Coadicción
Coadicción
Coadicción
para coadictos*
S
egún la Encuesta Nacional Contra las Adicciones del Instituto Mexi-
cano de Psiquiatría elaborada en 1989, se hablaba de ocho millones
de adictos detectados en el territorio nacional; si consideramos que
cada adicto afecta por lo menos a tres personas, observamos que existe un
mínimo de 24 millones de mexicanos que algo tienen que ver con la coadic-
ción. Es decir, ser una persona que de algún modo, ya sea desde lo familiar
o desde lo social, se ve involucrada emocionalmente en la adicción a una
sustancia tóxica de la que es víctima un ser querido.
Introducción
En el presente trabajo se pretende transmitir nuestra experiencia en el
manejo de un grupo de coadictos. Una limitante importante para este fin
radica en el concepto mismo de coadicción, ya que es un término relativa-
mente nuevo que se aplica a la forma de relacionarse de las personas que
conviven con un alcohólico o adicto a otras sustancias. De ahí es común
llamar coadictos a la esposa, marido, padres o hijos de alcohólicos o adictos
a otras sustancias o actividades, como por ejemplo, los adictos al sexo o
los trabajólicos (workholics). Una característica importante de la coadicción
es su condición de estaticidad o, en otras palabras, de permanencia en la
modalidad de relación y en la elección de objetos amorosos actuales en
cuya personalidad prevalecen rasgos adictivos. La relación entre coadicto-
adicto se caracteriza por el predominio del instinto de muerte. En primera
instancia pretenderemos definir el término coadicción mencionando algu-
nas propuestas ya existentes al respecto. Daremos una visión clínica de la
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coadicción y de los principales síntomas que la podrían enmarcar como una
enfermedad. Se señalarán aspectos importantes de los que habla la litera-
tura de AA y Al-Anón (grupos de autoayuda para familiares de alcohólicos),
así como de artículos editados por instituciones especializadas en el trata-
miento integral de la adicción (el adicto y su entorno familiar). Finalmente
se describirá nuestra labor psicoterapéutica con grupos de coadictos, que
se inició hace aproximadamente cuatro años, precisamente en una insti-
tución especializada en el tratamiento integral de las adicciones. Nuestra
labor ahí era, en primera instancia, ayudar al adicto y a sus familiares a
discernir la forma en que la adicción —tanto en activo por parte del adicto,
como en pasivo por parte de la familia—, se había convertido ya en una
modalidad de relación entre los integrantes del entorno familiar del adicto.
A partir de que éste cumplía con su tiempo de internamiento en la institu-
ción, la familia asistía, durante un año, a un grupo de orientación con fines
terapéuticos, en el cual sus integrantes iban descubriendo paulatinamente
sus conductas, actitudes, ideas, fantasías y motivaciones vinculadas es-
trechamente con la adicción. En nuestro trabajo privado decidimos abrir
grupos de coadictos en los que se pretende que sus integrantes descubran
la modalidad adictiva de relacionarse con su entorno.
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involucración de una persona con un adicto independientemente del tipo de
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sustancia que éste use. En otro momento ya habíamos dicho que Coadic-
ción define a aquella persona, de cualquier sexo o edad, cuyas relaciones
interpersonales rebasan su capacidad para preservar su identidad, sobre-
involucrándose más allá de sus deseos y posibilidades, que crea un vínculo
enfermo con un adicto a una o varias sustancias: es decir el adicto es la
sustancia de elección del coadicto, y como tal, es el pretexto para evitar la
vida y preservar una relación en la que abundan situaciones relacionadas
con la muerte.
Un largo camino
No ha sido empresa fácil definir la dinámica del adicto-coadicto desde una
referencia clínica más o menos firme. Una propuesta importante es la que
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desarrolla Melody Beattie, quien dice que el coadicto tiende a mostrar:
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persona enferma a una sana, quien a menudo elabora estas ilusiones indu-
cidas. De nuevo el término no satisfizo nuestras necesidades, ya que este
concepto sólo es atribuible a situaciones extremas, como psicosis colectivas
tipo suicidios u homicidios, o ha sido influenciado por una historia de in-
toxicación de ambos, sin proceder de nuevo de uno de los miembros o, en
aquellos casos de identificación, con el agresor en un vínculo inusualmente
irracional.
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mente, buscan en el aquí y ahora resanar una relación que de inicio era
patológica.
En nuestro trabajo clínico con pacientes coadictos hemos observado que
las mujeres que padecen este trastorno presentan problemas con su fe-
minidad. Es común que estas mujeres en la adolescencia desafiaron a su
madre por no ser capaz de independizarse, ya sea con el divorcio o con
cualquier conducta menos extremista que implicara algún desprendimiento
emocional del adicto para una vida menos desgastante.
Estos desafíos se resienten en la pareja que eligen para comprobarle a
su madre que ellas sí van a ser queridas, atendidas, no humilladas y su-
ficientemente capaces de controlar la forma enferma de beber o drogarse
del marido que eligieron.
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cuencia las pacientes coadictas repiten algún slogan del programa sin hacer
conexión afectiva al respecto. Esta observación no es de ninguna manera
una crítica al programa de Al-Anón, sino un señalamiento que pretende
demostrar que los estatutos o frases de apoyo que conforman el programa
pueden ser usados como defensa para no confrontar la realidad intrap-
síquica. De hecho, un propósito importante de nuestra labor en el grupo
terapéutico para coadictos es interpretar, desde el plano grupal y personal,
los estatutos del programa para que los pacientes aprendan a integrarlos
a su personalidad y a no hacer de éstos un manejo defensivo que lejos de
rehabilitar puede constituir una limitante para el crecimiento.
El grupo terapéutico para coadictos no puede sustituir al de Al-Anón,
ni viceversa. Ambos resultan ser complementarios. Por sus características
propias, los grupos de Al-Anón, en muchos casos, no son lo suficientemen-
te continentes para confrontar aspectos más íntimos de la persona.
Los elementos narcisistas que prevalecen en la personalidad del coadicto
dificultan la aceptación de límites. El encuadre terapéutico es cuestionado
por las pacientes y frecuentemente vivido como una imposición por parte
de los terapeutas; ante esto, las pacientes pretenden rebelarse intentando,
por ejemplo, romper con la cohesión grupal o demandar en forma constan-
te atención individualizada para cada una de ellas. De hecho, la coadicción
tiene su etiología (causas) en el seno de una familia disfuncional, en la que
generalmente alguno de los progenitores fue adicto y el otro o la otra su
eco, es decir, la coadicción. De tal forma que la pareja terapéutica es vivida
por los coadictos de manera más escindida, e intentan romperla a través
de las comparaciones, la rivalidad, el desafío y el reclamo a cualquiera de
los dos terapeutas.
Podemos decir que una de las características principales del coadicto es
el deseo de arreglar las vidas ajenas para no detenerse a ver la propia. La
evasión no se hace esperar en un grupo para coadictos. Lo más familiar
para sus integrantes es la práctica del consejo e instalarse con sumo placer
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en el supuesto básico grupal de ataque y fuga, que ha sido el estilo más
conocido en su vida. Otro rasgo que prevalece en el coadicto es su capaci-
dad para tolerar y hacer de la culpa la mejor arma para enfrentar la vida. El
coadicto es el superviviente de una familia en que alguno de sus miembros
sufre en forma activa de alguna adicción, aunque no faltan adictos/coadic-
tos, o si se nos permite el término, también hay farmacodependientes. El o
la coadicta sufren la misma adicción desde lo pasivo, su sustancia tóxica es
el adicto (a) y por lo tanto la abstinencia de su sustancia de elección resulta
de difícil manejo. Asimismo, desprenderse de la culpa implica perder toda
una serie de ganancias secundarias que obtienen desde el ejercicio del rol
de víctima. “Cada vez que empiezan a experimentar la plenitud que la vida
puede ofrecer, inmediatamente se sienten como si estuvieran traicionando
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a aquellos que nunca tuvieron la oportunidad”, refiere Cervac.
A través de nuestra experiencia en el manejo de grupos terapéuticos
para coadictos, hemos notado que aparece como resistencia inicial, y
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demasiado usada, el hablar de las dificultades que el adicto tiene en su
vida y no de las dificultades que ellas viven en relación con él. Hemos
señalado constantemente que para ellas es más fácil hablar del otro que
de sí mismas. Esto constituye una de las ganancias secundarias del Sín-
drome de la Coadicción, negándose a sí mismas un motivo interno para
existir, su motivo está puesto en el adicto. De la misma forma en que
el adicto pierde su identidad a través del uso adictivo de alguna sustan-
cia, la coadicta(o) la pierde a través del uso adictivo que hace de sus
objetos de amor. Esta característica dificulta que el grupo adquiera una
identidad propia, la posibilidad de pertenencia y de cohesión grupal; así
la adquisición de una identidad como grupo despierta en los coadictos
temores relacionados con la pérdida de objeto de amor, de tal modo que
se muestran complacientes e intentan ser obedientes con los terapeutas
viviendo las interpretaciones como si fueran órdenes que deben seguir
al pie de la letra. La consecuencia inmediata es la frustración. El modelo
más conocido de su vida es la consejería y su intención inicial al entrar
en el grupo es dar y recibir consejos. Desde su transferencia intentan ser
obedientes con nosotros. Su ganancia secundaria es intentar controlar-
nos a través de su obediencia, abnegación y sumisión, tal y como lo han
hecho con sus pareja.
Conclusiones
1. Las mujeres coadictas sacrifican su feminidad en pro de la preservación
de su coadicción. Prefieren, inconscientemente, no gozar de su desarrollo
como mujeres con tal de no perder el amor o por lo menos la presencia fí-
sica del adicto, del que dependen para satisfacer su necesidad de control.
2. El mecanismo de identificación reivindicatoria en los grupos de coadic-
tas es generalmente el centro de tratamiento, ya que, desde su historia,
son mujeres que pretenden reivindicar en sí mismas la imagen introyec-
tada de una madre aparentemente sumisa y devaluada, pero en realidad
controladora. El mayor resentimiento detectado es precisamente contra
una madre que no fue capaz de rescatarlas y no necesariamente contra el
padre alcohólico. Es por eso que generalmente se casan con un adicto para
demostrarle a una madre introyectada que ellas sí serán capaces de lograr
que él las prefiera más que al alcohol o su sustancia de elección, preservan-
do así el instinto de muerte.
3. Una importante dificultad durante el tratamiento es la convergencia
de la coadicción con el rol cultural, social y religioso que en nuestro país se
exige que desempeñe la mujer, a la que históricamente se le ha vendido la
imagen de la coadicción como sinónimo del amor perfecto.
4. La coadicción no se detiene cuando el adicto inicia su abstinencia, la
coadicta padece del conflicto real de su enfermedad al intentar mantenerla
modalidad conocida en su relación y pretende convertirse entonces en la
sustancia de elección del adicto, transformándose en una mujer con perso-
nalidad tóxica.
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5. El diagnóstico y tratamiento de un (a) paciente coadicto (a) debe ser
considerado de una forma muy particular, ya que la neurosis o el trastorno
de la personalidad que subyace a este padecimiento se torna inmanejable
en un proceso terapéutico individual o grupal en el que la coadicción puede
ser el mejor pretexto resistencial al cambio.
6. La razón de vivir de las mujeres coadictas es ser el tapón de la botella
del marido.
Notas
* Trabajo presentado en el Congreso de Ampag. Cuernavaca, Morelos, no-
viembre de 1993.
** El psicólogo Mario Bejos L. es Terapeuta familiar, trabajador del abordaje
a las adicciones desde 1976, tanto en la docencia como en la prevención
y el tratamiento.
*** Alejandro Casillas del Moral es psicólogo, Terapeuta en adicciones en
distintas instituciones privadas, escritor y director de obras de teatro
sobre adicción y coadicción como “Tejido sin fin”. Entrenamiento en psi-
coterapia analítica y actualmente entrenamiento en dirección de técnicas
dramáticas.
1
Cfr. M. Bejos y A. Casillas, en Revista de las Adicciones n. 7, septiembre
de 1992, p. 6.
2
Melody Beatty, Ya no seas codependiente, Promexa, México, 1987.
3
Comunicación del doctor Francisco Cantú.
4
W.R. Bión, Experiencias en grupos, Paidós, Buenos Aires, 1976.
5
Véase Melody Beatty, Más allá de la codependencia, Promexa, México,
1989.
Bibliografía
BEATY, Melody, Más allá de la codependencia, Promexa, México, 1989.
———, Ya no seas codependiente, Promexa, México, 1987.
BION, W.R., Experiencias en grupos, Paidós, Buenos Aires, 1976.