imagen: Marcello Dudovich Gigi
(fragmento)
En la semana que siguió al suicidio de madame d´Exelmans, el joven Lachaille se dedicó a reaccionar con cierta incoherencia. Dio en su hotel una fiesta de noche en la que bailaron las estrellas de la academia nacional de música y, para una cena, hizo abrir el restaurante del Pré-Catelan quince días antes de la fecha acostumbrada. Los payasos "Footit" y "Chocolat" representaron un intermedio. Entre las mesas de los comensales, Rita del erido caracoleó a caballo, con falda pantalón con volantes de encaje blanco, un sombrero blanco sobre sus negros cabellos, plumas de avestruz blancas espumeando alrededor de su hermoso rostro; tan hermoso que París anunció que Gaston Lachaille la había colocado -a horcajadas- sobre un trono de azúcar. Pero veinticuatro horas más tarde, París se desengañaba. El "Gil blas", por haber dado falso testimonio, estuvo a punto de perder la subvención que le otorgaba Gaston Lachaille. Un semanario especializado, "París amoroso", anunció otra falso dato con el siguiente titular: "Una joven y riquísima yanki no oculta su inclinación por el azúcar francés."
Entretanto, una risa de incredulidad estremecía el opulento busto de madame Álvarez cuando leía los periódicos. Pues ella tenía su fuente de información en el propio Gaston Lachaille, que encontró tiempo, dos veces en diez días, de ir a mendigar una manzanilla y apoyar, en el respaldo de la butaca con forma de concha, su fatiga industrial y su melancólico humor de hombre solitario. Hasta obsequió a Gigi con una ridícula cartera de música de piel de Rusia , con cierre de plata , y veinte cajas de regaliz. Madame Álvarez recibió foie gras y seis botellas de champaña, munición de la que el tiíto Lachaille sacó su parte autoinvitándose a comer. Gilberte, una pizquita ebria, contó durante la comida los chismes que corrían en su colegio y ganó al piquet el portaminas de oro de Gaston. Él lo perdió de buen grado, y se echó a reir señalando a la pequeña
-¡He ahí a mi mejor camarada!
Y los ojos "españoles" de madame Álvarez iban, llenos de una lenta y vigilante atención, de las mejillas encendidas y los dientes blancos de Gigi, al joven Lachaille, que le tiraba de los cabellos:
-¡Bribona, tenías en la manga el cuarto rey!
André regresó de la Opéra-comique en aquel momento, contempló la cabeza despeinada de Gigi que se apoyaba en la manga de Lachaille, y los hermosos ojos azules pizarra que lloraban lágrimas de risa. No supo qué decir así que aceptó una copa de champaña, luego otra y una copa más. Pero, como tras la tercera copa manifestó la intención de dejar de oir a Gaston Lachaille su versión de el aire de las campaniñas de "Lackmé", madame Álvarez la envió a la cama.
Al día siguiente nadie hablaba de esa velada familia excepto Gilberte, que exclamaba:
-¡Nunca en mi vida me he reído tanto! ¡Y el portaminas es de oro!
Colette