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lunes, 20 de febrero de 2017

El extranjero


De niña me hicieron leer “L’étranger”, de Albert Camus. Creo que fue en 1º de BUP. Lo que recuerdo es que el libro era muy difícil para mis catorce años, no entendía nada. Probablemente porque la asignatura de francés era la que menos me gustaba de todas (por lo poco que me enteraba y lo mal que me caía la monja que lo enseñaba).

La verdad es que hice trampas. Mi madre tenía el libro en castellano, así que lo leí para poder responder a las preguntas del trabajo que debía entregar. Aún así, apenas si pillé algo. Definitivamente, era un libro mú complicao.


Albert, majo, que la monja se pasó tres pueblos.


De mayor, con unos 30 años, lo volví a leer. En francés (olé tú). Y oye, que el libro no estaba mal. De mi primera lectura recordaba vagamente una playa y a Fernandel (desde entonces me dio mal rollo, fíjate), pero al retomarlo (por segunda tercera vez) le encontré algo más de sentido. Ahí había una historia de desesperanza, de vacío existencial, de falta de valores… ahí había algo. Y lo disfruté.

He terminado mi lectura (ooootra vez, caramba, soy insistente) hace un par de días, y me ha dejado un sabor áspero en la boca.

Yo no entiendo de filosofía, me agobian un poco los que saben tanto que al final sus opiniones son más importantes que la obra que están comentando (que nadie se sienta atacado, que no me refiero a nadie concreto). Yo solamente sé que me gusta leer, y más releer, porque cada vez que retomo un libro, lo veo con ojos nuevos. Mi opinión es de ir por casa, y no debe influir sobre nadie absolutamente, porque es tan poco válida como la de cualquiera. Esto es, más que nada, un aviso  :-D


Este pajarito también tiene algo que decir...


Para empezar, el título. En francés es “L’Étranger”, que podemos traducir como “extranjero”,  pero también como  “extraño”. Y me inclino a pensar que Camus preferiría esta otra versión…

La historia arranca con el entierro de la madre de Meursault, el protagonista, un hombre apático y de grisáceo carácter. Sin que este acontecimiento influya en su estado de ánimo, continúa su vida con toda normalidad. Por un casual, y sin que parezca premeditado, acaba matando a un hombre, motivo por el cual será juzgado y condenado. Sin embargo, las apariencias muestran que más que por el asesinato, se le juzga por la frialdad con la que se enfrentó a la pérdida de la madre. Todo en el juicio es bastante absurdo, en realidad.

El personaje es anodino, sin ambiciones, sin sueños, sin ganas de nada, durante toda la novela nos va repitiendo la sensación de aburrimiento y hastío que siente ante las cosas más cotidianas o incluso ante lo más terrible, como puede ser su propio juicio y posterior condena.

Le son indiferentes la muerte de su madre, el amor de una mujer, la posibilidad de obtener un empleo mejor con posibilidades de viajar… esa misma indiferencia es la que le hace matar. Nada tiene importancia.

Creo que el protagonista es una persona que carece totalmente de empatía y de capacidad de arrepentimiento, apenas tiene apegos con nadie y le son indiferentes los sentimientos de los demás (¿no son características típicas de los psicópatas?), y a pesar del miedo lógico que siente ante una muerte segura, en el fondo reconoce que no le va tan mal (incluso en los últimos días de su vida) y cree que es, de algún modo, feliz. Esta felicidad es debida a que se siente en comunión con la Naturaleza, que es tan indiferente a todo como él mismo, que acepta lo que tenga que venir, sea lo que sea.

Ateo hasta el fin, piensa que la vida no vale la pena y que, después de todo, la certeza de lo divino no existe, en cambio él está muy seguro de sí como individuo al margen de la sociedad.
  
Marcelo Mastroianni interpretó a  Meursault 
en la película de Visconti de 1967


La indiferencia que muestra Meursault hacia el mundo en general no nos deja indiferentes como lectores, al contrario, es angustiosa. Una muestra de existencialismo ambientado en Argel y Marengo (Argelia).  Hasta el nombre de esta ciudad apela al color gris…








lunes, 13 de febrero de 2017

Kafka y la muñeca viajera


Parque Steglitz, Berlín. Autor y fecha sin determinar.


Un año antes de morir, Franz Kafka escribió la que tal vez fuera su mejor obra, y lo hizo para un solo lector: una niña de corta edad.

La conoció en el parque Steglitz, cuando el sonoro llanto de la cría llamó su atención. Había perdido lo más valioso para ella: su muñeca.
Kafka quiso consolarla, y le dijo que la muñeca no se había perdido, sino que había partido de viaje para conocer mundo. Había escrito una carta para la niña, pero la tenía en casa. Al día siguiente se la traería.

Así fue como empezó. Durante tres semanas, la muñeca fue mandando cartas desde los lugares más lejanos del planeta, contando miles de aventuras que acabaron en enamoramiento, boda y planes de futuro. Durante este tiempo la niña acabó aceptando la separación de la muñeca, y Kafka sintió que había hecho algo importante.  


Las cartas desaparecieron con la niña, cuya identidad se desconoce a pesar de haberse hecho una búsqueda exhaustiva durante años por parte de un amigo del famoso escritor.



En 2004, César Aira escribió un artículo en El País donde se contaba esta anécdota, e inspirado por la historia, Jordi Sierra i Fabra escribió una novela enternecedora que me ha emocionado: Kafka y la muñeca viajera. Ante la falta de detalles de la historia, Sierra se permite inventarse algunos datos, provocando que el lector sienta una profunda empatía hacia la pequeña.

Tal como se lee en el libro,
La relación de una niña con su muñeca es de las más fuertes del universo”.






lunes, 30 de enero de 2017

De la brevedad de la vida



Me lancé la semana pasada a leer a Séneca, y el texto “De la brevedad de la vida” me dejó un poquito tocadilla…

El resumen resumío y la conclusión que saco de la lectura es que:

            La vida es breve.     
            No sería tan breve (o no nos lo parecería) si la aprovecháramos bien.



Ahora en serio:
Este hombre vivió hace dos mil años, y sus reflexiones son de lo más actual (qué lástima de humanidad, leñes, qué poco hemos aprendido).

Séneca cree que la vida no es breve. Dura exactamente lo que necesitamos para hacer lo importante, lo que ocurre es que perdemos el tiempo de la manera más absurda.

Ser avariciosos, darse a la bebida, arriesgarse en guerras o peleas sin necesidad, odiar o envidiar al prójimo, intervenir en las vidas ajenas, tener miedo, mantener conversaciones banales con personas que no nos aportan nada… son formas de dejar que nuestro tiempo se nos escabulla entre los dedos. …

Y ¿por qué los humanos hacemos esto? Según Séneca, porque no nos hemos parado a pensar en nuestro objetivo en la vida. Y si lo hacemos, creemos que tenemos tiempo de sobra, como si en nuestro fuero interno pensáramos que somos inmortales. Nos decimos a nosotros mismos que ya viviremos de forma virtuosa más adelante, cuando seamos más mayores, pero en realidad nadie sabe exactamente en qué momento morirá. Si perdemos el tiempo en cosas inútiles, cuando llegue la vejez sentiremos que se nos ha ido la vida sin aprovecharla. Si llega, que hay mucha gente que muere joven…

Los sabios no permiten que nadie intervenga en sus vidas, no pretenden fama ni riqueza, pues eso les obligaría a mantener relaciones sociales que no necesitan ni les apetece tener; sería una forma estúpida de perder el tiempo, que es nuestro tesoro más limitado.

Contando los momentos bien aprovechados como momentos “vividos”, podríamos afirmar que hemos vivido mucho menos tiempo del que hemos permanecido en este mundo.

Momentos bien aprovechados… ¿aprovechados en qué? Pues en disfrutar de paz interior, de la compañía de los seres queridos, de la tranquilidad de una conciencia limpia, hacer cosas que nos llenen de plenitud…

En el momento de la muerte, la gente se da cuenta de cómo ha dejado correr los días, intentando conseguir más dinero, más propiedades, más diversiones… sin embargo, en los últimos instantes, daríamos todo nuestro capital a cambio de un poco más de tiempo.


Ahora que todavía tenemos ese tiempo, ¿no deberíamos ser conscientes de él, y dedicarlo a cosas que nos resulten interesantes de verdad?



   

Tomaron café...


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