el nombre que quiere saber, cuando por poco tiempo que permanezca cerca de tí, se fastidiará hasta la saciedad de oírtelo repetir. Sí, Sócrates, nos tiene llenos y hasta ensordecidos con el nombre de Lisis; y sobre todo, cuando se excede algo en la bebida, se nos figura, al despertar al día siguiente, estar oyendo el nombre de Lisis. Y todavía es disimulable, cuando sólo lo hace en prosa en la conversación, pero no se limita a esto, sino que nos inunda con sus piezas en verso. Y lo intolerable es el oírle cantar en loor de su querido con una voz admirable; sin embargo, nos precisa a escucharle. Y ahora viene ruborizándose al oír tus preguntas.
—Ese Lisis, le dije, es muy joven a mi entender. Supongo esto, porque al nombrarle tú, no he podido recordarle.
—En efecto, sólo se le conoce con el nombre de su padre, que todos saben quién es. Pero debes conocerle de vista, porque para esto basta haberle visto una vez.
—Dime, ¿de quién es hijo?
—Es el hijo mayor de Demócrates, del pueblo de Exonea.
—Tus amores, Hipotales, son nobles, y te honran en todos conceptos

Platón: Lisis

(todo el texto aquí)

24 Οκτωβρίου 2010

ΑΡΜΟΔΙΟΣ ΚΑΙ ΑΡΙΣΤΟΓΕΙΤΩΝ. ΟΙ ΕΡΩΤΕΥΜΕΝΟΙ ΤΥΡΑΝΝΟΚΤΟΝΟΙ 2

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A la muerte de Pisístrato retuvieron el poder sus hijos, y llevaban adelante los asuntos públicos de la misma manera. Eran de su esposa legítima dos, Hipias e Hiparco, y dos de la argiva, Iofón y Hegesñistrato, cuyo sobrenombre esra Tésalo. (…) Eran soberanos en los asuntos públicos, por su dignidad y por su edad, Hiparco e Hipias; siendo el mayor Hipias y de natural político y prudente, estaba al frente del poder. Hiparco eran amigo de diversiones, enamoradizo y amante de la musas (éste fue el que invitó a Anacreonte, a Simónides y a los demás poetas). Tésalo era mucho más joven, y en sus maneras atrevido e insolente, de lo cual les sobrevino el comienzo de todos los males. Pues se enamoró de Harmodio, y fracasando en su amor, no contuvo la ira, sino que la manifestó amargamente en todo; y, por fin, cuando la hermana de aquél iba a llevar la canastilla en las Panateneas, se lo impidió tildando a Harmodio y que con Aristogitón llevasen a cabo la hazaña con la participación de muchos: en las Panateneas, vigilaban a Hipias en la Acrópolis (pues era éste casualmente el que recibía la procesión, e Hiparco era el que la conducía), y al ver a uno de los cómplices en la traición que se comunicaba con Hipias afablemente, y pensando que los estaba denunciando, quisieron hacer algo antes de ser apresados, bajaron y se dieron muerte a Hiparco que ordenaba la procesión junto al Leocoreo, pero estropearon todo lo tramado. De ellos, Harmodio murió inmediatamente a manos de los de la Guardia, y Aristogitón fue apresado más tarde y durante mucho tiempo maltratado. Acusó en las torturas a muchos que eran por nacimiento distinguidos y amigos de los tiranos. Así no pudieron de momento encontrar ninguna huella de la conspiración; pero la historia que se cuente de que Hipias despojando de las armas a los de la procesión decubrió los que tenían puñales, no es verdadera, pues no iban entonces en la procesión con armas, sino que esto lo dispuso el pueblo más tarde. Acusó a los amigos del tirano, según dicen los de las clases populares, deliberadamente, para que incurrieran en impiedad y, al mismo tiempo, se debilitaran, dando muerte a inocentes y a sus propios amigos; pero según algunos dicen, no inventó, sino que denunció a los cómplices. Finalmente, viendo que no podía morir por mucho que hiciera, prometió que iba a denunciar a otros muchos y persuadió a Hipias de que, en prueba de confianza, le diera la mano. Una vez que la cogió, le reprochó el haber dado el haber dado la mano al asesino de su hermano, y exasperó tanto a Hipias, que no se contuvo y sacando la espada lo mató.
Después de esto, sucedió que la tiranía se hizo mucho más dura, pues por vengar a su hermano y por haber matado y desterrado a muchos, se hizo para todos no digno de fiar y cruel.

Aristóteles: Constitución de los Atenienses (Gredos, 1984)
Trad.: Manuela García Valdés

Cabeza de Harmodio (copia romana), Museo Metropolitano, Nueva York
Cabeza de Aristogitón (copia romana), Museo Archeologico de Campi Flegrei
Tiranicidas (ca. 400 a.C), Museo de Bellas Artes, Boston

18 Οκτωβρίου 2010

ΑΡΜΟΔΙΟΣ ΚΑΙ ΑΡΙΣΤΟΓΕΙΤΩΝ. ΟΙ ΕΡΩΤΕΥΜΕΝΟΙ ΤΥΡΑΝΝΟΚΤΟΝΟΙ 1

54. La proeza de Aristogitón y Harmodio tuvo su origen en un caso de amor, caso con el que, extendiéndome algo más, demostraré que ni los propios atenienses ni los demás hablan con exactitud ni de sus tiranos ni de lo sucedido. Cuando murió Pisístrato, ya anciano, detentando la tiranía, obtuvo el poder no Hiparco, como muchos creen, sino Hipias, que era el mayor. Como Harmodio estaba en la flor de la edad, Aristogitón, un ciudadano de clase media, se enamoró y estuvo ligado a él. Objeto Harmodio de los tanteos amorosos de Hiparco, no se deja persuadir y se lo revela a Aristogitón. Éste, muy dolido por su amor y lleno de temor ante el poder de Hiparco, por si intenta atraérselo por la fuerza, empieza a tramar el derrocamiento de la tiranía recurriendo al prestigio de que goza.
Entre tanto, Hiparco, como tras nuevos intentos no consiguió por ello persuadir más a Harmodio sin recurrir a acciones violentas, buscaba un modo encubierto de vilipendiarle y que no diese a entender que era por eso.
Ni siquiera resultaba molesto para la mayoría en las otras facetas del ejercicio de su poder, sino que su actitud no provocaba antipatías. Esos tiranos actuaron en la inmensa mayoría de los casos con generosidad e inteligencia, y, exigiendo a los atenienses tan sólo la vigésima parte de sus productos, embellecieron su ciudad, sostuvieron las guerras y continuaron con los sacrificios. Por lo demás la ciudad seguía gobernándose por las leyes vigentes antaño, con la única excepción de que procuraban ejercer siempre algún caso. (…)
55. (…) Fue Hiparco, debido al renombre que alcanzó por su desgracia sentimental, quien en tiempos posteriores fue considerado tirano.
56. el caso es que Hiparco, tal como había planeado, humilló a Harmodio por haber rechazado sus intentos. Efectivamente, después de haber invitado como canéfora de una procesión a una hermana suya que estaba soltera, la despidió diciendo que para empezar ni siquiera se la había invitado por no creerla digna de ello. Aunque Harmodio lo tomó a mal, mucho más se enojó Aristogitón por su causa. Habían llevado a cabo todos los preparativos junto con los que colaboraban en la empresa, pero aguardaban a las Grandes Panateneas, único día en el que no resultaba sospechoso que formaran grupos armados los ciudadanos que participaban en la procesión. Ellos deberían empezar y enseguida les apoyarían en su lucha contra su escolta. Por rezones de seguridad no eran muchos los conjurados, pues esperaban que incluso quienes no lo supiesen de antemano, mientras tuvieran armas, querrían al instante colaborar con ellos a la propia liberación en cualquier golpe de audacia que intentasen.
57. el día de la fiesta, Mientras Hipias estaba en las afueras, en el llamado Cerámico, acompañado de su escolta, Harmodio y Aristogitón armados de puñales se aprestaban a la acción. Pero cuando vieron que uno de los conjurados hablaba familiarmente con Hipias, pues era fácil abordarle, se llenaron de temor pensando que habían sido delatados y prácticamente estaban presos. Entonces, antes de que fueran apresados, quisieron tomar venganza, si podían, del que había causado su aflicción y por cuya culpa corrían peligro. Sin más, se lanzaron puertas adentro y encontraron a Hiparco junto al denominado Leocorio; atacándole de inmediato de manera irreflexiva y airada, el uno por amor, el otro por el ultraje, le hirieron repetidamente hasta matarle. De momento, Aristogitón logró escabullirse de la escolta, al arremolinarse la muchedumbre, pero apresado después, no fue tratado de modo agradable. Harmodio pereció allí mismo al instante.
58. Cuando se informó a Hipias en el Cerámico. Este no fue enseguida al lugar del suceso, sino a donde estaban los hoplitas de la procesión, antes de que se enterasen, ya que se encontraban lejos. Fingiendo de modo que no se revelasen en su rostro la desgracia, les indicó un lugar y les dio orden de que acudiesen allí sin las armas.
Ellos fueron por creer que les iba a decir algo importante; pero Hipias, después de ordenar a su escolta que recogiese las armas, empezó a sacar a quienes creía culpable así como a todos el que se encontró con un puñal, ya que era costumbre participar en la procesión armado de lanza y escudo.
59. De este modo, por una pena de amor, se inició la conspiración y se dio en Harmodio y Aristogitón un atrevimiento irreflexivo motivado por el pánico del momento.
Después de esos hechos la tiranía se hizo más dura para los atenienses, y Hipias, con más recelos que antes, llevaba a la muerte a muchos ciudadanos mientras empezaba a dirigir su atención al exterior, por si encontraba en alguna parte seguridad para sí en caso de cambio político.

Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso (Cátedra, 1988)
Traducción: Francisco Romero Cruz
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Harmodio y Aristogitón, copia romana de la estatua Ateniense de Kritios y Nesiotes

12 Οκτωβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 4


Homofíla y actividades gímnicas.
Las relaciones entre las actividades del gimnasio y el amor por los jóvenes están confirmadas incluso por una ley de Solón, que nos remonta a comienzos del siglo VI. Citada por Esqines en el s. IV esta disposición prohibía a los esclavos practicar los ejercicios del gimnasio y establecer allí relaciones amorosas (paiderastein ou eran) con los adolescentes de condición libre. La anécdota cuenta que el tirano Polícrates de Samos habría hecho destruir las palestras para poner fin a las relaciones eróticas, y en consecuencia, a las philíai que allí se entablaban. Paradójico para quien haya leído a Íbico, este relato anecdótico va en el mismo sentido. En cuanto a los metecos, hombres libres privados de la ciudadanía, acabamos de ver que el culto les reservaba un Eros rival.
Es evidentemente desde la perspectiva de esta referencia institucional como hay que leer las numerosas desapariciones prematuras de adolescentes, eromenoi murtos accidentalmente, o raptados por un erastés en el curso de un ejercicio de gimnasio. Ya se trate del tierno Jacinto alcanzado por el disco que lanzó la mano de su erastés Apolo, o de Crisipo, el hijo de Pélope raptado por Layo, que se prendó del joven cuando le ensañaba el arte de conducir carros, o, mucho más tarde, del joven troyano Anteo, amado de Paris y muerto a manos de su amante durante unos juegos gímnicos, esas muertes o raptos, menos iniciáticos y narrativos, fijan la atención del oyente sobre la combinación de la relación de homofilia con la educación recibida por medio de las actividades del gimnasio. Es también éste el momento de recordar la figura de Yolao, el joven tebano amado y ayudante de Heracles. Venerado especialmente en Tebas durante una fiesta atlética que llevaba su nombre, tenía allí su sepulcro; situado en el exterior de la puerta Prétide, este mnema estaba cercano al estadio y a un gimnasio bautizado también con el nombre de Yolao. Era allí, donde, según nos dice Aristóteles, los erastaí y los erómenoi prestaban juramento de fidelidad (písteis).
Por otra parte, la iconografía de fines de la época arcaica y de los comienzos de la época clásica dibuja mediante los signos distintivos el segundo espacio, junto al banquete, que sirve de decoración a las escenas de cortejo y del amor homófilo. Escenas en general marcadas por la presencia de un animal, de corral o salvaje, pero domesticado. Este animal, regalo del adulto al erómenos, parece de materializar el contrato de philía propuesto al joven, él también domesticado desde ese momento. Se encontrará así en el regalo del animal la correspondencia icónica de la metáfora textual del erastés sometiendo al yugo y domesticando al erómenos. Sin duda, al hacernos asistir con preferencia a la caza de esos animales domesticados en las escenas de cortejo, los ilustradores del período arcaico parecen haber sido sensibles a una fase anterior al contrato erótico entre adulto y adolescente; el hecho mismo de que esas panteras o esas liebres sean cazadas y después domadas no por los adolescentes, sino por los adultos, impide darles a estas imágenes la interpretación iniciática que sugieren. ¡Si hay iniciación, tiene lugar no en la caza, sino en el gimnasio o en sus cercanías!
Más allá de la distancia satírica que adoptan respecto a las prácticas homoeróticas, sobre la que volveremos a tratar, los textos de Aristófanes contienen testimonios de la influencia de las actividades del gimnasio en el desarrollo de las relaciones homófilas. (…) Al indagar sobre el origen del amor por los bellos jóvenes, Cicerón lo encuentra naturalmente en los gimnasios de los griegos, «in quibus isti liberi et concessisunt amores».

Claude Calame: Eros en la Antigua Grecia (Akal, 2002)

6 Οκτωβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 3

475 a.C, Museo de Vaticano
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La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 3

Las relaciones homosexuales griegas en su vertiente pederástica se contemplaban dentro de la sociedad griega como una relación sexual normal y practicada por la mayoría de los individuos.
Este tipo de relaciones estaban estrechamente ligadas a la sociabilidad masculina, al mundo del banquete, del que se excluían las mujeres decentes, las esposas. Por tanto, no es de extrañar que en la perspectiva griega este tipo de relación amorosa se considerase superior a la mantenida con las mujeres puesto que estas no podían ser compañeras de la vida social masculina.
En el centro de la organización social se situaba la relación homosexual que daba la vida al varón adulto dentro del grupo social, en tanto que por medio de ella se creaba el hombre como individuo social, como adulto con derechos y no ya como un niño.
Dado el carácter pederástico de este tipo de relaciones, las ciudades, como, por ejemplo, Atenas, se esforzaron por garantizar que éstas se desarrollasen dentro de los límites de la educación de los jóvenes. Las relaciones homosexuales entre jóvenes y adultos duraban un período de tiempo delimitado que finalizaba una vez que el muchacho había alcanzado la madurez, con la cual debía abandonar su papel sexual pasivo como amado para pasar a asumir su paèl bisexual activo de amante, como esposo y como educador de un joven.
Es, precisamente, en esta diferenciación entre papelas sexuales activos y pasivos donde radica, fundamentalmente la crítica griega a la relación homosexual no pederástica o a la prostitución masculina. En ambas, el varón adulto que aceptaba jugar un papel pasivo contravenía el rol sexual que socialmente le correspondía. Así pues, podríamos definir este tipo de relación homosexual no pederástica como improductiva, puesto que tiene por fin la satisfacción sexual y amorosa de ambos individuos pero no supone labor educativa alguna.
La pederastia griega puede, por tanto, ser definida como una relación sexual productiva puesto que, por medio de ella, los muchachos llegaban a hacerse hombres, era como una especie de rito iniciático en el que el joven completaba su educación con vistas a su futuro papel de ciudadano.
Frente a la relación heterosexual, encargada, evidentemente, de traer nuevos individuos al mundo, la homosexualidad pederástica griega era la relación sexual por medio de la cual se aportaban ciudadanos a la comunidad política. Con ella se producía el proceso que podíamos denominar como de nacimiento social, a cuya finalización el muchacho abandonaba el indefinido mundo de la infancia para ingresar en el mundo de los hombres, en la ciudad y en la vida política. (…)

Francisco Javier González García: Mito e ideología. Supremacía masculina y sometimiento femenino en el mundo griego antiguo
en Los orígenes de la mitología griega (Acal, 1996)
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