—¡Hermanos, —prorrumpió,
el padre Orestes—, el profeta Isaías nos habla de que por el “Camino de la
Santidad, el inmundo no pasará”…
—¡Nada como estar limpio
para evitar ser motivo de ofensa! —Le comentó en voz baja una mujer a otra
que permanecía a su lado.
En esa prueba sólida de fe
estaba recapacitando Anselmo, cuando advirtió que las hermanas Domínguez
estaban codeándose entre murmuraciones y risitas.
—Toda vasija de barro dentro
de la cual cayere algo será inmunda, así como todo lo que estuviere en
ella… —Agregó el sacerdote desde altar del sahumerio.
Cuando Anselmo quiso llamar la
atención de las mujeres; se quedó de una sola pieza al ver, que a una de las
señoritas Domínguez, le crepitaban las liendres y los piojos dando la impresión
de que jugaban a las escondidas entre los encajes y pliegues de su largo
vestido oscuro.