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, mayo 2015
CAPITULO V
De los derechos y deberes de los cónyuges
Añadido por art. 1 de Ley núm. 30/1981, de 7 julio
Artículo 66.
Doctrina-comentario
Este artículo es la positivación del principio general de igualdad de sexos que se recoge en
los arts. 14 y 32 CE. En este sentido, el legislador, concorde con el límite constitucional que
le imponían dichos preceptos, lo ha recogido como principio fundamental que no sólo ha
informado toda la reforma del derecho matrimonial; sino también que ha vuelto a recordar al
positivarlo. Una primera impresión, dado su carácter, es la que conduce a calificarlo como
innecesario y reiterativo; sin embargo una reflexión más profunda que tome como base su
valor, precisamente, de principio general, lleva a otras conclusiones. De una parte tiene un
sentido negativo: se dirige a negar la situación anterior. «En realidad (señala Lacruz,
Elementos IV-I, p. 174) para llegar al resultado de este precepto, bastaba con no tratar
desigualmente a los esposos en la nueva normativa, pero era tan larga y continua la tradición
de superioridad marital y la obediencia de la mujer que parecía necesario extenderle
expresamente un certificado de defunción». De otra, positivamente, se erige como principio
que debe de presidir la interpretación de toda la normativa del derecho matrimonial en todas
las esferas, es decir, en la personal, la familiar y la patrimonial (STS 6-X-89) actuando no
sólo como límite al poder legislativo —cualquier norma contraria será inconstitucional— sino
como límite legal de los actos que puedan estar regidos por la autonomía privada (art. 1255
CC) (Díez-Picazo y Gullón, Sistema, IV, p. 98). Distinguiendo cada una de las esferas cabe
señalar:
1. La personal del cónyuge casado. Esta, a su vez, implica un doble ámbito: el individual y el
de relación con el otro cónyuge. La igualdad significa el respeto a la individualidad personal,
el reconocimiento de la misma capacidad de obrar sin que el matrimonio, ni el sexo del
cónyuge, pueda actuar como causa de limitación. El principio se ha visto traducido en el
actual art. 71 CC, en la supresión del art. 72 CC en el que se hacía mención a la
comunicación de honores entre los cónyuges y tras la reforma de la nacionalidad por L 51/82
en que el matrimonio ya no modifica la nacionalidad de cada uno de los cónyuges ni limita o
condiciona la adquisición, pérdida o recuperación de la de cada uno de ellos de forma
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3. La relación patrimonial. Siendo en esta esfera en la que encuentran mayor cabida los
actos de autonomía privada, la regla general se traduce en que el principio de igualdad actúa
como límite legal: «cualquier estipulación contraria a las leyes o a las buenas costumbres o
limitativa de la igualdad de derechos que corresponde a cada cónyuge» contenida en
capítulos matrimoniales será nula (art. 1328 CC). Legalmente, a su vez, los regímenes
económico-matrimoniales están regulados tomando como base, precisamente, este principio.
En particular, en cuanto al régimen legal del CC, la sociedad de gananciales (arts. 1344 CC y
ss.).
Artículo 67.
Doctrina-comentario
I. Los derechos y deberes de los cónyuges en general. Este artículo, junto con el 68
comprende los deberes básicos de la relación conyugal, el contenido de la misma; es decir
aquello sobre lo que recae el consentimiento matrimonial (en el matrimonio que se contrae
en forma civil son leídos, cfr. art. 58 CC). Establecen un mínimo a la misma pero no imponen,
respetándolo, un determinado modelo de matrimonio (Díez-Picazo y Gullón, Sistema, IV, p.
95). Jurídicamente reciben la calificación de ser deberes jurídicos, no se trata de verdaderas
obligaciones. Caracteres de los mismos son: la especificidad de su contenido en el que
participa un componente esencialmente ético y su incoercibilidad. Sin embargo esto último no
excluye, por completo, la posibilidad de la existencia de una sanción que se manifiesta desde
dar lugar a la suspensión de la vida en común, o al divorcio, pasando por otras
consecuencias en el plano sucesorio y —caso de que así se califique— de sanciones
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penales. Estos deberes son mutuos, en el sentido de que obligan a ambos cónyuges entre sí;
pero no recíprocos en el sentido del art. 1124 CC. En general se puede plantear la posibilidad
de su disponibilidad por los cónyuges y el alcance de la misma (Gete-Alonso, Com. Fam.
Tecnos, I, pp. 322 ss.). En la actual regulación es posible y cabe distinguir entre:
2. Pactos existente matrimonio. Caben no sólo los tendentes a concretar algún deber
conyugal sino incluso los que se dirigen a eliminarlos. Particular importancia tienen los que
eliminan, para el futuro, el deber de convivencia en la medida en que diversas causas de
separación y divorcio parten del mismo (v. com. arts. 81 ss. CC).
II. Los deberes recogidos en este artículo. Se enumeran el de respeto mutuo, ayuda
mutua y actuación e interés de la familia.
1. El deber de respeto mutuo. Implica una concreción, al ámbito matrimonial, del deber de
respeto al prójimo que se proyecta en la dimensión física y moral de cada cónyuge como
persona individual y a la vez, en su condición de casado. Su concepto es amplio y en él
encuentra cabida tanto el deber de fidelidad (que se trata separadamente, art. 68 CC) cuanto
en general la observancia de una conducta que no lesione la dignidad personal, ni física del
otro cónyuge. Supone el reconocimiento, en el seno de la relación conyugal, de la esfera de
libertad personal de cada cónyuge y del libre desarrollo de su personalidad (bienes de la
misma) en su relación con terceros y en la vida matrimonial. Excluye, así, la imposición
unilateral de ideologías de cualquier tipo, de determinados hábitos sexuales, conductas que
impliquen menosprecio físico o moral, malos tratos de palabra y obra, etc. (STS 14-VII-82).
Este deber subsiste hasta que se produzca la disolución del vínculo (STC 2-XII-82), de modo
que permanece aunque exista separación de hecho. Incluso la doctrina entiende que, en su
dimensión moral, se puede proyectar aún después de la disolución del vínculo (Lacruz,
Elementos, IV, p. 187; García Cantero, Com. Edersa, II, p. 186). Su infracción puede dar
lugar: a) En el ámbito penal puede llegar a ser un delito: injuria, calumnias (arts. 453 ss. CP),
lesiones (arts. 418 ss. CP). b) En el orden civil: es causa de separación (art. 82.1.ª CC) o
divorcio (art. 86.3.ª b y 5.ª CC) siempre que sea grave y reiterado (STS 10-II-83, 28-X-83); es
justa causa para desheredar al cónyuge (art. 855.1.ª CC) y causa de indignidad sucesoria
(art. 756.2.º, 3.º y 6.º CC); puede dar lugar a una acción de carácter indemnizatorio dirigida a
resarcir los daños causados.
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Predicado en relación al grupo, cuando existe matrimonio, representa el tamiz por el cual
deben de pasar todas las decisiones de los cónyuges, sean conjuntas o separadas, hasta el
punto de que, la discrepancia en aquellas que deban de tomarse conjuntamente, puede
llegar a determinar la intervención de la autoridad judicial (cfr. art. 70 CC). Incardinado en el
marco de las relaciones personales entre los cónyuges, viene a ser una concreción de dicho
deber amplio: cada cónyuge puede exigir al otro que su actuación individual (exista o no
familia) no socave las bases de la unidad (que no indisolubilidad) del matrimonio. Significa
que cada uno de ellos está limitado por el otro en cuanto que su status de cónyuge implica
una comunidad que no existía antes del matrimonio. Tal limitación, sin embargo, y en ningún
caso, puede llevar a su subordinación de la mujer al marido o a la inversa (se encuentra
regido por el principio de igualdad entre los cónyuges, cfr. art. 66 CC). En todo caso, parece
que dada la colocación sistemática del precepto, se refiere sólo a la familia nuclear
(cónyuges e hijos) (Díez-Picazo y Gullón, Sistema, IV, p. 97). Su lesión puede dar lugar a la
separación (art. 82.1.ª CC) o al divorcio (art. 86.3.ª CC); ser causa de deshederación (art.
855.1.ª CC) y a la acción indemnizatoria de daños y perjuicios.
Artículo 68.
Doctrina-comentario
III. El deber de fidelidad. A pesar de que aparece enunciado conforme a una fórmula muy
tradicional es común interpretar (Gete-Alonso, Com. Fam. Tecnos, I, pp. 338 ss.; Díez-
Picazo y Gullón, Sistema, IV, p. 97; Albaladejo, Curso, IV, p. 129) que no sólo se
comprende en él el adulterio y el amancebamiento sino, en general, cualquier conducta
contraria al respeto debido entre los cónyuges y a la dignidad que el matrimonio comporta.
La exigencia de fidelidad es una especificación del deber de respeto mutuo que se traduce,
en su vertiente de incumplimiento, en la relación carnal o no con terceros, debiendo de
valorarse en función de lo que la comunidad social considera en cada momento. Comprende,
pues, tanto al adulterio y amancebamiento (que hoy sólo son ilícitos civiles) como a la
relación homosexual con terceros o de cualquier otro tipo, incluso las relaciones no carnales
siempre que la conciencia social así las califique. Se refiere tanto a hechos aislados como
permanentes o continuados pero siempre que sean culpables, es decir voluntariamente
provocados por el cónyuge infractor. Su incumplimiento da lugar a que pueda existir causa de
deshederación (art. 855.1.ª CC); pueda actuar como causa de separación (art. 82.1.ª CC) y
divorcio (art. 86.3.ª b CC) salvo «si existe previa separación de hecho libremente consentida
por ambos o impuesta por el que la alegue» (art. 82.1.ª II CC); es causa de pérdida de
derecho de alimentos (art. 152.4.º CC); también puede originar la correspondiente acción
indemnizatoria.
IV. El deber de socorro mutuo. Es reiterativo al exigir el art. 67 CC el deber de ayuda mutua
entre los cónyuges, pero cabe diferenciarlo de aquél si se concreta, únicamente, al ámbito
material y económico de la relación matrimonial (v. com. art. 67 CC). Este deber encuentra su
proyección en el ámbito de contribución a las necesidades ordinarias de la vida común que
se traducen no sólo en la obligación legal de alimentos sino también en el levantamiento de
las cargas matrimoniales con los bienes privativos de cada uno de los cónyuges (art. 1318
CC), e incluso en el deber de proporcionar los recursos económicos necesarios a la familia
conforme a la posición económico-social de cada matrimonio. El incumplimiento de este
deber es causa justa de deshederación (art. 855.1.ª CC); causa de divorcio (art. 86.3.ª b CC)
y de separación (art. 82.1.ª CC). Asimismo, la negativa a proporcionar alimentos o a
contribuir al sostenimiento de las cargas matrimoniales dará lugar a que pueda solicitarse la
actuación judicial pertinente para asegurar su satisfacción (cfr. arts. 142 ss. y 1318 CC). En
su aspecto de deuda alimenticia aparece sustituido, en los supuestos de separación
matrimonial, por las previsiones que se contengan en el convenio regulador (si existe) (art. 90
CC) o por la decisión judicial (art. 93 CC).
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Artículo 69.
Doctrina-comentario
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Artículo 70.
Doctrina-comentario
II. Modos de determinación del domicilio. A ellos se refiere este precepto partiendo de la
base de que el domicilio conyugal es un domicilio único para una pluralidad de personas. La
ley establece dos medios:
1. Común acuerdo de los cónyuges. Consecuencia del principio de igualdad (art. 66 CC). La
comunidad de acuerdo implica el consentimiento unánime de los mismos; puede ser expreso
o tácito y está libre de forma ya que este art. 70 sólo requiere la existencia del mismo sin
más. El pacto puede ser anterior al matrimonio quedando confirmado en el momento de la
celebración del mismo (Lacruz, Com. Lacruz, p. 410), o posterior a él (lo serán, siempre, las
modificaciones que puedan producirse). En este sentido debe de entenderse derogado el art.
64 I LEC en relación al domicilio de las mujeres casadas. El domicilio individual de cualquiera
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de los cónyuges —sea anterior o posterior al matrimonio— no puede imponerse, por el otro;
es necesario, siempre, el acuerdo.
El interés familiar está informado, a su vez, por el de igualdad entre los cónyuges (art. 66
CC). Consecuencia de ello y de la admisión de un domicilio individual junto al conyugal es
que, aunque el Juez deba de señalar un único domicilio conyugal pueda, a la vez, acordar la
permanencia de un domicilio individual independiente (que no es el del art. 1882 II LEC) para
el cónyuge que, en interés de la familia, vio frustrada su igualdad de oportunidades.
La disp. ad. 4.ª L 30/81 establece que las resoluciones judiciales a las que se refiere este
artículo se dictarán previos los trámites establecidos en los arts. 1884 y 1885 LEC.
Artículo 71.
Doctrina-comentario
negocios ajenos sin mandato (arts. 1709 ss. y 1888 ss. CC); 2) La actuación en nombre del
otro cónyuge se sitúa en el plano personal y el de los bienes privativos de cada uno de ellos,
la norma no alcanza a la posible comunidad económica (régimen de bienes) que pudiera
existir entre ellos, en especial a la sociedad de gananciales. Después de la modificación de la
regulación de aquélla, el marido ya no ostenta la representación automática de la masa
consorcial al haberse establecido el principio de comunidad de gestión y administración (art.
1375 CC) de la misma; pero ello no excluye, sin embargo, en esta esfera patrimonial, la
posible responsabilidad económica de un cónyuge, frente a terceros, por los actos realizados
por el otro. Pero, en verdad, no se trata aquí tanto de una excepción cuanto de la aplicación
de los principios que rigen el régimen económico-matrimonial de gananciales (reglas de
responsabilidad objetiva y subjetiva de los bienes de la masa ganancial, arts. 1362 CC ss., v.
com.). Especialidad, de otra parte, que se incardina más en la figura del mandato que en la
de la representación.
Artículo 72.
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Doctrina-comentario
Este artículo ha quedado suprimido por la L 30/81 que modificó la regulación del matrimonio
en el CC.
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