Venus Del Reconquista

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 10

Venus del Reconquista

Lorena Pastoriza: la creación en medio del caos. Esta nota es un homenaje a quien fue
una de las impulsoras de cómo pararse frente a la vida en medio de la basura, fundar un
barrio, una cooperativa de cirujas tras la desaparición de un chico, un campo
agroecológico para cambiar destinos y alimentos. Alguien que creó vida y futuro. De
José León Suárez al cielo, una historia que inspira y continúa, hasta siempre. Por Sergio
Ciancaglini.

Había una vez una mujer que transformó parte del mundo, llegó a pesar 220 kilos y
se convirtió en una Venus.

Permítanme comentar algunas cuestiones llamativas que tal vez ayuden a conocer
estas peripecias que tanto nos dicen sobre este planeta y sus inquilinos. Por ejemplo:
a esa mujer, Lorena Pastoriza, se le ocurrió junto a su compinche/amigo/hermano
Ernesto Lalo Paret (que fue niño ciruja en los 80) la idea de promocionar un Parque
Temático de la Pobreza. Se había puesto de moda Temaikén, por lo tanto imaginaron
un tour para conocer el ecosistema alrededor de la quema y los basurales de José
León Suárez. Lo bautizaron Quemaikén.

Reía ella contándome esto en su oficina organizada en un tráiler dentro de una


cooperativa de cartoneros, con sillas, escritorio, computadora, impresora, heladera,
ventilador, adornos y ceniceros entre otras cosas rescatadas y recicladas de los
desperdicios. La ocurrencia del Parque incluía un desafío no dicho: reírse de uno
mismo, un ejercicio de poder y de autoestima al que no muchos se atreven (y de
premonición: ¿hasta dónde llegaría el parque de la pobreza en este vertiginoso
2024?).

Algunos la llamaban simplemente por su bello nombre, ciertos amigos usaban el


clásico “gorda” y cada vez más gente, incluso mayor que ella, le decía “mamá”. Su
definición sobre la realidad y la irrealidad del país: “Esto es un quilombo” decía,
palabras que volaban entre el humo de sus cigarrillos. Muchas veces parecía ser la
única persona que sabía cómo orientarse y qué hacer en medio de los quilombos.

Lorena logró:

– Fundar un barrio sobre la basura –literalmente– para ella, su familia y gente


expulsada de todo, que ya no tenía dónde irse a vivir.

– Crear un centro comunitario con y para familias que debían comer y vivir de los
desperdicios que el mundo les arrojaba.
– Organizar una cooperativa de cirujas para reciclar la basura, el desempleo y
reorganizar vidas.

– Impulsar un campo agroecológico con otro compinche/hermano, el abogado


Damián Odetti, para que los comedores barriales tengan acceso a alimentos sanos y
que personas judicializadas o con la vida rota aprendan a cultivar y criar animales. La
idea: encontrar un destino que no sea el de la mátrix narco, delictiva o de
desocupación crónica.

– Generar una corriente de afecto, generosidad y participación real muy distinta a las
burocracias neuronales y prácticas de mucha gente que se autopercibe como
dirigente social o político.

Pero la enumeración no alcanza: Lorena creó además una especie de universo, de


filosofía, de estilo de acción, sin ostentarlo, buscando simplemente resolver
problemas y que las cosas funcionen. No formó parte de farándulas políticas, no fue
famosa ni celebrity. Pero hizo tanto, que sus andanzas posiblemente seguirán siendo
contadas como inspiración, ruptura y creación. Estos serán entonces apenas unos
modestos fragmentos y datos para aportar a esa historia del presente.

La mujer con una de las mentes más libres y creativas que conocí, una vez me dijo:
“Peso 220 kilos, me enfermé de diabetes, arritmia, tengo todas las limitaciones que te
puedas imaginar. El cuerpo tiene que acompañar a la cabeza pero para mí hay una
disociación. No puedo hacer lo que la cabeza manda, lo que mi alma desea, estoy
atrapada en un cuerpo estático”.

¿Cómo lo explicaba? “Mi cuerpo está así por vivir en una sociedad enferma. Como le
pasa a miles de compañeras que somos invisibles, que comimos y malcomimos pollo
frito, grasa frita, harinas, chicharrones. Viviendo del desperdicio de los otros y dejando
lo bueno para nuestros hijos, se nos enfermó el cuerpo”.

Si estaba atrapada en ese cuerpo estático, ¿cómo logró movilizar tantas cosas esta
mujer que el 26 de julio pasado cumplió 50 años? El tiempo fue traicionero con ella,
condenada al sobrepeso, la enfermedad y la creciente dificultad de movimientos en
los últimos años, mientras paradójicamente seguía creando y tejiendo redes sociales
reales. Vuelvo a escuchar grabaciones de charlas que siempre fueron mucho más
que notas periodísticas, tratando de alinear los colores del cubo mágico que era
Lorena, o las piezas del rompecabezas, aunque esas metáforas cúbicas o planas no
sirvan para entender a un alma y unos deseos como los suyos. Tal vez solo esté
tratando de demorar la despedida.
Lorena emigró de este mundo arrítmico: el 5 de septiembre decidió dormir una de
sus clásicas siestitas de 15 o 20 minutos en medio del trabajo de la cooperativa de
cirujas. Pero su corazón no despertó.

Dejó un cigarrillo apagado, su computadora funcionando, el teléfono cerca y un


universo encendido.Parte del grupo del campo agroecológico Soy semilla en 2020
(con Damián Odetti a la derecha de Lorena). “La experiencia me hizo pensar en cómo
llegué a estar como estoy y cómo lograr que los cuerpos no sigan enfermándose”.
Fotos: Nacho Yuchark

“El quilombo me agita”


Lugar: José León Suárez, San Martín, provincia de Buenos Aires (donde en 1956 un
régimen conocido como “Revolución Libertadora” había fusilado a 12 peronistas,
crimen clandestino del que algunas de las víctimas lograron escapar y que luego
reconstruyó el escritor Rodolfo Walsh en Operación Masacre).

Fecha: 1998, menemismo explícito. Parte de los basurales empezaron a ser ocupados
por gente que no tenía dónde vivir, gracias al desempleo y la pobreza que suele
generar el éxito neoliberal. La descripción de Lorena: “Esto era un basural clandestino
para camiones que no querían pagarle al CEAMSE (Coordinación Ecológica Área
Metropolitana Sociedad del Estado). El intendente de aquella época, Antonio
Libonatti (PJ), se ve que iba a dejar estas tierras para un club y para la Iglesia. Pero
hubo alguna tramoya en el medio, y para no hacerse cargo los punteros políticos
incitaron a algunas familias a meterse acá” explicaba Lorena, que en 1998 tenía 24
años, dos hijos, y había llegado desde Uruguay a los 16.

“Cuando corrió el rumor me vine a curiosear. Vivía a dos cuadras, en la casa de mi


hermana”. La escena debe iluminarse con algunas fogatas y linternas: “Primero sentí
miedo. Era de noche, la gente gritaba, ponían palos, se peleaban por un centímetro
en el medio de la basura y las ratas. Pero había una mamá con dos nenes. Le
pregunté por qué había venido. Se puso a llorar. Y pensé: quiero estar acá. No puedo
explicar por qué. Debe ser que el quilombo me agita. Una cuestión de tu
sensibilidad, o de qué querés hacer. Después de haberme ido de mi país, venir a este
barrio fue poder ser otra vez yo”. Su pareja de entonces no la siguió, y ella se instaló
en una carpa en medio del basural. “Era como un iglú, me quedé ahí con mis hijos”.

¿Qué hay que hacer para ocupar semejante territorio? “El primer tema fue limpiar,
correr las ratas, empezar a tapar con tierra la basura”. De la tierra salían llamaradas,
como si en el suelo se encendieran pequeños volcanes provocados por la
combustión de desperdicios enterrados.
Había otros volcanes. El basural era regenteado por punteros políticos del oficialismo.
“Eso era más complicado que las ratas y la basura” contaba hace años Ramón
Ocampo junto a Lorena en una breve clase de ciencias políticas: “Tenían el negocio
de dejar pasar camiones para tirar la basura cobrándoles la mitad de lo que les
cobraba el CEAMSE. Además querían cobrarnos a los vecinos o te mandaban gente a
apretarte y pegarte. Y de paso, te afiliaban”.

¿Qué hay cuando no hay nada?


Lorena seguía agitando: “Un día nos juntamos como mil personas en la avenida, y el
puntero hablaba con megáfono. Decía lo que teníamos que hacer y nos pedía los
documentos para afiliarnos. Y yo le digo: ¿cuál es tu rancho? Dijo que venía a ayudar.
Y yo le contesto: pero estamos hundidos hasta las rodillas en el barro, venimos hasta
acá y no se entiende nada de lo que decís. Si tenés tanta influencia sacanos a la
policía. Me di vuelta y me fui”. Salió Lorena sin mirar a nadie: “Pero de golpe veo que
todos los vecinos se venían atrás mío. Parecía Jesús. Y ahí dijimos: organicémonos
nosotros”. Era el 8 de mayo, fecha que quedó para siempre como nombre del barrio.
(MU 28: “Vidas recicladas”).

“Armamos los lotes copiando al barrio Libertador que estaba enfrente, ganamos por
cansancio y empezamos a meter todo para construir”. Lorena hizo su casa y hasta
puso un baño con calefón: “Pero no teníamos donde enchufarlo porque no había
electricidad, entonces calentábamos agua en una olla con leña, llenábamos el
calefón, y de a uno venían a bañarse a casa en la ducha”. Hacían ollas populares. “En
realidad fue tan sencillo como que teníamos que juntarnos para morfar porque no
había luz, ni agua ni comida. Uno traía un tomate, otro cazaba una nutria y el guiso
se hacía”. Aporte del sector militar, las nutrias llegaban desde Campo de Mayo, sede
del Ejército, lo mismo que las iguanas.

Las familias del 8 de Mayo se colgaron de la electricidad de otros barrios,


convencieron a empleados de Aguas Argentinas de que les instalaran mangueras
bajo tierra y pasaron la primera Navidad del barrio haciendo ellas mismas esa obra
hasta la madrugada. “Y después brindamos con agua”.

Lorena recibió lo suyo en esa guerra oscura: “Me pegaron con un palo por la espalda,
me llenaron la boca y los oídos de basura y se me formó un coágulo en el cerebro
que tengo todavía” contaba. La policía bonaerense participaba en cada negocio con
agregados propios: “Les cobraban sexo a las mujeres para no sacarles los carritos de
cirujeo, y a los hombres los coimeaban o les robaban cosas”.

Ella y sus vecinos me contaban todo esto sin quejas. “Me di cuenta de lo pobres que
éramos. Yo cirujeaba para poder vivir. Creía que era de clase media porque venía de
doble jornada en escuela católica, y terminé en la montaña”. La montaña es una
cordillera de basura del CEAMSE de unos 20 metros de altura a la que la gente iba a
buscar cosas para subsistir si los guardias policiales lo permitían.

¿Qué se encuentra en esa montaña? “Los residuos de las casas, pero de golpe hay
camiones que tiran bolsones de mercadería, carne picada de hamburguesas,
toneladas de puré de tomate, fideos, galletitas arroz, verduras, miles de cosas (las
llaman ‘con fecha’, cuando no han vencido). Las agarrás para vender, o para juntar
para tu comida” me explicaron en el 8 de Mayo. De allí también comían. Lalo, en el
tráiler junto a Lorena, recordaba la enseñanza de su abuelo David para atreverse a
tales alimentos: “El fuego mata todo”.

Otros hallazgos en la montaña: pedazos de personas, productos de cosmética,


residuos patológicos y hospitalarios, ataúdes vacíos, champú, metales, ropa, plásticos
al infinito de todas las marcas de productos imaginables, electrodomésticos fallados
o no, animales muertos, quesos, muebles, zapatillas, latas de lo que sea. Lorena:
“Todo lo que te venden en la pantalla y nunca vas a poder comprar, después está
acá”. El gigante que deja esas 15.000 toneladas diarias de desperdicios es el AMBA: 34
municipios del conurbano y la Ciudad Autónoma deponen aquí algo de sus malos
aires, entre otras cosas. Con las crisis como la actual, la cantidad de basura desciende
por falta de consumo.

El número inicial de diez familias que lograron instalarse iba creciendo


exponencialmente (hoy son más de 2.000, unas 10.000 personas). Lorena tuvo una
idea práctica: crear un centro comunitario, el 8 de Mayo, como lugar de encuentro,
olla popular/comedor, jardín maternal, usina de apoyo escolar, con proyectos
culturales y deportivos para jóvenes, relación directa con tres escuelas y una red de
acciones cotidianas que jamás dejó de crecer. Una vecina, Vivi, contaba: “Conocí esto
y fue otro mundo. Vivía encerrada para mi marido, que hacía lo que quería. Acá vi
que las cosas son distintas, que hay otra gente, hacíamos cosas juntas, y yo podía ser
útil. Me separé, me cambió la vida, mi fuerza fue trabajar en el comedor. Se me
fueron la angustia y el mal, porque te cura estar con los demás”.

Lorena: “Las mujeres son las grandes protagonistas de esto. Los hombres lo padecen
muchísimo. El que llega a buscar comida está avergonzado. La mujer no, al revés, se
suma. La tarea principal no es la comida, sino que los tipos levanten la cabeza, la
mirada. Que se sientan uno más, que charlen. ¿Sabés cuál es la diferencia? Entender
que no es lo mismo dar que compartir”.

Un extra: “Empezaron a cerrar las fábricas de la zona. Nosotros hacíamos ollas


populares y nos instalábamos en la puerta para darles una mano a los laburantes”.
Las empresas recuperadas de San Martín quedaron así en el mapa de Quemaikén.
La Venus del Reconquista, como bautizó Lalo Paret a esa escultura en homenaje a
Lorena que se convirtió en un inesperado símbolo de las mujeres del barrio.

Crímenes y bellas flores


El menemismo fue sucedido por el delarruismo, llegó la gestión duhaldista tras el
2001 y el kirchnerismo desde 2003, período más favorable pero también lleno de
complejidades para el barrio. Decía Lalo (que fue uno de los primeros niños
cartoneros del país): “De esa etapa lo mejor que les pasó a los sectores populares es
la Asignación Universal por Hijo. Tendrían que haber potenciado eso y sacar los
planes, que son una tragedia: tenés dos o tres generaciones criadas con planes
sociales en lugar de trabajo. Es la política vieja, clientelar, que anula a la gente”.

Lorena, de sobrepique: “A nosotros nos parió el hambre pero siempre quisimos ser
independientes. Nos relacionamos con el Estado, pero queremos hacer lo nuestro sin
depender de la teta de alguien, ni estar en la rosca. Si podemos fortalecer lo que
hacemos con algo que nos dé el Estado, perfecto. Pero no esperamos que vengan a
resolvernos algo. Hay que respetar tu instinto de supervivencia: si queremos algo lo
hacemos, avanzamos, y después vemos”. Mirada amiga pero crítica sobre la
izquierda: “Te dicen lo que hay que hacer, y después se la pasan discutiendo que si la
marcha, la bandera… el barrio te cambia la cabeza porque tenés que resolver
problemas reales”.

Como al pasar, agregó una duda: “Dejé de tomar por natural lo que estábamos
viviendo. Por suerte. O no sé: si no te das cuenta de nada, sufrís menos, ¿no?”. Me
quedé sin saber qué contestarle, pero se respondió ella misma: “Sí, sufrís menos, pero
quedás atrapado para siempre”.

Un ejemplo ocurrió el 15 de marzo de 2004: para castigar a un chiquito de 15 años


que se había escondido en la basura escapando de sus palazos, un policía ordenó a la
retroexcavadora del CEAMSE taparlo de desperdicios. El delito: buscaba con su
hermano algo que comer y zapatillas para ir a la escuela. Diego Duarte fue enterrado
bajo miles de kilos de basura, y su cuerpo jamás pudo ser encontrado. Un
desaparecido en democracia, como si la basura se lo hubiese tragado. El crimen
sigue impune 20 años después. Lorena no tomó eso como natural, y además de
agitar la cuestión se le ocurrió crear una cooperativa de cartoneros para acceder a un
espacio de reciclado de materiales.

Así nació Bella Flor, que ya tiene 200 socios que dejaron de ser cirujas y
desempleados para convertirse en recicladores y cooperativistas. Hace un tiempo le
pregunté a Lorena en medio de tantos infiernos: ¿Qué cosas sirven para pensar la
vida actual? Contestó: “Primero, saber que estamos vivos y activos. Que nos tenemos,
y que la salida es colectiva”. Bella Flor es un ejemplo al que le dedicó gran parte de
sus energías para que funcionara y garantizara el trabajo de tanta gente. Su foto de
perfil de whatsapp es un camioncito verde de juguete con el logo de la cooperativa.

Logró que esa experiencia productiva les cambiase la vida a cientos de personas, y
que el excedente económico se volcase al barrio y al Centro Comunitario (en el que
trabajan 20 personas), que además comenzó a albergar y encarar los problemas de
violencia contra las mujeres y a la vez los eventos culturales y sociales como cuando
andaba Susy Shock por el 8 de Mayo para cantarle a las infancias a pedido de Lorena,
o Nora Cortiñas compartiendo resistencias y sonrisas. Andrea Biscione, la
coordinadora del Centro, es otra de las mujeres que reconoce que le cambió la vida, y
tiene estadísticas sobre la situación barrial actual: “En diciembre entregábamos 200
tuppers de comida. Hoy son 600”.

Libros a la cárcel
“Lorena hacía todo trabajando 24 horas por 7, pero nunca estaba desbordada.
Pintaba un centro de mesa, mandaba a comprar una goma para el camión,
preparaba las cartulinas para los cumpleaños de los chicos en el Centro y se iba a una
reunión con diputados o funcionarios mientras organizaba una fiesta para el barrio,
coordinaba con empresas y organismos la llegada de material para reciclar en la
cooperativa, y tenía en mente perfectamente cómo garantizar los insumos para el
comedor y los tupper del día siguiente. Todo al mismo tiempo” relata Damián Odetti.
“No sé cómo hacía, pero cada cosa que se imaginaba la ponía inmediatamente en
marcha como sabiendo de antemano qué hacer para que funcionase, y hacía
milagros con la plata disponible para que alcanzase para todo”. Alcanzó incluso para
colaborar con la creación de una biblioteca en la cárcel de San Martín, parte de toda
una movida barrial que permitió crear el CUSAM (Centro Universitario San Martín)
con la posibilidad de que presos y guardiacárceles estudien la carrera de Sociología.
De allí egresó un ex detenido, Waldemar Cubilla, que se recibió con el promedio más
alto de la Universidad y con una tesis sobre la Cooperativa Bella Flor y el trabajo
ciruja. La cárcel se incorporó también al Parque Temático, y todo esto luego se
organizó más formalmente en la Mesa Reconquista que reúne al Centro
Comunitario, otros diez barrios del área, empresas recuperadas, escuelas,
cooperativas, bibliotecas populares como La Carcova (que creó el propio Waldemar
en esa villa, al quedar libre), radios comunitarias, merenderos, y la UNSAM.

Lalo no usa la palabra activista: “Lorena era una activadora perfil zócalo, bajísimo.
Pero no la mandaba nadie. Lo que quería era que las cosas se hagan, que se puedan
tocar, que sean realidad”.
Ella iba además haciendo un ejercicio con las ideas, a lo cartonera: separando las que
servían de las que no. Ejemplo, casi otro recuerdo del futuro: “¿Sabés por qué las
orgas y los partidos machacan con la causa, la militancia, lo políticamente correcto,
repiten latiguillos y nadie les cree? Porque hay mucha impostura. El cambio no es el
de los 70, lo de bajar de no sé dónde y tomar el poder. Y tampoco es discursivo. El
cambio es acá –dijo tocándose el pecho– soy yo, es cada uno. Y si es sincero, el de al
lado se transforma por contagio, por acciones y no por discursos”. Su teoría: “Las
organizaciones sociales no se miden por los ladrillos, las casas que hizo o cuanta
guita tiene en el banco. Se mide por la transformación de las personas, del sujeto
social”.

En la época de la pandemia anticipó parte de lo que se está viviendo en estas


extrañas tierras: “Era previsible que manipulando los ecosistemas, comiendo mierda
y poniendo lo económico por encima de todo nos diéramos una piña. Hacia adelante
pienso que los hijos de puta van a ser más hijos de puta todavía porque ya se están
preparando para usufructuar lo que quede de todo esto en el ánimo de la gente”.

Algo muy loco


En los últimos tiempos ocurrió otro evento asombroso, que cuenta Lalo: “Ella fue
siempre una madraza. Tenía sus hijos (Facundo y Elías, y una hija del corazón,
adoptada, María) pero cada vez más gente la llamaba mamá”. Se emociona: “La
Gorda era de las que te cuidaba, pero no se dejaba cuidar”, y vuelve al evento
asombroso: “Una artista, Gabriela Arias, hizo una escultura como homenaje a Lorena
y se la regaló. Una gorda con un vestido de colores (inspirada en las obras de la
francesa Niki de Saint Phalle). La bauticé ‘La Venus del Reconquista’. Y pasó algo muy
loco. La pusimos en la calle para que la gente la viera, con flores, y con el asunto de
que los santuarios del Gauchito se están viniendo abajo, la gente empezó a jugar con
eso y algunas personas empezaron a decir que la Venus les había cumplido no sé
qué deseo. La pusieron en Bella Flor, y le dejaban papelitos con pedidos o la tocaban
para que trajera suerte. La Venus se convirtió en la representación no solo de Lorena,
sino de las mujeres del barrio”.

Ríe Lalo: “Ella medio se enojó primero, pero no te puedo explicar la emoción al ver
que las mujeres se sentían simbolizadas por una obra de arte. Y se terminaron
armando talleres de cerámica, de tejido, obras de las vecinas y los pibes y hasta un
festival con todas las mujeres migrantes del Reconquista y otro sobre los cuerpos y el
territorio”. Me manda un whatsapp con un video que muestra a la imagen de la
Venus que parece bailar sobre la basura reciclada y se escucha a las mujeres
recitando un texto de Nancy Salvatierra, de la Mesa Reconquista: “Somos esta piel.
Somos este cuerpo. Somos la imperfección en libertad. Somos gordas, diosas, somos
indulgentes y atrevidas. Somos tierra, basura, muros, barreras”. Dicen también:
“Damos las manos, el hombro, las lágrimas. Damos el pecho y el alma. Parimos,
abortamos, odiamos y amamos. Celebramos, festejamos y sufrimos. Gozamos,
bailamos y reímos. Nos fortalecemos las unas a las otras. Rompemos, destruimos lo
correctamente establecido. Nos rompen, nos hacen pedazos, nos entierran. Nos
marchitamos, renacemos, crecemos, y nos transformamos en este inusitado
territorio; Área Reconquista”. Pura filosofía Lorena, y tres palabras: “Todas somos
todas”.

La droga y el cielo
Lorena y lo narco: “Con la recesión hay cada vez menos basura, menos fuentes de
trabajo y más gente en la calle. En el barrio eso se traduce en descomposición.
Arranca en pedazos a la familia, la destripa. Y aparecen las drogas que son las nuevas
armas que usa el sistema para hacernos pelota”.

Con los ojos abiertos de asombro: “Antes no había los muertos que tenés hoy, la
violencia. Hay uno por semana. Están cambiando las formas de matar y de morir. Hoy
se usa prender fuego, como ves en las series narco. Acá lo violento fue siempre la
pobreza, la discriminación, la exclusión. Ahora, además, está esto otro. Atrás se
esconde un negocio donde están la policía, el fiscal, el juez y el político, pero solo cae
el gil que es un vecino que se hace transa para vivir”.

En ese contexto Lorena imaginó con Odetti un nuevo proyecto: Semilla Soy, el
campo agroecológico de 3 hectáreas heredado por el abogado en Río Luján, que
dedicaron a la producción agroecológica de carne (ternero y cerdo) y verduras para
abastecer al menos en parte a los comedores de José León Suárez. Y además, para
albergar allí a familias o personas judicializadas para trabajar con un horizonte
distinto. “Es otro modo de ver el mundo. Alimentarte de lo que estás produciendo es
un poder, y es maravilloso”. (Ver MU 152: “La vida está en otra parte”y el libro de lavaca
Agroecología-El futuro llegó).

Observó otra cuestión: “Para mí también esta experiencia es curativa. Es colectiva,


pero cala hondo en lo personal porque estamos viendo en qué nos convertimos. Me
hizo pensar mucho en cómo llegué a estar como estoy y cómo dejar algo distinto
para que los cuerpos no sigan enfermándose”.

Me dijo hace un tiempo: “Si pudimos generar viviendas desde la basura, trabajo
desde la basura, educación, arte, cultura, en el campo agroecológico pensé que otra
vida es posible. Otra forma de alimentación, de relacionarnos entre las personas. Por
eso le pusimos ‘Semilla soy’: pensar que tengo algo para crecer, para transformar,
para dejar, para empezar nuevos ciclos colectivos con nuevas semillas. Porque ahí
está la vida que crece. Llamalo esperanza, utopía, lo que quieras. Una forma de vivir y
de compartir que nos dé… no sé cómo decirlo: que nos dé un cachito de cielo. No sé
si se entiende”.

Dijo también: “Una sabe lo que hay que hacer, lo que está bien. Entonces no vine a
esta vida para no hacer nada, para quedarme quieta. No. Prefiero saber que cuando
me vaya pueda decir: hice todo lo que tenía que hacer, en serio. Y no lo siento como
un sacrificio, creo que al revés, es una vida muy rica, muy linda”. Y repitió: “No sé si se
entiende”.

Posdata: Gracias infinitas Lorena por todos los cachitos de cielo que dejás en este
mundo para que no nos traguen los quilombos, y para contagiar cómo reciclar la
vida. No sé si se entiende.

También podría gustarte