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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Lecturas: "Verbo", primer poemario de Ainhoa M. Retenaga (España, 1979)

Verbo (BajAmar Editores, Gijón, 2017)

Un poema leído al azar puede ser una de las mejores puertas para entrar a la poesía de algunas de esas personas que escriben y llamamos poetas. Eso fue lo que me sucedió al leer “Liturgia escarlata”, poema de la autora de este libro que tienes en tus manos, aparecido en el número 1 de la revista El vuelo del flamenco.
     El silencio y la soledad a la espera de la palabra que propone José Ángel Valente es algo que siempre he sentido cuando hablo de poesía. Para mí (y vean que digo claramente “para mí”, para otros y otras será otra cosa) esa es la principal experiencia de la poesía, estar en silencio y a la escucha, lejos de las estridencias comerciales que a duras penas tratan de imponer a la poesía, último reducto del silencio, y que por desgracia van ganando adeptos cada vez más jóvenes. La poesía no sirve para nada: servir, servidumbre, esclavitud. La poesía no debe servir. Pero ya digo, es mi forma.
     Y la poesía de Ainhoa M. Retenaga no sirve. Está muy lejos de ser complaciente. Es una poesía muy elaborada (tiempo, trabajo, honestidad) en la que cada palabra tiene su peso, hay que leer cada palabra. Una poesía que detiene el tiempo y que clama al silencio, hay que estar presente para leerla; difícil leerla entre dos paradas de metro, entre siete mil setencientos setenta y siete twits, entre las noticias importantes de veinte segundos, entre la colada y el táper del trabajo. Pararse es un acto de desobediencia. Para leer Verbo hay que pararse.
     Un ejemplo sencillo de esta necesidad de detenerse. Prueben a leer en voz alta cualquier poema de este libro. Necesitarán pararse a vocalizar (hablamos siempre balbuceando), a recrearse en la sonoridad de cada palabra (nunca escuchamos), a hacer silencios (huimos del silencio al confundirlo con la muerte).
     Otro aspecto importante en la poesía que vamos a leer aquí es el lenguaje. La poesía va de eso, del lenguaje. Asombra con qué pocas palabras se escribe la poesía de la estridencia, la que trata de ser vendible en el mar de la uniformidad del capitalismo (cuanta menos pluralidad, más barato sale producirlo, más beneficio). Nuestra poeta conoce el lenguaje que usa y nos deleita con una gran variedad de vocabulario. Palabras que no sabíamos que existían dan mucha más sonoridad y sentido a lo que leemos que las palabras vulgares que tanto usamos y que destruyen los matices y la riqueza y amplitud del lenguaje.
     Por último, este libro es un intento de introspección. Conocerse, saberse, experimentarse, sentirse en la propia compañía, tratar de saber quién es una misma, qué lugar ocupa... Por momentos he sentido al leer estar en la piel de alguna mujer mística (¿Teresa de Jesús, Hildegarda von Bingen, Juana Inésde la Cruz...?) y al sentirme así, los versos han cobrado una nueva dimensión. No nos pensamos apenas.
     Os dejo a solas con Ainhoa M. Retenaga pensándose a solas, esperando en silencio a que aparezca la palabra.

Francisco Cenamor

Poemas de Ainhoa M. Retenaga en este blog


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sábado, 9 de septiembre de 2017

"The dharma beats. Una historia de la beat generation", por Francisco Cenamor

The dharma beats. Una historia de la beat generation: Jack Kerouac, Gary Snyder, Lew Welch, Philip Whalen, Joanne Kyger, Michael McClure
Varasek Ediciones, Madrid, 2017

La verdad es que da gusto poder tomar un libro y decir “es una joyita, esta gente no hace las cosas por hacer”. Y The dharma beats es uno de esos, sin duda alguna. Porque enseguida vemos el trabajo que hay detrás. Trabajo colectivo de más de diez personas que, como en el caso de la Generación beat de la que trata, es un trabajo en común y para el común. Cada detalle del libro nos dice “ojo, este es un libro importante, no lo dejes pasar”. Cómo está físicamente elaborado, con su tapa dura, el diseño de su cubierta, el cariño y honestidad con que ha sido redactado el estudio sobre la Generación beat y sobre cada uno de los miembros de esa generación que aparecen en el libro, los agradecimientos, las magníficas traducciones...
     Que Estados Unidos ha sido uno de los referentes principales para la poesía durante el siglo XX creo que es algo que todo el Mundo más o menos entendido podría aceptar. Y los autores y autora antologadas en este libro posiblemente fueron de los más influyentes allí y en otras latitudes. Gracias a este libro podemos disfrutar de las enriquecedoras interconexiones entre los diferentes poetas (Jack Kerouac, Gary Snyder, Philip Whalen, Lew Welch, Michael McClure y Joanne Kyger) con los poetas de su época y con los que les precedieron. Y luego, claro, tenemos una enriquecedora muestra de la poesía que nos dejaron.
     Más allá de la poesía, las seis personas que nos muestra el libro pusieron sus propias vidas al servicio de una nueva crítica social, política, resistente, espiritual, que va a poner sobre la mesa de Occidente un tipo de críticas y valores que jugarán un papel importante en la crítica del modelo social años después de que ellos comenzaran a formularlas desde mediados de los años 50: la percepción del entorno natural como determinante para la existencia del ser humano, la importancia de la relación amable con la Naturaleza, la crítica del productivismo, la crítica del conformismo de las clases populares ocasionado por el auge del consumo...
     La dimensión espiritual de la poesía y de la propia existencia les lleva también a relacionarse con experiencias espirituales como el budismo o diferentes filosofías y movimientos espirituales de India, a cuyos lugares de procedencia viajaron siempre que pudieron. También encontraron estas fuentes espirituales en las culturas pre coloniales del mismo Estados Unidos, y viajaron y habitaron igualmente por todos los lugares de su país en donde aún, en plena Naturaleza, podían encontrarse rodeados de espiritualidad.
     Pero, lejos de ser una huida, esta espiritualidad les hizo enraizarse más y más en su propia sociedad, desobedeciendo y enfrentándose en numerosas ocasiones al Estado, recuperando formas de vida basadas en el apoyo mutuo, la autogestión y la colectividad. Apoyando diferentes causas sociales a las que contribuyeron de manera directa. Y lejos de ser una hagiografía, el libro nos muestra algunas contradicciones y carencias, como por ejemplo el hecho de ser este movimiento tal vez muy masculino y reflejar escasamente las aportaciones que las mujeres hicieron en toda esa efervescencia.
     Otro elemento contrario a lo que pudiera parecer por lo dicho hasta ahora es el fuerte enraizamiento en lo urbano que tuvo este movimiento cultural. No hay que olvidar que gran parte del mismo se produjo en torno a la ciudad de San Francisco y participó de la cultura urbana sobre el uso de drogas o la música rock, por ejemplo.
     He disfrutado mucho la lectura de este libro. Me ha hecho encontrarme en muchas visiones del mundo que comparto con estas personas que protagonizaron un brillante momento de nuestra Historia reciente. Y me ha llenado de satisfacción comprobar, una vez más, como es posible y necesaria una heterodoxa mezcla de conocimiento, sabiduría popular, sabiduría espiritual, vanguardia y honestidad a la hora de encarar la creación poética.

Poemas de Jack Kerouac en el blog
Poemas de Philip Whalen en el blog

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sábado, 2 de septiembre de 2017

"Max Aub: enamorado de España", por Francisco Cenamor

Revisando textos del pasado encuentro este que no había publicado en Asamblea de palabras. Y os lo dejo tal cual lo escribí en su momento.


Max Aub nació en París en 1903. Su padre era alemán y su madre francesa, aunque de origen alemán igualmente. Su madre era de origen aristocrático y quien más se encargó de la educación del futuro literato, ya que su padre pasaba largas temporadas fuera de casa al trabajar como viajante comercial en diversos sectores. Max, de niño, ya dominaba el francés y el alemán, sus dos lenguas, y tenía un gran contacto con la literatura gracias a las inquietudes artísticas de su madre, quien utilizó la novela Los miserables, de VíctorHugo, para enseñarle a leer. A los once años sabía una lengua más, el latín, y había viajado por casi toda Europa gracias a la profesión de su padre.
     En 1914 su familia viaja a España huyendo de la Primera Guerra Mundial y se establece en Valencia, donde Max Aub cursará el bachillerato. Estas idas y venidas tan joven, este continuo aprendizaje de idiomas le convertiría con el paso del tiempo en uno más de los intelectuales apátridas que tuvieron como referencia a nuestro país. Se entusiasma con la alegría de nuestro pueblo y a los 12 años escribe su primer poema en español, idioma que ya no abandonaría para la escritura. Y apenas con 16 años ya se relacionaba con el mundo cultural y artístico valenciano y empezó a forjar sus amistades de juventud. En 1920 acaba el bachillerato y comienza a usar una de sus frases preferidas, que usaba cuando le preguntaban de donde era en realidad: “se es de donde se estudia el bachillerato”.
     Pero ahí abandona los estudios y empieza a trabajar también de viajante comercial, lo que le ayuda a relacionarse con todas las vanguardias artísticas españolas que comenzaban a desarrollarse en los años veinte y que tendría su segundo ‘siglo de oro’ a la llegada de la República. Comienza también su ritmo frenético de escritura: teatro, relatos, novelas, poesía, ensayos..., cualquier género le es válido para contar todo aquello que quiere contar. Así nos encontraremos con que al final de su vida, este autor tiene una de las bibliografías más extensas entre los autores españoles del siglo veinte.
     En 1929, la efervescencia de compromiso social que bulle en la mayoría de los jóvenes intelectuales españoles le lleva a ingresar en las filas del PSOE, aunque su militancia fue más cultural que política y no dudó en criticar a sus dirigentes en todo momento. Ya en la República, participa en un proyecto similar al de Lorca y La Barraca, pero en Valencia y bajo el nombre El Búho. Su quehacer político estaba tan ligado a su obra cultural, que se expresaba siempre a través de sus escritos. Basten dos ejemplos: estrenó las obras de teatro El agua no es del cielo, para apoyar a su partido en las elecciones, y Las dos hermanas, para hablar de las buenas relaciones entre los sindicatos UGT y CNT.
     Con el triunfo definitivo del golpe militar en 1939 huye a París con su familia. Allí, pasa tres periodos en prisión durante la ocupación nazi acusado de “comunista” por intentar dirigir una colección de libros de literatos republicanos en el exilio. Entra en un infernal periplo que le hizo recorrer prisiones francesas, campos de concentración e incluso fue trasladado a prisiones del norte de África. Lo que son las cosas, de este periplo surgirá más tarde la que está considerada como obra cumbre de su literatura, la obra de teatro San Juan. En septiembre de 1942 termina su calvario y consigue embarcarse para México, donde prosigue con su labor creativa y solidaria con los exiliados y resistentes republicanos.
     En 1969 consigue autorización para poder viajar por España. La emoción del regreso le dejó tocado el corazón y a pesar de sus dolencias siguió viajando por el mundo y por España, hasta que ese corazón tan español se terminaría de parar en México en 1972.
     El Segundo Siglo de Oro de las artes, las letras y las ciencias en España que tuvo su máxima expresión en la democracia republicana y fue cortado de raíz por el golpe militar fascista fue un gran referente para intelectuales de todo el mundo. Muchos de ellos, como Max Aub, venido de Francia, de origen alemán, ya no quisieron ser más que españoles. Un autor más que poner en la lista de nuestras lecturas en nuestra querida lengua.

sábado, 27 de mayo de 2017

El poeta Luis Luna nos habla sobre el poemario "Semillas de África", de Michel Feugain (Camerún, 1975)

Amargord Ediciones, Madrid, 2017.

África suele llegarnos a través de intermediarios. Estos intermediarios, que suponen una forma de colonialismo posmoderno, tienen que ver con la prensa, con los informes que las distintas instituciones y ONG hacen de los variados temas que afectan al continente y también con artículos más o menos bienintencionados de algunos pensadores. Esta intermediación proyecta casi siempre una imagen unitaria de África centrada en su depauperación y en su atraso. Todavía el «gran padre blanco» tiene que intervenir allí, tiene que «salvar» a los africanos de su propia ignorancia y atraso.
     Pues bien, la edición de este libro intenta sumarse al mar de gotas que niegan esta situación. Para saber qué sucede realmente en África como continente y en cada país del continente, puesto que tienen entidad propia, debemos escuchar a sus protagonistas. Ellas y ellos son quienes deben y así lo hacen enseñarnos a nosotros sus realidades, tanto si encajan en nuestra casilla de pensamiento África como si no lo hacen. Es por esto que, cuando de repente leemos su poesía o admiramos su literatura o su arte contemporáneo quedamos extrañados. Hay un extrañamiento esencial en descubrir que los países africanos no son como el pensamiento colonialista quiere hacernos creer. Por eso, este libro está concebido como un síntesis entre voz e imagen, entre la más alta expresión de lenguaje, la poesía, y su correspondiente visual, la fotografía de autor.
     En el caso de la poesía, hay que entender distintos fenómenos relacionados con la lengua que usan los propios poetas africanos para la cultura. En casi todos ellos encontramos que la lengua de cultura es siempre la lengua colonial, impuesta. Esto ya establece una seña de identidad muy acusada, pues en esa lengua se van a insertar los términos de las distintas lenguas autóctonas, en una visión afectiva que va a dotar de una impronta especial, asimilada por los lectores europeos como una especie de exotismo, despojando de su valor original estos términos. Esto es de una relevancia fundamental para el libro.
     Todos los términos de la lengua de origen de Michel Feugain tienen un carácter fundamental y no pueden ser considerados y/o digeridos por el público occidental como exotismos sin más. En nuestro autor observamos además dos fenómenos especialmente interesantes. Por un lado, su condición de migrante, lo que va a relacionar su poesía con la poesía del exilio, bien por motivos económicos, bien por motivos políticos. La mirada del autor va a estar, si cabe en un poeta, fortísimamente extrañada y su carácter social viene dado por la denuncia racional de una situación insostenible. El racismo, la xenofobia y la marginalidad, a veces autoimpuesta, son una constante en los poemas de Michel Feugain. Ahora bien, esta denuncia no es una victimización, sino un aporte que tiene que ver con el doble papel de víctima y complejo de víctima.
     En este libro en particular, escrito por un poeta camerunés cuya obra se desarrolla en francés, Michel adopta el español como lengua poética. Se trata de un doctor en nuestra lengua, pero se trata, más allá de este aspecto autobiográfico, de un fenómeno de alofonía o aloglosia. El poeta escoge, de un modo afirmativo, una lengua matria, una lengua que acoge determinados pensamientos. Y lo hace porque escoge libremente hacerlo, sin la imposición del colonialismo. Por eso, en esta edición se ha respetado al máximo todas las peculiares características de su lengua poética en español. Para los lectores en castellano, algunos poemas pueden ser difíciles de asimilar, pero hay que tener en cuenta la especificidad de la aloglosia y también de los matices que se incorporan a una lengua donde el poeta habita, a día de hoy, de un modo estrictamente poético.
     Como vemos, son muchos y determinantes los factores que hacen de este libro no sólo una obra artística, sino también un documento fascinante sobre la realidad africana y la realidad de los creadores africanos. Junto a los poemas, presentamos las fotografías de Zacharie Ngnogue que completan los poemas. Si la imagen representa una visión propia de la realidad, ambas propuestas artísticas nos transportan hacia una doble dimensión, la del exilio y la de el recorrido por el país. Es decir, los poemas se construyen desde el desplazamiento, desde un territorio intermedio como es el exilio ; las fotografías se construyen desde el Camerún de ahora mismo, estableciéndose una síntesis de lo que es África hoy, una conjugación del aquí y del allí, un territorio fuertemente subjetivizado y múltiple, en constante cambio y avance.
    No cabe, pues, la menor duda de que este libro supone, por tanto, una extraordinaria forma de acabar con las visiones reduccionistas impuestas por los intermediarios habituales. Cada vez que dejamos que nos llegue directamente la voz de un artista africano, sus imágenes, estamos colaborando en la liberación que ellos, verdaderos protagonistas, están intentando llevar a cabo.


Poemas de Michel Feugain incluidos en el blog y artículos sobre su obra
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martes, 29 de septiembre de 2015

Lecturas: "Manicomio", de Maurizio Medo (Perú, 1965)

Da gusto leer libros de poesía que van más allá del poema concreto, que con el uso del lenguaje escrito (y no solo) son capaces de meternos en un lugar, una atmósfera, un ambiente, una cabeza. Sinceramente, cada vez me gusta más esta manera de concebir la creación poética.
     El título del libro del poeta peruano Maurizio Medo, Manicomio (Varasek Ediciones, Madrid, 2014), da claras pistas de donde nos vamos a meter, y vaya si nos metemos. Crea un ambiente de encierro psiquiátrico, y vaya si lo crea, de principio a fin del libro; la cantidad de recursos que utiliza es impresionante, muestra de la sabiduría poética del poeta.
     Enumeremos recursos porque merecen la pena, algunos son absolutamente sorprendentes: el uso de los nombres de las medicaciones, las formas arcaicas del lenguaje, el tartamudeo de quien va hasta las orejas de pastillas, el Test de Rorschach, el desvarío, la ignorancia de uno mismo, la confusión entre sueño y realidad, temas recurrentes sobre la realidad y la imaginación por ejemplo Alicia a través del espejo, los espacios en blanco algunos incluso enmarcados, saltos inesperados de lugar o temática, la confusión de personajes... Amen de los recursos estrictamente lingüísticos.
     Por los pasillos de este Manicomio podemos ver, claramente, las escenas más tiernas y entrañables, las más duras, las más duras que a la vez son entrañables, las más entrañables que a la vez son crueles. Y lo vemos todo, eso sí, desde dentro; como lectores, el lugar que ocupamos al abrir el libro es el del que duerme amarrado a una cama, el de la joven que sufre la violación de otro paciente o tal vez de un enfermero, tanto da, ahí el delito no se castiga, solo sucede..., el de quien creyéndose en buen estado solo puede tartamudear o balbucear, sin saber por qué...
     Otro libro para disfrutar de la poesía. Merece la pena comprarlo.

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lunes, 7 de septiembre de 2015

Lecturas: "Rivales dorados (Antología)" (Varasek Ediciones), de Néstor Perlongher (Argentina, 1949-1992)

"Hay cierta tendencia a pensar la expresión poética como subjetividad, como expresión del ego. Entonces la poesía queda oscilando entre la sentimentalidad y el narcisismo. Sin embargo, pienso que lo importante de la poesía es esa posibilidad de pasar a un orden de lo alucinante".
Néstor Perlongher

No hace muchos meses, Varasek Ediciones publicaba un libro bárbaro, que me volvió a hacer pensar en cómo es posible que después de tantas revistas, selecciones de poemas y antologías editadas en España no haya conocido a este autor argentino, Néstor Perlongher. Imagino que para el canon poético de "lo fácil" este será sin duda un autor "difícil", difícil de digerir, imagino también, por su rebeldía en lo social y político y rebeldía en lo poético.
     Para mí está resultando ser una fascinante lectura, una sorpresa detrás de otra sorpresa, un asombro tras otro ante las genialidades del poeta en el uso del lenguaje, en las increíblemente ingeniosas relaciones de palabras, "multisignificados", invenciones... Sin duda un libro para disfrutar de la poesía, para leer con tiempo y en el tiempo, a pesar de mi manía de darme atracones poéticos.
     Se trata de una poesía llevada al límite de la expresión, de la relación, del significado, de la construcción, de la rima incluso, que me transmite un ambiente retorcido, denso, pausado, delirante... También contribuyen a crear esa atmósfera las imágenes grotescas de una burguesía libertadora de aquí y de allá en permanente decadencia, viciosa, perversa; con hijas, madres, tías recargadas de pereza, con hombres muertos en lejanas batallas a sus espaldas.
     Es una poesía muy elaborada, con una amplitud de vocabulario deslumbrante que va mucho más allá del Diccionario; poesía que tiende a expandirse en el papel, que hay que leer pausadamente, palabra a palabra para asombrarse. Esta apuesta poética llevada al extremo, valiente, da como resultado, por ejemplo, el impresionante poema titulado "Frenesí" (que seguro colgaremos más adelante para promocionar nuevamente la venta de este libro), cuyas largas relaciones de palabras asfixiantes tal vez sean metáfora de la asfixiante sociedad en la que tuvo que convivir el libertario, militante homosexual y libertino poeta Néstor Perlongher.
     Damos la enhorabuena a la editorial por traernos esta otra voz americana que nos muestra la calidad y pluralidad existentes en la poesía escrita en español. Y para ampliar la información pegamos ahora lo que en las solapas del libro nos dice la editorial sobre el poeta.

     "Néstor Perlongher nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la noche de Navidad de 1949. En 1982, terminada su licenciatura en sociología, se fue a vivir a San Pablo, donde ingresó en la maestría de antropología social, en la Universidad de Campiñas, de la que en 1985 fue nombrado profesor. Su obra poética publicada comprende seis libros, a partir de Austria Hungría en 1980. Publicó asiduamente artículos y ensayos en varias revistas argentinas, preparó la antología bilingüe castellano portugués Caribe transplatino, poesía neobarroca cubana y rioplatense, 1991. Entre sus ensayos se destaca La prostitución masculina o El negocio del miché. cuya primera edición en español es de 1993. Murió en San Pablo el 26 de noviembre de 1992.
     "Tras su muerte en 1992. Néstor Perlongher legó una de las carreras más rotundas de la literatura latinoamericana, no por corta, menos intensa. Es, sin duda, uno de los poetas mas sugestivos y vigorosos a partir de los años ochenta del siglo pasado en Argentina y Latinoamérica. El conjunto de sus versos, ensayos, artículos, elabora el pensamiento contundente de un testigo y protagonista ejemplar de su tiempo. La combinatoria de lo obsceno ("excremento”) con el manierismo afeminado ("el organdí de las mantillas") es la marca Perlongher, sin olvidarnos del interés del autor por una escritura neobarroca que tiene su origen en Góngora.
     "Considerada como vehículo del éxtasis, la poesía se emparenta con un ejercicio espiritual capaz de conducir al arrobamiento o con la ingestión de sustancias psicoactivas acompañadas de un saber de la experiencia. Como otras liturgias, en la obra de Pelongher cumple su propio proceso de sanación por encima y a pesar de lo insatisfactorio".

Francisco Cenamor

Poemas de Néstor Perlongher en el blog

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jueves, 18 de junio de 2015

Artículo de Francisco Cenamor sobre "Dietario", de Benito del Pliego (España, 1970)

Hace muy pocos días recibí un nuevo poemario de Benito del Pliego, Dietario (Amargord Ediciones, Madrid, 2015). Siempre es un placer leerle y esta vez no lo ha sido menos. Es un poemario definitivamente musical; se veía venir después de leer la evolución de su poesía. A poco que observemos, contemplemos (leamos) nos damos cuenta. Con más o menos intensidad, con diversos tonos, la musicalidad tiene que ver con lo que leemos en cada momento: como en una ópera, vamos pasando por momentos más melódicos, más rítmicos, vivamente rítmicos..., hay solistas, pequeños coros, grandes corales...
     La palabra, tan importante en la poesía de Del Pliego, nace de lo cotidiano, del acontecer diario y de ahí que el libro sea un dietario, fragmentos que nos dan alguna idea del todo (aunque no del todo). La vida, otro de los puntales de su poesía (aunque esto sea obvio), enraíza en la palabra. Su vida, la vida de los otros, los acontecimientos sociales y políticos incluso, van dejando pequeñas marcas en el dietario poético entre 2008 y 2010. Pero la vida es plural y diversa en el acontecer cotidiano y así la vemos representada en los textos, algo que podremos ver simplemente con hojear las páginas del libro y comprobaremos leyendo.
     Romper la uniformidad de los textos es un elemento del libro. Tampoco hay uniformidad en los soportes sobre los que ha sido escrito el dietario. No ha sido escrito en una agenda comprada para tal fin, cumpliendo así el canon, Benito del Pliego ha usado cualquier cuaderno para anotar sus citas y compromisos, cualquier libreta, o tal vez haya usado nuevos lugares donde apuntar cada una de las fechas que ha quedado seleccionada para el libro: una tablet, el portátil, su smartphone. O simplemente todo ha ido quedando en su memoria
     Por último, no quiero olvidarme del juego, el juego de las palabras, las jugadas que nos hace la vida. Vivir, el juego al que jugamos. Tampoco me olvido de mencionar que el libro tiene un bello prólogo del poeta uruguayo Eduardo Milán. Y tampoco de recordaros que os vendría bien comprarlo para leerlo.

Poemas de Benito del Pliego y artículos sobre su obra
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lunes, 11 de mayo de 2015

"Cuando la Generación Beat descubre los limones", prólogo de Enrique Mercado al libro "Bardeo", de Antonio Cordero Sanz (España, 1963)

"Se puede ser nihilista, pero, ante todo, vitalista"
Antonio Cordero Sanz

Bardeo (Amargord Ediciones, Madrid, 2014)
   Cuando conocí a Antonio Cordero, en las postrimerías de 1993, no había en España poetas beat propiamente dichos. Teníamos a Carlos Oroza con su évame, Malú, évame, Malú, o a Fonollosa, con su Ciudad del hombre: Nueva York, que podían tener alguna conexión con los Ginsberg, Kerouac o Welch en su manera de concebir la poesía, de mirar el mundo, pero ciertamente la poesía de principios de los ochenta basculaba entre la poesía de la experiencia heredada de Gil de Biedma o Ángel González, o su supuesta opuesta, la poesía vanguardista, experimentalista, que podrían representar Brossa, Ullán y si se me apura Gimferrer.
   Cierto es que no podemos medir a todos los poetas por el mismo rasero, que no se puede reducir a esas dos tendencias todas las voces de aquel panorama, pero estoy convencido de que Antonio Cordero era el único poeta ad hoc beat, per se beat, un motero de largas melenas que fundía vida y literatura hasta que no se sabía dónde empezaba William Blake y terminaba Paul Weller, a poète mauditque tenía muy claro cuáles eran sus fuentes vitales y literarias, y lejos de esconderlo, hacía gala de ello, como así sucedía en el libro que acababa de escribir entonces, Gallocanta, y que ahora forma parte de este actual Bardeo, con todas sus alteraciones, aliteraciones y variaciones. Allí podíamos leer esa magnífica serie titulada Cuando la Generación Beat descubre los limones. O sea, clear as water.
   No es de extrañar tampoco que, con tales antecedentes, Antonio Cordero y yo nos hiciéramos amigos al instante, amor a primera vista que ahora cumple 20 años, y desde aquel otoño inaugural no hemos parado de celebrar (noches de cerveza negra y whisky del No Fun), de viajar juntos (tras las huellas de Rimbaud, en Yemen; en la tumba de Kropotkin, en el cementerio de Novodévichi), de organizar y dar recitales en cuevas míticas como El Trocadero o dar impulso a iniciativas editoriales como Varasek edidones. No es de extrañar que estuviéramos presentes en aquel recital mítico que dio  Allen Gingsberg en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en diciembre de 1993. Hoy todo poeta que se precie dice haber asistido a ese recital, pero yo no recuerdo a casi nadie, quitando a Ray Loriga, Christina Rosenvinge y Benjamín Prado, que se hicieron notar a la llegada a la platea del Teatro Fernando de Rojas, del Círculo de Bellas Artes.
   Antonio Cordero y yo estábamos aquel día en un palco, como corresponde al contemplativo que tampoco desdeña la acción, porque uno no viaja solo, por mucho que vaya solo, arrastramos una mochila de referencias literarias, musicales y cinematográficas allá donde ponemos el pie, y Antonio Cordero y yo la hemos acarreado por el Pantanal brasileño, las estepas de Tuva o el Valle de Hadhramaut, en Yemen. Los poetas beat pusieron la poesía en movimiento, pero no por ello dejaban de ser unos escritores cultos, que sabían de dónde venía y adonde iba su poesía. Se puede estar tirado en un cuartucho lleno de moscas en Tánger y no por ello dejar de ser el mayor especialista en Shakespeare.
   Pero en Bardeo no sólo encontramos ecos de los poetas beat. En Bardeo, el paisaje, el viaje, se filtran a borbotones. Además de por lugares mágicos como la laguna Gallocanta, que visité hace dos años con Antonio convencido de que allí había una fábrica de cemento, como en su poema homónimo, los poemas de Antoine transitan por el páramo castellano que ha recorrido desde que se compró su primera moto, una Lambretta en la que alcancé a ir de paquete hasta que hizo ¡plof!
   Antonio se inventa el poema motero castellano, más allá del Blues castellano de Gamoneda o del paisaje machadiano sembrado de melancolía y asechanzas. Los poemas castellanos de Antonio Cordero incitan al movimiento, a la contemplación pero desde lo alto de una moto, vienen a transmitir el ritmo cierto del mundo. Aquí nada para, por mucho que lo parezca, y sólo en el vórtice del maelström de Poe encontramos la verdadera calma, la definitiva.
   Bardeo cuenta, además, con otra serie de poemas que hablan de la vertiente activista, política, del poeta, su acercamiento no sólo poético, sino físico, a los territorios reales e imaginarios de Roque Dalton, a la sórdida realidad, en suma, de la América Latina de los años noventa. En esta serie hay poemas duros, sin concesiones al ambage ni al bagaje aprendido, frases memorables como "La naturaleza es sabia, pero puta".
   Es muy difícil dejar constancia en un prólogo no sólo del alcance de la poesía de Antonio Cordero, sino de todo lo que significa nuestra amistad y el hecho de llevar tantos años trabajando juntos a tantos niveles, arduo, sin duda, dejar constancia de los viajes a ninguna parte pero con la brújula de la literatura siempre al norte, de los viajes "lúcidos" sobre Vespas blandas, de los viajes al fin de la noche o del día, de los periplos por Madrid en agosto como si fuera la Roma de Caro diario, de las charlas sobre las mariposas negras en el mato del Tapir con el lingüista Juan Romero, de los entresijos del proyecto multidisciplinar Escultoarquitecturas que, junto a la fotógrafo Beatriz Ruibal, realizamos y proyectamos en el Círculo de Bellas Artes en 1994. De tantas cosas.
   Lo que sí me resulta fácil es afirmar que Bardeo es un lujo en la poesía de ahora mismo, un libro sin ninguna concesión ni escaparate, un libro que corta, como su propio título indica, pero que, por esa misma razón, está rabiosamente vivo.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Francisco Cenamor nos habla sobre el poemario "Falta", de Pilar Fraile Amador (España, 1975)

Hace algunas semanas tuve la suerte de acudir a la presentación de Falta (Amargord Ediciones, Madrid, 2014), nuevo poemario de Pilar Fraile Amador. Ella sabe que me tiene ganado para su causa, la causa de la buena poesía, elaborada, humilde, sin maquillajes innecesarios, sin grandes escenografías, una poesía que sale sola al escenario a defender su palabra, alejada de premios sospechosos o de amiguismos. Pero basta, que me pierdo en elogios y no son elogios lo que necesita este nuevo poemario, sino lectores y lectoras, por eso desde el Blog Asamblea de palabras animamos a que lo adquiráis.
   He dejado reposar la lectura de Falta porque aún me dura el poso poético de sus libros anteriores La pecera subterránea (ver reseña en el Blog) y Larva seguido de Cerca (ver reseña en el Blog). El libro está dividido en siete (siete, claro) breves series de poemas igualmente breves, como viene siendo habitual en la poesía de Pilar Fraile; no todos, esta vez se ha atrevido con poemas bastante largos, no muchos, eso sí. Los títulos de cada serie evocan lo científico, lo matemático, en relación a la filosofía, a lo espiritual, aunque una de las series se titula Parpadeo, que no es más que el asombro que produce darse cuenta de los planos de la realidad que no vemos si no es en la situación de la meditación, la contemplación. Y es que nuestra poeta ve cosas que los demás no podemos ver, y encima ella tiene los recursos técnicos y estilísticos necesarios para mostrarnos esa realidad que se nos escapa.
   Falta, como digo, es un libro breve, son visiones a veces apenas intuidas. Pero el libro dura mucho, el asombro posterior al poema puede dejarnos largo rato en silencio, tratando de sentir aquello que hemos visto en las imágenes que Fraile Amador nos propone, y ese silencio pertenece al libro. La sugerente poesía que encontramos aquí necesita de una mente relajada en el lector o lectora, abierta a dejarse llevar, abierta a las relaciones con otras palabras y otras imágenes que ya estaban allí.
   Aunque pueda no parecerlo a simple vista, se trata de una poesía realista, lo que pasa es que los mensajes que la realidad nos envía, por ejemplo sobre el desastre, son casi siempre difíciles de ver; pero Pilar Fraile ve claramente estas señales.
   Para terminar, quiero proponer un pequeño juego (que bien pudiera ser en realidad una trampa). Voy a tomar el primer poema del libro, que me ha gustado mucho, y voy a poner aquí las relaciones de imágenes, situaciones y palabras que me suscitó la lectura de cada una de sus frases. En general diré sobre este poema que muestra a las claras los signos del desastre que está viviendo en estos tiempos convulsos la especie humana, en franca regresión social y cultural (si es que esto es históricamente posible) y a punto del colapso:
   “se abren los pétalos azules de las amapolas y desaparecen los pistilos las invisibles y redondas semillas”. La cultura del espectáculo triunfa sobre lo sencillo; lo esencial, que permanece oculto a los ojos, a fuerza de estar oculto parece haber desaparecido. “germinan los niños de barriga hinchada. los muros de la habitación crecen”. La dura realidad, crece el desastre. “no hacia el cielo”. La realidad no camina hacia el paraíso. “no funciona el interruptor para la marea baja”. Crece el desastre (la marea) y las ideologías que aplicamos hasta ahora no sirven. “el pez bañado en petróleo. su cuerpo brillante se balancea en la orilla de una playa”. Imagen del desastre que todos tenemos en la retina, acertadamente relacionada con la marea como desastre que crece. “esto es el paraíso”. Ese que nos habían prometido. “la mano frente a la luz inagotable”. La mano tendida hacia la luz ensordecedora que deslumbra nuestros sentidos, y ¿qué pasa cuando nos deslumbramos? Que no vemos.

Parafraseando a Groucho Marx, esta es mi interpretación, si no les gusta, tengo otras.


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lunes, 16 de junio de 2014

Lecturas: "naïf", de José Kozer (Cuba, 1940)

Da gusto encontrarse con libros de poesía tan bien elaborados como naïf (El sastre de Apollinaire, Madrid, 2013), del cubano José Kozer, nacido en La Habana y residente en Estados Unidos, aunque de origen polaco, por parte de padre, y checoslovaco, por parte de madre; el padre judío, como no podía ser de otra manera con tan significado apellido.
   Al leer el poemario es fácil darse cuanta de la amplia trayectoria que Kozer tiene como poeta, sus textos están sumamente cuidados y cada palabra cuenta, y sabemos que cuenta porque nos obliga a leer sus textos deteniéndonos en cada palabra, no es fácil hacer una lectura de carrerilla de este libro. También puede decirse, debido a su amplia labor de traducción, que tiene un gran conocimiento de poéticas de otros países diferentes al suyo, o a los suyos, deberíamos decir. Me ha parecido un libro vitalista, optimista incluso. Una de las cosas que más sorprende (aunque ya sé que no debería, pero es que no es lo común en la poesía actual más comercial de venta en España) es el magnífico dominio de la lengua española del que hace gala José Kozer, con un vocabulario amplísimo, rico y sonoro.
   La estructura del libro mantiene una cuidada uniformidad, en donde, a excepción del primer y el último poemas, todos los demás aparecen titulados bajo el título del libro, NAÏF, esta vez en mayúsculas. Que es un poeta bien valorado en España lo demuestra el que haya sido editado tanto en alguna de las pocas editoriales importantes de poesía, como editoriales medianas o pequeñísimas (en el número de libros editados, pero siempre grandes por su gran esfuerzo en la difusión de la poesía).
   Es una buena idea comprar este libro (en librerías o directamente a través de la web de la editorial), también se pueden encontrar en venta otros libros del autor, que, afortunadamente, ha sido editado de manera asidua en España y otros países de habla hispana.


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lunes, 28 de octubre de 2013

Francisco Cenamor nos habla sobre el poemario 'Larva seguido de Cerca', de Pilar Fraile Amador

Abren las tumbas con secretas llaves,
las semillas.

La cita que encabeza el libro de poemas Larva seguido de Cerca (Amargord Ediciones, Madrid, 2012), de Pilar Fraile Amador, nos sitúa de nuevo en el mismo lugar que el anterior libro de la autora, La pecera subterránea, en donde el sujeto poético actúa larvadamente. El título del primer apartado, Cieno, lo confirma.
   El poemario contiene sorprendentes relaciones de palabras que dan un giro a nuestra percepción de la realidad. Me gusta la estructura del libro, como una semilla que fuese arrancada del suelo y navegase a través del aire, porque aire hay mucho en este libro; al menos eso me inspiran los grandes espacios que encontramos entre versos y poemas. En otros poetas, estos espacios en blanco son interpretados como silencios, pero creo que en el caso de Pilar Fraile es aire fresco, vivificador en medio de la calima.
   En la poesía tendemos a considerar cada poema como una unidad, pero la autora de Larva consigue que sea difícil establecer este sistema de medida en sus textos: ¿dónde comienza cada poema en realidad, no se va quedando uno suspendido en el aire del anterior? ¿acaso alguno de los poemas termina realmente? Da igual en realidad, al leer olvidamos la medida y disfrutamos del vuelo en este aire ligero. Esta sensación de ligereza se ve acentuada por la desaparición de palabras que, de no haber sido eliminadas, hubiesen dado pesadez a los poemas.
   Cuando nos enfrentamos a un texto poético complejo es fácil quedarnos en la expresión “¡buf!”, o con la palabra “pesado”, por temor a lanzarnos a la aventura. Pilar Fraile consigue en Larva que la expresión que utilicemos sea el suspiro que suele dar comienzo a la meditación y que nos libera de la pesadez de nuestro cuerpo.
   En el libro aparece un yo que se presenta a sí mismo, que se dirige a un tú que parece ser el mismo yo para pasar a ser de nuevo un yo en el que sigue permaneciendo el tú. Este ir hacia el otro en el interior crea una interesante atmósfera en la que la gota es el mar, como diría más de una tradición filosófica oriental. Poesía para meditar, tal vez sea esa la conclusión de la lectura. No confundir nunca la palabra meditar (ligereza), con otras como pensar o reflexionar (pesadez).
   Por último, aparecen en estos textos, sin esperarlas, algunas relaciones de palabras que me estremecen, me conmueven: esto debe de ser la mística.
   Cerca parece un libro diferente, publicado junto a Larva. Diferente, y bien diferente. En su composición, con una narratividad intencionada que nos sumerge en los recuerdos de infancia. Pero leyendo leyendo, sumergiéndome, descubro una gran similitud con Larva, e incluso con La pecera subterránea: la infancia es un submundo apegado a la tierra, al deshecho, en el que se lucha por crecer ante el asombro que produce el mundo terrible, y superior, de los adultos.
   En todo momento tenemos esa sensación de que no se nos dice lo que de verdad es, algo que sería demasiada información para un poema, y que consigue que aparezca otra verdad: la verdad del lector.

Poemas de Pilar Fraile Amador y artículos sobre su obra

lunes, 23 de septiembre de 2013

Presentación de Juan Carlos Mestre para el libro "Hay una jaula en cada pájaro", de Óscar Curieses


Amigos, «para ir a lo que no sabes has de ir por donde no sabes», «rinoceronte unta su gajo blanco», «cada vez que me busco, me pregunto si realmente estoy aquí» donde «la jaula mordisquea sus propios palos», quiero decir, queridos amigos, propensos al temperamento melancólico, es decir, propensos al amor y a la locura, que nadie sabe lo que quiere decir el que habla en la densidad afectiva de los poemas de Curieses. Menos aún entenderá el que lo oye, si el que escucha, en este caso, nosotros, es otro radicalmente diferente al que entre el deslumbramiento y la posibilidad (también de insatisfacción) entra en su libro como si penetrase en su vida, en una conciencia que en alianza moral con los débiles pretende ofrecer un máximo de delicada resistencia a las formulaciones sociales de la crueldad y la culpa oscura del progreso y su complicidad criminal con las leyes políticas del mercado. Ya estamos hablando de la jaula, ya estamos diciendo que hay una jaula en cada pájaro. 
*
«No estamos. Estamos en blanco». Lo oído, lo visto tras la escucha de este libro de Óscar, será la deriva que tomen mis palabras sin otra pretensión que la de articular apenas alguno de los múltiples sentidos de su imprevisible galaxia significativa. No se asusten, no ha de ser su intento una operación de oscuridad, tampoco la claridad forense de los desentrañamientos. Ni estamos en presencia de un exquisito cadáver ni saludando el interpretacionismo moribundo de una nueva Divina Comedia. Se acabó, diría Nicanor Parra, el tiempo de los toros furiosos y las vacas sagradas, los poetas bajaron del Olimpo. Óscar supo hace mucho, yo creo que lo supo siempre, que ese tiempo no había existido nunca. Los ángeles, los poetas, «las camisas de fuerza de Dios».
*
Hay una jaula en cada pájaro (Editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, Madrid, 2013) es más que un libro de poemas y más que un artefacto perfomativo en el que junto a AMC313 (con Edith Alonso y Antony Maubert) Óscar Curieses nos propone una disolución activa del género, una desestabilización de lo simbólico en tiempos en que las palabras no pueden, sin ser cómplices de lo ominoso y su crueldad, permanecer intactas en el santuario de lo neutral. En Hay una jaula asistimos a otra forma inaugural de enfrentar el desafío de los lenguajes del porvenir, un acto de innegociable valentía frente a lo viejuno de la cobardía retórica periclitada por el uso y el abuso de la propaganda sentimental. Muertas por asfixia y saturación de brillos, luna, tristeza, melancolía y atardeceres, el crepúsculo de los dioses afortunadamente muertos ha sido definitivamente enterrado: «La madre yace muerta ante su madre y el cauce, híbrido, ya espera nueva lluvia en el molde de la tierra exhausta».
*
Hablo de lo que no hay que hablar, del deterioro de la poesía en cuyas grietas crece la hierba que ha de volver a enhebrar el cielo. Hablamos de Hay una jaula en cada pájaro, y hablo de él, del poeta Óscar Curieses, que desplazado sabiamente del sujeto de género, próximo a la ambigüedad murmurante de un Juan Rulfo, oye voces en el espejo sin reflejo de lo real inaccesible, esos bulevares del inconsciente que se extienden hacia los terrenos baldíos del ser espiritual tras la puerta lacaniana de lo imaginario y lo simbólico. Óscar es un poeta raro, raramente culto, quiero decir extraño al centro, quiero decir infrecuente en su excepcionalidad, insólito entre lo abundante de los costumbristas y mediocres hábitos tribales de las barriadas líricas. Barriadas, que no barricadas. Conscriptos regulares que no inconsumibles insumisos.
*
Eso singulariza a Óscar ciudadano y a su trabajo poético como un empeño de resistencia en las virtudes del pájaro solitario. Todo poema opone un grado de resistencia al propio saber de su escriba, eso es lo que otorga otredad y capacidad negativa al que escribe desde la inversión rotunda, como John Keats, como el múltiple Pessoa, como cada pájaro que huye de su propio vuelo y es el trastrocamiento máximo de la aspiración de libertad, la jaula fósil de lo otro en el yo del pájaro poeta, la prisión del espacio encerrado en la libertad del vuelo, la paradoja del anhelante pájaro portador de la memoria de su propia condena hacia la aspiración del destino utópico en el absoluto de la libertad.
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Se trataría de no equivocarnos (a no ser que lo hiciéramos adrede y por énfasis en las delicias reivindicativas del error) al volar con este Óscar Curieses amigo, poeta y ciudadano pájaro, que todos ya conocemos y queremos. Se trataría, además, de acceder a otro y bien distinto sujeto, una presencia, diría yo, que solo se descubre emboscada entre el sistema dialógico de su creación textual. Es en su productividad de permutaciones, de interferencias, de aplazamientos fragmentarios, de fértiles espacios vacíos, de huecos mallarmenianos, donde deviene de manera constante otro menos reconocible y huidizo sujeto imaginario dedicado al transporte, digamos al tráfico, de nuevas sustancias significativas, de escombros líricos que habiendo perdido su originaria imantación han de volver a ser semantizados. La tarea de Óscar no es fácil: incorporarse al diálogo con lo múltiple heterodoxo desde la perspectiva del que asume el derrumbe de la cultura poética y se hace cargo de sus restos. No para reciclarlos generando el espejismo de los nuevos palacetes del parnaso, sino para construir la realidad del testimonio vigilante ante la catástrofe como único lugar ya digno y habitable frente a los sistemas de dominación.
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No sé si estaré yendo demasiado lejos, pero para mí su voz, las voces de Óscar Curieses, que proceden “de lo larvario”, ya en acertada expresión de Jordi Doce, o “de lo umbilical”, como también lúcidamente las refiere en otro paralelismo Ernesto García López, se constituyen, aunando ambos conceptos, como la presencia súbita de una ancestralidad. La presencia de una lejanía, que diría Paul Celán, un desciframiento de las raíces del vértigo bajo los actos del habla, la conciencia lejana que en lo primordial de los mandatos cabalísticos encuentra revelación en la letra y en las letras, y en la epifanía del texto: «moscas blancas a la deriva. hueso. quizá. nieve en el aire».
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Bien o mal «el que está vestido con mi alma» piensa que sería deseable interpretar esta obra, esta partitura en la que hay una jaula en cada pájaro, sin atisbos de rigor ni pudor; música que se ha salido del surco de los significados para desobedecer lo previsible, para activar su «marea de caballos transparentes» en el territorio de otro sueño, en la zona de peligro donde lo real se enfrenta con las sustancias de la noche y lo despierto, un vagón de ferrocarril en el que Whitman comparte higos de pan con Dario, y Óscar, este curioso Óscar Curieses, tutea al inacabado Cristo con las hipótesis de Buda. Y aquí comienza la aventura de la voz, la Biolencia con «b» de símbolo y sábana, la bienbiolencia, con dos bes, que protege de los actos de fuerza y no acata al que ataca, la voz solar de lo nocturno. La voz que no ejerce supremacía, las voces del imaginario sobre la domesticación y las escrituras del sometimiento retórico, los lenguajes del poder (contra los que habla Gamoneda), todas esas toneladas de poemas muertos que los papeles aún sin desclasificar de la sociología lírica de la más que requetevieja sentimentalidad arrojan cada temporada a las imprentas desde las pantanosas tintas de lo literatoso.
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Hay que decirlo, estamos hartos de la poesía que vivísima en el siglo XIX está requetemuerta en el XXI, y lo que digo, consciente de lo que digo, está dicho en el envés de la poesía concebida como artificio de una identidad biográfica bellamente ilustrada por los adjetivos del prestigio, todo lo contrario a esta escritura de Curieses, insumisa y beligerante, cuya propuesta discursiva avanza a contracorriente del generalizado estilo fúnebre en que se ha convertido el solemne arquetipo de las neurosis del yo. Óscar ha rehuido, junto a otros transgresores y brillantes poetas de su generación, las fórmulas del coleccionismo privado de sonsonetes, el camelo de la facilidad y lo claro como conducta obligatoria de los comisarios líricos. Y eso es hoy algo fundamental, el desafío a las tendencias dominantes, la desobediencia a lo normativo, esos zoológicos repletos de animales embalsamados de los que no cabe esperar otra cosa que la aspiración de pedestal, las antologías de carreras de caballos y el bandolerismo de los premios.
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Hace tiempo que no presentaba un libro, creo que tampoco lo haré esta tarde en los términos que se espera de un ayudante del mentiroso como llamaba Ledo Ivo a los ornitólogos de la traducción del canto de los pájaros y los divulgadores de textos. No, este pájaro, esta jaula, este libro en el que hay una jaula en cada pájaro, no necesita llave que le abra a nadie la puertecita de su conocimiento, ni tampoco que le aporte la clave de su trino al coro de ninguna asamblea lectora. Yo estoy aquí por dos motivos, la alegría y el afecto, por causa de una alegre fraternidad, la de celebrar, sí, efectivamente, con elogio, a quien ha creado con su idioma una diferencia, otra manera de comprender desde los contextos sociales la conciencia y expresión del sentido de su época… No sé explicarlo mejor, pero lo dicho remite a la poética de Óscar Curieses como un acontecimiento singularísimo del habla, de esa otra habla fugitiva de las mansedumbres y la autorreferencialidad, la poesía como forma interior del lenguaje, un acomodo crítico entre lo lingüístico y el pensamiento.
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Los poemas de esta obra de Óscar Curieses funcionan en sentido inverso a la maquinaria discursiva de los tribunales de orden académico, poemas como un esquema figural de la argumentación que suplanta lo real subjetivo por lo irreal objetivo, la inexistencia que toma corporeidad de ser en el lenguaje bajo el impulso humano de la simbolización. No sé si son fáciles o difíciles de entender estas reflexiones sobre su poesía, pero lo que pretenden decir es que la preexistencia de la forma interior del lenguaje en el mundo de lo que llamamos real, la presencia de aquella súbita lejanía se hace presente como acto de habla, escritura del hablante, en cada texto de Óscar, y es testimonio de un paisaje lleno de huellas, «piedra de nieve entre el fuego destructor». La magia de Óscar Curieses está hecha solo para el ciego, es decir, para el vidente, quien verá en los sonidos de la oscuridad el relámpago electroacústico de San Juan de la Cruz, el más moderno de los pájaros solitarios que le hacen compañía en la rama de los herejes, de los expulsados de la razón por los racionalizadores de lo intuitivo y mistérico.
*
«Dejad toda esperanza vosotros que entráis a las puertas del Infierno», escribió Dante. «Nadie, te alcanzará aquí, jamás», dejó escrito Óscar Curieses en «el pozo azul de sombra que fue dios», una intuición poética que da sentido y forma exterior a la realidad interiorizada intelectualmente, asumida como mito íntimo, como conciencia verbal de la experimentación constante que ha de ser la poesía si aspira a reconciliar los desafíos de la existencia con el lugar moral de la palabra. Esa es la brillante interferencia de Óscar Curieses ante el daño del mundo, la acción performativa de su discurso ante la banalidad mercantil de lo reproductivo del canon y la preceptiva y los espejismos de la sociología de la receptividad lectora. Nuestro poeta hace saltar en pedazos la acuñación metódica, el poema como convención metafórica de aquello que solo cambia gramaticalmente la realidad de sitio. Su imaginario, más en las metamorfosis del conflicto que en el acomodo a lo previsible, se niega, poema a poema, a configurarse en modismo de estilo, en fraseo de fábrica o runrún métrico. Hay que decirlo, sus animalitos vienen de la misteriosidad de Lorca, de la trompetería de icebergs de Darío, del otoño negro de Machado trasmitido en onda corta para los náufragos del mar de las ensoñaciones.
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Curieses no es un poeta que interponga el lenguaje como suplantación de la realidad, y de ahí su extraordinario interés, y de ahí también la intensa transformación expresiva de sus textos, las presencias ebrias del sentido de otredad y los lenguajes huidizos de la normatividad canónica; es la mediación pitagórica de su cifra en la materia sonora de sus textos, son sus texturas poéticas convergentes con el desafiante desarrollo de las hipótesis de la vanguardia lo que singulariza su poética. Y eso, amigos, en un medio esclerotizado por la rutina, es un acontecimiento, los creyentes dirían un milagro, y los escépticos a toda novedad, siempre tan generosos, no dirán sencillamente nada. Bien, no se trata ahora más que de acompañar al amigo cuyo trabajo uno admira. Pertenezco a la asamblea de los que han renunciado a ejercer todo tipo de autoridad artística sobre los demás, no me encuentro tampoco entre los que con razón o sin ella dejan de decir, guste o no, lo que piensan.
*
Óscar Curieses es portador y es donante de un saber poético que reclama el derecho a ser escuchado, a extender la misericordia de sus criaturas vocales, la piedad sonora de su delicadeza, sobre los cuerpos y las conciencias violentadas por la fetidez de las guerras, por la usura de los mercados que han secuestrado la voluntad de la sociedad civil. La poesía como salud de un bien, su poesía, como uno de los últimos discursos no humillantes de la historia de las civilizaciones de cultura. Todos sabemos que hay temas justos encerrados en el universo bienintencionado de los poemas injustos. No es el caso, la belleza revolucionaria hace aquí compañía a la aspiración de lo justo, es el mito universal y cósmico de la luz el que ha salido de la jaula del dios para habitar la inocencia creativa del pájaro, de este emocionante y querido pájaro que en la fuga a toda razón, junto al enamorado celeste y el loco civil, es nuestro amigo y poeta Óscar Curieses.

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jueves, 27 de septiembre de 2012

El poeta chileno Cristián Gómez Olivares nos habla sobre 'Cortina de humo', poemario de Francisco Leal

En un giro que es a la vez una forma de continuación con sus entregas anteriores, Francisco Leal se detiene en Cortina de humo (Editorial Fuga, Santiago de Chile, 2011) en la contemplación obsesiva de los objetos y los procesos que estos sufren. Un libro cuya mayor virtud pareciera la de haber sido escrito por control remoto, ya que la temperatura exacta en que se cuecen estos “materiales” (título de uno de sus poemas) es indicativa del distanciamiento que impera en el tono de su escritura, en Cortina de humo no hay aquí expresiones de un yo angustiado ni tampoco introspecciones épicas, oxímoron de por medio, que intenten hacer pasar sus meditaciones cívicas por arrebatos de poesía.
   En este libro de Leal, en cambio, nos adentramos en la mirada microscópica de las cosas y los animales y los sujetos que pueblan estas páginas. La mirada neutra se preocupa de concederle pocos nombres a sus protagonistas, tildados de tales a falta de un nombre mejor, ya que es difícil imaginar a los anónimos personajes de estas páginas más allá de las acciones que llevan a cabo, verdaderos actores de Cortina de humo. En general, la morosidad del decir en este conjunto intenta poner de manifiesto el afán desfamiliarizador, antinaturalista que hay en la aproximación de Leal a sus hechos representados. El ritmo entrecortado, sin ir más lejos, las espaciadas estrofas a todo lo largo de la página, son indicadores para nosotros de una construcción del poema que se cuestiona desde un inicio a sí misma.
   En consonancia con lo anterior, toda la primera parte de este libro, “La Xipe Totec” (nombre de una deidad azteca), profundiza en esa extrañeza de la percepción que en su etapa más aguda afirma la imposibilidad de la experiencia, o la artificialidad de la misma, su propia degradación. Me explico: Xipe Totec, dios azteca cuyo nombre a grandes rasgos significa “nuestro señor el desollado”, es en este conjunto algo semejante a un arquetipo, una metáfora que engloba distintos campos semánticos que recorrerán las páginas de Cortina de humo. Xipe Totec representa “la superficie terrestre, de lo árido e inerte, en lo húmedo y vivo. Es el dios del renacimiento de las plantas, pero también del oro, de la arena pálida y del color amarillo, que conserva el germen de la humedad, de la vida y del color verde” (Gabriel Pareyón). Pero asimismo, Xipe Totec era el dios que propiciaba el reverdecer de los campos, el renacimiento de la piel del mundo así como el patrono de la orfebrería. Su culto no estaba exento de sacrificios humanos. Se le consideraba responsable, también, de enfermedades oculares y de la piel. Su nombre también va asociado con el desbrozamiento de la tierra (para prepararla para la siembra), cuya “piel” debe ser arrancada en vista de su posterior renacimiento.
   En esta primera parte del libro de Leal, al menos tres de sus cinco poemas refieren directamente al envoltorio de nuestros cuerpos, a aquello que lo cubre, protege y/o aísla. El título del primer poema, “El desollado”, no hace más que explicitar la perspectiva que predomina en el libro, las capas de piel que cubren otras capas de piel, el centro huidizo de una esencia anhelada y al mismo tiempo inencontrable. En el caso de este texto en particular, se trata de lo que en el español de Chile se conoce como palta y en otras zonas de Latinoamérica es un ahuacate, que en lengua náhuatl es el árbol y el fruto de ese árbol, pero también significa testículo.
   El pan que se prepara con testículos/aguacate es muchísimo más sabroso en este poema. El testículo-aguacate, como fuente de vida, mejora los alimentos. Pelar la palta/aguacate, desollarla, nos conduce entonces al centro de la vida. Desbrozando y/o pelando, quitándole la piel, acercándonos al centro, llegaremos y/o volveremos a la esencia. La generación y la regeneración de vida estarían muy bien explicadas entonces en este texto, salvo porque este afán de retorno hacia un improbable origen es inmediatamente puesto entre paréntesis por los textos que vienen a continuación. El cuerpo como una especie de entidad que no termina en sí mismo sino que encuentra su extensión degradada en aquello que lo rodea y se deteriora al igual que su materia, será aquello en torno lo cual giren gran parte de estos textos. Cremas faciales provenientes de frutos de la naturaleza, abrigos de todo tipo –incluidas las frazadas eléctricas– que manejan nuestra temperatura (y asociamos, sin embargo, con el calor hogareño), bálsamos y shampoo como sinónimo de limpieza. No deja de ser paradójico que buena parte de estos poemas que rondan en torno a los límites de la corporalidad estén agrupados en una sección titulada “Privados/Interiores”, como si esa misma privacidad que asociamos con un humanismo que data de antes del sicoanálisis llevara en sí las señas de una interioridad que definiría al sujeto representado. Pero los poemas nos muestran todo lo contrario, el baño que toma el cuerpo en uno de los textos es un baño que se toma por partes, como si el fragmento precediera al todo, como si, de hecho, no existiera ese todo. No se trata, sin embargo, de ingenua y simplemente contraponer naturaleza versus cultura, o medio ambiente versus ciencia, como si la realidad de hoy pudiera entenderse de manera binaria y maniquea.
   Por el contrario, la sutileza de este conjunto radica en que es capaz de entender la presencia distorsionada de lo real, esa hiper-realidad que ha terminado por acabar con lo real. Así como la posibilidad de contar con noticias instantáneas y vía satélite de todos y cada uno de los rincones del mundo ha terminado por sumirnos en la indiferencia ante esas mismas noticias, indiferencia que inaugurara la transmisión en directo del bombardeo de Bagdad en la primera Guerra del Golfo, semejante a un video juego donde la muerte es un hecho que no traspasa la pantalla, del mismo modo en los poemas de Leal los atenuantes de la realidad han terminado por reemplazarla. Los analgésicos, las cubiertas –chalecos, bufandas, abrigos sintéticos, frazadas eléctricas, pero también: la piel artificial, Xipe Totec, los órganos donados, etc.–, el sueño nocturno logrado a punta de pastillas, ocupan una parte tan importante de nuestro panorama que son, a fin de cuentas, el panorama.
   Por eso la sinestesia de tercer o cuarto grado en algunos de los poemas al final de libro se siente como resultado natural de lo que venía ocurriendo desde un principio en Cortina de humo. Así por ejemplo, en “Ablandar los locos”, uno de los últimos poemas del conjunto, presenciamos esa ceremonia gastronómica, folklórica y tradicional a la que más de alguno habrá asistido y que consiste en aporrear los moluscos contra el suelo u otra superficie dura, generalmente una vez llegado el bote de pesca al muelle. Cuando el hablante del texto mezcla este ejercicio típico de la cocina chilena con el altercado doméstico, con la violencia dentro de la cocina de la casa como una versión envilecida del otro ablandamiento, vemos cómo se fusionan el ejercicio del pescador con las disputas de parejas, cómo esos moluscos que empiezan a perder su complexión producto del necesario aporreo, son un contrapunto de los huesos rotos de aquellos que resuelven sus disputas caseras a través de los golpes.
   Del mismo modo, “Estrellas fugaces”, el último poema, confunde premeditadamente los insectos que se estrellan en el parabrisas de un auto en una carretera, con las estrellas fugaces del cielo. Una transformación que redunda en una experiencia mediatizada, el parabrisas como separación, barrera y, a la vez, como única forma de acceder al universo supuestamente impoluto y virgen de una naturaleza que a todas luces se ha tornado inalcanzable.
   Nada de esto, sin embargo, tendría ningún sentido si Francisco Leal no se hubiera valido de los mecanismos de representación de los que se vale para alcanzar su objetivo. La dispersión gráfica del poema, su ritmo entrecortado que no permite una lectura fluida sino, por el contrario, llena de obstáculos, el tono de un informe antes que el de un poema “lírico”, son, entre otros, los medios que le permiten al hablante de este conjunto la expresión o más bien el registro de un entorno que no cuenta entre sus características el arraigo, aunque nos sea, sin embargo, fantasmáticamente familiar.
Case Western Reserve University

jueves, 13 de septiembre de 2012

Prólogo del poeta Luis Luna al libro de Michel Feugain "Entre sombra y ceniza" (Baile del sol, 2012)

Entre sombra y ceniza glosa (Ediciones Baile del sol, Madrid, 2012), en varias secciones, la visión del exilio que su autor Michel Feugain ha padecido durante los últimos cinco años y que le mantiene apartado de su país de origen desde entonces —aún con un breve viaje para ver a su madre enferma— y le instala en Francia, primero y, de manera intermitente, en España, después, con el objeto de cursar su Doctorado en Filología Hispánica. En una de esas clases entro en contacto con él, con esta persona humilde y entrañable que se llama Michel. A partir de una primera conversación sobre su campo de investigación, nuestra amistad se hace más intensa y, poco a poco, me cuenta su experiencia de exilio, bebemos y comemos juntos, nos conocemos.
    En poco tiempo, esa amistad se interna también en el préstamo recíproco de nuestros escritos, en el intercambio de ideas y búsquedas. Mis primeras lecturas se reducen a textos aislados, a intensas declamaciones en mi casa, con ocasión de alguna cena. Sus originales en francés me llegan cada cierto tiempo y, de repente, me asombra con textos en castellano, textos que él ha sentido debían escribirse en esta lengua, como medio para expresar sus asperezas, sus alegrías... en una palabra, su camino.
   El camino recorrido es lo que ya hoy es una realidad. Este poemario que se publica ahora lo describe minuciosamente. Interesa especialmente esta voz porque no se limita a reproducir —o en el peor de los casos a compadecer— desde una mentalidad europea la experiencia de los subsaharianos emigrantes sino que quien nos habla lo ha experimentado realmente, lo ha sentido y se ha atrevido a expresarlo poéticamente en poemas llenos de sinceridad, desgarro y reivindicación, sí, pero también de humor y amor infinito. Todos estos aspectos son los que merece la pena describir más detalladamente.
   La experiencia del exilio marca, en mi opinión, una poética del exilio, es decir, conforma de modo absoluto el impulso de escribir del autor. La nostalgia está presente en casi todos —por no recurrir a la totalidad— de sus textos; nostalgia del lugar de nacimiento, de sus tradiciones, de sus esperanzas, nostalgia incluso de la fe en la emigración que impulsa a marcharse —se es por supuesto exiliado político, pero también económico, cultural, ideológico— y que se acaba en el punto justo en que se cruza la frontera con Europa. La experiencia europea cambia para siempre el modo de pensar de los exiliados africanos que observan en toda su crudeza la persecución, la violencia, el desencanto, la indiferencia, el rechazo. Así es como se adquiere conciencia de exiliado y, en el caso de Michel, conciencia de utilización de la palabra para advertir y subvertir esa realidad.
   El análisis de la condición de "extraño" trae como consecuencia la exploración del concepto de "negritud" analizado profusamente para expresar y delimitar los tópicos más comunes sobre esta condición. En la sección que recibe ese nombre Feugain se lanza a la utilización del término "negro" como palabra de choque contra sí mismo, en un reconocimiento del yo frente al resto. "Negro" se es y al mismo tiempo se padece, en una suerte de persecución que no admite disfraces. El diálogo implícito en los textos nos instala en un enfrentamiento dialéctico entre el ser reconocido y el ser que se le opone como si cada uno de ellos fuera el representante del pensar común de los semejantes. De todos ellos se extrae el llamamiento al único ser posible: el ser humano, situado en una suerte de idealidad que no admite diferencias ni diferenciaciones. Los matices de la "negritud" significan aquí, como en Senghor, una reivindicación de la autonomía del africano para resolver sus propios asuntos —frente a las visiones paternalistas— no exenta de una exaltación implícita de los valores propios. África, madre, amante, tierra de promisión, paraíso, ocupa un lugar preponderante en el desentrañamiento del concepto mismo de "negritud" ya que se establece como un continuo entre el sujeto y su entorno, formando éste parte de aquél y viceversa. África corre por las venas de cada africano, parece decirnos Michel a cada paso y se reencarna en visiones oníricas donde el recuerdo sustituye a la realidad que supone el exilio, la condición de exiliado, concebida como una enfermedad de la que se ha estado a salvo durante el mágico periodo de la infancia:

a salvo de toda enfermedad
incluso de este exilio

   La orfandad resulta singularmente familiar en los textos de Entre sombra y ceniza; se revela profunda y absoluta, sin paliativos. La orfandad refuerza una idea axilar que se entrecruza aquí y allá: el exiliado, al pasar determinado tiempo lejos de la tierra que lo ha nutrido, pasa a ser un exiliado constante, tal vez porque realmente, se ha exiliado de sí mismo, es un huérfano perpetuo de su imaginario. Ciertos poemas de Mahmud Darwish nos hablan también en ese sentido. También los exiliados españoles parecían decirnos eso en sus reflexiones. ¿Cabe el retorno a un país que se nos ha quedado fosilizado e idealizado en el recuerdo? En cualquier caso, esa experiencia es frustrante:

Cinco años de un difícil exilio
cinco años después de mi destierro
lo que unos llaman candidamente

Emigración
cinco años después
vuelvo la mirada y lloro

La escuela que me enseñó el abecedario
ya no tiene techo
las risas que al anochecer
se difundían cual una ola
contagiosa de alegría han sido
sustituidas por los llantos de los míos
en Parroquias fantoches

   El retorno, implica, pues, dificultades difícilmente subsanables. ¿Acaso necesita África nostálgicos? La reivindicación y denuncia de la situación de los subsaharianos parece la misión más clara para un exiliado como Michel. Sus versos parecen ser el mensaje del trovador —y África es profusa en trovadores— que intenta calar en el imaginario europeo, harto de escuchar cómo las desgracias del africano se repiten una y otra vez para llamar la atención de su bolsillo. ¿Acaso el africano, en su afán de supervivencia, ha dejado de ser sujeto?, ¿ha dejado de tener pulsiones, deseos, frustraciones? ¿ha dejado de ser nuestro semejante? Un no tajante se revela en la fuerte voz de Feugain:

Como vosotros

Como vosotros tengo una novia
como vosotros tengo nuevas vidas

Como vosotros despierto soñando
como vosotros despierto
con gusto de amar a quien me ama

En mi mente como en la vuestra
parpadea la primera esperanza.

   Podemos observar también, como último aspecto, la fuerza seminal del erotismo. La sección "Orfeo negro" pone de manifiesto precisamente la latencia de la vida por encima, incluso, del exilio; la presencia del erotismo es un antídoto contra toda la costra de desesperación que late en el exilio. Nos devuelve la pasión, la intimidad, el contacto, la carnalidad necesaria para la supervivencia. En estos textos el humor se revela con todo su poder para derruir lo establecido y preconcebido, especialmente la condición de víctima indefensa del subsahariano:

Tus piernas

No me hables
más de ellas

Son la causa
de mis tormentos
son trampas
para mis sueños
son el engaño
para mis ojos

Por favor
llévatelas

No te tengo rencor
pero no me hables
más de ellas

   Queda, al final de todo, el amor. Amor fundamental y medular en la superación de Thanatos, utilizado como un paso adelante con y contra todos. El inmigrante es capaz de amar y desde ese amor construir una nueva realidad, donde la mezcla procure una nueva visión del conjunto. El conjunto de poemas amorosos que nos ofrece el autor en su libro resulta así espléndidamente conceptualizado.
   Así pues, Entre sombra y ceniza resulta ser un poemario imprescindible para conocer, de primera mano, la realidad del exilio subsahariano, desde dos puntos de vista: el colectivo, pues no podemos olvidar que Michel se muestra tan combativo como el momento merece, y, sobre todo, el personal. Este poemario significa, ante todo, un valiosísimo documento para que el europeo, ese lector que ahora se va a sumergir en estos textos gracias a la editorial Baile del Sol —que cumple la honrosa misión de dar voz a los que normalmente no encuentran espacio para desarrollarla—, recuerde que cuando se encuentra con un africano, se encuentra ante todo, no con una estadística, ni con una oportunidad para su caridad, sino con un ser humano completo, complejo, con muchísimo que decir.

Luis Luna

Poemas de Michel Feugain y artículos sobre su obra

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