Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)
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10 de febrero de 2011

Le problème homo - El problema homo

El otro día, por dos veces y en dos circunstancias diferentes, Edi escuchó una frase que le hizo daño en los oídos y un escalofrío en la espalda: la problemática condición homosexual. En ambas circunstancias Edi no pudo replicar, pero esa expresión quedó en su cabeza, como una frase en lengua extranjera a la que no se termina de encontrar un significado.

Hace años que Edi se sabe homosensible, hace años que da gracias al Señor por ello, como por otros elementos de su vida que aprendió a amar. Sus amigos viven más o menos tranquilamente su orientación afectiva. Cierto, para la gran mayoría de entre ellos –Edi incluido- no ha sido fácil llegar ahí. Y claro, una cuestión se impone: ¿por qué no ha sido fácil? ¿Es a causa de la orientación afectiva en sí misma, o las dificultades son provocadas por la mirada de los otros, de la sociedad, de las Iglesias? Ser mirado como un bicho raro, como una anomalía de la naturaleza, como un ser depravado o como un héroe, a la larga, pasa factura. Pero una vez pagada esta factura, la libertad de ser lo que se es se pega a la piel y corre por las venas. Edi se sabe libre, con esa libertad que es la de los hijos de Dios. Y respira profundo, y deja que el aire llene sus pulmones en un instante de plenitud.

Es así como esa noche, en el silencio de su habitación, la acción de gracias de Edi se transforma en intercesión por aquellos para quienes su orientación afectiva es un problema, por aquellos cuya mirada emponzoña la vida de otro. Y se duerme, bajo la mirada acogedora y amorosa del Padre.


L’autre jour, deux fois en deux circonstances tout à fait différentes, Edi entendit une phrase qui l’a fait mal aux oreilles et froid dans le dos : la problématique condition homosexuelle. Pour les deux fois Edi n’a pas pu répondre, mais l’expression est restée dans sa tête, comme une phrase dite en une langue étrangère dont l’on n’arrive pas à saisir ce qu’elle veut dire.

Il y a des années qu’Edi se sait homosensible, il y a des années qu’il en rend grâces au Seigneur, tout comme pour autres éléments de sa vie qu’il a appris à aimer. Ses amis vivent plus ou moins paisiblement leur orientation affective. Certes, pour la plupart d’eux –Edi y compris- cela n’a pas été aisé. Une question s’impose alors : pour quoi cela n’a pas été facile ? C’est à cause de l’orientation affective en soi-même, ou les difficultés sont-elles provoquées par le regard des autres, de la société, des Eglises ? Être regardé comme un drôle d’oiseau, comme une anomalie de la nature, comme un être dépravé ou un héros… A long terme il faut payer pour être ainsi regardé. Mais une fois ces comptes réglés, la liberté d’être ce que l’on est se colle à la peau et coule dans les veines. Edi se sait libre, avec cette liberté qui est celle des enfants de Dieu. Et il respire profond, et il laisse l’air remplir ses poumons en un instant de plénitude.

C’est ainsi comme cette nuit, dans le silence de sa chambre, l’action de grâces d’Edi se transforme en intercession pour ceux qui vivent son orientation affective comme un problème, pour ceux dont le regard empoisonne la vie d’autrui. Et il s'endort, sous le regard bienveillant et amoureux du Père.

3 de febrero de 2011

Les yeux voilés - Los ojos velados

Hacía varios días que aquello rondaba Edi, pero fue ese lunes que se levantó con un peso sobre los hombros y en el ánimo: “nada va bien”, se dijo, mirándose en el espejo. Evidentemente, la jornada se pasó en esta pesadez. Edi se sentía embotado, el alma al borde del llanto; nostalgias de ciertos rostros desaparecidos de su vida; Blandina, la nueva compañera de trabajo, lenta y un poco corta; el cielo gris; el muro en que se había convertido su oración… Edi arrastró los pies a lo largo de las horas de este lunes. Por la tarde, sentía que todo aquello iba a desbordarse. Fue entonces cuando se encontró con su amigo Alberto…

- Hola, Alberto, ¿qué tal estás? ¡Hace mucho que no nos vemos!

- ¡Hola, Edi! Bueno, yo no estoy en uno de mis mejores momentos… Pero, ¿y tú?

Y Edi le contó todos sus pequeños problemas, sus estados de ánimo; Alberto escuchaba, e intentó hacerle ver las cosas desde otro punto de vista. Fue el turno de Edi de escuchar esas palabras que le devolvían un poco la confianza en sí mismo.

- Gracias, Alberto… Es cierto que a veces me ahogo en un vaso de agua, pero… ¿Y tu? ¿Qué me cuentas?

- Algo poco agradable. Mañana me voy a casa de mi hermano. No sé si te dije que está enfermo… Bueno, el final se acerca a grandes pasos. De todas formas no voy a poder quedarme mucho tiempo, porque mi mujer está a punto de ser despedida del trabajo… la crisis, como te puedes imaginar, y…

Y mientras Alberto hablaba, Edi escuchaba como en un remolino. Los rostros desaparecidos, el de Blandina, el cielo gris, el muro de la oración… todo desaparecía arrastrado por la vergüenza; porque sus estados de ánimo le habían velado los ojos e impedido mirar más allá de la punta de su nariz. En el rostro cansado de Alberto brillaba una pequeña sonrisa sincera.

- De todas formas, Edi, estoy contento de haberte visto, aunque sólo haya sido un momento. Cuando vuelva te llamo, y nos tomamos algo, ¿te parece?

Edi volvió a su casa arrastrando los pies. Si la vida de cada uno es una gama de grises, la de Alberto viraba más bien al negro. Mientras calentaba su sopa al microondas, una oración sin palabras brotó de su interior: intercesión por Alberto, su hermano y su mujer; acción de gracias por todos aquellos que son capaces de sonreír y se ocupar de los otros incluso en medio de su dolor; ofrenda de su propia vergüenza; acogida del perdón de Dios…




Il y avait quelques jours que cela rôdait Edi, mais ce ne fut que ce lundi qu’il se leva avec cette lourdeur : « il n’y a rien qui aille », se dit-il, en se regardant au miroir. Et bien entendu, la journée se déroula lourdement. Edi se trouvait ralenti, la larme à l’âme ; nostalgies de certains visages disparus de sa vie depuis longtemps ; Blandine, la nouvelle collègue de travail, lente et un peu sotte ; le ciel gris ; le mur qu’il trouvait à la prière… Il traîna ses baskets tout au long des heures de ce lundi pas du tout au soleil. Le soir, il sentait que cela allait déborder. C’est alors qu’il retrouva son copain Albert…

- Salut, Albert, comment vas-tu ? Il y a un moment qu’on s’est pas vus !

- Salut, Edi ! Ben, moi ça va pas trop ; et toi, comment ça va bien ?

Et à Edi de lui raconter tous ses petits malheurs, et à Albert de l’écouter, d’essayer lui faire voir les choses d’un autre angle. Alors à Edi d’entendre ces paroles qui lui rendaient un peu la confiance en lui-même.

- Merci, Albert… Oui, c’est vrai que parfois je me noie dans un verre d'eau… Mais, et toi ? Quoi de neuf ?

- Pas très la joie –répliqua- Demain je pars chez mon frère. Je ne sais pas si je t’ai dit qu’il est malade… Bon, maintenant on arrive à la fin. Mais je ne peux pas rester longtemps là bas, parce que ma femme est sur le point de se faire virer du boulot… la crise, vois-tu ? Je ne peux pas non plus la laisser seule en ce moment, et…

Et pendant qu’Albert parlait, Edi écoutait comme dans un vertige. Les visages disparus, celui de Blandine, le ciel gris, le mur de la prière… tout disparaissait emporté par la honte ; parce que ses états d’âme l’avaient voilé les yeux et empêché de voir au-delà de son nez. Sur le visage fatigué d’Albert étincelait un petit sourire sincère.

- En tout cas, Edi, je suis content de te voir, même si ce n’est qu’un instant. Je t’appelle quand je serai rentré, ça te dit ? On pourra se prendre un verre ensemble, et discuter tranquillement.

Edi rentra chez lui, toujours traînant ses baskets. Si la vie de tout un chacun est une nuance de gris, celle d’Albert virait plutôt au noir. En réchauffant sa soupe, une prière sans paroles déborda de son cœur : intercession pour Albert, son frère et sa femme ; action de grâces pour ceux qui sont capables de sourire et de prendre soin des autres même au milieu de son malheur ; offrande de sa propre honte ; accueil du pardon de Dieu…

27 de enero de 2011

De profundis

Edi había previsto un tiempo de oración esa mañana antes de ir a trabajar, cuestión de empezar bien el día. Pero se estaba tan bien en la cama… Se quedó adormilado, saboreando esos minutos de más entre las sábanas, y pasó lo que suele pasar en estos casos, que sólo tuvo tiempo para una ducha rápida y un café a toda velocidad. “Aprovecharé el tiempo en el metro”, se dijo.

Pero con las prisas no se llevó el libro que suele utilizar para la oración, y sentado entre la multitud intentó recordar un salmo. El primero que le vino a la cabeza fue el 129, ese que empieza “desde lo hondo a Ti grito, Señor”. ¡Qué salmo tan apropiado, ahora que está en lo hondo de la ciudad, a varios metros bajo el suelo! Y, medio dormido todavía, sonrió su propio chiste.

“Desde lo hondo a Ti grito, Señor”… Como una cancioncilla oída en la radio, esas palabras le rondaron la cabeza, incluso entre el barullo del trabajo. Edi pensó, sobre todo, en aquellos momentos en los que su ánimo estaba más bajo que el metro; pensó también en aquellos a quienes le han robado la esperanza, o la han perdido. “Desde lo hondo a Ti grito, Señor”… Salmo de funerales, salmo penitencial; lo hondo del dolor, lo hondo del pecado.

Edi frunció el ceño, se sentía frustrado como el que percibe el aroma del mar pero no lo ve. Intentó dejarlo de lado y concentrarse en su trabajo, pero a lo largo de todo el día siguió dándole vueltas. Tan sólo por la noche, mientras veía una película en la tele, se dio cuenta. Cogió su cuaderno y escribió: “Desde lo hondo a Ti grito, Señor, desde lo hondo de mi vida de cada día, desde lo hondo del cansancio del trabajo y desde lo hondo de las risas compartidas con mis amigos; desde lo hondo de cada minuto a Ti grito, Señor.” Y las horas le parecieron mucho más ricas.




Edi avait prévu un temps de prière ce matin avant d’aller travailler, c’était question de démarrer bien la journée. Mais il était si bien au lit… Il sommeilla, en goûtant ces minutes en plus entre les draps, et ce qui pouvait arriver arriva : Edi n’a eu du temps que pour prendre une douche rapide et ingurgiter un café à toute vitesse. « Je vais profiter le temps au métro », se dit-il.

Mais il était si pressé qu’oublia son psautier, et, assis entre la multitude, il essaya se souvenir d’un psaume. Le premier qui l’est venu à la tête était le 129, celui qui commence « des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur ». Quel psaume si adapté maintenant qu’il est dans les profondeurs de la ville, quelques mètres sous terre ! Et, encore mi-endormi, il sourit sa propre blague.

« Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur »… Comme une chanson entendue à la radio ces mots le rôdaient la tête, même dans le brouhaha du travail. Edi pensa, surtout, à ces moments de sa vie où son moral était plus bas que le métro ; il pensa aussi à tous ceux à qui l’on a volé l’espoir, ou qui l’ont perdu. « Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur »… Psaume de funérailles, psaume pénitentiel ; les profondeurs de la douleur, les profondeurs du péché.

Edi fronça les sourcils, il était frustré comme celui qui sent l’arôme de l’océan, mais ne le voit pas. Il se concentre sur son travail, mais tout au long de la journée il continua à y réfléchir. Cela n’a été que tard le soir, pendant qu’il regardait un film à la télévision, qu’il s’est rendu compte. Edi prit son cahier et il y écrit : « Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur, des profondeurs de ma vie de chaque jour, des profondeurs de la fatigue du travail et des profondeurs des rires partagés avec mes amis ; des profondeurs de chaque minute je crie vers Toi, Seigneur. » Et les heures lui semblèrent beaucoup plus riches.

23 de enero de 2011

Presentaciones - Présentations

A partir de ahora en este blog seguiremos las inquietudes y andanzas cotidianas de un personaje. Se llama Epipodio, Edi para los amigos, y es, a pesar de su nombre, un hombre corriente, de esos que pasan desapercibidos, que podemos encontrar en el metro, en la cola del cine o haciendo la compra en el súper de al lado. Al mismo tiempo, como todo el mundo, tiene en sí esos rasgos que le hacen único y original.

Hubo un día que, como él dice, se enteró de que Dios le quiere con toda su fuerza divina. En su pudor, Edi no da más detalles de este momento; tan sólo dijo a uno de sus amigos íntimos: “Siempre había pensado que una experiencia como esta me llevaría a una especie de beatitud celeste y borraría de un golpe todas mis debilidades… Más bien ha sido al contrario”. Y una sonrisa abierta iluminaba su rostro al decir esto.

Por supuesto hay otro detalle importante en su vida: Edi es homosensible. En general sus salidas del armario se han pasado tranquilamente, con algunas excepciones, claro está, como aquella chica que le dijo: “¿Eres gay? Entonces eres un tipo estupendo y te aprecio mucho más.” Edi no respondió nada en ese momento, pero se dijo después que no le gustaba ser apreciado o rechazado exclusivamente por su orientación afectiva. Aunque esta orientación conforme su vida, él es mucho más que eso, mucho más que una colección de adjetivos o de etiquetas.

En fin, es el momento de las presentaciones oficiales: aquí Edi, aquí unos lectores…


Nous allons suivre dans ce blog les inquiétudes et péripéties quotidiennes d’un personnage, qui répond au prénom d’Epipode, Edi pour les intimes. Malgré ça, il est un homme tout à fait banal, de ceux qui passent inaperçus, que l’on peut croiser au métro, ou faisant la queue au cinéma, ou dans l’épicerie du coin. En même temps, comme tout le monde, il a en soi cette quelque chose qui fait de lui une personne unique et originale.

Un jour il a appris que Dieu l’aime de toute sa force divine. Dans sa pudeur Edi ne donne pas d’autres détails. Il a seulement dit à un de ses amis : « J’avais toujours pensé qu’une expérience comme celle-là allait me porter vers une sorte de béatitude céleste et allait effacer d’un seul coup toutes mes fragilités… ça a été plutôt à l’inverse ». Et un sourire ouvert illuminait son visage quand il parlait.

Bien entendu il y a encore un autre détail important dans sa vie : Edi est homosensible. En général ses coming-out se sont bien passés, dans la paix et la justesse, à quelques exceptions près. Comme cette fille qui lui rétorqua : « T’es gay ? T’es quelqu’un de génial alors, et je t’apprécie encore plus. » Edi n’a rien répondu sur le champ, mais plus tard il s’est dit qu’il n’aimait pas être apprécié ou rejeté uniquement à cause de son orientation affective. Même si cette orientation conforme sa vie, il est beaucoup plus que ça, beaucoup plus qu’une collection d’étiquettes ou d’adjectifs.

Bon, voilà les présentations officielles : ici Edi, ici des lecteurs…