IV CAPITULO EL APRA COMO UN SOLO PARTIDO

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SERIE: LIBRO EL ANTIIMPERIALISMO

Y EL APRA
FASCÍCULO: 04
Comentado por:
c. FABIOLA DEL PILAR TAIPE RAMIREZ
Ex Secretaria General CUA U. San Martín de Porres

Los Consecuentes

Febrero 2023
CAPÍTULO IV

EL APRA COMO UN
SOLO PARTIDO
El antiimperialismo y el APRA

EL APRA COMO UN SOLO PARTIDO

El APRA, como partido de frente único nacional


indoamericano, se distingue de todos los demás partidos de
izquierda existentes en nuestras veinte Repúblicas en cuanto a
su finalidad y en cuanto a su organización. Recordemos que
ningún partido, sin exceptuar a comunistas y socialistas, se ha
constituido en Indoamérica, hasta ahora, llevando como
objetivo primordial la lucha antiimperialista.

Los más avanzados y modernos han concedido a la acción


contra el imperialismo un limitado aspecto, casi siempre teórico
y adjetivo de su programa doctrinario. En cuanto a su
organización, todos los partidos de izquierda indoamericanos,
o circunscriben su radio de acción a las fronteras del país en el
que han sido constituidos, o lo amplían hasta hacerlo confinar
con los límites del planeta. Los partidos radicales,
socialdemócratas y laboristas, corresponden a la primera
clasificación.

Aislados en un localismo casi xenófobo, jamás han tenido la


visión del problema continental; ni siquiera han dejado sentir su
acción en zonas geográficas aledañas. Amedrentados por los
chauvinismos, o incapaces para descubrir la relación
indestructible e ineludible de nuestros países entre sí, se
mantuvieron en un arrogante aislamiento.

Los otros, los partidos llamados de extrema izquierda, abarcan


demasiado. Sectores subalternos de organizaciones mundiales
subordinan los problemas indoamericanos a los que más
interesan naturalmente a los comandos de sus partidos.
Lógicamente, Europa es su objetivo. Fuera del viejo continente, la
visión política del mundo se torna brumosa y vaga. La
generalización y el simplismo llenan los inmensos vacíos que
dejan abiertos el confusionismo y la ausencia de sentido realista.
Tal ocurre con las secciones comunistas de la III Internacional y
con las de ciertos sectores de la II.
VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

Entre este izquierdismo excesivamente cerrado y aquel


otro tan ilimitadamente abierto, la realidad impone un
izquierdismo de inspiración y método realistas coherente con
los problemas de Indoamérica. A la concepción local o de
nacionalismo chico de los partidos aislados en cada República
—cuya antítesis es la proyección mundial de los partidos
internacionales—, el aprismo plan- tea como síntesis la acción
continental o indoamericana. Ella eleva a primera categoría
política la lucha contra el imperialismo que, como hemos de
verlo en seguida, no puede ni limitarse a cada país
aisladamente, ni confundirse con la lucha mundial.

En el artículo que sirve de punto de partida y de


referencia a esta exposición

— “¿Qué es el APRA?”— leemos las siguientes líneas: “Como


el problema es común a todos los países latinoamericanos en
los que las clases gobernantes son aliadas del imperialismo y
explotan unidos a nuestras clases trabajadoras, no se trata, pues,
de una cuestión nacional para cada una de las Repúblicas de
América Latina”.

Y, luego, en el párrafo siguiente:


“Nuestra experiencia histórica en América Latina, y
especialmente la muy importante y contemporánea de México,
nos demuestra que el inmenso poder del imperialismo yanqui
no puede ser afrontado sin la unidad de los pueblos
latinoamericanos”.

Ninguna experiencia histórica, en verdad, más cercana y


más aprovechable para los indoamericanos, que la que nos
ofrece México. En mi concepto, la Revolución mexicana es
nuestra Revolución; es nuestro más fecundo campo de ensayo
renovador. Sus aciertos y sus errores, sus fracasos y sus éxitos,
sus contradicciones y sus impulsos constructivos, han de derivar
para nuestros pueblos las más aprovechables lecciones.
El antiimperialismo y el APRA

Recordemos que la Revolución mexicana ha sido un


movimiento espontáneo, que es preciso examinar, en toda su
fascinante y a veces terrible realidad para comprender que
nunca fue más exactamente aplicado el vocablo “biológico” a
una Revolución como en este caso. Lombardo Toledano ha
escrito con justeza: “...quien quiera saber de la Revolución
mexicana que no fije su atención exclusivamente en las palabras o
en los actos de sus caudillos aparentes, militares o civiles: la
Revolución se ha hecho con la cooperación de ellos, pero muchas
veces ha tenido que abrirse paso contra su voluntad”19

A las puertas del más poderoso e imperialista país de la


tierra, México ha hecho lo que su realidad le ha permitido
hacer. Su impulso revolucionario detenido o desviado muchas
veces, ha sido espontáneo y vigoroso. Ha pretendido ser
aprovechado o por el imperialismo y sus agentes o por
dirigentes miopes o sensuales, pero así —como el empuje
autóctono de un pueblo que quiere libertarse de toda
opresión— la Revolución mexicana conserva su extraordinario
valor de experiencia para América.

No olvidemos, en primer término, que la Revolución


mexicana no la hicieron los comunistas... No es indispensable
ser comunista para ser revolucionario. El llamado
“bolchevismo mexicano” es una de las tantas frases hechas que
factura la prensa imperialista y repiten los ignorantes o
malintencionados. Recuerdo que en uno de mis artículos sobre
México publicados en la revista de Londres Foreign Affaires
(1925) citaba las palabras que traduzco enseguida de un artículo
de The New York World, firmado por un escritor norte-
americano bastante conocido: Mr. Walter Lippman: “Esta
Revolución —la mexicana— que es frecuentemente llamada
bolchevique y adscrita por escritores sin cuidado a los
comunistas rusos, comenzó y terminó mientras el zar estaba
todavía en el trono de Rusia.
VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

La nueva Constitución mexicana que incorpora las


conquistas de la Revolución, comenzó a regir el 1 de mayo de
1917, seis meses antes de que Lenin tomara el gobierno de
Rusia”.

Y no hay que olvidar tampoco que México en su lucha


revolucionaria por su independencia económica fue hasta
donde pudo ir solo. Ningún país aislado de Indoamérica podría
haber ido más lejos. Esa es la primera lección que nos ofrece la
Revolución mexicana. Sus limitaciones y sus derrotas son
características de un pueblo que lucha aisladamente por libertarse
del imperialismo y de sus aliados internos, bajo la presión del
poder formidable y próximo de su gran enemigo. Antes de
ahora he escrito sobre la Revolución mexicana conceptos en los
que creo necesario insistir hoy.

“En México, nosotros encontramos una Revolución


espontánea, sin programa apenas, una Revolución de instinto, sin
ciencia. México habría llegado a cumplir una misión para
América Latina quizá tan grande como la de Rusia para el mundo,
si su revolución hubiera obedecido a un programa. Pero la
Revolución mexicana no ha tenido teóricos ni líderes. Nada hay
organizado científicamente. Es una sucesión maravillosa de
improvisaciones, de tanteos, de tropezones, salvada por la fuerza
popular, por el instinto enérgico y casi indómito del campesino
revolucionario. Por eso es más admirable la Revolución
mexicana: porque ha sido hecha por hombres ignorantes”.

Y en el siguiente párrafo:
“Pero México no ha resuelto aún muchos de sus graves
problemas y corre el riesgo de caer o en la estagnación o en el
retroceso. Todas las fuerzas espontáneas de la Revolución
mexicana necesitan de orientación. México tiene ante los ojos
el problema industrial que tampoco ha acometido. El
imperialismo es ahora un riesgo terrible para México y solo se
salvará de él o por golpes de instinto y
El antiimperialismo y el APRA

de rebeldía o por un estudio científico y una dirección más


segura y sabia de su política, que en esta lucha no puede estar
desligada del concurso revolucionario de los demás pueblos
latinoamericanos”20.

En el mapa económico del mundo, Indoamérica es una


sola región colonial o semicolonial. Hasta hace pocos años en
algunas de nuestras Repúblicas, en las más avanzadas de
Sudamérica especialmente, existía la ilusión de la
independencia económica. Particularmente en los países donde
la influencia inglesa —detenida en sus efectos políticos por la
rivalidad yanqui21— no había sido balanceada o superada por
esta. Los mismos partidos revolucionarios izquierdistas cayeron
en ese espejismo de independencia. Creían que cada una de
aquellas Repúblicas era, económicamente, como un país
europeo, como Inglaterra, como Francia, como Alemania.
Leían y releían a Marx en todo o en parte, y queriendo
aplicarnos la historia ajena, inventaron una “revolución
industrial”, una “clase burguesa dominante” y “el aparato del
Estado” instrumento de esa clase. La literatura socialista en varios
de nuestros países es de hilarante candor en su mayor parte22. Por
eso los programas políticos no encajaban con la realidad y se
deformaban hasta lo ridículo. Cuando los apristas de hoy
advertimos por primera vez: “nuestros países son colonias o
semicolonias”, hubo extrañeza y protesta. Cuando la nueva
generación revolucionaria indoamericana lanzó sus invocaciones
ante el peligro del imperialismo —desfigurado ya por otra
literatura sentimentalista, no menos irreal ni menos vaga que la de
los teóricos de izquierda— hicimos tambalear castillos de tesis,
doctrinas y retórica, y produjimos pavoroso desconcierto. Pero
nuestra acometida resultó victoriosa desde los primeros
tiempos. José Ingenieros nos había ayudado con la admonición
precursora; luego una falange de gente joven realista y certera
planteó ante nuestros pueblos el problema preciso.

Los programas de los izquierdistas, especialmente de los


que pomposamente se creían conductores omnisapientes del
movimiento social de nuestros pueblos, fueron escondidos
como sombreros de paja en lluvia de verano. Entonces quisieron
alcanzarnos, pero fue tarde. Las muletas y muletillas de la
ideología extranjera se les habían pegado a piernas y brazos y
no podían marchar libremente. La separación entre ellos y
nosotros, coincidente con una separación de época, de
generación, definió con nitidez los límites de nuestro campo de
batalla de los del campo... santo.

En esta etapa precursora era necesaria. Ha sido la niñez


de nuestro movimiento, con su consecuente “enfermedad de
infancia”, que diría Engels23. Pero nosotros hemos aislado
sanitariamente a los enfermos o hemos sepultado piadosamente
a los muertos, y vamos adelante. La cuestión que hoy plantea
el imperialismo a nuestros pueblos es una cuya respuesta no
puede eludir ninguno: ¿Estáis seguros de vuestra libertad? ¿Sois,
en realidad, Estados soberanos?

“Nuestro mundo vive una vida económica que traspasa


las fronteras políticas”24, y la primera consecuencia del
creciente dominio económico del imperialismo
norteamericano en nuestros países, es una consecuencia
política: el problema de la libertad nacional. ¿Somos, en
realidad, pueblos libres? Después de cien años de la derrota de
España, de nuestra regocijada conmemoración actual de aquella
victoria, nos cuesta trabajo pensar que de nuevo somos
esclavos, más o menos esclavos. ¡Muchos se irritan ante la
sospecha; y no faltan miembros del oficialismo cubano o
nicaragüense, por ejemplo, capaces de batirse en duelo en
nombre del pudor sagrado de su patria, contra quienes se atreven
a dudar de su absoluta libertad nacional, teniendo bandera propia
y unos presidentes de la República con bandas y
condecoraciones!
El antiimperialismo y el APRA
Pero, de nuevo, la lección admirable de México nos
ofrece su experiencia valiosísima. La Revolución mexicana
hubiera sido la Revolución más avanzada de la época, quizá, si
no hubiera chocado con la presión imperialista. México no se ha
detenido por falta de élan revolucionario. Se ha detenido por
falta de fuerza material para imponer totalmente las conquistas
de su revolución25.

En cualquier país de Indoamérica, cuyo pueblo, en


nombre de su derecho soberano a adoptar la forma política y
social que tuviera a bien, o que creyera de acuerdo con la justicia
se alzara para imponerla, aparecerá la misma interrogación
inquietante. ¿Será permitido por los intereses del imperialismo
norteamericano? Las oligarquías o clases dominantes aliadas con
el imperialismo y sus servidores desde el poder, plantearán la
cuestión. Washington lo hará en su hora, de acuerdo con la tesis
imperialista de Mr. Hughes en el Congreso de La Habana,
vertida en su discurso arrogante que ningún delegado cumplió
con el deber de responder26. “Como es natural,

Estados Unidos no puede renunciar al derecho de defender


los intereses de sus conciudadanos”, dijo el diplomático
imperialista. El criterio de “peligro” de esos intereses y el criterio
de “defensa” de ellos mismos, es, como la doctrina Monroe y
como todo en la política del Panamericanismo, de
interpretación unilateral27. Pertenece por entero al juicio de
Estados Unidos. Y la historia de Cuba, de Santo Domingo, de
Haití, de Honduras, de Panamá, y la historia fresca en sangre de
mártires de Nicaragua nos dice bien a las claras de la muy
discutible honradez de ese juicio.

El problema primario de nuestros países es, pues el


problema de la libertad nacional amenazada por el
imperialismo que impedirá por la violencia todo intento
político o social de transformación que, a juicio del imperio
yanqui, afecte sus intereses. Ese problema es común a todos
nuestros países.

Ninguno podría declararse ajeno a él. La influencia


económica del imperialismo norteamericano en Indoamérica
es bien conocida. Aunque no sea la misma en sus modalidades
en un país del Caribe que en el Perú o en la Argentina, la
influencia existe y se acrecienta. El Congreso Antiimperialista
de Bruselas se vio obligado a sancionar mi tesis de “los cuatro
sectores”28 en vista de su imposibilidad para negarla. El sector
de México y el Caribe; el sector de las Repúblicas bolivarianas;
el sector de Chile y las Repúblicas del Plata y el sector del Brasil,
aparecen cada vez más definidos como zonas de influencia
imperialista económica y política, diferenciados por
gradaciones tácticas de acuerdo con la realidad de cada una29.

Los cinco mil millones de dólares invertidos por los


capitalistas yanquis en Indoamérica necesitan captar y dominar
todas las seguridades posibles. Esos capitales enormes necesitan
multiplicarse bajo las más absolutas garantías de seguridad y
orden. Cualquier amenaza contra la explotación tranquila de
las masas trabajadoras será violentamente reprimida. Si los
gobiernos no tienen fuerzas suficientes para garantizar la
seguridad de esos miles de millones de dólares invertidos en las
empresas, el imperialismo pondrá sus ejércitos y sus escuadras
todopoderosos al servicio de “los intereses de sus
conciudadanos”. A medida que esas inversiones vayan en
aumento —como que aumentan todos los días— las exigencias
de Washington en nombre de su seguridad serán mayores.

Un día podría llegar en que en nombre de los intereses


de sus conciudadanos, cuya defensa no puede ser renunciada,
según la declaración de Mr. Hughes —recordémoslo una vez
más— Estados Unidos rodeará a Indoamérica con las murallas
de fuego de sus artillerías gigantes. Esta sería empresa cara. No se
acomete ahora porque no hay necesidad de emplear tanto
dinero para defender cinco mil millones. Cuando ellos sean diez
mil o veinte mil o cincuenta mil, la posición norteamericana
será otra.

Nuestros pueblos podrían llegar a ser una gran


Nicaragua. Entonces, ya nuestra libertad o soberanía nacional
pasaría como el recuerdo de la edad juvenil de nuestras
El antiimperialismo y el APRA
abuelas, a ser tema melancólico de sobremesa después de
alguna cena de octogenarios.

Nuestra primera tarea política es, consecuentemente, la


tarea de defender nuestra soberanía. En esta obra de defensa
ningún país aislado puede obtener la victoria. Si el peligro es
común, económico con proyecciones políticas, la defensa tiene
que ser también común.

De ahí la necesidad elemental de un partido de franca


orientación antiimperialista; partido único indoamericano que
lleve un plan expreso de acción realista para afrontar el gran
problema. Y un partido así no necesita de interminables
programas complicados. Basta uno breve y conciso que exprese
un enunciado sintético de doctrina y de acción comunes.

Algunas gentes se han sorprendido del laconismo


extraordinario del programa del APRA. Nosotros hemos creído
que los cinco puntos encerraban completamente los grandes
problemas básicos de Indoamérica. La aplicación de estos cinco
lemas o la forma de hacerlos realizables en cada país será
cuestión del programa nacional del partido que cada pueblo
redacte y sancione, tan amplia- mente como sea necesario.

El programa del APRA es aplicable a cualquiera de los


países indoamericanos. ¿Cómo va a ser aplicado? Es asunto que
depende de las condiciones de la realidad de cada país. Tanto
pueden tomarlo como base de programas de acción nacional el
Brasil o Costa Rica, Chile o Haití, el Perú u Honduras. El
programa, como ya hemos visto, contiene cinco mandatos en
escala lógica: la acción contra el imperialismo tiene como
corolario la unidad política de Indoamérica, que a

su vez —como defensa ante los avances del imperialismo que


viene a capturar nuestra riqueza— nacionalizará la tierra y la
industria. La internacionalización del Canal de Panamá es la
liberación de un medio de circulación de la riqueza,
indispensable para la vida económica libre de nuestros pueblos.
Pro mundi beneficio tiene por lema el escudo de la pequeña
República panameña. Pero el apotegma latino de su flamante
blasón republicano no se ha cumplido en los hechos. El Canal
de Panamá para beneficio del imperialismo, es un instrumento
de dominación sobre nuestros países y un gran peligro en caso de
guerra. Su internacionalización sería, pues, imperativa para una
completa victoria sobre el imperialismo. Por eso constituye
para nosotros un principio indoamericano económico y
político30.

El quinto lema no implica un mero lirismo generoso. El


APRA participa enteramente de los ideales de liberación de todos
los pueblos y clases sojuzgados por el imperialismo en el
mundo. Nuestra diferencia con los románticos del
universalismo antiimperialista, que quieren uncirnos al carro
de las causas libera trices de India, de China, o del África
inglesa, estriba en que históricamente creemos que ninguna
región políticamente independiente del mundo está más
amenazada por el imperialismo que Indoamérica. Basta revisar
las estadísticas y la geografía económica. ¿Cuál es el país de mayor
potencia en estos tiempos? ¿Cuál es el país de mayores
posibilidades como imperio sobre el haz de la tierra en esta
época? No se va a negar que Estados Unidos. Ahora bien, ¿cuál es
la región más próxima a Estados Unidos y —esto es más
importante— la región donde Estados Unidos ha invertido
mayores capitales? Veamos el cuadro de inversiones más
recientes, sin incluir deudas de guerra, en millones de dólares:
Si no aceptamos con Hobson la distinción humorística:
“Patriotism is the love for our own country and Imperialism the
love for more country”32, y si contemplamos el problema
económicamente, tendremos que reconocer que la región del

mundo en mayor peligro por la calidad del agresor imperialista


es Indoamérica. Las cifras lo indican así. El APRA —cuestión
fundamental de diferencia con los románticos del
antiimperialismo mundial— proclama su más amplia
solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidos del mundo,
El antiimperialismo y el APRA
pero se propone acometer la tarea histórica de liberarse del más
monstruoso poder agresor de estos tiempos, para hacer práctica
después su ayuda y su cooperación a los hermanos sojuzgados.
Hasta estratégicamente es lógico que los más próximos al mayor
poder imperialista de la tierra seamos los que luchen primero;
por nosotros y por los demás. Es inocente y pueril ir a ofrecer
ayuda a los extraños en esta hora urgente para nuestros pueblos.

O ir a pedirla cuando bien sabemos que no pueden darla. Caso


concreto: Nicaragua. Cuando vimos unos cuantos auto
delegados, de entre los que dos o tres representaban
verdaderamente a fracciones de Indoamérica ir al Congreso
Mundial de Bruselas, que ya he mencionado, y quedar
relegados en cuarto término, bajo la batuta de los comunistas
criollos, tuvimos que reconocer una vez más —a pesar de
nuestros esfuerzos para ser optimistas— que era llegada la hora de
independizar a nuestros movimientos antiimperialistas de
aquella servidumbre ridícula e inútil.

Es necesario ver el papel de nuestros delegados


libertadores en los congresos europeos, en Moscú, en Bruselas
y en París, para comprender exactamente todo lo falso y tonto
de esas excursiones turísticas. El problema no está allá. Allá se
nos mira como ejemplares pintorescos de regiones fantásticas y
se nos pregunta, con frases hechas, por la extensión, población
y ciudades principales de nuestros países. ¡Se hacen viajes tan
largos para dar lecciones de geografía de kindergarten!

Los resultados prácticos, las consecuencias realistas de


toda esta movilización inútil, no afectan, como vemos, la
marcha de los acontecimientos históricos en nuestros países. Se
repite en cierta forma la burda comedia de los congresos
interburgueses de tipo panamericano. Y es que teniendo el
enemigo tan cerca, con casi cien millones de habitantes que
defender y tantos millones de kilómetros cuadrados que
resguardar, no debemos ir a Europa a pedir consejos o guías
para recibir lecciones de lucha33. Sin abandonar nuestra fraternal
solidaridad con el resto del mundo oprimido, y utilizando todos
los elementos que pueden servir a la causa libertadora, el
APRA, con táctica realista, proclama la necesidad de una acción
exclusivamente indoamericana por la libertad de nuestros
países. Mientras, como hasta hoy, el peligro gravite sobre
nosotros tan cercanamente, somos nosotros los que debemos
afrontarlo. Y aquí parafraseando al fundador de la Primera
Inter- nacional, repetiremos: La emancipación antiimperialista de
los pueblos indoamericanos se deberá a los pueblos
indoamericanos mismos.
El antiimperialismo y el APRA

REFLEXIONES

c. FABIOLA DEL PILAR TAIPE RAMIREZ

En este capítulo, Víctor Raúl Haya de la Torre define al partido


como un frente único indoamericano que tiene como fin la
lucha antiimperialista, que debe darse a partir de la unión de
los pueblos de Indoamérica, que son los que sufren los estragos
de la influencia del imperialismo. Además, menciona que el
APRA, se diferencia de otros partidos de izquierda por su
organización, y porque no se limita en sus programas de acción
y visión política.

Asimismo, el propugna que la lucha antiimperialista no puede


ser aislada, sino debe darse en conjunción y marcando un
derrotero, en el irrestricto respeto de la soberanía nacional y el
desarrollo de los pueblos de Indoamérica. Es por eso por lo
que toma de punto de partida la Revolución Mexicana, aquella
que fue inspiración para la creación de nuestro movimiento, en
cuanto a su proceso y lucha que terminó con la creación de la
Constitución de México del 1 de mayo de 1917.

Finalmente, es preciso mencionar que Víctor Raúl Haya de la


torre, propone al aprismo como inspiración y método
coherente a la realidad de nuestra Latinoamérica, que él
denomina “Indoamérica”, y además nos deja el cimiento de
nuestra doctrina partidaria, definiendo el Plan Máximo, así
como el Plan Mínimo, los cuales son principios que subyacen
en el entendido de una lucha y sueño independentista de
nuestros pueblos, que hasta la actualidad sigue vigente por
lograr una América Latina unida que enarbole las banderas de
la Justicia Social de Pan con Libertad.
CITAS BIBLIOGRAFICAS

2 Superficie de Estados Unidos: 9.537.849 kilómetros cuadrados, es decir, el 23,33 por


ciento de la superficie total de América. Superficie de América Latina o
Indoamérica: 20.719.271 kilómetros cuadrados, es decir, el 50,68 por ciento de la
superficie total de América.
Población probable de Estados Unidos en 1925, incluyendo posesiones:
126.815.230 habitantes.
Población de América Latina o Indoamérica, según los últimos censos practica-
dos en las diversas Repúblicas que la integran: 93.357.405 habitantes.
La población de Estados Unidos es de 35,48 por ciento mayor que la de toda
Indoamérica.
En 1790, según The History and Growth of the United States Census, la
superficie de Estados Unidos era de 1.327.709 kilómetros cuadrados con una
población de 3.929.214 de habitantes. De manera que en más de 130 años su
superficie haaumentado en 618,36 por ciento y su población en un 3.127.49 por
ciento.
En 1965 la población de Estados Unidos fue de 193.800.000 de habitantes y la
de América Latina llegó a 245.000.000 de habitantes. Es decir, en ese año, la
población de América Latina ha sido 26,5 por ciento mayor que la de Estados Unidos.
Se estima que en 1970 Estados Unidos tendrá 211.600.000 habitantes y América
Latina, 282.333.000, es decir, será mayor en 33,4 por ciento.
3 Vicente Lombardo Toledano, La libertad sindical en México, México D. F., Talleres
La Lucha, 1926, cap. V, p. 197.
4 Escrito en 1925. Aparece en el libro Por la emancipación de América Latina, ob. cit.
5 Es preciso tener presente que en cuanto a inversiones en total, el imperialismo inglés
y el estadounidense están equilibrados en Indoamérica. La influencia económica
inglesa predomina en el tercer y cuarto sectores (Chile, países del Plata y Brasil), pero
su acción política no tiene el carácter ostensible y agresivo del imperialismo yanqui,
intérprete único de la doctrina de Monroe. Esta rivalidad imperialista impone al
capitalismo inglés una política más cauta, pero no menos succionante. J. A. Hobson
(The Evolution of Modern Capitalism, Londres y Nueva York, 1927, ob. cit.) anota
que los bancos de Estados Unidos absorben en su mayor parte la financiación de
sus grandes industrias y también entraron en el campo internacional, agregando que
“el National City Bank ha sido el pionero en el establecimiento de secciones
extranjeras en Brasil, Argentina, Uruguay y Cuba” (ob. cit., p. 466). Como dato
ilustrativo,copio del discurso de Thomas A. Lamont, ante la Tercera Conferencia
ComercialPanamericana de Washington, hablando en general sobre las inversiones
inglesas: “Se estima que al estallar la guerra, las inversiones inglesas allende el mar
montaban aproximadamente veinte mil millones de dólares. Durante la guerra los
capitalistasingleses vendieron sus valores americanos en una escala muy extensa. Sin
embargo, el canciller de la Tesorería inglesa declaró en 1925 que sus conciudadanos
todavía poseían en inversiones extranjeras una suma equivalente a casi quince mil
millonesde dólares y, sin duda, estos deben haber vuelto a alcanzar la cifra de
veinte mil millones”. Acta de la Tercera Conferencia Comercial Panamericana,
Washington, Edit. Unión Panamericana, 1927. p. 345. (De estos quince mil millones
o veinte milmillones, una tercera o cuarta parte está invertida en Indoamérica, como
se verá enuna nota comparativa más adelante).
El antiimperialismo y el APRA
6 La más autorizada y seria literatura socialista científica en Indoamérica adolece de
esta falsa posición. Es el caso del ilustre Juan B. Justo —jefe del socialismo argentino
y primer traductor de El capital al castellano—. En su interesante sinopsis El socialismo
argentino (Buenos Aires, La Vanguardia, 1915), Justo define el movimiento revolucio-
nario de mayo de 1810 en Buenos Aires como “netamente burgués” (p. 13). Pero, al
historiar el desarrollo del movimiento socialista argentino —fundado e impulsado
por europeos inmigrantes—, constata que “era un movimiento realmente extranjero”
(p. 25). Justo no hace mención alguna de la influencia del imperialismo y enfoca el
problema social argentino desde un punto de vista completamente europeo.
7 “...eine Kinderkrankheit”, Engels. Anti-Dühring, prólogo, 1878.
2 Achille Villate, Economic Imperialism and International Relations in the Last Fifty
Years, Nueva York, The Macmillan Co., 1923, p. 165.
3 Los intereses del imperialismo han jugado, como se sabe, decisiva influencia en
México. Principalmente los intereses del petróleo. Recordemos que “el petróleo ha
fomentado revoluciones en México, ha derrocado a una serie de presidentes de esa
República y ha conducido ejércitos hostiles a través de sus fronteras”. Louis Fischer,
Oil Imperialism, Nueva York, International Publishers, 1926, p. 9.
8 Véase Diario de la VI Conferencia Internacional Americana, Edit. Washington, 1927,
nro. 36, p. 537. Véase también Víctor M. Maúrtua Intervención-Panamericanismo, La
Habana, 1932.
9 Discurso de Hughes, 30 de agosto de 1928. En el artículo: “Monroe Doctrine” de la
Encyclopaedia Britannica, Charles Evans Hughes escribe —refiriéndose a la doctrina
de Monroe— que “el gobierno de Estados Unidos se ha reservado para sí su definición
y aplicación”. Y añade: “El presidente Wilson observó: La doctrina de Monroe fue
proclamada por Estados Unidos en su propia autoridad. Ha sido y será siempre
mantenida bajo su propia responsabilidad”. Y más adelante agrega: “La construcción
del Canal de Panamá no solamente ha establecido una nueva y conveniente vía de
comercio, sino que ha creado nuevas condiciones y nuevas exigencias de estrategia
y defensa. Es el propósito declarado de Estados Unidos proteger esa vía. Es parte de
la política americana no permitir a ningún poder extranjero el control del Canal de
Panamá o su aproximación a él, o la obtención de cualquier posición que pudiera
interferir el derecho de protección de parte de Estados Unidos o que amenazara la
libertad de sus comunicaciones. Esta posición es igualmente mantenida respecto de
los poderes americanos y no americanos. El derecho afirmado por Estados Unidos de
garantizar protección a las vidas y propiedad de sus connacionales en áreas
peligrosas, donde los gobiernos han cesado de funcionar propiamente, es mantenido
aunque no haya en perspectiva alguna interferencia no americana, y no haya ocasión
de aplicar la doctrina de Monroe”. Véase Encyclopaedia Britannica, decimo-
cuarta edición, vol. 15, pp. 737-738.

10 El texto de la tesis es el siguiente: Los cuatro grandes sectores del imperialismo yanqui
en América.
“De acuerdo con el principio anterior, tenemos que dividir en nuestros estudios
sobre el imperialismo en América Latina los cuatro grandes sectores de su acción,
en cuatro zonas perfectamente distintas”.
El primer sector es “el sector del Caribe”: México, Centroamérica, Panamá y las
Antillas, donde se unen los intereses directos de expansión económica y los indirectos
de estrategia militar, construcción de canales interoceánicos y bases navales de
defensa para Estados Unidos y de contralor y ataque para Sudamérica.

En este sector del imperialismo ha pasado ya el periodo de la concesión, del


tratado de la acción diplomática, y ha entrado en el de acción agresiva, de la
amenaza o de la violencia, desembarco de tropas (Cuba, Santo Domingo, Haití,
Nicaragua, Honduras, Panamá y México son ejemplos históricos de esta forma
culminante del imperialismo yanqui en ese sector).
El segundo sector “es el sector de las Repúblicas bolivarianas”: Venezuela,
Colombia, Ecuador, el Perú, Bolivia, donde la acción imperialista se halla aún en
elperiodo del empréstito, de la concesión, del tratado, interviniendo veladamente
enla marcha de la política interior, alentando los despotismos y convirtiéndolos,
mediante el apoyo financiero, en agentes del imperialismo en esos países.
El tercer sector lo constituyen los países donde las condiciones económicas han
producido mayor desarrollo nacional, donde el Estado es aún más definido y estable
“instrumento de opresión de una clase social sobre otra” y donde los proletariados
son más organizados y más numerosos: “sector de Chile y los países del Plata”. En
esas Repúblicas, campos de mayor influencia del imperialismo británico y donde
el capitalismo industrial ha llegado a su mayor grado de avance en América Latina,
la acción del imperialismo yanqui es de más definido aspecto financiero, bancario,
de crédito industrial y agrícola, formación de grandes compañías, acción más que
ligada directamente con el Estado mismo, con la clase dominante que la normalidad
del Estado asegura y garantiza.
El cuarto sector: “sector de Brasil”, que, con excepción de Chile, es el país
latinoamericano donde Estados Unidos tiene mayores inversiones —según Robert
Dunn (American Foreign Investments, Nueva York, 1925)—, país que, por sus
peculiares condiciones económicas, políticas y sociales, presenta una fisonomía
característica en su desenvolvimiento y es el vasto campo de los imperialismos más
fuertes”. Haya de la Torre, Por la emancipación de América Latina, Buenos Aires,
Gleizer, 1927, p. 207.
11 “Que Estados Unidos reconoce la necesidad de una distinta política regional en el
área del Caribe fue reconocido por el secretario de Estado Hughes, en un discurso
público pronunciado el 30 de agosto de 1923”. Esto fue admitido, también, por el
presidente Coolidge el 27 de abril de 1927, cuando dijo que, hacia esos países,
“we feel a moral responsability that does no attach to the other nations”. Artículo
de Charles W. Hackett, profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de
Texas, en Current History, Nueva York, setiembre de 1927. “Estados Unidos mira el
Caribe como una natural zona de influencia, donde ha intentado ejercer hegemonía.
Con este fin, los estadounidenses han trabajado para protegerla de todo peligro de
competencia política”. Achille Villate, Economic Imperialism and International Rela-
tions during the Last Fifty Years, Nueva York, The Macmillan Co., 1923, p. 63.
12 En cuanto al proyectado Canal de Nicaragua, el APRA mantiene el mismo
principio de internacionalización, que, como se sabe, obedece a un antiguo afán
pormantener neutrales y libres los estrechos y canales. Vale recoger una cita a
esterespecto: “En 1850 Estados Unidos había concluido un tratado con Inglaterra
—elTratado Clayton-Buwler— que proveía la construcción de un canal a través de
Nicaragua. El principio de neutralidad de esta vía internacional fue admitido y
los poderes signatarios debían invitar a otras naciones para unirse a ellas en la
garantíade esa neutralidad. En la víspera de la guerra contra España la construcción
del canal se consideraba necesaria, pero la opinión fue modificada con ese motivo”.

13 Y otra, complementaria: “El Tratado Hay-Paucefoue, concluido en 1901, satisfizo a


EstadosUnidos. Inglaterra aceptó la aprobación del tratado de 1850; el principio de
neutralización del canal fue mantenido, pero, en lugar de una garantía colectiva,
EstadosUnidos asumía la responsabilidad prometiendo simplemente que el canal será
libre y abierto a los barcos de comercio y de guerra de todas las naciones.
Inglaterrareconocía los derechos [de Estados Unidos] a construirlo, administrarlo y
dirigirlo”. Achille Villate, Economic Imperialism and International Relations during the
Last Fifty Years, Nueva York, The Macmillan Co., 1923, pp. 36-37.

En cuanto al Canal de Panamá, el tratado fue firmado en Washington el 18 de


noviembre de 1903 por P. Bunau-Varilla y John Hay: “No en páginas de texto bil-
ingüe como se acostumbra generalmente hacer cuando las altas partes contratantes
son dos que hablan lenguas diversas [...]. En semejantes circunstancias no es de
extrañar que se hubieran deslizado varios errores graves en materia de equivalencias
lexicológicas que un examen comparativo posterior revelando [...]. En el artículo III
con referencia a los derechos, poder y autoridad que Panamá concede a Estados
El antiimperialismo y el APRA
Unidos en la zona del canal, la traducción castellana dice ‘los cuales poseerán y
ejercitarán Estados Unidos como si fueran soberanos, etcétera’. El texto inglés con-
tiene, en realidad, una creación condicional de negación implícita que puesta en
español es así: ‘los derechos, poder y autoridad que Estados Unidos poseería y ejer-
citaría si fuera soberano, etcétera’”. Tomado de la edición oficial de la Convención
celebrada por la República de Panamá y Estados Unidos para la construcción de un
canal para buques a través del istmo de Panamá, para comunicar los océanos
Atlántico y Pacífico. República de Panamá, Secretaría de Relaciones Exteriores,
Imprenta Nacional, 1927. Sobre el proyecto de nuevo tratado, véase el folleto
revelador de Fabián Velarde, Análisis del Nuevo Tratado, Panamá, Star & Herald,
1927.
El Canal de Suez es administrado por la Compagnie Universelle du Canal Mari-
time de Suez, cuyo estatus internacional fue determinado por la llamada Conven-
ción de Constantinopla el 29 de octubre de 1888. Establece en su artículo I que “el
Canal Marítimo de Suez estará siempre abierto en tiempo de guerra como en tiempo
de paz, a todos los barcos de comercio o de guerra, sin distinción de bandera”*.
El Canal de Kiel fue internacionalizado por el Tratado de Versalles, estableciendo

la libertad de acceso a todos los barcos en paz y en guerra, aunque manteniendo


la administración alemana. Véase The Treaty of Peace, con notas de Harold W. V.
Temperley, introducción de Lord Robert Cecil, Londres, 1920, part. XII, artículos
380-386.
* El Canal de Suez se inauguró en 1869. Fue construido por Fernando de Lesseps y
una sociedad franco-inglesa, cuya mayoría de acciones adquirió Inglaterra en 1875.
Desde entonces Inglaterra mantuvo el control del canal hasta 1956, cuando Egipto
lo nacionalizó, al asumir el poder el coronel Gamal Abdel Náser.
14 J. A. Hobson, Imperialism. A Study, Londres, 1902. “Imperialismo puede ser usado
como un término descriptivo que implica penetración económica para adquisición
de materias primas y mercados para realizar inversiones financieras”. Harry Elmer
Barnes, New Tactics in Social Conflict. Symposium, editado por H. W. Leider y Nor-
man Thomas (Annual Conference of the League for Industrial Democracy), Nueva
York, Vanguard Press, 1926, pp. 158-159.

15 J. A. Hobson, Imperialism. A Study, Londres, 1902. “Imperialismo puede ser usado


como un término descriptivo que implica penetración económica para adquisición
de materias primas y mercados para realizar inversiones financieras”. Harry Elmer
Barnes, New Tactics in Social Conflict. Symposium, editado por H. W. Leider y Nor-
man Thomas (Annual Conference of the League for Industrial Democracy), Nueva
York, Vanguard Press, 1926, pp. 158-159.
16 Superficie de Estados Unidos: 9.537.849 kilómetros cuadrados, es decir, el 23,33 por
ciento de la superficie total de América. Superficie de América Latina o Indoaméri-
ca: 20.719.271 kilómetros cuadrados, es decir, el 50,68 por ciento de la superficie
total de América.
Población probable de Estados Unidos en 1925, incluyendo posesiones:
126.815.230 habitantes.

Población de América Latina o Indoamérica, según los últimos censos practica- dos
en las diversas Repúblicas que la integran: 93.357.405 habitantes.
La población de Estados Unidos es de 35,48 por ciento mayor que la de toda
Indoamérica.
En 1790, según The History and Growth of the United States Census, la superficie
de Estados Unidos era de 1.327.709 kilómetros cuadrados con una población de
3.929.214 de habitantes. De manera que en más de 130 años su superficie ha
aumentado en 618,36 por ciento y su población en un 3.127.49 por ciento.
En 1965 la población de Estados Unidos fue de 193.800.000 de habitantes y la
de América Latina llegó a 245.000.000 de habitantes. Es decir, en ese año, la
población de América Latina ha sido 26,5 por ciento mayor que la de Estados Unidos.
Se estima que en 1970 Estados Unidos tendrá 211.600.000 habitantes y América
Latina, 282.333.000, es decir, será mayor en 33,4 por ciento.

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