Derrumbando Las Limitaciones Kolhbergianas

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DERRUMBANDO LAS LIMITACIONES KOLHBERGIANAS: EL

ENFOQUE DE SABIDURÍA, DESDE LA SENSIBILIZACIÓN Y LA


EXPERTICIA, COMO PARADIGMA DE ORIENTACIÓN MORAL

Juan Felipe Castañeda Durán

La psicología del desarrollo moral es una disciplina empírica que centra su


objeto de estudio en analizar cómo las personas establecen el juicio sobre lo
moral, es decir, sobre aquello que consideran correcto o de aquello que no lo
es. En esta disciplina, Lawrence Kohlberg (1984) fue un pilar fundamental,
pues basándose principalmente en Kant y en Rawls, logró establecer una
serie de categorías analíticas que apuntaban a la justicia (entendida como
equidad) como el máximo estadio de desarrollo moral. Sin embargo, sus
fundamentos epistémicos (estructuralismo), su metodología y algunos de sus
constructos, han tenido críticas profundas. En este documento, se abordará
la tesis de que un enfoque de sabiduría (López y Canal, 2019), enriquecido
con la praxis de la sensibilización moral (Rorty, 1994, 2000) y la teoría de la
experticia (Dreyfus, 1993) ayudará a superar los vacíos que deja el modelo
Kohlberiano, pues superaría dos de las críticas principales de su modelo, que
son (i) que el estructuralismo impide construir nociones éticas apartadas del
paradigma deontológico, lo que impone sobre la realidad estructuras que no
permiten interpretarla tal y como es y (ii) que su modelo resulta siendo
solamente aplicado a hombres blancos de países industrializados, pues la
propia construcción teórica tiene limitaciones por la forma en la que se aborda
el progreso moral.

Para ello, este trabajo se dividirá en tres secciones: en una primera, se


caracterizarán las principales críticas a Kohlberg, en tres ámbitos, al
estructuralismo, a la metodología y a la exclusión de sujetos que pertenecen
a poblaciones no privilegiadas. En una segunda, se abordarán brevemente
los aportes teóricos de Dreyfus (1993) y de Rorty (1994, 2000) para zanjar
las anteriores críticas, poniéndolas en diálogo con el enfoque de sabiduría
(López y Canal, 2019). Finalmente, se realizará con una breve reflexión final.

1. Caracterización de las críticas al modelo kohlbergiano

Las críticas al modelo Kohlbergiano pueden categorizarse en tres tipos de


críticas: al modelo estructuralista que utiliza, a la metodología de sus
investigaciones y a la exclusión de sujetos que pertenecen a poblaciones no
privilegiadas. Estos tres tipos de críticas se imbrican mutuamente, sin
embargo, para efectos prácticos se van a discriminar según cada una de las
categorías.

Las críticas al modelo estructuralista parten de la evidente indiferencia del


modelo kohlbergiano a las particularidades del contexto (Yañez, 2000). En
efecto, la concepción de “estadios” separados por cualidades estructurales y
el entendimiento del desarrollo como un progreso hacia categorías cada vez
más abstractas e independientes de las particularidades de los sujetos, ha
sido uno de los baches del modelo.

Esta concepción estructuralista, que se nutre de la deontología


(principalmente basándose en Rawls y Kant) (Yañez, 2000), entiende lo ético,
de manera independiente a cualquier consideración de los ideales de
realización que pueda tener una persona. Desde el punto de vista
deontológico lo ético se expresa como deberes o máximas que posibiliten una
igualdad formal o legal de todos los sujetos del conglomerado social. Por lo
anterior, la justicia como equidad, entendida desde un paradigma liberal (es
decir, como igualdad ante la ley) se convierte en el estadio final del desarrollo
moral de todo individuo.

Ante todo, desde esta concepción, el sujeto tiene mayor desarrollo moral en
cuanto pueda desprenderse en mayor medida de sus experiencias o
vivencias, y logre una mayor imparcialidad en sus conocimientos morales.
Similar al rol de un juez desde el punto de vista del positivismo jurídico, el rol
de una persona que se encuentre en el estadio más alto del desarrollo moral,
puede ser capaz de desprenderse de su propio ser para dictar en derecho
(en equidad lo llama Kohlberg) una solución a un dilema que resulte
respetando de manera inequívoca esa igualdad formal.

Como ya lo anticipaba Yañez (2000) “para la teoría estructural genética de


Piaget y Kohlberg es irrelevante contemplar las diferencias en el desarrollo
debidas a variaciones culturales, sociales, educativas o de género” (p. 123).
En efecto, para Kohlberg, las diferencias entre sujetos son eminentemente
formales, y pueden establecerse solamente en virtud de la “velocidad en
pasar por los estadios establecidos en términos universales” (p. 123).

Con ello, la principal crítica que puede hacerse al estructuralismo


kohlbergiano es que con el afán de crear máximas universales, pretendiendo
purificar sus planteamientos teóricos, alejándolos de toda consideración
sociocultural, resultó creando categorías ficticias que no describen la
realidad, y que, de hecho, solamente privilegian a una población determinada
(hombres blancos) que son quienes finalmente pueden acceder a los estadios
más elevados del desarrollo moral planteados desde el modelo de Kohlberg.

Y es precisamente esto lo que lleva a la segunda crítica al modelo de


Kohlberg, y es que en su afán de mantener el estructuralismo para crear
categorías autopoieticas que permitieran a su modelo deontológico conservar
los estadios que había construido, resulta excluyendo a varios grupos
sociales, donde en varios de sus análisis, no logran alcanzar el último estadio,
sino que se quedan en los estadios anteriores.

El que una determinada población se encuentre en un alto porcentaje en


estadios iniciales del desarrollo moral, no invalidaría, cree Kohlberg, su teoría
sino que ilustraría las condiciones paupérrimas, en términos morales e
intelectuales a que está expuesta esta población. (Yáñez, 2000: 123, 124).
Para Kohlberg, todos los sujetos tienen las mismas capacidades de alcanzar
los estadios, sin ninguna consideración sobre las historias de vida de estos
sujetos, o sus sistemas de valores, religiosos; capacidades de ingreso a
educación, condiciones socioeconómicas, entre otros. Y es precisamente
esta consideración, la que lo lleva a concluir que las mujeres, los negros, los
latinos y las personas de otras culturas o baja capacidad socioeconómica
estarían en estadios más primitivos que los hombres blancos de países
desarrollados.

En la teoría de Kohlberg, no se buscan interpretaciones comunitaristas o


interculturales, ni siquiera un enfoque de género (que tampoco se lo
exigiríamos por la época histórica donde formuló su teoría), lo que lo lleva a
concluir que hay una insuficiencia en términos morales en estos grupos, sin
pensar que posiblemente, su sistema de valores sea distinto.

Precisamente esto lleva a la tercera crítica, y es que la metodología empleada


por Kohlberg surge de preguntas y supuestos creados por él mismo en
entornos controlados de laboratorio, que resultan generando respuestas no
naturales en sus entrevistados (mayoritariamente niños) (Yañez, 2000).

Asimismo, los propios sesgos, naturales en cualquier investigador, que no


fueron advertidos por Kohlberg en sus investigaciones, resultaron
convirtiéndose en un problema metodológico, que lo llevó a conclusiones
ligeras sobre una predisposición de hombres blancos de países desarrollados
a alcanzar con más frecuencia el estadio más alto de desarrollo moral,
situación que otras poblaciones no lograrían.

2. Experticia, sensibilización moral y enfoque de sabiduría como


paradigma de una idónea orientación moral
Habiendo explicitado algunas de las críticas principales al modelo
Kohlbergiano, se abordarán algunas perspectivas teóricas que pueden
aportar a la construcción de un modelo con una orientación moral idónea.

Se debe resaltar que el modelo de Kohlberg aporta una consideración


importante sobre el horizonte ético, y es que, el estadio final del pensamiento
ético, en efecto debe ser un pensamiento formulado en términos de
universalidad y respeto a la libertad y dignidad humanas (Yañez, 2000), pero
la idea de imparcialidad se debe evaluar a la luz de otros paradigmas que
sean menos alejados de la realidad social.

Richard Rorty (1994) aporta en este sentido, pues considera que el desarrollo
moral de un individuo no consiste en una mayor racionalización de sus
acciones o el conocimiento de la diferencia entre lo racional e irracional, sino
en un mayor grado de flexibilidad. En efecto, dice Rorty (2000) que un sujeto
solamente puede considerarse con mayor desarrollo moral, en tanto que sea
capaz de comprender, mediante la empatía, las vivencias de otros seres
humanos, y aprender de ellas para desarrollar su juicio moral.

En otras palabras, el desarrollo no consiste en un aumento de la racionalidad,


ni del conocimiento teórico sobre discusiones morales, sino en la ampliación
de nuestra sensibilidad, en la cual, los integrantes de una comunidad humana
serían más desarrollados moralmente en tanto sean más sensibles a las
necesidades y padecimientos de otros integrantes de la comunidad.

Por su parte, Hubert Dreyfus (1993) parte de la premisa que lo que aumenta
el desarrollo moral es el desarrollo de una experticia en temas morales. Para
Dreyfus, un experto, a diferencia de un novato, no orienta su juicio y acción
por reglas estrictas seguidas de un manual, sino que se rige por la intuición
que le da haber pasado por la situación en múltiples ocasiones anteriores
(experiencia).
La intuición la entiende Dreyfus, como una experiencia no limitada, que opera
en cada caso en particular poniendo en relación la información de miles de
casos posibles y de un sinnúmero de hechos y valoraciones (Dreyfus, 1993,
citado por Yañez, 2000: 132).

El experto, es alguien que tiene múltiples posibilidades en su mente, pues


tiene muchos ejemplos de situaciones anteriores, lo que enriquece su
interpretación de las situaciones y lo impulsa, de una parte, a lograr
soluciones creativas que le permitan cumplir con sus objetivas, y de otra,
anticiparse a posibles riesgos o complicaciones que pueda encontrar en el
camino. Para Dreyfus (1993), en tanto estemos en un estadio de experticia,
no buscaremos reglas rígidas o principios pétreos que rijan nuestra acción,
pues cada nuevo caso es “un espacio de actualización de las significaciones
y relaciones totales ya construidas y una resignificación y ampliación de sus
difusos límites” (Yañez, 2000: 132).

Por su parte, López y Canal (2019) plantean el concepto de sabiduría,


entendida como

(…) un concepto técnico desarrollado, por las teorías del desarrollo del ciclo
vital para pensar en el juicio contextual y en la consideración de las
demandas propias de cada situación. Las personas sabias pueden entender
las excepciones, la complejidad de las situaciones, la novedad de un caso
que no cabe dentro de los procedimientos anteriormente establecidos.
(López y Canal, 2019: 175).

Este concepto, surge como respuesta a las limitaciones del modelo de


Kohlberg, pues como se ha indicado, tiene limitaciones teóricas propias del
estructuralismo, que impide consideraciones particulares de juicios éticos.
Así, el concepto de sabiduría pretende formar parte de una teoría que
“contemple la diversidad y complejidad de las nociones de justicia y la
igualdad” (López y Canal, 2019: 174), con la finalidad de ofrecer vías
diferentes del desarrollo moral, con miras a que los estadios finales
planteados por Kohlberg no sean mayores niveles de abstracción sino “logros
de un pensamiento contextual capaz de captar los variados significados y las
complejas valoraciones de las ideas de justicia” (p. 174).

Precisamente, el concepto de sabiduría surge para entender que una persona


con alto nivel de desarrollo moral (o sabia) lo es porque en cada contexto
distinto, elige una consideración distinta de justicia. Dado que cada situación
establece unos criterios diferentes que no se pueden someter a principios
universales, una persona que alcance el último estadio de desarrollo moral
debería ser capaz de obrar con la flexibilidad suficiente para juzgar de manera
diferenciada cada situación, y es esto lo que la convertiría en una persona
sabia (con un alto desarrollo moral).

Con lo anterior, estas posturas teóricas pueden armonizarse, en tanto que el


enfoque de sabiduría anteriormente esbozado, solamente puede
desarrollarse si la persona en mención se convierte en experta, en cuanto ha
acumulado situaciones, decisiones, ha escuchado, ha leído y ha analizado,
lo que le permite tener un cúmulo importante de experiencias para juzgar las
nuevas situaciones que se le presenten; y tiene la suficiente sensibilidad para
entender las necesidades y padecimientos de las personas.

En efecto, una persona sabia, es una persona que es experta (Dreyfus, 1993)
y tiene un alto nivel de sensibilidad (Rorty, 1994, 2000) toda vez que la
sabiduría implica poseer una flexibilidad suficiente para juzgar de manera
diferencial situaciones nuevas.

Una persona sabia, al ser experta y sensible socialmente, se encontraría en


el estadio más alto de desarrollo moral, porque puede anticipar la solución
más adecuada a los problemas morales que se le presenten, porque cuando
llega un nuevo dilema puede poner en práctica lo aprendido con situaciones
anteriores, y es lo suficientemente sensible para entender la magnitud de las
consecuencias que puede traer tanto para sí como para otras personas la
decisión que tome. Por ello, actuará de una manera tal que minimizará los
efectos negativos de sus acciones, procurando mantener los positivos.

La sensibilidad moral, es necesaria en el enfoque de sabiduría, porque es la


que desarrolla el entendimiento de los sentires de otras personas, y dado que
se parte del modelo de Kohlberg que impide reducir a otros seres humanos a
objetos (por la máxima kantiana de dignidad humana), es importante
entender en todo momento que la solución a un dilema debe pasar
necesariamente por atender a las necesidades de los demás.

La experticia, como ya se ha mencionado, está fuertemente imbricada a la


sabiduría, porque es condición necesaria para que ésta se desarrolle: sin las
suficientes situaciones dilemáticas, no podría alguien tener suficientes
herramientas para desarrollar una respuesta, sino que tendría que responder
con las normas que conoce. Solo tras convertirse una persona en experta, es
capaz de discernir sus acciones, y las de otros, para encontrar cuáles son las
más acordes con un estadio alto de desarrollo moral.

3. Reflexión final

El desarrollo moral es un tema central en los debates sobre la moralidad,


pues la moral no es un elemento dado naturalmente y es ajena a su
imposición social o cultural. La moral es, ante todo, una construcción social
que está implícita dentro del relacionamiento humano y que está enlazada
por sentimientos que generan en los humanos sensación de bienestar y
malestar. Al ser una construcción social, el aprendizaje de la moral se da a
través de todo el ciclo de vida de los seres humanos y se desarrolla, en mayor
o menor medida, conforme un sujeto se enfrenta a dilemas, ya sea en su vida
personal, en la vida de sus cercanos o conociéndolos a través de la teoría.
Un alto nivel de desarrollo moral no es algo que pueda alcanzarse solo con
la edad: para ello, requiere haberse enfrentado previamente a situaciones
dilemáticas y tener la sensibilidad suficiente para entender las necesidades
de los demás y resolver los dilemas de manera tal que no causen perjuicios
personales, ni a otras personas. Para ello, se ha propuesto revisar el modelo
de Kohlberg y reformularlo a partir del enfoque de sabiduría, enriquecido con
los planteamientos teóricos de la experticia y la sensibilidad moral, a fin de
que no responda a un checklist teórico, sino que realmente se base en la
idoneidad moral que surja en la particularidad de cada sujeto, atendiendo a
la cultura, la religión, las condiciones socioeconómicas, de género y otras
variables que puedan afectar el entendimiento moral.

Una persona sabia es una persona que logra obrar moralmente, atendiendo
precisamente a todas las variables externas que hacen que cada situación
tenga su propia particularidad, y requiera una decisión distinta, acorde con el
contexto.

Referencias

Dreyfus, H. L. (1993). Was ist moralische Reife? Eine phánomenologische


Darstellung der Entwicklung ethischer Expertise. Deutsche Zeitschrift für
Philosophie. 41(1993), 3, 435-458. Berlin: Akademie Verlag.

Kohlberg, L. (1984). The Psychology of Moral Development: The Nature and Validity
of Moral Stages (Essays on Moral Development, Volume 2).

López, J. C. S., & Canal, J. Y. (2019). Discusiones políticas y morales referentes a


la justicia y su aporte a la psicología del desarrollo moral. Revista colombiana
de psicología, 28(1), 165-180.

Rorty, R. (1994). Hoffnung statt Erkenntnis. Eine Einführung in die pragmatische


Philosophie. Wien: Passagen Verlag.
Rorty, R. (2000). Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo. Verdad y
progreso, 1, 219-242.

Yáñez, J. (2000). Debates en la Psicología del desarrollo moral. Diálogos, 1.

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