La Inhabitación Divina en El Alma Del Justo
La Inhabitación Divina en El Alma Del Justo
La Inhabitación Divina en El Alma Del Justo
= presencia transformadora
por la que el hombre, liberado del
Es la existencia real y
pecado, es convertido en hijo de Dios,
sustancial de las Per-
capaz de participar en la intimidad de la
sonas divinas en el alma.
vida divina. Se atribuye al
Incluye la misión
Espíritu Santo (acción santificadora).
del Hijo y del Espíritu Santo, y
la donación
que hace el Padre de sí mismo.
La inhabitación del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad, en
el alma del justo es la presencia sobrenatural de Dios en el
hombre, por la que éste es transformado interiormente, deificado,
endiosado o divinizado, según expresan los Padres de la Iglesia.
= presencia transformadora
Es la existencia real y por la que el hombre,
sustancial de las Personas liberado del pecado, es convertido
divinas en el alma. en hijo de Dios, capaz de
Incluye la misión del Hijo participar en la intimidad de la
y del Espíritu Santo, y la vida divina. Se atribuye al
donación que hace el Espíritu Santo (acción
Padre de sí mismo. santificadora).
Ejemplo en San Pablo: 1 Cor 6, 19:
“¿No sabéis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, que está
en vosotros y que habéis recibido
de Dios, y que no os pertenecéis?”.
Ejemplo en los Evangelios: Jn 14, 23:
“Si alguno me ama, guardará mi pala-
bra, y mi Padre le amará, y vendremos
a él y haremos morada en él”.
Inhabitación: enseñanza de los
Padres (ejemplos):
San Basilio: obra “El Espíritu Santo”. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis,
Son numerosos los pasajes en los 22, 3 : “Cuando participamos de la
que dice que el bautismo deifica por Eucaristía, experimentamos la
la acción del Espíritu Santo. espiritualización deificante del
San Agustín, De Trinitate, 15, 18, 32: Espíritu Santo, que no sólo nos
por el Espíritu Santo “se difunde en configura con Cristo, como sucede
en el bautismo, sino que nos
nuestros corazones la caridad de
cristifica por entero, asociándonos
Dios, por la cual nos inhabita toda la
a la plenitud de Cristo Jesús”.
Trinidad”.
Inhabitación: en el Magisterio:
◦ León XIII, Enc. Divinum illud munus (1897) Enc. Divinum illud munus (1897); Pío
XII, Enc. Mystici corporis (1943) Mystici corporis (1943).
Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem (1986), 58 Enc. Dominum et
vivificantem (1986), 58: “Dios uno y trino se abre al hombre, al espíritu
humano. El soplo escondido del espíritu divino hace que el espíritu
humano se abra, a su vez, ante la apertura salvífica y santificante de
Dios”.
Idem: “Por el don de la gracia, que proviene del Espíritu, el hombre entra
en una vida nueva, es introducido en la realidad sobrenatural de la misma
vida divina y se hace morada del Espíritu Santo, templo viviente de Dios
(...). El hombre vive en Dios y de Dios”.
Con la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma,
estamos en la senda que nos conduce a la Trinidad
inmanente.
El Hijo, revelado en la carne y en la debilidad, nos conduce al
Padre a través de la acción santificante del Espíritu Santo.
Los medios más significativos para llegar al Padre son la
oración y la santidad.
El Padre nos ha hecho “hijos en el Hijo”. Se trata de una
divinización o deificación consistente en participar de la
naturaleza divina.
CCE 2565: “En la Nueva Alianza, la oración es la relación viva de los
hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo
y con el Espíritu Santo (...). Así, la vida de oración es estar
habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión
con Él”.
La vida de oración es un trato amoroso y confiado con cada una de las
Personas divinas.
San Josemaría, Amigos de Dios 238: “La oración es el fundamento de
toda la labor sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si
prescindiéramos de este recurso, no lograríamos nada”.
Para llegar al Padre, santidad personal: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48 Mt 5, 48).
Mensaje de San Josemaría: todo cristiano está llamado a santificarse
en la vida ordinaria.
Recogido en Lumen gentium 40: “todos los cristianos, de cualquier
clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a
la perfección del amor”.
CCE 2634: Jesucristo “es el único intercesor ante el Padre a favor de
todos los hombres, de los pecadores en particular”.
Jesucristo está en la Iglesia. Dominus Iesus 16(Cong. Para la Doctrina de la Fe,
2000): “constituyó a la Iglesia como misterio salvífico: Él mismo está en la
Iglesia y la Iglesia está en Él; por eso, la plenitud del misterio salvífico de
Cristo pertenece también a la Iglesia, inseparablemente unida a su Señor”.