por Francisco Layna Ranz
Presentación en Librería Iberoamericana, Madrid, 18 de octubre, 2019
En el año 2017 Ángel Cerviño escribió veinte glosas a uno de mis libros. Hoy es el día de mi venganza. Más breve, porque en mi caso son doce.
Hace ya un
par de años escribí sobre la poesía de Cerviño. Recupero de aquella reseña algunas
líneas: “El poema de Cerviño nunca es un resultado. Intuyo que él desea hablar
de encrucijada, pero en los cruces de caminos hay que decidir. Cerviño elude
esta decisión, casi arrastrado por la fuerza de su propia escritura. El poema
se dice a sí mismo, para decirse de modo distinto. Sin duda avanza, pero en
cualquier dirección, quiero decir que también avanza, y con suma frecuencia,
hacia la molécula, el protozoo de la palabra. Los preliminares de la
significación. El lenguaje y sus referentes acuden en auxilio de un sujeto. No
hay enunciación estable”.
I
Su poesía
pretende que los sistemas simbólicos caigan en desgracia. Me explico. Dice
Covarrubias, el de diccionario, que símbolo es lo que tiene “semejanza,
correspondencia y metáfora”. Por esto Cerviño desea su ruina. Uno de sus poemas
se llama “Recuerdos de mi autopsia” (Peleé con él para que ese fuera el título final,
pero no lo conseguí). En una morgue un muerto prepara la escena del “como”, la
conjunción metafórica por excelencia. Y dice: “solo daña lo afín / opera por
contigüidad el hueco que persiste / engolosinadas con correspondencias / las
colisiones responden unas por otras / es demérito de la alegoría” (p. 83).
Establecer afinidades puede ser también colisión, y así sucede en el entramado
de cualquier metáfora. Es magnífica la persistencia de lo hueco.
II
En su
primer poema se pregunta si todo lo hueco era parte del plan. Lo hueco, lo
hueco planificado, lo contrario de lo macizo imprevisto. Tiene una imagen
espléndida por la que siento debilidad: “espada hueca” (p. 77) No sé si es adecuado hablar de oxímoron.
Prefiero hablar de autoantónimos. Por ejemplo, “nimio” significa “insignificante”
y “excesivo o exagerado”. “Conjurar” significa “conspirar”, pero también
“evitar o alejar un daño o peligro”. La escritura de Cerviño no elude las
colisiones, el malentendido, la deriva semántica, el azar significativo, lo
seminombrado.
III
Mallarmé
dijo: “La destrucción fue mi Beatriz”. Ángel termina su segundo poema con “viví
de aproximaciones / accidental fue mi Beatriz”. Ya había antes hablado de la
lógica de lo ocasional.
IV
Veo en el
poema tercero que “se deja hacer” (p. 13), es decir, se trata de un sujeto
pasivo. Si atendemos al étimo, el verbo “estar” significa ‘estar de pie’. No
solo esto es indicio de actitud corporal, sino localización: “mi estar allí”,
escribe. Vamos a encontrarnos lo mismo en el poema XIII, donde habla de “las
diferentes formas de decir estoy aquí”. Es curioso porque esos deícticos
indican al mismo tiempo cercanía o lejanía en el tiempo y en lo probable. La
percepción del conflicto entre lo próximo y lo lejano. El futuro y el pasado
son hipótesis, también el presente y también el poema. Él prefiere hablar de
“provisionalidad” (p. 50) Vuelvo a la última línea: “mi estar allí / en haz se
da y rompe a callar” (p. 13). Algo puede “dar miedo”, o “dar pena” o “dar gana
de”. A Cerviño le “dan olvidos...”
V
En el poema
número XX puede leerse (p. 32): “Me dan
olvidos que persuaden / sin haber sido invitados / sonrientes desconocidos se
están congregando. / Ni tanto (ni tan poco) / con tres delicados golpes la
autoridad del río llama a mi puerta / en lentitud mejor me tiene”. “Los olvidos”
(antes “lo hueco”) se alían para invadir la escritura. Esto va a más.
VI
Para
Cerviño el contexto es lo pragmático, y el desorden el caldo de cultivo de la
escritura creativa. Así lo dice: “de donde surge lo que hemos llamado “creación
poética” / / ahí el enunciador / el yo-elocutivo / permanece como lugar vacante
/ se oculta multiplicándose / y el texto se convierte en escenario para las
teatrales apariciones de sus fragmentos / espacio de acogida donde el que habla
puede desatender las sospechas de su propia provisionalidad / y acaso nutrirse
de las carencias” (p. 50)
VII
Quiero
suponer que el orden de los poemas se debe a labor de edición, pero me divierte
establecer conexiones, algunas inmediatas, como hilos que son recogidos en
nuevas puntadas, nuevas líneas. Hilván, hilvanar, hilo, madeja son palabras de su vocabulario. Termina el
séptimo poema del siguiente modo: “El recuento de nubes / como un listado de
primeros versos / sacia en falso”. Ahora consiste en “saciar en falso”, luego
será “máquina de inseguridad”. El siguiente poema se titula “Insomnio
insuficiente. Nada allí tiene un efecto completo, porque en su poesía ninguna
consecuencia es definitiva, solo secuencia.
VIII
A modo de
una inseguridad que alcanza y traspasa la escritura, el papel, el libro,
Cerviño también habla de su “yo acebrado" (p. 21). Sí, la palabra existe, “acebrado”.
En la piel la inconsistencia, la no continuidad del cromatismo. Ahora sí, ahora
no, como el amor en las margaritas o los semáforos intermitentes. La
continuidad es atomización, espera y fragmento. Muy poca fe en la significación
estable y en la unidad.
IX
Al
principio fue el ritmo. Lo dice varias veces. En el origen hubo un reparto. El
armadillo, la liebre, es decir, el modo distinto de desplazamiento, la lentitud
o la rapidez. Ritmos, en definitiva. Escribe en su poema XXXVI: “la mujer del
lanzador de cuchillos: / el Rhytmos precede al Logos / (parece que se levanta
un poco de viento)”. La poesía inicial, la voz de Homero, es epos. Y
ruega al Señor, en rezo y en mantra “porque la duración a lomos del ritmo
cabalgue”. Lo he hablado con él muchas veces: le gusta que el poema tenga
sonoridad. Dice en otro momento: “hablo de la música / obviamente / pero
también de poesía / polifonía de las ideas / coreografía del pensamiento / el
sonido se mueve rápido / para no dejar pensar al sentido / y una dicción bien
lograda es la única prueba de veracidad exigible al poema / lo inasible solo
responde ante el ritmo” (p. 48)
x
He aquí una
oposición fundamental en toda su obra: ritmo y sentido. Dice Derrida: “todo
poema corre el riesgo de carecer de sentido y no sería nada sin ese
riesgo”. Para Cerviño el sentido es una
posibilidad, una entre muchas: “jirones de expresión rondan el texto como
perros callejeros / marcando cada esquina con las señales de su desconcierto /
una buena tensión superficial / esa es toda la quietud a que el poema puede
aspirar mientras se desangra en lo más hondo” (p. 49). El sentido es dirección
y distancia, una inercia siempre con la vista puesta en lo que ha de suceder: “el
fluir del lenguaje es siempre exterior al “asunto” que aborda / lo refleja como
el arroyo que pasa da cuenta de las espadañas de la orilla / pero no es ese su
propósito” (p. 27). Y termina: “buena parte de la eficacia del texto queda así
/ abandonada a su suerte / en manos de las epifanías itinerantes que
circunstancialmente se puedan presentar en el carril rápido de las artes
combinatorias…" (p. 28). Es un asunto tan viejo como la luz del mundo
real: la naturaleza, los sueños, la historia, esta silla, el poema y su sentido
son el registro de la totalidad de las combinaciones. El libro se inicia con esta
cita de Samuel Beckett: “Hay que decir palabras, mientras las haya, hay que
decirlas hasta que me encuentren”.
XI
Los lugares
también se mezclan. El lugar es siempre anterior a la decisión de abandonarlo.
El “forajido” es el que está más allá del “ejido”, el mojón que señala el
límite de lo nuestro. El poema está fuera de cualquier lugar. Va en dirección
contraria. El éxodo, la errancia, provoca algarabía, no acuerdo en los
significados. Y el poema tiene que aceptar la injerencia de todo texto que
desee introducirse entre sus líneas.
XII
La
continuidad es una constante en la poesía de Cerviño. De la necesidad de
exégesis y escolio se deduce que el texto necesita, al igual que en los
clásicos, una amplificatio, en
evidencia de la escritura nunca definitiva. Voces en off, contrabando del nombrar, insurrección del significado,
apostasía del verbo. Se pregunta “¿sigue creciendo el poema en el bolsillo del
difunto? / ¿de qué manera preexistía este texto en el diccionario?”. Son
conocidas sus notas a pie de poema. Pero tendríamos que ir más lejos, más allá
del ejido. Lo que hay detrás del telón, de la página, del tapiz, lo que
continúa se resiste a abandonar la enunciación, “decires imprevistos”, son sus
palabras.
La explotación
industrial del gusano de la seda (AEREA - RIL Editores España, 2019)
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