Tema 61

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TEMA 611
EL ARTE BARROCO

INTRODUCCIÓN
El arte Barroco se desarrolla entre finales del siglo XVI y mediados del siglo
XVIII. En esta época, se produce un notable incremento de las relaciones artísticas entre
los países europeos. Italia se consagra como el centro creador de los hallazgos formales
y temáticos, tanto en arquitectura y urbanismo como en las artes visuales. El resto de los
países recogerán las ideas emanadas de Italia y con ellas elaborarán sus propuestas
nacionales. Podemos destacar las siguientes ideas:
- La arquitectura en Italia responde a las exigencias del absolutismo papal, y en
Francia depura su expresión, recibiendo el nombre de Clasicismo, mientras que en
España desarrolla un lenguaje ajeno a la retórica del poder, y en Alemania y Europa
central alcanza altas cotas de refinamiento y delicadeza.
- En la escultura vemos dos líneas estilísticas: El emocionalismo realista de las
tallas de madera policromada de España y Europa central, frente a la monumentalidad e
idealización características de la escultura en mármol y bronce de Italia y Francia.
- La pintura formulada en Italia sí tiene paralelos en el resto de Europa, y así el
naturalismo tenebrista de Caravaggio se difunde por Francia, España, Flandes y otros
lugares, ligando a artistas como Velázquez y Rembrandt. El clasicismo de los Carracci
arraigó en Poussin o Claudio Lorena, y la pintura decorativa llegó a todas partes a fines
del XVII y las primeras décadas del XVIII.
En este tema primero vamos a hablar del concepto de arte Barroco, para después
enmarcar el desarrollo del estilo en su contexto temporal y espacial, para posteriormente
explicar las principales características y los artistas más relevantes dentro de la
arquitectura, la escultura y la pintura del Barroco.

I. CONCEPTO DE BARROCO
Los ilustrados del XVIII aplicaron el término “barroco” para referirse a las artes
que consideraban extravagantes y ajenas a toda regla u orden, opuestas por tanto a lo
clásico. Vemos que tiene un matiz claramente peyorativo.

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En el siglo XIX, BURCKHARDT rechazó este criterio, al considerar que el


Barroco se sirve del mismo lenguaje que el Renacimiento, pero en un “dialecto
degenerado”. En el siglo XX, CROCE explica este estilo a partir del estudio de la
Historia y la cultura del siglo XVII. WEISBACH plantea la vinculación de este arte con
la Iglesia, considerándolo el arte de la Contrarreforma. MÂLE estudia la nueva
iconografía y su trasfondo teológico. RAYMOND a su vez, estudia el diferente
concepto de arte a partir de las distintas mentalidades de católicos y protestantes y sus
diferentes religiosidades.
El Barroco, por tanto, hundiría sus raíces en el Renacimiento clásico, crea su
lenguaje vinculado a la Contrarreforma, al triunfo de las monarquías absolutas, la
afirmación de las nacionalidades y a la concurrencia de grandes talentos creativos. Por
todo ello, hoy consideramos que el Barroco es el conjunto de manifestaciones artísticas
creadas en Europa y América Latina durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII,
cuando se funde con el Rococó, y que responden a un planteamiento estético fruto de
una nueva sociedad y una cultura específicas de ese momento.

II. PERIODIZACIÓN DEL BARROCO


El Barroco no presenta unos límites cronológicos estrictos, ya que se desarrolla
en la Europa del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, pero en Italia se venía
gestando desde 1570 y en América Latina perdurará durante todo el siglo XVIII. Sin
embargo, podemos aceptar ciertas etapas en su evolución, aunque teniendo claro que
estos límites cronológicos son meramente indicativos, porque variarán en función de las
peculiaridades, tradiciones o respuestas nacionales ante los mismos retos expresivos.
Podemos hablar de un protobarroco o fase de iniciación que presenta una cronología
diversa en función de los países. En Italia nace a la vez que el Manierismo y presenta, a
partir de 1570, una clara influencia de planteamientos contrarreformistas.
Su etapa de esplendor sería el Barroco clásico, que en Italia abarca la primera
mitad del XVII. En esta etapa conviven tres enfoques que afectan a todas las artes, que
son el naturalismo barroco, el clasicismo barroco y el decorativismo.
Por su parte, el Barroco decorativo surge en los años treinta y coincide con el
definitivo afianzamiento de la Iglesia Católica y de la Monarquía absoluta. Triunfan la
apariencia, la grandiosidad y la grandilocuencia. Se extiende hasta el siglo XVIII y da
lugar a dos corrientes: una de continuidad que llegará al Rococó y una de ruptura que
dará lugar al Clasicisimo.

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III. EL BARROCO COMO NUEVO LENGUAJE ARTÍSTICO


El Barroco surge aceptando la existencia de diversos planteamientos, actitudes y
necesidades expresivas, lo que justifica la pluralidad de tendencias que lo forman. Todo
cuanto en el Renacimiento había sido equilibrio, medida, sobriedad, racionalismo y
lógica, ahora es sustituido por el movimiento, el ansia de novedad, y el amor por lo
infinito, lo dramático, los contrastes y lo teatral.
La formación en el siglo XVII de los Estados absolutos supuso la consolidación
de un nuevo poder y la creación de una infraestructura burocrática impersonal que haría
surgir la ciudad-capital, sede de la corte, centralizando también las fuerzas culturales y
artísticas más renovadoras, convirtiéndose en rectora del gusto oficial. El Barroco fue,
así, un arte urbano, y por eso la arquitectura y el urbanismo se convierten en el eje en
torno al cual se desarrollan la escultura y la pintura.

IV. EL URBANISMO Y LA ARQUITECTURA


A. EL URBANISMO BARROCO
Con el Barroco nace la ciudad-capital, con ejemplos como Roma, París, Viena,
Madrid… que serán un medio de ostentación del poder absoluto encarnado en el rey o
en el Papa.
París es la capital del Absolutismo político, símbolo de la monarquía y
residencia real. Convertida en capital a principios del XVII, transforma su pasado
medieval gracias a Enrique IV, que promueve la renovación con la apertura de
bulevares (zonas de paseo arboladas). Se abren vías de comunicación y las calles se
someten a un trazado cartesiano. Las plazas se convierten en lugares de culto al
monarca, con estatuas del rey o arcos de triunfo de sabor clasicista. Además, son el
escenario de las fiestas urbanas, lo que exige una apariencia ordenada y regularizada.
Roma se erige en capital de la Catolicidad, al amparo del mecenazgo pontificio.
En 1620, bajo el pontificado de Sixto V, se transforma en Caput Mundi, y el arquitecto
DOMÉNICO FONTANA elabora un plan urbanístico que sentará las bases para las
futuras actuaciones. Con un criterio historicista, se exalta la simbología de la ciudad
remodelando las antiguas basílicas paleocristianas y creando vías radiales que unen
estos monumentos con San Pedro del Vaticano, de manera que estas vías adquieren un
valor propagandístico como itinerarios de peregrinación. Las fachadas se unifican, las
iglesias se remozan, y las plazas se monumentalizan con fuentes, obeliscos y estatuas.
El proceso continuará a mediados de siglo cuando se completan plazas como las de

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Santa María de la Grazia y se inicien otras, como la del Popolo. El proceso culminará
con la plaza de San Pedro del Vaticano, la Columnata, la Scala Regia, la Escalera de la
Plaza de España y la Fontana de Trevi.
En España, la ordenación urbanística contará con una manifestación específica,
la plaza mayor, modelo alejado del francés y el italiano. Consta de un espacio cuadrado
o rectangular, abierto en los ángulos y subrayado con grandes arcos o fachadas
resaltadas. Los mejores ejemplos son las de Madrid y Salamanca. Madrid será desde
este siglo XVII la nueva capital de España, y el arquitecto JUAN GÓMEZ DE MORA
será el responsable de su transformación urbanística, al trazar la infraestructura
ingenieril y la articulación de vías por las que se organizará el posterior crecimiento
urbano.

B. ARQUITECTURA BARROCA: CARACTERÍSTICAS GENERALES


Los edificios barrocos están caracterizados por la búsqueda de la sensación de
movimiento, y la importancia de la luz y los efectos lumínicos. Se buscan los efectos
escenográficos e ilusionistas, y hay tendencia a integrar todas las artes, de tal modo que
la arquitectura se convierte en el soporte en el que se integran la pintura y la escultura.
Los órdenes clásicos se usan con mucha libertad y hay mucha importancia de lo
decorativo.
En lo que se refiere a las formas, se abandonan la línea recta y las superficies
planas, a favor de las líneas y superficies onduladas en paredes, fachadas, columnas,
frontones y decoración. Predomina la idea de movimiento y el gusto por la curva se
desarrolla en volutas y aletas, que cumplen una función estética y estructural, como
contrafuerte en las cúpulas.
Los edificios se cubren con bóvedas, que repiten los trazados de las plantas,
siendo así elípticas u ovaladas. Tienen una función simbólica y representativa, y aportan
una gran sensación de amplitud espacial. Es el lugar predilecto para la decoración
ilusionista.
Con frecuencia el edificio recibe un tratamiento tridimensional que da más
importancia a los cuerpos verticales que a los horizontales. Suele ondularse y avanzar
hacia el espacio urbano. La decoración es de carácter escultórico, excavada a base de
elementos entrantes y salientes que crean en las superficies contrastes de luces y
sombras. Su función es enmarcar superficies.

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Siguen utilizándose los órdenes clásicos, pero alterados en proporciones. Se


introduce la columna salomónica y el orden gigante, que abarca todo el edificio. Los
arcos más utilizados son elípticos, ovales, mixtilíneos o de doble curva. Los frontones
suelen ser curvos o mixtilíneos, y frecuentemente aparecen partidos o combinados.
Las ventanas son variadas, y presentan aberturas ovales o cuadradas con la parte
superior curva, o rectangulares con sobreventana. Este repertorio se completa con
volutas, aletas, figuras en estuco, cartelas de formas caprichosas… Se siguen usando los
elementos del repertorio clásico, pero sometidos a tratamientos anticlásicos en los que
predominan la libertad creativa y la fantasía.
Con la llegada del Rococó, se acumularán los elementos decorativos, sobre todo
en el interior, y se desarrollarán los palacios urbanos. Habrá también una importante
influencia del arte chino.

C. TIPOLOGÍAS CONSTRUCTIVAS
Dentro de la arquitectura religiosa, destacan las iglesias, que son instrumentos
de propaganda y persuasión. Su espacio interior se magnifica hasta la desproporción,
utilizando los recursos más imaginativos. Se decora con un repertorio de motivos que
buscan efectos persuasivos mediante las decoraciones ilusionistas y la sensualidad de lo
pictórico. Sigue dos esquemas básicos, el de las iglesias de congregación y el de las
iglesias de planta central.
Las iglesias de congregación son espacios longitudinales, sin columnas y que
favorecen la concentración de los fieles. Siguen el modelo de Il Gesú de Vignola, con
nave salón con capillas, púlpito resaltado y visible, y crucero muy desarrollado y
cubierto con una gran cúpula decorada.
Las iglesias de planta central suponen la revalorización de la tradición, cuando
en Roma se están rehabilitando los edificios antiguos, manteniendo el sentido de
representación alegórica del universo y el valor simbólico. Presentan formas ovales,
elípticas y estrelladas.
Además de las iglesias, existen también los espacios santuario, creación
original del Barroco. Se trata de pequeñas capillas que acogen una imagen devocional
de la que son el marco o envoltura teatral. Se vinculan al nuevo valor otorgado a la
imagen y a la importancia de la religiosidad popular. Todos los elementos visuales
convergen en la imagen, que suele disponerse sobrealzada y muy iluminada. El
camarín es el ejemplo representativo.

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Dentro de la arquitectura civil, tanto los palacios urbanos como las villas
campestres parten de las tipologías renacentistas, pero los cambios sociopolíticos del
momento introducen la tendencia general de un deseo de apertura al exterior, tanto al
mundo urbano como a la naturaleza, lo que supone la aparición de amplios ventanales
abiertos a la plaza urbana y de jardines.
Dentro del palacio se pueden establecer dos variantes, que son el palacio italiano
y el palacio francés.
El palacio italiano, que hereda el carácter cerrado y macizo tradicional, bien
adaptado a las condiciones climáticas, lo que le da forma de bloque, o bien mediante la
transición del espacio exterior al interior de forma violenta, lo que lleva a incorporar
jardín y patio cuando se puede.
El palacio francés, derivado del castillo medieval, posee un carácter más
abierto, adaptado a un clima más riguroso y menos luminoso. Se configura como un
conjunto de alas y pabellones extendidos.
En ambos modelos los espacios se organizan en torno a un eje longitudinal que
distribuye las diversas dependencias. Las plantas más utilizadas tienen forma de U o de
H, con la proyección de los ejes y la perspectiva al jardín. Algunos, como el palacio
real, suponen la manifestación del poder de la realeza, y se decoran con la
magnificencia, la grandiosidad, la ostentación y el lujo del que hace gala la monarquía
absoluta. El paradigma es el Palacio de Versalles.

D. LA ARQUITECTURA EN ITALIA
En el Barroco italiano, los grandes mecenas serán los Papas. En este momento se
mantienen los esquemas clásicos de la ordenación del espacio y la prevalencia de la
iconografía religiosa.
El antecedente de la nueva arquitectura barroca es CARLO MADERNO (1556-
1629), que asume la transformación de la Basílica Vaticana por medio de una planta
longitudinal, añadiendo tres crujías y una imponente fachada al planteamiento
cruciforme de Miguel Ángel. En 1620 acabó la fachada de la Basílica de Santa Susana.
Sin embargo, las figuras más importantes del XVII serán Bernini y Borromini.
GIAN LORENZO BERNINI (1598-1680) es el artista italiano más vinculado al
Papado, y el principal intérprete de sus intervenciones estéticas. Destacó como
arquitecto, escultor y pintor. Nació en Nápoles, pero se trasladó muy joven a Roma,
donde desarrolló su aprendizaje en el taller escultórico de su padre, Pietro Bernini. Sus

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primeros trabajos consisten en restaurar monumentos antiguos y algunos grupos


escultóricos.
En 1624 recibe su primer encargo como arquitecto: se trata del Baldaquino de
San Pedro, obra entre arquitectónica y escultórica concebida como una estructura
abierta y dinámica, a base de cuatro columnas salomónicas, con fustes decorados con
motivos vegetales y capiteles corintios.
En 1629 es nombrado arquitecto de la Basílica de San Pedro, en sustitución de
Maderno.
Otras obras suyas son el Palacio de Montecitorio (1650-1655), la Cátedra de San
Pedro o San Andrés del Quirinal (1658-1670). También realizó la plaza de San Pedro
del Vaticano a partir de 1656.
FRANCESCO CASTELLI, IL BORROMINI (1599-1667) era mucho más
innovador, polémico e incomprendido que Bernini, con el que mantuvo una tensa
relación derivada de sus diferentes temperamentos, métodos de trabajo y concepciones
arquitectónicas.
Borromini, hijo de un cantero lombardo, se forma como picapedrero en la
Catedral de Milán. En Roma trabaja como tallista, marmolista y estucador en la fábrica
de San Pedro. Colabora con Bernini, quien le da cierta libertad diseñadora (en el
Baldaquino y en el Palacio Berberini). Sin embargo, es en esta época cuando surge su
rivalidad.
Su primer encargo autónomo es San Carlos de las Cuatro Fuentes (1635-1641),
y a esta obra seguirán el Oratorio de San Felipe Neri (1637-1640), San Ivo alla Sapienza
(1642-1650) o San Juan de Letrán.
PIETRO DA CORTONA (1596-1669) fue también el pintor más destacado de la
corriente decorativa. Su actividad arquitectónica se inicia copiando edificios antiguos, lo
que explica su gusto por lo clásico. Sus obras más significativas son la iglesia de los
Santos Lucas y Martina (1634), Santa María de la Paz (1656) o Santa María in Vía Lata
(1658).
CARLO FONTANA (1638-1714): Su obra maestra es San Marcello al Corso
(1682).
BALDASARE LONGHENA (1598-1682) construyó Santa María della Salute
(1631) en Venecia.
GUARINO GUARINI (1624-1683): Fraile teatino, matemático y filósofo, llevó
a sus últimas consecuencias las fantasías de Borromini, incorporando también

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elementos del Gótico y de la tradición árabe. Su obra maestra es la iglesia de San


Lorenzo de Turín (1666-1687), y también realiza la Capilla del Santo Sudario de la
Catedral de Turín (1667-1694)
En el siglo XVIII, la dicotomía entre Clasicismo y Rococó se evidencia en
FILIPPO JUVARRA (1678-1736), formado en Roma y que, al servicio de Víctor
Amadeo II de Saboya, edificó la Basílica de la Superga (1713-1731) en Turín. En 1718
comenzó el Palacio Madama de Turín. También es obra suya el Casino de caza
Stupinigi (1729) de Turín.

E. LA ARQUITECTURA EN FRANCIA
El arte creado en Francia, con su equilibrio entre las tendencias barrocas y la
tradición clasicista, se convertirá en modelo cultural para otras naciones. La
reconstrucción de Francia tras las guerras de religión y el afianzamiento de la burguesía
determinan un arte funcional, cuyas formas, simples y elegantes, parecen rechazar la
tendencia enfática y dinámica del Barroco. La Academia de Arquitectura, fundada en
1671, propició el debate teórico y controló la actividad arquitectónica imponiendo el
clasicismo como principio artístico, surgiendo así un arte majestuoso al servicio del
Estado. Esta actitud explica el fracaso de Bernini cuando en 1665 fue llamado a la corte
francesa para la remodelación del Louvre. En la Corte LUIS XIV, el Rey Sol, se
desarrolló un Barroco más contenido que el italiano, con plantas menos complicadas,
fachadas más severas, y mayor respeto por las proporciones y los detalles tradicionales
de los órdenes. Además, se renuncia a los efectos violentos y a las arbitrariedades.
El arquitecto más destacado de principios del siglo XVII fue SALOMÓN DE
BROSSE cuyas obras más importantes son el Palacio Luxemburgo, comenzado en
1615, y la fachada de la iglesia de Saint-Gervais (1616-1621).
Sin embargo, los arquitectos más importantes y que constituyen lo que
conocemos como Grand Siècle, creación de la arquitectura clásica francesa fueron
Jacques Lemercier, François Mansart y Louis le Vau. JACQUES LEMERCIER realizó
la iglesia de la Sorbona (1635) y la cúpula de la iglesia de Val-de-Grace.
FRANÇOIS MANSART construyó hoteles y castillos, como Maisons-Lafitte
(1642), introduciendo un tejado alto y continuo que recibe su nombre (mansarda). Su
edificio religioso más importante fue la iglesia de Val-de-Grace (1645-1667). Sin
embargo, debido a su difícil carácter fue despedido y le sustituyó Lemercier.

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F. LA ARQUITECTURA EN ESPAÑA
La difícil situación económica de España en el siglo XVII repercute en su
actividad constructiva. No se llevaron a cabo grandes empresas ni programas
urbanísticos importantes, aunque se levantaron muchos edificios religiosos, ya que la
Iglesia fue el estamento que menos sufrió la crisis económica.
El primer arquitecto que introdujo la plástica barroca fue JUAN GÓMEZ DE
MORA (1586-1648), formado en la fábrica de El Escorial. Es autor de la Clerecía de
Salamanca, del Colegio de la Compañía de Jesús y de la iglesia de la Compañía de Jesús
en Alcalá de Henares, donde emplea chapiteles en las torres y mampostería y ladrillo
combinados con piedra. Se le atribuyó el Convento de la Encarnación, que resultó ser
obra de FRAY ALBERTO DE LA MADRE DE DIOS.
Obras como la Catedral de San Isidro (1620-1664, antiguo Colegio Imperial de
los Jesuitas) de PEDRO SÁNCHEZ y FRANCISCO BAUTISTA, o la Capilla de San
Isidro (1642-1669), adosada a la iglesia de San Andrés, también en Madrid, obra de
PEDRO DE LA TORRE y JOSÉ DE VILLAREAL, utilizan elementos innovadores,
como el llamado “orden del hermano Francisco Bautista”, que consiste en parejas de
pilastras de gran amplitud en las que se mezclan elementos dóricos, jónicos y corintios.
Otra novedad es la cúpula encamonada, de uso frecuente en la segunda mitad del siglo
por la amplia difusión de los diseños ideados por FRAY LORENZO DE SAN
NICOLÁS, destacado tratadista que escribió en 1633 Arte y uso de la arquitectura. Esta
cúpula no es sino una falsa cúpula cuya estructura consiste en un armazón de madera
cubierto de yeso, que permite por su escaso peso aligerar el grosor de los muros
sustentantes, abaratando además el costo.
Fuera del foco madrileño, en el siglo XVII podemos destacar en Galicia a
DOMINGO DE ANDRADE, que realizó la torre de la Catedral de Santiago de
Compostela (1676-1680). En Andalucía, ALONSO CANO levanta la fachada de la
Catedral de Granada (1667).
Ya en el siglo XVIII podemos destacar a: JOSÉ BENITO CHURRIGUERA,
con el complejo de palacio, iglesia, plaza y viviendas del Nuevo Baztán (1709-1722).
ALBERTO CHURRIGUERA, con la Plaza Mayor de Salamanca (1728-1735),
concluida con el Ayuntamiento (1749-1756) obra de ANDRÉS GARCÍA DE
QUIÑONES. PEDRO DE RIBERA levanta el Hospicio de Madrid, el Cuartel del
Conde Duque y la fachada de la iglesia de Monserrat (1720), también en Madrid.
NARCISO TOMÉ levanta el Transparente de la Catedral de Toledo (1721). La fachada

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de la Catedral de Valencia (1703) es obra de CORRADO RUDOLFO, arquitecto


alemán venido a España con el séquito de Carlos de Austria. La fachada de la Catedral
de Murcia (1736-1753) es obra del valenciano JAIME BORT, que introduce, junto a su
concepción cóncava, una ordenación de los ritmos clásicos y elementos decorativos del
Rococó. En Galicia, FERNANDO CASAS NOVOA levanta la Fachada del Obradoiro
(1739-1750) sobre la antigua fachada románica de la Catedral de Santiago.
Con la llegada de los Borbones se impulsa una arquitectura más europea, y
Felipe V contrata a artistas italianos y franceses. Surgen así obras como el Palacio Real
de la Granja de San Ildefonso, en Segovia, cuya fachada a los jardines fue diseñada por
JUVARRA y construida por SACCHETTI (1736), o el Palacio Real de Madrid,
concebido por JUVARRA en 1735 y que SACCHETTI redujo a una cuarta parte del
proyecto en 1736, aunque respetando el diseño de su maestro.

V. LA ESCULTURA BARROCA
En líneas generales, la escultura barroca busca el realismo y la expresividad,
la fácil comunicación con el receptor. A la vez, la afición y el gusto por el arte antiguo,
tan evidente durante el Renacimiento, no había dejado de crecer, así que ese gusto hizo
que la escultura barroca suponga un momento de esplendor en la Historia del Arte. Sus
características más importantes son la búsqueda de la captación del movimiento, las
composiciones abiertas, la representación del paisaje por influencia helenística, y el
gusto por lo expresivo. En lo que se refiere a los materiales, se usaron el mármol, el
bronce, el plomo y en España la madera. El bronce y el mármol se combinaban para
buscar efectos de policromía. En lo que se refiere a la temática, se trabajaban temas
religiosos, mitológicos, alegóricos y también retratos.
Resulta decisivo en la escultura barroca quién es el cliente, porque tiene una
enorme función propagandística. Por eso hemos de distinguir entre la escultura
palaciega encargada por las monarquías, y la escultura religiosa, encargo de la Iglesia
contrarreformista.
En Italia GIAN LORERNZO BERNINI (1598-1680) es la figura más relevante.
Formado en el taller de su padre, adquiere un dominio de las técnicas y los materiales
que definirá la primera característica de su estilo: el virtuosismo técnico. Las demás
características serán la fuerza expresiva y la intensidad dramática, sobre todo en sus
primeras obras. Reflexiona sobre los problemas de representación de la figura humana,

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y estudia las obras de los maestros clásicos y la estatuaria griega del Helenismo, lo que
le aporta soluciones técnicas y formales de gran libertad expresiva.
Algunas de sus obras son El Rapto de Proserpina (1621-1622), Apolo y Dafne
(1622-1625), y David (1623-1624). También realiza una serie de bustos que muestran
su calidad como retratista y su capacidad para individualizar los rasgos físicos y
psicológicos. Retrata a sus modelos en plena acción para captar la postura más
espontánea y el gesto más personal, creando el retrato parlante. Destacan el Busto del
Cardenal Scipione Borghese, o el Busto de Constanza Bonarelli (1635). Con el Retrato
de Luis XIV (1665) buscó representar la personalidad del retratado, y representó además
la idea de la monarquía en forma de rey heroizado. Realiza también el Éxtasis de Santa
Teresa (1645-1652).
Bernini creó también el tipo de tumba papal, que constituyó un modelo funerario
hasta el siglo XIX. Las obras más representativas son la Tumba de Urbano VIII (1628-
1647) y la Tumba de Alejandro VII (1667-1678), realizadas en mármoles de colores y
bronce dorado que contribuyen a la configuración de la escenografía.
En lo referido a la escultura ligada al urbanismo, destacan las fuentes: La Fuente
de los Cuatro Ríos, representados como figuras humanas y que influirá en la Fontana de
Trevi; la Fuente del Tritón (1642-1643) y la Fuente de la Barcaza (1628-1629).
ALEJANDRO ALGARDI (1595-1654) es el otro gran representante de la
corriente clasicista barroca. Se convirtió en el artista oficial de la familia Pamphili, para
los que realizó, por ejemplo, el Retrato de Olimpia Pamphili (1646). Sus obras más
importantes son El encuentro del Papa León y Atila (1646-1653) y La Decapitación de
San Pablo (1641-1647).
La escultura en Francia es fundamentalmente cortesana y de función decorativa.
Los artistas están sometidos a los dictados de la Academia, lo que marca una tendencia
al clasicismo, a la que se unen planteamientos plenamente barrocos. Los escultores más
importantes desarrollan su trabajo durante el reinado de LUIS XIV, e intervienen en los
planes reales, en Versalles y en el proyecto urbanístico de París.
PIERRE PUGET (1620-1694) residió en Italia. Sus figuras poseen fuerza y
vigor expresivo, como su San Sebastián (1661-1665).
FRANÇOIS GIRANDON (1628-1715) viajó a Roma entre 1645 y 1650, pero lo
esencial de su formación se debió al contacto con Le Brun y la Academia, y por ello su
arte se caracteriza por la línea clásica. Realizó grupos escultóricos, como Apolo servido

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por las ninfas (1666-1673). Otras obras suyas son El Rapto de Proserpina (1677-1699)
y la Tumba de Richelieu (1675-1677).
ANTOINE COYSEVOX (1640-1720), más joven que Girandon, se expresa con
una mayor libertad. Realiza un Luis XVI victorioso (1683) y la Tumba de Mazarino
(1689-1693). También realizó retratos, como el de la Duquesa de Borgoña como Diana
(1710).
La escultura española que se desarrolla desde principios del Barroco y durante
gran parte del período supone un cambio respecto a la del resto de Europa. El fuerte
arraigo de la Contrarreforma se refleja en una religiosidad popular que exige un
lenguaje realista fácilmente comprensible y que se identifique con lo representado. Por
ello, el interés prioritario es captar lo natural mediante valores expresivos como el
movimiento o la variedad de los gestos. Las obras se realizan con un lenguaje teatral
destinado a provocar el impacto emocional, y por eso se crea la imagen procesional,
que provoca la independencia de la escultura del marco arquitectónico. Además, esas
imágenes pueden ser de “vestir” o “bastidor”, es decir, que solo están esculpidas en las
partes no cubiertas por los ropajes. La creación de pasos procesionales o grupos
narrativos de carácter didáctico y propagandístico son las notas más características de
esta escultura.
El material más usado es la madera, por su reducido coste, poco peso y por el
hecho de que permite trabajar minuciosamente los detalles. La policromía contribuye a
acentuar el realismo, que se incrementa con postizos como ojos de cristal, pelo natural,
lágrimas de cera… Otra posibilidad que la madera ofrecía era la creación de grandes
monumentos, como los retablos o los baldaquinos, cada vez más grandes y complejos.
Los escultores españoles no viajan a Italia, lo que favorece el carácter singular
de esta escultura. Solo a partir de la segunda mitad del siglo XVII se introduce la
influencia de Bernini, cuya máxima difusión fue en el XVIII.
El foco de la escuela castellana está en Valladolid, que fue capital de 1601 a
1606. La figura representativa es GREGORIO FERNÁNDEZ, nacido en Lugo en 1576
y formado en Valladolid con Francisco de Rincón. Obras como Cristo yacente (1614),
el Paso del Descendimiento (1623), el relieve del Bautismo de Cristo (1630) o el
Retablo de la Catedral de Plasencia (1624-1636) se encuentran entre las más
representativas.
Frente al patetismo castellano, la escuela andaluza se caracteriza por la mesura
y el equilibrio clásicos, la dulzura y la idealización. Sevilla será uno de sus centros, y

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ese lugar, MARTÍNEZ MONTAÑÉS (1568-1649) realiza obras como la Inmaculada


Concepción de la Catedral de Sevilla (1628) o el Cristo de la Clemencia (1603), de la
misma Catedral. Llamado a la Corte de Felipe IV, su discípulo JUAN DE MESA gana
protagonismo con su Jesús del Gran Poder. En la segunda mitad del siglo JOSÉ DE
ARCE realiza, por ejemplo, su Apóstol (1638-1639) de la Cartuja de Jerez.
Granada será el otro foco. Allí, ALONSO CANO (1601-1667) realiza
Inmaculada Concepción (1655), San Antonio de Padua (1660-1665) en San Nicolás
(Murcia), y Virgen con el Niño (1629), también conocida como Virgen de la Oliva.
PEDRO DE MENA (1628-1688) se forma con Cano, y colaboró con él en el San
Antonio de Padua. Realizó figuras de gran intensidad realista, penetrante ascetismo y
apasionadas expresiones de concentración interior. Algunos ejemplos son Magdalena
Penitente (1664), Ecce Homo (1673) y la Dolorosa (1673).
Hubo también una escuela levantina, con su centro en Murcia y con
SALZILLO como figura destacada.

VI. LA PINTURA BARROCA


La pintura barroca se vincula a la propaganda, al tono triunfalista y
escenográfico, así como a la revalorización de las imágenes como instrumentos
didácticos. Formalmente se busca la profundidad a través del uso de la perspectiva
aérea. La luz se convierte en el eje de la composición y el color prima sobre el dibujo.
Las composiciones son abiertas y en ellas hay mucho movimiento.
Los temas son religiosos, alegóricos, mitológicos, históricos y también hay
retratos.
Coexisten tres tendencias, y a veces se dan en un mismo artista, que son el
Naturalismo barroco, el Clasicismo barroco y el Barroco decorativo.
El Naturalismo barroco parte del uso de la imagen como medio de difusión de
la doctrina contrarreformista, y pretende inspirarse en la realidad de lo cotidiano y
acercarse al fiel para conocerlo. Por ello se elimina lo anecdótico, se usan recursos
impactantes como el colorido brillante sobre fondos neutros, la luz se dirige con tintes
dramáticos, se usan modelos tomados de la vida real, se exalta el valor de lo cotidiano y
se da a las escenas un sentido efectista. El principal representante de esta corriente es
CARAVAGGIO.
El Clasicismo barroco se desarrolla en la Academia boloñesa de los Carracci,
que dan una importancia fundamental al dibujo y pretenden conservar lo mejor del

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Renacimiento. Conciben un arte basado en el naturalismo idealizado y en un canon de


belleza que reside en lo sereno y ordenado, así como en los paisajes idílicos. La
composición tiene un trasfondo ideológico y es fruto de una compleja elaboración
intelectual. Cada escena es elaborada conceptualmente antes de pintarla, y está
precedida de un sinnúmero de bocetos y dibujos preparatorios. El resultado era frío,
distanciado y hermético, pero la composición era plenamente barroca, con profundidad,
formas abiertas, sentido de la unidad… Esta corriente se difunde a principios del siglo
XVIII de la mano de AGOSTINO y ANÍBAL CARRACCI, que trabajan bajo la
protección papal.
El Barroco decorativo comienza a manifestarse desde 1630 y responde a las
necesidades expresivas de la Iglesia y la Monarquía. Las composiciones se tiñen de un
tono laudatorio y de exaltación triunfalista. Paredes y bóvedas se llenan de escenas
movidas, rompimiento de techos y perspectivas fugadas. La temática será mitológica,
vidas de santos, alegorías,… Se ven grandiosidad, teatralidad, representación de lo
infinito y unificación de las artes. Los recursos pictóricos más usados son la utilización
de un punto de vista bajo, de una perspectiva ilusionista y de violentos escorzos, tono
alegre, jovial y triunfante. Movimientos en espiral proyectados sobre cielo abierto y
proyección de arquitecturas fingidas crean efectos de dilatación espacial. Este estilo se
generaliza por Europa al ser asumido por la Monarquía absoluta como código estético
de carácter representativo. El artista más importante es PIETRO DE CORTONA.
A finales del siglo XVI la pintura italiana presenta dos tendencias, que son el
Naturalismo realista de Caravaggio y el Clasicismo barroco de los Carracci.
MIGUEL ÁNGEL MERISI DE CARAVAGGIO (1571-1610) nació en la villa
de Caravaggio. Formado inicialmente en Milán, llega a Roma en 1586, donde entra en
el taller del Giuseppe Caesari, llamado el Caballero de Arpino, donde pinta pequeñas
obras de flores y frutas en las que muestra su preocupación por captar lo real. Entre
1590 y 1599 su técnica discurre entre la experimentación y el hallazgo final de su gran
aportación: el tenebrismo. No le importan los aspectos compositivos ni el espacio, el
fondo es neutro. En sus obras, los personajes son personas populares que toma de su
entorno. Es mucho más que un realista, pues la atmósfera envuelve los personajes y
realiza una interpretación expresiva de la realidad. Realiza obras como Baco joven,
Muchacho con cesto de frutas (1593-1594) o La Buenaventura (1595). Para la Capilla
Contarelli de la iglesia romana de San Luis de los Franceses realizó La Vocación de San

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Mateo, El Martirio de San Mateo (1599) y San Mateo y el Ángel (1599-1602). En ellas
la luz es la auténtica protagonista en violentos contrastes de luz y sombras.
Caravaggio no creó escuela, pero su uso revolucionario de la luz, sus escenas de
género y su naturalismo actuaron como fermento de buena parte de la pintura europea, y
así, Velázquez, Rembrandt, Vermeer y otros deben mucho a su arte. No obstante, sí
influyó en la obra de ARTEMISIA GENTILESCHI (1593-1656), autora de cuadros
históricos y religiosos como Judit y su doncella o Judit decapitando a Holofernes, y
muy conocida por sus pinturas de personajes femeninos.
Los HERMANOS CARRACCI lideraron la recuperación de la realidad desde
presupuestos clasicistas. ANÍBAL CARRACCI se trasladó a Roma en 1595 para
decorar el Palacio Farnesio, donde destacan la Historia de Hércules y la Historia de
Ulises, o Amores de los dioses y mortales. Realiza decoraciones ilusionistas y mantiene
una doble tensión entre la serena y clásica expresión y el triunfo del trompe-l’oeil, juego
óptico de engaño producido por la perspectiva. También realizó la Huida a Egipto
(1605), en la que las pequeñas figuras que representan una escena evangélica quedan
envueltas por un amplio escenario natural que pretende reflejar la belleza ideal que
puede hallarse en el ámbito geográfico. Se consagra como el creador del paisaje clásico.
En Francia, la pintura se vincula al mundo aristocrático y cortesano, y los
artistas están sometidos a los dictados de la Academia de Bellas Artes, fundada en 1648.
El clasicismo francés cuenta con dos figuras principales, Nicolás Poussin y Claudio
Lorena.
NICOLÁS POUSSIN (1594-1665) cultiva el clasicismo en obras mitológicas
como El Imperio de Flora (1631), Los Pastores de la Arcadia (1640) o El Parnaso
(1631-1633), en las que es frecuente la presencia de ruinas de la Antigüedad.
CLAUDIO LORENA (1600-1682), también clasicista pero menos intelectual
que Poussin, es uno de los grandes paisajistas. Algunas obras suyas son El Embarque de
Santa Paula (1637-1639), de asunto religioso, y Paisaje con el Desembarco de
Cleopatra en Tarso (1642).
El siglo XVII representa la culminación de la pintura española, tanto por el
número de pintores como por su originalidad. Se caracteriza por su equilibrado
naturalismo/realismo que expresa estados del alma, ascetismo y misticismo. Lo
imaginativo y fabuloso no tiene cabida, incluso cuando Velázquez representa lo
mitológico, los personajes se caracterizan individualmente. Las composiciones son
sencillas y se rechaza el movimiento violento tan apreciado por flamencos e italianos.

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En la primera mitad del siglo, la factura es tenebrista, con predilección por los
tonos terrosos, el dibujo sólido y la relevancia de los valores táctiles, con Caravaggio
como punto de partida. En la segunda mitad triunfa una técnica suelta, deshecha, rápida
y de mayor cromatismo, que capta valores atmosféricos y dinámicos, con sus raíces en
Tiziano y Rubens. La pintura sobre lienzo se impone al fresco.
Los temas predilectos son los religiosos, pero se cultivan también temas
profanos, como bodegones, pintura de género, retratos o pintura cortesana. Los grandes
centros culturales son Madrid y Sevilla, y los clientes de los pintores son la monarquía,
la nobleza y la Iglesia. Por lo que respecta a la condición social del artista, sigue siendo
un artesano, situación que en muchos casos condicionó su obra. Algunos de los autores
más representativos son Zurbarán, Velázquez y Murillo.
FRANCISCO DE ZURBARÁN (1598-1664) destaca por la búsqueda de una
plasticidad casi escultórica y por utilizar la técnica del tenebrismo. La mayor parte de su
vida transcurre en Sevilla, trabajando para monasterios, y sus temas son monacales. El
blanco es uno de sus colores representativos. Entre sus obras destacan San Hugo en el
refectorio (1630-1635), la decoración de la Cartuja de Jerez (1638-1639) y la del
Monasterio de Guadalupe (1638-1639), con escenas místicas y ascéticas que alcanzan lo
sublime.
DIEGO DE SILVA Y VELÁZQUEZ (1599-1660) nació en Sevilla, pero será en
Madrid, en la Corte de Felipe IV, donde transcurra la mayor parte de su vida y donde
ejecute lo mejor de su obra. Formado en el taller de Pacheco, a lo largo de su vida recibe
influencias de Miguel Ángel, El Greco, Durero, Tiziano, y Rivera; a la vez, influirá en
la Escuela Madrileña de los siglos XVII y XVIII, en Goya, y en pintores como Manet o
Picasso. Realiza bodegones, como Vieja friendo huevos (1618), retratos, como el del
Conde-Duque de Olivares (1634), obras mitológicas, como La fragua de Vulcano
(1630), cuadros históricos, como La rendición de Breda (1634-1635), y cuadros de
temas religiosos, como la Coronación de la Virgen (1641-1642). Entre sus obras
maestras están La Venus del Espejo (1650), Las Meninas (1656) o Las Hilanderas
(1657).
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (1617-1682) pertenece a la generación
siguiente de los dos anteriores. Dedicado a una clientela de religiosos, crea un nuevo
tipo de imagen religiosa idealizada que será la de mayor difusión en esta época. Realiza
obras como la Sagrada Familia del Pajarito (1650) o La Cocina de los Ángeles (1646),

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así como la Inmaculada (1678), Niños comiendo melón (1645-1655) y Niños de la


Concha (1670).
El arte flamenco del Barroco refleja una cultura cortesana llena de fervor
religioso, muy alejada del pueblo y del espíritu burgués.
Su principal representante es PEDRO PABLO RUBENS (1577-1640), formado
en Amberes y que continúa su aprendizaje en Italia. Trató temas mitológicos, como Las
Tres Gracias (1639), El Rapto de las Hijas de Leucipo (1617), El Juicio de Paris
(1639). Entre los temas religiosos destacan La Adoración de los Reyes (1609), El
Descendimiento de la Cruz (1612). Entre los retratos, destaca su Autorretrato con Isabel
Brandt (1609) y Elena Fourment con sus hijos (1636).
En su taller se formó ANTÓN VAN DYCK (1599-1641), que viajó a Inglaterra
y fue nombrado pintor real. Fundirá la vitalidad flamenca con la finura inglesa,
anticipando la escuela del siglo XVIII. El Retrato de Carlos I (1638) es una muestra
representativa.
Si la alianza con la monarquía, la Iglesia y la aristocracia hizo que en las
provincias del sur (Flandes) se desarrollara la cultura cortesana, la liberación de las
Provincias Unidas del Norte (Holanda), dará lugar a una cultura burguesa,
democratizante y protestante. Ámsterdam se convirtió en el primer mercado monetario
del mundo. El estamento social dominante en este lugar serán los comerciantes e
industriales.
REMBRANDT VAN RIJN (1606-1669) se formó en la Universidad de Leyden.
Poseía una mentalidad meditativa y serena que supo aplicar a su creatividad pictórica.
Pintor y grabador, abarcó todos los géneros excepto las marinas. Busca en las sombras
la luz de lo invisible. Su claroscuro es el lenguaje del alma.
Hasta 1640 pinta escenas bíblicas donde la espiritualidad no está en los
personajes, sino en los objetos. Un ejemplo es Cristo y los peregrinos de Emaus, de
violentos contrastes lumínicos y gran tensión emocional. También son ejemplos de esta
época La Lección de Anatomía del doctor Tulp (1632), Retrato de Saskia (1633), su
Autorretrato (1634) y El Descendimiento de la Cruz (1634).
Tras el fallecimiento de Saskia (su mujer), y luego de su hijo se olvida de las
tonalidades grises y ocres para pasar a cálidos y extraños dorados. En esta etapa
destacan La ronda nocturna (1642), Mujer bañándose (1655), El buey desollado
(1655), El regreso del hijo pródigo (1669), y Los síndicos de los pañeros (1662).

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VERMEER DE DELFT es otro de los pintores importantes de esta época.


Destacan sus interiores burgueses. Algunos de sus cuadros son La Muchacha de la
Perla (1660-1665), Vista de Delft (1658-1660), o La Callejuela de Delft (1658-1660).

CONCLUSIÓN
El arte Barroco es una de las cimas del arte universal, por la cantidad de artistas
y de obras y por su trascendencia en el tiempo. Nuestro alumnado se acercará a este arte
por primera vez en la materia de Geografía e Historia de 2º de Educación Secundaria,
pero será en la Historia del Arte de 2º de Bachillerato en la que podrán profundizar más
en estas cuestiones, sirviéndose de imágenes para relacionar cada obra con las
características de la época.

BIBLIOGRAFÍA
En la elaboración de este tema nos servimos principalmente del tomo II de la
Historia del Arte de Diego Angulo Íñiguez.

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