unidad 6 resumemn enfermeria
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El aparato circulatorio, que incluye el corazón, los vasos sanguíneos y la sangre, tiene tres
funciones principales: transporte, protección y regulación.
Transporte: La sangre transporta oxígeno desde los pulmones a los tejidos y recoge dióxido de
carbono para llevarlo de vuelta a los pulmones. También transporta nutrientes del sistema
digestivo a las células del cuerpo, desechos metabólicos a los riñones para su eliminación, y
hormonas desde las glándulas endocrinas hasta sus órganos diana.
Protección: La sangre juega un papel crucial en la defensa del organismo. Los leucocitos destruyen
microorganismos y células cancerosas, mientras que los anticuerpos y otras proteínas sanguíneas
neutralizan toxinas. Además, las plaquetas inician el proceso de coagulación para minimizar la
pérdida de sangre en caso de lesiones.
La sangre es un tejido conectivo líquido compuesto por una matriz extracelular llamada plasma y
elementos formes, que incluyen eritrocitos, leucocitos y plaquetas. Un adulto promedio tiene
entre 4 y 6 litros de sangre.
Plasma: Constituye más de la mitad del volumen sanguíneo y es un líquido amarillento que
contiene agua, proteínas, nutrientes, electrólitos, hormonas y gases. Las proteínas plasmáticas
más importantes son la albúmina, las globulinas y el fibrinógeno. Cada una cumple funciones
esenciales, como el transporte de solutos y la coagulación.
Elementos formes: Incluyen eritrocitos (glóbulos rojos), leucocitos (glóbulos blancos) y plaquetas
(trombocitos). Los eritrocitos son los más numerosos y son responsables del transporte de
oxígeno. Los leucocitos son cruciales para la defensa inmunitaria, mientras que las plaquetas son
esenciales para la coagulación.
La hematopoyesis tiene lugar principalmente en la médula ósea, donde se generan los elementos
formes. En el embrión, la formación inicial de células sanguíneas ocurre en el saco vitelino, pero
luego se transfieren a la médula ósea, el hígado y el bazo. A partir del nacimiento, la médula ósea
roja se convierte en el principal sitio de producción de sangre, mientras que los linfocitos se
generan en los órganos linfoides como el timo y los ganglios linfáticos.
Los eritrocitos, comúnmente conocidos como glóbulos rojos, son las células más abundantes en la
sangre y cumplen funciones vitales en el transporte de gases. Su principal función es recoger
oxígeno de los pulmones y transportarlo a todos los tejidos del cuerpo, así como recoger dióxido
de carbono de los tejidos para llevarlo a los pulmones.
Forma y función
Los eritrocitos tienen una forma característica de disco bicóncavo, lo que les permite una mayor
superficie para el intercambio de gases. Esta forma les facilita la flexibilidad necesaria para
atravesar los capilares más estrechos. A diferencia de muchas otras células, los eritrocitos carecen
de núcleo y de organelas, lo que maximiza su capacidad para transportar hemoglobina, la proteína
responsable del transporte de oxígeno.
La hemoglobina, que constituye aproximadamente el 33% del volumen del eritrocito, se une al
oxígeno en los pulmones y lo libera en los tejidos. Cada molécula de hemoglobina puede
transportar hasta cuatro moléculas de oxígeno. Además, los eritrocitos también participan en el
transporte de una pequeña cantidad de dióxido de carbono y en la regulación del pH sanguíneo.
Una vez que los eritrocitos han cumplido su ciclo de vida, que dura alrededor de 120 días, son
destruidos en el bazo y el hígado, y sus componentes son reciclados para la producción de nuevas
células sanguíneas.
Hemoglobina
La hemoglobina es una proteína compleja que se encuentra en los eritrocitos y es esencial para el
transporte de oxígeno en la sangre. Está compuesta por cuatro cadenas de proteínas, dos alfa y
dos beta, cada una de las cuales está unida a un grupo hemo que contiene hierro. Este hierro es
clave porque puede unirse a una molécula de oxígeno (O₂). Cada molécula de hemoglobina puede
transportar hasta cuatro moléculas de oxígeno, lo que la convierte en un transportador altamente
eficiente.
El hierro en los alimentos puede estar en dos formas: hierro hemo (presente en fuentes animales)
y hierro no hemo (de fuentes vegetales). En el intestino delgado, el hierro férrico (Fe³⁺) se
convierte en hierro ferroso (Fe²⁺), que es la forma absorbible. Una vez absorbido, el hierro se une
a la transferrina, una proteína que lo transporta a la médula ósea, el hígado y otros tejidos donde
se utiliza para la síntesis de hemoglobina y otras proteínas.
La homeostasis de los eritrocitos se refiere a los procesos que regulan la producción y destrucción
de estas células para mantener niveles adecuados en la sangre. La producción de eritrocitos está
regulada principalmente por la eritropoyetina (EPO), una hormona producida por los riñones en
respuesta a niveles bajos de oxígeno en la sangre.
Cuando los eritrocitos mueren o se destruyen, los riñones detectan la disminución de oxígeno y
aumentan la producción de EPO, lo que estimula la médula ósea para aumentar la producción de
nuevos eritrocitos. Este proceso es crucial para mantener una cantidad suficiente de glóbulos rojos
en circulación, lo que garantiza un transporte adecuado de oxígeno y una función óptima del
aparato circulatorio.
Tipos sanguíneos
Los tipos sanguíneos son clasificaciones de la sangre que se basan en la presencia o ausencia de
ciertos antígenos en la superficie de los glóbulos rojos. Estos antígenos son proteínas y
carbohidratos que pueden inducir una respuesta inmunológica si son percibidos como extraños
por el sistema inmunitario. Los dos sistemas de tipificación más conocidos son el sistema ABO y el
sistema Rh.
El grupo ABO
El sistema de grupos sanguíneos ABO clasifica la sangre en cuatro tipos principales: A, B, AB y O.
Esta clasificación se basa en la presencia de antígenos A y B en la superficie de los eritrocitos.
Tipo AB: Tiene tanto antígenos A como B, y no tiene anticuerpos anti-A ni anti-B. Este es el
tipo sanguíneo receptor universal, ya que puede recibir sangre de cualquier otro tipo.
Tipo O: No tiene antígenos A ni B, pero sí tiene anticuerpos anti-A y anti-B. Este es el tipo
sanguíneo donante universal, ya que puede donar sangre a todos los demás tipos.
La transfusión de sangre incompatible puede provocar reacciones adversas graves, por lo que es
crucial conocer el tipo sanguíneo antes de realizar una transfusión.
El grupo Rh
Rh positivo (Rh+): Los glóbulos rojos tienen el antígeno Rh. Esto es más común en la
población general.
Rh negativo (Rh-): Los glóbulos rojos no tienen el antígeno Rh. Las personas Rh- deben
tener cuidado con las transfusiones, ya que si reciben sangre Rh+ pueden desarrollar
anticuerpos contra el antígeno Rh, lo que podría causar problemas en futuras
transfusiones o en el embarazo.
La compatibilidad entre los grupos ABO y Rh es esencial para garantizar transfusiones seguras y
evitar reacciones adversas. Por ejemplo, una persona con sangre tipo A Rh- puede recibir sangre
de un donante tipo A Rh-, pero no de un donante tipo B o Rh+.
Leucocitos
Los leucocitos, o glóbulos blancos, son células sanguíneas que desempeñan un papel crucial en el
sistema inmunitario, ayudando a defender al organismo contra infecciones y enfermedades.
Existen varios tipos de leucocitos, cada uno con funciones específicas en la respuesta inmunitaria.
Forma y función
Los leucocitos son células más grandes que los eritrocitos y tienen núcleos prominentes. A
diferencia de los glóbulos rojos, los leucocitos tienen organelas que les permiten llevar a cabo sus
funciones inmunitarias. Se pueden clasificar en dos categorías principales: granulocitos y
agranulocitos.
Tipos de leucocitos
Basófilos: Son los menos comunes, representando menos del 1% de los leucocitos. Liberan
histamina durante las reacciones alérgicas y ayudan a movilizar otras células inmunitarias
al sitio de la inflamación.
Los leucocitos tienen un ciclo de vida variable según el tipo. Generalmente, se producen en la
médula ósea y pueden vivir desde unos pocos días hasta varios años. Los neutrófilos, por ejemplo,
tienen una vida corta (alrededor de 5 días) y son rápidamente reemplazados. En cambio, los
linfocitos pueden vivir meses o incluso años, lo que les permite recordar patógenos específicos y
proporcionar inmunidad a largo plazo.
Trombocitos
Los trombocitos, o plaquetas, son fragmentos celulares que juegan un papel crucial en la
coagulación de la sangre y en la reparación de los vasos sanguíneos. Aunque no son células
completas, su función es esencial para prevenir hemorragias.
Forma y función
Las plaquetas son pequeñas y no tienen núcleo. Se producen en la médula ósea a partir de células
grandes llamadas megacariocitos. Cuando ocurre una lesión en un vaso sanguíneo, las plaquetas
se adhieren al sitio dañado y se activan, liberando sustancias químicas que atraen más plaquetas al
área y ayudan a formar un tapón plaquetario. Este proceso es fundamental en la coagulación, ya
que las plaquetas también liberan factores que inician la cascada de coagulación, conduciendo a la
formación de un coágulo de fibrina que sella la herida.
Los niveles normales de plaquetas en la sangre varían entre 150,000 y 450,000 plaquetas por
microlitro. Un conteo bajo puede indicar problemas de coagulación, mientras que un conteo
elevado puede aumentar el riesgo de trombosis
Sistema Linfático
El sistema linfático es una red compleja de tejidos y órganos que desempeña un papel crucial en el
sistema inmunitario y en el mantenimiento de la homeostasis de los fluidos corporales. Su función
principal es drenar el exceso de líquido intersticial, absorber grasas del sistema digestivo y facilitar
la respuesta inmunitaria ante patógenos.
Vasos linfáticos: Son una red de conductos que transportan la linfa, un líquido claro que
contiene glóbulos blancos, proteínas y otros componentes. Los vasos linfáticos recogen el
exceso de líquido intersticial de los tejidos y lo llevan hacia los ganglios linfáticos.
Ganglios linfáticos: Son estructuras pequeñas en forma de frijol que actúan como filtros
para la linfa. Contienen linfocitos y macrófagos, que ayudan a detectar y eliminar
patógenos y células anormales. Los ganglios linfáticos son clave en la respuesta
inmunitaria, ya que se activan cuando se presenta una infección.
Órganos linfoides:
Bazo: Filtra la sangre y elimina células sanguíneas viejas o dañadas. También actúa como
un reservorio de linfocitos.
Placas de Peyer: Acumulaciones de tejido linfoide en el intestino delgado que juegan un papel en
la respuesta inmunitaria intestinal.
Drenaje de líquidos: El sistema linfático recoge el exceso de líquido intersticial que se escapa de los
capilares sanguíneos y lo devuelve al torrente sanguíneo, ayudando a prevenir la hinchazón
(edema).
Absorción de grasas: En el intestino delgado, los vasos linfáticos especializados llamados quilíferos
absorben grasas y vitaminas liposolubles, transportándolas al sistema circulatorio.
Respuesta inmunitaria: El sistema linfático es esencial para la defensa del organismo. Los linfocitos
y macrófagos en los ganglios linfáticos y otros órganos linfoides identifican y combaten patógenos.
Cuando detectan una invasión, los linfocitos proliferan y se activan, coordinando una respuesta
inmunitaria.
Importancia clínica
Las alteraciones en el sistema linfático pueden dar lugar a varios problemas de salud, como
linfedema (hinchazón debido a la acumulación de linfa), infecciones (como la linfangitis) y
trastornos del sistema inmunitario. Además, el sistema linfático es un lugar común para la
diseminación de células cancerosas, lo que puede complicar el tratamiento del cáncer.
En resumen, el sistema linfático es esencial para la salud general, ya que no solo ayuda a mantener
el equilibrio de fluidos en el cuerpo, sino que también es fundamental para la defensa inmunitaria
contra enfermedades.
La defensa innata, también conocida como resistencia inespecífica, es la primera línea de defensa
del organismo contra patógenos y agresores externos. Este tipo de respuesta es rápida y no
requiere un reconocimiento específico del agente invasor. La defensa innata incluye barreras
físicas, químicas y celulares que actúan de manera general frente a diversos tipos de
microorganismos.
Barreras físicas: La piel y las membranas mucosas actúan como barreras que impiden la entrada de
patógenos al organismo.
Barreras químicas: Secretos corporales como el moco, las lágrimas y la saliva contienen sustancias
antimicrobianas, como la lisozima, que ayudan a destruir microorganismos.
Células inmunitarias:
Macrófagos: Células que también fagocitan y presentan antígenos a las células T, activando así la
inmunidad adaptativa.
Células NK (Natural Killer): Atacan y destruyen células infectadas por virus y células tumorales.
Proteínas del sistema inmunitario: Incluyen las citocinas y el complemento, que ayudan a
promover la inflamación y a marcar los patógenos para su destrucción.
La resistencia específica, también conocida como inmunidad, se desarrolla a lo largo del tiempo y
se caracteriza por su capacidad de reconocer y recordar patógenos específicos. Esta respuesta es
más lenta que la innata, pero es altamente efectiva y específica.
nmunidad CelularI
La inmunidad celular se basa en la acción de los linfocitos T, que se desarrollan en el timo. Existen
varios tipos de linfocitos T, cada uno con funciones específicas:
Linfocitos T citotóxicos: Reconocen y destruyen células infectadas por virus o células tumorales
mediante la liberación de perforinas y granzimas, que inducen la apoptosis (muerte celular
programada).
Inmunidad Humoral
Opsonización: Marcan los patógenos para ser fagocitados por células inmunitarias,
facilitando su eliminación.
Activación del complemento: Los anticuerpos pueden activar la cascada del sistema del
complemento, que ayuda a destruir patógenos y a atraer células inmunitarias al sitio de
infección.