Todos los nicks, un nick y un destino: el Nickjournal. Tres años de relaciones no se tiran por la borda cuando han desatado una complicidad propia de los lectores avisados de los antiguos diarios. El encantamiento, el deseo y el aprecio entre los paseantes continúan. Cuando el invento es bueno, no se zozobra: se atan los restos y se recupera el rumbo. Trama de afectos, decía su fundador, que se urdió sobre otras tramas: de conocimientos y sensibilidades de náufragos en época de naufragios. El NJ ha sido una buena aguja de marear que hizo de esos náufragos buenos navegantes y embajadores. Refugio de raros y curiosos, tímidos y golfos, mirones y exhibicionistas. Ha sido puerto donde recalar de travesías ingratas, pero puerto felizmente abierto a las inclemencias de la opinión mutua.
Emprendemos esta aventura con el soplo de Chesterton: “La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra.” Sin pretensiones ni tensiones, invitados todos quedan a esta caravana de colonos. Como no somos comestibles, la complicidad está asegurada.
Fdo.: La nickería a bordo
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