Ya está callada la Luna y quieta sobre el lago, clara en todos los caminos. Tú, eres el verso, amado mío, yo sólo palabra.
Me asomo sin dolor alguno al balcón del cuarto, donde tantas veces las camelias fueron cómplices del ardor del sol en mi espalda, en el aire pompas de jabón estallan con aromas de lavanda.
También entonces era Octubre, y mis letras se quebraban de madrugada, hasta que Tú, Poesía añil entraste, nunca tardía: Palabra.
Verseo. Te nombro.
Entre hipérboles,
morí de amor en alguna de mis metáforas.
Qué sumisión triunfal, llora un oxímoron,
cuánta expansión elíptica entre soflamas,
cuántos circunloquios de agua
sobrecargando epítetos de a-mares,
con lo cómoda que es la retórica fácil
y tanto pleonasmo para decir:
Te quiero.
Amor.
Vida.
Sueño.
Silencio.
Grito.
Luz.
Palabra.
*