02.1 Gracia y Justificación

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ARTICULO 2: GRACIA Y JUSTIFICACIÓN

Números del
1987 al 2029
PARTE
1
I LA JUSTIFICACIÓN
La gracia del Espíritu
Santo tiene el poder de
santificarnos, es decir, de
lavarnos de nuestros
pecados y comunicarnos 'la
justicia de Dios por la fe
en Jesucristo' (Rm 3,22 )
y por el Bautismo
Y si hemos muerto con Cristo, creemos que
también viviremos con él, sabiendo que Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere más, y que la muerte no tiene ya señorío
sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de
una vez para siempre; mas su vida, es un vivir
para Dios. Así también vosotros, consideraos
como muertos al pecado y vivos para Dios en
Cristo Jesús
Rm 6,8-11
El Espíritu Santo nos hace participar en la pasión del Señor para
alcanzar así una vida nueva:

Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo,


muriendo al pecado, y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva;
somos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia, sarmientos unidos a
la Vid que es él mismo:
Por el Espíritu Santo
participamos de Dios. Por la
participación del Espíritu
venimos a ser partícipes de
la naturaleza divina... Por
eso, aquellos en quienes
habita el Espíritu están
divinizados.

San atanasio, ep. Serap. 1, 24


¿Cuál es la primera obra salvífica que hace
en nosotros el Espíritu Santo?

La primera obra de la gracia del Espíritu


Santo es la conversión, que obra la
justificación según el anuncio de Jesús al
comienzo del Evangelio:

“Convertíos porque el Reino de los cielos


está cerca”
Mt 4,17
Movido por la gracia, el hombre se
vuelve a Dios y se aparta del
pecado, acogiendo así el perdón y
la justicia de lo alto.

La justificación entraña (tiene


como fundamento) el perdón de
los pecados, la santificación y
la renovación del hombre
interior

(Cc. de Trento: DS 1528).


Efectos de la justificación
en el alma del creyente
La justificación arranca
al hombre del pecado

Que contradice al amor de


Dios, y purifica su corazón. La
justificación es prolongación de
la iniciativa misericordiosa de
Dios que otorga el perdón.
Reconcilia al hombre con Dios,
libera de la servidumbre del
pecado y sana.
La justificación es, al mismo tiempo, acogida de la justicia de
Dios…
Por la fe en Jesucristo. La justicia designa aquí la rectitud del amor
divino. Con la justificación son difundidas en nuestros corazones la
fe, la esperanza y la caridad, y nos es concedida la obediencia a la
voluntad divina.
La justificación nos fue merecida por la pasión
de Cristo…

Que se ofreció en la cruz como


hostia viva, santa y agradable a
Dios y cuya sangre vino a ser
instrumento de propiciación por
los pecados de todos los
hombres. La justificación es
concedida por el bautismo,
sacramento de la fe.
La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo…

Nos asemeja a la justicia de Dios


que nos hace interiormente
justos por el poder de su
misericordia. Tiene por fin la
gloria de Dios y de Cristo, y el
don de la vida eterna:
Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia
de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y
los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo,
para todos los que creen -pues no hay diferencia
alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de
Dios- y son justificados por el don de su gracia, en
virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a
quien Dios exhibió como instrumento de propiciación
por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su
justicia, pasando por alto los pecados cometidos
anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios;
en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente,
para ser él justo y justificador del que cree en
Jesús

Rm 3,21-26
La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y
la libertad del hombre.

Por parte del hombre se expresa en el


asentimiento de la fe a la Palabra de Dios que lo
invita a la conversión, y en la cooperación de la
caridad al impulso del Espíritu Santo que lo
previene y lo custodia:
La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y
la libertad del hombre.

Cuando Dios toca el corazón del hombre


mediante la iluminación del Espíritu Santo, el
hombre no está sin hacer nada al recibir esta
inspiración, que por otra parte puede rechazar;
y, sin embargo, sin la gracia de Dios, tampoco
puede dirigirse, por su voluntad libre, hacia la
justicia delante de El. (Concilio de Trento DS
1525)
La justificación es la obra más excelente del amor de Dios…

Manifestado en Cristo Jesús y


concedido por el Espíritu Santo. San
Agustín afirma que 'la justificación del
impío es una obra más grande que la
creación del cielo y de la tierra', porque
'el cielo y la tierra pasarán, mientras la
salvación y la justificación de los
elegidos permanecerán' (San Agustín).
La justificación es la obra más excelente del amor de Dios…

Dice incluso que la justificación de los


pecadores supera a la creación de los
ángeles en la justicia porque manifiesta
una misericordia mayor.
El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al
'hombre interior' (Rm 7,22 ; Ef 3,16),

la justificación implica la santificación de todo el ser:


El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al
'hombre interior' (Rm 7,22 ; Ef 3,16),

Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza


y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para
la santidad... al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para
la santidad; y el fin, la vida eterna (Rm 6,19 .22).
II LA GRACIA
Nuestra justificación es
obra de la gracia de Dios.
La gracia es el favor, el
auxilio gratuito que Dios
nos da para responder a su
llamada: llegar a ser hijos
de Dios, hijos adoptivos,
partícipes de la naturaleza
divina, de la vida eterna
La gracia

Es una participación en la vida de Dios

Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria:

Como 'hijo adoptivo' puede


Por el Bautismo el cristiano ahora llamar 'Padre' a Dios,
participa de la gracia de en unión con el Hijo único.
Cristo, Cabeza de su Recibe la vida del Espíritu
Cuerpo. que le infunde la caridad y
que forma la Iglesia.
¿De quien depende esta vocación a que el
hombre viva la vida divina ?
Esta vocación a la vida
eterna es sobrenatural.
Depende enteramente de la
iniciativa gratuita de Dios,
porque sólo El puede
revelarse y darse a sí
mismo. Sobrepasa las
capacidades de la
inteligencia y las fuerzas
de la voluntad humana,
como las de toda creatura.
¿Qué es la gracia de Cristo?

La gracia de Cristo es el
don gratuito que Dios nos
hace de su vida infundida
por el Espíritu Santo en
nuestra alma para sanarla
del pecado y santificarla:
es la gracia santificante o
divinizadora, recibida en el
Bautismo.
¿Quién es la fuente en
donde se lleva a cabo esta
gracia?

Es en nosotros la fuente de
la obra de santificación:

Por tanto, el que está


en Cristo es una nueva
creación; pasó lo viejo,
todo es nuevo. Y todo
proviene de Dios, que nos
reconcilió consigo por
Cristo
2Co 5,17-18
¿Qué es la gracia santificante?

La gracia santificante es un don habitual, una


disposición estable y sobrenatural que
perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir
con Dios, de obrar por su amor.
Se debe distinguir entre:

la gracia habitual,
disposición
permanente para
vivir y obrar
según la
vocación divina,
y las gracias actuales,
que designan las
intervenciones divinas
que están en el origen
de la conversión o en
el curso de la obra de
la santificación.
La respuesta del hombre para acoger
la gracia:

La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la


gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración
a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad.
Dios completa en nosotros lo que El mismo comenzó,
‘Porque él, por su acción,
comienza haciendo que
nosotros queramos; y
termina cooperando con
nuestra voluntad ya
convertida’

S. Agustín, grat. 17
Dios la lleva a su fin

El hombre responde a
esta acción de la
gracia

Dios pone en nosotros


estos deseos
Ciertamente nosotros trabajamos
también, pero no hacemos más que
trabajar con Dios que trabaja. Porque
su misericordia se nos adelantó para
que fuésemos curados; nos sigue
todavía para que, una vez sanados,
seamos vivificados; se nos adelanta
para que seamos llamados, nos sigue
para que seamos glorificados; se nos
adelanta para que vivamos según la
piedad, nos sigue para que vivamos por
siempre con Dios, pues sin él no
podemos hacer nada.

San Agustín, grat. 31


¿Qué exige la libre iniciativa de Dios?

La libre iniciativa de Dios


exige la respuesta libre del
hombre, porque Dios creó
al hombre a su imagen
concediéndole, con la
libertad, el poder de
conocerle y amarle. El
alma sólo libremente entra
en la comunión del amor.
Una vez que el hombre ha dado una respuesta en libertad ¿Cómo
sigue obrando Dios?

Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre.


Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo El
puede colmar. Las promesas de la ‘vida eterna’ responden, por encima
de toda esperanza, a esta aspiración:
Si tú descansaste el día
séptimo, al término de todas tus
obras muy buenas, fue para
decirnos por la voz de tu libro
que al término de nuestras
obras, ‘que son muy buenas’ por
el hecho de que eres tú quien nos
las ha dado, también nosotros en
el sábado de la vida eterna
descansaremos en ti

San Agustín, Conf. 13, 36, 51


Pero: ¿Qué es la gracia?

La gracia es, ante todo y


principalmente, el don del
Espíritu que nos justifica y nos
santifica.
¿Qué más comprende la gracia?

Pero la gracia comprende también los dones que el Espíritu Santo


nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de
colaborar en la salvación de los otros y en el crecimiento del
Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Estas se denominan:
Gracias sacramentales
Estas nos asocian a la obra del espíritu y nos hace
capaces de colaborar en la salvación de los otros y en el
crecimiento del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Estas gracias son dones propios de los distintos
sacramentos.
Las gracias especiales,
llamadas también ‘carismas’, según el término griego
empleado por san Pablo, y que significa favor, don
gratuito, beneficio (cf LG 12). Cualquiera que sea su
carácter, a veces extraordinario, como el don de
milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a la
gracia santificante y tienen por fin el bien común de la
Iglesia. Están al servicio de la caridad, que edifica la
Iglesia (cf 1 Co 12).
LAS GRACIAS DE ESTADO,
LA GRACIA DE Entre las gracias especiales conviene mencionar A
DIOS ESTAS GRACIAS que acompañan el ejercicio de las
responsabilidades de la vida cristiana y de los
ministerios en el seno de la Iglesia
Teniendo dones diferentes, según
la gracia que nos ha sido dada, si es
el don de profecía, ejerzámoslo en la
medida de nuestra fe; si es el
ministerio, en el ministerio, la
enseñanza, enseñando; la
exhortación, exhortando. El que da,
con sencillez; el que preside, con
solicitud; el que ejerce la
misericordia, con jovialidad
Rm 12, 6-8).
¿Podemos dar una explicación más
fundamentada acerca de la gracia?

La gracia, siendo de orden sobrenatural,


escapa a nuestra experiencia y sólo
puede ser conocida por la fe. Por tanto,
no podemos fundarnos en nuestros
sentimientos o nuestras obras para
deducir de ellos que estamos justificados
y salvados (Cc. de Trento: DS 1533-34).
Entonces: ¿Como podremos darnos cuenta que la gracia está
actuando en nosotros?

Según las palabras del Señor: ‘Por sus frutos los conoceréis’ (Mt 7, 20),
la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida
de los santos
Entonces: ¿Como podremos darnos cuenta que la gracia está
actuando en nosotros?

nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y


nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de
confianza:
Una de las más bellas
ilustraciones de esta actitud se
encuentra en la respuesta de
santa Juana de Arco a una
pregunta capciosa de sus jueces
eclesiásticos: ‘Interrogada si
sabía que estaba en gracia de
Dios, responde: «si no lo estoy,
que Dios me quiera poner en
ella; si estoy, que Dios me
quiera conservar en ella»’
Juana de Arco, proc

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