La casa se ha convertido en un tema estelar para un análisis topológico en la narrativa hispanoamericana moderna. La casa constituye una manera de representar la personalidad humana. Cada parte de ella mantiene un paralelismo con el cuerpo: el techo es la cabeza; las puertas y los balcones, lo sensorial; la bodega, lo inconsciente. Desde esa perspectiva, se buscará las relaciones de integralidad en el discurso de los personajes, con base en las cuatro obras narrativas seleccionadas.
Dicho espacio es un nucleador social. La célula de la familia se cohesiona a partir de su existencia topológica. Fernando Aínsa la denomina “tiempo familiar” (Aínsa, 1986:431). El propósito de este trabajo es ofrecer un cuerpo contextual desde donde se focalice la actuación de los personajes, en cuatro obras narrativas hispanoamericanas, a saber: Aura, de Carlos Fuentes; Casa tomada, de Julio Cortázar; El túnel, de Ernesto Sábato y Este domingo, de José Donoso. Se propone un marco comparativo que permita discernir cómo la casa condiciona la actitud de los personajes en sus inherentes acciones discursivas. La casa es un ombligo, un centro de cohesión familiar, lo que implica, necesariamente, un omphalos que se desea alcanzar.
En Este domingo, de José Donoso, existe un paralelismo antitético entre lo físico y lo carnal: “estar en su casa era como seguir pegados a ella físicamente y la casa como extensión del cuerpo de mi abuela” (Donoso, 1989:2). En esta obra existe entrada y salida de los personajes, como un espacio de convergencia idílica, donde la abuela es la matrona que ordena y quiere a los nietos dentro de ese microcosmos. Sus relaciones de cariño están determinadas por el grado de consanguinidad. La casa da seguimiento a los diversos estadios de la vida: niñez, adolescencia y adultez, bajo la égida de la abuela como el símbolo de autoridad.
En Aura, de Carlos Fuentes, las características de la casa provocan un condicionamiento: “esta casa siempre se encuentra a oscuras. Te obligarás a conocerla y reconocerla por el tacto” (Fuentes, 1979: 23). Así mismo, la casa, como recinto, se personifica, lo que obliga a los personajes a justificar sus ausencias, sus vacíos: “Esta casa está llena de recuerdos para nosotras. Solo muerta me sacarán de aquí” (Ibíd. p. 29).
En El túnel, de Ernesto Sábato, la casa se pluraliza, porque Castel entra y sale de alguna para seguir con su proceso pesquisidor tras María: “Tuvieron que recorrer a refugiarse en la casa. Mi corazón comenzó a latir con dolorosa violencia” (Sábato, 1973: 147). Se observa que Castel, en una experiencia límite, ha estado vigilando la casa donde se encuentra María para cometer el asesinato. La ausencia de luz en el cuarto que debería ocupar María, provoca un desgarramiento interior en Castel, quien, obcecado, aduce: “desde un café telefoneé a la casa de Allende“ (Ibid. p. 144).
En Casa tomada, de Julio Cortázar, el personaje expresa: “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (…) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia” (Cortázar, 1969: 1). La casa es un código temático que insinúa las dualidades recuerdo/infancia; infancia/soledad. En este texto, la casa dinamiza un movimiento centrífugo, que se aleja del centro hacia la periferia, razón por la que los hermanos lanzan la llave en una alcantarilla cuando son expulsados de su cronotopo idílico, ¿feliz?
La casa es un espacio, generalmente cerrado, que cuenta con diversos microespacios, como zaguanes, puertas, pasillos, cocina, ventanas, baños, dormitorios, etc.. Como espacio topológico, organiza sus características espaciales sobre la base de dicotomías: cerrado/abierto; interior/exterior; seguridad/hostilidad; arriba/abajo; libertad/opresión. De esa perspectiva, Yuri Lotman ha escrito: “el rasgo topológico fundamental del espacio es el límite” (Lotman, 1982: 281). Es decir, el límite marca la impenetrabilidad estructural por parte de agentes exógenos, a quienes conviven en el marco espacial de la casa, aunque Casa tomada -las voces y los susurros- desalojan a los hermanos de ese marco espacial.
No cabe duda de que la casa redimensiona el problema de la identidad de América Latina. ¿Es la casa el continente americano que sufrió expulsiones o reclusiones durante el proceso de la conquista? El habitante autóctono debió abandonar su espacio para cedérselo a los inquilinos de la cultura advenediza. ¿Es la casa el límite que refleja el drama de existencia -como un reclusorio- de las familias hispanoamericanas? ¿Simboliza la casa el proceso de transculturación? O un relanzamiento: ¿Es la casa un espacio ordenador de la tradición e identidad familiares?
Mediante el diseño de la casa se advierte la búsqueda existencial y los conflictos de los personajes ante dichos espacios. En el segundo sueño, Juan Pablo Castel refiere: “Llegué a la casa, que desde afuera parecía como cualquier otra, y entré. Al entrar tuve la certeza instantánea de que no era así, de que era diferente a las demás” (Ibid. p. 91). El texto presenta las dicotomías afuera/adentro; ser/parecer, que evidencian diferentes estadios y un deseo de búsqueda y encuentro consigo mismo por parte de Castel, personaje contradictorio en su comportamiento de solitario desesperanzado. Todos los movimientos que efectúa Juan Pablo están matizados por un encontrarse a sí mismo, sin lograrlo.
En Este domingo, el perfecit es un proceso de anulación del íncipit: “cuando entreguen la casa a los demoledores, se abrirán las puertas y las ventanas. La luz volverá a entrar como antes” (Ibid. p.193). Aquí, se observa las dicotomías antes/ahora; cerrado/abierto; dueños/demoledores; oscuridad/luz. Es decir, subyace un fresco social que busca su identidad. Es la sugerencia de un volver a comenzar. ¿Acaso América Latina tiene que hacerlo para que entre la nueva luz? Puede pensarse, además, sobre la confrontación América-Europa. Los deícticos antes, ahora, refuerzan el concepto de temporalidad, como una especie de recuperación de la memoria histórica, esto es, de la imagen como identidad impuesta.
En Aura se lee: “esta casa siempre se encuentra a oscuras” (Ibid. p. 23). La disposición espacial de la casa condiciona el comportamiento de los personajes. En su distribución hay un arriba, donde entra la luz, pero existe olor a humedad, a podredumbre. Es necesario reconocerla con el tacto. La idea del encerramiento de la casa como prisión domiciliaria es una involución que alcanza a todos los personajes. Ese límite marco es un indicio de represión: sin luz, en soledad, donde priva lo húmedo y los cronotopos (recámara, biblioteca, sala, escaleras, vestíbulo, cuartos, zaguanes). Es la típica casa celda, aniquiladora, por ausencia, de la libertad y el espíritu solidario. Sólo una vez se menciona la posibilidad de salir de ese espacio estructural por parte de Consuelo, que es todo un acontecimiento, porque casi no ocurre. Quien entra no sale, es absorbido, prácticamente devorado.
En Aura, la casa no es un sitio que configure felicidad, por el contrario, hay desdicha, el recuerdo de lo no realizado. Su interior es una amenaza. Su exterior es la opción de libertad, pero los personajes no acceden a esa posibilidad, porque son prisioneros de sí mismos y la casa determina su comportamiento traumático. Es como el sí mismo en la búsqueda de la identidad, tanto individual como colectiva..
En Casa tomada habitan dos hermanos, pero la casa es tan espaciosa que alcanzarían ocho personas, tiene 16 topos: zaguán, puerta cancel, living, dos pasillos, cocina, baño, puerta de roble, biblioteca, comedor, sala y cinco dormitorios. El personaje masculino aduce: “a veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos” (Ibid. p. 1). La casa es vista como una estructura vertical, de poder, en virtud de ello, como una castradora de la genealogía que los abuelos asentaron en ella. Además, está latente el temor de su pérdida. No es el reino de los primos como en Este domingo, sino, existe el presagio que los primos -vagos y esquivos– se dejan la propiedad y la demuelan para enriquecerse con la plusvalía del terreno y los ladrillos. En tal la presencia-fuerza de la casa, que los hermanos no ofrecen ninguna resistencia cuando escuchan sonidos, susurros de conversación o ruidos. Esa acción provoca su reacción, cual es vivir de este lado y ceder la parte tomada de modo pacífico, por eso, cuando la invasión avanza, porque es progresiva, optan por salir (expulsión de ese espacio) que se torna liberador, quizá, la sospecha del incesto, la conciencia condenada, o los advenedizos no los dejan vivir con dignidad moral. Los hermanos tienen predilección por la nocturnidad; su soledad los vuelve inadaptados y melancólicos.
En El túnel, Castel y María entran y salen, la casa funciona como un espacio donde se desplazan hacia adentro y hacia afuera. Él monta vigilancia y siente celos cuando María no está con él, y la sabe con otro(s). En este momento, la casa se convierte en una celda opresiva, es un cronotopo de martirio. La casa permanece intacta. Ella es asesinada y él va al manicomio, un nuevo espacio de reclusión.
Aura maneja el dinamismo centrípeto, porque Felipe ingresa y no sale; Aura quiere salir –movimiento centrifugo-, pero no puede. La casa, como ente estructural, sufre alteraciones físicas y se establece una lucha de poder, de querer, de ser, de estar…
En Este domingo, la casa tiene un movimiento centrífugo, porque los nietos visitan a la abuela cada fin de semana. La dinámica es hacia la búsqueda del centro –omphalos-. Los abuelos ejercen el poder en una estructura vertical. Al final, la casa, rectora de la vida familiar, es abandonada y se convierte en un refugio de harapientos. Su caída puede simbolizar la de los grupos que detentaron el poder y lo pierden, así es como la casa deja de tener vigencia: su final es incierto y su destrucción una vía.
Casa tomada, en ella, la casa queda intacta, pero en manos de otros ¿Los extranjeros? La expulsión de los hermanos se torna misteriosa, pero es significativo que ellos no hayan presentado ningún tipo de resistencia, en la interpretación abierta de probables relaciones incestuosas. Quien tira la llave es el hermano, lo que simboliza su autoridad patriarcal frente a Irene. No deja de ser un signo semiótico el que se haya lanzado la llave a la alcantarilla: ¿acaso un símbolo de lo femenino que podría evidenciar el vientre?, pero es una ginecología desalojada.
La expulsión de los hermanos, en Casa tomada, es su separación del espacio conquistado, de su patrimonio. En esa imagen de salida, subyace la tradición de la identidad de lucha entre el interior y la periferia. La casa es un centro, un universo y el movimiento centrífugo de la expulsión puede simbolizar la realidad histórica de América Latina, donde el habitante autóctono fue expulsado de su omphalos y recluido en la periferia, en un arrinconamiento de minusvalía sociogeográfica y geopolítica. Para Aínsa, puede ser “el espíritu expulsado de Europa” (Ibid. p, 51).
En El túnel, los capítulos XXVII Y XXXVIII ofrecen la perspectiva conductual que sostiene la tesis de este trabajo: analizar cómo la casa, en tanto espacio topológico, condiciona la actitud de los personajes: Castel espía la casa de Hunter y esa situación dinamiza los acontecimientos: observa que María y Hunter bajan lentamente; caminan por el parque; corren a refugiarse en la casa, vigila las luces de los dormitorios, llega hasta la planta alta, camina por la terraza, ingresa en una galería interior, llega al dormitorio, abre, ingresa y asesina a María Iribarne. Todos los cronotopos descritos mantienen su área en el afuera y el adentro de la casa (movimiento centrípeto), pero cuando la ha asesinado, sale a la terraza y desciende vertiginosamente (movimiento centrífugo).
En Este domingo, la casa es el espacio de ciclos familiares, pero los abuelos mueren, entonces, la casa pierde la magia que había poseído en el mundo infantil de los protagonistas. El narrador endiña: “era incómoda, fea, vieja, de materiales bastante innobles, porque la verdad es que nunca fue una gran casa" (Ibid. p. 190).
En la obra precitada, la casa queda deshabitada, se transforma en recuerdo, los otros (voces) le dan la categoría de refugio –proceso degradatorio-: “chiquillos andrajosos con sus perros pulguientos” (Ibid. p. 191). Se desea que la casa sea incendiada, quizá, para que perdurara su recuerdo en la memoria de la infancia de los personajes y como un procedimiento de audacia purificadora.
En Aura, la casa es un topos opresor, una especie de reclusorio, la cárcel domiciliaria, de donde pretende sacarla Felipe Montero (movimiento centrífugo): “Aura vestida de verde, no estará encerrada contra su voluntad en esta casa vieja, sombría” (Ibid. p. 36). Todo el texto es recurrente en la descripción de la casa, la cual es vista como un espacio opresivo: oscura, húmeda, amurallada, con plantas podridas. Ante ese mapa topológico, los personajes jóvenes, Aura y Felipe, ceden sus impulsos de rebelión, de protesta. El medio físico se adecua con los postulados y presupuestos éticos e ideológicos de Consuelo, quien sobrevive, enquistada en el pasado idílico, sin su propia identidad en el presente histórico; ella es expulsada de lo pretérito, por cuanto el General Llorente ni siquiera la menciona en sus memorias, lo cual simboliza su anulación en el discurso patriarcal.
Concluiones
La casa ha tenido una función determinada en la configuración de los procedimientos narrativos. Su estructura topológica establece una red de relaciones tipificadas con los motivos y los acontecimientos: hospitalidad, desconfianza, adulterio, culpabilidad, rupturas sentimentales, autoagresión, incesto, soledad, transfiguraciones. Opera, además, como un microespacio aniquilador, donde los seres son extraños en su propio mundo.
La interrelación de los personajes es un mecanismo dinamizador, donde la casa presenta movimientos, tanto en la direccionalidad, centrífuga como centrípeta, lo que afirma la búsqueda de la identidad multidimensional entre el nacionalismo y el cosmopolitismo.
Las oposiciones cerrado-abierto y luz-oscuridad son las de mayor recurrencia en los textos analizados. Con ello, se establece un límite, una zona, un recinto sagrado, impenetrable, a pesar de que, en Casa tomada hay presencia de voces, ruidos o susurros.
El recuerdo es un motivo cohesionador en las obras en estudio, porque permite retrotraer los motivos básicos en la visión evolutiva o involutiva de los personajes. La casa adquiere diferente valoración, dependiendo del grado del recuerdo selectivo que, por lo general, es una vuelta a la infancia (orígenes), donde la casa se proyecta como un ombligo, un omphalos. Dicho símbolo, según Mircea Eliade, indica la creación del mundo.
La casa, como topos, remite a la hospitalidad, la seguridad, el cobijo o el refugio, pero, a medida que se va desarrollando la sustancia narrativa, cambia su función. En las obras citadas, es un sitio de convergencia, desde donde se disemina el movimiento que dinamiza los acontecimientos del texto.
En el discurso topológico de la casa, se evidencia el poder, la autoridad del hombre, quien descalifica a la mujer. Si fuere ella quien lo tiene, muere, lo cual es una ausencia que desprotege a los otros.
La casa de la cual se habla en los textos estudiados pertenece a una clase social media alta o burguesa. La posesión de ella confiere signo de autoridad y afianza la estructura vertical del poder.
En los textos analizados, la topología de la casa corresponde a contextos geográficos urbanos, debido a la preeminencia que los autores le confieren al espacio urbano capitalino. Es decir, se afirma un proceso sociocultural que diferencia la ciudad del campo, como una línea del discurso literario en la narrativa hispanoamericana de hoy.
Lic. Miguel Fajardo Korea
Universidad Nacional de Costa Rica