Resumen Ciclos TDC
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Resumen Ciclos TDC
En el presente trabajo se hace una breve reflexión de cada uno de los ciclos que
componen la enseñanza de San Juan Pablo II en la Teología del Cuerpo. Esta
clasificación por ciclos hace que las catequesis sean más fáciles de entender,
pues reúne por los diferentes temas cada una de ellas.
La Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II es un legado, que dejo, en sus
primeros años de pontificado en 129 catequesis sobre amor humano, sobre estos
deseos que hay en el alma y que difícilmente se satisfacen con cosas de este
mundo. El cual responde a las preguntas básicas y profundas que todos nos
hacemos ¿Quién soy? ¿Cómo puedo ser feliz?
I.PRIMER CICLO
Durante el primer ciclo, que corresponde a las primeras catequesis, con las que
empieza Juan Pablo II su estudio sobre la Teología del cuerpo. Encontramos una
explicación para responder a las preguntas básicas que se hace el hombre ¿Quién
soy? Esto desde una antropología adecuada, como la llama el, para explicar al
hombre desde el “principio”
San Juan Pablo II usa esta expresión en repetidas ocasiones durante todo el
primer ciclo, pues es en el principio donde el hombre puede encontrar respuestas
a sus preguntas más profundas. El mismo Jesús cita “el principio” en su
conversación con los fariseos “Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés
ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? Díjole El: Por la dureza de vuestro
corazón Os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue
así”. Con esto Jesús hace referencia en que desde el principio había un plan de
Dios para la humanidad y este ha ido cambiando de forma, pero por la dureza de
corazón de los hombres, todavía se podría rescatar ese principio ese sueño de
Dios sobre la humanidad.
Jesús al citar el principio, cita al Genesis, este siendo un relato mítico-simbólico,
explica verdades que son grandes para la persona humana, cosas valiosas y
significados profundos que no pueden ser entendidos como relatos históricos y
fidedignos, si no como símbolos mediante los cuales Dios nos quiere transmitir
verdades. “Desde el principio” el hombre es definido desde su ser y existir. Desde
el principio el hombre es imagen y semejanza de Dios. Se revela esa unidad
substancial de ser cuerpo y alma, en completa unidad.
A lo largo de este primer ciclo San Juan Pablo II va haciendo reflexiones sobre ese
origen del hombre, como es que el hombre es creado, pero no de la misma
manera en que va creando todo lo demás. En el momento de la creación del
hombre Dios parece detenerse, y no solo dice “hágase” si no que al formar al
hombre dice “hagamos”, parece detenerse en su obra maestra “Creó Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó y los creó varón y hembra”.
Regresar al origen nos manifiesta que había un plan de plenitud para el hombre y
que antes de pecar nuestros primeros padres lo experimentaron en plenitud, vivían
esa vida de amor, unión y comunión con Dios y entre ellos. Por eso, ese anhelo
por la felicidad esta grabado en nuestros corazones, porque están grabadas con
nuestras experiencias originarias. Así como el pecado original es algo que
heredamos de nuestros primeros padres, así también el deseo de plenitud,
conocido como la santa Herencia, es eso que también heredamos y que está
grabado en nuestros corazones como anhelos de ser feliz. Ese es el plan que San
Juan Pablo nos recuerda cuando el hombre de nuestro tiempo se cuestiona sobre
conductas del mismo hombre ¿Le es licito al hombre divorciarse de su mujer?
Esta pregunta en el fondo revela la incapacidad que siente el hombre para amar, y
quiere justificarse. Jesús responde “al principio no fue así”. Y durante todo este
primer ciclo nos hace regresar a ese principio para recordar como fuimos hechos.
Cuando el hombre se encontraba en plena comunión con Dios, gozando de todo lo
que Él le quería dar, es entonces cuando se iba descubriendo, se descubría con
sus experiencias a través del cuerpo.
Los relatos de la creación van platicando como es que nació el edén y el hombre,
pero a pesar de que el hombre esta tan unido al mundo visible, la narración bíblica
no habla de una semejanza con el resto de las criaturas si no solo con Dios.
Explica San Juan Pablo II que el hombre no puede ser entendido ni explicado por
las categorías del mundo, si no solo a partir de su relación con Dios, que es ahí
donde se explica su verdadero ser y existir “a imagen de Dios lo creo”. Y es
también significativo que, refiriéndose al Gén 2, 24. Cristo no sólo une el
«principio» con el misterio de la creación, sino también nos lleva, por decirlo así, al
a la inocencia del hombre y del pecado original.
-Soledad Originaria
-Unidad Originaria
-Desnudez
Entendemos por soledad muchas veces algo como estar apartados, como una
alienación del mundo, y en ese sentido es algo más negativo que positivo. Pero la
soledad originaria a la que se refiere San Juan Pablo II, se trata de este momento,
de uno entra en su interior, en uno mismo, para valorar realmente quien es, es una
soledad que es condición necesaria para luego relacionarnos con los demás
adecuadamente.
Si nos cerramos a esta experiencia de soledad de reconocimiento de uno mismo,
nos incapacitamos para después vivir la comunión con los demás.
Dios nos ha hecho capaces de Él, de recibirlo, de entrar en comunión con El, de
poderlo llamar padre a través de los significados de nuestro cuerpo. El significado
filial, corresponde a esta primera identidad que todos tenemos de ser hijos, de
Dios y de nuestros padres. Esta es nuestra primera identidad. Después vivimos el
significado esposa, que se refiera a la capacidad y necesidad que tenemos de
entregarnos al otro y recibir el regalo del don del otro. Es la capacidad del ser
humano de amar, de darse y de aceptar el amor. Y por último el significado
fecundo de nuestro cuerpo, que se refiere a esta capacidad que tenemos de dar
vida, no solo de manera biológica, si no de mil maneras, a través de la escucha, el
consejo, la guía, el acompañamiento, la oración.
Esta unidad originaria se ve bien reflejada cuando el hombre (varón) al ver por
primera vez la creación de la mujer, exclama “Esto sí que es ya hueso de mis
huesos y carne de mi carne” (Gén 2, 23). Siguiendo la narración del libro del
Génesis, hemos constatado que la creación «definitiva» del hombre consiste en la
creación de la unidad de dos seres hombre y mujer. De este modo, el significado
de la unidad originaria del hombre, a través de la masculinidad y feminidad, se
expresa como superación del límite de la soledad. “Como ya hemos constatado
anteriormente, el hombre en su soledad originaria, adquiere una conciencia
personal en el proceso de «distinción» de todos los seres vivientes (animalia) y al
mismo tiempo, en esta soledad se abre hacia un ser afín a él y que el Génesis (2,
18 y 20) define como «ayuda semejante a él” (Cat. 9 no. 2)
Otro sentido de la unidad originaria es la unión en una sola carne, que se refiere a
la unión conyugal propia del matrimonio. La cual tampoco se refiere a una unión
superficial de dos cuerpos, va mucho más allá, no es mera unión física. Esta unión
de los cuerpos es la expresión ultima de ser una sola carne, primero es necesario
vivir esa unión en todos los otros aspectos, de servicio, palabras, encomendar en
la oración. En amor y responsabilidad Juan Pablo II escribe “la necesidad de darse
a otra persona es más profunda y está ligada el ser espiritual de la persona…”. El
amor va mucho más allá de la atracción sexual. No fuimos creados para tener
sexo, fuimos creados para amar y ser amados y eso se expresa de muchísimas
maneras
Esto no se limita solo al amor o entrega que se tiene los esposos, sino que es la
capacidad que tiene el ser humana para amar y ser don y recibir al otro como don.
Todos estamos llamados a amar y ser amados, entregarnos al otro, y es ahí
donde nos vamos asemejando más a la imagen de Dios.
Este sentido esponsal es indispensable para saber quiénes somos, para ser
quienes somos y poder expresarnos desde nuestra masculinidad y feminidad.
Se refiere a la capacidad del cuerpo para poder expresar el amor. Es a través de
nuestro cuerpo que abrazamos, demostramos afecto, incluso con la sola mirada,
las palabras, nuestra presencia y todo nuestro ser. Es a través del cuerpo que
amamos. El mundo distorsiona este llamado, no amamos de acuerdo al verdadero
amor, pero el pecado no tiene la última palabra y con la gracia de Dios podemos ir
aprendiendo y creciendo en una manera autentica para amar y ese es el llamado
más grande que Dios nos hace.
Los primeros hombres no sintieron un impulso sexual como una necesidad que no
se puede controlar o parar. Si no que lo vivían como un deseo sincero de donarse
al otro, un buscar amarse el uno al otro como Dios ama, ser un don para el otro y
recibir al otro como un don sincero.
No se usaban el uno al otro por deseos egoístas, ni como objetos, no tenían una
mirada que fuera reductiva, que viera al otro como algo del cual podían sacar
provecho, si no que se veían en su ser completo y se buscaban y deseaban desde
esta mirada integradora. Podían ver con la mirada misma de paz interior de Dios,
con la inocencia originaria de vivir y ver con plenitud. Vivian en constante
actuación de la gracia, lo que les permitía tratar al otro desde el respeto, el amor y
la valoración. Nosotros con la ayuda de los sacramentos y la gracia podemos
regresar a esa mirada que nos ayude a ver al otro de manera que lo reafirmemos
en su dignidad más alta que es la ser hija e hijo de Dios.
2. SEGUNDO CICLO
Hay una frase de C. S Lewis que me gusta y me hace pensar en este Hombre
histórico, "Si en la mayoría de las mentes de hoy en día acecha la idea de que el
deseo de nuestro propio bien y la ferviente esperanza de disfrutar de él son malos,
me permito sugerir que dicha idea se ha deslizado en ellas gracias a Kant y a los
estoicos y que no forma parte de la fe cristiana. Es más: si consideramos las
patentes promesas de recompensa y la asombrosa naturaleza de las promesas
que contienen los evangelios, da la impresión de que al Señor nuestros deseos no
le parecen demasiado intensos, sino demasiado débiles. Somos criaturas con un
corazón poco entusiasta que pierden el tiempo con la bebida, el sexo y la
ambición, cuando lo que se les ofrece es una felicidad infinita: como un niño
ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un suburbio porque es
incapaz de imaginar lo que significa la oferta de vacaciones junto al mar. Nos
conformamos fácilmente con cualquier cosa”.
Como hombres históricos no vemos más allá de lo que podemos percibir con los
sentidos y lo que este mundo nos ofrece, creemos que toda propuesta que viene
de Dios será para reprimirnos, limitarnos o prohibirnos. Estamos como niños
jugando en charcos con lodo, no vemos la posibilidad de estar frente al mar, no
nos damos cuenta de que lo que Dios nos propone es mucho más grande de lo
que si quiera podemos llegar a imaginar.
Pero esa, es justa la tarea del hombre histórico, descubrir cual es el plan de Dios,
que es lo que Él nos quiere regalar, y para esto San Juan Pablo II nos recuerda el
principio y todas las experiencias originarias que no son una cosa del pasado si no
que son ese grito de nuestro corazón al desear una vida más plena, de más
sentido.
Sabemos que Dios hecho hombre vino a salvarnos. Por la fe entendemos que,
gracias a su encarnación, su muerte y su resurrección nos abrió las puertas del
cielo, pero no sólo eso, también ganó para nosotros la gracia de poder vivir mejor.
Al redimirnos Dios nos hace nuevos ya en esta tierra y al hacerlo, nos da la
oportunidad de aspirar a una vida más plena, feliz, libre.
Nos identificamos con Pablo en su carta a los Romanos cuando expresa “Porque
no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” Pero ¿Por qué?
¿Por qué nos cuesta tanto rechazar la tentación? Es Cristo quien nos responde
“…al principio no fue así” Mateo 19,8.
Nuestros primeros padres vivían en perfecta armonía y no tenían contradicciones
entre lo que sentían y pensaban; también gozaban de plena comunión entre ellos
y con Dios mismo. Fue cuando le dan la espalda a Dios, que expulsan lo que
viene de Él y que se quedan con lo que viene del mundo: La concupiscencia, que
se explica como carencia, limitaciones, daños y deficiencias que aparecieron con
el pecado; es todo aquello que nos inclina a desear el placer sensible
desordenado y que puede llevarnos hacia los vicios, esclavitudes e impurezas.
Ahora bien, así como las consecuencias del pecado original son una herencia con
la que nacemos, también nos acompaña lo que en Teología del Cuerpo se conoce
como la Santa Herencia, que viene de la Inocencia Originaria, estado del hombre y
mujer cuando no tenían conocimiento del bien y del mal “Y estaban ambos
desnudos, Adán y su mujer y no se avergonzaban” Gn. 2,25
Es muy fácil para el hombre aceptar lo que el mundo ofrece: dinero, poder,
estatus, estándares de belleza y libertad mal entendida para satisfacer este deseo,
porque en efecto, hay una debilidad en nosotros que tiende a distorsionar y nos
hace creer que lo que Dios quiere es quitarnos toda esa " felicidad " y cuando Él
nos propone su camino, sentimos que le está restando.
Dios no resta felicidad, Dios impulsa y potencia, el mundo es el que nos invita a
quedarnos con lo poco, con lo que parece, pero no es, con lo que nos sigue
dejando hambrientos y vacíos.
Es precisamente aquí donde la gracia de Dios actúa. Sin duda no es fácil hacerlo
con nuestras propias fuerzas, hay mucho en contra, pero Cristo vino a decirnos
que Él es el camino, vino para enseñarnos cómo ser esos humanos que fuimos
llamados a ser, llamados al amor, vino para ayudarnos a entender que no somos
esclavos de pasiones ni de heridas. No solo nos da el ejemplo, sino que nos da la
gracia para poder hacerlo y vivir como Él vivió. Vivimos anhelando aprender a
amar, a amar a Dios y al prójimo
3. TERCER CICLO
3.1 EL HOMBRE ESCATOLOGICO- LA RESURRECION DE LA CARNE
Si vamos aprendiendo quienes somos, como debemos vivir debe haber también
un para que lo hacemos, hacia donde vamos, cual es nuestro destino.
El hombre está llamado a la gloria eterna, es un ciclo que a diferencia del hombre
histórico no es algo que podamos tener la experiencia, pues se habla de verdades
que nadie en esta tierra conoce en su totalidad. En este ciclo San Juan Pablo II
acude al dialogo de los saduceos con Jesús, respecto a la mujer que había tenido
varios maridos, le preguntan “. en la resurrección de cuál de los 7 será la mujer.”
Jesús responde “en la resurrección ni ellos tomaran mujer ni ellas marido”.
“...tenemos a un Dios de vivos y no de muertos...”
Jesús trata de abrir la mirada para entender las escrituras. Trata de explicar que la
realidad del cielo es algo diferente a las estructuras que conocemos aquí en la
tierra. Con lo cual nos puede ayudar a ir entendiendo y meditando junto con lo que
nos enseña el magisterio, nos da pistas para entender lo que nos espera, un cielo,
con una felicidad perfecta y que estaremos en cuerpo y alma.
Es difícil comprender incluso imaginar algo que nadie en esta tierra conoce con
exactitud, pero sin duda saber que hay algo más, que la vida continua y verlos
desde esta mirada donde se nos enseña que no es solo algo espiritual si no que
será corporal nos da un sentido de esperanza y paz, para sobrevivir las
dificultades en la vida.
Se dice que la separación que se da del alma y del cuerpo a la hora de muerte, es
temporal, pues resucitaremos en cuerpo y alma.
Imaginar un cuerpo sin alma o un alma sin cuerpo son cosas aterradoras. Son
aterradoras porque van en contra de lo que es ser persona humana y porque la
muerte no estaba en el plan inicial de Dios, es algo violento, consecuencia del
pecado. En el plan original de Dios no estaba la muerte si no que viviéramos
plenamente
Fuimos hechos para mucho más de lo que hay en esta tierra, en este mundo las
felicidades se acaban. Llegar al cielo y alcanzar la visión Beatifica, no es solo ver a
Dios cara a cara si no mucho más. Se da el cumplimiento de nuestros anhelos. Es
un estado de felicidad absoluta, que no sabemos mucho, pero lo suficiente para
saber que es lugar de éxtasis absoluto y que solo Dios nos hará completamente
felices
Saber que estos anhelos de amor, felicidad, aceptación. Esta Hambre y sed
afirmación, ternura, reconocimiento, significado, será saciado perfectamente en el
cielo a tal punto que no se volverá a tener necesidad de nada de esto, pues
estaremos colmados. Dios secará todas nuestras lágrimas, Dios cumplirá los
deseos más nobles y escondidos, Dios nos dará en abundancia. Estas promesas
son sin duda una fuente de esperanza y paz para gozar de la vida presente y
aprender a sobrellevar las dificultades que inevitablemente forman parte de la
vida.
4.CUARTO CICLO
Hoy en día se puede ver el celibato o virginidad como reprimir una parte del ser
humano, quizás la más importante, visto desde una sociedad hipersexualizada,
donde no se puede entender y es difícil explicar y hacer ver la visión de estos
estados no como una represión si no como una entrega que da plenitud en donde
el signo esponsal del cuerpo alcanza su cumbre.
Estos estados de vida nos demuestran y nos llaman a lo que todos estamos
llamados a vivir en el cielo.
En nuestro tiempo, existe una lucha, incluso dentro de la Iglesia Católica, por
permitir a los sacerdotes que se puedan casar, apelando a la necesidad que tiene
el hombre de unirse íntimamente en la relación sexual a una mujer. Creo que no
han entendido esta enseñanza de la teología del cuerpo sobre el celibato y la
virginidad, su sentido más profundo, el cual no es un mandato, si no un llamado a
la vocación sostenida por la gracia de Dios. La vida consagrada recuerda que la
meta ultima es la unión con Dios.
San Pablo habla de esto, y dice, así como el casado se preocupa por las cosas de
la esposa, así el consagrado se preocupa por las cosas del señor. Así como un
casado no puede dedicarse al cien por ciento de las necesidades de una
parroquia, un consagrado tampoco podría atender al cien por ciento las
necesidades de los fieles y de una familia. En cualquier vocación se tienen gozos
y dificultades.
5. QUINTO CICLO
Este ciclo se hace referencia a la carta de Pablo a los Efesios acerca de cómo el
hombre y la mujer deben amarse
“Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y
se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con
la palabra, a fin de presentársela a si gloriosa, sin mancha o arruga o cosa
semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como
a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece
jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia,
porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a
su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es
éste,pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su
mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido”, (Ef 5, 22- 33).
Me hace reflexionar después de leerlo, y ver las instrucciones que tiene para el
marido en como amar a su esposa, como en la modernidad se ha hablado mucho
más y rechazado en mayor medida la frase de “mujer ser sumisa a sus maridos”,
provocando incluso burlas, criticas, pero pasan se pasa por alto las indicaciones
que da al esposo para que ame a su esposa y son bellísimas, “se entregó por ella
para santificarla y presentarla gloriosa, sin mancha ni arruga”. En lo personal me
asombra como el mundo es muy astuto para presentar lo que quiere y hacernos
pensar según lo que a él le conviene.
Definitivamente algo nos nubla la mirada, y no podemos ver, nos falta humildad
para reconocer que andamos perdidos, que la manera en la que vivimos y
amamos no está dando los frutos deseables para una sociedad más humana.
Debemos buscar la virtud, la pureza, la santidad. Pues estamos llamados a eso, el
matrimonio es un medio para conseguirlo mientras sepamos vivirlo desde el plan
de Dios y al ser un sacramento se nos otorga la gracia para alcanzarlo.
Como católicos estamos llamados a vivir nuestra vocación sea cual sea de
manera pura, que nos lleve a “Ser perfectos como mi padre es perfecto”, para esto
recibimos a través del sacramento el amor del Espíritu Santo. La pureza no es ser
mojigato o escrupuloso, es saber recibir y entregarse al otro, conociendo,
respetando y haciendo sentir feliz a la otra persona, reconociendo su valor.
Escribió en Amor y Responsabilidad Juan Pablo II “solo los castos son capaces de
un verdadero amor” y aquí podemos identificar casto con puro, pues quien es
casto se posee a sí mismo y solo siendo dueño de ti mismo es que puedes
donarte al otro en completa libertad sin vicios ni esclavitudes. La pureza no es solo
abstención, si no mantener el propio cuerpo y el de los demás en Santidad y
respeto. La castidad no divide, y en general toda virtud, no minimiza, al contrario,
maximiza toda experiencia humana pues nos permite vivir en la medida del amor
que es la plenitud, ya que el amor no aprisiona al contrario libera.
El acto conyugal es utilizado como una analogía, la menos peor, para explicar el
amor trinitario de Dios, donde Dios padre se dona a Dios hijo y este a su vez al
padre y entre ellos nace esta fuerza de amor que es el espíritu santo. Esto le da
un sacramentalidad muy alta a la unión conyugal, tanto que incluso es difícil
compararlo de esta manera, pero así es. El amor de los esposos es un símbolo
que nos quiere apuntar a como se nos da el amor divino. Es algo que difícilmente
podemos comprender de un instante, más bien debemos irlo digiriendo,
analizando, contemplando y pidiendo a Dios su gracia para que nos ayude a verlo
desde esa sacralidad de la que fue pensada. Es a través del acto conyugal que
nos asemejamos más a Dios, siendo a imagen de el cocreadores de nueva vida.
Como llamados a vivir el sacramento del matrimonio, debemos trabajar día con día
en hacer crecer el amor, no conformarnos con sobrellevarlo, si no desear amar a
nuestra pareja cada día más y mejor, como él o ella lo espera. Hace unos días
escuche que le preguntaron a un esposo, “¿Cómo supiste que ella era el amor de
tu vida?” Y el contesto, “no pensé tanto en que ella fuera el amor de mi vida, si no
que pensé que Yo quería ser el amor de su vida y para eso iba a vivir”. Me gusto y
creo es parte de este cambio de pensamiento que debemos tener, en ver al otro,
más que a uno mismo y pensar en su bien, pues eso a fin de cuenta es el amor,
buscar el bien del otro.
6.SEXTO CICLO
Después de analizar el llamado al amor que todos tenemos, como ese amor tuvo
su estado de origen, es buscado por el hombre de hoy en día, y tiene su
recompensa plena en el cielo. Es importante también dar respuesta a uno de los
interrogantes más controvertidos de todos los tiempos, que es la moral conyugal.
La iglesia ha enseñado que todo acto conyugal debe estar abierto a la vida, esto
no significa que en cada acto se vaya a crear una nueva vida, si no que los
esposos deben respetar la naturaleza biológica del cuerpo, sin usar accesorios
extras que impidan esta posible concepción. Esta manera de pensar custodia el
significado del acto conyugal que es, el significado: procreativo y unitivo.
CONCLUSION
El amor es lo que más nos acerca a la felicidad o dicho de otra manera la felicidad
llega en la medida en que aprendemos a amar y dejarnos amar a imagen de
Cristo. Es un ideal altísimo, lo sé, pero en ese deseo es que descubrimos nuestra
incapacidad de alcanzarlo por nuestras propias nuestras y nos reconocemos
completamente necesitados de Dios. Esto no es algo para desanimarnos, no es
competencia, si no un camino único, es misión y proyecto personal, la existencia
es tarea a realizar, se trata de hacernos cargo de nuestra propia realidad, asumir
la vida razonando, formando el carácter, el amor no se da solo, tiene que ser fruto
de un proyecto, es necesario activarnos para responder al llamado al amor,
tenemos que formarnos personalmente, necesitamos aprender a amar y para
aprender necesitamos de alguien que nos enseñe, ese por excelencia es Jesús.
Puede parecer impresionante que Dios haya pensado en nosotros, que nos haya
soñado desde siempre, más aún, que nos de la libertad para poder administrarla
como queramos, aun sabiendo que utilizándola para amarle a Él es como más
felices vamos a ser, pero Dios no impone, El propone y nos invita a seguirlo y es
El quien nos sostiene y enseña. Basta que digamos que si para que El empiece a
actuar, quizás los cambios no sean perceptibles a los ojos, pero el corazón lo
siente, tampoco significa que todo sea más fácil, pero todo adquiere un sentido.