martes, 30 de noviembre de 2010

Merecido

Yo siempre tengo un compañero de facultad que odio. En cualquier carrera, en cualquier facultad, en cualquier materia, siempre tengo alguno que miro y pienso mil maneras de darle su merecido. En general, el alumno no es elegido al azar: es el olfa. Detesto, y le pongo muchísima garra al hacerlo, al alumno que quiere caer bien, que quiere caer simpático, que piensa que sirve de algo festejarle absolutamente todos los chistes al profesor de turno, que quiere sacar conclusiones y siempre tiene la manito preparada para ser levantada. Lo odio. Me saca de las casillas. Me dan ganas de revolearle una silla al grito de "callate OREJA, nadie quiere saber qué textito de mierda leíste el fin de semana porque no tiene nada que ver con lo que estamos hablando y dejá de hacerte el inteligente". Estoy segura (o al menos en mis fantasías siempre sucede de esa manera), que si hiciera algo similar, mis compañeros, que por supuesto comparten mi odio, levantarían también sus sillas y sus bancos y correríamos al olfa que habla porque no tiene nada mas importante que hacer.

Este cuatrimestre, tengo una compañera odiada. Tiene voz chillona y anda con unos bolsos gigantes colmados de apuntes, siempre llega tarde y entra taconeando. Para acomodarse en el banco lo arrastra para un lado, lo arrastra para el otro, elije otro, duda, vuelve al anterior, y finalmente se sienta. Y cuando se sienta, viene lo peor. Se ríe de todos los comentarios de la profesora, pensando que absolutamente todo lo que dice es un chiste (hoy, sin ir mas lejor, la profesora dijo "firmen el papelito como si fuera un autógrafo" y la olfa largó una carcajada monumental no sé bien a cuento de qué). Una de las primeras clases tuvimos que hacer un trabajo grupal en clase y me tocó hacerlo con ella: se comparó con Rosa de Luxemburgo. ¡Andá a lavarte la bombacha, querida". Su tonito medio impostado, medio irritante y un poquito sobrepasado de agudos me arruina las clases. Hace un mes tuvimos un parcial, y en medio del parcial sonó un celular. No sonó mas de un segundo. Y está mal, yo sé que está mal tener el celular prendido en medio de un parcial, pero la mamotreta ésta, que se cree que está arriba de todos nosotros, que piensa que con su bolsa de apuntes intimida a alguien, miró al del celular, negó con la cabeza, giró hacia la profesora y, bien fuertecito, para que todos supiéramos que con ella no se jode, le dijo: "YO NO LO PUEDO CREER". La profesora ni le contestó.

Hace algunas semanas dieron las notas del parcial. Éramos pocos, y ella fue una de las últimas en recibir su nota. Se sacó un dos. Mis fantasías del levantamiento armado, mis ganas de darle su merecido, se vieron mas que satisfechas.

martes, 23 de noviembre de 2010

Estás mejor de lo que pensaba

A veces pareciera que los hombres y mujeres hablamos en lenguajes completamente diferentes y es por ese motivo, solo ese y ningun otro, que nos entendemos para el carajo.

Habían cenado una pizza comprada por ella. Habían visto una película elegida por él. La pizza, napolitana. La película, de acción. Ella había tomado unos vasos de cerveza, él "yo paso, la cerveza me cae mal", había tomado dos o tres vasos de bebida cola (decir "bebida cola" suena muy al testimonio que da cualquier policía cuando aparece en televisión: el femenino, el masculino, el hurto, el imputado, . Y mi preferido: natalia natalia.)

Luego de la pizza, la película, la bebida cola y las cervezas, empezó el ¿cachondeo? ¿franeleo? (al parecer hoy está de moda, de nuevo, como cuando mi madre era adolescente: chapar, pero ¿existe chapeo?). Franeleo va, chapeada viene, vuelan remeras y pollera y bombacha y boxer. Y ya. Fin. Nada. Después del boxer volando, nada. No hubo manera. Nada. Fin. ¿El bello durmiente? ¿La muerte peluda?

Tirados en la cama, desnudos, rendidos, uno al lado del otro, miraron en silencio cómo giraba el ventilador de techo, con su ritmo parejo y sonido monocorde. Y él, incorporándose, tranquilo, como si la cita estuviera funcionando a la perfección, sin un mínimo amague por darle una mano a ella que, vencida, pensaba dónde meterse tanta calentura, le dijo: "Estás mejor de lo que pensaba".
Negrita
Y a ella le retumbó la frase adentro de la cabeza una, dos, cien veces: "Estás mejor de lo que pensaba, estás mejor de lo que pensaba, estás mejor de lo que pensaba", también se incorporó, y con el último hilo de voz antes de quebrarse, le sugirió: "Te llamo un taxi, ¿dale?".

Hablamos lenguajes diferentes. Los hombres dicen "estás mejor de lo que pensaba" y lo dicen convencidos, sonrientes, alegres, como si fuera un piropo. Las mujeres, en cambio, escuchamos "no daba ni dos mangos por vos, y mirate, zafás", y lo escuchamos clarito, y nos rebota en la cabeza, y cuando el susodicho se va nos deprimimos, y nos miramos al espejo y nos vemos horribles, y al día siguiente nos aparecemos en jogging y rodete en la casa de una amiga, con un lemon pie en una mano y un balde de helado en la otra, porque perdido por perdido...