El Amor A Los Enemigos2
El Amor A Los Enemigos2
El Amor A Los Enemigos2
Como cristianos estamos llamados perdonar a los que nos ofenden, pero, ¿Estamos dispuestos a
brindarle amor a nuestros enemigos? ¿Cómo podemos hacer eso? ¿Qué necesitamos para lograrlo?
¿Quién puede ayudarnos a perdonar a nuestros enemigos?
Mt.5:43-48,7:12: “(43)Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. (44)Pues yo
os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, (45)para que seáis hijos de vuestro
Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre los justos e injustos.
(46)Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también
los publicanos? (47)Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No
hacen eso mismo también los gentiles? (48)Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro
Padre celestial... (12)Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también
vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.” ¡Palabra de Dios!
Parte 1: Versículo 43:
En el versículo 43, la parte “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo”, se refiere a la ley
antigua, ley que podemos encontrar Lv.19, en donde Dios le da a Moisés las leyes acerca de la
santidad y justicia para el pueblo de Israel. (Los 10 Mandamientos).
La parte “odiarás a tu enemigo”, no se encuentra así en la ley, ya que la pobreza del lenguaje Arameo
no brinda una traducción específica de este texto, y equivale a “No tienes porqué amar a tu
enemigo”, sin embargo en textos como Eclo.12: 6-7, dice: “Pues el propio Altísimo tiene horror de
los pecadores y devolverá la venganza a los impíos. Da al hombre bueno, pero no vayas en
ayuda del pecador”. Aquí encontramos claramente una detestación de los pecadores que no está lejos
del odio, y en la que Jesús ha podido pensar.
Parte 2: Versículos 44-45:
v.44: El mandato supremo y su objeto.
Recordemos que los seguidores de Jesús tenían muchos enemigos, porque eran odiados por mucha
gente, incluso por su propio pueblo, Los Judíos. Les dice que amen y hagan el bien a éstas personas
que los querían matar.
Pero también eran perseguidos y maltratados, y nos ordena que roguemos por estas personas. Como
ejemplo de ello tenemos a Esteban, que era uno de los siete hombres que los apóstoles habían
escogido para ayudarles cuando la Iglesia estaba creciendo. Pues a este mismo Esteban lo apresaron y
lo mataron a pedradas. Mientras lo apedreaban Esteban oró para entregarle su espíritu a Dios, y luego
se puso de rodillas y gritó: “¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!”.
A la mayoría de nosotros cuando nos decidimos a seguir a Dios nos pasa como a Esteban, la gente nos
persigue y está atenta a cualquier error que nosotros cometamos para andarlo publicando y burlarse, y
te ponen nombres, y te dicen santo, y hasta loco porque venimos aquí, y más cuando escuchan que
algunos está orando en lengua o imponiendo las manos a los demás; pues, sepan que no se burlan de
nosotros sino del Espíritu Santo que nos hace actuar así, y si por eso van a burlarse, nuestra respuesta
no debe ser salirse de la comunidad, sino decir como Esteban: ¡Señor no les tomes en cuenta este
pecado!, Nuestro trabajo es rezar, rogar y pedir por esas personas ignorantes que no conocen a Dios,
para que las llame a servirle como lo hizo una vez con cada uno de nosotros, que antes éramos como
ellos.
Es muy triste, cuando las burlas, los desprecios y las críticas destructivas no sólo las recibimos en la
calle, sino también en nuestros hogares, cuando las recibimos de las personas mayores, a las que
quizás las teníamos como adultos respetables, pero al escuchar su comentario a cerca de nuestro
intento por seguir a Dios, nos damos cuenta de que nuestra actitud les molesta porque no es la misma
de ellos. Y es mucho más triste, cuando en nuestra propia comunidad recibimos malas caras, malos
comentarios, cuando nos apartan y nos desprecian, cuando nos critican. Pero también es nuestro
trabajo, orar y rogar por nuestra comunidad, por los que estamos actuando mal, para que Dios nuestro
Padre celestial nos corrija, porque eso es lo que hace Dios, corregirnos como buen Padre que es Él y
no criticarnos.
v.45: Pero todo esto dice Jesús que lo hagamos “Para que seáis hijo de vuestro Padre celestial”,
porque Dios ama a los justos e injustos, a los malos y buenos. Pero como ya tiene ganado a los justos y
buenos, le pone especial interés en ganarse a los injustos y a los malos, y también en corregir a los que
le seguimos y nos equivocamos.
Miremos el inmenso amor que Dios nos tiene que hasta nos llama buenos, si el mismo Jesús no se
considera bueno cuando dice: “¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios”, en
Lc.18: 19. Por esto nosotros estamos llamados a convertirnos en buenos como nuestro Padre que está
en los cielos es bueno.
Y, ¿Cómo lo podemos lograr? Podemos empezar mejorando nuestra relación familiar, matrimonial, con
nuestros hermanos y nuestros amigos y luego conquistando a las personas que no se llevan bien con
nosotros. Dice en Pr.25: 21-22: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de
beber; así amontonas sobre su cabeza brasas y Yahveh te dará la recompensa”. Esto se traduce
en ayudar a los demás sin esperar algo a cambio, y para que Dios nos dé la recompensa que nos
merecemos por hacer ese bien.
Parte 3: Versículos 46-47:
v.46-47: Jesús nos compara con la vida que llevan los publicanos y los Gentiles en cuanto a nuestros
actos y sentimientos para con los demás. Recordemos que los publicanos son los Judíos (El Pueblo
escogido de Dios, pero que no le obedecen) y los Gentiles son los no Judíos (El Mundo, los que no
conocen a Dios), y si hacemos o sentimos lo mismo que ellos estamos siendo como uno de ellos. Por
esto Jesús nos llama a generalizar nuestros actos y sentimientos, para amar y ayudar no sólo a las
personas de nuestra Iglesia, o sólo a los de nuestra comunidad, sino a todos; no sólo al que obedece o
cree en Dios, sino también al que no cree o desobedece a Dios. Nuestro amor debe de ser general,
debe de ser universal para toda la creación.
Parte 4: Versículo 48:
En este versículo, Jesús nos llama a la perfección, pero no a una perfección humana, sino a una
perfección espiritual, nos llama a la santidad. Ya mucho antes lo había dicho Dios a su pueblo de Israel
en Lv.11: 44-45, “Ustedes deben purificarse completamente y ser santos, porque yo soy Santo...
Por lo tanto, ustedes deben ser santos porque yo soy Santo”, y también más adelante, cuando Dios
habla a Moisés y le hace decir a los Israelitas “Sean santos, pues yo, el Señor su Dios, soy Santo”.
Además lo encontraremos más adelante, ahora en Dt.18: 13, en donde le advierte al pueblo de Israel
contra las prácticas paganas diciéndoles: “Ustedes deben ser perfectos en su relación con Dios”. A
esto se refiere el llamado a la perfección y santidad que Jesús nos hace, a la relación con Dios y por
consiguiente con los demás.
De la misma manera que en 1 Pe 1: 15-16, el hombre debe imitar la santidad de Dios. Sólo amando a
los demás, dice Jesús, el cristiano imita a Dios, se distingue de los Gentiles y se hace hijo de Dios.
Pero, ¿de dónde sacar la fuerza necesaria? La tradición apostólica de nuestra Iglesia, invirtiendo los
datos de esta situación, entendió que, porque somos hijos de Dios podemos imitar a Dios, porque el
Dios amoroso se convierte en principio de nuestro obrar.
Y hablando de la tradición apostólica de nuestra Iglesia y la relación con los demás, los Obispos de
Latinoamérica cuando se reunieron en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en
Santo Domingo, la cual el Santo Papa Juan Pablo II culminó; nos escriben lo siguiente sobre la
Promoción Humana:
Nuestra fe en el Dios de Jesucristo y el amor a los hermanos tiene que traducirse en obras concretas. El
seguimiento de Cristo significa comprometerse a vivir según su estilo. Esta preocupación de coherencia
entre la fe y la vida ha estado siempre presente en las comunidades cristianas. Ya el apóstol Santiago
escribía: « ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: "Tengo fe", si no tiene obras?,
¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del
sustento diario, y alguno de vosotros les dice: "Idos en paz, calentaos y hartaos", pero no les
dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está
realmente muerta». (Stgo 2, 14 -17. 26)
(Sto. Domingo, Concl. 160)
La falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es una de las varias causas que
generan pobreza en nuestros países, porque los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza
necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo
ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos. «En
pueblos de arraigada fe cristiana se han impuesto estructuras generadoras de injusticia». (Sto.
Domingo, Concl. 161)
Y nos exhortan diciendo que debemos empeñarnos firmemente, a la luz de los valores evangélicos, en
la superación de toda injusta discriminación por razón de razas, nacionalismos, culturas, sexos y
credos, procurando eliminar todo odio, resentimiento y espíritu de venganza y promoviendo la
reconciliación y la justicia. (Sto. Domingo, Concl. 168)
En Mt.7: 12, se encuentra el resumen de la cita del día de hoy: “todo lo que queramos que los demás
nos hagan, también nosotros debemos de hacérselos a ellos”, si nosotros ofrecemos envidia,
recibiremos envidia, si ofrecemos gracias, recibiremos gracias. Recordemos que en cualquier lugar
nuestra voz tiene eco, y ese eco exactamente es la respuesta de los demás a las palabras que
pronunciamos, generalmente vamos a escuchar de los demás, precisamente lo que decimos de ellos.
Eynar Alberto Gaitán Rivas.
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