Clase 13 y 14

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Curso en Salud Mental: abordaje de Psicopatologías

Titular: Pinto Belén


Instituto MAS

UNIDAD 6 → DEPENDENCIA AFECTIVA PATOLOGICA

La dependencia emocional o apego patológico es un estado psicológico que puede


manifestarse en las relaciones de pareja, pero también en las familiares y en las de
amistad. Estas relaciones se caracterizan por ser inestables , destructivas y muy
desequilibradas. Este patrón psicológico hace que otros asuman la responsabilidad de las
parcelas más relevantes de su vida, tienen dificultad a la hora de tomar decisiones y, por
supuesto, incapacidad para expresar desacuerdo.
Todo este comportamiento tiene que ver con el temor a que las relaciones se acaben, al pánico
por la ruptura y el intenso miedo a la soledad. Así pues, es habitual que estas personas se
anulen a sí mismas a favor de sus amistades, pareja o amigos y son muy sensibles a la
aprobación de los otros.
En el fondo de toda dependencia emocional hay una baja autoestima y una gran inseguridad
que solo se evita cultivando el amor propio y el autoconocimiento. Para generar relaciones
saludables con los demás es imprescindible generarlas antes con uno mismo. Solo así se está
preparado para una relación sana.
Lo primero para salir de ese tipo de relaciones tóxicas e inestables es reconocer y aceptar la
realidad y ser conscientes de que esa situación emocional no es sana . Para constatarlo se
puede hacer una lista de las cosas que se han dejado de hacer o que se han hecho para
satisfacer a la otra persona y que de un modo u otro han resultados perjudiciales o dañinas.
Para mejorar la autoestima hay que trabajar distintos aspectos, desde la asertividad hasta la
decisión. Iniciar un nuevo proyecto y conocer a gente nueva puede ser una buena
oportunidad para iniciar relaciones sanas. Es imprescindible dejar de compararse y
responsabilizarse de la propia vida y de la felicidad individual conociendo las necesidades y
los deseos.

Consecuencias
• Falta de opinión propia
• Inseguridad
• Fácil manipulación
• Se difumina la identidad
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• Sensación de inferioridad
• Puede causar depresión

Cómo detectarlo
• Autodesprecio
• Tendencia a la depresión y a la ansiedad
• Posición inferior en las relaciones
• Temor al rechazo
• Sentimientos de culpa
• Baja autoestima
• Sensación de vacío
• Inseguridad

El apego ¿origen de la DA?

Los primeros aportes sistemáticos sobre DA fueron realizados por Bowlby en 1980. Para este
autor, el apego seria entendido como el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus
cuidadores o figuras de apego, el cual proporciona la seguridad emocional indispensable para
un buen desarrollo de la personalidad. Bowlby describió la ansiedad de separación que
algunos niños presentan y la similitud que esta guardaba con un tipo particular de vinculación
inadecuada: el apego inseguro. Entre dichas similitudes están: a) temor a la pérdida de la
figura vinculada, b) búsqueda de proximidad y c) protesta por la separación.

A partir de los resultados obtenidos, se concluyó que las interacciones con las primeras
figuras de apego, y los efectos posteriores en hacer frente a amenazas, determinan el estilo
de apego de la persona (o un repertorio comportamental) y organizan un conjunto de
conductas que enmarcan las relaciones con los otros. A su vez, los estímulos característicos
de las figuras de apego juegan un importante rol al ser asociadas con determinadas emociones
o sentimientos y presumiblemente, también con determinadas formas de respuesta al
ambiente.
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La personalidad, el modo de actuar y relacionarse, el modo de gestionar y expresar las


emociones e incluso la futura elección de pareja, están íntimamente relacionados con el tipo
de apego que se ha desarrollado en la infancia entre los padres y el infante.

A continuación, mostraremos qué es el apego, qué tipos hay según la teoría de John Bowlby,
qué implicaciones tienen en la vida posterior de la persona, cuáles son los comportamientos
de cada estilo de apego y cómo influyen en las relaciones íntimas.

¿Qué es el apego?

El apego es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre
la madre y el recién nacido o la persona encargada de su cuidado. Su función es asegurar el
cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.

El establecimiento del apego desde la infancia más temprana se relaciona principalmente con
dos sistemas: el sistema exploratorio, el cual permite al bebé contactar con el ambiente físico
a través de los sentidos; y el sistema afiliativo, mediante el cual los bebes contactan con otras
personas.

Según López (2009), el apego se compone de tres componentes: la construcción mental que
permite establecer la relación de pertenencia e incondicionalidad, la unión afectiva que
proporciona sentimientos de alegría y bienestar, y el sistema de conductas de apego
focalizado en mantener un contacto privilegiado.

¿Cómo se establece el apego?

En el transcurso del primer año, se establece un vínculo de apego con la persona con quien
tiene más contacto y aparece el miedo ante los desconocidos.

El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza. El


apego seguro permite al pequeño explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros; bajo
la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para
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protegerlo. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en el modo de


interpretar el mundo y de relacionarse.

La teoría de John Bowlby

John Bowlby (1907-1990), psiquiatra y psicoanalista infantil. Se dedicó a estudiar los efectos
de la relación entre el cuidador principal y el menor, en la salud mental de los menores y en
su vida adulta.

Para ello, Bowlby retoma los trabajos de la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth, con
la que había trabajado. Ainsworth observó distintas interacciones entre madres e hijos bajo
un procedimiento estandarizado que se conoce como la Situación Extraña.

Bowlby después de realizar estudios con niños institucionalizados por robo, y con niños que
habían sido separados de sus madres a edades tempranas. Bowlby concluyó que la capacidad
de resiliencia de los menores estaba influenciada por el vínculo formado en los primeros años
de vida. En este sentido, el tipo de relación que se establece entre el bebé de pocos meses y
su cuidador es determinante en la conducta y desarrollo emocional posterior. El estilo de
apego establecido durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del
adulto, y en la manera de afrontarlos.

Los 4 tipos de apego:

A continuación, veremos en qué consiste cada uno de los tipos de apego propuestos por
Bowlby, así como algunas manifestaciones en niños y adultos.

1. Apego seguro

Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que su cuidador
no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. De acuerdo con Bowlby, este tipo de
apego depende en gran medida de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados y
seguridad. Debe tratarse de una persona atenta y preocupada por comunicarse con el recién
nacido, no sólo interesada en cubrir las necesidades de limpieza y alimentación del bebé.
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Desde luego, el inconveniente es que esto supone una entrega casi total de parte del cuidador
o cuidadora, lo cual puede resultar complicado para algunas personas.

Los niños con apego seguro manifiestan comportamientos activos, interactúan de manera
confiada con el entorno y hay una sintonía emocional entre el niño y la figura vincular de
apego.

No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el
abandono. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, sin prescindir de sus
relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.

2. Apego ansioso y ambivalente

En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo


cual, frecuentemente genera angustia. Por eso, en el caso de un apego ansioso-ambivalente el
niño no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad, de que a
veces sus cuidadores están y otras veces no están, lo constante en los cuidadores es la
inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad.

Las emociones más frecuentes en este tipo de apego, son el miedo y la angustia exacerbada
ante las separaciones, así como una dificultad para calmarse cuando el cuidador vuelve. Los
menores necesitan la aprobación de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no
les abandonen. Exploran el ambiente de manera poco relajada y procurando no alejarse
demasiado de la figura de apego.

De adultos, el apego ansioso-ambivalente provoca, una sensación de temor a que su pareja


no les ame o no les desee realmente. Les resulta difícil interaccionar de la manera que les
gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que
proporcionan. Un ejemplo de este tipo de apego en los adultos es la dependencia emocional.
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3. Apego evitativo

Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus
cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Se conoce como “evitativo” porque los bebés
presentan distintas conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan
de cuidador, se interesan sólo en sus juguetes y evitan contacto cercano.

Lo constante han sido conductas de sus cuidadores que no han generado suficiente
seguridad, el menor desarrolla una autosuficiencia compulsiva con preferencia por la
distancia emocional.

La despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad, en distintos estudios


se ha mostrado que en realidad estos niños presentan signos fisiológicos asociados al estrés,
cuya activación perdura por más tiempo que los niños con un apego seguro. Estos menores
viven sintiéndose poco queridos y valorados; muchas veces no expresan ni entienden las
emociones de los demás y por lo mismo evitan las relaciones de intimidad.

En la edad adulta, se producen sentimientos de rechazo de la intimidad con otros y de


dificultades de relación. Por ejemplo, las parejas de estas personas echan en falta más
intimidad en la interacción.

4. Apego desorganizado

Es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta comportamientos
contradictorios e inadecuados. Hay quienes lo traducen en una carencia total de apego.

Lo constante en los cuidadores han sido conductas negligentes o inseguras. Se trata del
extremo contrario al apego seguro. Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el
niño es la pérdida de confianza en su cuidador o figura vincular, e incluso puede sentir
constantemente miedo hacia ésta.
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Los menores tienen tendencia a conductas explosivas, destrucción de juguetes, reacciones


impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras
personas.

Evitan la intimidad, no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto les
provoca, por lo que se genera un desbordamiento emocional de carácter negativo que impide
la expresión de las emociones positivas.

De adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas
y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo. En otros casos,
este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de las relaciones conflictivas
constantes.

¿Se puede cambiar el estilo de apego?

Sí, el apego no es inmutable ni se mantiene en la misma medida en todas las personas a


medida que el desarrollo progresa. Además, el comportamiento de todo individuo en una
relación se ve mediado por la conducta del otro. Las relaciones de amistad, laborales y de
pareja también influyen en el tipo de apego y el rol que se mantienen con las nuevas figuras
de apego.

Todo esto es necesario interpretarlo desde un prisma integrador; lo cual implica que todas las
interrelaciones que se producen desde el nacimiento hasta la edad adulta marcan el
comportamiento del momento actual. Una persona con un estilo de apego inseguro en la
infancia puede “aprender” de a las conductas de apego seguro que le proporcionan su pareja
u otras personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente
saludables. En todo caso, lo importante es desarrollar las estrategias convenientes para
generar seguridad, con los recursos que tengamos disponibles.

Actualmente existen múltiples factores psicosociales que tienen consecuencias importantes


en la formación de vínculos primarios. Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde los
cuidadores (madres/padres) trabajadores se ven obligados a dejar a sus pequeños con otras
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personas, así como la ausencia de esas otras personas para ayudar con el cuidado de los hijos
o de servicios sociales que compensen. Esto deja ver que la tarea de formar estilos de apegos
seguros compete a distintos actores, no sólo a las madres, los padres o las figuras vinculares
cercanas.

¿Cuáles son las características en un patrón de DA?

Un patrón de DA puede describirse a partir de comportamientos emitidos por una persona


que afectan directamente las relaciones interpersonales o de pareja y cuya funcionalidad
puede derivar en la obtención de atención, mantenimiento de la cercanía o evitación de ciertos
eventos amenazantes tales como una discusión o la pérdida del vínculo afectivo. Sin
embargo, las características propias de estas conductas (clínicamente relevantes) puede
observarse en varios tipos de relaciones interpersonales dependiendo del entorno social y el
vínculo que el individuo tenga con las personas significativas a su alrededor.

De hecho, las conductas típicas de un patrón de DA se observan aun en personas sin pareja,
aunque es más habitual en aquellos que emiten comportamientos encaminados a buscar el
establecimiento de relaciones amorosas. Para identificar los repertorios de comportamiento
en la DA, es fundamental evaluar las estrategias con las cuales el sujeto afronta diferentes
situaciones.

La dependencia afectiva por áreas

Área cognitiva

Este apartado describe las características cognoscitivas (de pensamiento) o sus limitaciones
y carencias de sujetos con DA. El objetivo es analizar si la persona es capaz de interpretar
adecuadamente su entorno social y hace razonamientos, inferencias y atribuciones
apropiadas, incluidas las competencias de regulación verbal. Indagar los pensamientos, las
reglas, marcos y filosofías respecto a una relación en pareja, es el objetivo fundamental en el
abordaje de esta problemática. De esta manera, es común encontrar un miedo
desproporcionado a estar solo, pensamientos de no valer nada, de no merecer amor, que la
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pareja es infiel, entre muchos otros que tienden a variar dependiendo del consultante y sus
quejas.

Según la teoría de los marcos relacionales, este estilo cognitivo surge por el aprendizaje de
relaciones y asociaciones que atribuyen características sobrevaloradas a la pareja, lo que lleva
al consultante a relacionarse en función de cómo quiere que sean los otros y no como son
realmente. Con el paso del tiempo, la preocupación excesiva por agradar y complacer a la
persona de la que se depende, se convierte en la constante que usualmente se acompaña de
una modificación conductual y reglas rígidas de comportamiento para adquirir cierto tipo de
refuerzos y asegurar la presencia del otro. El temor frente a la separación y el miedo a la
soledad, se presentan simultáneamente con pensamientos recurrentes que conducen al
desarrollo de estrategias interpersonales de control para mantener a la persona al lado, tales
como la expresión afectiva inadecuada, modificación de planes, búsqueda de atención y
expresión emocional impulsiva. De esta manera, las rumiaciones sobre posibles abandonos,
el miedo a la soledad y las conductas que debe hacer para mitigar estos pensamientos, son
los más comunes en este tipo de patrón.

Al realizar un análisis funcional del pensamiento es posible evidenciar que las personas
pueden dirigir su comportamiento por medio de las instrucciones que adquiere de su
comunidad verbal y las cuales hacen las veces de reglas que gobiernan su propia conducta.
Sin embargo, las consecuencias para las reglas establecidas pueden ser principalmente
mediadas por el otro. Este repertorio es limitante en tanto que genera una dependencia
extrema de los demás y produce insensibilidad a las consecuencias que emanan de las
acciones.

Área conductual

Como se mencionó anteriormente y vinculando el patrón de DA a un repertorio de conductas


adictivas, se pueden observar comportamientos encaminados a disponer del otro, a expresar
emociones intensas y a complacer por medio de la atención exclusiva a la pareja, dejando de
lado necesidades e intereses personales incluso de manera obsesiva, tal como podría
presentarse dentro de un trastorno obsesivo compulsivo. Esto se refleja en las conductas de
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reparación y comprobación que suelen presentar estos individuos (v. g. llamadas o mensajes
continuos, revisión de redes sociales, de objetos personales, entre otras). Estos
comportamientos suelen ser resultado de la evitación que hace la persona a establecer
contacto con sus experiencias privadas (v. g. pensamientos sobre lo que está haciendo su
pareja, ansiedad al estar solo, estados emocionales de tristeza o preocupación) y se comporta
deliberadamente para alterar, tanto la forma o frecuencia de tales experiencias, como las
condiciones que las generan. El llamado trastorno de evitación experiencial (TEE) aunque
puede resultar aparentemente efectivo a corto plazo, cuando es crónico llega a producir una
limitación en la vida personal del individuo.

Otro comportamiento habitual es la búsqueda activa de atención que asegure la permanencia


de la pareja en la relación y una posición central en la vida de esta. Regularmente, esta
búsqueda se realiza asumiendo una posición pasiva y sumisa o, en el extremo contrario,
agresiva, guardando siempre el objetivo de mantener a la pareja.

Área emocional

Esta área caracteriza las competencias de la persona para identificar estados emocionales y
afectivos en sí mismo y en los demás, así como la capacidad para relacionarlos con el
contexto. También permite relacionar las congruencias entre la situación y los parámetros
topográficos (intensidad, duración, frecuencia) de estos estados, los repertorios de
autorregulación y de expresión emocional.

Una de las características fundamentales de la DA es la inestabilidad emocional que suelen


manifestar las personas que la presentan. En sus relaciones, tienden a presentar altas y bajas
emocionales, los conflictos aumentan su frecuencia y poseen niveles más bajos de regulación
emocional. Es común que se manejen mecanismos de evitación y escape, lo que dificulta
asimilar el problema y sus consecuencias. Así mismo, manifiestan sentimientos de
inestabilidad como el rechazo, miedo, abandono, rabia, pseudosimbiosis (no estar completo
sin el otro) y culpa.
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Además, las personas con este tipo de repertorio están tristes y preocupadas la mayor parte
del tiempo y presentan un miedo irracional y desproporcionado a estar solos. Su estado de
ánimo es por tanto disfórico con tendencia a la ansiedad en los momentos en los cuales hay
alguna señal de amenaza en el contexto o un evento privado molesto. La soledad es vista en
la mayoría de casos como algo aterrador; algo a ser evitado y que podría explicar muchos de
los comportamientos orientados a lograr mantener una pareja o un apoyo social constante.

Finalmente, otra manifestación emocional común en la DA son los celos obsesivos resultado
de factores como el miedo a la pérdida, sensaciones de inseguridad y sospecha constante
sobre el comportamiento de la pareja y quienes le rodean. Sin embargo, a diferencia de la
dependencia, los celos patológicos por lo general parecen infundados, irrazonables y poco
realistas. De ahí que posean una gran carga cognitiva que genera un malestar significativo.

Interacción social

Es de resaltar que las personas con DA presentan cierto déficit en sus habilidades sociales.
El poco contacto con sus experiencias y con contingencias directas ante la toma de
decisiones, solución de problemas o regulación emocional, impide que desarrollen una
adecuada asertividad. Además, su demanda de atención hacia otra persona sobrepasa los
límites de los otros y pueden verbalizar su necesidad sin importarles demasiado la situación
o las circunstancias, mostrando así falta de empatía.

Autocontrol y solución de problemas

Según la literatura, las personas con un patrón de DA poseen un locus de control externo, es
decir, tienen la percepción de que los eventos ocurren como resultado del azar, el destino, la
suerte o el poder y decisiones de otros.

Sumado a ello, en estos consultantes existe una marcada dificultad en el arreglo de


contingencias con el fin de controlar el propio comportamiento. De esta manera, es usual que
sus conductas estén encaminadas a conseguir beneficios a corto plazo (como reducir su
ansiedad al llamar a su pareja), en vez de otro tipo de actividades a largo plazo que pueden
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fortalecer la relación. En una persona con un patrón de DA, las conductas en relación a su
pareja serían inmediatamente reforzadas tanto negativamente, por el alivio o respuesta que
obtiene de ella, como positivamente por la derivación de estar haciendo lo correcto. Así, el
comportamiento de estas personas sería una acción dirigida a la evitación del malestar, a
reducir las ganas de estar con la pareja o al control del deseo o la incomodidad social que
puede suponer el no tener una relación.

Una propuesta de intervención

Como se ha descrito a través del texto, las conductas de dependencia se inician y se mantienen
por complejas interacciones entre el contexto, la conducta y sus consecuencias, requiriendo
igualmente de un abordaje multifactorial, donde se tengan en cuenta aspectos biológicos,
conductuales y sociales.

Desde una perspectiva conductual, la intervención psicológica se plantea como un proceso


de aprendizaje cuyo objetivo fundamental es la mejora del comporta- miento de las personas
que buscan ayuda para sus problemas.

A continuación, se exponen algunas estrategias sugeridas desde el análisis del


comportamiento y las nuevas terapias de tercera generación. Cabe aclarar que las técnicas
mencionadas no constituyen protocolos de intervención sino posibles estrategias que deben
adaptarse de acuerdo a las características del usuario. De igual manera y para su aplicación,
el lector deberá acudir a textos especializados que expliquen en profundidad el proceso de
implementación de cada una.

Análisis funcional y programas de reforzamiento

La metodología de análisis funcional es una es-trategia de evaluación que permite identificar


los determinantes ambientales del comportamiento y prescribe intervenciones
individualizadas que alteran directamente las condiciones en que se produce la conducta.

Actualmente, las intervenciones basadas en contingencias se enfocan en disminuir


comportamientos a través de la alteración de las condiciones antecedentes para hacer que
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estos sean menos susceptibles al refuerzo. En el caso, por ejemplo, de la búsqueda


permanente de atención, típica en la DA, es conveniente «romper» la contingencia entre el
comportamiento de la persona y sus consecuencias (extinción), reforzar conductas opuestas
a las inadecuadas y reforzar comportamientos alternativos. Así mismo, este programa de
reforzamiento habrá de ir acompañado de un entrenamiento en habilidades de comunicación,
incluyendo terapia conductual familiar y de pareja.

Entrenamiento en habilidades

El planteamiento que subyace en el Entrenamiento en habilidades sociales es que las


deficiencias en ciertas habilidades interpersonales pueden dificultar a las personas un
afrontamiento apropiado y eficaz. Los aspectos centrales de este procedimiento incluyen:
habilidades interpersonales, afrontamiento de estados cognitivo-emocionales, afrontamiento
de eventos vitales estresantes y afrontamiento de situaciones relacionadas con conductas de
dependencia. Las competencias susceptibles de abordaje incluyen afectivas-emocionales,
académicas, cognitivo-verbales, de interacción social, autocontrol, solución de problemas y
autocuidado.

Exposición y prevención de respuesta

Las técnicas denominadas exposición y prevención de respuesta en un patrón de DA estarían


orientadas a reducir la reactividad a las señales mediante procedimientos de control estimular
y de exposición. La intervención consiste en la exposición repetida a señales o estímulos
(como pensamientos, emociones, sensaciones, o situaciones contextuales) en ausencia de
conductas (que impliquen acceder a la pareja, llamar su atención u obtener verbalizaciones y
expresiones emocionales), con la consiguiente extinción de las respuestas condicionadas.

Terapia de aceptación y compromiso

Como se mencionó con anterioridad, en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) se


examinan los problemas psicológicos a la luz de las prácticas sociales, específicamente, de
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las reglas que circulan en la comunidad verbal y que gobiernan mal adaptativamente la
conducta de los individuos.

Como alternativa a la evitación experiencial, ACT plantea la aceptación psicológica, es decir,


el estar dispuesto a aceptar las sensaciones y pensamientos problemáticos. En los casos de
DA, las numerosas formas de responder a los signos de malestar o de sufrimiento, conforman
una clase funcional –una operante– reforzada positiva (por hacer lo que uno cree que es
correcto) y negativamente (porque de modo inmediato reduce en parte el malestar, la duda o
el sufrimiento emocional)

Terapias conductuales de pareja

A través de la terapia conductual de pareja se busca no solo el cambio en el comportamiento


de la persona sino además, que esta acepte el comportamiento de su compañero(a).

Así, la intervención se estructura en torno a tres cuestiones fundamentales: discusión de


situaciones generales y específicas en torno a los comportamientos típicos de la dependencia;
situaciones en las que han surgido dificultades relacionadas con la dependencia y han sido
resueltas con éxito y situaciones que se podrían llamar positivas. Así mismo emplea
elementos de aceptación (propios de la terapia de aceptación y compromiso) y entrenamiento
en habilidades sociales.

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