Despues Del Terremoto

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 24

Latorta de

miel

y el osito Masakichi habia recogido


no se la podía comer
tanta, tan-
ta miel que toda, y entonces
61e avenderla a la ciudad que estaba al pie dela
montaña. Porque Masakichi era un genio recogiendo
miel.
-Y cómo puede ser que un oso tenga un cubo?
-preguntó Sara.
Junpei se lo explicó.
-Era por casualidad. Un día se lo encontró tirado
por el camino y lo recogió pensando: «iMira! Quizás
algún dia me sirva para algo».
-iY le sirvió mucho!
-Pues sí. El osito Masakichi entró en la ciudad y
encontró un puesto en la plaza. Plantó un cartel don-
YENES
ae ponia: DELICIOSA MIEL NATURAL. A DOSCIENTOS
EL VASO, y empezó a vender la miel.
-Los osos saben escribir?
No. Los osos no saben escribir -dijo Junper
señor que habia
se lo pidió por favora un
dSakichi
POr alli y el señor se lo escribió con un lápiz.
el dinero:
Y los osos saben contar
y
entre personas
Ye:
Yes. Masakichi había crecido
149
había aprendido a hablar,
a contar el
dinero y
esas cosas. Porque Masak1chi era un osito todas
-Así que era un poco diterente de losmuy listo.
SoS nor-
males?

-Si, era algo distinto de los osos


normales Ma-
sakichi era un osito especial. Por eso los
otros osos
que no eran especiales, le hacian el vacío.
-Le hacían el vacío? eY qué es «hacer el vacio»
-«Hacer el vacío» es cuando todos dicen: «eY ése
quién se cree que es? IVaya bicho raro! iPuaf!», y nadie
quiere ir con él. No le hacen caso, ésabes? A Masaki
chi lo odiaba, en especial, Tonkichi, el más bruto de
todos.
-iPobre Masakichi!
-Si, ipobre! Encima, como tenía aspecto de oso,
los hombres pensaban: «Sí, vale. Sabe contar y sabe
hablar, pero, al fin y al cabo, es un oso», Vamos, que
no lo aceptaban en ninguno de los dos mundos.
-iMás pobre todavía! Entonces, iMasakichi no
tenía amigos?
-No, no tenía amigos. Como los osos no van a
la escuela, no tienen ningún lugar para hacer buenos
amigos.
-Pues yo, en la guardería, sí tengo am1gos.
-Pues claro, Sara -dijo Junpei-. Claro quetie
nes am1gos.
-Y tú, Jun, itú tienes amigos?-Como «tío Jun
n-
pe era demasiado largo, Sara siempre lo llamaba sil
plemente «Jun».
mi mejor amigo desde na
u papá, Sara, es

150
muchos,
muchos
años. Y tu mam es
amiga.
igual de bue
Qué bien que tengas amigos!
Por supuesto-dijo Junpei Es una
tener amigos. Tienes razón. suerte
Antes de que Sara
unas
durmiera, Junpei solía
se
istorias que se iba inventando con-
tarle
sobre la mar-
cha. Cada vez que entendi algo, Sara le hacía
no

pregunta. Junpei iba aclarando sus dudas, una una


otraCon todo detalle. Como las preguntas erandetrás
das v estaban
agu-
cargadas
deinterés, a medida que pen-
saba cómo responderlas iba ideando la continuación
de la historia.
Sayoko trajo leche caliente.
-Estamos hablando del oso Masakichi -infor
mó Sara a su madre-. Masakichi era un genio reco-
giendo miel, pero no tenia amigos.
-iVaya! Y Masakichi era un oso muy grande?
-le preguntó Sayoko Sara.
a
Sara miró el rostro de Junpei con inquietud.
-Era muy grande Masakichi?
Junpei-. Era más bien
-No, no mucho --dijo
menos como tú,
Sara. Y era un osito
pequeno. Más o
nunca po-
escuchaba música,
uy tranquilo. Cuando estilo. Solia
el
nia punk,
ni metal, ni cosas por
heavy
escuchar a Schubert, él solo.
trucha.
ayoko tarareó la melodía de La
escucharla:
cEs que
I la música, icómo podía o algo así?
de cedés
Masakichi tenía un reproductor

le preguntó Sara a Junpel.


151
-Se había encontrado un radiocasete
te tirado por
ahi. Lo había recogido y se lo había llevad.
a a casa.
-<Tantas cosas buenas hay tiradas por la
ña?-repuso Sara en tono suspicaz.
monta
-Eso era porque la montaña era
escarpada, y los escaladores acababan
muy y alta
muy
fuerzas,y entonces 1ban arrojando todas laso. agotados y si
las cosas que
n
les sobraban a un lado del camino. «iYa no
decían. «iCuánto pesa! iUf! iCuánto puedo
más
rir! Este cubo no lo necesito. iFuera!pesa!
Y
iVoy: a mo
este
sete,tampoco.» Por
eso Masakichi radioca
cosas tiradas a los lados del
encontraba tant.
camino.
-Entiendo muy bien cómo se
yoko A veces, a mi tambien me
sentían-dijo Sa
tirarlo todo. entran ganas de
-iPues a mí no!
-Es que tú eres una
-iNo! iYo no soy avariciosa, Sara-dijo Sayoko.
-Es que Sara todavía avariciosa!-protestó Sara.
jovencita y tiene
es
fuerza.-Junpei dulcificó la expresión--. mucha
que beberte pronto la Pero tienes
taré cómo leche, Sara. Y
sigue la historia del osito entonces te con-
-iVale! -dijo Sara. Masakichi.
manos y se bebió Agarró
la leche caliente
el vaso con ambas
oye, Jun, icómo es con cuidado-.
Per0,
miel y las Masakichi
que
vendía? Los habitantes no hacía tortas
tortas de
ue
estado más de la ciudad n

sólo la miel.contentos si hubiera vendido haoa


vendido tortas y
no

-Es una
buena idea. Así habría ganado másd i
nero-dijo Sayoko sonriendo.
152
-Abrirnuevo. rcados por medio del
crezca, esta niñ será una
Cuando
valor aña
dido.
saria-dij0
Junpei.
buena empre-

Va casi eran las dos de la madrugada cuando Sara


yolvió a la cama y logró conciliar el sueño. Tras cer-
CIorarse de que la niña dormía, Junpei y Sayoko se
taron, uno enfrente del otro, a la mesa de la coci-
sentaro

na y compartieron una lata de cerveza. Sayoko bebia


tenía que conducir de vuelta a Yoyogi-
poco y Junpei
Uehara.
-Siento haberte llamado a estas horas-dijo Sa
yoko- Es que no sabía qué hacer. Estaba rendida,
desconcertada, y no se me ha ocurrido nadie más que
calmar a Sara. a Kan no puedo llamar-
Porque
pudiera
lo, claro.
tomó
Junpei asintió, bebió un trago de cerveza,

una galleta salada y se la comió.


levantado
-Por mí no te preocupes.
Me quedo
las calles están va-
hasta el amanecer y, por la noche,
Cias. No me cuesta nada venir.
-iEstabas trabajando?
-Más o menos.
-Estás escribiendo algo?
Junpei asintió.
-iVa bien? relatos. Me los
-Com de costumbre. Son unos
leer
Total, no va a
publicarán en una revista literaria.
los nadie.
153
-Yo me leo todo lo que escribes
todo.
-Gracias. Eres muy amable-
absolutamente
-dijo JunnDei
como sea, el cuento, como genero literario -.Sea
terario, se estár
dando más pasado de moda que unas tristes que-
cálculo. Pero eso es lo de menos. Hablemos hojas de
de
iLe ha sucedido otras veces lo mism que esta Sara
Sayoko asintió. noche
-Decir que le ha ocurrido otras veces es
se corto. Ultimamente le sucede casi todos quedar-
los ddias.
Se despierta de golpe a medianoche presa de un
que de histeria. Durante un rato no puede
ataata
deiar de
temblar. Por más que intente calmarla no para de ll-
rar. No sé qué hacer.
-Tienes alguna idea de cuál puede ser la causa?
Sayoko se bebió el culo de cerveza que le quedaba
y permaneció unos instantes contemplando el vaso
vacio.
-Quizá se deba a que ha visto demasiadas noti-
cias sobre el terremoto de Kobe. Las imágenes deben
de haber supuesto un estímulo demasiado fuerte para
una niña de cuatro años. Porque ha sido justo después
del terremoto cuando ha empezado a despertarse por
las noches. Sara dice que un señor desconocido vene
a despertarla. Es el hombre del terremoto. Ese hom
bre la despierta e intenta meterla dentro de una caja
pequeña. La caja no es lo suficientemente grande pard
no
que quepa una persona. Y cuando Sara dice que
y,
quiere entrar, él la agarra de la mano, tira de
y

I trata
Crici, icrac!, le va partiendo las articulaciones.

154
d e la dentro
e n c e r r a r l a
a la fuerza, quiera o no. En este
Sara
punto, Sara lanza un alarido y se despierta.
E l hombre del terremoto?
-Si, dice que es un
viejo alto y flaco.
Después
Sara enciende las luces de toda la
casa y va
registrándolo todo. El armario empotrado, el mueble
zapatero, debajo de la cama, hasta los cajones de la
ómoda. Por mas que le repita que sólo es un sueño,
no logro convencerla. Cuando concluye la búsqueda
y comprueba que el hombre no está escondido en nin-
guna parte, por fin se calma y puede volver a dormir-
se. Pero entretanto han pasado unas dos horas y, para
entonces, yo ya estoy completamente despejada. Por
culpa de esta falta de sueño crónica no me tengo en
pie. Ni siquiera puedo trabajar.
Era insólito que Sayoko manifestara sus sentimien-
tos con tanta claridad.
-Por lo pronto, que no vea -dijo
las noticias-dijo
Junpei-. De hecho, es mejor que no vea en absoluto
la televisión. En estos momentos, pongas el canal que

pongas, salen imágenes del terremoto.


la Pero es inútil. El
ya casi no ve.
L a televisión
ido al mné-
hombre del terremoto sigue apareciendo. He
somnífero.
dico, pero ha limitado a darme un
se

Junpei reflexionó unos instantes. domingo?


Y si vamos al zoológico el próximo
ver un oso
de verdad.
dijo una vez que quería
e los ojos.
ayoko miró a Junpei entrecerrando
idea.Quizás así se distraiga y
olvide
N o es mala no vamos
el unto. Sí, ya hace mucho tiempo que
155
los cuatro juntos al zoo. <Puedes avisar tú a l
a Kan, por
favor?

tenía treinta y seis años, y había


Junpei nacido y
crecido en la prefectura de Hyögo, en la
ciudad de
Nishinomiya. En la tranquila zona residencial del
barrio de Shukugawa. Su padre era
relojero y orfebre,
v habia abierto un par de tiendas, una en Osaka y Otra
en Kobe. Tenía una hermana seis añs menor. Hahia
pasado de una escuela privada de Kobe a la Universi
dad de Waseda. Tras aprobar el examen de ingreso a
las facultades de Comercio y de Literatura, Junpei ha-
bía elegido sin dudarlo la de Literatura, pero habia
mentido a sus padres diciéndoles que se había matri-
culado en Comerci0. Porque era de prever que no le
costearían los estudios de literatura. Y Junpei no tenía
la menor intención de malgastar cuatro años apren
diendo los entresijos de la economía. Lo que él de-
seaba era estudiar literatura; más aún, llegar a ser no-
velista.
En las asignaturas comunes hizo dos buenos ami-

gos: Takatsuki (Kan)y Sayoko. Takatsuki era de la pre-


fectura de Nagano y, en el instituto, había sido capitán
hombros.
del equipo de fútbol. Era alto y ancho de
Como había estado un año sin ir a la univers1dad por
era un ano
haber suspendido el examen de ingreso,
Práctico, decidido y de rostro sim
mayor que Junpei.
asume automauea
patico, era el tipo de persona que
mente el liderazgo del grupo del que forma parte, Pe

156
era
e rn o e r a lo suyo. Había ido a
parar a la facultad
porque abía suspendido el de
Literatura
facultades Pero examen de in-
esO de
otras él, con talante muy
decia: «No importa. Como voy y po-
aser
itivo,
nderé a escribir».
a q u ia p r e n
periodista,
Junpei no comprendía cómo Takatsuki
interesado en alguien como
él.
podía ha-
berse

que, en 1anto tiene


Junpei era la tí
ersona un
momento libre,
rierta
se encie
en su cuarto y lee
intat1gablemente o es-
cucha müsIca, urante horas, y a la que se le da mal
sico.
el ejercicio fisico Como era tímido, le costaba hacer
amistades. Sin embargo, por una razón u otra, Takatsu-
istades. Sir
i. en cuanto lo vio, decidió hacerse amigo suyo. Se le
acercó, le dio unos golpecitos en el hombro y le es-
petó: «iHola! <Vamos a comer?». Y, a lo largo de aquel
dia, ambos se hicieron muy amigos, tanto como para
abrirse el corazón el uno al otro. En una palabra, que
Congeniaron.
Takatsuki, acompañado de Junpei, abordó a Sa-
yoko de idéntica forma. Le dio unos golpecitos en el
hombro y le dijo: «iHola! <Vamos a comer los tres?».
Y, así, Junpei, Takatsuki y Sayoko pasaron a constituir
un pequeño grupo muy bien avenido. Siempre
iban
los tres juntos. Se pasaban los apuntes, almorzaban en
la
universitario, hablaban del futuro
en
Ccomedor
clase clase, hacían trabajíllos de media
careteria entre y
cine a sesiones que
ornada en el mismo sitio, iban al
música a concier
urdban toda la noche, o a escuchar
Tokio,
tos de rock, vagaban sin rumbo por las calles de
al aire libre hasta sen-
bebían cerveza en las cervecerías
157
indispuestos. En resumen, hacían lo
tirse mismo
primero de
ersidad quedel
univere.
de
todos los estudiantes
mundo entero.
el popular barrio
Savoko había nacido en de As ku-
Sa. V su padre tenia un comercio de complementos.
kimono. Un negocio de gran prestigio que la famila para
DOseía desde hacia generaciones, el preferido por mu-
chos famosos actores de kabuk.. Sayoko tenía dos .
her
manos mayores: uno estaba destinado a suceder al dre
en el negocio familiar; el otro trabajaba en un estudio
de arquitectura. Ella se había graduado en un institnto
femenino anglo-japonés y habia ingresado en la facu
tad de Literatura de la Universidad de Waseda. Tenia
la intención de hacer un curso de posgrado de Litera-
tura Inglesa y real1zar un trabajo de investigación. Leia
mucho. Ella y Junpei se intercambiaban los libros que
habían leido y discutían apasionadamente sobre lite-
ratura.
Sayoko poseía una cabellera hermosa y era dueña
de una mirada inteligente. Su manera de hablar era
dócil y sosegada, pero tenía mucho carácter. Su expre-
siva boca lo proclamaba bien a las claras. Vestía siem-
pre de modo informal, no se maquillaba y, aunque no
era el tipo de chica
que llama la atención adondequie
ra
que vaya, poseía un sentido del humor muy
peis
nal, y cuando hacía una broma, su rostro adquira poor
un instante un aire
travieso. A Junpei esta
le
parecía expl
muy hermosa. Estaba ella
mujer que había estado convencido
ando. Antesque
de
de co
nocer a
Sayoko, Junpei
158
no se había enamorado a más.
Había
estudiado

tenido ocasión
en un
colegio
de conocer masculino y
bía
chicas. apenas
penas ha
ha-
Sin bargo, Junpei no era
Una capaz de
sentimientos. vez los
formulara confesarle
se decía, ya no
habría vuelta atrás. en
palabras,
chara a un lugar inaccesil Sayoko tal vez se
para él. Y,
relación equilibrada
fuera así, la no aunque
nian Takatsuki, Sayoko y él agradable que man-
y
r Seguir un poco mas as, quizá se estropeara. «Me-
van las cOsas.»
pensaba Junpei, «y ver cómo
Pero Takatsuki le
tomó la delantera.
Siento mucho soltártelo así de
tovenamorado de Sayoko. Te pronto, pero es-
importa?-le un
día. Era a mediados de septiembre. Takatsuki ledijo
contó
que durante las vacaciones de verano, mientras
Junpei
estaba de vuelta en Kansai, la relación entre él Sa-
y
yoko se había vuelto, de una forma no premeditada,
casi por casualidad, más profunda.
Junpei permaneció unos instantes con los ojos cla-
vados en el rostro de Takatsuki. Le llevó cierto tiem-
po comprender cómo habían ido las cosas, pero, en
el instante en que lo hizo, sintió cómo algo pesado
parecido al plomo invadía todo su cuerpo. Ya no tenia

opción.
No me importa-respondióJunpei.
una
-iUfA iMenos mal!-repuso Takatsuki con
preocupaba.
alegre sonris Tú eras el único que me
me daba mieado
buena relación a u e tenemos,
1a delantera en plan
que creyeras que
gj había tomado la u otro.
u n día
egoísta. Pero abes?, esto tenía que pasar

159
lo comprendieras. Si
Me gustaría que
cedido ahora,
habría sucedido más tarde
no
nubiese su-
Dese
que los tres
eno, sea
como sea, quiero sigamos siendo tan bue
como siempre.
nos amigos
Junpei se siguientes sumid
pasó loS dias
en la
más absoluta. No asistió a las clan
clases, faltó
confusión
al trabajo sin avisar. Se paso los dias tumbado.en
Diso de una sola habitación, de seis tatami, com: Su

sólo los restos de omida que quedaban en


omiendo
el
fca hebiendo a rachas, como si de frigo-
se le
repente
ocuriera. Consideró seriamente la posibilidad de
la universidad e irse a una ciudad jar
lejana donde no co.
nociera nadie, y alli acabar su vida en soledad dedi.
a

cándose a algún trabajo fisico. Le parecia que ése era


el tipo de vida más apropiado para él.

El quinto día que faltó a clase,


Sayoko se presentó
en el piso de Junpei. Llevaba una sudadera azul
ma-
rino, unos pantalones
de algodón blancos y el pelo
recogido en una coleta alta.
-<Por qué no has ido todos estos días a clase? Es-
tabamos muy
rias muerto
preocupados preguntándonos si no esta-
aquí dentro. Kan me ha pedido que viniera
a ver
qué pasa. Al parecer, tenía miedo de encontrarse
con un cadáver.
Por lo visto, ése es su
punto debil.
Junpei le dijo que había encontrado mal.
se
-Pues sí. Ahora que lo dices, has
cho-dijo Sayoko mirándolo adelgazado ma
que te
prepare algo de comer? fijamente. t
160
Con un
Tunpei nego
tenia apetito.
ovimiento de
cabeza. No
abrió frigorifico,
Sayoko abrió eel
atisbó en su
hizo
una
En la
mueca.
nevera sólo había dosinterior e
a, un pepino mustioy un
latas de
c e r v e z

protector. de olores.
Savoko junto
se a Junpei.
sentó

Oye, Junpei, no se cómo decírtelo, pero, en fin.


ite ha molestado lo mío y lo de Kan?
Tunpei repuso que no le habia molestado. No men-
dNo estaba ni molesto ni enfadado. De estarlo con
aluien, en todo cas0, era consigo mismo. Que Takat
quki y Sayoko se hubieran hecho novios era lo más
normal del mundo. Algo natural. Takatsuki cumplía
los requisitos y él nno.
-Nos partimos una cerveza? -preguntó Sayoko.
Vale.
Sayoko sacó una cerveza de la nevera y reparti su
contenido en dos vasos. Le entregó uno a Junpei. Am-
bos bebieron en silencio.
Luego Sayoko dijo:
-La verdad es que me da vergüenza decirlo, pero
sabes?
quiero seguir siendo buena amiga tuya,
siempre, por
n0 Solo ahora. Deseo ser amiga tuya tambièn
pasen los años. Quiero a Kan, pero
ue sentido diferente.
te
necesito a ti, aunque sea en un

Creesque soy una goísta al hablar así?


hizo un
del todo, pero
e l no la comprendía
OVimiento de cabeza negaivo darle
for- una
de
Pero entender algoy ser capazdistintas. Si fuera
VISible son dos cuestiones muy
161
posible lograr ambas porigual, la vida seri
cosas

cho más sencilla. mu-


Junpei miró el perfil de Sayoko. No
qué era lo que ella trataba de comunicarle.comprendia
Por
seré tan lerdo?», pensó. mirada y permanqué
Alzó la
largo rato aneció
contemplando, sin mas, los contornos de s. una
mancha del techo.
Si él hubiera confesado su
Sayoko antesamor a
que Takatsuki, icómo habría evolucionado la situa.
ción? Junpei lo ignoraba. Lo unico que tenía tua-
claro era
a
que eso no había sido posible.
Se oyó cómo unas lágrimas caian sobre
el tatami
Era un sonido extrañamente
exagerado. un momen-
Por
to,Junpei creyó que era él quien estaba llorando sin
darse cuenta. Pero era Sayoko
quien lloraba. Tenía el
rostro sepultado entre las rodillas, sus hombros se es-
tremecían en s1lencio.
En un gesto casi
mecánico, Junpei alargó la mano
y la
posó en el hombro de
mente hacia sí. No hubo
Sayoko. La atrajo suave
resistencia por parte de ella.
La rodeó con sus brazos
de ella. Sayoko cerró los
y posó sus labios sobre los
ojos y entreabrió la boca.
Junpei aspiró el olor de sus lágrimas, absorbió el alien-
to que se deslizaba entre sus labios. Sintió sobre el
pecho la suavidad de
Cion de Junpei tuvo la Sensa
sus senos.
que se estaba produciendo un gran
miento el
desplaza
en interior de su cabeza, Incluso podia olr
lo. Cómo rechinaban las bisagras del mundo. Pero es eso

fue todo.
sí y lo
Sayoko bajó la cabeza como si volvierd en
apartó.
162
- N o puede ser dijo ellacon voz
conla cabeza-. Es un error. calmada, ne-
ando
Junpei se lisculpó. Sayoko no dijo nada. Perma-
ieron lalargo
necieron tiempo en la misma
postura, sin pro-
nunciarpalabra. A través de la ventana abierta, el vien-
to traía la música de la radio. Sonaba una canción de
moda. «Seguro que no la olvidaré mientras viva», pen-
só lunpei. Pero despues no seria capaz de recordar ni
el titulo ni la melodia de la canción por más que se
esforzara en ello.
-No tienes por qué pedir perdón. No es culpa
tuya-dijo Sayoko.
-Estoy muy confuso-le confesó Junpei con
franqueza.
Sayoko alargó la mano, la posó sobre la de Junpei
-A partir de mañana, ivendrás a clase, por favor?
amigo tú.
Hasta ahora jamás había tenido un como

Esto tenlo claro, évale?


lu me aportas muchas cosas.

-Pero con eso no basta, éverdad?-dijo Junpei.


la cabeza,
-No es cierto-dijo Sayoko bajando
en tono resignado. Eso no es cierto.

volvió a aparecer
partir del día siguiente, Junpei
clase. Y Junpei, Takatsuki y Sayoko conservaron
POr de sus estudios. El
s t a d íntima hasta
el final de irse
sentido Junpei
impulso momentáneo que había ensalmo, de
a
algún otro gar desapareció
como por
en que
había
un modo sorf En el instante sus
tomadSOrprendente.
había unido
tomado a Sayo ntre sus
brazos y

163
labios a los de ella, algo se había asentado en
su
rior en el lugar que le correspondia. «Al menoe inte-
nenos ya no
tengo por qué duda», había pensado Junpei. Ia
sión había sido tomada. Aunque fuera una pers. deci
ona
ajena a él quien lo hubiese hecho.
Sayoko le presentaba a veces a antiguas amigas de
instituto y quedaban los cuatro. Junpei estuvo salien.
do con una de aquellas chicas y fue con ella con quien
mantuvo sus primeras relaciones sexuales. Sucedió DOcO
antes de cumplir los veinte años. Sin embargo, su co-
razón siempre se mantenía en un lugar aparte. Junpei
era invariablemente cortés con su novia, amable yca
riñoso, pero jamás le mostraba pasión o entrega. Jun-
pei sólo era ardiente y entregado cuando escribía a
solas. Y la novia, al final, acabó alejándose de él, bus
cando calor verdadero en otra parte. Le sucedió lo
mismo varias veces máås.
Al licenciarse, sus padres descubrieron que lo que
había estado estudiando era literatura y no comercio,
ellos entraron en una fase critica.
y las relaciones con

El padre le exigió que volviera a Kansai para continuar


con el negocio familiar, pero Junpei no tenía la me
nor intención de hacerlo. Lo que él deseaba era seguir
osibilidad
escribiendo novelas en Tokio. No hubo
de acuerdo y, al fin, acabaron discutiendo violenta
mente. Se dijeron palabras que jamás
deberían haber
se pronunciado. A partir de entonces, padres e nis

no volvieron a verse jamás. «Por mucho que sca


asi», pe
padres, estaba cantado que acabaríamos menor,

Junpei. Porque, a diferencia de su hermana

164
siempre habi estado en sintonía
on ellos,
sienmpre
que

desde
pequeño, ha ido chocando
r una razón u otra.
con sus
sus
pad «tRepudiado por la fa-
milia?, se dijo Junpei con una
amarga sonrisa. Igual
m terato de la época Taisho, a
que
siglo XX.
principios del
Tunpei no busco empleo fijo y se dedicó a escri-
bir subsistiendo con trabajillos de media jornada. En
ella época, en cuanto acababa de escribir algo se
lo enseñaba primero a Sayoko y escuchaba su franca
opinión. Y lo reescribia S1guiendo sus indicaciones.
Tba corrigiéndolo pacientemente, una y otra vez, has-
ta gue ella le decía: «Asi está bien». Junpei no tenía
ni maestro ni compañeros literatos. Los consejos de
Sayoko eran la única débil luz que alumbraba su ca-

mino.

A los veinticuatro años, su colección de relatos


obtuvo el premio de una revista literaria al mejor
es-
*
nominado el Akutagawa. Du-
critor novel y fue para
el
rante los siguientes cinco años, fue propuesto para
veces. Una carre-
Premio Akutagawa u n total de cuatro
lo obtuvo y
ra nadadespreciable. Pero al final jamás
el eterno favorito. Una rese-
acabó convirtiéndose en

decía: «Posee una gran ca-


na representativa de aquello y muestra
autor joven,
dd estilistica, inusual en un
de escenas y
la descripción
capacidad notable en

C r e t r a t o psicológico de los
personajes, pero, en
al
el año 1935
creado
noveles
autores

Prestigioso premio literario para at n T)


1y
(/N. n
Cnoria del escritor Ryknosuke Akutagawa.
165
se deja llevar por el sentimentalis
gunos
adolece
pasajes, ismo
va, dey
de falta de fuerza, frescura y, en definitiv
perspectiva novelística».

Takatsuki se rió al leer la reseña.


-Esos tipos viven todos en otra galaxia. Oué,
blos es eso de «perspectiva novelistica»? La gente.nor-
Qué dia-
mal no habla de esta forma. «El sukiyaki de hoy adole-
ce de falta de perspectiva cárnica.» <Habéis oído algune
vez a alguiendecir algo así?
Antes de cumpl1r los treinta años, Junpei publicó
dos libros de cuentos. El primero: Un caballo baio la
lluoia; el segundo: Uvas. De Un caballo se vendieron
diez mil ejemplares; de Uvas, doce mil. El editor opinó
que el núnmero no estaba mal tratándose de un escritor
novel de relatos de literatura no comercial. Las críticas
de los periódicos y revistas también fueron buenas,
pero sin darle un apoyo entusiasta.
Ilegar a
Los cuentos que escribía Junpei trataban, por lo
general, de amores desdichados entre hombres y mu-
jeres jóvenes. Los desenlaces eran tristes y algo senti
mentales. Todo el mundo decía que estaban muy bien
escritos. Sin embargo, no cabía duda de que se apar-
taban de las últimas tendencias literarias. Su estilo era
poético, sus argumentos tenían cierto aire anticuado.
La mayoría de lectores de su generación pedían un e
tilo y unas historias más novedosos y potentes. Era la

época de los videojuegos y de la música r4p. El edntor


le aconsejó que intentara escribir una novela. Si Seguld
escrbiendo un cuento tras otro, acabaría echando malo
erso
indefectiblemente del mismo material y su un

166
d eficción se iría empobreciendo de fo rma
1
novela larga facilitaba a ulatina.
de nuevas menudo la aper-
tura de
desde
perspectivas narrativas. Además, ha
blando un punto de vista
una resona
práctico, las novelas
tenian mayor en la opinión públicaca y,
ara 1un autor que tenga laintención de mantener
Laroa vida literaria, quizå sea un
una
poco duro especiali-
7Arse en narraciones breves. Porque no es fácil
subsis-
tir escribiendo sólo cuentos.
Sin embargo, Junpei era un cuentista nato. Se en-
cerraba en su habitación, olvidándose de todo lo de
más, y, en tres
dias, en soledad, sin respirar apenas,
concluía el primer borrador. Luego lo iba corrigiendo
a lo largo de los cuatro días siguientes. Claro que des-
pués se lo dejaba leer a Sayoko y a su editor, y aún le
quedaba la labor de ir haciendo pequeñas correccio
nes, con cuidado, una vez embargo, bá-
tras otra. Sin

SIcamente, la partida se decidía la primera semana.


incluían 0 elimi-
lodos los elementos importantes se

naban entonces. Esta de trabajar casaba con


manera
durante un corto
Su carácter. Concentración absoluta
condensadas,
es de tiempo. Imágenes y palabras
pacio
de significado. Sin embargo, a la hora es de
PEnas perdido.
novela, Junpei siempre se sentia
runa a concentración
de
Como podía manten su poder
de
año? C ó m o
lo argo de varios meses, o
cerca
un

el ritmo
encontrar

de
podia auzarlo? Era incapaz
adecuado. el reto de
escribir una
no-

Emprendióvarias veces
ocasiones
sufrió
una

vela, pero cada en una de las


167
derrota inevitable y, al final, desistió. Lo o
no. tendría que ViVir como autor de cuento 1siera o
era su estilo. Por mas que lo intentara, no nod
biar su personalidad. Igual que un buen segunda cam-
de béisbol no puede convertirse en un bateador
base
de
home-run.
Junpei llevaba una vida de soltero muy modesta y
sus gastos eran reducidos. Trabajaba lo justo Dara.cu
brir sus necesidades. Sólo tenía un tranquilo gato de
rayas marrones, negras y blancas. Sus novias eran noco
exigentes, y cuando a pesar de ello sentía que lo aoo.
biaban, buscaba algun pretexto para poner fin a la
relación. De vez en cuando, alrededor de una vez al
mes, se despertaba a altas horas de la noche presa de
la angustia. Con la viva sensación de que, por más

que se debatiera, no iba a ninguna parte. En esas oca-


siones, o bien se sentaba ante la mesa y se forzaba a
escribir, o bebía hasta no poder permanecer despierto.
Aparte de eso, llevaba una vida tranquila y sin sobre-
saltos.

Takatsuki, tal como deseaba, entró a trabajar en un


periódico de primera categoría. Como no había estu-
diado, no podía presumir de buenas notas, pero en las
entrevistas ofrecía una impresión apabullante y encon-
tró empleo en un santiamén. Sayoko, conforme tam
bién a sus deseos, realizó un posgrado. Los dos se a
ruc
Saron medio año después de graduarse. La bodaluna
agre y animada, muy del gusto de Takatsuki, y de

168
fueron ancia. Era justamente la
a
demielse
las
gordas.
vacas época de
Compraron un piso de dos habitacio-
en Koenji, y Junpei iba a cenar a su
nes
ces por semana. La joven pareja recibía las dos o tres
casa

los brazos abiertos.


con
visitas de
Junpei Tanto, que parecía que
e sentían aun mas comodos en su
presencia que cuan-
do estaban a solas.
A Takatsuk1 le gustaba su
trabajo como periodista.
Al principio, lo destinaron al departamento de Cró-
nicas de Sucesose iba constantemente de un lugar a
otro. Vio muchos cadáveres. «Gracias a esto, ahora
ya
no me causan ninguna impresión», dijo Takatsuki.
Cuerpos despedazados tras haber sido arrollados por
un tren, cuerpos calcinados por las llamas, viejosca-
dáveres descoloridos en estado de putrefacción, cuer-
pos hinchados de ahogados, cadáveres cuyos sesos ha-
bían saltado por los aires de un disparo, cuerpos con
el cuello o los brazos mutilados. «Mientras vivimos,
todos somos
Somos muy diferentes, pero, muertos,
1guales. Una masa de carne desechada.»
Estaba tan ocupado que a menudo no podía vol-
ver a casa hasta la mañana. En estas ocasiones, Sayoko
des-
Soliatelefonear a Junpei. El siempre permanecía
lo
hasta las primeras luces del alba y Sayoko
Plerto
sabía.
hablar?
Estabas trabajando? iPuedo siem-
especial-respondia
Claro. No hacía nada
pre Junpei. acababan de
Ambos charlaban sobre los libros que
sucedido en su
vida
S e contaban lo que les
había

169
diaria. Luego hablaban del pasado. De
De su
ventud, de cuando eran libres, alocados y primera ju-
espontá
Apenas hablaban del futuro. A Junpei, estas co áneos.
ciones le hacian revivir siempre,
en un nversa-
otro, el instante en que habia abrazado a Sa momento u
La tersura de sus el olor de sus en
su casa. labios, grimas
la suavidad de sus senos lo envolvian de una
tan viva como si acabara de sentirlos.
for
Podía ver
nuevo los rayos transparentes del sol otoñal reflei de
dose sobre el tatami.
Poco después de cumpl1r los treinta
años, Savoko
se quedó encinta. En
aquella época, era profesora ad-
junta en la universidad, pero pidió la baja y tuvo la
niña. Los tres buscaron nombres para el bebé
y la pro-
de
puesta Junpei, «Sara», fue la aceptada. «Me encan-
ta cómo suena»,
dijo Sayoko. La noche en que el par-
to concluyó felizmente, Junpei y Takatsuki bebieron,
frente a frente, por
primera vez después de mucho
tiempo, en ausencia de Sayoko. Con la de la
mesa
cocina de por medio, vaciaron la
botella de whisky
escocés que Junpei había traído
para celebrar el acon-
tecimiento.
-iPor qué pasará el
Takatsuki de una forma
tiempo tan deprisa? -dijo
el. Me da la
inusualmente sentimental en
sensación de que fue ayer cuando entre
la
en universidad, y te conocí a ti, y conocí a SayokO.
Pero, mira por
dónde, acabo de tener un hijo. Ya soy
padre. Es como si
pasaran una película a cámard
da, me produce una i
tú no
debes saber desensación
lo
muy Claro que
extraña. la
y extraña.
que
te hablando. Tú si-
oy hablanao.
estoy
170
llevando la misma vida de
es
diantes. iQué envidia!
cuando éramos estu-
-No creo que tenga de
Cin
envidiable, la verdad.
embargo, Junpei comprendia
ntos de Takatsuki. Sayoko acababa cuáles eran los
sentimientos

de ser ma-
dre. Este echo también había
conmocionado aJunpei.
ruedas dentadas de la vida
giraban con un ruido
secO, metálico, siempre hacia delante, sin una posible
vue atrás. Eso era irrefutable. Lo que Junpei aún no
ahia era cómo afrontar animicamente este hecho.
-Ahora ya puedo decírtelo. Creo que, al princi-
pio, a Sayoko le gustabas más tú que yo-dijo Takat-
suki. Estaba muy borracho. Pero, en sus ojos, había un
destello más serio que de costumbre.
-iBromeas?-dijo Junpei riendo.
dabas
-No, no es broma. Lo sé. Pero tú no te
cuenta. Tú sabrás escribir frases hermosas y elegantes.
sentimientos de las mu-
Pero, por lo que respecta a los
un ahogado. En fin,
sea
jeres, tienes la sensibilidad de
no había
Como sea, yo estaba
enamorado de Sayoko y
modo
reemplazarla. De
pudiera
nguna otra mujer que creo que
ahora
conseguirla. Aún
que me vi obligado a
Creo que tenia
mundo.
más maravillosa del
CS la mujer
derecho a tenerla. Junpei.
contrario-repuso
-Nadie te dice lo
Takatsuki asintió. del todo. Porque
entiendes
rero tú aún n o lo mí no me impor-
remedio. Pero
a
eres estúpido sin Y lo más
un
mal tipo.
tan
No eres
ta qu seas tan burro
de mi hija.
portante: eres el padrino
171
-Sí, de acuerdo, pero a mí todas las
valen la pena se me escapan. cosas que
-iExacto!De acuerdo, pero ati
todas las cosas
que valen la pena se te escapan. Todas. Pero
do eres muy bueno. escribien-
-Seguro que la escritura es algo distinto,
-Bueno, sea comosea, ahora somos cuatro-dijo
Takatsuki exhalando lo que parecia ser un pequeño
suspiro. A ver cómo van las cosas. Me pregunto si
el cuatro será, efectivamente, una buena cifra.

Se enteró de que la relación de Takatsuki y Sayoko


había llegado a su fin poco antes de que Sara cum-

casi
pliera los dos años. Sayoko se lo confesó a Junpei
Takatsuki
como si le pidiera disculpas. Le contó que
ella estaba
tenia una amante desde la época en que
de
encinta y que ahora apenas aparecia ya por casa.
trataba de compañera de trabajo. Sin embargo,
una
las circunstancias con
por más que Sayoko le explicara Takatsu-
entenderlo. Por qué
cretas, Junpei no podía
La nocheen
ki habría tenido que buscara otra mujer?
era
afirmado que Sayoko
que había nacido Sara, había
del mundo. Aquellas palabras
la mujer
la más maravillosa
idolatraba
le habían salido de las entrañas. Y Takatsuki nar
a su hija Sara. iPor qué tenía, entonces, que abando
su hogar?

172

También podría gustarte