Un nuevo fragmento de esta aventura de ciencia-ficción, acción, intriga, misterio y amor. En este caso se trata de un capítulo que puede ser leído con independencia de todo y que forma una historia aparte. Espero que os guste. Si queréis leer todo desde el principio pinchad aquí y el fragmento anterior lo encontraréis acá.
(Imagen obtenida en google)
Numba, una vez compradas las armas, se las entregó a Robert y Kirushima y se quedó a pasar unos días en su casa con su esposa. En cuanto le vio, ella corrió a estrujarle entre sus brazos y a llenarle de besos y de preguntas. De esto último, el trabajo, ya dijo desde el principio que no hablaría nunca, así que no se habló de este tema. Ngueng, su esposa, le sugirió que podían dar vacaciones a Rigor, pues ella pensaba que después de ocho años sin tener vacaciones ya era tiempo de que se tomase un descanso.
Al día siguiente, se presentaron en su flamante aerocoche, carísimo y modernísimo y su Rapso, brillante como el oro que Numba había visto en el Globo. Bajaron los tres y se metieron en la cabaña de vacaciones de sus padres. Ngueng propuso que tomaran unos cócteles y un chocolate caliente para el niño. Todos aprobaron la invitación y le ordenaron a Rapso que los preparase. El robot lo intentó pero no sabía nada de esta cocina antigua que carecía de todos los artefactos robotizados a los que estaba acostumbrado, así que expuso sus problemas.
(Continua aquí)
(Imagen obtenida en google)
Numba, una vez compradas las armas, se las entregó a Robert y Kirushima y se quedó a pasar unos días en su casa con su esposa. En cuanto le vio, ella corrió a estrujarle entre sus brazos y a llenarle de besos y de preguntas. De esto último, el trabajo, ya dijo desde el principio que no hablaría nunca, así que no se habló de este tema. Ngueng, su esposa, le sugirió que podían dar vacaciones a Rigor, pues ella pensaba que después de ocho años sin tener vacaciones ya era tiempo de que se tomase un descanso.
─ ¡Pero si
es un robot! ¡Los robots no toman vacaciones, ni necesitan
descansar! ─exclamó Numba, estupefacto.
No obstante, tras horas
explicándole por qué debía darle vacaciones a Rigor y que si no
heriría sus sentimientos, acabó por aceptar, cuando su último
argumento también falló. Iban a venir su hijo con su esposa y la
bestezuela de su hijo de ocho años y traerían a Rapso, su robot de
última producción ─no como el suyo que era viejo y antiguo, pero
que les gustaba ─. Así disfrutaría su hija política Ndora
presumiendo de su robot, el cual se encargaría de todos los
preparativos.
Numba habló con Rigor y le dio
las vacaciones advirtiéndole que eran para su descanso y sus cosas
pero que no iba a ser así todos los años, a lo mejor ningún otro
año.
(Imagen encontrada en google)
Al día siguiente, se presentaron en su flamante aerocoche, carísimo y modernísimo y su Rapso, brillante como el oro que Numba había visto en el Globo. Bajaron los tres y se metieron en la cabaña de vacaciones de sus padres. Ngueng propuso que tomaran unos cócteles y un chocolate caliente para el niño. Todos aprobaron la invitación y le ordenaron a Rapso que los preparase. El robot lo intentó pero no sabía nada de esta cocina antigua que carecía de todos los artefactos robotizados a los que estaba acostumbrado, así que expuso sus problemas.
─ ¡Vaya! ─
dijo Ndora ─ ¿Cómo es posible que viváis en el siglo veintiuno
aún?
─Si
estuviera Rigor lo haría él. Le llamaré ─ dijo Numba. Pero algo
en la cara de su esposa le retuvo y además el robot se negaba a
recibir explicaciones de una antigualla como Rigor, así que tuvo que
pedirle que les ayudara, haciendo él mismo de intérprete para que
Rapso no sintiera que las órdenes se las daba Rigor.
La situación era absurda pues ni
Rigor tomó sus vacaciones, ni desde luego Numba, que lo único que
quería era estar a solas con su mujer y un poco de tranquilidad, sin
visitas de un hijo del que no entendía cómo había podido casarse
con semejante arpía que le anulaba totalmente, salvo que hubiera
sido por sus innumerables contactos, que le habían favorecido en el
trabajo, y a los que debía el cargo que ocupaba. Pero, al lado de
ella jamás hablaba, no pronunciaba ni una sola palabra. Era
invisible. Numba solo le reconocía un mérito a su nuera y es el de
no repetirse jamás en sus ridiculizaciones y en sus escarnios. Había
conocido gente parecida pero tarde o temprano acababan repitiendo
alguna de sus execrables mofas, mientras que su nuera no. Le
fastidiaron bien sus vacaciones. Tuvo que estar sirviendo de
traductor de dos robots que se entendían perfectamente porque uno de
ellos era tan gilipollas como el ama que lo había comprado.
(Imagen obtenida de google)
(Imagen obtenida de google)
Cuando se acabó la comida y se
recogió la cocina y demás, Numba se fue a un rincón de un salón
con la intención de descansar. Allí no creía que le molestara
nadie, pero se equivocaba. Su nieto Mimgo ─ menudo nombrecito,
pensó Numba, cuando recordaba las acepciones históricas que tenía
─, apareció seguido de Rapso, el reluciente robot y dirigiéndose
al árbol, sin que al parecer notara la presencia de su abuelo,
preguntó que dónde estaban sus regalos.
─Exijo que
me traigas las mierdas y tonterías que me van a regalar mis abuelos
mañana. No pienso esperarme toda la noche para ver las porquerías
que me regalan todos los años esos viejos.
─ ¡Amito! ─
dijo Rapso, ─ daría cualquier cosa por poder complacerte pero
ignoro dónde están escondidos tus regalos y no puedo, sin permiso
de ellos, cogerlos aunque lo supiera.
En ese momento, apareció Rigor
con su balanceo y sus ruiditos. Rapso era tan silencioso que asustaba
porque nunca sabías dónde estaba y cada vez que te dabas la vuelta
estaba detrás de ti.
─ ¡Bola de
mierda grasienta! ─ alzó la voz el petimetre, ─ dime dónde
están los regalos de mis abuelos, ¡asqueroso abrelatas!
─ ¡Amito,
me gustaría mucho satisfacerte! ─ respondió Rigor, con paciencia
─ pero tus abuelos han comprado esos regalos con mucha ilusión
para ti. Están emocionados por podértelos entregar mañana ellos
mismos y ya queda poco para mañana. Así todos seriáis muy felices.
Si Rapso, el brillante, hubiera
recibido una orden así, ni siquiera se hubiera inmutado, pues estaba
claro que no se dirigían a él. No habían pronunciado su nombre y,
por supuesto, no era un asqueroso abrelatas o algo parecido.
─ ¿Te
atreves a negarte, polvorienta y ajada máquina digna de estar en una
planta de chatarrería, a darme los regalos de mis abuelos? ¿A no
obedecer a una orden que te he dado, deforme? ─ y según lo estaba
pronunciando, para hacer más hincapié en sus palabras, le propinó
un buen patadón en la espinilla del robot, de acero galvanizado con
aleación de cobre y cobalto, con su pie embutido en una zapatilla de
dormir que salió disparada antes de darle la patada.
Numba que estaba viendo y
escuchando toda la escena y que sabía lo que iba a suceder, lanzó
hacia su interior profundas carcajadas y a punto estuvo de levantarse
para darle un abrazo a Rigor, del cual había dicho que era un robot
que no tenía sentimientos. Pero se limitó a escuchar los gritos de
dolor del chico llamando a sus padres y acusando a Rigor de haberle
pegado una patada. Lloraba y chillaba de puro dolor, al parecer, se
le habían roto dos dedos en su hazaña.
─ ¡Y tú,
abuelo! ─ dijo Ndora. Era la primera vez que le llamaba de alguna
manera. Nunca tuvo a bien llamarme ni por su nombre, ni papá, ni
suegro, pero desde que había tenido al chico, Numba era “abuelo”. ─
¿estabas ahí y no pudiste hacer nada para impedírselo?
─Ndora,
ningún robot puede hacer daño de ninguna manera a un ser humano. Tu
hijo fue quién pegó una patada a Rigor, aparte de insultarle.
─No te creo.
Este robot es tan antiguo que seguro que está estropeado y se ha
saltado la Primera Ley Robótica.
─De todas formas, si a mí no
me crees, pregunta al don limpio ese, tu Rapso, que de haberse
producido algún daño a su amito lo hubiera impedido aún con su
propia vida. Pregúntaselo.
─Rapso hubiera dado su vida
por el amito, mi ama, pero ese robot antiguo no le hizo nada al
amito. Fue el amito quién le pegó a él y se hizo daño. El señor
ha dicho la verdad. El amito ha mentido.
Así, a la mañana siguiente y
no antes, porque era de noche, se marcharon, el domado hijo, la
víbora de su esposa y el grumete al que Numba hubiera apalizado si le
dejaran a solas con él, lo cual debía saber Ndora porque jamás
permitía que ese renacuajo y su hijo estuviese solo con su abuelo. Mientras
les miraban partir desde el porche, Ngueng se secaba las lágrimas
de los ojos y se metió dentro de la casa. Numba echó el brazo por el hombro de Rigor y le dijo que sería la última vez que le daba
vacaciones. Lo cual fue aplaudido por éste ya que le confesó que lo único que
había pensado en todo este tiempo de libertad era lo bueno que sería que no existiese la Primera
Ley…
(Imagen subida de google)
(Imagen subida de google)
Numba se quedó estupefacto. No durmió
en toda la noche. Tenía que dar cuenta de cualquier robot en el que
se observara una conducta extraña y desear que no existiese la
Primera Ley era muy extraño y muy peligroso, pero el disgusto tan
terrible que le daría a su mujer si le privaba de su robot-hermano,
no lo iba a poder superar jamás y no le volvería a dirigir la
palabra. Así que tuvo que concluir que los robots sí sentían y
pensaban y que Dios se apiadara de él por no obedecer la orden de
entregar a mi robot.
De esto no dijo nada a su esposa
y al día siguiente se marchó, asegurándole que si la próxima vez
que volviese, avisaba a su hijo y su familia, no volvería a verle
jamás. Ella le miró, asustada y se iba a poner a llorar, cuando vio la mirada de su esposo. Algo le dijo que hiciera lo que le pedía. Se despidieron
con un beso y Numba, deseoso, se marchó a ese Polo Sur que para él
era ahora más querido que su propia familia.
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