La Inhabitación Divina en El Alma Del Justo

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EL MISTERIO DE DIOS UNO Y

TRINO: CRECER, SABER, Y


VIVIR LA FE EN EL DIOS VIVO
Economía divina = obra común de las tres Personas divinas que se nos han revelado y
comunicado en la venida del Padre y en las misiones del Hijo y del Espíritu Santo.
Trinidad inmanente = el misterio de la vida íntima de las tres
Personas divinas consideradas en sí mismas.

CCE 236: “Las obras de Dios revelan quién


es en sí mismo; e inversamente, el misterio
de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de
todas sus obras. Así sucede, analógicamente,
entre las personas humanas. La persona se
muestra en su obrar y a medida que conoce-
mos mejor a una persona, mejor compren-
demos su obrar”.
Aunque se distinguen la economía divina y la Trinidad inmanente, no pueden separarse entre ellas: las misiones
divinas manifiestan en el tiempo las procesiones eternas, porque la revelación de la Trinidad a los hombres
responde al ser íntimo de Dios.

CCE 237: “La Trinidad es un misterio de


fe en sentido estricto, uno de los ‘misterios
escondidos en Dios, que no pueden ser co-
nocidos si no son revelados desde lo alto’
(Dei Filius, 4). (...) La intimidad de su ser
como Trinidad Santa constituye un mis-
terio inaccesible a la sola razón e incluso
a la fe de Israel antes de la Encarnación del
Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo”.
Dios se ha revelado para comunicarnos la vida feliz
de las Personas de la Trinidad y ofrecernos la
salvación.
La comunicación de la vida En esta acción divina
divina tiene su comienzo en recibimos “el tesoro
la recepción del bautismo: incalculable de la
nos inha-bitación de la
perdona el pecado original Trinidad Santísima en el
y los pecados personales alma” (San Josemaría,
cometidos, y nos infunde la
gra-cia santificante y las
virtudes teologales.
Nos hace hijos de Dios.
La inhabitación del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad, en el alma del justo es la
presencia sobrenatural de Dios en el hombre, por la que éste es transformado
interiormente, deificado, endiosado o divinizado, según expresan los Padres de la Iglesia.

= presencia transformadora
por la que el hombre, liberado del
Es la existencia real y
pecado, es convertido en hijo de Dios,
sustancial de las Per-
capaz de participar en la intimidad de la
sonas divinas en el alma.
vida divina. Se atribuye al
Incluye la misión
Espíritu Santo (acción santificadora).
del Hijo y del Espíritu Santo, y
la donación
que hace el Padre de sí mismo.
La inhabitación del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad, en
el alma del justo es la presencia sobrenatural de Dios en el
hombre, por la que éste es transformado interiormente, deificado,
endiosado o divinizado, según expresan los Padres de la Iglesia.
= presencia transformadora
Es la existencia real y por la que el hombre,
sustancial de las Personas liberado del pecado, es convertido
divinas en el alma. en hijo de Dios, capaz de
Incluye la misión del Hijo participar en la intimidad de la
y del Espíritu Santo, y la vida divina. Se atribuye al
donación que hace el Espíritu Santo (acción
Padre de sí mismo. santificadora).
Ejemplo en San Pablo: 1 Cor 6, 19:
“¿No sabéis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que está
en vosotros y que habéis recibido
de Dios, y que no os pertenecéis?”.
Ejemplo en los Evangelios: Jn 14, 23:
“Si alguno me ama, guardará mi pala-
bra, y mi Padre le amará, y vendremos
a él y haremos morada en él”.
Inhabitación: enseñanza de los
Padres (ejemplos):

San Basilio: obra “El Espíritu Santo”. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis,
Son numerosos los pasajes en los 22, 3 : “Cuando participamos de la
que dice que el bautismo deifica por Eucaristía, experimentamos la
la acción del Espíritu Santo. espiritualización deificante del
San Agustín, De Trinitate, 15, 18, 32: Espíritu Santo, que no sólo nos
por el Espíritu Santo “se difunde en configura con Cristo, como sucede
en el bautismo, sino que nos
nuestros corazones la caridad de
cristifica por entero, asociándonos
Dios, por la cual nos inhabita toda la
a la plenitud de Cristo Jesús”.
Trinidad”.
Inhabitación: en el Magisterio:
◦ León XIII, Enc. Divinum illud munus (1897) Enc. Divinum illud munus (1897); Pío
XII, Enc. Mystici corporis (1943) Mystici corporis (1943).
Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem (1986), 58 Enc. Dominum et
vivificantem (1986), 58: “Dios uno y trino se abre al hombre, al espíritu
humano. El soplo escondido del espíritu divino hace que el espíritu
humano se abra, a su vez, ante la apertura salvífica y santificante de
Dios”.
Idem: “Por el don de la gracia, que proviene del Espíritu, el hombre entra
en una vida nueva, es introducido en la realidad sobrenatural de la misma
vida divina y se hace morada del Espíritu Santo, templo viviente de Dios
(...). El hombre vive en Dios y de Dios”.
Con la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma,
estamos en la senda que nos conduce a la Trinidad
inmanente.
El Hijo, revelado en la carne y en la debilidad, nos conduce al
Padre a través de la acción santificante del Espíritu Santo.
Los medios más significativos para llegar al Padre son la
oración y la santidad.
El Padre nos ha hecho “hijos en el Hijo”. Se trata de una
divinización o deificación consistente en participar de la
naturaleza divina.
CCE 2565: “En la Nueva Alianza, la oración es la relación viva de los
hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo
y con el Espíritu Santo (...). Así, la vida de oración es estar
habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión
con Él”.
La vida de oración es un trato amoroso y confiado con cada una de las
Personas divinas.
San Josemaría, Amigos de Dios 238: “La oración es el fundamento de
toda la labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si
prescindiéramos de este recurso, no lograríamos nada”.
Para llegar al Padre, santidad personal: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48 Mt 5, 48).
Mensaje de San Josemaría: todo cristiano está llamado a santificarse
en la vida ordinaria.
Recogido en Lumen gentium 40: “todos los cristianos, de cualquier
clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a
la perfección del amor”.
CCE 2634: Jesucristo “es el único intercesor ante el Padre a favor de
todos los hombres, de los pecadores en particular”.
Jesucristo está en la Iglesia. Dominus Iesus 16(Cong. Para la Doctrina de la Fe,
2000): “constituyó a la Iglesia como misterio salvífico: Él mismo está en la
Iglesia y la Iglesia está en Él; por eso, la plenitud del misterio salvífico de
Cristo pertenece también a la Iglesia, inseparablemente unida a su Señor”.

Jesucristo está en la Eucaristía: con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, como


fruto del sacrificio eucarístico. La Misa es “acción divina, trinitaria, no
humana. (...) Se entiende que la Misa sea el centro y la raíz de la vida
espiritual del cristiano” (San Josemaría, Es Cristo que pasa Es Cristo que pasa
86. 87).
Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte 38: “Ciertamente, Dios nos
pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a
utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad
operativa en nuestro servicio a la causa del Reino. Pero no se ha de
olvidar que, sin Cristo, ‘no podemos hacer nada’ (cfr. Jn 15, 5 )”.
El Espíritu Santo, Dador de vida, impulsa a comunicar a los demás
la vida divina, para que sean más libres y felices, para hacer de la
tierra un espacio de comunión fraterna, un cielo. El apostolado
consiste en ser testigos del Amor.
San Josemaría, Conversaciones 58 Conversaciones 58: “La
llamada de Dios, el carácter bautismal y la gracia, hacen que
cada cristiano pueda y deba encarnar plenamente la fe. Cada
cristiano debe ser alter Christus, ipse Christus, presente entre
los hombres”. San Josemaría, Amigos de Dios 220 Amigos de
Dios 220: “El Cielo es la meta de nuestra senda terrena.
Jesucristo nos ha precedido y allí, en compañía de la Virgen y
de San José -a quien tanto venero-, de los Angeles y de los
Santos, aguarda nuestra llegada”. Gozar de la vida trinitaria.

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