Hace 9 años una profunda e irreversible crisis nos dejaba al borde del abismo, abismo pergeñado por sucesivos gobiernos. Desde la dictadura pasando por el menemismo y la alianza hicieron constante hincapié en las políticas neoliberales, el ajuste constante, la hiperinflación, la concentración de la economía privatizaciones mediante, en suma un conjunto de políticas de exclusión social.
Recuerdo muy bien que la desazón y parálisis inicial se transormaron en la necesidad urgente de participar de las asambleas populares que surgían como muchos "vietnams" por todo un país en llamas. Piquete y cacerola al principio estaban unidos en medio del descrédito de la política del apoliticismo inculcado durante años.
Eran asambleas difíciles, había muchas ganas de cambiar pero había mucho de falta de experiencia en la política, se notaba y mucho, pero aún en medio de esas carencias los intentos de la derecha de cooptar la asamblea no dieron resultado; la presencia inquietante de militantes de Seineldin se acercaba a nuestra asamblea pero fue felizmente repelida. Era dificil distinguir el camino en medio de la desazón y la crisis, hacia donde ir?, años de neoliberalismo a ultranza y un Estado terrorista y de exclusión social no hacían viable siquiera pensar en la reconstrucción del Estado con un sentido social distinto, creo que ni siquiera se barajaba la situación, había intencionalidad de cambios profundos pero el sujeto del cambio no estaba preparado para asumirlo. Mi pequeño hijo de meses me acompañó a muchas de esas asambleas que el tiempo fue diluyendo en sus propias contradicciones, no obstante, a la vuelta de estos años podemos sentir un dulce sabor de victoria, se había dado el puntapié inicial para acabar con el neoliberalismo en nuestro país. La vuelta de la política a las calles tuvo su bautismo de fuego en esos días. Recordemos con orgullo a nuestro mártires, su lucha no fue en vano.