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1.

Problemas historiográficos y conceptos clave:


La historiografía musical del período 1760-1890 presenta desafíos significativos en la definición y
aplicación de conceptos como estilo, estética y movimiento cultural. Estos términos, aunque
fundamentales para el análisis histórico-musical, son inherentemente complejos y multifacéticos, lo
que dificulta su uso consistente y preciso en el estudio de la música de este período.
El concepto de estilo, por ejemplo, puede referirse tanto a características técnicas específicas de
composición como a tendencias más amplias en la expresión musical. La estética, por su parte,
abarca no solo las teorías formales sobre la belleza en la música, sino también las percepciones
cambiantes del público y los críticos sobre lo que constituye una "buena" música. El movimiento
cultural, un término aún más amplio, implica la interacción entre la música y otras formas de
expresión artística, así como su relación con las corrientes sociales y políticas de la época.
En este contexto, los imaginarios de la revolución social en la modernidad jugaron un papel crucial
en la evolución de la música política y el teatro musical. La Revolución Francesa, en particular,
tuvo un impacto profundo en la creación y recepción de la música, como lo demuestra Esteban
Buch en su análisis de "La Marsellesa" (Buch, 2001). Este himno revolucionario no solo se
convirtió en un símbolo musical de los ideales republicanos, sino que también ejemplifica cómo la
música puede encarnar y propagar ideas políticas.
El énfasis en el individuo, característico de la era romántica, se manifestó en la música de diversas
formas. Por un lado, llevó a una mayor expresión de la subjetividad en la composición, con obras
que buscaban reflejar los estados emocionales internos del compositor. Por otro lado, influyó en las
prácticas de interpretación y escucha, con un creciente interés en la figura del virtuoso y en la
experiencia personal de la música.
La conciencia de la vida privada y la práctica musical familiar de la burguesía representaron un
cambio significativo en la función social de la música. El salón burgués se convirtió en un espacio
crucial para la interpretación y apreciación musical, fomentando el desarrollo de géneros como el
lied y las piezas para piano solo. Este fenómeno está estrechamente relacionado con la distinción
entre el ámbito privado y el público durante el siglo XIX, una dicotomía que influyó profundamente
en la producción y el consumo musical.
2. Nacionalidad, primitivismo y conflictos de significado:
La dimensión estética, histórica y lingüística de la nacionalidad emergió como un factor
determinante en la música del siglo XIX. El surgimiento de los estados-nación en Europa llevó a un
interés renovado en las tradiciones musicales locales y a intentos de crear estilos musicales
"nacionales" distintivos. Este fenómeno se manifestó de diversas maneras, desde el uso de melodías
folclóricas en composiciones "cultas" hasta la creación de óperas basadas en temas históricos o
mitológicos nacionales.
El desarrollo del primitivismo en la música del siglo XIX puede entenderse como una reacción
contra la creciente complejidad y sofisticación de la música "culta". Este movimiento buscaba
inspiración en formas musicales supuestamente más "puras" o "naturales", a menudo idealizando las
tradiciones musicales rurales o "exóticas". El primitivismo tuvo un impacto significativo en la
evolución de géneros como el lied, que experimentó transformaciones importantes durante este
período.
El conflicto por el significado en la música fue una característica central del debate estético del
siglo XIX. Las tensiones entre el ideal de la autonomía musical y la música programática reflejaban
visiones divergentes sobre la naturaleza y el propósito de la música. Mientras que algunos
compositores y teóricos defendían la idea de la "música absoluta", argumentando que la música
debía ser apreciada puramente por sus cualidades formales y sonoras, otros abogaban por la música
programática, que buscaba representar ideas o narrativas extra-musicales.
El historicismo, la invención de la cultura tradicional y la estructuración del canon musical fueron
procesos interrelacionados que tuvieron un impacto profundo en la comprensión y valoración de la
música del pasado y del presente. El siglo XIX vio el surgimiento de un interés sistemático en la
música histórica, lo que llevó a la recuperación y reinterpretación de obras del pasado. Al mismo
tiempo, se desarrolló una conciencia cada vez mayor de la "tradición" musical, que a menudo
implicaba la construcción o reinvención de prácticas musicales supuestamente antiguas.
La fundación de la musicología como disciplina académica y el desarrollo de la crítica musical
profesional fueron consecuencias directas de estos procesos. Estos campos emergentes
proporcionaron nuevos marcos para el análisis y la interpretación de la música, contribuyendo a la
formación de un canon musical que ha influido en la educación y la práctica musical hasta nuestros
días.
3. Impacto de la revolución industrial y evolución de las formas musicales:
La revolución industrial tuvo resonancias profundas en las prácticas musicales del siglo XIX. Por
un lado, los avances tecnológicos permitieron la producción en masa de instrumentos musicales, lo
que aumentó su accesibilidad y contribuyó a la expansión de la práctica musical amateur. Por otro
lado, la industrialización influyó en la estética musical, con algunos compositores inspirándose en
los sonidos y ritmos de las máquinas, mientras que otros buscaban un escape en la exaltación de la
naturaleza y el organicismo musical.
La convivencia de estas tendencias aparentemente contradictorias - la exaltación de la naturaleza, el
organicismo musical y el positivismo - es característica del pensamiento musical del siglo XIX.
Mientras que el organicismo musical, influenciado por las teorías románticas sobre la naturaleza,
concebía la obra musical como un todo orgánico que se desarrolla de manera natural, el positivismo
en la música se manifestaba en intentos de aplicar métodos científicos al estudio y la creación
musical.
La expansión y subjetivación de las formas musicales fue un proceso clave en la evolución de la
música del siglo XIX. La saturación tonal, resultante de la consolidación del temperamento
absoluto, permitió una mayor libertad en la modulación y el uso de la armonía. La enarmonía y las
modulaciones abreviadas se convirtieron en herramientas importantes para los compositores,
permitiendo transiciones más rápidas y dramáticas entre tonalidades.
La expansión de la ópera en el marco de la institucionalización del colonialismo mercantil reflejó
las complejas relaciones entre la música y las estructuras de poder económico y político. La ópera,
como género que requería recursos significativos para su producción, se benefició del patronazgo de
las élites económicas y políticas, a menudo reflejando y reforzando sus valores e ideologías.
La culminación de la idea romántica de unidad encontró su expresión más completa en el concepto
wagneriano del drama musical. Richard Wagner buscó crear una forma de arte total
(Gesamtkunstwerk) que integrara música, drama, poesía y artes visuales en una experiencia
unificada. Este ideal tuvo un impacto profundo en la concepción de la ópera y en el pensamiento
musical en general.
Las conformaciones del nacionalismo musical tomaron diversas formas en diferentes países
europeos. Compositores como Bedřich Smetana en Bohemia, Edvard Grieg en Noruega y Modest
Mussorgsky en Rusia buscaron crear estilos musicales distintivos que reflejaran la identidad cultural
de sus respectivas naciones. Esto a menudo implicaba la incorporación de elementos de la música
folclórica en formas musicales "cultas".
El verismo, un movimiento que surgió hacia finales del siglo XIX, particularmente en la ópera
italiana, buscaba representar la realidad de la vida cotidiana con un mayor grado de naturalismo.
Óperas como "Cavalleria Rusticana" de Pietro Mascagni y "I Pagliacci" de Ruggero Leoncavallo
ejemplifican esta tendencia hacia temas más realistas y contemporáneos.
4. El mercado musical europeo y la profesionalización de la música:
El mercado musical europeo experimentó transformaciones significativas durante el siglo XIX,
reflejando los cambios más amplios en la economía y la sociedad. La edición musical se convirtió
en una industria importante, facilitando la difusión de partituras y contribuyendo a la formación de
un repertorio estándar. El establecimiento de los derechos de autor fue un desarrollo crucial,
proporcionando a los compositores una nueva forma de ingresos y reconocimiento legal de su
trabajo creativo.
El ejercicio liberal de la profesión musical marcó un cambio importante en el estatus social y
económico de los músicos. Mientras que en periodos anteriores los músicos a menudo dependían
del patrocinio de la iglesia o la aristocracia, el siglo XIX vio el surgimiento del músico como
profesional independiente, capaz de ganarse la vida a través de conciertos, enseñanza y venta de
composiciones.
El mito del músico genio y de la obra inmortal, característico del Romanticismo, tuvo un impacto
profundo en la percepción pública de la música y los músicos. Compositores como Beethoven
fueron elevados a un estatus casi mítico, y sus obras fueron consideradas expresiones supremas del
genio humano. Esta idea influyó no solo en la recepción de la música, sino también en las
aspiraciones y la autopercepción de los músicos.
La especialización de los músicos y su impacto en la formación musical reflejaron la creciente
complejidad técnica de la música del siglo XIX. El virtuosismo se convirtió en un ideal tanto para
compositores como para intérpretes, lo que llevó a la creación de obras cada vez más desafiantes
técnicamente. Esto, a su vez, influyó en la educación musical, con un énfasis creciente en el
desarrollo de habilidades técnicas avanzadas.
La ampliación de técnicas, posibilidades e integrantes de la paleta orquestal fue un proceso continuo
a lo largo del siglo XIX. Compositores como Berlioz y Wagner expandieron significativamente el
tamaño y las capacidades de la orquesta, introduciendo nuevos instrumentos y explorando nuevas
combinaciones sonoras. Esto llevó a una mayor diferenciación entre los roles orquestales y
contribuyó a la profesionalización de los músicos de orquesta.
La exaltación del lirismo y la micro-pieza en el auge del liberalismo reflejó tanto tendencias
estéticas como realidades económicas. Géneros como el lied y las piezas cortas para piano se
adaptaban bien a la práctica musical doméstica y al mercado de partituras para aficionados. Al
mismo tiempo, estas formas permitían una expresión más íntima y personal, en consonancia con los
ideales románticos.
La práctica en los teatros, salones y asociaciones musicales proporcionó nuevos espacios para la
interpretación y apreciación musical. Los salones burgueses, en particular, se convirtieron en
centros importantes para la música de cámara y la interpretación de lieder. Las asociaciones
musicales, como las sociedades corales y las orquestas amateur, desempeñaron un papel crucial en
la difusión de la música y en la formación del gusto musical.
El compositor emancipado del patronazgo tradicional se enfrentó a nuevos desafíos y oportunidades
en el mercado del arte emergente. Algunos compositores, como Liszt, lograron un gran éxito como
virtuosos intérpretes, mientras que otros dependían más de la venta de partituras o de la enseñanza.
Esta nueva realidad económica influyó en las decisiones creativas de los compositores, a menudo
llevándolos a equilibrar sus ambiciones artísticas con las demandas del mercado.
El virtuosismo del intérprete y la organización de conciertos para la nueva burguesía reflejaron
cambios en la estructura social y en las expectativas del público. Los conciertos de virtuosos, como
los de Paganini y Liszt, se convirtieron en eventos sociales importantes, atrayendo a un público
burgués ansioso por demostrar su sofisticación cultural.
La improvisación como capacidad expresiva siguió siendo valorada en el siglo XIX, aunque su
importancia relativa disminuyó en comparación con periodos anteriores. Virtuosos como Liszt eran
conocidos por sus improvisaciones espectaculares, pero la creciente complejidad de la música
escrita y la reverencia por las "obras maestras" del pasado tendieron a limitar el papel de la
improvisación en la práctica musical general.
El registro mecánico del sonido, que comenzó hacia finales del siglo XIX con la invención del
fonógrafo, marcó el inicio de una nueva era en la historia de la música. Aunque su impacto pleno no
se sentiría hasta el siglo XX, esta tecnología comenzó a cambiar la forma en que la música se
producía, distribuía y consumía.
La edición de partituras, que se expandió significativamente durante el siglo XIX gracias a las
mejoras en las técnicas de impresión, jugó un papel crucial en la difusión de la música. Las
ediciones "urtext", que buscaban presentar las intenciones originales del compositor con la mayor
fidelidad posible, comenzaron a ganar importancia, reflejando un creciente interés en la autenticidad
histórica.
En conclusión, el período de 1760 a 1890 fue testigo de transformaciones profundas en todos los
aspectos de la vida musical europea. Desde los cambios en las formas y estilos musicales hasta las
nuevas realidades económicas y sociales que enfrentaban los músicos, este período sentó las bases
para muchas de las prácticas y conceptos musicales que persisten hasta nuestros días. La interacción
entre las fuerzas sociales, económicas y estéticas produjo un paisaje musical de una riqueza y
complejidad sin precedentes, cuyo legado continúa influyendo en la música contemporánea.

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