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El árbol de la vida (película de 2011)

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El árbol de la vida (en inglés: The Tree of Life) es una película estadounidense de género dramático, con rasgos de cine experimental y de iniciación, dirigida por Terrence Malick y protagonizada por Brad Pitt, Hunter McCracken, Jessica Chastain y Sean Penn. Se estrenó el 27 de mayo de 2011 en cines de Estados Unidos y es considerada una de las películas más notables de la trayectoria de Malick.[2]​ Obtuvo un total de 130 nominaciones, incluidas las de mejor película, mejor director y mejor fotografía en los Premios Óscar, y 116 galardones, entre los que destacan el Premio FIPRESCI, en el Festival de San Sebastián, y la Palma de Oro del Festival de Cannes.[3]

La película toma como hilo narrativo conductor la historia de una familia media de Waco, en Texas, en la década de 1950. De entre sus miembros destaca la evolución del hijo mayor y el contraste de la relación de este con sus progenitores, con un padre severo y una madre mucho más amorosa hacia sus hijos. Después de los juegos de la infancia de los tres hermanos, la narración entra en una fase más onírica en la que el Jack adulto, integrado en un entorno urbano de arquitectura contemporánea y tecnología, sigue buscando respuestas sobre el sentido de la vida, en especial tras la prematura muerte de uno de sus hermanos. En su viaje interior accede a un lugar fuera del tiempo donde le esperan sus padres, sus hermanos y sus recuerdos del pasado.[4]

Desplegando un brillante lirismo visual y sonoro, Malick construye con esta película una reflexión poética muy personal sobre la trascendencia existencial del ser humano.[5]

Argumento

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El filme comienza con una cita bíblica en la que Dios pregunta: «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra [...] entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios?».[n. 1]​ Después, una misteriosa luz vacilante parecida a una llama da paso al hilo narrativo principal, en torno a la familia O'Brien. El matrimonio (Brad Pitt y Jessica Chastain) tiene tres hijos y reside en una casa de las afueras de Waco, en Estados Unidos, a mediados de los años 50. La mayoría de las escenas discurren en la época en que los chicos tienen, respectivamente, 11, 9 y 6 años, con el mayor, Jack (Hunter McCracken), entrando en la pubertad.[6]​ El padre intenta equilibrar su sentido paterno de la disciplina con el amor filial. Se suele mostrar duro y autoritario; aunque a veces reclama cariño, suele comportarse con tiranía y, a veces, con violencia. Por el contrario, la madre está volcada en la crianza de sus hijos; irradia amor y alegría, juega con ellos y los protege de la ira del padre.

Sin embargo, el hecho que marcará para siempre a la familia se produce diez años después, cuando la madre recibe un telegrama que le informa de que su segundo hijo ha muerto. El padre recibe la terrible noticia por teléfono en su lugar de trabajo, y tendrá el penoso deber de acudir al aeropuerto a hacerse cargo del féretro.[6]

A través de una estructura narrativa no lineal, se alternan los recuerdos de escenas de juegos y felicidad con episodios de dolor y pena —especialmente por parte de la madre— tras la inmensa pérdida. La línea cronológica salta también desde el Waco de los años cincuenta y sesenta al Houston contemporáneo: Jack es ya un hombre de mediana edad (Sean Penn) que, a pesar de haber hecho carrera como arquitecto y trabajar en un entorno de modernos rascacielos de hormigón y cristal, se muestra como un hombre triste y atormentado por dudas existenciales.[7]

Las escenas cotidianas dan paso a un interludio de imágenes del espacio, con la formación del universo, la expansión de las galaxias, el origen de los planetas y el nacimiento biológico de la vida. Entre selvas prehistóricas y en parajes remotos de la joven Tierra entran en erupción los volcanes y aparecen los primeros microbios. En un acto simbólico de compasión, un dinosaurio decide no devorar a una criatura debilitada que yace a la orilla de un río. Después, un asteroide impacta sobre el planeta. Intercaladas, se oyen las voces en off de la madre y de Jack haciéndose preguntas sobre la existencia.

De vuelta a la línea dramática convencional, el padre aparece frustrado profesionalmente, ya que él habría querido dedicarse a su verdadera pasión, la música clásica. Cuando tiene que mudarse a otra ciudad, los chicos se sienten más libres y disfrutan del juego con sus amigos y también con su madre. El preadolescente Jack experimenta las primeras punzadas de rebeldía propias de su etapa vital de iniciación. Incitado por otros chicos de su edad, comete travesuras y actos de vandalismo. El cabeza de familia regresa, pero la situación económica no mejora. De hecho, la fábrica acaba cerrando su sede en Waco y toda la familia debe mudarse a un nuevo hogar. Las relaciones padre-hijo son tensas, con episodios autoritarios del padre que se alternan con actos de reconciliación.

La última parte vuelve al Jack adulto. Mientras sube en ascensor aparece, sin solución de continuidad, caminando por un terreno rocoso, posiblemente al final del tiempo o de su vida misma. En un banco de arena, Jack se reúne con su familia y toda la gente que habita en su memoria. Cerrando la película aparece una luz vacilante parecida a la del comienzo y, por último, una toma desde cámara fija de un puente colgante; la estructura corresponde al puente de Verrazano-Narrows, que conecta los distritos neoyorquinos de Brooklyn y Staten Island.[8]

Antecedentes

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El germen de lo que luego sería El árbol de la vida había empezado a tomar forma tres décadas antes.[9]Charles Bluhdorn, que dirigía Gulf+Western, la empresa matriz de Paramount Pictures, quedó tan impresionado por «el tono melancólico y los paisajes de ensueño» de Days of Heaven (1978) que ofreció al director un millón de dólares por su siguiente proyecto, fuera cual fuera.[9][10]​ El director aceptó y empezó a concebir una historia en torno a la creación, ya fuera en su sentido teológico o evolutivo, al que provisionalmente llamó Q.[n. 2]​ Según el primer esbozo, la historia comenzaba con un dios dormido que, sumergido bajo el agua, sueña los orígenes del universo.[10]

El acuerdo con Paramount quedó cancelado definitivamente en 1983 con la repentina muerte de Bluhdorn; Malick acabó renunciando no solo a Q, sino a la dirección de películas en general: de hecho, pasaría los siguientes veinte años alejado de la industria cinematográfica, en una actitud de aislamiento que recordaba la del escritor J. D. Salinger.[10][11]

A mediados de 2007, ya con los planteamientos narrativos definidos, retomó el proyecto: la nueva película fusionaría el viaje cósmico documental de Q con una historia semiautobiográfica centrada en una familia de Texas vista a través de los ojos del hijo mayor.[9]

Producción

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Malick propuso el proyecto a Bill Pohlad, director de River Road Entertainment, que acabaría financiando la película. También en una fase temprana se incorporó el productor Grant Hill, y después lo haría Dede Gardner. Gardner era socio de Plan B Entertainment, la compañía audiovisual cofundada por Brad Pitt.[12][13][n. 3]

Se entró después en un turbulento período de seis años repleto de complicaciones con el reparto definitivo y con el montaje; con el cierre de la distribuidora estadounidense Apparition antes de que Fox Searchlight entrara en escena; y con una disputa de última hora sobre si su fecha de estreno en el Reino Unido se adelantaría a la presentación a concurso en Cannes.[14]

Reparto

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Familia O'Brien

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Otros

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Banda sonora

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Lakeshore Records publicó en 2011 la banda sonora. Compuesta por Alexandre Desplat, contiene selecciones y fragmentos de más de treinta piezas, entre ellas obras de Johann Sebastian Bach, Hector Berlioz, Johannes Brahms, François Couperin, Henryk Górecki, Gustav Holst, Gustav Mahler, Wolfgang Amadeus Mozart, Zbigniew Preisner, Ottorino Respighi y Bedřich Smetana.[16]​ Todas ellas se entrelazan con la ayuda de música original de Desplat. En la ecuación temática entre lo natural y lo divino que plantea el director, la música elegida representa lo invisible, aunque no siempre de forma obvia.[17]

PISTAS DE The Tree of Life (Original Motion Picture Soundtrack)
N.ºTítuloDuración
1.«Childhood»3:41
2.«Circles»11:23
3.«Clouds»2:59
4.«River»3:35
5.«Awakening»3:29
6.«Emergency of life»3:55
7.«Light and darkness»8:17
8.«Good and Evil»3:15
9.«Motherhood»2:04
10.«City of glass»3:37
11.«Fatherhood»2:49
12.«Temptation»6:47
13.«Skies»5:18

Sin embargo, en el montaje final se escuchan solo unos minutos de este álbum. Tanto la película como el avance promocional incluyen otras piezas musicales, como el Moldava de Bedřich Smetana y la Suite n.º 3 de Ottorino Respighi.[17]

Análisis

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Puente Verrazano-Narrows, que conecta Brookling con State Island.
Puente de Verrazano-Narrows

Rasgos autobiográficos

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La parte narrativa convencional de la película, la que se centra en la familia O'Brien, muestra paralelismos con episodios de la propia vida personal y familiar del director. Malick pasó parte de su infancia en Waco,[7]​ y luego tuvo que mudarse con su familia varias veces por motivos de trabajo del padre. Emil Malick, de origen libanés,[n. 5]​ trabajaba como ingeniero petroquímico y ejecutivo en la compañía Phillips Petroleum, era poseedor de varias patentes; además, tocaba el órgano de una iglesia y era director de coro. Exigente y autoritario, aunque no inmune a los afectos, estaba empeñado en que el joven Terrence triunfara «en todos los frentes», lo que llevó a ambos a encendidas discusiones que se prolongarían a lo largo de toda su vida. En contraste, su madre era ama de casa y el chico la adoraba por su «angelical» carácter.[11]

Como Jack, tuvo también dos hermanos menores, pero, en su caso, el trágico destino alcanzó a ambos: uno de ellos se vio envuelto en un grave accidente de tráfico de resultas del cual su esposa falleció y él quedó con graves quemaduras, mientras que el otro, Larry,[11]​ se suicidó en España, adonde había viajado para tomar clases de guitarra con el maestro Segovia.[18]​ Emil tuvo que volar a España para hacerse cargo del cadáver.[10]​ R. L., el hermano fallecido de la película también estaba aprendiendo a tocar ese instrumento.

El propio Malick era muy estricto con su propia familia. Se había casado en 1985 con Michèle Gleason, que tenía una hija fruto de una relación anterior, Alexandra. Según Michèle, «Terry» tenía ideas muy rígidas sobre cómo debía ser la vida doméstica era muy severo como padre. Un día ambos descubrieron que la chica, que tenía 15 años, se había ido de casa; al parecer, había conseguido que su padre biológico le enviara un billete de avión a Francia.[10]

Sin embargo, al director le molestaba que se establecieran tales paralelismos. Jim Lynch, amigo de Malick desde el bachillerato, propuso catalogar los tres trabajos sucesivos El árbol de la vida, To the Wonder y Knight of Cups como «la trilogía autobiográfica» dentro de la carrera del autor, Malick protestó. «No quería que la gente pensara que sólo hacía películas sobre sí mismo; él [Malick] hacía películas sobre temas más amplios», recuerda Lynch.[11]

Temas

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El árbol de la vida es una compleja creación cinematográfica que se aleja de los convencionalismos hollywoodienses y de los modelos más comerciales. No sigue las pautas tradicionales de la narración, y el singular punto de vista del autor, del cual surge la reflexión de la película, no fue bien recibido por una parte de la crítica por su carga religiosa.

La formación académica en filosofía de Malick permea toda su filmografía, especialmente en El árbol de la vida. Antes de ser director de cine, estudió filosofía en la Universidad de Harvard. Allí ejerció gran influencia sobre él su mentor Stanley Cavell, que venía estudiando en profundidad los retos filosóficos que plantea la experiencia cinematográfica. Ambos estaban fascinados con las ideas del filósofo alemán Martin Heidegger y su obsesión con la dimensión del tiempo.[19]​ Malick, de hecho, viajó a Alemania para conocerlo y, tiempo después, tradujo Vom Wesen des Grundes, que se publicaría en Estados Unidos como edición bilingüe alemán-inglés con el título The Essence of Reasons.[20][21][22]

A nivel temático es la obra más ambiciosa del director tejano, ya que abarca desde el Big Bang hasta la escenificación simbólica de reunión de la humanidad al final de los tiempos. Pero, a diferencia del filósofo alemán, es en las vivencias más triviales de la existencia cotidiana o de la naturaleza, como el viento meciendo un campo de espigas, donde se revela la auténtica divinidad.[19]​ Esas vivencias van acompañadas a menudo de frases cortas, como susurradas, que parecen interpelar al Creador.[19]

Uno de sus ejes temáticos gira en torno a, dentro del libre albedrío, la decisión que debe tomar cada persona para seguir o bien el camino de la naturaleza o bien el de la divinidad,[n. 6]​ entre la voluntad del hombre y la crueldad de las leyes de la evolución.[23]​ A este respecto, se ha escrito:[19]

La cinta descansa sobre una ironía amarga: el ser humano, tan accidentado y frágil, es la única forma de vida que se niega a verse a sí mismo como un montón de moléculas. Malick lo deja claro: depende de cómo se viva, la naturaleza dual del hombre le sirve de salvavidas o lo hunde en la desesperación.
Fernanda Solórzano

Se la ha comparado con 2001: A Space Odyssey, no solo por enmarcarse entre planetas y estrellas, sino por sus reflexiones sobre la dimensión metafísica de la conciencia humana. Sin embargo, el lenguaje visual de Malick es, por su capacidad de evocación de los sentimientos humanos, más «emocional», que el de Kubrick.[19][24]​ Para Andrew O’Hehir, de Salon, la propuesta de Malick vendría a ser un experimento de «ingeniería inversa del enorme viaje mental de Kubrick»; y especula: «Si el bebé-dios astronauta cósmico del final de 2001 volviera a la Tierra e hiciera una película, sería esta».[25]

La película comienza y termina con una misteriosa llama de significado incierto: a Robert Koehler, de Variety, le sugirió una «mancha de color yema»; Amy Taubin, en ArtForum, la calificó de «una gran cosa»;[n. 7]​ Anthony Lane la describió como «destellos de luz insondable»;[26]​ y A. O. Scott, del New York Times, especulaba que solo podía representar al creador».[27]​ Los fragmentos, que aparecen también intercalados en otros momentos del film, corresponden a la composición lumínica «Opus 161», de Thomas Wilfred, un artista de la luz inventor de la técnica luego conocida como arte lumia.[26]

Justo antes de los títulos de crédito, un «majestuoso» puente bajo el que se ve discurrir la corriente cierra definitivamente el film.[21]​ El puente, elemento simbólico por excelencia, aludiría, según Kent Jones, a la reconciliación del hijo con el padre, del presente con el pasado y, en definitiva, como síntesis de todo lo narrado, al principio y el fin del Tiempo.[8]​ Martin Woessner, de Philosophy Today, lo interpreta como la conexión final con la deidad creadora, el mismo gran nexo que Malick había buscado en vano en la filosofía académica.[21]

Recepción

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Cuando se dio a conocer que la película ganadora de la Palma de Oro en Cannes era El árbol de la vida, se produjo un cisma en la crítica.[19]​ Ya al final de la proyección los abucheos se mezclaban con los aplausos, seguramente por las altísimas expectativas que había suscitado.[28]​Ante la diversidad de reacciones del público, la crítica de cine y escritora Fernanda Solórzano propuso abrir un debate para distinguir lo tedioso de lo contemplativo dentro de la experiencia sensorial cinematográfica;[19]​ a su vez, reprocha al «público adicto a las historias claras» su actitud de castigo al cine que no lleva «incluido el manual [de uso]».[19]

Una sala de cine de Stamford (Connecticut) llegó a exhibir un cartel en el que, tras aconsejar a los espectadores que antes de asistir se informaran sobre la «profundamente filosófica» temática del film y su planteamiento estilístico, advertía de que no reembolsaría el importe de las entradas a aquellos que pudieran sentirse descontentos.[29]​Uno de los ejecutivos de la empresa exhibidora aclaró después al sitio web IndieWire que, si bien la respuesta del público venía siendo abrumadoramente positiva, la semana anterior algunos individuos «pocos, pero ruidosos»— se habían dirigido de manera agresiva al personal para exigirles que se les devolviera el dinero.[30]

Uno de los más desencantados con el resultado fue precisamente Sean Penn, que encarnaba al Jack adulto. El actor californiano declaró al diario francés Le Figaro que no había encontrado en la pantalla la emoción que transmitía el guion, que para él era «el más magnífico que había leído nunca». Además reprochaba al director que no le hubiera explicado con claridad qué esperaba de su personaje. En cualquier caso, y a pesar de que él habría optado por un estilo narrativo más convencional, recomienda su visionado, siempre y cuando se acuda a la sala sin ideas preconcebidas, y apostilla: «Depende de cada uno encontrar una conexión personal, emocional o espiritual. Los que lo consiguen suelen salir profundamente conmovidos».[31]

Críticas profesionales

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Como era de esperar a tenor de la trayectoria del director, la cinta fue objeto de atención tanto de los propios portales de información cinematográfica como de los medios generalistas.

En IMDb obtiene una puntuación de 6,8 sobre 10 una vez computados 184 000 votos de sus usuarios.[32]​ Entre los usuarios de FilmAffinity, con 52 146 valoraciones, se queda en 5,9 sobre 10.[33]​ El agregador de críticas Rotten Tomatoes registra una calificación global de «Fresco» para el 84 % de las 290 críticas profesionales y para el 60 % de las más de 50 000 valoraciones emitidas por los usuarios del portal; el consenso general apunta que el estilo de Terrence Malick, si bien puede resultar poco gratificante para algunos, «para los espectadores menos impacientes El árbol de la vida es una delicia tanto emocional como visual».[34]​ En Metacritic, su índice de aprobación llega al 85 % de las 50 críticas profesionales reseñadas, lo que implica «aclamación universal», y alcanza entre sus usuarios una puntuación de 7,0 sobre 10.[35]

En el diaŕio español El País, el crítico Carlos Boyero escribió:[36]

Malick se inventa un lenguaje de artista superior para hablar de la iniciación, del descubrimiento permanente. Su prodigiosa cámara recrea juegos, estados de ánimo, miedos, visiones, enigmas, amores, paisajes, libertad, asombro, dudas, olores, revelaciones que te acompañarán toda tu vida y la lacerante nostalgia de haber vivido alguna vez en un paraíso que se ha perdido. Las relaciones de estos niños entre ellos, con su padres, con las personas y las cosas, con la naturaleza, con los milagros cotidianos, poseen la cadencia, la complejidad, el poder de evocación y la magia de los mejores poemas.

En el mismo periódico, Javier Ocaña calificaba el filme como un «inspirador, casi inabordable, complejísimo, hermoso, trascendental poema en imágenes, (...) una película inmensa no por lo que pasa en ella, sino por lo que te hace sentir».[16]​ Pablo Kurt, de FilmAffinity, elogia el genio del director norteamericano para «[colocar] la cámara en el lugar donde reposa la belleza».[37]​ Alessandro Marangio, del sitio web italiano MovieMag, tras desmarcarse de las etiquetas negativas y «precipitadas» que en su estreno la tachaban de pretenciosa o abstrusa —«como corresponde a la obra de un verdadero experimentador», apostilla—, le alaba «el coraje de no darnos una solución, una explicación tranquilizadora». El medio le otorga la máxima puntuación en todos los apartados: Dirección, Temática, Interpretación y Emotividad.[38]

Menos positivas resultaron las críticas de Sergi Sánchez para la revista Fotogramas, quien le otorgó 3 de 5 estrellas, indicando que «es probable que la desmesurada ambición de la película, que nació con la etiqueta de obra maestra grabada en la frente, perjudique sus objetivos».[39]Oti Rodríguez Marchante, para el diario ABC, destacó: «Se deshace el poético azucarillo de Terrence Malick.(...) una monumental obra cuya mitad, más o menos, son visiones espaciales, aéreas (...) momentos de sublime sensibilidad y de máxima belleza».[40]​ Luis Martínez, en El Mundo, destacó en su crítica la «pura ambición autoindulgente» del director; «¿obra maestra o gran fraude?: probablemente, las dos cosas», y sentencia: «Raptado [Malick] por una suerte de lírica new age de sonajero, la película apenas acierta a retratar el sentimiento de pérdida con una falta de rigor y de honestidad ciertamente preocupante».[41]​ Sara Brito, en su crónica para el diario Público desde el Festival de Cannes, tras dejar constancia de la mezcolanda de vítores y abucheos escuchados tras la proyección, describe sus impresiones ambivalentes sobre el relato, que para ella bascula entre «el ridículo» de su visión panteísta del director y lo conmovedor de la microhistoria emocional de los O'Brian». Brito, por una parte, admira cómo plasma el director la pureza de los juegos de los chicos, el amor de la madre en contraposición con la dureza autoritaria del frustrado padre; sin embargo, su valoración final, tras tildarla de «locura espiritual, hermosa y excesiva, desconcertante y a ratos genial», concluye que «el castillo malickiano tristemente no se sostiene».[28]​ En la misma línea, Patrick Hutchings, para la revista de filosofía Sophia, la encontró original pero aburrida y «rancia» en su mensaje, y sentenció: «Si Malick se proponía resolver las profundas cuestiones que plantea, puede incluirse en el club de los que no lo han conseguido».[22]​ Otros la despacharon burlonamente como «El anuncio de seguros más largo del mundo» o con un breve resumen telegráfico: «Un niño que muere. Un dinosaurio. Fin».[19]

El crítico cinematográfico Roger Ebert, del Chicago Sun-Times, tras otorgarle la máxima puntuación, proponía la siguiente analogía.[24]

El retrato de la vida cotidiana, inspirado en los recuerdos de su ciudad natal, Waco, en Texas, está envuelto en dos inmensidades: el espacio-tiempo y la espiritualidad. El árbol de la vida presenta efectos visuales de una belleza sobrecogedora para sugerir el nacimiento y expansión del universo, la apariencia de la vida a un nivel microscópico y la evolución de las especies. El proceso lleva al momento presente y a todos nosotros. Fuimos creados en el Big Bang y, a lo largo de incontables millones de años, las moléculas fueron transformándose en, bueno, usted y yo.
Roger Ebert

El propio Ebert, en una macroencuesta que cada diez años organiza la revista Sight & Sound, incluyó para la edición de 2012 The Tree of Life entre las diez mejores películas de todos los tiempos. La candidatura, sin embargo, no prosperó.[42]

A. O. Scott, de The New York Times, también la consideró una de las mejores cintas del año y expresó: «Con una sinceridad desarmante y una confrontación formal sobrecogedora, The Tree of Life reflexiona sobre las preguntas más correosas y persistentes, esas que los adultos no aciertan a responder a los niños».[27]​ Por su parte, Nick Pinkerton, de The Village Voice, destacó: «Es mejor que una obra maestra —sea lo que sea eso—. The Tree of Life es una erupción de película».[43]

El último acto de la película, el del tránsito al más allá o la eternidad, simbolizado por el reencuentro en la playa, suscitó opiniones encontradas. Mientras que a Christopher Orr esta «epifanía emocional» de Malick le pareció «empalagosa»[7]​, a Sergi Sánchez un «delirio seudomístico»[23]​ y a Sara Brito «un anuncio de fondo de pensiones»,[28]​ para la revista de orientación jesuítica America constituye «la mejor representación cinematográfica de la resurrección corporal escatológica jamás realizada».[44]

Premios

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Festival de Cine de Cannes
Año Categoría Resultado
2011 Palma de Oro Ganadora
Premios Óscar
Año Categoría Persona Resultado
2011 Mejor película Dede Gardner, Sarah Green, Grant Hill, Brad Pitt y Bill Pohlad Nominada
Mejor director Terrence Malick Nominado
Mejor fotografía Emmanuel Lubezki Nominado

Notas

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  1. Corresponde a los versículos 4 y 7 del capítulo 38 del Libro de Job: «Jehová convence a Job de su ignorancia». BibleGateway. 
  2. En alusión a Qasida, una antigua forma del árabe relativa del ámbito de la poesía lírica rítmica.
  3. La inclusión de Pitt en el reparto no fue en ese momento condición de la productora para cerrar el acuerdo, sino que se decidió después.
  4. Las escenas de Sean Penn en la oficina eran las primeras que Malick ambientaba en época contemporánea después de treinta y ocho años como cineasta.[15]
  5. En árabe, malick significa «león».
  6. En la versión original en inglés, grace.
  7. En el original, «a great whatsit».

Referencias

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  1. «The Tree of Life». Box Office Mojo (en inglés). Consultado el 6 de junio de 2024. 
  2. «El árbol de la vida, de Terrence Malick». La Casa Encendida. 25 de agosto de 2018. Consultado el 27 de mayo de 2024. 
  3. The Tree of Life - IMDb Awards (en inglés), consultado el 8 de junio de 2022 .
  4. Grañana, Eduard (17 de febrero de 2017). «El árbol de la vida, de Terrence Malick: del camino de la naturaleza al camino de lo divino». Cine Divergente. Consultado el 27 de mayo de 2024. 
  5. Alzola Cerero, Pablo (4 de mayo de 2019). «Standing at God’s threshold: film viewing as dwelling in Terrence Malick’s The Tree of Life». Church, Communication and Culture (en inglés) 4 (2): 152-171. ISSN 2375-3234. doi:10.1080/23753234.2019.1616579. Consultado el 21 de mayo de 2024. 
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