2. El problema filosófico del conocimiento
2. El problema filosófico del conocimiento
2. El problema filosófico del conocimiento
En muchas ocasiones decimos que sabemos una cosa cuando, en realidad, lo que estamos haciendo es
aceptar la opinión de alguien o una explicación muy extendida sobre un tema. Para la filosofía nunca
fue suficiente simplemente aceptar que algo es verdadero: es necesaria una buena razón que permita
creerlo, la cual ha de ser respaldada por argumentos convincentes. Existe una rama de la filosofía que
se encarga de examinar las cuestiones relativas al conocimiento: qué es eso de “saber” algo, de qué
herramientas disponemos para adquirir conocimiento de las cosas, qué grado de fiabilidad nos
proporciona cada una de esas herramientas, qué tipos de conocimiento existen y si hay o no límites
para nuestra capacidad de conocer lo que hay. Esta rama se llama epistemología o teoría del
conocimiento.
Grados de conocimiento
Aunque todos, de un modo intuitivo, creemos entender qué significa “conocer algo”, a la hora de la
verdad resulta muy difícil explicarlo de un modo riguroso. Podemos intentar una definición sencilla:
el conocimiento es una explicación de la realidad que nos permite entenderla mejor: comprender sus
causas y poder predecir algunas de sus consecuencias. Prácticamente, todos los autores están de
acuerdo en considerar el conocimiento como una forma de relación entre un sujeto y un objeto:
conocer es lo que tiene lugar cuando un sujeto aprehende (capta, adquiere) un objeto. El conocimiento
parece ser una forma de presencia del objeto (exterior) en el sujeto.
Así, en el conocimiento hay una combinación de planos subjetivo y objetivo. Dependiendo de dicha
combinación, podemos distinguir tres grados fundamentales de conocimiento: la opinión, la creencia y
el saber en sentido estricto.
1. La opinión es una apreciación del sujeto (es decir, subjetiva) de la que no podemos estar
seguros y que tampoco podemos probar a los demás. En la opinión, desde el punto de vista
objetivo, no encontramos ninguna justificación que podamos comunicar a los demás de modo
que tengan que aceptarla. Una justificación es objetivamente válida cuando tiene que
aceptarla cualquier ser racional que la examine. Desde el punto de vista subjetivo, no nos
atrevemos a afirmar que estamos convencidos de ello, por eso solemos expresar las opiniones
diciendo “opino que” y “no estoy convencido de que”.
2. La creencia se da cuando alguien está convencido de que lo que piensa es verdad, pero no
puede aducir una justificación que pueda ser aceptada por todos. La seguridad es sólo
subjetiva; lo que creemos no tiene una justificación objetiva suficiente.
3. El conocimiento puede definirse aquí como una opinión fundamentada tanto subjetivamente
-en este sentido, sería como una creencia- como objetivamente -en este sentido, es más que
una creencia-. Es una creencia de la que estamos seguros pero que, además, podemos probar.
Poder justificar racionalmente algo (dar razones) es lo característico del conocimiento. Saber
algo es poder dar razón de ello ante los demás.
realidad que nos rodea. Dichas herramientas del conocimiento reciben el nombre de facultades
cognitivas, entre las cuales podemos destacar las siguientes:
LA PERCEPCIÓN, que nos pone en contacto con la realidad y nos permite construir
representaciones de ésta a partir de los datos que nos proporcionan nuestros sentidos. La percepción
organiza e interpreta los datos sensoriales, configurando así una imagen unitaria y coherente del
supuesto objeto externo. Esto es de esto modo, pues no percibimos sensaciones aisladas, sino que
construimos una imagen total, la cual agrupa y combina lo que serían datos simples, como olores,
colores, tactos, etc.
LA MEMORIA nos permite retener y recordar en el futuro las imágenes que la percepción nos
proporciona. Esta capacidad para retener experiencias del pasado posibilita el aprendizaje así como
nuestra identidad y continuidad como personas. No obstante, el tiempo puede ir diluyendo la huella
que dejan nuestras experiencias produciendo el olvido, o incapacidad para recuperar información
almacenada en la memoria.
Es evidente que estos cuatro elementos no están desligados entre sí, sino que suelen trabajar
conjuntamente, retroalimentándose, en el proceso del conocimiento.
En general, a pesar de que entre los filósofos solemos encontrar diferentes puntos de vista, se
considera que el conocimiento de la realidad comienza con la experiencia o con los datos sensoriales
que recibimos de esta.
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
pretensión de objetividad (no solo podemos afirmar, por ejemplo, “mi perro es mamífero” sino “todos
los perros son mamíferos”). ¿Cómo es posible esto? Gracias al proceso mental que conocemos como
abstracción.
La abstracción es una operación mental que consiste en considerar por separado aquello que realmente
no lo está, prescindiendo del resto. Es mediante un proceso de este tipo como se construyen los
conceptos. Por ejemplo: de “este blanco” abstraigo “blanco”; y de “blanco”, “rojo”, “amarillo”, etc.,
abstraigo algo común a todos ellos: “color“. De este modo construyo una representación mental: el
concepto, el cual va acompañado del término correspondiente (“color”, “colour”, “Farbe”, etc., según
sea mi idioma).
Otro ejemplo: si al considerar muchos árboles hago la operación de abstraer (considerar por separado)
las distintas tonalidades de colores que he detectado, los diferentes tamaños que he visto, la variedad
de las formas de hojas que he ido encontrando, los diferentes tipos de frutos, etc., y trato de considerar
solamente qué es un árbol, es decir, qué es lo común a todos los árboles del mundo y qué es lo que
distingue a todo árbol del resto de las cosas del mundo, estoy construyendo un concepto.
Por medio de los conceptos seleccionamos los rasgos o características que son comunes a una
pluralidad de objetos prescindiendo de aquellas características que no comparten todos ellos. Otro
ejemplo: el concepto de “perro” recoge las características que son comunes a todos los perros y deja
fuera aquellas otras características que no son comunes a todos los perros (hay perros grandes,
medianos y pequeños, los hay de diferentes colores, de diferentes razas, etc., pero todos ellos son
perros).
El pensamiento humano se caracteriza por la utilización de conceptos. Un ser humano adulto posee
una amplia red de conceptos, pero siempre es posible la construcción de conceptos nuevos. Esto es
fundamental para la ampliación de nuestros conocimientos. Los progresos científicos, por su parte,
siempre van a acompañados de la creación de nuevos conceptos.
Los filósofos discuten, no obstante, si hay que situar la base del conocimiento en los datos que nos
aportan los sentidos, o si, por el contrario, el fundamento del saber humano ha de recaer más bien en
la razón. Los llamados empiristas entienden que la razón es clave para desarrollar el conocimiento,
pero defienden que el conocimiento racional debe partir siempre de los datos aportados por los
sentidos y apoyarse en ellos, si no quiere perderse en elucubraciones y fantasías. En cambio, los
racionalistas argumentan que, como los sentidos no son siempre fiables (en muchas ocasiones nos
engañan), es la razón y no la experiencia sensorial la única que puede constituirse legítimamente
como una base sólida para el conocimiento.
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
Los racionalistas entendían, por contra, que nuestra mente sí dispone de contenidos desde el principio
(según ellos, no todas las ideas que poseemos proceden del aprendizaje a través de la experiencia o
son creadas por nosotros, sino que algunas se encuentran en nuestra mente al nacer). La polémica
entre estas dos posiciones adquirió una gran importancia para la filosofía durante los siglos XVII y
XVIII.
La epistemología kantiana
Con la intención de superar el antagonismo entre ambas posiciones, en el último tercio del siglo XVIII
Immanuel Kant trató de formular una explicación del proceso de conocimiento que recogiera los
aspectos que le parecieron más válidos tanto de los racionalistas como de los empiristas. Las teorías
epistemológicas formuladas después de Kant la han tomado como referencia y han entrado en
discusión con ella. De ahí su importancia.
Según Kant, en el proceso de conocimiento participan simultáneamente tres facultades humanas:
sensibilidad, entendimiento y razón.
La sensibilidad
Para poder alcanzar conocimiento necesitamos recibir datos externos. Sin estos no descubrimos nada
nuevo y, por tanto, no podemos lograr conocimiento alguno (pues podemos decir que conocer es
alcanzar una información nueva, algo que estaba oculto para nosotros.
Esta capacidad humana de recibir sensaciones que proceden del exterior, y de captarlas y retenerlas
con vistas a descubrir verdades nuevas, se llama sensibilidad. Ahora bien: cualquier percepción que,
por medio de los sentidos, nos llega desde el exterior de nuestra mente es de algo que se halla
localizado en un punto del espacio y ubicado en un momento exacto de la línea del tiempo. El espacio
y el tiempo son, así, los recipientes en los cuales nuestra sensibilidad recoge los datos que se hallan
fuera de nuestra mente. Sin una posición espacial y un valor temporal nada puede ser procesado por
nuestra mente. Así, la sensibilidad es una facultad que:
● Recoge los datos externos
● Ubica esos datos en un lugar y un momento concretos
(Según Kant, el espacio y el tiempo no son propiedades de las cosas, sino que son las condiciones
subjetivas que hacen posible la experiencia: son algo “puesto” por la sensibilidad en el acto de
conocer. Fuera del sujeto, el espacio y el tiempo no son nada)
El entendimiento
Los datos percibidos que capta nuestra sensibilidad son inconexos. Al percibir, por ejemplo, una mesa
roja, la sensibilidad recibe, en una ubicación espacial y en un momento temporal, muchos estímulos
simultáneamente: los materiales de los que está hecha, las formas y tamaños de estos, la unión entre
ellos, su color, etc. Es necesaria, por tanto, otra facultad que pueda crear una síntesis, es decir, reunir y
ordenar esa diversidad caótica de percepciones. Y la facultad encargada de “realizar” esa unión es el
entendimiento humano.
Esta capacidad del entendimiento de ordenar los datos que proceden de la experiencia y generar dicha
síntesis es posible debido a que trabaja mediante unos conceptos predeterminados que ya tenemos
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
incorporados desde que nacemos y que compartimos con todos los seres humanos: las llamadas
categorías. Las categorías son conceptos o estructuras innatas, es decir, que no hemos aprendido (a
diferencia de otros conceptos, los empíricos, que son generalizaciones tomadas de la experiencia,
como “árbol”, “casa”, “perro”, etc), sino que forman parte de nosotros desde el nacimiento y nos
sirven para estructurarlas informaciones que recogen nuestros sentidos.
Por ejemplo, una de estas categorías (son 12 en total) es la de sustancia. Gracias a ella, según Kant,
percibimos la realidad como algo constituido por objetos, pues dicha categoría es la responsable de
que agrupemos varias sensaciones como manifestaciones de una misma realidad o sustancia.
Asimismo, el establecimiento de relaciones de causa y efecto entre los distintos fenómenos viene dada
por la categoría de causalidad: ella posibilita que podamos conectar unos fenómenos con otros en
determinadas condiciones.
Sin las categorías nuestra imagen del mundo resultaría completamente diferente: de hecho, no
podemos ni imaginarnos cómo sería, pues ellas también establecen el modo como opera nuestra
imaginación.
La razón
En Kant la palabra razón tiene un significado específico: si la sensibilidad sitúa todo lo que llega bajo
unas coordenadas espaciotemporales, y el entendimiento lo estructura según unas determinadas
categorías, la razón nos lleva a pensar sobre los fundamentos o los primeros principios de lo que
experimentamos.
La razón es aquello que nos induce a plantearnos el porqué de las cosas de manera incesante. Así, a
cada respuesta que obtenemos de por qué sucede esto o lo otro, la razón nos invita a preguntarnos
nuevamente cuál es la explicación de la causa que hemos encontrado. Como la cadena de sucesivos
“porqués” tiende a hacerse infinita, y nuestra razón no puede pensar la infinitud, eso la lleva a generar
lo que Kant llama las “ideas metafísicas” (las ideas son tres: Alma -unifica nuestra experiencia
interna-, Mundo -unifica nuestra experiencia externa- y Dios -ambas esferas se reducen a una
mediante la idea de Dios-). Las ideas metafísicas no tienen su origen en la experiencia, pero el ser
humano recurre inevitablemente a ellas para explicarse la realidad.
Dichas ideas metafísicas responden a la necesidad de la razón de contestar a las siguientes preguntas:
1. ¿En qué medida tenemos libertad a la hora de actuar?
2. ¿Qué sentido le podemos encontrar al mundo? ¿Existe algún futuro para mí tras la muerte?
3. ¿Hay una entidad universal o realidad cósmica que otorgue unidad a todo lo que existe?
Sin embargo, según Kant, a pesar de que la razón construye las ideas metafísicas, cuando tratamos de
emplear nuestro entendimiento para demostrar alguna cosa sobre ellas nos topamos siempre con una
dificultad: al intentar aplicar las categorías del entendimiento sobre dichas ideas, como estas se
refieren a entidades que no están situadas en el espacio y en el tiempo, es decir, como quedan al
margen de la facultad de la sensibilidad, resulta que las categorías no pueden funcionar
adecuadamente y acaban demostrándonos tanto una cosa como su contraria; es decir, generan
contradicción y no aportan conocimiento.
De este modo, Kant llega a la conclusión de que no puede haber conocimiento sobre las entidades
metafísicas, pues la razón no puede ni afirmar ni negar su existencia, por más que sea inevitable
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
pensar en ellas cuando nos planteamos las preguntas fundamentales. Por supuesto, podemos pensar
(considerar estas ideas en la mente) en las grandes cuestiones metafísicas -Dios, el alma, el mundo (su
origen, su finalidad…)-, pero nada podemos conoceracerca de ellas. Lo que más cabe aquí es la
creencia, no el conocimiento. La crítica de Kant a la metafísica fue, como se ve, demoledora.
2. Teorías de la verdad
La verdad: sublime palabra. Quizá lo más admirable de la verdad no sea tanto su concepto como la
lucha de los hombres y mujeres por alcanzarla. “Soy amigo de Platón, pero aún más de la verdad”, se
dice que proclamó Aristóteles cuando criticó la doctrina de su maestro.
Verdad de proposiciones
La verdad no solo se atribuye a la realidad, sino, sobre todo, a las afirmaciones que hacemos acerca de
ella. Así entendida, la verdad es una propiedad que pueden tener nuestras proposiciones. Ahora bien,
podemos distinguir dos tipos de proposiciones: empíricas (las que afirman algo de los hechos y
acontecimientos del mundo) y formales (no dicen nada acerca de la realidad).
● En el caso de las proposiciones formales, como lo son, por ejemplo, las proposiciones de la
lógica y las matemáticas, su verdad, su validez, depende solamente de las definiciones de los
símbolos que contiene (del significado que le hemos dado a sus términos) y de la coherencia
con el resto de las proposiciones aceptadas del sistema o teoría. Si, por ejemplo, medimos lo
que parece ser un triángulo y encontramos que la suma de sus ángulos no es de 180 grados, no
diremos que hemos encontrado un caso que invalida una verdad matemática sino, más bien,
diremos que eso no es un “triángulo” o que, tal vez, hemos medido mal. O, por ejemplo, la
proposición “3 elevado al cuadrado es 9” es verdadera si es coherente con las reglas y los
principios que forman parte del sistema matemático.
● Respecto a la verdad de las proposiciones empíricas (que afirman algo de los hechos del
mundo), existen muchas “teorías de la verdad”, pero todas parten de la concepción de la
verdad como correspondencia, que procede de Aristóteles (384-322 a. C.).
Según esta concepción, la verdad es el “ajuste” del pensamiento a la realidad: si pensamos que las
cosas son como realmente son, nuestro pensamiento -y nuestro decir- es verdadero. Así, “María y
Juan fueron al concierto de Hombres G es una proposición verdadera si María y Juan fueron a ese
concierto, y es falsa si no fueron. Sin embargo, aunque esta teoría es muy intuitiva, no consigue
determinar exactamente en qué consiste esta correspondencia entre el lenguaje y la realidad.
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
Lo malo de la evidencia es que no sirve como criterio en determinados ámbitos del saber o de las
creencias: no hay evidencias en moral, política, religión… Y el sentimiento de certeza y seguridad que
proporciona la evidencia es, justamente, un estado mental o sentimiento, propio del sujeto que conoce
y no del objeto conocido; o sea, es algo subjetivo, por lo que no resulta un criterio satisfactorio
(mientras yo siento la certeza de que hay vida en otros planetas, otros pueden no sentirla y tener serias
dudas al respecto). Además: no sabemos exactamente en qué consiste y resulta difícil poder asegurar
su legitimidad: por el hecho de que estamos conformados social y culturalmente, tendemos a
considerar evidentes cosas que pueden no serlo.
● LA COHERENCIA
El saber (las creencias que consideramos verdaderas) forma -o, al menos, tiende a formar- sistema.
Así, la regla de la coherencia -como criterio de verdad- nos dice: una proposición es verdadera si es
coherente con el sistema de nuestro saber; es decir: si no entra en contradicción con el resto de las
proposiciones aceptadas. Por ejemplo: la proposición “si sigues caminando hacia el horizonte, llegarás
al fin del mundo” es falsa porque contradice numerosas proposiciones verdaderas (por ejemplo: “la
Tierra es redonda”).
Por otro lado, tal vez no deberíamos concebir los sistemas de creencias como algo cerrado y
definitivo, sino como algo vivo y en evolución: cuando sobreviene una evidencia incontrovertible que
contradice el sistema, éste se reorganizará e, incluso, expulsará creencias particulares incompatibles.
Así -y no solo por acumulación, como veremos en vídeos/temas posteriores- es como progresa la
ciencia y nuestra concepción del mundo.
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
El acuerdo acerca de un único criterio de verdad no parece posible: es unos casos deberemos recurrir a
un criterio; en otros a otro; en ocasiones, a varios de ellos. Por otro lado, ningún criterio puede
considerarse absolutamente seguro: por ese motivo, lamentablemente o afortunadamente, nunca
podemos estar totalmente seguros de conocer la verdad.
Descubrir las carencias de los criterios para reconocer la verdad puede llevarnos a dudar de la
existencia de un conocimiento válido y seguro. En este sentido, puede ser interesante exponer
brevemente algunas actitudes ante la posibilidad del conocimiento.
La posibilidad de conocimiento
● LA CRÍTICA
Para los pensadores críticos el conocimiento es posible; sin embargo, este no es incuestionable y
definitivo, sino que debe ser revisado y criticado continuamente para detectar posibles falsificaciones
y errores. Aunque prácticamente no ha habido ningún filósofo que no haya ejercido la crítica, ésta se
convierte en actitud predominante a partir del siglo XVIII, gracias a Hume y Kant.
Criticar es para Kant “llevar ante el tribunal de la razón”. Esto significa que la razón es la guía última
– el juez supremo- del ser humano. Que, por tanto, es preciso que el ser humano se atreva a pensar y
no crea sino aquello que racionalmente (conforme a pruebas o razones) piense que puede creer.
Renunciar al uso de la propia razón sólo puede deberse a la inaceptable pereza o cobardía.
● EL DOGMATISMO Y EL ESCEPTICISMO
Se trata de las dos manifestaciones extremas del espíritu crítico: su ausencia absoluta o su
exageración. “Dogmatismo” es la actitud del que rechaza criticar sus propias creencias;
“escepticismo” es la actitud del que critica hasta tal punto que concluye que no puede creer en nada.
El dogmático cree, normalmente, más de lo que puede creer racionalmente; el escéptico, mucho
menos.
Un dogmático, por serlo, jamás se criticará a sí mismo. En este sentido, su postura es irracional: la
ausencia de crítica denota temor o desprecio por la razón. Con respecto al escepticismo, la mayor
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UNIDAD 2. EL PROBLEMA FILOSÓFICO DEL CONOCIMIENTO
crítica que se le ha hecho es que se contradice a sí mismo: si se pretende saber que no podemos saber
con certeza nada, ¿cómo puede acaso saberse que esto último es cierto?