Desarrollo Emocional Clave Para La Prime
Desarrollo Emocional Clave Para La Prime
Desarrollo Emocional Clave Para La Prime
03
a
Desarrollo emocional.
Clave para la primera infancia
03
a
Dirección Editorial
Elena Duro, Especialista en Educación de UNICEF
Ricardo Gorodisch, Presidente de Fundación Kaleidos
Autoría
Marcela Armus
Constanza Duhalde
Mónica Oliver
Nora Woscoboinik
Agradecimientos
Se agradecen los aportes de Flavia Raineri, Raúl Mercer, Nilda Vainstein y Verónica Rusler.
Zulma Ortiz, Especialista de Salud de UNICEF, por sus observaciones
y contribución a la publicación.
Las autoras deseamos agradecer a todos los bebés, mamás, papás, familias y cuidadores
que son nuestros primeros maestros. Así también, a los autores dedicados a la primera infancia
con cuyos textos dialogamos al elaborar esta publicación.
© Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Fundación Kaleidos, abril de 2012.
Desarrollo emocional. Clave para la primera infancia
76 p, 20 cm x 26,5 cm
ISBN: 978-92-806-4641-2
Impreso en Argentina
Primera edición, abril de 2012
1.000 ejemplares
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados, siempre y cuando no sean
alterados, se asignen los créditos correspondientes y no sean utilizados con fines comerciales.
Las opiniones de los/as autores/as expresadas en este libro no representan
necesariamente los puntos de vista de las instituciones.
Fundación Kaleidos
[email protected]
www.fundacionkaleidos.org
2
índice
pág. 5 Prólogo
pág. 6 Introducción
pág. 9 Capítulo 1
¿Qué es lo esperable en el desarrollo emocional de un niño?
1. ¿Qué necesita un bebé?
a. El sostén emocional
b. La constitución de la regulación afectiva
c. La constitución de la confianza básica
d. Lo interpersonal configura el mundo interno
e. Influencia de los vínculos afectivos en el desarrollo cerebral
f. Organización de la comunicación preverbal y verbal
g. La familia: función materna y función paterna
¿Qué significa cuidar a un niño?
2. ¿Qué es esperable observar en la evolución del desarrollo psicológico
de un niño entre 0 y 3 años?
pág. 23 Capítulo 2
Problemáticas en el desarrollo emocional del niño de 0 a 3 años
1. Definición de problemática
2. Factores de riesgo y factores protectores
3. Situaciones especiales: prematurez y discapacidad
pág. 33 Capítulo 3
Signos de alarma
pág. 41 Capítulo 4
Dificultades emocionales en niños de 0 a 3 años
1. Los vínculos
2. La ansiedad
3. La depresión
4. Dificultades en el espectro de la regulación
5. Trastornos del espectro autista
6. Problemas graves de la expresión somática
7. Trastorno por estrés traumático
pág. 51 Capítulo 5
Intervenciones posibles
1. Promoción de la salud: recomendaciones
2. Prevención y asistencia
3. Propuestas para toda consulta de niño sano
pág. 65 Conclusiones
pág. 67 Glosario
pág. 73 Bibliografía 3
4
prólogo
En UNICEF priorizamos al desarrollo infantil que abarca, en una conceptualización amplia, a la in-
fancia comprendida entre los cero y siete años. Pero así mismo, destacamos que los primeros años
de vida constituyen una etapa sustantiva en la configuración de subjetividades, en potencialidad de
oportunidades y de capacidades para un ejercicio pleno de derechos. En este sentido, la atención a
la primera infancia es uno de los temas prioritarios de la cooperación en la Argentina.
Pensar al desarrollo infantil temprano desde una perspectiva integral supone comprender que la
supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños son aspectos interdependientes. Las fami-
lias y los adultos responsables -incluyendo también a funcionarios y actores comunitarios - que se
relacionan con el niño y la niña asumen un rol determinante en su crianza proveyéndoles cuidado,
afecto, estímulo, valores y la protección necesaria.
Sostenemos que las oportunidades de desarrollo de los niños de nuestro país aumentan exponencial-
mente cuando son acompañadas y favorecidas por políticas públicas de carácter multidisciplinario
e intersectorial que favorezcan el acceso de las familias a recursos, conocimientos y servicios de
atención de calidad.
El desarrollo infantil integral suele definirse a través de los cambios que los niños atraviesan en térmi-
nos físicos, cognitivos, emocionales y sociales que los habilitan a una vida autónoma y plena. Muchas
de estas dimensiones son por todos reconocidas y solemos encontrar abundante literatura sobre la
mayoría de éstas (salud en primera infancia, desarrollo cognitivo, físico, entre otros). Sin embargo,
es menos habitual contar con información relevante sobre un pilar del desarrollo infantil como lo es
el desarrollo emocional.
En esta publicación podrán encontrar las claves del desarrollo emocional, así como alertas y reco-
mendaciones para la protección de esta dimensión en los primeros años de vida de los niños.
Consideramos que difundir este conocimiento será de un gran valor para todos aquellos profesionales
como así mismo las familias que están vinculados a la primera infancia.
Por último, creemos que esta publicación abona a los decisores que asumen un rol clave en las polí-
ticas destinadas a las familias y a la infancia.
Elena Duro
Especialista
5
intro
Este documento tiene el objetivo de plantear una nueva mirada sobre el desarrollo infantil. Aborda un
tema de difícil percepción: las problemáticas relacionadas con el desarrollo emocional temprano* 1, los
signos de alarma* y de sufrimiento emocional, y todos aquellos modelos de intervención posibles
vinculados a la promoción, la prevención y la asistencia.
La concepción holística del desarrollo infantil integral es la mirada superadora en la que se incluye
el desarrollo emocional y vincular como un aspecto jerarquizado, que se desarrollará en el presente
escrito, y que solo adquiere sentido si se lo incorpora a la mirada ampliada sobre el desarrollo infantil
que propone el documento “Para la vida” 2.
La perspectiva del trabajo intersectorial, base operativa de nuestra propuesta, implica integrar,
sin descuidar las funciones específicas de cada sector, nuevos saberes e involucrar a personas e
instituciones con independencia de relaciones jerárquicas, que dan por resultado una estructura
organizacional abierta, flexible y funcional, con alta capacidad de adaptación a objetivos socio-
comunitarios.
Es necesario contar con la participación social como proceso inherente a la salud y el desarrollo,
a través del cual los grupos comunitarios, las organizaciones, las instituciones, y los sectores y los
actores sociales de todos los niveles intervienen en la identificación de necesidades o problemas de
salud, y se unen para diseñar y poner en práctica las soluciones o acciones a seguir.
En los últimos veinte años, ha crecido el conocimiento acerca de la salud mental y el desarrollo de
los niños en la primera infancia*. Este conocimiento se logró gracias a la observación sistemática de
bebés, a la investigación y a la intervención clínica con niños pequeños. De esta manera, sabemos
hoy cuáles son los factores que permiten el surgimiento de modalidades de desarrollo esperables y
cuáles determinan las dificultades en este proceso.
El sustento teórico de los modelos de prevención toma en cuenta el modelo plurifactorial y la posición
crítica respecto de las predicciones (medicina de la anticipación), que se basan en el modelo clásico
de las acciones en salud mental (modelo monofactorial). Adherimos a esta mirada plurifactorial, com-
pleja y abarcadora, integradora de conocimientos, que permitirá incluir a todos aquellos profesionales
en contacto con la primera infancia, con sus perspectivas y propuestas, para no dejar de lado aquello
que con tanta frecuencia se ve vulnerado: la salud mental en los primeros cinco años de vida.
Este documento propone llevar adelante el flujo de resolución de problemas a partir de la detección
de dificultades en el área emocional, con eficacia, rapidez y buenas posibilidades de satisfacción
de las demandas que surjan. También sugiere crear resonancias y acuerdos con las redes preesta-
blecidas y con las que puedan crearse, para no dejar por fuera de la atención a ningún bebé o niño
pequeño, y garantizar así el derecho a una salud mental satisfactoria, como parte de la salud integral.
Las siguientes preguntas —y las respuestas que iremos ofreciendo a lo largo de este documento—
tienen el objetivo de orientar la mirada de los cuidadores primarios*, de las familias, de las comuni-
dades, y de las políticas en salud y educación, hacia el desarrollo emocional temprano.
• ¿Qué necesita un niño pequeño de sus cuidadores? ¿Qué demanda? ¿Qué desea?
• ¿Qué necesitan los cuidadores para criarlo?
• ¿Cómo se relaciona un bebé con los demás? ¿Qué usa para comunicarse, conocer y conquistar
el mundo?
• ¿Cómo nos damos cuenta de que un bebé está sufriendo?
• ¿Qué miramos, qué escuchamos, qué observamos, qué sentimos frente al sufrimiento?
• ¿Cómo nos damos cuenta de que el vínculo no se está construyendo armoniosamente?
• ¿Qué puede hacer el cuidador frente al sufrimiento del bebé?
• ¿Qué puede hacer la comunidad frente al sufrimiento vincular?
Nada es más importante y económico para la vida emocional de las familias y para los sistemas de
salud, que la prevención y la detección temprana de estos padecimientos. Mirarlos, escucharlos y
atenderlos… ¡Que esto sea posible!
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cap.
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Desarrollo emocional. 1. ¿Qué es lo esperable en el
Clave para la primera infancia desarrollo emocional de un niño?
El niño tiene, desde su nacimiento, la capacidad fundamental de relacionarse socialmente. Pero podrá
desarrollarla, siempre y cuando haya alguien, el cuidador primario, disponible para establecer esta
relación social. Por eso, se puede pensar que para el bebé no es posible desarrollarse en soledad.
El bebé nace en un estado de indefensión tal que para sobrevivir, constituirse en ser humano y de-
sarrollar su potencialidad genética necesita de otras personas que le provean todo aquello que es
necesario, ya que no puede hacerlo por sí mismo. Los niños pequeños, al presentar una estructura
psíquica inmadura en formación, se encuentran en un estado de gran fragilidad.
Las experiencias afectivas con sus cuidadores primarios en los primeros años de vida tienen una
enorme influencia a favor del desarrollo cognitivo, social y emocional, íntimamente relacionados.
a.
El sostén emocional*
El sostén emocional es la respuesta adecuada al sentimiento universal de desamparo con el que todo
bebé llega al mundo. Este sostén permite que se construya entre el bebé y las personas encargadas
de su crianza un vínculo lo suficientemente fuerte como para que se den las condiciones propicias
para la satisfacción de todas sus necesidades.
El sostén emocional se da en el marco de un vínculo estable, un vínculo de apego, con los cuida-
dores primarios. Este vínculo se establece desde el momento del nacimiento y permite construir un
lazo emocional íntimo con ellos. Por estable entendemos un vínculo cotidiano y previsible, y en los
primeros tiempos, con la presencia central de una o más personas que se ocupen de la crianza del
bebé. La estabilidad y la previsibilidad en el vínculo con sus cuidadores le permiten al niño construir
una relación de apego seguro 3.
3 Bowlby, J. (1989): Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría de apego. Buenos Aires: Paidós. 11
b.
La constitución de la regulación afectiva*
En la primera infancia, el niño carece de la capacidad de regular por sí mismo sus estados emociona-
les y queda a merced de reacciones emocionales intensas. La regulación afectiva solo puede tener
lugar en el contexto de una relación con otro ser humano. El contacto físico y emocional —acunar,
hablar, abrazar, tranquilizar— permite al niño establecer la calma en situaciones de necesidad e ir
aprendiendo a regular por sí mismo sus emociones.
El adulto a cargo de la crianza de un bebé debe poner en juego una capacidad empática* que le per-
mita comprender qué es lo que necesita ese niño, que si bien aún no puede expresarse con palabras,
sí se comunica a través de gestos, miradas, movimientos, llantos y sonrisas.
Las respuestas emocionales del adulto en sintonía con el estado interior del bebé generan primero
un estado de corregulación afectiva o regulación diádica que lleva, unos meses más tarde, al logro
de la autorregulación afectiva por parte del bebé. Esto significa, por ejemplo, que si un niño llora
sin ser consolado, se encuentra solo en el aprendizaje del paso del malestar a la calma y al bienestar.
Ese bebé puede llegar a tener dificultades para autocalmarse no únicamente en sus primeros meses
sino a lo largo de todo su desarrollo4 (Schejtman y Vardy, 2008; Tronick, E, 2008).
c.
La constitución de la confianza básica
Los vínculos afectivos estables y contenedores reducen el malestar emocional y potencian los
sentimientos positivos en el niño. La expectativa que tiene el niño sobre lo que se puede esperar
de los demás se crea a partir de experiencias tempranas concretas de interacciones positivas y
repetidas en el tiempo. Se construyen así esquemas mentales acerca de cómo es estar con el otro5.
4 Schejtman, C., Vardy, I. (comp.) (2008): “Afectos y regulación afectiva, un desafío bifronte en la primera infancia”
en Primera infancia. Psicoanálisis e investigación. C. Schejtman, comp. Buenos Aires: Akadia editorial.
Tronick, E. (2008): “Conexión intersubjetiva, estados de conciencia y significación” en Primera infancia.
Psicoanálisis e investigación. C. Schejtman, comp. Buenos Aires: Akadia editorial.
12 5 Stern, D. (1985): El mundo interpersonal del infante. Buenos Aires: Paidós.
Desarrollo emocional. 1. ¿Qué es lo esperable en el
Clave para la primera infancia desarrollo emocional de un niño?
d.
Lo interpersonal configura el mundo interno
Existen diferentes modos de estar con los otros. La representación de esas interacciones está
formada por diversos elementos: sensaciones, percepciones, afectos, acciones, pensamientos y
motivaciones. Esto es debido a que estas representaciones contienen todo aquello que ocurre y
se registra en la experiencia vivida, y que puede formar parte de un recuerdo de estar con otro.
Los modos en que los adultos se ocupan del niño, las interacciones y la comunicación con él, se
internalizan y el niño construye así los modelos de sí mismo que reflejan el modo en que sus padres lo
ven, imágenes transmitidas no solo en el decir sino también en el hacer con él. Una vez construidos,
estos modelos de sí mismo basados en las interacciones entre el niño y sus padres tienden a persistir,
y continúan operando ya a un nivel inconsciente.
Así, las experiencias emocionales del niño con su familia permiten que él construya la capacidad
de pensar el mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construir su propio aparato
psíquico, que se va a ir desarrollando hasta que logre ser alguien diferenciado como individuo e
integrado a la sociedad 6.
e.
Influencia de los vínculos afectivos en el desarrollo cerebral
El desarrollo del cerebro del infante depende en parte de las experiencias que vive. El vínculo tem-
prano tiene un impacto directo en la organización cerebral. Existen períodos específicos, llamados
períodos ventana, en los que se requieren determinados estímulos para el óptimo desarrollo de al-
gunas áreas cerebrales. Esta estimulación adecuada depende del establecimiento de un vínculo
temprano satisfactorio.
6 Fonagy, P., G. Gergely, E. Jurist y M. Target (2001): Affect Regulation, Mentalization and the Development of the Self.
Nueva York: Other Press. 13
La neuroplasticidad* (plasticidad cerebral) es un reciente descubrimiento de la ciencia que muestra
cómo el cerebro, a partir de sus propiedades, tiene la capacidad de moldearse de acuerdo con la
experiencia. Esta capacidad está particularmente desarrollada en la niñez, al mismo tiempo que se
va constituyendo el yo*.
Aprender, recordar, olvidar y recuperarse de situaciones (injurias) son algunas de las acciones que
se llevan adelante gracias a estas plasticidades. La neuroplasticidad depende de factores genéticos,
epigenéticos* y ambientales.
Las condiciones del entorno y la crianza en los primeros años de vida brindan
oportunidades privilegiadas para estimular estas capacidades.
Un niño es el producto de un entrecruzamiento entre la biología con la que nace, el contexto en el que
se cría y la capacidad psíquica y mental que va constituyendo.
f.
Organización de la comunicación preverbal y verbal
En el inicio, la fuente más importante de estímulos para un bebé es el cuerpo de la persona que se
ocupa de él. La presencia física, la proximidad cuerpo a cuerpo y el comportamiento interactivo sir-
ven como una función reguladora externa para su organización psíquica y emocional. Los brazos del
adulto, las caricias, son el lugar donde las experiencias sensoriales y los estados internos permiten
la construcción de un rudimentario sentido de sí mismo.
Durante los primeros meses de vida, tocar y mirar son los modos de comunicación privilegiados entre
el bebé y sus cuidadores primarios. La mirada mutua, la progresiva capacidad de prestar atención
conjunta a eventos del mundo externo y el juego de expresiones afectivas transmitidas a través del
rostro son modos de relacionarse y actúan como precursores de dos aspectos fundamentales del
desarrollo infantil: la capacidad para la formación de símbolos (uso del lenguaje) y la capacidad de
empatía (capacidad para comprender los estados emocionales del otro).
En el intercambio del niño con los cuidadores primarios son importantes: el contacto visual, el diálogo
sonoro (el cuidador escucha al niño y le contesta), el diálogo tónico (alternancia de tensión-relajación
durante el juego y la alimentación), el sostén físico y el contacto (caricias, manipulación).
La sincronía* es un concepto usado a lo largo de múltiples campos, que se refiere a la relación tem-
poral entre eventos y puede ser aplicada al estudio de las interacciones adultos-bebé. En ese sentido,
el concepto de sincronía incluye la concurrencia, la secuencia y la organización de las interacciones
entre el niño y los adultos. Tanto los cuidadores como el bebé interactúan en forma activa en un marco
de involucramiento afectivo que determina un intercambio con mutua reciprocidad.
El adulto a cargo del bebé “sincroniza” naturalmente sus comportamientos con los períodos en los
que el recién nacido está despierto y puede establecer una relación. El bebé comienza a detectar
contingencia entre discretos eventos en el entorno. Mueve sus miembros en coordinación con el habla
del adulto y hay secuencias contingentes entre su cuerpo y el comportamiento del otro, aun en bebés
prematuros y de bajo peso.
La sincronía describe la compleja “danza” que ocurre durante el corto, intenso y juguetón intercambio
entre el bebé y los adultos. Esta danza, que se va repitiendo con ritmos particulares para cada niño,
permite desarrollar cierta familiaridad con el estilo de comportamiento de ambos y con los ritmos de
interacción que se establecen entre ellos.
El reconocimiento del bebé de su propio control da lugar a la autonomía. Poco a poco empieza a
darse cuenta de que él puede controlar la interacción. Tras una etapa de sincronía, entonces, tiende
a interrumpir el diálogo, desviando la mirada hacia otra parte de la habitación o hacia su mano. En
este intercambio sincrónico existen momentos de atención y momentos de desatención. La autonomía
permite que los sistemas de intercambios sean flexibles y activos.
La relación madre-bebé o adulto-bebé está dada naturalmente por encuentros y desencuentros. Estos
últimos no son patológicos sino parte constituyente de la relación entre los adultos y el bebé. Son los
momentos en que un niño, por ejemplo, deja de interactuar con sus padres y se concentra en sí mis-
mo o en otro estímulo interrumpiendo la comunicación momentáneamente. Es esencial, entonces, la
capacidad de reencuentro, es decir, que luego de un desencuentro pueda haber un nuevo encuentro 8.
Las primeras atenciones dadas al bebé por su cuidador primario y la manera en que este se ocupa
del niño durante las primeras horas y los primeros días de vida son esenciales para la aparición y el
desarrollo de las vocalizaciones, las expresiones faciales, el despliegue afectivo, la proximidad, el
tono del cuerpo, los movimientos y las caricias. Son los diversos modelos de relación que se observan
a través de todas las comunidades culturales y en diferentes mezclas.
8 Tronick, E. Z. y J. F. Cohn (1989): “Infant-mother face-to-face interaction: age and gender differences in coordination and
the occurrence of miscoordination” en Child development. Nueva York: The Guilford Press. 15
Aunque el niño no hable, comunica y entiende las miradas, las sonrisas y los gestos del adulto que
interactúa con él. La comunicación no verbal o preverbal* es fundamental en la interacción entre el
niño y los adultos. Se trata de gestos y vocalizaciones que pueden durar segundos, que el niño capta
y a los que les da significado. Se apropia de ellos como modo de comunicación y va formando repre-
sentaciones mentales y recuerdos de la experiencia subjetiva de estar con otra persona, precursores
necesarios para la organización del lenguaje verbal.
Sabemos que los bebés tienen un apetito particular por la entonación, los picos prosódicos, los tonos
agudos y el timbre de la voz. A esta forma que toma el lenguaje de las madres se la denomina mama-
nais (en francés) y motheress (en inglés). Aquí, podríamos llamarla mamañol. Y como se trata de un
lenguaje universal, tendrá una denominación y una forma propia en cada lengua.
En esta temprana interacción, el cuidador primario habla por él y por el bebé. Pregunta y contesta.
Brinda un sentido y una entonación particulares, casi como una canción, que es propia de cada
relación y cada vínculo. Esto es producto de una relación empática. Transmite placer y sorpresa. Es
un juego vocal.
Entre los 3 y los 9 meses, las formas de intercambio varían en relación con la mayor independencia
que adquiere el niño. Luego, al desarrollar la motricidad fina*, muestra franco interés en los objetos y
en su manipulación, y disminuyen las interacciones con la mirada. Hacia la segunda mitad del primer
año de vida, los objetos se vuelven el foco del juego entre padres, debido al desarrollo motor que le
permite al niño alcanzar los objetos y desarrollar competencias sociales.
En las interacciones triádicas (entre el bebé y dos adultos) se manifiesta esta nueva posibilidad de
manera no verbal. Un niño de 9 meses, por ejemplo, coordina su atención con su mamá siguiendo la
línea de la visión de ella y señalando un objeto. Puede intentar lograr que la atención de su madre se
dirija a ese objeto insistiendo o señalando. Del mismo modo, es muy importante que se compartan
sentimientos internos cuando hay intercambios sociales y señales afectivas con ambos adultos, y
observar cómo estos realizan un intercambio afectivo entre ellos. El bebé puede mirar a su mamá y a
su papá invitándolos a jugar con un juguete y disfrutar juntos. Si la madre o el padre responden, queda
confirmado para el bebé que él pudo compartir esa experiencia con ellos. En estas estrategias entran
en juego mecanismos emocionales y cognitivos complejos 9.
9 Fivaz-Depeursinge, E. y E. Corboz-Warnery (1999): The Primary Triangle: A Developmental Systems View of Mothers,
16 Fathers, and Infants. Nueva York: Basic Books.
Desarrollo emocional. 1. ¿Qué es lo esperable en el
Clave para la primera infancia desarrollo emocional de un niño?
g.
La familia: función materna y* función paterna*. ¿Qué significa cuidar a un niño?
La familia es el espacio en que los niños realizan sus primeras experiencias de interacción. La
alianza familiar se organiza entre el niño y sus cuidadores primarios. Los cuidadores facilitan y
guían el desarrollo del niño, mientras este crece y logra su autonomía. El niño también, en gran
medida, modela la acción de los adultos.
La familia cumple la función de asegurar la supervivencia del niño, y el crecimiento y desarrollo
adecuados para luego facilitar la salida del núcleo primario armando nuevos vínculos.
“Madre” y “padre” son funciones, más allá de los seres humanos que las encarnen, y el buen
desarrollo de un niño dependerá de la complementariedad de estas funciones. Ambas poseen
acciones específicas, a saber:
La función materna:
• aporta la lengua con la que se comunicará el bebé. Todos los niños nacen con la capacidad
de hablar cualquier idioma, pero solo adquieren la lengua del cuidador que los cría;
• es un continente afectivo y efectivo de las sensaciones del bebé;
• transforma el hambre en satisfacción, el dolor en placer, el desamparo característico de los
humanos en tranquilidad;
• estimula la energía psíquica del bebé;
• le da sostén al niño y le va presentando el mundo que lo rodeará y en el que vive, a través de
los objetos;
• ayuda al bebé a diferenciar entre su mundo interno y su mundo externo.
La función paterna:
• permite que el bebé aprenda a vivir sin tanta dependencia y comience su camino de autono-
mía, interviniendo en la intensa relación del bebé con su madre o con quien cumpla esa función;
• pone reglas y organiza el funcionamiento del niño para que establezca su mundo vincular in-
cluido en relaciones más amplias;
• como función normativa, es portadora de las pautas culturales del medio social del cuidador prima-
rio. Esto permite que el niño termine por incorporarse al medio social al que pertenece. Señala lo
prohibido y lo permitido, lo seguro y lo inseguro, lo saludable y lo tóxico, lo obligatorio y lo electivo.
La seguridad afectiva que implica la presencia de estas dos funciones le permite al niño ir logrando
progresivamente pautas de diferenciación y autonomía; por ejemplo, el momento del destete, la ad-
quisición de la marcha, el lenguaje, el control de esfínteres o el comienzo del jardín de infantes. Cada
vez más, a medida que crece, el niño se va viendo influido y estimulado por el mundo extrafamiliar.
En aquellas crianzas que no pueden ser llevadas a cabo por los progenitores, estas funciones son
ejercidas por otros miembros de una comunidad. Lo importante es que la función materna y la
función paterna estén presentes de una u otra manera.
Actualmente se puede pensar, además, en la noción de función familia* 10, que hace referencia a la
red de subjetividades que sostiene al niño en desarrollo, en el marco de un espacio ramificado de
vínculos que no están representados únicamente por la familia nuclear convencional. Esa red supera
el mapa de filiaciones biológicas e incluye la presencia de seres significativos que intervienen en el
proceso de desarrollo emocional del niño. Son personas que producen efectos psíquicos relevantes
en la mente infantil.
Por otra parte, la información sobre los diferentes aspectos de la crianza y sus signos de alarma,
compartir esta tarea con otros en la misma situación y tener un ámbito de colaboración frente a las
problemáticas son puntos necesarios a considerar para prevenir los síntomas de fatiga física y psí-
quica del cuidador primario.
Ante todo, para la observación del desarrollo emocional y psicológico de los niños es importante tener
en cuenta los siguientes aspectos:
1. En primer lugar, evaluar el funcionamiento físico, neurológico y sensorial del niño, así como la
coordinación de la motricidad fina y la motricidad gruesa*, y las capacidades cognitivas que
aparecen, ya que el desarrollo psicológico se expresa significativamente en estas áreas.
2. En segundo lugar, observar la forma en que el niño se vincula con sus cuidadores y personas
de su entorno, el estilo o la forma de “estar con”.
3. En tercer lugar, evaluar el estado de ánimo, los sentimientos que predominan (alegría, enojo,
interés, diversión, celos, amor), la variedad, la profundidad y la adecuación de esos sentimien-
tos, así como la capacidad de regularlos.
4. En cuarto lugar, observar si el niño presenta estados de ansiedad expresados en su conducta,
juego o verbalizaciones, y la presencia de miedos.
5. Por último, los niños expresan en el juego, y luego verbalizando, los temas que corresponden
al momento del desarrollo que atraviesan y las situaciones que viven.
Desarrollo Los niños pueden progresiva- En esta etapa, logran cami- Presentan una mayor coor-
físico mente girar hacia un estímulo, nar de forma coordinada, de dinación de la motricidad
tomar un elemento en la línea modo torpe aún, e incluso gruesa, corren, suben y bajan
media, sentarse, girar, pararse y correr y subir escaleras. Se escaleras sin ayuda; y tam-
finalmente empezar a caminar. perfecciona la motricidad bién de la motricidad fina (se
Pueden hacer vocalizaciones fina (garabatear). Aumenta encuentra más diferenciada,
más claras, probablemente la comprensión de gestos pueden hacer círculos o ga-
una palabra o dos (mamá, complejos y palabras simples rabatos, sostener cubiertos
dada) y entienden las rela- y frases. Se incrementa la para alimentarse, etc.). Com-
ciones causales simples de habilidad para comunicarse prenden frases, oraciones
medio y fin con objetos inani- con gestos y palabras. Las simples y gestos complejos.
mados, y el mundo animado al vocalizaciones se hacen más Son capaces de nombrar mu-
finalizar el primer año. claras, comienzan a nombrar chos objetos, usar pronom-
A partir de los 4 meses, van objetos y el niño hace saber lo bres personales y oraciones
progresando paulatinamen- que quiere o necesita combi- para describir sucesos y para
te, prestando más atención nando dos palabras. Aparece dar a conocer lo que necesi-
a los estímulos sociales que la capacidad de desarrollar tan. La capacidad simbólica
a las sensaciones internas. nuevas conductas a partir de se ha expandido, y se eviden-
Logran focalizar la atención, las anteriores, surge la posibi- cia en un amplio mundo de
comprender y concentrarse a lidad de tener actividad sim- fantasía (por ejemplo, sueños,
medida que progresa el desa- bólica (usando palabras para miedos, historias y personas
rrollo, asociado con muestras describirse a sí mismo y a los imaginarias).
de interés en todas las sensa- demás, juega con muñecos); La capacidad para concen-
ciones propias de la edad (tac- también adquiere una capa- trarse y la autorregulación aún
to, sonido, vista, movimientos) cidad variable de concentra- son variables, pero mejoran.
y van teniendo más capacidad ción y autorregulación.
de procesar la información,
cada vez más compleja, en
cada modalidad sensorial.
Relación con Los niños buscan protección En relación con las personas Aunque las relaciones toda-
las personas y confort; el interés general que cuidan de ellos, presen- vía son predominantemente
de su entorno en el mundo evoluciona ha- tan un balance entre la satis- con el cuidador primario y
cia una relación afectiva al- facción de las necesidades para satisfacer necesidades,
tamente individualizada con (dependencia básica) y la se encuentran en esta etapa
las personas que los cuidan, individualidad emergente, la organizadas en un nivel re-
en un compromiso placentero autonomía, la iniciativa y la ca- presentacional o simbólico
interactivo (recíproco). pacidad de la autoorganiza- (por ejemplo, emerge un
ción en el nivel de la conducta sentimiento de sí mismo y del
(por ejemplo, los “gateado- otro en términos de pensa-
res” que van a la alacena a mientos, recuerdos, etc.) que
tomar lo que quieren). permite utilizar la fantasía.
Se percibe algo de negativis- El balance entre la depen-
mo. Los temas de la necesi- dencia y la autonomía puede
dad y la preocupación por la virar brevemente al estadio
separación son aún muy im- anterior. Las peleas por el po-
portantes. der y el negativismo pueden
dominar intermitentemente
el modelo de relación. Los
temas centrales siguen sien-
do la dependencia básica, la
necesidad de seguridad y el
temor a la separación. Apare-
cen interacciones simbólicas
de poder, control, agresión
y diferentes tipos de placer
en las relaciones. Tienen
capacidad para interactuar
en forma más compleja por-
que ahora pueden utilizar la
imagen interna (por ejemplo,
19
Primer año de vida Segundo año de vida Tercer año de vida
Tono emocional Es altamente variable, ínti- El humor es aún variable, pero El estado de ánimo general
(o estado de mamente relacionado con más organizado y estable puede ser variable (triste,
ánimo general) estados internos (hambre), y durante períodos más lar- ansioso o presentar una ten-
hacia la segunda mitad del gos. Existe un sentimiento de dencia a quedarse “pegado”
primer año, también relacio- seguridad, curiosidad y ne- al adulto junto a una segura
nado con señales sociales cesidad de exploración que exploración), pero luego gra-
externas (el padre puede ha- domina el humor, así como es- dualmente se estabiliza den-
cer sonreír a un niño aunque tán presentes también la ten- tro de un modelo organizado
este tenga hambre). Cuando dencia a “pegarse” al adulto, alrededor de un sentimiento
el bebé está confortable inter- el negativismo, el miedo y la básico de seguridad y opti-
namente prevalece un senti- aprehensión. mismo, con la presencia no
miento de interés y placer en dominante de las siguientes
el mundo y hacia el cuidador capacidades: la excitación, el
primario. negativismo, la pasividad, la
tendencia al “pegoteo” hacia
el adulto, entre otras.
Sentimientos La variación entre la indiferen- En este período, los senti- Los afectos, gradualmente,
cia y la excitación con el mun- mientos se vuelven más di- tienen más “significado” (en
do se torna más organizada ferenciados. Se observa la el nivel representacional o
y queda bajo el control de la emoción por la exploración y simbólico). Después de la
interacción social. Los senti- el descubrimiento, y el placer posible inestabilidad inicial
mientos específicos iniciales por la autoafirmación. Existen en el sistema afectivo (por
de excitación placentera o la negociaciones gestuales más ejemplo, regresivo, enojo con
protesta por la falta de placer complejas de dependencia, “pegoteo” y dependencia), es
llevan a graduaciones más di- autoafirmación, enojo y la posible una mayor organiza-
ferenciadas y el bebé incluye búsqueda de límites. El bebé ción del sistema afectivo, con
gestos con los que negocia desarrolla la capacidad de afectos complejos tales como
la dependencia, el placer, demostración organizada de amor, tristeza, celos y envidia,
la afirmación de sí mismo, la amor (correr y abrazar, sonreír que se expresan en ambos ni-
exploración, el enojo, el mie- y besar a los padres, todo jun- veles: el preverbal y el verbal,
do y la ansiedad. El sistema to) y también protestar (alejar- que está surgiendo.
de afectos o sentimientos per- se, patalear, llorar, todo junto). La afectividad se ve fácil-
manece altamente variable, y El negativismo organizado mente influenciada por las
es fácilmente dominado por el (el no) y una gran demanda situaciones físicas (cansan-
contexto. están también presentes. El cio, hambre). Los afectos se
equilibrio debe volcarse en encuentran todavía en un ni-
dirección a las expresiones vel egocéntrico (por ejemplo,
organizadas del placer en el “¿qué hay ahí dentro para mí?”).
descubrimiento, la iniciativa
y el amor. Aparece más de-
sarrollado el sentimiento de
comodidad con la familia y la
aprensión ante los extraños.
Estados de Están relacionados con la Aparecen relacionados con la Se refieren tanto a la ansiedad
ansiedad supervivencia física y emo- pérdida del cuidador, que es relacionada con la pérdida
cional, y son generalmente algo potencialmente desor- de la persona amada y de la
globales y desorganizados. ganizador. cual dependen, como a la
La hipótesis es que una pérdida de aprobación y de
preocupación subyacente aceptación. Aun así, el niño
está relacionada con temas todavía desorganizado po-
de aniquilación, pérdida del tencialmente puede tolerar
yo emergente y del mundo. mejor la ansiedad y enfrentar-
la mediante alteraciones en la
imagen mental (fantasía; por
ejemplo, “mamá regresará;
ella me ama”).
20
Desarrollo emocional. 1. ¿Qué es lo esperable en el
Clave para la primera infancia desarrollo emocional de un niño?
Conducta en Se transforma en simples ca- Los niños, en esta etapa, tie- La conducta queda organiza-
relación con denas de conductas sociales, nen capacidad de organiza- da como en el segundo año,
los estímulos causales intencionadas, con ción de la conducta en cade- incluso hay más cadenas de
internos un propósito (por ejemplo, la nas causales más complejas interacción. Ahora surge la
mamá sonríe, el bebé estira (tomar a la mamá de la mano capacidad simbólica o repre-
una manito para provocar una y llevarla hacia la heladera sentacional, como se eviden-
respuesta similar por parte de para mostrarle lo que quiere cia en el lenguaje y en el uso
la mamá), además de con- comer); tienen iniciativa y ori- de pronombres personales
ductas recíprocas o casua- ginalidad en el nivel de la con- (yo, tú, etc.), y la elaboración
les. Aparece una capacidad ducta, como también un au- de fantasías a través del
para realizar interacciones mento en la iniciativa. El niño lenguaje y la conducta (por
recíprocas organizadas (por expresa temas de amor, curio- ejemplo, un juego en el cual
ejemplo, la mamá sonríe, el sidad, exploración y protesta, el niño tiene una muñeca y
bebé sonríe) y luego, hacia enojo, negativa, y celos, todo la madre tiene otra muñeca).
el final del primer año, surgen de un modo organizado (co- En contraste con la conducta
cadenas más complejas de rrer hacia el papá y abrazarlo, organizada, la comunicación
interacción (estirar los brazos tironear de él, besarlo, en una simbólica está inicialmente
para alcanzar objetos, soste- serie organizada; o alejarse, fragmentada (por ejemplo,
nerlos, dárselos a la mamá). tirar los juguetes, llorar y gri- islas de juego sin aparente
Las interacciones sociales tar, como otra serie). Hacia el conexión en el juego sim-
incluyen temas de placer, ex- final del segundo año, surgen bólico o en la comunicación
ploración y protesta. capacidades para integrar verbal). Hay una elaboración
los temas que reflejan polari- gradual de la experiencia, en
dades de amor-odio, pasivi- la repetición de temas sim-
dad-actividad (por ejemplo, ples (“quiero eso”), o en el
en un juego una muñeca es juego simbólico de abrazar
mala, le da una paliza, y luego a las muñecas que lleva a un
la abraza). También surgen rango amplio de temas con-
capacidades simbólicas o de cernientes al poder, el placer,
representación en temas de la dependencia, el miedo, etc.
relación o emocionales. Estos temas se van volviendo
más complejos (por ejemplo,
las muñecas abrazan y luego
besan). Los temas envuelven
la repetición de lo que se ve
y se escucha, explorando el
mundo inanimado y el anima-
do con nuevas capacidades
simbólicas, y luego usando
modos simbólicos para la in-
teracción emocional.
Hay una vacilación entre los
intentos de autodefinición (a
través de tratar de “estar con-
trolando”, peleas de poder,
negativismo) y el desarrollo
placentero y excitado de nue-
vos pensamientos (descubri-
miento del nivel simbólico),
las conductas y los intereses
regresivos dependientes (por
ejemplo, sostén, “pegoteo”),
los cuales, sin embargo, tam-
bién tienen el elemento: “yo
controlo”. Mejora la capacidad
para el autocontrol y la res-
puesta a los límites, y va estruc-
turando un nivel simbólico. Ha-
cia el final del tercer año, surge
interés por el tema del poder
(por ejemplo, barcos-cohetes,
héroes poderosos, pretende
ser un monstruo y se asusta de
los monstruos).
21
Fuente: Greenspan, S. (2003): The clinical interview of the child. Washington DC: American Psychiatric Publishing.
Conocer qué es lo esperable en el desarrollo de un niño hasta los tres años es fundamental. Nos per-
mite acompañarlo, observarlo, respetando el tiempo individual que cada uno necesita para crecer.
También permite adquirir criterios de alarma cuando el desarrollo queda obstaculizado.
Describimos qué necesita el niño de parte de sus cuidadores para que ese desarrollo se produzca y
esto nos ayuda a promover factores protectores. El sostén emocional, la comunicación humana van
conformando la confianza básica que es el principal motor del mismo.
Se ha descripto una gama de adquisiciones que esperamos que alcancen los niños de esta edad.
Estos logros se van dando en el ritmo y los tiempos que la individualidad de cada niño determine.
Sin embargo, cuando lo esperable no aparece se abre el campo de las problemáticas y dificultades
sobre las que es conveniente intervenir lo más precozmente posible.
22
cap. 2
Problemáticas en el
desarrollo emocional
del niño de 0 a 3 años
23
24
Desarrollo emocional. 2. Problemáticas en el desarrollo
Clave para la primera infancia emocional del niño de 0 a 3 años
1. Definición de problemática
La senda del desarrollo humano integral se ve marcada, especialmente en los primeros años de
vida, por una serie de cambios evolutivos que involucran tanto el crecimiento físico como la aparición
de nuevos fenómenos psíquicos. Estos cambios se expresan en el plano perceptivo –ligado al uso
e integración de los diferentes sentidos–, en el plano motor –es decir, en todo lo que concierne al
desarrollo, integración y control del movimiento–, en el plano cognitivo –referido a la adquisición y
dominio de los conocimientos–, en el plano de la comunicación y el lenguaje, en el plano emocional
y en el plano social.
A su vez, los estudios sobre el desarrollo temprano muestran que los primeros años de vida de un
niño son un período sensible a la desadaptación y propicio para el establecimiento de problemas en
el plano emocional, ligados a desajustes y disarmonías en el desarrollo.
Existe una serie de desajustes que pueden ser prevenidos y la intervención temprana sobre estos
problemas resulta mucho más eficaz que la intervención tardía.
Por esto, es conveniente definir y describir las diferentes problemáticas en salud mental en esta tem-
prana etapa de la vida y reconocer las influencias múltiples de dichas áreas problemáticas entre sí.
Estas dificultades pueden implicar tanto deficiencias como inadecuación de los procesos y elementos
involucrados en diferentes áreas cruciales para el desarrollo. Aquí se debe pensar, por ejemplo, en la
base constitucional-madurativa del bebé: la percepción, la motricidad, y el desarrollo neurológico y
orgánico en general. También, y en el mismo orden de importancia, en los vínculos que se establecen
entre el bebé y sus cuidadores. Por último, en el medio y las circunstancias comunitarias y sociales
que rodean al bebé y a sus cuidadores.
Según Anna Freud 11 existe un número de circunstancias que se combinan para detener, deformar y
desviar las fuerzas sobre las que se basa el crecimiento mental. No se pueden separar tajantemente
los problemas o las dificultades entre sí. Todos inciden de una u otra manera como aspectos del
desarrollo en los que diferentes elementos cooperan para el establecimiento de una problemática.
Estos aspectos, entonces, se pueden ordenar de la siguiente manera:
• Los que dependen de factores constitucionales que afectan al recién nacido o el desarrollo
evolutivo esperable desde un punto de vista orgánico-médico.
• Los relacionados con los primeros vínculos en la creación de lazos afectivos y establecimien-
to de los primeros procesos de comunicación entre el bebé y sus cuidadores hasta llegar al
nivel simbólico de juego y comunicación.
• Los ligados a la integración psicomotriz y logros de regulación de los ritmos vitales –sueño,
alimentación–, de la autorregulación afectiva y de la regulación de la atención hacia el mundo
que rodea al bebé.
Para considerar este gradiente y comprender mejor las circunstancias que llevan a la instalación
de los niveles graves de problemáticas, conviene introducir las nociones de factores de riesgo y
factores protectores.
Cuando situaciones de estrés psicosocial* directo o indirecto –como violencia, pérdidas, inestabilidad
habitacional– hacen impacto sobre un niño pequeño, lo que este pierde es la protección, la seguri-
dad y el bienestar básicos; es decir, la “envoltura” protectora, sostenedora, que debe constituir su
ambiente cuidador inmediato.
El ambiente cuidador debe funcionar como un factor protector que escude al niño de los eventos es-
tresantes, reduciendo así su impacto. Si no ofrece protección, no solo no ayuda sino que multiplica el
impacto y, a través del efecto de la ansiedad y/u otras emociones negativas, puede incluso reforzarlo,
funcionando así como un factor de riesgo para el niño.
Dentro de esta perspectiva también hay que considerar que cuanto más pequeño es el niño,
mayores son el impacto y el riesgo, ya que los recursos propios con los que cuenta o que ha ido
interiorizando a partir de la relación con su entorno todavía son insuficientes o inestables.
26
Desarrollo emocional. 2. Problemáticas en el desarrollo
Clave para la primera infancia emocional del niño de 0 a 3 años
Otro elemento importante para considerar es la resiliencia*, es decir, la capacidad del ser humano
para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Esa capacidad de resistencia se prueba
en situaciones de fuerte y prolongado estrés. Podría decirse que la resiliencia es la capacidad de
sobreponerse a situaciones adversas12.
Los factores que involucran estrés psicosocial constituyen un riesgo importante para el desarrollo e
inciden en el establecimiento de dificultades y problemáticas, tanto en las relaciones del niño con los
adultos como en sí mismo.
Muchos de estos factores son pasajeros e involucran cambios o acontecimientos inesperados (se-
paraciones, mudanzas, internaciones médicas), que demandan del niño en desarrollo y su familia
la movilización de recursos internos y externos que permitan la adaptación. Pero otros tienen origen
en situaciones crónicas de estrés, como la exclusión social. Los niños que crecen con sus derechos
vulnerados, en condiciones de extremo aislamiento, con las necesidades más básicas insatisfechas,
serán más vulnerables frente a las situaciones de estrés y con más probabilidades de presentar sig-
nos de sufrimiento en su desarrollo.
Siempre hay que tener en cuenta que el impacto final de un acontecimiento estresante o del estrés
sostenido depende de tres elementos:
• la severidad del acontecimiento o situación (su intensidad y duración en ese nivel de inten-
sidad; lo imprevisto del acontecimiento y la frecuencia e impredictibilidad de su recurrencia);
• la edad del niño, sus recursos innatos y la fuerza de su psiquismo en formación;
• la accesibilidad y la capacidad de los adultos que lo rodean para servir como amortiguado-
res y ayudar al niño a comprender el evento o las circunstancias difíciles, y lidiar con ello.
Las fuentes de estrés que constituyen factores de riesgo pueden estar presentes en la vida de un niño
pequeño de diferentes maneras:
• Directa: por ejemplo, una enfermedad del niño que requiere su hospitalización.
• Indirecta: por ejemplo, uno de sus padres se enferma y esto lleva a una separación.
A veces existe una serie de pequeños acontecimientos que de modo sostenido y acumulado inciden
como fuente de estrés y factor de riesgo. Por ejemplo, una serie de viajes de trabajo de alguno de los
adultos a cargo de su cuidado, aunque estos sean breves. Por otra parte, ciertos acontecimientos
y transiciones específicos que forman parte de la experiencia normal en la cultura pueden devenir
estresantes para un niño pequeño: por ejemplo, el nacimiento de un hermano o una mudanza de la
familia. Algunos niños experimentan estas transiciones con dificultad, mientras que otros realizan las
transiciones con suavidad y se adaptan a las nuevas circunstancias fácilmente.
12 Cyrulnyk, B. (2006): Una infancia infeliz no determina la vida: la resiliencia. Barcelona: Gedisa. 27
Frente a situaciones de estrés, es posible que en el niño se den manifestaciones que pueden ceder
si existe una respuesta adecuada del ambiente. Estas son:
Cuando prestamos atención a esta temática, en el caso de un bebé pequeño, debemos tener en
cuenta también que hay modos en su crianza que inciden como factores específicos de riesgo, de
manera invisible. Por ello, se deben evitar las siguientes situaciones:
• La inestabilidad de las figuras que ejercen los cuidados primarios, es decir, el cambio frecuen-
te e imprevisible de los “rostros” que cuidan al bebé.
• La falta de establecimiento de rutinas y tiempos medianamente previsibles dentro de la vida
cotidiana.
• El trato negligente en cuestiones básicas como la higiene, la alimentación, el respeto por las
necesidades de descanso de un niño pequeño. Por ejemplo, un niño de 1 año necesita dormir
por lo menos 12 horas por día (incluyendo siestas).
• La violencia en todas sus formas: verbal, física, dirigida al bebé o presente en su entorno.
• Las situaciones de hiperestimulación* en las que el bebé no llega a procesar adecuadamente
los estímulos que recibe y, en consecuencia, se desorganiza activamente o bien se retrae abs-
trayendo su atención del entorno.
28
Desarrollo emocional. 2. Problemáticas en el desarrollo
Clave para la primera infancia emocional del niño de 0 a 3 años
a.
Prematuridad
Luego del nacimiento, el bebé prematuro puede presentar problemas para sobrevivir y crecer.
Por eso necesita de la ayuda que se le brinda en la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica,
hospital o centro en el que haya nacido para mantener su temperatura, alimentarse, oxigenarse
adecuadamente, mantener la respiración y metabolizar la bilirrubina. Todos estos cuidados que
permiten la supervivencia física son al mismo tiempo una situación de aumento de estímulos:
cuantitativos (contacto con muchas personas, instrumental, aparatos, luces, alarmas) y cualitativos
(experiencias de dolor).
Al mismo tiempo, existe una disminución de los estímulos positivos que crean confort y seguridad
(contacto con el cuerpo materno, amamantamiento, canciones, caricias). Esto representa una situa-
ción altamente estresante para el bebé, que suele retraerse para sobrevivir.
Numerosos estudios han mostrado que las experiencias estresantes en los primeros meses de vida
dejan secuelas emocionales y neurológicas. Por esto es importante disminuir y organizar la estimula-
ción negativa y aumentar los estímulos que generan seguridad y experiencias tempranas de placer,
favoreciendo el vínculo con los padres, el intercambio amoroso a través del contacto ocular, el tacto,
la cercanía piel a piel y la voz.
El desarrollo psíquico y la estabilidad emocional que habrá de tener el niño dependen de las relacio-
nes con sus cuidadores primarios. Los momentos iniciales de la relación son decisivos en el desarrollo
posterior. La prematuridad puede ser pensada como una crisis psicosocial “accidental”. Los padres
se deben enfrentar primero a la posibilidad de que su niño muera, luego hacer frente a una sensación
de incapacidad por no haber sido capaces de llegar a gestar un bebé “a término”; después de unos
días de incertidumbre, deben renovar la relación con su hijo, separado de sus padres hasta entonces,
y más tarde adaptarse a las características particulares de cada niño prematuro. Los padres deben
realizar un enorme esfuerzo psicológico para encarar la situación. Para poder atravesar con eficacia
la crisis, los padres deben poseer la capacidad de comprender el problema de una manera realista,
ser conscientes de lo que sienten y poder expresarlo, y pedir ayuda a otros.
En particular en las madres, el nacimiento de un niño prematuro provoca una importante crisis
psicológica. Se observa en ellas una disminución de la autoestima porque no fueron capaces de
retener a su niño los nueve meses de embarazo. La separación del bebé aumenta el sentimiento
de fracaso. La madre asume una función de apoyo “periférica” que dificulta el proceso de apego
y suele presentar sentimientos perturbadores y en ocasiones contradictorios. Las emociones más
destacadas son ansiedad, temor a la muerte de su hijo y sentimiento de culpa. A veces se sienten
culpables porque no pueden atender al bebé con la misma habilidad que las enfermeras. Aunque
se sientan agradecidas, suelen sentir fuertes celos hacia las enfermeras, y aparecen sentimiento de
hostilidad y desconfianza.
Para desarrollar un íntimo apego, la madre debe recibir de su bebé una respuesta a lo que ella hace.
Si el niño la mira a los ojos y se mueve en respuesta a sus cuidados, se calma o responde positiva-
mente, y esto produce un fuerte impulso en el sentimiento de apego. 29
Recomendaciones asistenciales
Es conveniente que desde el nacimiento se facilite y se estimule el contacto del bebé con sus padres.
Como ya se mencionó, el contacto temprano piel a piel y los momentos de intimidad favorecen el
apego. Además esto ayuda a disminuir los episodios de apneas, favorece el aumento de peso, acorta
el tiempo de internación, estabiliza la temperatura y refuerza el vínculo.
Dentro de este contexto, es conveniente sugerirles a los padres hacer llegar su mensaje al niño y cap-
tar lo que él les devuelve como respuesta. También dejar en claro que los prematuros ven y oyen, por
lo tanto, como los bebés duermen dos o tres horas y están despiertos por un breve rato, es importante
que los padres pasen largos períodos en la Unidad de Terapia para presenciar las respuestas del
niño. En caso de que la madre no pueda trasladarse hasta allí, se recomienda fotografiar al niño para
que ella pueda verlo, y desde un principio sugerirle que envíe su leche para alimentarlo, ya que es el
alimento ideal para el recién nacido. Y apenas se encuentre en condiciones físicas para visitarlo, en lo
posible, deberá hacerlo acompañada por el padre u otro familiar cercano. Asimismo es recomendable
invitar a los abuelos, hermanos y demás integrantes de la familia a visitar al bebé, para que comiencen
a sentirse apegados a él.
Es aconsejable mostrar una actitud optimista, si existe perspectiva de que el niño sobreviva, y recalcar
los aspectos positivos del bebé. Es importante brindarles a los padres toda la información necesaria
para que comprendan lo que sucede con su hijo y el tratamiento a seguir. Esto conviene hacerlo a
lo largo de varias conversaciones, por lo menos una vez al día, para describirles los procedimientos
utilizados (monitoreo respiratorio y cardíaco, alimentación por tubuladuras y funcionamiento de la
incubadora). También es clave explicarles que el bebé va a progresar más rápido y en mejores con-
diciones si tiene contacto con ellos.
Dentro de la Unidad de Terapia Intensiva, las reuniones de padres son de gran ayuda para la socia-
lización de la crisis que atraviesan y para facilitar la contención afectiva de las diferentes familias.
b.
Discapacidad
Para la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una
interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la
que se vive. Discapacidad es un término general que abarca las deficiencias —problemas que afec-
tan a una estructura o función corporal—, las limitaciones de la actividad —dificultades para ejecutar
acciones o tareas— y las restricciones de la participación —problemas para participar en situaciones
vitales—. Entonces, la discapacidad es el resultado de la interacción entre la condición de salud de
una persona y las barreras medioambientales y personales que esa persona puede enfrentar (relación
entre la condición de salud y los factores contextuales). Esta interacción además de ser compleja es
siempre dinámica.
Desde un enfoque social, no se trata de un problema individual sino de una situación particular dada
por las limitaciones que pueda presentar una persona y los obstáculos que impone la sociedad. El
modelo de la diversidad propone el abandono del concepto de capacidad como manera de percibir y
describir una realidad humana y aboga por el uso de la dignidad, el respeto y el reconocimiento de las
30 diferencias, que conducen la sensibilización y a acciones positivas sobre personas con discapacidad.
Desarrollo emocional. 2. Problemáticas en el desarrollo
Clave para la primera infancia emocional del niño de 0 a 3 años
Existen distintos tipos de discapacidad: motora, sensorial (auditiva, visual o táctil) y mental (respecto
de la personalidad, intelectual, asociada).
Siempre hablar de discapacidad no es plantearse un punto de llegada sino un punto de partida y mu-
cho más si las dificultades se presentan en un bebé recién nacido o un niño pequeño. Lo primero que
se impone frente una situación que implique un desarrollo diferente con características particulares
es la necesidad de la adaptación del medio (padres, familia, comunidad) a una realidad diferente a
la esperada. Se requiere entonces un proceso de elaboración afectiva que puede ser muy costoso,
pero que permite generar factores protectores que prevengan ante la posibilidad de encontrarse
con dificultades en el desarrollo emocional del bebé. En este proceso, es necesario que los padres
puedan conocer tanto el diagnóstico de su hijo, como los servicios, los tratamientos y los apoyos a
los que pueden acceder, y las formas para hacerlo.
Aun en familias equilibradas, la noticia constituye una crisis. Esto implica un período de desequilibrio
psicológico en personas que enfrentan un problema importante, y que por el momento no pueden
evitar ni resolver con los recursos acostumbrados. Surgen sentimientos ambivalentes y muy variados,
como frustración, tristeza, descreimiento, negación, confusión, fracaso, enojo, agobio y sobreexi-
gencia, sentimientos de soledad, una enorme responsabilidad impuesta por la discapacidad. Pero
también pueden manifestarse sentimientos de agradecimiento, de enriquecimiento personal, alegría
y satisfacción por llevar adelante un desafío. Cada familia y cada comunidad deben encontrar sus
respuestas y sus propios recursos frente a un bebé distinto de lo esperado.
Recomendaciones asistenciales
Es importante ayudar a los padres y a las familias a que asuman un rol activo en relación con este hijo,
en principio, “en desventaja”. La experiencia demuestra que los grupos de padres con hijos con dis-
capacidad son espacios muy adecuados para compartir vivencias y sentimientos comunes. En ellos
se facilita la reparación, se evita el sobreinvolucramiento, se modela la omnipotencia y se colabora
para hacer sentir al niño como propio. Los grupos contribuyen también a neutralizar aspectos hostiles,
a tolerar la incertidumbre, las dudas y la inseguridad, y a soportar el dolor de la autoestima herida.
Frente a una discapacidad del recién nacido, se trata de construir un nuevo equilibrio individual y
familiar. Si la envoltura protectora que requiere todo bebé para su desarrollo emocional se encuentra
preservada, si los adultos logran “cuidarse” y no dejar de atender a sus propias necesidades ni a las
de los otros hijos y al mismo tiempo estar disponibles para el bebé, entonces es posible que en el
caso de la discapacidad solo haya que estar atentos a la aparición de signos de alarma del mismo
modo que con cualquier otro niño pequeño. Psíquicamente hablando, un bebé con problemas en
el desarrollo puede ser un niño sano o no. Esto dependerá en gran medida de la estructura familiar,
del sostén profesional que se le pueda dar, y de la trama familiar y comunitaria en que esté inmerso.
31
cap. 3
Signos de alarma
33
34
Desarrollo emocional. 3. Signos de alarma
Clave para la primera infancia
Signos de alarma
Sí, los bebés pueden sufrir y el modo en que muestran este sufrimiento, al igual que sus efectos, es
diferente del que encontramos en niños mayores, adolescentes o adultos. Existen diversos signos que
muestran el sufrimiento de los bebés cuando surgen dificultades, que se despliegan en los modos de
vinculación que establece el niño con los demás. Estos signos se manifiestan de dos maneras diferentes:
• Hay niños que externalizan sus manifestaciones de sufrimiento a través de signos ruidosos
y “molestos”, de hiperactivación, como la excesiva actividad, la impulsividad, la agresión, el
desafío hacia los adultos. En los bebés se puede registrar hipertonicidad*, motricidad activa
pero desorganizada, dificultades para relajarse y dormir o llantos incesantes que no responden
a los intentos de consuelo del adulto.
• Hay niños que manifiestan el sufrimiento de modo más silencioso, a través de síntomas inter-
nalizados, en los que lo distintivo es la retracción física y emocional. Encontramos entonces
indicadores de depresión, conexión escasa con el entorno, ansiedad o temores sin una jus-
tificación clara, dificultades para separarse del adulto e inhibición frente a estímulos nuevos.
Estos indicadores no suelen llamar la atención y en estos casos, se corre el riesgo de que el
sufrimiento del niño pase desapercibido y que su desarrollo se encuentre en dificultades sin
recibir la debida atención.
Los signos de alarma son alteraciones de lo esperable en la senda del desarrollo, que se ponen de
manifiesto en la observación de los bebés. Son indicadores de sufrimiento subjetivo y vincular, y
todo aquel que esté en contacto con un bebé puede observarlos y tratar de comprenderlos en
la medida en que los reconozca y se encuentre sensibilizado con ellos.
En los niños, un signo de alarma es una búsqueda de salida de una problemática, por lo tanto, para
poder atenderla debidamente, lo importante es escucharlo, entenderlo y hacer algo al respecto.Son
signos de alarma aquellas dificultades que se presentan regularmente, que persisten con intensidad
fuerte o mediana y que desbordan las capacidades de tolerancia y contención de los cuidadores primarios.
Por otra parte, la observación de un signo de alarma debe funcionar como una alerta y orientar la
intervención para prevenir la configuración de algún trastorno. Nunca un signo de alarma en sí
mismo tiene la categoría de un diagnóstico: son orientadores de sentido, indican la posibilidad
de desarrollar a futuro una dificultad severa.
Es importante destacar que cualquier signo de alarma deberá ser pensado en función del momento
madurativo del niño y siempre en el contexto específico de cada cultura y cada comunidad. Para ello,
y para observar a un niño pequeño, proponemos recorrer cinco indicadores del desarrollo de un
bebé y sus vínculos, que permiten describir un desarrollo esperable y en armonía o, de lo contrario,
advertir señales de sufrimiento temprano13. Los indicadores son:
13 Crespin, G. (2002): “La clínica temprana, I y II” (manuscritos no publicados). París. ; Crespin, G. (2004) :
Cuadernos de Préaut: Aspects Cliniques et pratiques de la prévention de l’áutisme. París: L’Harmattan/Penta. 35
Oralidad, mirada, voz, sueño, cuerpo
A la manera de los colores de un semáforo, distinguimos los signos positivos del desarrollo (luz ver-
de), los signos negativos “ruidosos” (luz amarilla) y los signos negativos “silenciosos” (luz roja). Su
observación permite decidir cuáles son las estrategias de prevención o de tratamiento.
Signos positivos del desarrollo. Muestran que los procesos psíquicos subyacentes están en
funcionamiento y se desarrollan de modo esperable.
Signos negativos de sufrimiento precoz. Manifiestan que los procesos psíquicos no están
instalándose como es esperable. Pueden ser de dos tipos:
1) Ruidosos: alarman y alertan al entorno, y en ese sentido, son ventajosos, ya que con-
ducen a la consulta y permiten la intervención de los agentes de salud y de educación
(hiperreactividad-externalización).
2) Silenciosos: suelen pasar inadvertidos; es por eso que es necesario conocerlos, para
poder registrarlos y preguntarse por sus causas. Evidencian un padecimiento psíquico
muy complejo: se presentan en bebés que parecen no tener ningún deseo ni apetencia
por relacionarse con su entorno (retracción-internalización). Muchas veces son confun-
didos con signos positivos del desarrollo. La pasividad y la no generación de problemas
en el cuidado que estos bebés generan frecuentemente es un factor que atenta contra la
consulta y detección temprana. Niños “buenísimos”, “que no molestan para nada”, que
“donde los ponés se quedan”, son niños que no crean ninguna preocupación cuando en
realidad están necesitando una mirada y un acompañamiento específicos.
Mirada
• El bebé muestra un marcado interés por el rostro de las personas.
• El bebé “habla” con los ojos. El diálogo que establece con el otro es “ojo a ojo”.
• El bebé se comunica con la mirada (diferente de la vista, que es una función orgánica,
la mirada es una función psíquica).
Voz
• El bebé empieza poco a poco a emitir una diversidad de sonidos a los cuales
la mamá (o la persona que se ocupa de él) les da sentido.
• Aprende la lengua materna. Un bebé nace con la capacidad de aprender cualquier
idioma, pero en un principio, solo hablará el idioma con el que crece.
• Van apareciendo las primeras palabras, que pueden ser comprendidas por los padres
y luego por todo el entorno. Es el inicio de la adquisición del lenguaje.
Sueño
• El bebé tranquilo y confiado en su entorno, poco a poco puede aceptar separarse
del adulto que lo cuida para dormir.
• Va logrando diferenciar el día de la noche.
Cuerpo
• El bebé se acopla armoniosamente al cuerpo de la mamá o de la persona que lo cría.
• Se siente con placer y sostenido en el contacto piel a piel.
Oralidad
• El niño manifiesta rechazos alimentarios simples, reincidentes, persistentes, que no
se encuentran relacionados con una patología orgánica y que son significativos en el
vínculo. Por ejemplo, reflujos y vómitos resistentes a todo tratamiento clásico.
Mirada
• Es un niño que evita la mirada, no se comunica “ojo a ojo” con su entorno.
Voz
• Manifiesta gritos inarticulados, llantos inconsolables que la mamá o el cuidador no con-
siguen comprender ni traducir a la lengua materna.
Sueño
• Es un bebé que no puede separarse de su cuidador, ni puede sustituir al cuidador por
un objeto transicional*. No puede establecer aún esa confianza básica que le permite
relajarse y entregarse al sueño, entonces se despierta infinidad de veces tanto durante
el día como por la noche.
Cuerpo
• Es un bebé que no puede acomodarse al cuerpo de su madre. Este ajuste no se da y el
niño puede pasar de estar todo blando (hipotonía) a estar todo tenso (hipertonía).
37
Signos negativos silenciosos del desarrollo
Oralidad
• Un bebé que se deja alimentar y llenar de comida sin apetito ni placer. No hay saciedad.
• Parece un bebé “fácil”, cuando en realidad lo que está sucediendo es que se
está replegando y es indiferente a las personas que se ocupan de él y a lo que
le pueden aportar.
Mirada
• Es un niño que no mira, hay ausencia de la mirada hacia el rostro humano. Puede mirar
objetos e incluso quedarse como “agarrado” a ellos (por ejemplo, un ventilador o una
fuente luminosa). No mira hacia donde mira su cuidador primario (atención conjunta*).
Voz
• El bebé no llama. No pide, no llora.
• Puede ser confundido con un bebé “fácil”, que pasa desapercibido.
• No balbucea, no dice sílabas.
• Raramente emite sonidos, a los que es difícil atribuirles sentido.
• A veces emite leves gemidos.
Sueño
• Es un bebé que está totalmente retraído de su entorno, que puede manifestar un
insomnio tranquilo: pasar muchas horas despierto en su cuna sin pedir nada, sin jugar,
sin llamar. O puede dormir muchas horas seguidas (más de 10) sin despertarse para
comer, para jugar o simplemente para estar con el/los otro/s.
Cuerpo
• Es un niño que tiene dificultad en el contacto cuerpo a cuerpo con el cuidador
primario, que se balancea repetitivamente y puede manifestar movimientos persistentes
y perseverantes. Estos movimientos, si persisten más allá del año, forman parte
de las estereotipias*.
38
Desarrollo emocional. 3. Signos de alarma
Clave para la primera infancia
Descripción de un ejemplo
Un padre lleva a un bebé de 10 meses al centro de salud. La secretaria, sensibili-
zada en la detección de signos de alarma, nota que el bebé “está despegado” del
cuerpo del papá formando un arco con su propio cuerpo (opistótono: hipertonía
muscular) y con mucha rigidez. Le comunica la observación al pediatra, quien en
la consulta pone especial atención al desarrollo del vínculo: descubre que este
papá cría solo al bebé porque la madre padece una enfermedad psiquiátrica y no
se ocupa de la crianza. El padre, además, perdió el trabajo y vive de la solidaridad
de los vecinos en un barrio de bajos recursos.
Aun así, el bebé no mejora y después de dos meses, se decide enviarlo al hospital
zonal más cercano, para consultar con una psicóloga infantil. Cada 15 días, el
niño y su padre trabajan juntos, y el adulto recibe una serie de recomendaciones
que mejoran el vínculo. El papá, a su vez, cambia su ánimo y logra conseguir un
trabajo. Esto le permite dejar a su bebé en un jardín maternal, que continúa con
el plan de estimulación. Más adelante, con un pequeño retraso madurativo, logra
ingresar en la escuela.
Atención
La ausencia de mirada y la falta de intencionalidad en los movimientos corporales
para dirigirse al otro son dos signos de alerta mayor que indican la posible evolu-
ción hacia un trastorno severo de la comunicación y de la interacción con el mundo.
Estos dos signos son observables de modo sencillo y directo. Un bebé que en sus
primeros meses de vida no mira, no comunica, no busca la interacción con el otro,
está manifestando signos graves de sufrimiento precoz.
A partir de los 2 años, el niño pone en evidencia las características de su camino hacia la autonomía
y la independencia, que le permitirán desarrollar sus capacidades y su potencialidad en el mundo
de relaciones. Para esto, tiene un cuerpo, que va aprendiendo a dominar, y es capaz de controlar sus
impulsos. Empieza a someterse a condicionamientos sociales e ingresa con plenitud a los códigos
culturales a los que pertenece. Adquiere el lenguaje con mayor precisión, su juego se hace más sim- 39
bólico, aumenta su capacidad de elaborar las inevitables situaciones traumáticas o de frustración,
y emprende un camino más independiente para transitar las angustias propias de cada edad.
Entre los 2 y los 4 años, un niño necesita poder desafiar con su cuerpo y su psiquismo la aventura de
hacerse un lugar en el mundo, oponerse en algunas circunstancias y utilizar cierto dominio muscular
con los consecuentes niveles de agresividad esperables y necesarios para la experiencia, que es la
que dejará representaciones mentales de sí mismo y de su relación con los distintos contextos. Sin
embargo, si este estilo de relación con el mundo persiste, se intensifica, si se transforma en modos
de relación permanentes de dominio y de control, estaremos frente a un signo de alarma.
También es importante tener en cuenta la variable cultural que puede diferenciar distintos procesos
de desarrollo y modalidades de crianza; por ejemplo, pertenecer a una cultura más silenciosa puede
incidir en las características del lenguaje del niño.
Si bien el uso de las herramientas diagnósticas debe ser respetado tal como lo proponen los manuales
redactados para tal fin, considerando el período de 0 a 3 años, la descripción más minuciosa que
hacemos de los signos de sufrimiento precoz corresponde a la evolución de los niños hasta los 2
años. Si a partir de los 3 años estos mismos signos se consolidan y persisten, dejan de ser signos de
alerta y son datos clínicos que indican el comienzo de una problemática o cuadro psicopatológico
más severo.
Los bebés sufren y las herramientas que nos permiten identificar ese sufrimiento son accesibles al
adulto presente, disponible para observar al bebé y sus vínculos y para realizar intervenciones sim-
ples. Es esencial y responsable identificar lo más precozmente posible el sufrimiento de un bebé.
40
cap. 4
Dificultades emocionales
en niños de 0 a 3 años
41
42
Desarrollo emocional. 4. Dificultades emocionales
Clave para la primera infancia en niños de 0 a 3 años
Hemos definido la noción de problemática y hemos señalado cuáles serían los signos de alarma que
expresan en el bebé un grado mayor o menor de sufrimiento psíquico. Es importante aclarar que pen-
sar en un área problemática para poder ubicar los signos de alarma y reflexionar sobre su alcance no
equivale a hacer un diagnóstico. Sin embargo, es útil esbozar el modo en que signos y problemáticas
se organizan u ordenan; y cuáles son los espectros de dificultad que hay que abordar ayuda a la
detección temprana de las problemáticas por parte de cualquier persona que trabaje con las familias.
Esto es fundamental para abordar los problemas y reorientar, en la medida de lo posible, el curso
del desarrollo. Dicho esto, es necesario tener en cuenta que realizar un diagnóstico de trastorno del
desarrollo es una tarea compleja que debe estar a cargo de profesionales especializados en el tema.
Nos parece conveniente incluir y adoptar la noción de espectro, diferente de la de “trastorno”, que
suele utilizarse para hacer referencia a las dificultades emocionales en desarrollo temprano. La no-
ción de espectro abarca de modo más flexible y menos determinista una amplitud de fenómenos que
incluso son diferentes en su modo de presentación y organización en función de su intensidad, su
frecuencia y su duración.
Considerar que el desarrollo del niño está comprometido —ubicado en un espectro determinado— per-
mite pensar que existe un modo de expresión del sufrimiento psíquico que es diferente para cada uno.
Esta idea facilita la percepción de las problemáticas en la atención primaria, respetando la particulari-
dad de cada caso en un recorrido que abarca desde la normalidad de lo esperable hasta la patología
en el desarrollo. Así se logra una mayor comprensión de lo que ocurre y se habilita el seguimiento del
curso de una problemática y los resultados de las intervenciones que se ponen en marcha.
A su vez, en esta temprana edad, una variable siempre presente es el curso cambiante del desarrollo
con las importantes variaciones evolutivas y los ritmos diferentes que existen para cada niño. Por
esto, toda ubicación de un niño en un área problemática debe ser pensada como provisoria y en mo-
vimiento, sin que esto impida la evaluación y la determinación de “áreas de riesgo”, y la intervención
en dichos casos14.
1. Los vínculos
Las dificultades en el entorno, sobre todo en el modo de relación entre el niño y las personas que lo
cuidan, deben ser pensadas como un problema en sí mismo y como uno de los primeros focos de
atención para atender al desarrollo emocional del bebé.
¿Por qué afirmamos esto? Tal como ya hemos explicado, la subjetividad de un niño y su desarrollo se
14 Para la elaboración de este capítulo se han tenido en cuenta las siguientes referencias: National Center for Clinical Infant
Programs (1998): Clasificación diagnóstica (de 0-3 años) de la salud mental y los desórdenes en el desarrollo de la infan-
cia y la niñez temprana. Buenos Aires: Paidós; Clasificación francesa de los trastornos mentales del niño y del adolescen-
te (CFTMEA-R-2000). Buenos Aires: Polemos; y Mazet, P. y S. Stoléru (2003): Psychopathologie du nourrisson et du jeune
enfant. Développement et interactions précoces. París: Masson. 43
apoyan en los vínculos que construyen con él las figuras de cuidado primario. Si estos vínculos faltan
o son inadecuados, el desarrollo está en riesgo. A su vez, cuidar de un niño pequeño es una tarea
esforzada que requiere que exista una red de sostén en la que los cuidadores primarios puedan
apoyarse. Esta red suele ser familiar, pero bien puede ser comunitaria o institucional. Lo importante
es que en general se requiere de más de uno o dos adultos para que un niño reciba todo el “alimento”
psicológico que necesita (véanse “función materna” y “función paterna”).
Sea cual fuera su causa, las carencias de cuidados en el marco de un vínculo entre el bebé y el adulto
llevan a una pobreza de las interacciones, y por lo tanto, de la vida cognitiva del niño pequeño. Por
otra parte, las distorsiones vinculares perturban el acceso del bebé al conocimiento de sí mismo y
del entorno. Por ejemplo, las actitudes adultas reiteradamente inadecuadas, incoherentes e impre-
visibles impiden o ponen en crisis la posibilidad del bebé de buscar y encontrar referentes estables
y expectativas esperables, y lo pueden llevar a retirarse de los intercambios y replegarse sobre sí
mismo. Y esto en detrimento del interés y la vinculación con el pensamiento y la vida cognitiva, del
conocimiento del mundo que lo rodea y de sus propios procesos de pensamiento 15.
Al incluir la relación entre un adulto y un bebé en el marco de una clasificación, estamos considerando
su tono general, no un momento particular de vinculación. Un vínculo presenta distorsiones cuando
una modalidad inadecuada se vuelve prevalente, repetitiva y estereotipada impregnando entonces
la relación adulto-niño de tal forma que esta se fija y pierde entonces flexibilidad y libertad en gra-
dos importantes. De modo orientativo, se pueden considerar diferentes tipos de relación adulto-niño
pequeño que denotan dificultades vinculares que requieren en particular ser tenidas en cuenta para
prevenir el establecimiento de dificultades en la constitución psíquica individual del niño.
15 Mazet, P. y Stoléru, S. (2003): Psychopathologie du nourrisson et du jeune enfant. Développement et interactions préco-
44 ces. París: Masson.
Desarrollo emocional. 4. Dificultades emocionales
Clave para la primera infancia en niños de 0 a 3 años
• La relación colérica-hostil se caracteriza por una interacción ruda y abrupta, a menudo ca-
rente de reciprocidad emocional. El tono de las interacciones es hostil y agresivo, hay tensión,
y falta de afectos placenteros y entusiasmo. El adulto parece insensible a las necesidades del
bebé y su dependencia y estado de necesidad parecen enojarlo. El contacto físico hacia él
suele ser abrupto e intrusivo. El niño puede parecer asustado, ansioso, inhibido, impulsivo o
difusamente agresivo. Puede presentar conductas desafiantes o resistentes hacia el adulto,
pero también puede mostrarse temeroso, vigilante y evitativo.
Si cualquiera de estos estilos de relación predomina en el vínculo entre el bebé y sus cuidadores pri-
marios es probable que existan también manifestaciones problemáticas en la organización psíquica
incipiente del niño, o al menos que su desarrollo óptimo esté en riesgo. Hasta ahora hemos descripto
las problemáticas situadas en los vínculos. A continuación vamos a desarrollar las problemáticas
ligadas al desarrollo integral individual del bebé.
2. La ansiedad
Este conjunto de problemáticas, es decir, las dificultades en el espectro de la ansiedad, deben ser
consideradas cuando el niño muestra niveles excesivos de ansiedad o miedo más allá de las reac-
ciones esperables dadas las situaciones cotidianas que lo rodean en cada momento evolutivo. Se
observan miedos múltiples y específicos, o momentos de ansiedad o pánico sin que sea claro qué
es lo que los precipita. 45
La ansiedad o el miedo pueden llevarlo a inhibir su conducta (por ejemplo, no se anima a participar
en actividades sociales o manifiesta una timidez excesiva). También, de modo más ruidoso, puede
manifestarse a través de llanto o gritos incontrolables, además de perturbaciones en el dormir y el
comer, o actos imprudentes e impulsivos.
Ansiedad de separación
Existe un tipo de ansiedad específico, muy importante en los primeros años de vida, que se relaciona
con la separación respecto de los cuidadores. Hay niños que muestran un temor excesivo y difícil de
calmar ante personas extrañas o al separarse de aquellas de su referencia. En estos casos, encon-
tramos en el bebé o en el niño una negativa persistente frente a la separación de las personas signifi-
cativas, una preocupación injustificada por la seguridad y el bienestar de estas personas, o el temor
de que algo pueda provocar su alejamiento. En general, esta situación se acompaña por el rechazo
persistente de ir a dormir sin compañía, temor inadecuado a estar solo y pesadillas reiteradas sobre
la separación. Todas estas situaciones son preocupantes cuando persisten en el tiempo, más allá de
ciertos momentos particulares que requieren del bebé la adaptación a cambios, como por ejemplo,
el ingreso en un jardín maternal.
Si bien siempre la pérdida de alguna de las figuras parentales, fraternas o incluso de otras personas
significativas genera una situación de difícil elaboración psíquica, existen casos en que las dificulta-
des para superar esta pérdida se transforman en una problemática específica. En los niños pequeños
existe un riesgo importante de que esto ocurra, tanto por la falta de recursos emocionales y cognitivos,
dado el momento evolutivo en que se encuentran, como por el hecho de que una pérdida así afecta
asimismo a quienes rodean al niño que probablemente también estén involucrados en la situación de
duelo y presenten menor disponibilidad para asistirlo emocionalmente en un momento en que dicha
asistencia y disponibilidad son cruciales.
Pero ¿cuándo podemos considerar que la reacción de un niño a una situación de duelo afecta su
equilibrio y su desarrollo? Cuando, más allá de las esperables etapas de protesta, desesperación
y desinterés que acompañan al duelo, se detecta que, de manera persistente y prolongada en el
tiempo, el niño insiste en llamar y buscar a la persona perdida y rechaza los intentos de consuelo.
También debe preocupar el establecimiento de un estado general de menor expresividad emocional,
retraimiento, tristeza y falta de interés, si pierde logros evolutivos que ya había alcanzado, o presenta
dificultades en las rutinas de sueño y de alimentación.
Otro modo de reacción, que si es prolongado indica dificultades, es que muestre desinterés o indife-
rencia frente a elementos que recuerdan a la persona perdida; o bien, por el contrario, una extrema
sensibilidad y desorganización afectiva frente a cualquier cuestión que la recuerde.
Finalmente, conviene notar que si un niño en esta circunstancia comienza a manifestar actos agresi-
vos hacia el entorno o hacia sí mismo, estos podrían ser consecuencia de un sentimiento de culpa,
por sentirse responsable de lo sucedido.
46
Desarrollo emocional. 4. Dificultades emocionales
Clave para la primera infancia en niños de 0 a 3 años
3. La depresión
Los bebés también pueden presentar trastornos en su desarrollo derivados de estados depresivos.
Estos estados se encuentran ligados, en general, a carencias tanto cuantitativas como cualitativas en
los vínculos con sus cuidadores primarios.
Se puede inferir la existencia de una organización depresiva en un bebé cuando encontramos que falta
en él la natural curiosidad e interés tanto hacia las personas y los objetos que lo rodean, como hacia su
propio cuerpo (atonía psíquica o falta de tono vital), cuando disminuyen los intercambios sociales en la
relación del bebé con las personas que lo rodean y, además, cuando se muestra indiferente respecto
de la identidad de las personas con las que se conecta, es decir, actúa de modo similar con diferentes
personas, sin mostrar preferencias o rechazos. En este sentido, suele suceder que la angustia del
bebé frente a los extraños, que es un hito esperable del desarrollo cercano al octavo mes, no aparece.
Respecto de su motricidad, un bebé o un niño pequeño deprimido puede mostrar movimientos re-
petitivos o parciales –inicia movimientos y los interrumpe antes de haber terminado la acción–, y este
“enlentecimiento” es más notorio respecto de la motricidad gruesa que de la motricidad fina.
También puede suceder que un bebé deprimido presente mayor tendencia a enfermarse o a dormir
más tiempo que el esperable, o evidencie trastornos psicosomáticos. Asimismo, hay casos en que el
estado depresivo se traduce, más que en quietud y atonía, en estados de agitación e inestabilidad
motriz (moverse sin parar) y en insomnio persistente.
En algunos niños podemos encontrar una dificultad particular para regular, procesar y modu-
lar los estímulos tanto externos (luz, sonido, estímulos táctiles, orales, etc.) como propioceptivos
(internos). Esto los lleva a desarrollar o bien una gran sensibilidad a la estimulación sensorial o
bien una necesidad de niveles de estimulación superiores a lo esperable. Cuando esta dificultad
predomina por sobre las demás, se puede considerar la posibilidad de que exista una dificultad
en el espectro de la regulación.
Este tipo de problemática suele implicar también déficits cualitativos en las aptitudes para la planifi-
cación motriz, su modulación tanto en la motricidad gruesa como en la fina, el procesamiento viso-
espacial, el procesamiento auditivo-verbal o la articulación verbal.
Algunas clasificaciones diagnósticas proponen diferenciar, dentro de este espectro, entre los niños
que son hipersensibles frente a la estimulación, aquellos hiporreactivos —que requieren de una es-
timulación superior a la habitual— y aquellos en quienes el centro del problema se encuentra en la
desorganización e impulsividad ligadas a la respuesta frente a la estimulación. 47
Estas dificultades están relacionadas probablemente con diferencias individuales ligadas consti-
tucionalmente a la sensibilidad frente a los estímulos que posee cada niño al nacer. Sin embargo,
desde los primeros momentos de vida, el encuentro con el ambiente —es decir, con los adultos en
los primeros vínculos, y el modo en que ellos participan para captar empáticamente las necesidades
particulares del niño en este plano, ayudándolo a regular o intensificar los estímulos— puede resultar
un factor crucial para el establecimiento de un vínculo que equilibre la dificultad inicial y favorezca la
salud mental del niño en el futuro.
• interacción social;
• comunicación y lenguaje;
• conductas restringidas, repetitivas, extrañas;
• sensibilidad (restringida o aumentada) frente a estímulos auditivos,
visuales, olfativos y vestibulares.
Se considera que estos constituyen trastornos del espectro de la comunicación y la relación, pero
involucran diferentes áreas de la organización psíquica y de la conducta de los niños pequeños,
iniciándose en general en los primeros meses de vida.
Este tipo de dificultades implica una perturbación severa, aunque no total, de la capacidad para
establecer vínculos emocionales o sociales. Se dan cuando los niños no logran establecer con faci-
lidad circuitos recíprocos de comunicación. Es decir, circuitos que impliquen la atención en el otro
como interlocutor, un ritmo de turnos, de ida y vuelta en la comunicación. Además, se da cuando
los niños no buscan y no logran establecer con el otro circuitos de atención conjunta hacia un tercer
elemento, como por ejemplo, señalar un objeto y atraer la mirada del otro hacia ese objeto en un ida
y vuelta de comentarios no verbales (expresivo/gestuales) o verbales. A este estilo de involucramien-
to con el otro se agrega una docilidad particular, ya que se da junto con una actitud de desapego
respecto de las personas.
A esto se suman con frecuencia problemas en la integración del esquema corporal*, en la postura y
en la motricidad, dificultades graves en la alimentación, el sueño y la adquisición del control de esfín-
teres. Del mismo modo, la regulación del nivel de actividad y atención se encuentra comprometida,
ya que estos niños suelen manifestar hiperactividad y dispersión en las actividades.
Una característica habitual que podemos encontrar en estos casos son las disfunciones significativas
en el modo de tratar diversas informaciones sensoriales; por ejemplo, los niños suelen poseer una
resistencia inusual ante estímulos como el frío, el calor y el dolor. Y, a la vez, presentan mucha sensi-
bilidad hacia los olores y los estímulos lumínicos. También pueden buscar estimulaciones vestibulares
(ligadas a la percepción interna del cuerpo y su posición) de modo persistente y a veces aparecen
conductas autoagresivas.
48 En general, estos son niños que no se sorprenden y que muestran mucho mayor interés por el mun-
Desarrollo emocional. 4. Dificultades emocionales
Clave para la primera infancia en niños de 0 a 3 años
do inanimado que por estímulos que provienen de la relación con otras personas. Su juego no es el
habitual, suele ser repetitivo y no posee valor simbólico.
Dentro de este marco, sin embargo, se da la posibilidad de la existencia de afecciones más graves o
generalizadas que afectan el desarrollo de manera integral. En particular, ocurre en algunos niños un
detenimiento o retraso del crecimiento sin causas orgánicas que se vincula a carencias o distorsiones
graves en los vínculos tempranos y el entorno que rodea al niño, y que presenta mejoras cuando es-
tos son abordados o cuando el niño cambia de entorno. Por ejemplo, se trata de niños que dejan de
crecer o dejan de aumentar de peso pese a recibir alimentación adecuada. Si bien este cuadro no se
limita a la primera infancia y se puede encontrar en la niñez en general y en la adolescencia también,
los riesgos que implica son mayores en los primeros años de vida.
Los casos más extremos de este tipo de situación han sido documentados desde la década de
1950, a partir de las observaciones de René Spitz acerca del hospitalismo*, que llega a los estados
de marasmo físico grave de bebés que no recibían cuidados personalizados sino compartidos
entre muchos niños, con muchos cuidadores en un marco de institucionalización. Esto remarca la
necesidad de vinculaciones específicas y estables del bebé en los primeros meses de vida como
un alimento invisible, pero de altísima influencia en la posibilidad de crecimiento y desarrollo tanto
físico como mental.
El trastorno por estrés traumático ordena una serie de síntomas que pueden surgir en los niños
cuando estuvieron expuestos a una sola situación traumática severa o bien a una serie de sucesos
traumáticos relacionados o a un estrés crónico, sostenido. Considerando la importancia del entorno
para un niño pequeño, estos sucesos no necesariamente lo implican a él en forma directa, sino que
pueden estar ligados a la percepción de riesgos o situaciones traumáticas referidas a las personas
más cercanas a él.
49
Se puede considerar la presencia de un trastorno de este tipo cuando:
• El niño genera juegos repetitivos, recuerdos recurrentes, pesadillas o flashbacks que repitan la
vivencia traumática.
• Si se observa en él una gama de afectos más restringida (menos variedad) y menor capacidad
de modular los afectos.
• Si muestra un menor interés en establecer relaciones sociales, disminuye las actividades de
juego habituales, pierde logros evolutivos que ya había adquirido, presenta dificultades para
dormir o terrores y despertares nocturnos.
• Si presenta un estado de mayor excitación con vigilancia extrema del medio que lo rodea y
reacciones sobresaltadas frente a los estímulos que recibe.
Hemos recorrido los diferentes modos en que se pueden organizar u ordenar los signos de sufrimiento
psíquico y las problemáticas en el desarrollo del niño pequeño, con el fin de orientar la detección
temprana de dichas problemáticas. En el siguiente capítulo nos ocuparemos de las intervenciones
posibles en función de promover la salud mental y del desarrollo de acciones preventivas y de asis-
tencia en esta temprana etapa vital.
50
cap. 5
Intervenciones posibles
51
52
Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
Todo niño debe contar con una persona o una comunidad de referencia (cuidador/es primario/s) que
garantice su supervivencia física y emocional:
Todas estas situaciones permiten que estos momentos iniciales perduren como recuerdos y ternura
toda la vida, que el ser humano recreará todo el tiempo en su psiquismo.
Durante el período que comprende los primeros 18 meses del niño, debe concurrir por lo menos
una vez al mes al pediatra o al médico de familia para los controles de salud. Es importante incluir la
valoración del desarrollo emocional en estas visitas, además de la atención pediátrica. Los agentes
comunitarios, especialmente los médicos y los educadores, son los encargados de detectar lo más
precozmente posible las alteraciones del desarrollo, de la comunicación y del vínculo temprano 16.
De 0 a 6 meses
• Atender y responder a las necesidades y los deseos del bebé para su alimentación,
sueño e higiene: “Un niño crece con amor y proteínas”.
• Organizar rutinas para las actividades del bebé: la comida, el juego, el sueño.
• Responder a sus vocalizaciones y a sus movimientos.
• Mostrar disponibilidad para consolar o tranquilizar al niño.
• Comunicar afecto y ternura al bebé a través de palabras, besos, caricias, miradas.
16 Vigilancia y promoción del desarrollo integral del niño. Cartillas de promoción. Laboratorio de seguimiento del neurodesa-
rrollo. Instituto Nacional de Pediatría de México, en
www.vigilanciaypromocion.es.tl/Cartillas-de-Promoci%F3n.htm. 53
De 7 a 12 meses
• Jugar a cubrirse la cara con un trapo para que el bebé la destape y luego que se tape él (cons-
trucción de la diferencia entre la presencia y la ausencia, entre el yo y el mundo externo).
• Ubicarse con el bebé frente al espejo para que se reconozca.
• Ofrecerle juguetes u objetos de diferentes formas, texturas y colores para que experimente la
diferencia entre ellos.
• Hablar con el bebé.
• Poner palabras a lo que le pasa al niño tanto en situaciones positivas (“estás contento”) como en
situaciones desfavorables (“estás inquieto”, “estás triste”, “tenés sueño y te pusiste fastidioso”).
• Permitirle tocar la mamadera, la cuchara y los alimentos.
• Cantar canciones moviendo las diferentes partes del cuerpo (marionetas con las manos, etc.).
• Organizar rutinas regulares para la comida, el baño y el sueño, de acuerdo con las necesida-
des y los deseos del niño.
• Dejarlo en el piso para que se mueva en libertad, cuidando de que no exista ningún peligro para
él (objetos pequeños que pueda llevarse a la boca, objetos puntiagudos que puedan lastimarlo).
De 13 a 24 meses
• Organizar tiempos para leer o mirar libros con el niño. Cuando es muy pequeño, se puede
imitar sonidos y voces diferentes para ganar su atención.
• Jugar a formar torres con cubos, cajitas o vasitos de plástico como los de yogur. Permitirle que las
derribe para armarlas otra vez (ejercitación del dominio muscular con el que se construye el co-
nocimiento del mundo; es un cierto grado de agresividad necesaria y esperable en el desarrollo).
• Usar un lenguaje claro y sencillo para explicarle las cosas.
• Compartir actividades con el niño comentando las cosas que realiza o puede hacer.
De 25 a 36 meses
• Promover todas las actitudes que tiendan a la independencia y la autonomía: estimular el con-
tacto social, comenzar el control de esfínteres, promover cierta autonomía en la higiene perso-
nal: alentar al niño a intentar lavarse o vestirse solo, a ir a dormir solo.
• Incitar al niño a cumplir consignas sencillas, a controlar sus impulsos, a esperar su turno,
a aceptar consignas de orden.
• Estimular la adquisición de la lengua materna, en palabras o frases cortas, utilizando el “yo”
y otro uso adecuado de pronombres (mío, tuyo, etc.). Ampliar el relato sobre los sucesos de su
vida. Ayudarlo a reconocer los lugares familiares por su nombre.
• Ayudarlo a adquirir categorías que lo organicen en tiempo y espacio: adentro-afuera, lejos-
cerca, noche-día, mucho-poco, más-menos.
• Estimular las habilidades gráficas: tomar el lápiz con destreza, copiar círculos, comenzar
a representar gráficamente la figura humana.
• Estimular la captación de imágenes visuales: mirar cuentos ilustrados, ver y comentar imáge-
nes en movimiento, observar con él espacios geográficos de pertenencia y comentar acerca
de lo que se ve en el paisaje.
54
Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
• Estimular la integración corporal: jugar con las distintas partes del cuerpo, usar el cuerpo con
distintos ritmos y sonidos, reconocer su cuerpo en una imagen, reconocerse en el espejo, usar
el cuerpo para adquirir las nociones espaciales (arriba, abajo, adelante, atrás)
• Estimular actividades corporales de descarga y coordinación: patear la pelota, deslizarse en
distintos planos, saltar sobre sus pies, andar en triciclo, abrir y cerrar puertas.
• Estimular el juego: solo, en grupo, eligiendo con quién jugar. En esta etapa son especialmente
importantes los juegos dramáticos con ejercicio y cambio de roles que enriquecen la capa-
cidad simbólica.
En todas las etapas, el juego es una fuente de placer y es indispensable y fundamental para un buen
desarrollo integral del bebé: el niño juega solo, juega con su cuerpo, juega con el/los cuidador/es
primario/s. Favorecer el ámbito de juego es favorecer la autonomía y la libertad. Es estimular antes
que la palabra se instale, una forma de comunicación y un desarrollo de la imaginación. También es
importante permitirle jugar solo estando los adultos presentes, ya que el niño necesita desarrollar la
capacidad de estar concentrado en sí mismo en presencia de otros.
Como ya se mencionó, los cuidadores primarios son aquellos que llevan adelante las funciones ma-
terna, paterna y la función familia.
Para poder ocupar su función adecuadamente, los cuidadores primarios necesitan estar acompa-
ñados, contenidos, informados, atentos y sensibilizados hacia las manifestaciones del bebé, y hacia
sus propios sentimientos y emociones. Todo esto contribuye a la confianza básica en ellos mismos,
necesaria para sostener la satisfacción de las necesidades emocionales de los niños. Para ello, hay
que favorecer la concurrencia a los centros de salud y a los grupos de crianza que puedan funcionar
en la comunidad a la que pertenecen.
Tanto los cuidadores primarios como los agentes de salud y educación deberían tener un ámbito de
sostén y elaboración de sus prácticas para evitar los fenómenos de desgaste y estrés que en la vida
diaria produce la crianza y sus problemáticas, por eso, los grupos de crianza son un buen sostén
para los cuidadores primarios.
Todos los agentes deberían tener acceso a una capacitación sobre el desarrollo emocional esperable,
la detección temprana de las problemáticas del vínculo y del desarrollo emocional, y las primeras
medidas asistenciales sobre estas dificultades. Y también contar con un grupo de elaboración y sos-
tenimiento de la tarea para evitar los síndromes de desgaste (compassion fatigue).
Todos los agentes de salud y de educación deben estar capacitados para observar a los niños pe-
queños, y la manera en que se comunican y se relacionan con sus cuidadores primarios. De esta
manera, podrán promover los factores protectores y contribuir a disminuir los factores de riesgo que
alteran el desarrollo.
55
Cualquier experiencia emocional que acontece en los vínculos del agente comunitario, de salud o
educación con una familia y su bebé, puede estimular nuevas construcciones vinculares modela-
doras en el aquí y ahora, que favorezcan la modificación de una relación primaria difícil. Esta posición
no determinista permite transformar situaciones de riesgo en oportunidades ganadas.
2. Prevención y asistencia
¿Cómo puede intervenir el agente de salud y educación?
Todas las estrategias se proponen en función de una capacitación adecuada y precisa de los agentes
de salud y educación, de los facilitadores en salud, de los agentes comunitarios y de los represen-
tantes de distintas instituciones con vínculos con la primera infancia (recreativos, religiosos, etc.),
quienes decidirán qué pasos seguir para afrontar las problemáticas que se puedan presentar.
Los agentes de salud y educación, como integrantes activos en el proceso de crianza, tienen una
oportunidad privilegiada para la detección e intervención de cualquier interferencia en el desarrollo
emocional y en el vínculo temprano.
Ante la observación de factores de riesgo y/o señales de alarma (signos de sufrimiento precoz)
es importante:
Las etapas que describiremos a continuación tienen como objetivo sensibilizar a los agentes comu-
nitarios en el descubrimiento de los signos de alarma y en las estrategias que están propuestas en
función de la capacitación adecuada y precisa.
Etapas en la intervención
1. Mirar y escuchar.
2. Hipótesis y primeras intervenciones.
3. Derivación: preparación de la eventual orientación a una consulta especializada.
Interconsultas, interdisciplinas, seguimiento.
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Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
1. Mirar y escuchar
¿Qué es mirar?
Es la capacidad de observar dando significación a lo que se observa e implicán-
dose subjetivamente con la posibilidad de hacer una intervención sobre lo que se
mira. Esto incluye activamente al observador.
¿Qué es escuchar?
Es comprometerse e intentar entender al niño y/o al vínculo, sin anteponer saberes
y prejuicios. Es una función indispensable en el rol de los agentes comunitarios.
El profesional, el facilitador o el agente comunitario hacen una lectura del comportamiento del niño, de
los cuidadores primarios y de los vínculos como parte de su escucha. Maud Mannoni (1987) señala
que cuando el lenguaje se detiene lo que sigue hablando es la conducta17 . De esta manera, intenta
poner en palabras, dar sentido a, la situación observada.
Descripción de un ejemplo
Por ejemplo, en un grupo de crianza, una mamá manifiesta estar preocupada por-
que su hija de 5 meses no la mira. Evita su mirada selectivamente. Es la primera
mujer de una serie de 5 hijos. Los cuatro primeros son varones y se desarrollan de
manera esperable. Al ser interrogada por un agente de salud acerca de su historia,
la madre comenta que en la pubertad vivió un episodio de abuso que estimuló la
fantasía de no poder ser una buena madre de una niña y el temor de que su hija
pueda vivir la misma situación. Empezar a desplegar con palabras este conflicto
permitió que poco a poco, y gracias a la ayuda de los agentes comunitarios y de
las otras madres del grupo, ella y su bebé pudieran comunicarse y mirarse.
17 Mannoni, M. (1987): El niño, su “ enfermedad “ y los otros. Buenos Aires: Nueva Visión. 57
• Evaluar la situación con mayor frecuencia: citar a la consulta más asiduamente, observar en el
jardín maternal o en el domicilio, en ámbitos recreativos, etc.
• Estar alerta a los síntomas “ruidosos” y sobre todo a los “silenciosos”.
• Mirar y escuchar el vínculo.
• Trabajar con los cuidadores primarios los signos observados y pensar conjuntamente nuevas
estrategias en las funciones familiares: investigar las funciones (materna, paterna y familia) y
las ideas o fantasías acerca de por qué se manifiestan estos signos. Poner en estado de con-
ciencia lo que tal vez no es detectado por los mismos cuidadores.
3. Derivación
Todas las propuestas estratégicas hechas en este documento tienden a mejorar y a resolver en los
casos que sea posible, el problema detectado. Cuando los signos detectados corresponden a la serie
de los signos de sufrimiento silenciosos (signos de alarma rojos, que pueden pasar desapercibidos),
la derivación se impone con urgencia debido a la oportunidad que ofrece la plasticidad biológica y
psíquica del niño (plasticidad del yo, neuroplasticidad).
En condiciones ideales, la derivación deberá realizarse a los equipos de salud mental infanto-juvenil.
Deberá descartarse cualquier patología orgánica, haciendo hincapié en diagnósticos diferenciales con
los trastornos neurológicos. Si no hubiera acceso directo a la derivación antes mencionada, se deberá
contactar con cualquier representante de las especialidades clínicas que atienden la primera infancia
—estimulación temprana, fonoaudiología, neurolingüística, musicoterapia, terapistas ocupacionales,
psicomotricistas—, quienes serán los mediadores para acceder a un centro especializado. Estos cen-
tros pueden oficiar de orientadores y supervisores de las estrategias específicas de cada comunidad.
Consulta especializada
Cuando el agente de salud o educación o el agente comunitario han agotado todos sus medios y
recursos (primer paso), y necesita una segunda mirada y una segunda intervención, solicita una
consulta especializada (segundo paso en la estrategia terapéutica).
El especialista podrá entonces proponer distintas estrategias terapéuticas: terapia vincular, terapia
familiar, estimulación temprana, psicomotricidad, fonoaudiología, grupo de crianza, entre otras.
• Es esencial positivar la derivación, es decir, poner siempre en primer plano todas las poten-
cialidades del bebé y de sus cuidadores primarios. Es importante que la derivación sea pre-
sentada como un recurso para que el bebé y su entorno de crianza puedan “desarrollar todas
las capacidades que tienen en potencia para afrontar las vicisitudes de la vida”.
• Que haya una buena relación empática y de confianza con el referente comunitario y que los
cuidadores primarios hayan podido tomar conciencia del sufrimiento del bebé o del pro-
pio sufrimiento.
• Identificar los lugares en los que la consulta puede realizarse utilizando todos los recursos
58 locales y tecnológicos para ello.
Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
a.
Cuaderno de vida
Es importante que cada niño tenga un cuaderno de vida donde figuren los hitos importantes de su
desarrollo. Es esencial que en ese cuaderno quede consignada la observación del vínculo con sus
cuidadores primarios. Allí pueden registrarse también, cuando están presentes, la identificación de
alteraciones en el vínculo y los trastornos severos de la comunicación. Son orientadores de alarma:
la ausencia de mirada y la falta de intencionalidad, factores predictivos de riesgo de una evolución
hacia dichas alteraciones.
Este cuaderno de vida permite estar atentos incluso antes de que los problemas aparezcan y realizar
un verdadero trabajo de prevención. Es la herramienta de la singularidad de cada niño en la que los
distintos referentes puedan consignar su evolución desde el nacimiento.
Además de todos los datos del desarrollo infantil, en este registro deben quedar consignados los
siguientes puntos respecto del desarrollo emocional y la observación del vínculo temprano.
Asimismo, el cuaderno de vida podrá tener una parte informativa sobre diferentes aspectos de la
crianza, transmitiendo a los cuidadores primarios de forma clara, y si es posible gráfica, aspectos
de estimulación de las prácticas de crianzas adaptables a cada contexto (alimentación, masajes,
gestualidad, estimulación sensorial, juegos por edades, etc.). Un modelo cercano sería la libreta de
vacunación, necesaria para entrar en el sistema educativo. De la misma forma, consideramos nece-
saria la evaluación vincular. 59
b.
Propuestas dentro del marco institucional y comunitario
Así como todos los niños deberán tener un cuaderno de vida desde su nacimiento, todas las comu-
nidades deberán poder ofrecer un espacio de intercambio y observación como dispositivos de
prevención. Estos espacios son:
• Grupos de madres.
• Grupos de crianza mamá-bebé.
• Grupos de padres-madres-bebés.
Son espacios de encuentro entre madres y padres, facilitados por agentes de salud, educación o
comunitarios. Los participantes se reúnen periódicamente a compartir experiencias, plantear dudas
y reflexionar en torno a la crianza.
Es una herramienta necesaria en toda comunidad demográficamente activa porque permite absorber
en una práctica sencilla las demandas de primer orden en la crianza. Es un dispositivo de participa-
ción activa comunitaria en la gestión de salud colectiva desde el inicio de la vida.
Los grupos de crianza pueden formarse en espacios comunes de los participantes (por ejemplo, la
guardería, el jardín maternal, espacios recreativos, religiosos, etc.). En este caso, los integrantes se
pueden conocer con anterioridad. Alternativamente, un grupo de crianza puede formarse con per-
sonas que no se conocen, pero que comparten una experiencia en común, por ejemplo, embarazo
o hijos en edad preescolar.
Dependiendo del interés de los participantes, los grupos de crianza pueden ser estructurados y te-
ner temas predeterminados, o bien ser abiertos y que el tema de cada sesión surja de las vivencias
y experiencias que los papás y las mamás quieran compartir. Los temas pueden ser, por ejemplo:
primeros encuentros y desencuentros con el bebé, estrategias para mejorar el acercamiento y la
comunicación, recursos y herramientas básicas para la crianza, cómo establecer límites, el control
de esfínteres, el sueño, la lactancia, la comida, los celos, cómo estimular adecuadamente al bebé,
el lenguaje, la comunicación con el bebé, la organización de rutinas, el uso del chupete, entre otros.
Ya desde el embarazo, surge una gran cantidad de dudas, intranquilidad, miedos; y compartir e inter-
cambiar inquietudes, informaciones o vivencias facilita la crianza. A su vez, el período de posparto
y la crianza inicial es un momento vital muy sensible para la madre y el padre, donde se remueven
aspectos emocionales y relacionales de la pareja, de las historias propias de cada uno. Estos meses
son muy intensos, de adaptación, de conocer al bebé, con muchas dudas, novedades, cansancio,
ambivalencias, soledad, incomprensión, cambios de roles y de funciones. Frente a este panorama,
60 el grupo de crianza es un lugar privilegiado para la observación y un dispositivo de intervención
Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
Descripción de un ejemplo
Una mamá adolescente llega al grupo de crianza y permanece muy callada.
A medida que pasa la hora, su beba de tres meses se le va deslizando de los
brazos hasta quedar casi en el piso. Ella permanece con sus brazos y todo su
cuerpo reclinado, agobiado. La beba no logra consuelo alguno. Otra mamá del
grupo comenta que parece que la niña se le va a caer, como que “la está dejando
caer”. La mamá adolescente y un poco deprimida, frente a una pregunta de la
coordinación, responde que no quería tener ese bebé, que se lo quería sacar de
encima. Ante este signo de alarma vincular, comienza un trabajo con la coordi-
nadora, posterior acompañamiento y revinculación, y sostenimiento de la función
materna. También se convoca al padre del bebé y se arma una red de crianza.
Después de unos meses de trabajo, la mamá adolescente vuelve al grupo con su
hija abrazada y con sensación de alivio.
c.
Observación de bebés
La observación en situaciones grupales (sala de espera, grupos de crianza, etc.) de niños de di-
ferentes niveles de desarrollo permite compartir saberes respecto de las modalidades de crianza,
proponer algunos cambios considerados beneficiosos para su desarrollo y analizar junto a los pa-
dres las posibilidades y las dificultades concretas para su implementación. Con esta modalidad, los
padres asisten tranquilos, sin el sentimiento de angustia que puede despertar la consulta individual.
En consecuencia, este espacio se transforma en una ocasión esperada y muy valorada, a la que
ellos mismos llegan a invitar a otros padres o miembros de su familia. Se muestran disponibles para
recibir información, escuchar consejos e implementar algunos cambios sugeridos. Intercambian sus
experiencias como padres, manifiestan sus dudas o temores, preguntan, y muchas veces, son ellos
quienes proporcionan las respuestas a las preguntas planteadas, pudiendo resolver más ajustada-
mente las situaciones conflictivas.
La observación de bebés, realizada en forma grupal, demuestra una gran utilidad pues otorga al pro-
fesional o agente de salud un tiempo con el que habitualmente no cuenta en la consulta individual. Asi-
mismo, proporciona al profesional un conocimiento derivado de la práctica misma de la observación.
61
d.
Observatorio de salud
Recomendamos crear un observatorio de salud en primera infancia que permita conectar regional-
mente todos los recursos profesionales enlazados en una red que pueda responder a las demandas
de los niños y sus familias.
Descripción de un ejemplo
Diagrama de evolución de una demanda frente
a la observación de indicadores de sufrimiento precoz
62
Desarrollo emocional. 5. Intervenciones posibles
Clave para la primera infancia
63
64
conclusiones
Y queremos puntualizar algunos aspectos del recorrido que realizamos, para jerarquizarlos, subrayar-
los, con el deseo de que fertilicen el lugar y el rol que cada uno tenga para acompañar el desarrollo
emocional y vincular de los primeros años de vida, prevenir los padecimientos tempranos y contribuir
a una salud integral, pensando en el futuro de cada niño y de cada comunidad.
Es nuestro deseo, nuestra intención, que este documento genere puentes entre todos los que traba-
jamos en los temas vinculados al desarrollo integral de la primera infancia. Acordamos con Nelson
Mandela cuando dice: “It takes a village to raise a child” (Se necesita de un sistema comunitario para
criar a un niño), (Salvador Celia, citado por Gorodisch, 2003). Esperamos que este documento sea
un aporte para ello porque, como dice el Dr. Bernard Golse (1999): “Invertir en los bebés tal vez sea
la última utopía para tener una ciudadanía y una sociedad más sanas, menos violentas”.
65
66
glosario
Atención conjunta
Es la habilidad de compartir un enfoque común entre personas. Esto involucra la habilidad de
obtener, mantener y cambiar la atención. La atención conjunta sirve como una herramienta de
referencia usando una mirada mutual fija (enfocándose visualmente en la misma cosa) y/o gestos
de comunicación. Compartir un enfoque ayuda no solamente a individuos a comunicarse, sino
también al desarrollo de habilidades sociales importantes como vincularse y comprender el
punto de vista de otra persona. La atención conjunta empieza en la infancia, entre el niño y sus
cuidadores. Algunas habilidades tempranas incluyen alzar sus brazos hacia su cuidador para
que lo levante, apuntar a un peluche o mirar la misma página en un libro.
Capacidad empática
Es la capacidad de percibir en un contexto de comunicación interpersonal aquello que la otra
persona puede sentir. Implica un sentimiento de participación afectiva respecto de la realidad
emocional que afecta a la otra persona.
Casa nido
Se trata de un proyecto destinado a la atención de los bebés de 0 a 2 años en hogares preparados
para ello; incluye la formación y capacitación de algunas madres de la comunidad como “cuidado-
ras infantiles” para que se ocupen en su propia casa de bebés de otras mamás de la comunidad.
Confianza básica
Estado emocional de seguridad y despreocupación que se conforma luego de numerosas expe-
riencias gratificantes entre el niño y sus cuidadores.
Cuidador primario
adulto a cargo que ejerce las funciones básicas de cuidados del niño pequeño en la vida coti-
diana, asumiendo la responsabilidad en la atención, el apoyo y los cuidados diarios. El cuidador
primario es quien pasa la mayor parte del tiempo con el bebé, es un adulto disponible emocional-
mente, de quien el bebé depende. Habitualmente, esta figura suele ser la madre, el padre u otros
familiares, como los abuelos o hermanos mayores, pero bien pueden ser allegados o miembros
de la comunidad.
Desamparo originario
Estado de dependencia absoluta del lactante como consecuencia de su incapacidad de empren-
der una accion coordinada y eficaz para la satisfacción de sus necesidades.
Encopresis
Se da cuando el niño realiza sus deposiciones de modo repetido e involuntario en lugares no
adecuados, a una edad en la que ya debiera haber adquirido el control de esfínteres, es decir, a
partir de los 3-4 años.
Entonamiento afectivo
Captar los afectos de las otras personas no es suficiente. Para sentir que es posible compartir
estados interiores, es necesario contar con algún modo de transmisión que confirme que se están
compartiendo estados afectivos. El concepto de entonamiento de los afectos permite explicitar 67
el modo en que esta transmisión es posible. Según Stern (1985), el entonamiento de los afectos
consiste en la ejecución de conductas que expresan el carácter del sentimiento de un estado afec-
tivo compartido, sin imitar la expresión conductual exacta del estado interior. Cuando una mamá,
jugando con su bebé, canturrea siguiendo el ritmo y la intensidad de los movimientos de su bebé,
estará compartiendo con él ese tono vital que el niño experimenta, del mismo modo en que en
una orquesta un violín y un clarinete pueden tocar la misma melodía sin confundirse. Así la madre
entonará a dúo con su bebé el mismo estado afectivo subyacente pero con una conducta diversa;
esto le permitirá al niño sentirse acompañado sin confundirse con la madre. Los dos son miembros
de un par que comparten la misma melodía.
Enuresis
Describe la incontinencia urinaria más allá de la edad en que es esperable que se logre el control
vesical, a partir de los 3-4 años. La enuresis puede ser diurna, cuando la pérdida involuntaria de
orina se da durante el día, o nocturna cuando esto ocurre por la noche, durante el dormir.
Esquema corporal
Es la representación mental que cada uno tiene de su cuerpo. Se construye a lo largo de los pri-
meros años de vida. En esta construcción tienen una importante incidencia las experiencias y las
percepciones internas respecto del movimiento corporal pero también el modo en que el bebé ha
sido portado y tocado por los adultos.
Estereotipia
Actividad motriz organizada, repetitiva, no propositiva, que se lleva a cabo exactamente de la misma
forma en cada repetición y que limita la gama de actividades e intereses del niño. Estos movimientos
repetitivos parecen haber perdido toda función de comunicación y no tener destinatario.
Estrés psicosocial
Estado emocional correspondiente a experiencias en las que el individuo se siente amenazado en su
integridad física y mental. Aparece angustia intensa con fuerte correlato de manifestaciones físicas.
Factores de riesgo
En relación al desarrollo emocional, son aquellas características del niño, de su entorno inmediato
o incluso de su medio comunitario y social que constituyen un riesgo de déficit o de distorsión de
las condiciones adecuadas para el despliegue de los recursos y de los cambios evolutivos que
implica el desarrollo.
Factores protectores
En el campo de la primera infancia, los factores protectores señalan recursos propios del niño
o aspectos y modos del entorno que lo rodea que permiten afrontar de modo más protegido las
situaciones adversas que le toque atravesar.
Familiograma
Instrumento que permite valorar la dinámica, la composición, la estructura, el tipo de familia, las
68 relaciones, los roles que asumen y el ciclo evolutivo por el cual está cursando la familia en un
Desarrollo emocional. Glosario
Clave para la primera infancia
momento determinado. Es un método para almacenar datos de la familia, que dan la oportunidad
de hacer una retroinformación básica (nombres, fechas de nacimiento, muerte, matrimonio, entre
otros), e información compleja (problemas familiares repetitivos, triangulaciones, herencia, entre
otros). El familiograma puede ser elaborado durante una consulta con toda la familia, individual-
mente o en varias consultas. Nos brinda pautas para la intervención, tanto en el aspecto preventivo
como para el tratamiento, si se maneja adecuadamente.
Función familia
Esta noción se refiere a la red de subjetividades que sostienen al niño en desarrollo en el marco de
un espacio ramificado de vínculos que no están representados solo por la familia nuclear conven-
cional (Alizade, 2010). Esa red supera el mapa de filiaciones biológicas, incluye la presencia de
seres significativos que intervienen en el proceso de desarrollo emocional del niño. Son personas
que producen efectos psíquicos relevantes en la mente infantil.
Función materna
También llamada nutricia, es la función que consiste en el sostén físico y emocional del niño. La
contención y la nutrición es dada clásicamente por la madre pero es ejercida por todos los cuida-
dores.
Función paterna
Es la función ordenadora, que va introduciendo al niño dentro del sistema de reglas y valores que
corresponden a la sociedad en la que vive. Tradicionalmente, se adjudicaba al padre esta función,
pero en realidad es ejercida por todos los cuidadores del niño.
Hiperestimulación
Situaciones en que el niño recibe más estimulación (sensorial o motriz) de la que es capaz de pro-
cesar, o cuando la estimulación no respeta los tiempos de procesamiento y las pausas necesarias
generadas por la breve capacidad de atención del niño pequeño.
Hipervigilancia
Estado de alerta en el cual el bebé no llega a relajarse y establecer pausas en el estado de aten-
ción hacia el ambiente.
Hipertonicidad
Incremento del tono muscular óptimo
Hospitalismo
Término creado por el psiquiatra y psicoanalista R. Spitz, ampliamente difundido a partir de la
publicación de su trabajo, así titulado en 1946. Describe un conjunto de alteraciones físicas y psí-
quicas que aparecen como consecuencia de una prolongada hospitalización del niño de menos
de 15 meses de edad. Si la carencia afectiva se prolonga, la indiferencia se acentúa llegando a un
estado de atontamiento y estupor que Spitz denominó “depresión anaclítica”. Hay una regresión
del desarrollo motor y el estado somático resulta severamente afectado: decaimiento del estado
general, perdida progresiva de peso, debilitamiento de las defensas del organismo frente a las
infecciones que se repiten, llegando a un estado de miseria física próximo a la caquexia, que faci-
lita la mortalidad. El único tratamiento curativo del síndrome de frustración precoz es el maternaje:
vuelta de la madre o cambio de su actitud o sustitución eficaz por otra persona.
69
Mamanais / motherese
Forma que toma el lenguaje de las madres. Como se trata de un lenguaje universal, tendrá una
denominación y una forma propia en cada lengua.
Motricidad fina
La motricidad puede ser definida como el conjunto de funciones que permiten la movilidad y la
coordinación de los miembros, el movimiento y la locomoción. La motricidad fina hace referencia
a los movimientos pequeños que implican además coordinación y precisión, en particular ligados
a los miembros superiores: muñeca, manos y dedos.
Motricidad gruesa
Se refiere al control de los movimientos generales del cuerpo, como por ejemplo, el control de la
cabeza, sentarse, gatear, mantenerse de pie, caminar, saltar.
Neogénesis
El aparato psíquico de un niño es un sistema abierto siempre dispuesto a recibir elementos de la
vida real que formarán parte de las nuevas experiencias vinculares. Son oportunidades ganadas,
no preformadas.
Neuroplasticidad
Es un reciente descubrimiento de la ciencia que muestra cómo el cerebro, a partir de sus pro-
piedades, tiene la capacidad de moldearse de acuerdo con la experiencia. Esta capacidad está
particularmente desarrollada en la niñez, al mismo tiempo que se va constituyendo el yo.
Nicho ecológico
Nos referimos a la “ocupación” o a la función que desempeña cierto individuo dentro de
una comunidad.
Objeto transicional
Este término ha sido creado por el psicoanalista Donald Winnicott para definir “la primera posesión
no-yo”, aquellos objetos que aparecen en una zona intermedia entre lo subjetivo y lo que se per-
cibe de forma objetiva. No forman parte del cuerpo del niño aunque todavía no se los reconozca
del todo como pertenecientes a la realidad exterior. Descriptivamente, es habitual que los bebés
sientan especial cariño por un objeto en particular al que se encuentran muy aferrados. Puede ser
un muñeco, un peluche, un osito, una mantita. Por lo general, es un objeto de textura suave. El
objeto transicional se vuelve tan importante en la vida del niño que lo acompaña durante la mayor
parte del día, lo busca cuando necesita consuelo y se vuelve imprescindible a la hora de dormir.
Es algo que le brinda seguridad. Representa el apego que el bebé siente hacia sus padres y lo
ayuda a controlar la ansiedad de la separación, etapa en la que el bebé comienza a experimentar
que es un ser separado de su madre.
Oralidad
Primera fase del desarrollo libidinal relacionada con el placer del bebé en el momento de la
alimentación, en la que tanto los labios como la boca tienen un papel preponderante. La satis-
facción ligada en un primer momento al acto de comer, adquirirá pronto autonomía, como en
el caso del mero chupeteo, y se convertirá a su vez en el prototipo inicial de toda satisfacción.
Como el mecanismo de la oralidad es la incorporación y sostiene la supervivencia, cualquier
alteración de este mecanismo denuncia una dificultad emocional cuando se hayan descartado
70 las causas orgánicas.
Desarrollo emocional. Glosario
Clave para la primera infancia
Plasticidad del yo
Es la capacidad de modificación que tiene el yo en su funcionamiento para adaptarse a los distin-
tos acontecimientos del sujeto utilizando sus funciones.
Prematurez
Nacimiento de un bebé entre las semanas 24 y la 37 de gestación, cualquiera sea su peso. Un
bebé nacido en estas condiciones requiere, debido a su inmadurez física, de cuidados intensi-
vos neonatológicos, y es separado de sus padres al nacer. Su evolución va a depender de las
semanas de gestación, del peso al nacer y de las complicaciones y enfermedades que presente
durante su estadía en terapia intensiva.
Primera infancia
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), es el período comprendido entre el nacimiento
y los 5 años de edad.
Prosódico
Alude a un aspecto fonético-acústico de la comunicación, más precisamente a la acentuación,
duración, intensidad, entonación y melodía de las frases enunciadas.
Protoconversación
Se trata de los intercambios repetidos del adulto que sincroniza sus gestos y vocalizaciones con
las conductas innatas del bebé. De esta manera les da un sentido y los introduce en la lengua
materna y en la cultura.
Regulación afectiva
Tiene lugar en el contexto de una relación con otro ser humano. El contacto físico y emocional, acu-
nar, hablar, abrazar, tranquilizar, permite al niño establecer la calma en situaciones de necesidad
e ir aprendiendo a regular por sí mismo sus emociones.
Resiliencia
Es la capacidad de resolver activamente problemas que amenazan a la persona en distintos ni-
veles, la habilidad de rechazar, rebotar y resistir eventos traumáticos y agresiones del ambiente y
sobrellevar vulnerabilidades internas: enfermedades crónicas, sensibilidad inusual. También con-
siste en la capacidad de avanzar en el desarrollo a pesar de estresores. Los niños se vuelven resi-
lientes cuando incorporan e internalizan sus experiencias tempranas de estabilidad ambiental y la
relación gratificante con sus cuidadores. El sujeto construye una salida vital para superar el trauma
produciendo una modificación del yo. Es la capacidad de afrontar la adversidad y salir fortalecido.
Signos de alarma
Los signos de alarma son alteraciones de lo esperable en el desarrollo, que se ponen de manifies-
to en la observación de los bebés. Son indicadores observables de sufrimiento subjetivo y vincular.
Muestran dificultades que se presentan regularmente, que persisten con intensidad fuerte o me- 71
diana y que desbordan las capacidades de tolerancia y contención de los cuidadores primarios.
Son orientadores de sentido e indican en algunos casos la posibilidad de desarrollar a futuro una
dificultad severa.
Sincronía
Concepto usado a lo largo de múltiples campos para denotar la relación temporal entre eventos.
Puede ser aplicada al estudio de las interacciones padres-hijo; sugiere un modelo de intersubjeti-
vidad. En el concepto de sincronía se incluyen la concurrencia, la secuencia y la organización de
las interacciones.
Sostén emocional
Es la respuesta adecuada al sentimiento universal de desamparo con la que todo bebé llega al
mundo. Este sostén permite que se construya entre el bebé y las personas encargadas de su
crianza un vínculo lo suficientemente fuerte como para que se den las condiciones propicias para
la satisfacción de todas sus necesidades.
Subjetividad
Es el conjunto de características particulares que hacen del ser humano un sujeto único e irrepeti-
ble, una persona autónoma con pensamientos, deseos, intereses y voluntad propios.
Trastornos psicosomáticos
Se refiere, en la mayoría de los casos, a los trastornos que se consideran originados por factores
psicológicos. Sin embargo, no existen trastornos físicos que estén originados exclusivamente por
factores psicológicos sino más bien una asociación de factores psicológicos y somáticos en interre-
lación mutua. En la clasificación multiaxial que ofrece el DSM IV (cuarta edición del Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders de la American Psychiatric Association) se consideran como
factores que afectan el estado físico, es decir, que tienen expresión somática.
Yo
Dentro de la teoría psicoanalítica, es la instancia del aparato psíquico que intermedia entre el mun-
do interno (pulsional) y el mundo externo (realidad). El yo tiene tres tipos de funciones: 1) Básicas:
memoria, percepción, atención, pensamiento, anticipación, exploración, ejecución y coordinación
de la acción. 2) Defensivas: son los medios que utiliza el yo para resolver o reprimir los impulsos
del ello que pueden entrar en conflicto con la realidad. La represión actúa no solo sobre afectos e
impulsos sino también sobre los recuerdos, percepciones o pensamientos que representen dichos
impulsos. Del mismo modo, estos medios defensivos se utilizan para evitar situaciones dolorosas
que provienen del medio hacia la persona. 3) Integradoras, sintéticas u organizadoras: permiten
mantener una cohesión, una organización de las dos categorías anteriores. “La fuerza de estas
funciones integradoras se pone a prueba particularmente cuando frente a cambios en la situación
debe el sujeto reorganizar sus relaciones con el mundo, a través de una movilización selectiva de
nuevas funciones de adaptación.” Este aspecto del yo es el que nos provee la vivencia de inte-
gración, del sí mismo, de poseer una esencia constante a través de los cambios de la vida y aun
cuando en distintos ámbitos nos comportemos de manera diferente.
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