Ya queda poco para la Navidad, unos días mágicos, alegres, donde celebramos en nacimiento de Cristo, para lo cual adornamos nuestros hogares y nuestras ciudades con las mejores galas. Eso es la Navidad, ese acontecimiento eminentemente religioso, una fiesta de alegría que se empaña por el recuerdo de aquellos que partieron por la senda de lo desconocido y nos dejaron su recuerdo. Pero la vida sigue y hemos de estar alegres para recibir al que llega. Por unos días todo parece cambiar, los hombres se vuelven más comprensivos y los buenos sentimientos afloran en cada rincón de la tarde. Eso es la Navidad, pero ese aspecto religioso, de esperanza, de espera contenida, de ilusión entorno a la familia; pero esto, desgraciadamente, se va perdiendo con el paso del tiempo, imponiéndose un interés salvajemente comercial Cada vez, ese aspecto se hace presente más, esa llegada se anuncia más pronto, a finales del mes de octubre ya empieza a anunciar la Navidad, la falsa Navidad de El Cortes Ingles y demás Centros Comerciales, la verdadera era la que se empezaba a preparar a principios de diciembre. El día de la Almudena, recuerdo que se aprovechaba este día festivo para ir sacando el árbol y, poco a poco, se iban desenvolviendo, de viejos papeles de periódicos, amarillos, las figuritas de barro del nacimiento que, por unos días, iban a iluminar el rincón preferido de nuestro hogar.
Todo ha cambiado, incluso, ese misterio y ese viejo árbol de plástico, con sus bolas, sus estrellas y sus mágicos adornos, se han quedado para siempre en sus envoltorios de papel de periódico, envejecidos por los años. Ya no hay ánimos para sacarlos o, simplemente, se piensa que eran cosas de niños y que con la edad ya no tienen ningún sentido. E, incluso, lo más grave y vergonzoso es que esos símbolos, tan importantes para muchas personas, son perseguidos, los quieren arrinconar en el frío rincón del olvido, como a otros muchos símbolos que han estado siempre ahí, formando parte de nuestra tradición. No molestaban a nadie, hasta que vinieron unos ‘’talentosos demócratas’’ diciendo que esos símbolos podían molestar a gentes de otras culturas o a de otras sensibilidades, personas. en definitiva, no católica. Y a la Navidad muchas pretenden meterla en el mismo saco de la incomprensión, del absurdo más ridículo y decadente.
Entonces, a esos ‘’talentosos demócratas’’ les haría una pregunta que me gustaría que me contestaran con la mayor prontitud. Si la Navidad no significa nada para ellos, por qué no siguen trabajando y se afanan en luchar contra esta crisis tan brutal que nos esta asfixiando. A qué viene celebrar algo en lo que no se cree? Y, a los que creemos en la Navidad, la verdadera Navidad, que nos dejen celebrar el gran banquete del amor y de la esperanza para festejar la llegada de Jesús que merece todo nuestro respeto y cariño.
Sólo pido una cosa y me dirijo, de nuevo, a esos ‘’talentosos demócratas’’ que suelen confundir las churras con las merinas, que nos respeten, como nosotros respetamos a los que no piensan como nosotros. Ahí está la verdadera democracia, el auténtico talante.
4 de diciembre 2010