El Rey en Sombras - Shelly Kengar
El Rey en Sombras - Shelly Kengar
El Rey en Sombras - Shelly Kengar
Shelly Kengar
NOTA AUTORA
Querido/os Lector/es
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©shellykengar
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio,
electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier
sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del
propietario del copyright. Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido
con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres,
hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la
imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Kayda
Los ojos cansados de mi padre oprimen mi alma, permanece tumbado en
la cama de su dormitorio y como cada noche yo lo observo sentada junto a
su lecho. Kenichi Shinoda es el jefe de la yakuza o lo que nosotros
nombramos como Kumicho. La familia de Shinoda lleva años formando
parte de la yakuza y son muy influyentes en Tokio y dentro de toda la
organización.
Su respiración es pausada y mis ojos se hipnotizan con el subir y bajar de
su pecho cubierto por las sábanas.
La preocupación se respira en toda la casa por el estado de salud de mi
padre, pasó de estar perfectamente a tener problemas graves de salud. Los
médicos no dan con lo que ocasiona sus complicaciones respiratorias.
Sospecho que el empeoramiento de la salud de Shinoda no es algo
fortuito; sin embargo, mis dudas no han sido bien recibidas por la familia.
Mi madre, Hana Sumiyoshi, mostró su desacuerdo absoluto al explicarle
mis inquietudes.
A espaldas de mi madre, tengo personas montando guardia en la puerta
de su dormitorio, no pienso permitir que nadie con malas intenciones se
aproxime a Kenichi.
—Yōjo. — Su voz apenas es un susurro.
—Yōfu, no hables, no debes alterarte— aconsejo posando mi mano sobre
la suya.
—Necesito que busques a Fudo. —Pide y su pecho se acelera, la angustia
se hace visible en su rostro.
Hablar le supone un esfuerzo demasiado grande.
—Yōfu, por favor —ruego y trago el nudo que obstruye mi garganta,
reprimiendo las lágrimas que luchan por salir.
—Escúchame con atención, está en España, búscalo, Fudo es mi hijo,
necesito verlo antes de morir —confiesa alterado y le sobreviene un
repentino ataque de tos.
La idea de perderlo hace que experimente una sensación de asfixia
mezclada con vértigo.
Shinoda no es mi padre biológico, me adoptó con ocho años, aun así, es
el único que he conocido. Nuestra relación padre e hija fue amor a primera
vista, lástima que no sucediese de igual manera con Hana, mi madre, su
esposa. Su carácter introvertido y su frialdad han sido constantes en nuestra
relación.
En cambio, con mi hermana, Yasu, todo es diferente, a pesar de que no
compartimos lazos sanguíneos, no hay hermanas más unidas en todo Japón.
Hana siempre se ha comportado como la esposa perfecta y por
consiguiente madre ejemplar de cara a los ojos de toda la familia y
amistades. En realidad, su carácter poco amoroso nos ha afectado tanto a mí
como a Yasu.
En ocasiones he percibido en su mirada el desprecio, quizás porque a
pesar de mi educación arraigada en las costumbres de mi país, siempre he
mostrado ese punto rebelde, el ansia de cambiar la posición de las mujeres
en la organización. La Yakuza surgió hace 300 años, tiene gran importancia
dentro de la sociedad japonesa con el suficiente poder para influir en las
decisiones relevantes para el sistema político. Sus acciones están marcadas
por un código de honor, cualquier miembro que viole esas reglas es
castigado y en el mejor de los casos desterrado. Las familias o clanes de la
mafia japonesa son patriarcales y los altos rangos están prohibidos para las
mujeres.
Desde que era una adolescente, mi interés por las artes marciales y el
manejo de la catana marcaron mi juventud… Mi padre me apoyó y animó a
esforzarme cada vez más, sin embargo, mi madre lanzaba críticas machistas
sobre mí, cuando no andaba cerca Kenichi, por supuesto.
One
Regreso a mi habitación y resisto las ganas de cerrar la puerta a mis
espaldas con un fuerte golpe. No, porque despertaría a toda la puta casa,
pero no me faltan ganas.
¿Desde cuándo mi hermanita se escabulle vestida de Ninja en mitad de la
noche? ¿Y por qué cojones nadie la vigila? Kayda es sinónimo de peligro,
no solo para el resto de las personas, sino principalmente para sí misma.
—Loca— siseo al aire.
Paso una de mis manos por mi cabello en un intento de recuperar una
calma que brilla por su ausencia. Porque el demonio que vive en mi interior
está a dos finas capas de sobresalir y arrasar con todo lo que encuentre a mi
paso.
Las terribles ganas de apretar el cuello de mi dragona y acabar con mi
sufrimiento cosquillean en mis manos, lástima que no solo esas ganas son
las que me mantienen en este estado, sino las de follarla hasta que pierda el
sentido, hacerla mía como he imaginado mil veces en mi cabeza desde que
apareció en la puerta de mi casa.
Después de pasear por mi habitación como un tigre enjaulado, decido
darme una ducha fría, para bajar la dura erección que se niega a olvidar la
lengua rosada de Kayda rozando mi boca.
«¡Dios!, imprudente, osada, altanera». Tengo un repertorio bastante
amplio en mi cabeza, para describir a mi hermanastra.
El agua helada no merma mi rebelde verga, pero logra que pueda irme a
la cama con la seguridad que no traspasaré el umbral de mi puerta
lanzándome en busca de la culpable de esta tensión sexual que recorre cada
célula de mi sistema.
Capítulo 12
One
Al despuntar el alba ya me encuentro vestido y revoloteando por la
cocina de la casa, ante la mirada expiatoria de Chihiro, esa mujer me
produce estupor. Parece una rata, con los ojos siempre alerta y sus
movimientos sigilosos. No es extraño que sea el chivo expiatorio de Hana
Sumiyoshi, son tal para cual.
El personal de la casa se esmera en preparar todo para el desayuno, una
de las sirvientas se acerca a mí con una bandeja en la que trae una taza
humeante. De nuevo la cojo y disimulo aproximándola a mis labios,
imitando el acto de beber, aunque no lo hago.
Por el rabillo del ojo detecto a Chihiro embelesada observándome, lo
cual provoca que mis sospechas crezcan.
¿Qué tan interesada está en que beba?
Al percatarse de que la miro se apresura a desaparecer con rapidez.
—Señor Shinoda―La interrupción de Kimura es la excusa perfecta para
dejar abandonada la taza de café sin levantar sospechas.
—Kimura, nada de señor, One está bien— corrijo.
—Está bien, One. Tengo listos a los hombres que le acompañaran al
centro de la ciudad―informa de manera formal.
—De acuerdo— asiento y toda mi atención se desvía a la persona que
acaba de entrar en la sala.
A veces creo que mi hermanastra tiene una luz interna que me atrae como
si en realidad yo fuera una polilla. Viste de negro, enfundada en su habitual
mono de licra que se adhiere con una segunda piel a su cuerpo. No es una
mujer exuberante, por el contrario, su delgadez inspira fragilidad. Nada más
lejos de la realidad.
Kayda Tanaka es la mujer más fuerte con la que he tropezado.
Su cabello recogido en su típico moño que descansa en su nuca me
molesta, porque me gusta verlo caer por su espalda e imagino entrelazar mis
dedos con sus largos mechones.
Destierro mis pensamientos a mi subconsciente porque están tomando un
rumbo que no me conviene. Una vez más mi polla se queja en el interior de
mis pantalones, porque solo con verla ya se pone en alza.
—Buenos días, Kimura— Saluda Kayda a su superior.
Decido ignorarla para calmar la calentura que de nuevo nace en mis
entrañas.
‹‹No vamos bien, nada bien››, advierte mi conciencia y como siempre
tiene razón.
Este deseo prohibido por mi hermanastra es un potenciador de dolores de
cabeza, ya noto cierta punzada palpitante en mi sien. Coloco dos dedos de
mi mano sobre el puente de mi nariz y pinzo en un intento de recuperar mi
sosiego.
—¿Listo, hermanito? — pregunta en mi dirección y levanto la cabeza
como un resorte arqueando mis cejas.
—¿Para qué? —contesto sin saber bien a que se refiere.
—Para irnos— dice con seguridad.
—No necesito tu compañía, así que, hasta luego, hermanita— proclamo
dispuesto dándome media vuelta a abandonar la casa.
Perderla de vista durante unas horas es lo que necesito para recuperar mi
control y apaciguar mis ganas. Las que cada minuto, cada hora que pasan,
crecen a pasos agigantados.
‹‹ ¿Hasta cuándo? ››, interroga mi sentido común.
—One, la señorita, forma parte de su guardia— aclara Kimura
rompiendo el ambiente tenso que se ha instalado en la sala en segundos.
‹‹Mierda, no podía ser tan sencillo››, pienso.
—Cámbiala— ordeno sin girarme.
—Señor, disculpe, pero es uno de mis mejores activos en la alta guardia
— añade Kimura incómodo.
—No lo dudo, pero no necesito a los mejores — insisto.
—Kimura, déjalo, yo me ocupo— aconseja Kayda despidiendo al jefe de
la alta guardia que no duda en retirarse.
De nuevo solos, no me queda otra opción que enfrentarla, por lo que me
doy la vuelta y la miro con reprobación.
—No me gustas, no te gusto, lo tenemos claro. Pero proteger a la familia
Shinoda es mi trabajo y no voy a permitir que te inmiscuyas— anuncia con
las manos colocadas en su cintura.
Recorro con mis ojos su figura de arriba abajo, me detengo más de lo
normal en la empuñadura de la Shodai que asoma por su hombro izquierdo.
—Lo tienes claro, parece. Aunque permíteme que dude de tus palabras
―digo dando dos zancadas recortando la distancia que nos separa.
Kayda da un paso atrás retrocediendo ante mi cercanía, pero mis manos
rodean su cintura y pego mi cuerpo al suyo sin darle oportunidad de huir.
—Ahora, dime que no te gusto mirándome a los ojos— exijo.
No son necesarias palabras porque el deseo está impreso en sus pupilas,
puedo verlo y sentirlo en el leve temblor de su cuerpo pegado al mío. Mi
aliento roza su boca y ella la entreabre de forma involuntaria. El palpitar
acelerado de su corazón golpea mi pecho delatándola.
—No te oigo, hermanita— insisto presionando mis manos en el arco
donde finaliza su espalda y empieza su trasero.
—Eres un cabronazo— sisea apretando con fuerza los dientes.
Que se ensucie su boca con palabras malsonantes no es lo que se puede
esperar de una joven japonesa de buena familia, pero con Kayda nada es lo
que se espera. Mi hermanastra habitualmente desafía las normas de la
sociedad, ella tiene su propio código de conducta. Característica que
consigue divertirme y enfadarme al mismo tiempo.
—No, pequeña, no lo soy. Soy un demonio vil que vive en su propio
infierno y tú pareces tentar la suerte para arder en mis llamas— anuncio
acariciando su barbilla con la punta de mi lengua. Le robo un gemido que
enaltece la tirantez que golpea la pletina de mi pantalón ansiosa por
empalarla hasta partirla.
Kayda
Con ocho años fui una niña tímida, encerrada en mí misma, repleta de la
soledad de no conocer a mis padres. Pero entonces Kenichi me acogió como
su hija, desde el primer momento lo amé y respeté y él me otorgó el mismo
cariño que a Yasu. A pesar de que por mis venas no corre la misma sangre.
Tumbada sobre la cama, me deleito en la mejor experiencia sexual que he
tenido hasta la fecha. No es que cuente con muchas, pero sin duda, esta ha
sido la mejor. A mi lado, desnudo, boca abajo, se encuentra One. Mis ojos
no se cansan de reparar cada curva de su cuerpo.
La culpabilidad no hace acto de presencia, aunque enredarme con mi
hermanastro no está bien, aun así, me siento satisfecha porque este deseo
insano me ha perseguido desde el primer momento que nuestras miradas se
cruzaron.
Por la ventana se cuelan los primeros rayos de luz del sol, aviso de que
debo abandonar la habitación para no toparme con nadie de la casa. Me
apresuro a ponerme de pie, sin embargo, casi he alcanzado el suelo cuando
soy arrastrada literalmente a la cama.
—¿Dónde crees que vas?
La voz gruesa de One eriza hasta el último pelo de mi cuerpo, su cuerpo
inmoviliza el mío y su rostro queda pocos centímetros de la mía.
Mirarlo a los ojos significa perderte en ellos.
—Vuelvo a mi habitación— respondo forcejeando para liberarme de su
abrazo.
—No he acabado contigo, dragona— proclama abalanzando su boca
sobre la mía, sumergiéndonos en un beso intenso que reaviva mis ganas.
Rodeo su cuello con mis manos, rindiéndome a la pasión enfermiza que
se adueña de nuestras almas. Una de sus manos se coloca en zona sensible y
dos de sus dedos en forma de uve abren mis pliegues para juguetear con mi
clítoris que los baña en la humedad que desprende.
«Dios, este hombre es insaciable». La frase se dibuja en mi mente.
Abro más las piernas y me contoneo dándole pleno acceso a que sus
dedos sigan masturbándome. Siento que no lo tengo lo suficiente cerca y
pego mi pecho al suyo buscando el filo de su barbilla mordiéndolo. La
mano que tenía en mi interior la lleva a mi espalda acariciándome mientras
su boca devora mi cuello.
—Me enciendes maldita —susurra contra mi mejilla.
Desconozco si lo prendo de la misma forma que él a mí, pero juntos
ardemos en caricias que me tienen rozando el clímax.
—No pares— gimo pegada a su cuello.
—Voy a partirte, dragona— exclama y abro las piernas al máximo,
facilitándole la entrada a su polla que se introduce en mi canal llenándome.
Casi consigue que me corra nada más penetrarme y contoneo mis caderas
alzando mi pelvis para que me ensarte hasta el fondo.
Se viene contra mí entrelazando sus dedos en mi cabello mientras no dejo
de moverme al compás de sus embestidas. Mi epicentro arde en llamas,
preparándose para lo que se avecina, tocando su pelvis contra la mía, mi
pecho contra el suyo. Entre el gimoteo desesperado que lo aviva para que
siga, no se detenga, no cambie el ritmo…
Abro la boca evitando morderme el labio inferior del gusto que
experimento al sentirme atravesada por su enorme polla que pone a danzar
mis caderas con frenesí.
Las manos de One separan mis glúteos para allanar su última embestida,
segundos después alcanzo el orgasmo inminente desatando una mezcla de
fluidos que empapa las sábanas.
Capítulo 18
Kayda
A duras penas logro escabullirme a mi habitación, porque One no se
cansa. Las ansias sexuales de este hombre son enormes, si por él fuera me
mantendría como una esclava en su cama.
Las mariposas bailan en mi estómago, es como si flotara en un sueño
adolescente. Mi cabeza intenta advertirme que soñar despierta es un error,
sin embargo, la ignoro.
Me visto con mi habitual mono negro y coloco mi Shodai en mi espalda.
Tengo trabajo por hacer como comprobar el estado del consejero y
averiguar quién exactamente se atrevió a atacar a un alto miembro de la
yakuza.
Siento un raro cosquilleo en la boca de mi estómago ante la anticipación
de encontrarme de nuevo con One. Repito en mi mente que debo mantener
la calma, no puedo delatarme. Que alguien descubra que follamos sería una
catástrofe, porque mi familia ama las tradiciones y a ojos del mundo somos
hermanos, aunque no compartamos sangre. Mi madre moriría por catarsis si
llegará a sospechar y mi prometido enloquecería ante la ofensa. Por lo que
me juego demasiado. Un baño de sangre en casa es lo menos que nos hace
falta en estos momentos.
Paso por la cocina antes de abordar el salón y mientras doy un largo
sorbo al café un grito provoca que me atragante. Un inminente ataque de tos
me domina junto con el miedo de que mi sucio secreto haya salido a la luz.
El servicio corretea nervioso ante la ruidosa actividad de la casa.
Me apresuro a correr hacia el salón a pesar del terror que recorre cada
célula de mi cuerpo y cuando llego mi madre permanece arrodillada,
llorando mientras el médico personal de la familia, el señor Okinahoa
intenta consolarla.
Chihiro no se separa de mi madre, aunque por su inexpresiva cara poco
puedo averiguar.
—¿Qué sucede? — pregunto arriesgándome a pesar de mis temores.
Desvío mis ojos al pasillo por donde aparece Kimura con la cabeza gacha
y mis peores pesadillas llaman a mi puerta.
—¿Qué sucede? — insisto alzando la voz, me encuentro al borde de
perder mis nervios. Porque mi intuición me chilla el inminente final, aunque
no quiera asumirlo.
—¡Murió, Kenichi murió! — contesta Hana entre sollozos sin alzarse del
suelo.
La realidad penetra en mi cerebro punzando como un puñal enterrado y
mis rodillas flaquean, hincándome en el suelo con la mirada perdida en mi
dolor.
—¡Me lo mataron, me lo mataron! — susurro con las lágrimas brotando
de mis ojos abiertos de par en par.
—Calla, insensata— reprende Hana apoyándose en la mano del médico
para incorporarse. ―Kimura llévatela de aquí— ordena fuera de sí.
El jefe de la alta guardia me sujeta de uno de mis brazos y me apoyo en
él, por qué casi no puedo caminar, mi cerebro se niega a accionar mi
cuerpo. Hago un esfuerzo y juntos abandonamos la sala.
—Llévame con él— susurro entre sollozos.
—Kayda, no es recomendable— aconseja Kimura apenado.
Sé que él también tenía en una alta estima al Kumicho de la yakuza,
porque lleva muchos años sirviendo a su lado, cuidando de su seguridad.
—Necesito…— y me rompo cayendo de nuevo al suelo, envuelta en un
llanto desgarrador.
El peso que se ha instalado en mi pecho desde que recibí la noticia
amenaza con ahogarme en mi propio sufrimiento. En ocasiones, a pesar de
que todos los indicios que te rodean indican que el final es inminente,
nuestra alma se aferra a la esperanza. Razón por la cual a pesar de que sabía
bien el grave estado de mi padre, nunca barajé la posibilidad de la pérdida.
Pérdida que ahora me está asfixiando.
—Kayda, levántate―La gruesa voz de mi hermano me obliga a encararlo
y verlo impasible, como siempre. Ya no queda rastro del amante fogoso con
el que he compartido una noche de sexo duro y satisfactorio.
La culpabilidad se une al dolor y aprieta más la losa que tengo sobre los
hombros.
‹‹Porque mientras yo disfrutaba mi padre se moría, solo…››
—¿Qué haces aquí? Lárgate, ya no tienes nada que hacer aquí—
reprocho con la bilis que tengo atorada en mi garganta.
One, una vez más no se inmuta, este hombre es de acero.
Se aproxima y Kimura se aparta, confiando en los actos de mi hermano.
Agarra mis brazos y me obliga a ponerme en pie, pataleo y en alguno de
mis movimientos alcanzo a golpear su espinilla, pero ni con esas su
semblante duro como una roca se contrae.
—Déjame— grito fuera de mí.
One consigue inmovilizarme colocando dos dedos entre mi yugular y mi
clavícula y todo a mi alrededor se vuelve oscuridad.
One
Su belleza es subyugante, sentado al lado de su cama, no puedo dejar de
apreciar sus rasgos, porque lejos de parecer un ángel es una fiera.
Siempre me gustaron más los malos que los buenos, razón por la cual mi
hermanastra me atrae generando un deseo insano en mí. Después de
inmovilizarla con una de mis técnicas, el médico de la familia le ha
inyectado un calmante. La muerte de Kenichi ha sido para ella un golpe de
máxima magnitud.
El desenlace del que fue mi padre biológico era una muerte anunciada, lo
supe desde el primer momento en el que lo vi y él también lo sabía.
No siento pena ni dolor, aunque suene cruel, en definitiva, tan solo la
sangre es lo que teníamos en común. Aunque Kenichi Shinoda lo intentó, su
ahínco en recuperar a su hijo perdido resultaba admirable. Lástima que yo
nunca quise ser ese vástago adorado. Yo ya contaba con un padre recto,
autoritario y al mismo tiempo amoroso. El doctor concentró todos sus
esfuerzos en mi educación, su anhelo de que me convirtiera en un hombre
de provecho lo dejó claro desde principio. Sin embargo, poco pudo hacer
con un demonio como yo. Y lo poco bueno que había en mí se esfumó con
su repentina muerte.
Tras las puertas de la habitación se escucha el ir y venir del personal del
servicio, me resisto a salir, porque sigo divagando cuál será mi próximo
movimiento. Barajo varias opciones, la primera embarcarme en el primer
vuelo que despegue con rumbo a España.
Pinzo con mis dedos el puente de mi nariz, cansado de los mil
pensamientos y maquinaciones que borbotean en mi cerebro. Necesito
mantener la cabeza fría y elegir la opción más beneficiosa para mí. Porque
sigo siendo un puto egoísta, lo sé, soy consciente. No estoy aquí para ser el
caballero andante de nadie, ni el héroe, ni siquiera para mi dragona. Espero
que ella nunca me vea de esa manera, porque la decepción sería enorme. Mi
intención era hallar al maestro, sin embargo, el tiempo no ha jugado a mi
favor. Aun así, esa sigue siendo mi meta principal.
El maestro Tanaka es la solución para la seguridad de las hermanas
Shinoda.
Decido dejar sola a Kayda, no despertará en menos de dos horas y ha
llegado el momento de hacer acto de presencia en el salón.
Mi móvil suena mientras abandono la habitación, descuelgo sin mirar.
—One, tío, ¿Qué tal van tus dotes de galán? — se jacta Uriel.
—No vas a conseguir que te repita por enésima vez que no vine aquí a
ligar―me reitero frotando mi frente con una de mis manos.
—Pues entonces, ¿cuándo vuelves? — insiste Uriel.
—Pronto. ―aseguro—Mantén tus nervios a raya, hermano. —Finalizo
dando por terminada la llamada.
Uriel desarrolló un vínculo con Félix y conmigo que nació en la cárcel, y
lo empuja a tenernos controlados cada cierto tiempo. Diez años no han sido
suficientes para convencer a mi amigo que soy una persona incontrolable.
Atravieso el umbral del salón principal topándome un overbooking total,
Hana permanece rodeada con un pañuelo en la mano, secándose las
lágrimas.No sé por qué me aborda la sensación de que las lágrimas de la
viuda de Kenichi tienen más de cocodrilo que de otra cosa.
Su mirada despreciativa se posa en mí y yo la ignoro.
Un hombre bajito y regordete, ataviado con un traje negro, se aproxima a
mi posición.
—Siento mucho la pérdida, Fudo. Aunque no nos conocemos, era muy
amigo de tu padre. Soy Hideaki Nishimura, Kenji es amigo mío, de
momento estoy realizando sus funciones como consejero mientras que se
recupera de sus heridas. Él me habló de ti―aclara.
No muestro interés por su charla, aunque disimulo mientras disecciono a
cada una de las personas que han llegado para dar el pésame a la familia. El
murmullo de gente me empuja a mirar hacia la entrada para ver quién o
quiénes son los causantes de tal expectación.
Ichiro hace su entrada triunfal dos pasos más tras de un hombre vestido
todo de negro con un séquito inusual de seguridad que los precede a ambos
sin dejar ni una grieta para que nadie se le acerque. Centro mi atención en el
tipo que acompaña al idiota del prometido de mi hermanastra.
Cada vez que lo veo se revuelven mis tripas lo detesto y no lo disimulo.
La cantidad de lameculos se aglomera frente a los recién llegados.
Sospecho que el padre Ichiro es quien lo acompaña, por lo tanto, alguien
demasiado importante dentro de los clanes de la yakuza. Aún no he tenido
oportunidad de verle la cara a mi tío.
Tomo una bocanada de aire cargándome de paciencia, porque estás
pantomimas, no van conmigo. Empiezo a moverme con sigilo por la sala en
un loco intento de pasar desapercibido. De momento lo consigo, ya que la
atención la acaparan Ichiro y su padre.Casi he alcanzado el pasillo para
escabullirme junto a Kayda, pero el tono irritante de Ichiro detiene mis
pasos.
—¡Primo!
‹‹Rata››, sisea mi mente.
Sopeso la acción de ignorarlo, sin embargo, frente a la familia sería un
acto demasiado arriesgado incluso para mí. Ya soy el entretenimiento de las
muchas conversaciones de la estancia y no me apetece convertirme en la
diana de los cincuenta ojos críticos que me observan. Así que me volteo con
lentitud y lo enfrento con semblante gélido.
—No conoces a mi padre, tu tío ―observa haciéndose a un lado para que
quede frente a Akiro Shinoda.
La sensación de vértigo se apodera de mi cuerpo, experimento un dejavú
al mirar de frente al hermano de mi difunto padre. Él me observa con
detenimiento, sus manos las mantiene detrás de su espalda, luce de negro de
cabeza a pies.
«No puede ser…», grita mi consciencia.
Todo en mi tío denota poder, supremacía, arrogancia y seguridad. Ya noté
todas esas cualidades quince años atrás.La ira del demonio que vive en mi
interior empieza a despertarse, transmitiendo ciertas corrientes a mis venas.
Cierro mis manos en puños de manera involuntaria e inhalo con suavidad
en un intento de reprimirme.
‹‹Es él estoy seguro››.
Nunca podré olvidar su rostro mientras degollaba a mi padre adoptivo
ante mis ojos.
—Sobrino, me alegra verte a pesar de las circunstancias. — Sus palabras
están desprovistas de emoción, más bien sarcasmo, pero uno que solo yo
percibo.
Ante todos actúa como el perfecto y abnegado familiar.
Inhalo.
Exhalo.
La templanza aflora en mí de nuevo y entorno mis ojos con deliberación.
—Para mí también es un placer volver a verte— contesto y la palabra
“volver” solo la escuchamos los dos, para el resto de presentes pasa
desapercibida incluso para el idiota de Ichiro.
Capítulo 19
Kayda
Despierto tumbada en mi cama, la cabeza embotada, tengo la sensación
de haberme bebido un bidón repleto de sake, pero sé que no es así. Me
incorporo y apoyo la espalda contra el cabezal. Observo mis piernas
enfundadas en mi habitual mono. Y entonces los recuerdos emergen de mi
turbia mente como un torrente de agua.
Paso ambas manos por mi cara y trago intentando que el nudo que se
forma en mi garganta al recordar la cruda realidad desaparezca, pero resulta
inútil.
—Kenichi, murió—susurro en la soledad de mi cuarto.
Y decirlo de nuevo en voz alta rompe mi corazón en mil pedazos. Porque
el amor que he recibido durante toda mi infancia, juventud y época adulta
por parte de mi padre adoptivo nadie lo reemplazará jamás. Escucho
alboroto fuera y resignada me pongo en pie. Nunca se me dio bien
esconderme, no pega con mi naturaleza.Los problemas y las penas se deben
afrontar, lo aprendí de Kenichi.
De repente mi mente evoca la imagen de mi hermana, tengo que avisarla,
desconozco si mi madre la informó. Ella está estudiando en Estados Unidos,
si no se apresura acoger vuelo no podrá asistir al sepelio de nuestro padre.
Marco su número en mi móvil y al primer tono descuelga.
—Imoto.
La voz estrangulada de Yasu certifica que sabe que nuestro padre murió,
y un peso enorme desaparece de mi alma.
—Yasu, tengo tantas ganas de abrazarte —confieso reprimiendo las
lágrimas.
—Ya estoy en el aeropuerto, pronto Imoto, pronto— asegura.
—Está bien, envíame un mensaje y Kimura irá a recogerte, porque no
creo que pueda ausentarme de aquí— informo preocupada.
—Tranquila, hermana. Te envío el mensaje en cuanto lo sepa. Te quiero
Kayda. — se despide y solo cuando cuelgo respiro de nuevo.
La rabia y la impotencia arrasan entremezclándose con el dolor de la
pérdida. Porque me lo mataron, me da igual que nadie me crea, tengo la
seguridad aplastante que a Kenichi Shinoda lo asesinaron y aunque me
cueste la vida voy a acabar con los responsables.Coloco la mano en la
perilla de la puerta y abro con decisión para enfrentarme al clan, a mi madre
o quien se me ponga por delante.
Salgo al pasillo y me doy de bruces con Ichiro que se abalanza sobre mí
abrazándome si darme tiempo a la reacción. A pesar del hastío que provoca
su contacto con mi cuerpo, disimulo, porque no es lugar ni momento de
reclamarle que no me toque.
—Lo siento tanto, mi amor— exclama estrellándome contra su pecho.
Hasta el perfume me asquea y ahora mismo tengo la nariz impregnada de
ese aroma afrutado y empalagoso que utiliza.
—Gracias— siseo por cortesía.
Coloca sus manos en mis hombros y me insta a caminar hacia el salón
principal donde se aglomeran todos los representantes de los clanes
familiares de la yakuza. Saludo y acepto el pésame de todos y cada uno de
ellos e Ichiro sigue con las manos en mis hombros, gesto que me cansa,
aunque lo tolero.
Entre la multitud mis ojos se cruzan durante unos segundos con One y mi
pulso se detiene, siempre perfecto, vestido de negro, con su cabello
perfecto. Él se apresura a retirar sus ojos de mí, percibo cierta molestia.Está
en un rincón de la sala hablando con Hideaki Nishimura. Entierro mi enojo
y me ocncentro en la conversación en la cual me encuentro con varios
miembros de la familia. Porque a pesar de que ignorarnos es lo correcto,
verlo tan metido en su papel logra desestabilizarme.
One
Mi cabeza es una olla a presión, Hideaki Nishimura habla y habla y no
logro retener nada de lo que explica. Mi atención se concentra en mi
enemigo, el afán de venganza lo retengo entre los muros de contención,
porque reencontrarme de nuevo con el asesino de mis padres desestabiliza
mi cordura. Para más inri acaba de aparecer en escena Kayda acompañada
por el perro de su prometido, el cual no le quita las manos de encima.
No debería importarme, sin embargo, lo hace, alimentando las ganas de
asesinar al padre y al hijo, por razones diferentes, pero a fin de cuentas
matarlos.Retiro la mirada de mi dragona para seguir en mi empeño de
estudiar a Akiro Shinoda.
Todos lo veneran como un puto dios, y yo lo odio como el diablo que es
y que nadie sabe. Porque hay que ser muy hijo de perra para culpar al hijo
de tu hermano de la muerte de sus padres adoptivos.
Ansias de poder, las vislumbro en sus pupilas cada vez que se aproximan
a él cualquier miembro de los clanes.
Mi cabeza cavila mil y una estrategias para clavarle el puñal donde más
le duela y casi ya tengo el hilo trenzado para llevar a cabo mi venganza. En
ocasiones el preludio a la muerte es peor, el camino hasta llegar al fin de tus
días se convierte en un escabroso camino repleto de espinas. Soy el
ejecutor, pero también el precursor, y finalmente seré su verdugo.
«La vida de Akiro Shinoda va a estar en mis manos y no va a ser fácil».
Mi concentración en estudiar de manera exhaustiva a mi tío provoca que
no me percate de la pareja que acaba de aproximarse a mi posición.
—Kayda, cariño, cuanto lo siento— exclama Hideaki que aún permanece
a mi lado a pesar de que lo he ignorado la mayor parte del tiempo.
Concentro mi atención en el abrazo que le brinda el consejero en
funciones a mi dragona. Las oscuras sombras bajo sus ojos adornan su
demacrado rostro, la tristeza que se adueña de su mirada es un pellizco en
mi alma. Me reprendo por esos sentimientos que no tienen cabida en mí.
El pelele de Ichiro sigue con las manos en sus hombros, hablando de
manera exagerada con Hideaki.
—Es una pena enorme, la familia no solo ha perdido a uno de sus
mejores representantes, sino a su líder. — proclama Ichiro – Por suerte
pudo ver a su hijo perdido antes de morir.
La alusión a mi persona está pensada para provocarme. Alzo una de mis
cejas de forma interrogante y él corresponde una irónica sonrisa.
—Sí, por suerte, Kenichi y Fudo pudieron reencontrarse—corrobora
Hideaki.
—Bueno, primo, supongo que cuando acabe la ceremonia regresarás a
tus asuntos— da por hecho Ichiro.
—Quizás…—contesto ante la atenta atención de Kayda que sigue con
sus ojos clavados en mí.
La sorpresa dibujada en la cara del idiota de mi primo resulta demasiado
satisfactoria, aunque camuflo mis emociones ante los demás.
—Deberá esperar a la lectura del testamento— apunta Hideaki y es otro
golpe más para Ichiro.
—Si me disculpan voy a ver al difunto— interrumpe Kayda y se gira sin
mirar atrás abandonando la escena.
Ichiro muestra la tentativa para acompañarla, sin embargo, lo atravieso
con mi fulminante mirada e incómodo abandona su posición en busca de
algo o alguien.
—Fudo, aquí tendrás muchos enemigos, pero quiero hacerte saber que si
decides ocuparte de los asuntos de tu padre contarás con todo mi apoyo—
confiesa.
—¿Qué se necesita para postularse como Kumicho? — pregunto.
El semblante cargado de asombro por parte de Hideaki no se hace
esperar.
—Apoyos, dentro y fuera de los clanes. No es de mi incumbencia, pero te
advierto que tendrás un único rival, sin embargo, el más fuerte de todos.
Akiro Shinoda lleva años construyendo el puente que lo conducirá
directamente a ser el hombre más poderoso de la yakuza. ―explica con
sinceridad.
—Está bien saberlo—Me limito a comentar.
—Después del sepelio que dura con el velatorio incluido cuatro días,
deberán pasar dos días más para que comience las postulaciones a líder. —
explica, aunque no se lo he pedido. —En el primer encuentro ante los
clanes, los postulantes deberán exponer sus razones para que confíen en
ellos, sus apoyos, así como lo que aportaran durante su mandato.
—Parecen unas elecciones normales— comento y su mirada me
reprende, aunque poco me importa.
—No nos subestimes Fudo. La arrogancia te hace subestimar, lo que
puede conducirte al fracaso antes de empezar — proclama Hideaki.
—Hideaki, quizás el que me está subestimado, es usted— asevero
mirándolo fijamente.
Percibo su escrutinio buscando cualquier grieta en mi rostro, en mis ojos
que le indique que soy la ficha defectuosa del tablero. Saco pecho y
mantengo mi férrea postura porque si de algo estoy seguro en esta vida es
que nací como caballo ganador.
Capítulo 20
Kayda
Abandono el salón principal sin ni siquiera dedicarle una sola mirada a
mi madre, que sigue sumergida en el papel de viuda abnegada. Las
emociones que he retenido dentro se desatan cuando alcanzo el pasillo, las
lágrimas afloran a mis ojos y tapo mi boca con una de mis manos para no
gritar de puro dolor.Avanzo hacia la que fue la habitación de mi padre, en la
puerta siguen lo escoltas, inclinan sus cabezas ante mí y a continuación me
cuelo dentro.
Lúgubre, oscura y amarga son las sensaciones que me abordan. Cerca de
la ventana está colocada la mesa usual en cada velatorio, repleta de flores,
es la tradición. Recorto la distancia y observo hipnotizada el mortecino
rostro de Kenichi.
Noto que me falta el aire, mis manos se colocan sobre mi pecho en un
intento de calmar mi acelerada respiración.
—¡Cuánto te voy a echar de menos! — exclamo.
El silencio es el único que absorbe mi voz. Mirarlo y grabar en mi mente
su rostro para no olvidarlo jamás, es lo que quiero. Sus labios permanecen
húmedos por el agua del último momento, otra de las muchas tradiciones de
nuestra familia y los miro en un intento de convencer a mi alma que se ha
ido.
Kenichi Shinoda no solo fue un padre, fue un amigo, mi apoyo, mi ladrón
de sonrisas y el empuje para hacerme creer que era capaz de todo. Por eso
su partida me priva de tantas cosas que los sollozos desesperados se
vuelven sonoros y cayendo de rodillas, apoyo mi cuerpo en su lecho. Pierdo
la noción del tiempo a solas con mi padre cuando logro abrir de nuevo mis
ojos noto los párpados doloridos del llanto. Le dedico una triste mirada
antes de abandonar la habitación.
Al salir me espera Kimura.
—Kayda, ¿te encuentras bien? — se interesa con preocupación.
Kimura es un buen hombre y su interés por mi estado es sincero. Durante
años ha sido mi mentor y sus consejos han sido un habitual en mi día a día.
—Kimura, no te preocupes, el dolor pasará, aunque el vacío, su ausencia,
supongo que no desaparecerá nunca — digo abriendo mi corazón, porque es
lo que siento.
—Intenta descansar, realizaré la ronda como cada noche— se despide
dedicándome una mirada cargada de cariño que me reconforta.
Paso por mi habitación para cambiarme, dejando la Shodai en la cama y
colocándome un hakama, es el pantalón típico japonés, normalmente lo
usan los hombres, pero pese a su masculinidad para mí es una prenda muy
cómoda de la cual abuso. Me coloco encima del top negro deportivo una
chaqueta fina de hilo negra también y decido que dar un paso por nuestro
jardín es la medicina que necesito para calmar un poco la pena.
Me escabullo sigilosa a pesar de que la casa sigue estando repleta de
familiares, logro pasar sin ser vista y salir al patio que da acceso al puente
que atraviesa el mini estanque.
La brisa fresca de la noche provoca que abrace mi cuerpo con mis brazos
sintiendo un leve escalofrío.
Mientras ando agradezco que Ichiro no haya aparecido, es un puto dolor
de cabeza, mi prometido petulante es como un dolor de ovarios. No
entiendo por qué no me negué cuando pude a este compromiso inútil que
conseguirá atarme de por vida a alguien que detesto.
‹‹Porque es una tradición familiar y le debo respeto a la familia››, replica
mi cerebro que aplica la mayoría de las veces el sentido común que yo
misma ignoro.
Sumida en mis pensamientos, encamino mis pasos hacia el pequeño
bosque, se encuentra en la zona este del jardín. La necesidad de esconderme
es la que guía mis pies, estos se paran en seco cuando oigo unos golpes
repetitivos acompañados de unas exhalaciones.
‹‹Joder, yo vine para estar sola››, vocea mi mente.
Avanzo expectante, mi cuerpo se tensa a la defensiva e intento hacer el
mínimo ruido posible. Casi he alcanzado el lugar desde donde provienen los
golpes, me agazapo tras el tronco de un grueso árbol y miro con disimulo.
Sudo y los latidos de mi corazón se aceleran al clavar mis ojos en la
imagen que se desarrolla ante ellos. One se exhibe con el torso desnudo, y
unos pantalones de lino que descansan en sus caderas. Con ímpetu realiza
series de golpes de puño sobre el tronco del árbol, al que le está propinando
la paliza de su vida. El tatuaje del dragón que recubre su espalda en casi su
totalidad se mueve al compás de sus puñetazos.
‹‹Maldito, es todo un espectáculo devorarlo con mi mirada››
La humedad entre mis piernas me delata a pesar de la tristeza que parece
haberse esfumado con un golpe de lascivia, de deseo intenso que me acalora
y provoca que ansié acariciar de nuevo esa piel, ese cuerpo.
‹‹ ¡Para! ››, amonesta mi cabeza.
Pero es inútil porque el control de mi cuerpo ha desaparecido junto a mi
congoja.
—Deja de espiarme, hermanita.
Doy un pequeño respingo saliendo de mi estado enfebrecido, despejando
los pensamientos impuros en los que andaba fantaseando.
—Mierda— gruño dejándome ver.
Detiene su entrenamiento o lo que cojones sea, la serie de golpes que por
el sudor que recubre su torso dura más de lo que parece.Apoya su espalda
en la maltratada corteza del árbol y cruza sus brazos sobre su pecho
resaltando sus marcados pectorales.
‹‹ ¡Concéntrate, Kayda, concéntrate! ››, suplico para mí misma.
—¿Piensas quedarte parada ahí comiéndome con los ojos? — interroga
divertido.
—Capullo, arrogante —insulto dándome la vuelta ofendida por su
despotismo.
‹‹ ¡Ni que fuera el rey del universo! ››
No he dado ni dos pasos y sus brazos me agarran con fuerza obligándome
a gritar. Nuestros pechos se pegan y su aliento roza mi rostro.
‹‹ ¡Madre mía, qué calor! ››
—Suéltame— ordeno y mi voz sale demasiado débil.
Aprovechando su sujeción sobre mi cuerpo, lo gira pegando mi espalda
al tronco del árbol, recortando la poca distancia ya existente entre nuestros
cuerpos.
—Deja de decir sandeces, Kayda. No me trago tu orden, ni tus ganas de
largarte, cuando cada célula de tu cuerpo grita, el afán que me tienes—
proclama rozando sus labios con mi boca al hablar.
La fuerza de voluntad falla y más al tenerlo pegado a mí.
—Silencio, lo suponía. Y ahora te hago una pregunta, hermanita, ¿crees
que si meto mi mano entre tus bragas encontraré la verdad? — interroga
divertido y osado.
—No te atrevas— insisto en un loco intento de no perder la dignidad si
es que me queda.
Su mano se escabulle metiéndose en la cinturilla de mi pantalón sin que
nada pueda hacer para evitarlo. Hace caso omiso de mi advertencia y mete
sus dedos bañándolos en mi humedad, los saca y se los lleva a la boca para
lamerlos. Es el acto más erótico que he contemplado en la vida y me pone a
arder como un reactor de alta potencia. Vuelve a acosarme con movimientos
ágiles y es imposible reprimir el gemido de placer que emite mi garganta.
Mi cuerpo se arquea bajo sus tocamientos maestros que deshace cada
fibra al igual que la mantequilla al fuego.
—Estás mojada, dragona —Rodea mi cintura y pega su rostro a mi cuello
lamiendo la piel de la zona. —Joder… Kayda, mojada y apetecible…
Pinza mi clítoris y recibe una respuesta rápida como un rayo electrizante,
estoy ardiendo, prendida al igual que una cerilla, rozando el límite del
orgasmo.
‹‹Y ni siquiera me ha follado, solo con sus dedos›› grita mi mente.
Sus movimientos circulares me enloquecen llenándome de sensaciones
que me desbordan. Mi canal se derrite con sus toques y mi coño se prensa.
—Basta…—siseo enloquecida.
—No, cariño, estás deseando todo esto y yo muero por follarte aquí
frente a la luna, como testigos las estrellas. Porque las ganas que te tengo
crecen a cada instante— anuncia confundiéndome.
Estallo, envuelta en el orgasmo provocado por sus dedos e inclino mi
cabeza hacia atrás mientras él lame la piel expuesta de mis pechos sin
quitarme el top.
Ni pena, ni llanto, ni ausencia, ni dolor, en este preciso momento ya
puede atravesarnos un puto tornado, que ni me importa.
Su cuerpo se tensa y es lo único que ayuda a que regrese de mi estado de
levitación orgásmica.
Los miro y su índice se coloca en sus dedos a modo de silencio.
Agudiza su oído sin soltarme y otea la zona en busca de lo que sea que
acaba de escuchar.
—Kayda, regresa a tu cuarto. No salgas más de lo necesario— dice
separándose para recuperar nuestras respiraciones normales. —Obedece,
corren tiempos extraños y necesito que seas prudente. Aunque esa palabra
no esté en tu diccionario— recomienda.
—¿A qué te refieres? — pregunto extrañada.
—Ahora, no. Mañana hablamos— Y da por terminada nuestra
conversación y por supuesto nuestro escarceo.
Capítulo 21
One
La figura de Kayda se pierde en mitad de la oscuridad y no aparto mis
ojos hasta que no estoy seguro de que ha regresado a la casa. Coloco mi
mano en la protuberancia de mi pantalón, porque tengo una erección de
campeonato que logra convertir mi funesto cabreo en oscuro y denso.
A pesar de que mi intención era follarme a mi hermanita en mitad del
bosque para saciar las terribles ganas que me dominan, por algún imbécil no
ha podido ser. Presumo de estar dotado con un agudo oído y el crujir de una
rama bajo unos pies es el detonante que ha provocado que me trague mi
propio afán de sexo duro contra un árbol.Ahora solo me queda dar caza a él
o la causante de mi interrupción.
Adopto modo halcón y camino descalzo entre la hierba hasta localizar a
mi objetivo que, corretea cuál comadreja por el bosque en dirección a la
casa. Soy rápido, en comparación a mi víctima, veloz.
No tardo en alcanzarla lanzándome sobre su menudo cuerpo, caemos
ambos al suelo, rodamos como un cilindro hasta que mi espalda golpea duro
contra las raíces de un árbol frenando nuestro paseo.
—¡Suéltame, bastardo! — gruñe.
Mis manos se afanan en rodear su cuello e inmovilizar sus extremidades.
—¡Qué sorpresa!, Chihiro, ¿no? — me mofo dedicándole una sonrisa
mordaz.
Desde que la vi supe que esta mujer no era trigo limpio, a pesar de
moverse por la casa de los Shinoda como un ente omnipresente y no
despegar su oreja de la esposa de Kenichi. Su mirada oscura y su rictus
regio provocó que sospechara de ella.
One
Hoy al fin se celebrará el sepelio de Kenichi, esto ya dura demasiado. La
casa llena de gente a todas horas consigue hastiarme y no beneficia a mis
planes, por lo que ansío que todo regrese a la normalidad. Me visto tejanos
negros y camiseta dispuesto a abordar los asuntos que debo para poner en
marcha.
Abandono la casa familiar y me coloco al volante del vehículo que
alquilé, no me gusta ser controlado, ni por el personal de seguridad ni por
choferes incómodos que sean conscientes de cada uno de mis movimientos.
En primer lugar, pongo rumbo al hospital, necesito saber el estado de
Kenji, para poder sumarlo a mi causa o, por el contrario, desecharlo.
De camino marco el teléfono de Hideaki, es la hora de aferrarme a su
proposición, necesito aliados y el mismo se ofreció.
Aparco en la parte trasera del hospital, soy consciente de que no puedo
entrar sin más. No necesito que sepan que lo visité, por eso, planeo la mejor
forma de introducirme y superar el perímetro de seguridad que se despliega
en la planta donde permanece el consejero.
Entro por la puerta del personal sanitario haciendo con una uniforme de
auxiliar, coloco una mascarilla en mi boca y gorro para camuflar mejor mi
aspecto.
Paso por delante de uno de los mostradores de admisiones en el cual las
chicas están desbordadas atendiendo, con disimulo me paseo entre ella sin
que ni siquiera se fijen en mí, están demasiado estresadas con sus
quehaceres. Me hago con una tarjeta identificativa y continúo con mi
camino.
Accedo al pasillo donde se encuentra la habitación de Kenji y compruebo
que dos guardias de la organización vigilan su puerta.
Aprovecho un carrito con instrumental que diviso a unos metros de mí,
verifico a ambos lados que nadie venga y me hago con él. Es la excusa
perfecta para meterme sin sospechas en la habitación de Kenji y así lo hago.
Los hombres me miran y dan por bueno mi incursión abriendo la puerta
para que entre.
Una vez en el interior tropiezo con el cuerpo de Kenji conectado a varias
máquinas que monitorean sus constantes y una máscara de oxígeno.
Decido aproximarme, parece que sigue en coma, lo que dificulta que
pueda contar con su ayuda. Su pecho sube y baja a cada respiración,
ayudado por la mascarilla de oxígeno. Le doy una última mirada antes de
girarme para largarme, aquí no tengo nada que hacer. Por desgracia, el
consejero de la yakuza no está en condiciones de mucho.
—Fudo…— La voz rasgada provoca que me gire de nuevo mirando a
Kenji.
Sus ojos están abiertos clavados en mí con fijación.
—No hables —pido al ver como si pecho agitado va ganando intensidad
ante el esfuerzo para hablar.
—Busca a mi hija. — logra articular ―Ella te abrirá las puertas de mi
despacho y …―La tos se adueña de su garganta y la línea de las constantes
empieza a acelerarse. La máquina emite un pitido sonoro avisando del
estado.
—Kenji, ¿Qué hay en ese despacho? — interrogo a pesar de saber que no
se debe agitar.
—La información que te… —otro acceso de tos— permitirá vencer a los
enemigos de Kenichi— acaba al fin y el intenso pitido de la máquina se
eleva y resulta ensordecedor.
Señal que tomo para dar por finalizada la visita.
Asiento con la cabeza y me apresuro a salir, tengo pocos minutos antes
de que la habitación se llene de personal hospitalario. Salgo con prisa.
—¿Qué sucede? — pregunta uno de los guardias.
—El paciente tiene complicaciones respiratorias, ―respondo— voy a
avisar el médico.
Me da paso convencido por mis palabras y aprovecho para desaparecer
de la escena. No quiero poner en riesgo mi presencia.
Antes de salir del hospital me deshago del uniforme y me meto en el
coche abandonando el lugar sin mirar atrás.
‹‹Kenji no es una apuesta, tendrá suerte si supera estos días››.
La segunda parada es clara. Pongo rumbo a los suburbios del Tokio, es
hora de volver a visitar a mi amigo Tetsuo. Atravieso las puertas del club
accediendo a los dominios de líder de las Serpientes.
Bajo las gradas de dos en dos, el sitio está vacío, no como la otra noche.
«Es demasiado temprano para que haya actividad».
—Más de diez años sin saber de ti y ahora dos veces en una misma
semana —anuncia Tetsuo examinando cada uno de mis gestos.
No es tonto, ha crecido entre delincuentes y él es el peor de todos.
Presume de conocerme, aunque no lo hace, nadie en realidad es consciente
de mi verdadera naturaleza. Visualizo mis fines y cómo alcanzarlos. El
cómo no importa.
“El fin justifica los medios”, una frase que escuché hace tiempo y me
adueñé de ella haciéndola parte de mi código de actuación.
―Te echo de menos…― asevero guiñándole un ojo.
Su mirada se entorna, porque no se fía y hace bien.Cuando estamos
frente a frente se hace el silencio. Sus hombres permanecen alrededor
nuestro a la defensiva.
—¿Qué quieres? —pregunta Tetsuo impacientándose.
—Vengo a informarte que las figuras del tablero han cambiado. — La
sorpresa se ve reflejada en su semblante y sonrió para mis adentros.
‹‹Lo mejor está por llegar››
—No me gustan las adivinanzas, habla —exige mientras juguetea con el
cortapuros que sujeta entre sus dedos.
—Quiero que te alíes con el que será el nuevo líder de la yakuza —
proclamo con calma.
La estrepitosa carcajada que suelta Tetsuo inunda el lugar.
—Disculpa que me ría. ¿Se supone que serás tú quien se postule? —
recalca con sarcasmo.
No lo pienso, no lo dudo, en dos pasos rápidos, lo tengo a mi merced. Sus
hombres ni han pestañeado cuando sujeto con mi pulgar y mi índice, su
tráquea, presionando lo justo para que note la falta de aire.
En cuestión de segundos, cinco cañones de pistolas apuntan a mi cabeza,
sonrío.
—Si se mueven le parto la tráquea —advierto de espaldas a sus secuaces.
Porque ellos me superan en cantidad, pero yo soy más listo.
—Suéltalo, o te dejamos la cabeza como un colador — amenaza uno de
sus hombres.
—Pregúntate, si soy un loco imprudente o un maldito hijo del diablo. —
mis palabras están cargadas de sarcasmo—Si no bajáis las armas, vuestro
líder muere, es un segundo, solo necesito ese tiempo para cargármelo.
—Bajar las armas —ordena Tetsuo nervioso con la voz afónica por la
falta de aire.
Sus empleados dudan, a pesar de que no puedo verlos, tardan varios
minutos y por el rabillo del ojo diviso que bajan los cañones.
—Eres un maldito, habla y largarte —proclama Tetsuo y su rostro
enrojecido es la causa de mi agarre mortífero.
—Ahora hablemos seriamente. Si me traicionas mueres, si dudas mueres
y si hablas mueres. Tú y tus pandilleros deben jurarme lealtad como
próximo líder. Así que olvídate de la tríada, olvídate de los que hasta el
momento han movido los hilos, que las reglas han cambiado —anuncio ante
su cara de espanto.
Tetsuo sabe que soy muy capaz de partirle el cuello sin dudar, sin
despeinarme.
—Estás loco, soy hombre muerto si traiciono a la tríada. —Se escuda en
esa excusa.
—No me creas iluso Tetsuo, sé lo que conlleva romper lazos con la
tríada. Pero lo tengo todo planificado. Así que tú arrodíllate ante mí y yo me
encargo del resto —anuncio ante sus ojos desorbitados.
—Eres un maldito arrogante —sisea.
—No te preocupes, amigo. No tengo nada que perder y mucho que ganar.
—¡Está bien, suéltame! —solicita con la voz áspera por la falta de aire
ante la presión de mis dedos.
Antes de liberarlo de mi agarre le dedico una mirada cargada de
advertencia, porque no quiero juegos, no quiero grietas, quiero lealtad y
fidelidad hasta el final de esta maldita guerra de poder y venganza en la que
voy a embarcarme.
Akiro Shinoda pagará por todos sus crímenes, pero sobre todo por
asesinar a mis padres.
Capítulo 25
Kayda
Asomo la cabeza a la ventana y una tenue niebla cubre el amanecer. El
tiempo brumoso es una señal de que hoy no será un día fácil. Porque
despedir definitivamente a mi padre, no lo es.
Coloco el traje tradicional japonés siendo fiel a la tradición, recojo mi
cabello en una cola alta y después la enrollo en un moño, también el
peinado es algo que debo cuidar si no quiero ser la nota discordante. Porque
el sepelio será un nido de gente perteneciente a la organización e incluso
personas importantes del panorama político del país. Razón por la cual debo
mantener mi comportamiento en un perfil fiel a las tradiciones.En breve
llegará mi hermana, Kimura, ha sido el encargado de acudir al aeropuerto a
buscarla.
Hecho un ligero vistazo a mi aspecto en el espejo del armario ropero y
doy por bueno mi atuendo. Aunque siendo sincera, la incomodidad es
plausible, porque llevo tantas capas como un tubérculo.
Atravieso el pasillo en dirección al salón, de momento el personal de la
casa prepara las mesas y las bandejas para después de la ceremonia, por si
los asistentes desean tomar algo.
Ni rastro de mi madre, lo cual agradezco.
―Imoto. ―La voz de mi hermana resulta música para mis oídos, el
escucharla, desata las emociones que mantenía atadas en mi alma desde que
me levanté esta mañana.
Me giro con rapidez y ambas nos fundimos en un abrazo que desata mis
lágrimas, esas que llevo aguantando rato.
Pierdo la noción del tiempo mientras estamos pegadas, no sé si lloro más
que ella o, al contrario.
Una vez más calmada, recuperando el sosiego, la separo de mi cuerpo y
la miro. Repaso su rostro, la tristeza reflejada en su semblante y sus mejillas
húmedas por las lágrimas. Yasu es preciosa, no es amor de hermana, es que
es la realidad. Su rostro suave parece de porcelana y sus ojos rasgados con
espesas pestañas, raro en los japoneses, atraen la atención.
—Hermana, —dice con la voz rota— aún no puedo creer que lo hayamos
perdido.
—Lo sé, a mí también me pasa. Pero debemos ser fuertes —aconsejo,
porque sé que los tiempos que se aproximan va a ser duros, y mi misión es
mantener al margen a mi hermana.
Yasu asiente sacando un pañuelo de su bolso y secando el resto de agua
en sus ojos.
—Cámbiate, te espero aquí —digo rozando su mejilla con mis nudillos.
Avanzo hacia el porche que da al jardín y mi mirada se pierde en el
templo donde se celebrará la ceremonia de despedida de mi padre. Un nudo
se instala en la boca de mi estómago, porque por mucho que se trata de la
cruda realidad, hay una pequeña esperanza llameando en mi interior que
reza en silencio para despertar de este mal sueño.
Ha empezado a llover, el cielo se mantiene repleto de nubes tapando los
discretos rayos de sol. Me hipnotizo observando caer las gotas en el
pequeño lago.
La fina lluvia apenas se percibe si no te fijas en cómo golpean el agua.
Inspiro e inundo mis pulmones del olor a tierra mojada, siempre me ha
gustado. Vuelvo a mirar la hora en mi reloj inteligente, ya queda menos
para que empiecen a llegar todos.
—Kayda.
No me hace falta girarme para saber que Kimura permanece a mi
espalda. Él ha ejercido de apoyo siempre, a mi lado, aconsejándome y
cuidando mi espalda. Desconozco si solo fue por la amistad que le
profesaba a Kenichi Shinoda o si con el transcurso de los años el jefe de la
alta guardia ha llegado a apreciarme sinceramente.
—Si
—Todo está preparado, la guardia está alerta y han revisado todos los
puntos de acceso. Esperemos que la ceremonia se celebre sin ningún
altercado —comenta.
—Yo también lo espero. Aunque la tríada es impredecible —asevero y
rezo porque podamos despedirnos de Kenichi con calma sin tener que lidiar
con atentados innecesarios.
Kimura se inclina antes de desaparecer con sigilo, como es habitual en él.
Su discreción y su dominio de las artes del sigilo lo enaltecen ante
cualquiera de los que hemos tenido la suerte de ser sus alumnos.
Permanezco observando el jardín con el templo de fondo, rememorando
en mi cabeza todos los momentos vividos con mi padre, los que atesoro en
mi alma.
Escucho los pasos amortiguados a mis espaldas, de nuevo una
interrupción en mi momento de meditación. El aroma a flor de amapola que
es usual en mi madre inunda la sala. Para mi desgracia, una esencia tan
suave como la de la flor ha llegado a hastiarme en todos estos años, porque
al igual que Hana Sumiyoshi se me ha atragantado en varias ocasiones.
—Kayda.
Ni en estos momentos de dolor y pérdida su tono pierde la autoridad y los
toques de críticos.
—Madre. — Saludo girándome para colocarme cara a cara a la que ha
sido mi progenitora de cara a la galería toda mi vida.
—Te advierto que no quiero que me avergüences, por lo que espero
tengas claro tu papel. ―Lanza sus advertencias cargadas de veneno.
Hana Sumiyoshi en toda su esencia. No es nuevo para mí que mi madre
actúe volcando todos sus desprecios hacia mi persona. Ahora soy inmune a
sus críticas y sus vapuleos, pero en otra época no lo fui. Pasé años
esforzándome por ser otra persona, alguien de quien estuviera orgullosa,
creando un abanico de inseguridades.
En el momento que acepté que nadie nunca va a estar a la altura de las
expectativas de Hana Sumiyoshi, mi alma se consagró con mi mente y
desaparecieron las dudas.
—Tengo clara mi posición, madre —contesto con frialdad sin darle el
gusto de que vea ninguna grieta en mi actitud.
—Eso espero,—prosigue con su tono déspota—a partir de ahora las cosas
van a ser diferente, así que vete haciendo a la idea de olvidarte de tu papel
de mujer empoderada, experta en armas. Los Shinoda Sumiyhosi no serán
una familia que avergüence al resto de clanes.
La rabia tensa cada músculo de mi cuerpo y cierro mis manos con fuerza
e inhalo para retener las cuatro cosas que diría, pero no es el momento ni el
lugar.
Asiento en silencio, lo que al parecer le satisface porque su rostro se
muestra henchido y por fin se marcha dejándome sola de nuevo. La relación
con mi madre es fría, durante años se ha ido tornando gélida hasta el punto
de que no recuerdo ni una sola razón por la que quererla. A pesar de que
suene a desagradecida, porque me acogió en el seno de su familia, pero no
como una más, sino más bien como la imposición de su esposo. Ahora lo
veo claro, porque la ausencia de Kenichi marcará un antes y un después en
nuestra relación. Sus palabras no han dejado dudas, quiere que actúe a
imagen y semejanza a ella. Reprimida, falsa y comedida, lo que significa
ser una mujer florero, sin voz ni voto.
—Hermana, ya estoy lista. — La interrupción de Yasu es la señal de que
la ceremonia está a punto de comenzar.
Esperamos a Hana que tarda minutos en volver y ponerse delante de
nosotras, juntos salimos de la casa rumbo al jardín. Presidimos la comitiva
y de la nada se nos van uniendo los miembros más allegados a la familia.
Por suerte, la fina llovizna ha cesado, lo que facilita la procesión al templo
ceremonial ubicado al otro lado del pequeño lago. Noto la tierra húmeda
bajo mis pies al caminar y lejos de experimentar incomodidad me embarga
la sensación de paz.
Con disimulo miro a ambos lados y no veo a One, ni rastro de mi
enigmático hermanastro.
‹‹Es extraño. ¿Y si se ha largado sin decir nada? ››. Los interrogantes se
enumeran en mi cabeza provocando cierta ansiedad.
Froto mis manos en un intento por hallar algo de sosiego. Sin embargo,
una congoja asfixiante se instala en mi pecho. Barajar la posibilidad de que
mi hermanastro haya regresado a España sin explicación, me entristece
creándome cierta ansiedad. En el fondo no debería importarme, aunque lo
hace y demasiado. Destierro esos sentimientos porque en estos momentos
no deseo analizarlos.
Continuamos andando en procesión hacia el templo que se alza a unos
100 metros de nosotros. Desde nuestra posición se divisan los papeles
blancos que recubren su entrada, los mismos son los encargados de alejar
los malos espíritus del difunto, según nuestras tradiciones.
Atravesamos las primeras el umbral de la entrada y accedemos a la sala
central donde se exhibe el ataúd que contiene a mi padre. Contengo la
respiración por unos minutos, mientas nos colocamos. Yo a la izquierda y
mi hermana a la derecha y mi madre delante de cara a todos los asistentes
que van llegando poco a poco.
‹‹Ni rastro de One››. Otra vez las dudas irrumpen en mi cabeza.
Consigo distraerme de mi audaz mente controladora, centrando mi
atención en todos los que van llegando. Los hombres y las mujeres visten
acorde con la ocasión, kimono de gala. De momento ni mi tío ni el idiota de
Ichiro han hecho acto de presencia. Parece que mi mente los confabula
porque en ese preciso momento atraviesan la entrada, el poder y la
autoridad acompañan como siempre a Akiro a su lado Ichiro perfecto, al
igual que un pincel y otro hombre que no reconozco a primera vista. Se
aproximan con paso seguro y cabeza en alto, el resto de los presentes los
observan atentamente.
A medida que la distancia se va restando, mis ojos se incrustan en el
tercer hombre que se mantiene a la derecha de mi tío. Resulta raro que no
camine un paso por detrás, ya que Akiro es un hombre sumamente
autoritario y ególatra que mantiene a raya a cualquiera. No solo su séquito
de seguridad es fiel a la distancia para no eclipsar la grandeza de la que
hace gala, sino conocidos y miembros de la organización se rigen por esta
norma. Por esa razón resulta extraño que el individuo que caminan a su lado
lo haga como un igual, incluso su actitud grita soberbia a raudales. También
me llama la atención que no viste de gala, simplemente lleva un traje negro
a juego con una camisa del mismo color.
Ya casi están en la primera fila cuando mi mirada se cruza con la suya y
mi mente evoca donde lo he visto anteriormente. Mi garganta se cierra de
sobremanera inundada por la rabia que brota de mis entrañas a borbotones
ante el reconocimiento de quien acompaña a mi tío.
‹‹No puede ser››, repite mi cerebro.
Pero nunca olvido una cara, jamás, mi memoria es un lince para los
rostros.
‹‹Li Zuang, líder de la tríada››
‹‹¿Cómo se atreve? ¿Y qué hace junto a Akiro? ››. Los interrogantes
bombardean mi mente a la velocidad de la luz.
La ira no es la mejor consejera, no obstante, junto al dolor de la traición,
es un coctel molotov en toda regla. Sin pensar abandono mi posición
lanzándome contra Li Zuang ante los centenares de ojos espantados por mi
acción irrespetuosa.
No escucho el grito amortiguado de mi hermana, ni el represivo de mi
madre, nada, porque en mi mente solo hay cabida para una cosa. Matar al
arrogante hijo de perra que se ha atrevido a pisar el templo donde descansa
el cuerpo aun caliente de mi padre, siendo uno de los artífices de su muerte
y del estado crítico de Kenji.
Aprovecho el desconcierto para acercarme con la rapidez de la cual
puedo presumir y mis manos se lanzan contra él en golpes certeros directos
a su pecho para provocar su caída. Li Zuang no logra evitar el primer
impacto contra su pecho cerca de su corazón, intencionado para poder
dificultar su riego sanguíneo, pero sí esquiva el siguiente parando mi mano
con fuerza.
Ambos nos enzarzamos en una trifulca ante los anonadados presentes que
no se atreven a pararnos.
—Eres un maldito —siseo en voz baja solo para que él me escuche.
—Y tu una imprudente —gruñe mientras para mis golpes.
Nos desplazamos, voy ganando terrero, a pesar de que me sorprende su
habilidad en la lucha.
Capítulo 26
One
Pasar desapercibido resulta fácil, porque aprovecho la expectación y el
revuelo que acompaña la entrada del mayor hijo de perra, sádico y
mentiroso de Akiro Shinoda. Odio no es lo único que me embarga cada vez
que nuestros caminos se cruzan. Unas ganas inmensas de borrarlo de la faz
de la tierra junto con afán de que sufra mucho antes de abandonar este
mucho. La misión de cumplir todas las promesas que yo mismo me hice, el
día que lo vi matar a mi padre delante de mis ojos es lo que mueve todos los
hilos de mis actos.
Dirijo mis pasos a la zona lateral del centro sin perder de vista la entrada
del hermano de Kenichi, su hijo, su séquito y Li Zuang el líder de la tríada.
No me sorprende su presencia, hace días que sé que mi supuesto tío tiene
tratos con la mafia china a pesar de que el anterior líder no era
partidario.Sus socios son los artífices del atentado contra el consejero, lo
sospeché ese mismo día al verlos, porque los miembros de la tríada tienes
sus propios métodos, pero hoy por hoy tengo la certeza.
El silencio se hace dueño de la sala principal, tan solo las pisadas de
Akiro y sus hombres resuenan en el interior. Mis ojos vuelan hacia Kayda, a
pesar de que mi sentido común insiste en que no es lo correcto, necesito
total concentración en cada movimiento de mi enemigo y mi dragona es una
distracción que no debo permitirme.
No alcanzo a posar mis pupilas en ella que observo a mi impulsiva
hermanastra con el rostro contraído por la ira lanzarse contra Li Zuang.
‹‹ ¡Joder, maldición, lo que faltaba! ››
Rápida, mortal, ágil, decidida, ni rastro de duda en su rostro, esa es
Kayda Tanaka en estado puro, 100 por 100 mortífera. Se enfrasca en una
lucha totalmente fuera de lugar contra el líder de la mafia china, el cual tras
el primer golpe que lo pilla desprevenido contraataca enfurecido. Ninguno
de los presentes se inmuta, por el contrario, miran la escena que se está
desarrollando frente a sus narices con la boca abierta. Tan solo se escucha el
grito de reprimenda espantado de Hana Sumiyoshi y el nombre de Kayda
que emite la chica que permanece al lado de la arpía o lo que es lo mismo,
la reciente viuda de Kenichi Shinoda. No conozco a la joven, pero supongo
que es mi hermana, Yasu Shinoda.
Cualquier acto de violencia en una ceremonia de este tipo es castigado
con gravedad por la yakuza, lo sé yo y por supuesto mi querida
hermanastra, a pesar de que todos sigan atentos observan la pelea.
Ver a Kayda en acción siempre resulta hipnótico, al menos para mí, lo
único que logra molestarme es que para otros también. Incluso el malnacido
de Akiro la mira con admiración.
‹‹Debo parar esto lo antes posible››, me digo.
Analizando los pros y los contras me aproximo a la pelea, una vez más
mis movimientos pasan desapercibidos porque la atención de todos se
centra en Li Zuang y Kayda. Con destreza me planto ante ellos y paro el
golpe que Kayda intenta lanzar contra el pecho de Zuang, y él como la rata
engañosa que es aprovecha el desconcierto de mi dragona que se para en
seco para atizarle con su puño en el estómago. El golpe provoca que Kayda
se doble en dos, sujetando la zona con sus brazos, intentando remitir el
dolor.
—Me la debes, Zuang —sisea, aniquilándolo con la mirada.
El acto desleal se gana también una mirada incendiaria por mi parte y a
modo de respuesta recibo una sonrisa sardónica por su parte.Otro que sumo
a mi lista negra, soy una persona rencorosa, lo reconozco y no olvido
nunca.
—El espectáculo ya se acabó, retírate Zuang —advierto con calma y
frialdad.
—¿Y por qué debería obedecer? Ella atacó primero —rebate Li con
chulería, acariciando su mandíbula con una de sus manos.
—Por respeto al templo donde nos encontramos y al difunto— proclamo
con rectitud.
—La hija del difunto no lo tuvo en cuenta. ¿Por qué no la reprendes a
ella? —provoca.
—¡Eres un maldito! —gruñe Kayda, pero no prosigue ante la mirada que
le dedico.
—No eres bienvenido en este lugar Li Zuang, por esa razón te solicito
que abandones le templo —insisto.
—Es mi invitado, no puedes vetarlo —interviene Akiro por primera vez
desde el comienzo de la trifulca.
Li Zuang se relame igual que un gato satisfecho.
‹‹Este tío es un provocador nato, pero desconoce el rival que soy››
—Con tu permiso, tío, —casi escupo al nombrarlo— no quiero al
responsable del atentado del consejero en el entierro de mi padre. —Las
palabras casi se me atragantan.
Los susurros de expectación y asombro resuenan a mis espaldas.
—¿No tienes pruebas? En nuestras organizaciones no se puede lanzar
acusaciones en falso, por si lo desconoces, porque puede desencadenar una
encarnizada guerra entre mafias. —Ataca Li Zuang de nuevo en modo
arrogante.
—Te olvidas de que yo estaba allí cuando sucedió, vi a tus acólitos y su
forma de atacar. —La altanería desaparece de su semblante.
—Akiro, Fudo tiene razón. Lo más aconsejable es que Li Zuang
abandone el templo. —El apoyo de HideaKi es determinante para que Akiro
Shinoda asienta a pesar del nervio palpitante en su sien.
Li Zuang dedica una última mirada a Akiro y acompañado por los
hombres de este abandona el lugar.
—Ahora retomen sus sitios —ordena Hideaki.
Kayda regresa a su posición ante la mirada cargada de desprecio de Hada
Sumiyhosi. Yo no me salvo tampoco de la mirada repleta de asco de la
reciente viuda.Hada Sumiyhosi es otra que engorda mi lista de gente que
me las va a pagar.
La ceremonia empieza y dura lo estipulado de la forma en la que debe
ser. Reconozco que odio todas las ceremonias, pero las de difuntos aún más.
Kayda
Permanezco en mi sitio mientras transcurre la ceremonia, en silencio,
sumida en mis elucubraciones. Por mucho que ahondo en mi interior no
encuentro ni rastro de remordimientos por el episodio que he protagonizado
momentos antes junto al líder de la tríada. Lo único que experimento es
frustración y enfado hacia One, no debería haberse entrometido. Con su
actitud de, Dios todopoderoso parando la pelea con un simple movimiento
de su mano. Sin su intromisión, Li Zuang estaría ahora mismo muerto.
‹‹No te engañes››, aborda mi consciencia.
Sí, igual me he venido arriba, reconozco que Zuang no es un pelele, sabe
pelear, lo he comprobado, la leve punzada en mi barriga lo certifica.
‹‹El muy tramposo, ha aprovechado el momento idóneo para darme un
puñetazo››, vocea mi cerebro.
Es desleal, ha quedado claro, aprovechar que One ha intervenido para
atizarme un golpe.
Mi hermanastro y yo tenemos cuentas qué ajustar. ¿Quién se cree que es?
Lo único que le agradezco es que echara a Li Zuang del templo obviando
el desacuerdo de mi tío, sin embargo, yo también lo hubiese echado, pero
como un cuerpo inerte.Si sigo así voy a hiperventilar. Necesito ordenar mis
pensamientos y recobrar la calma. La furia intensa provoca que baraje en mi
cabeza locuras.
Si algo tengo claro es que quizás mis actos sin la intervención de One
hubieran sido el detonante de una guerra. Pero la guerra para mí ya está
latente, aunque muchos quieran correr un tupido velo e ignorar. La tríada
atacó a Kenji y posiblemente también tenga algo que ver en la muerte de
Kenichi Shinoda.
Al finalizar la ceremonia todos los presentes pasan al salón principal, me
empleo al máximo para evitar un enfrentamiento con mi madre. Después de
la que he liado sé que la matriarca de la familia no lo dejará pasar sin
brindarme su reprimenda.
—Kayda. —Mi hermana se coloca a mi lado y me dedica una leve
sonrisa que aligera la plancha de acero que parece oprimir mi pecho.
Demasiadas emociones que me lanzan empicada a un estado de
intranquilidad extrema.
—Necesito que esto acabe de una vez —confieso en voz baja para que
solo ella lo escuche.
—Lo sé, yo también —asevera mi hermana agarrando mi mano en señal
de solidaridad.
Yasu, es mucho más madura que las jovencitas de su edad, a sus
dieciocho años su sentido común supera el de muchos que doblan su edad.
Por el rabillo de ojos observo como el capullo de Ichiro se aproxima y mi
cuerpo se envara preso de la rabia.
—Calma, Kayda. No pienso separarme de ti. —Mi hermana percibe mi
inquietud y me brinda ese soplo de apoyo que necesito para aguantar a mi
prometido.
—Kayda, ¿escondiéndote? —provoca Ichiro con alevosía.
—Para nada. —rebato con una paz que en realidad no tengo— No tengo
razones para hacerlo.
—Yo diría que te sobran razones. Has dado un tremendo espectáculo que
traerá consecuencias —recalca con soberbia.
‹‹Mis desgracias o fallos parecen enaltecer al idiota de mi prometido››.
—Ichiro, te agradecería que no atormentarás a mi hermana con lo pasado,
respeta nuestro dolor en este día —apostilla mi hermana con elegancia.
Admiro la templanza de la que Yasu hace gala en ocasiones, es algo que
mi impulsividad no me permite.
Ichiro aprieta la mandíbula y fulmina a mi hermana, sin embargo, asiente
y se larga.
—Kayda, hablamos luego. — Sentencia antes de irse del todo.
—Gracias —susurro.
—De nada, hermana. —corresponde mi hermana mirándome con cariño
—Pero me preocupa Kayda, al parecer la relación entre Ichiro y tú se ha
deteriorado en exceso estos meses que llevo fuera de casa.
—Bueno, siempre fue un esnob remilgado y machista. Cree que cuando
nos casemos me convertiré en una mujer florero —confieso apretando los
dientes.
—Pues se va a llevar una sorpresa. Aun así, me preocupa esa alianza
matrimonial, no augura nada bueno, hermana. —Se sincera Yasu
preocupada.
—No te preocupes, sé cuidarme sola —aseguro apretando su mano y
sonriendo con suavidad.
Yasu tiene razón en sus preocupaciones y yo ya he contemplado una
imagen de lo que será un matrimonio entre Ichiro y yo, no obstante, no
deseo que mi hermana albergue demasiado miedo ante mi situación.
Aún sigo buscando en silencio la manera de evitar ese maldito
compromiso.
—Cambiando de tema, ¿Qué tal con nuestro recién aparecido hermano?
— interroga Yasu con curiosidad.
Siento que las mejillas me arden al pensar en One, e inclino la cabeza
para que mi avispada hermana no note nada.
—Bueno, es un hombre peculiar —confieso sin mucho entusiasmo-Pero
no te encariñes mucho, se largará en cualquier memento.
—Peculiar o no, debo reconocer que es atrayente. Su rostro me recuerda
a papa. —suspira intentando retener sus emociones— Pero ese porte de
todo lo puede es… ¿Por qué dices que se irá?
—No le interesa nuestra familia, ni siquiera quería venir —confieso y
noto el nudo que sube por mi esófago al pensar que pronto se marchará.
‹‹Esto no es sano››, recuerda mi consciencia.
La cara de sorpresa de Yasu refleja su desconcierto.
—¿Fuiste tú a buscarlo?
—Sí, papa, me lo pidió y no pude negárselo. Cuando llegué no quería
saber nada de él ni de nosotras. Confieso que ni siquiera creí que vendría —
explico recordando la negativa a pisar Tokio.
—Pues la verdad, ahora lo veo bastante cómodo confraternizando con
todos. Hideaki no se separa de su lado. Extraño, ¿no? — La apreciación de
Yasu logra que mis ojos busquen a One entre los presentes y veo la escena a
la que se refiere mi hermana.
—Pues sí, eso parece.
Capítulo 27
One
Alterno con varios de los sujetos clave que necesito para poner en
marcha mi plan, acompañado por Hideaki que no se separa de mi lado ni un
segundo. Siento los ojos aniquilantes de Akiro a modo de puñales en mi
espalda y no preciso mirarlo para saber que no pierde detalle de ninguno de
mis movimientos.
—Fudo, ¿crees que el altercado con Zuang traerá consecuencias? —
pregunta Massashi Yashida, representa a una de las familias más antiguas de
la organización.
—No tengo dudas. Zuang es impulsivo y vengativo, sin olvidarnos que
su código de honor dista mucho de ser honorable —respondo con calma y
seguridad. No soy de adornar.
—Massashi, confío en Fudo y sé que lo tiene todo calibrado —apoya
Hidehaky.
—Señor Yashida, no es el lugar ni el día para hablar de estos temas. En
los próximos días convocaremos una reunión donde se expondrán nuestros
pasos a seguir— informo.
—Está bien, tienes razón, no es el momento. Solo me apena que la joya
de la yakuza siga siendo una inmadura, Kenichi se esforzó mucho en limar
su carácter, pero al parecer, no le resultó.
La crítica a Kayda me enerva, ¿Qué sabrá él? La impulsividad y
enajenación de mi dragona, aunque la convierte en inestable, es la esencia
de su carácter. Nadie tiene derecho a juzgarla. Las ganas de que Yashida se
trague las palabras que acaba de soltar casi me dominan, aunque logro
reprimirlas.
—Kayda es asunto mío —proclamo con dureza.
—Si lo entiendo, bueno, hasta que se case con Ichiro —recalca Massashi.
Y su recordatorio del compromiso con el gilipollas de Ichiro me cae
como un balde de agua helada sobre mi cabeza, porque me molesta en
exceso que me recuerden que Kayda será la esposa de ese individuo.
Hideaki de nuevo sale al rescate al notar mi cuerpo tenso ante la diatriba
de Massashi.
—Massashi de momento esperemos a la reunión y después ya sacaremos
conclusiones —aborda el consejero en funciones con mano izquierda para
evitar confrontaciones.
Me desplazo y busco sin remedio con los ojos a mi dragona, la localizo
junto a Yasu en un rincón de la sala y encamino mis pasos hacia ella.
—Fudo.
Akiro corta mi avance colocándose frente a mí. Rabioso me dispongo a
enfrentarlo.
—Akiro.
—Al parecer te encuentras muy cómodo con tu nueva familia —aplica el
sarcasmo en todas las palabras marcando las silabas.
—¿Nueva familia? Creo que omiteré el detalle que siempre fui hijo de
Kenichi, aunque te empeñes en borrarme del mapa —ataco con elegancia.
Percibo la sensación que sus ojos llamean ante mis palabras, realmente
Akiro Shinoda quiere desintegrarme, lástima que no se lo voy a poner fácil.
—Te aconsejo que reflexiones bien los pasos que tienes pensado dar, no
soy un hombre paciente — amenaza.
—Gracias por el consejo. — Me limito a comentar con cierta ironía.
—No era un consejo —reitera con cierta tensión en su voz.
—Me lo tomo como tal, opino que es lo mejor en estos momentos —
sentencio y lo dejo allí parado, aunque es una falta de respeto, no me
importa.
Akiro Shinoda no se merece ni una gota de condescendencia, por mi
parte, lo único que se merece es la hoja de mi espada y pronto, muy pronto
me daré el gusto de enseñársela.
Avanzo hacia el sitio donde se encuentra Kayda, aíslo en mi mente la ira
y la rabia que acumulo hacia Akiro. Escudándome en mi dominio del
control de las emociones.
—Kayda, necesito hablar contigo —proclamo al plantarme frente a ella.
—Hola, encantada de conocerte, hermanito. — La voz dulce de Yasu
capta mi atención obligándome a girarme para atenderla.
—Yasu, ¿supongo? —pregunto arqueando una de mis cejas.
—Muy listo, sí, Yasu Shinoda —ratifica y noto cierta ironía en sus
palabras.
Su rostro ovalado nada tiene que ver con Kayda, su cabello corto que cae
a la altura del final de sus orejas y sus ojos rasgados le otorgan un
semblante aniñado y travieso.
—Encanto, siento no tener tiempo ahora mismo para conversar. Necesito
hablar con tu hermana —insisto ante el silencio de Kayda que ignora mi
presencia con intención.
—Y la tuya, ¿no? —reitera Yasu.
Me exasperan, sus respuestas incisivas.
—Sí.
No me gusta recordar que para el resto del mundo Kayda es mi
hermanastra, porque el recordatorio de ese vínculo me enfurece. No la ansío
de manera fraternal, sino como un pervertido exaltado que se excita con
solo contemplarla.
—Kayda ―persevero de nuevo llamando la atención de mi dragona.
Noto como aprieta los labios en una mueca de disgusto, Kayda rebelde y
terca hasta el final, aun así, asiente con la cabeza y echa a andar, la sigo.
Definitivamente, mi dragona se está ganado una zurra en el trasero, al
minuto destierro la imagen que se dibuja en mi cabeza de la escena porque
hace estragos en el interior de mis pantalones. Accedemos al antiguo
despacho de Kenichi y cierro la puerta con seguro, para evitar
intromisiones.
—Habla de una vez —exige enfadada cruzando los brazos sobre su
pecho, apoyada en el filo de la mesa del escritorio.
—¿Perdiste las buenas formas además del sentido común? —pincho
alzando una ceja ante su actitud.
—¿Ahora vas de cabeza de familia? —reprocha dando un bufido que alza
uno de los mechones que se le han escapado de su perfecto recogido.
—Kayda, tu impulsividad en algún momento te meterá en un lío muy
gordo. La imprudencia de atacar frente a todos a Zuang lo demuestra—
abordo el tema de forma directa, debo concentrarme en reprenderla.
Mi hermanastra debe entender que ha llegado el momento de jugar, en el
tablero, con estrategia y templanza.
—No debiste haberte metido, ahora estaría muerto. — Se defiende con
ímpetu.
Lo sé, sin embargo, no alimentaré su ego, por lo que omito darle la razón.
—O tú estarías muerta, eso no lo sabemos. — Recuerdo porque, aunque
es una opción que no barajé en ningún momento mientras la veía pelear,
debe agachar la cabeza, entender que las cosas no son siempre del modo
que uno imagina.
Enfadada abandona su posición dispuesta a largarse, la paciencia no es
una de sus virtudes ni de las mías.
—¿Dónde crees que vas? — alzo la voz ante su cara de asombro.
—La conversación ha terminado —proclama avanzando hacia la puerta.
La agarro por uno de sus brazos, tocarla no era mi intención, lo evito el
99 % por ciento de las veces porque su contacto me quema y me prende a la
velocidad del rayo. Nuestros ojos se encuentran y la llama del deseo
entremezclada con la rabia bailotea en ambos.
—¿Qué cojones voy a hacer contigo? —La pregunta escapa de mi boca
de manera involuntaria.
—No soy tu responsabilidad,—refuta enfadada— Kenichi ya no está, así
que ya puedes regresar a lo que sea que hagas normalmente en tu país.
—Nueva información querida hermana. —enfatizo la palabra hermana—
De momento me quedo y sí soy el cabeza de familia, por lo que estarás bajo
mi responsabilidad.
En su semblante cruzan varias emociones, leer cada una de ella resulta
fácil, porque no se esconde, el asombro, el enfado y una chispa de emoción
pasean por su rostro de manera fugaz.
—¿Te quedaste sin palabras? —insisto al comprobar su silencio,
aproximándome a su cara, pegando su cuerpo al mío, a pesar de ser
consciente de que es un error.
El afán por eliminar el poco espacio que nos separa se convierte en un
impulso difícil de controlar. Mis labios rozan con suavidad su mejilla y
percibo él temblor en cada célula de su cuerpo.
—¿No tienes nada que decir, dragona? —interrogo susurrando cada
palabra demasiado cerca de la comisura de su boca.
Un leve gemido es la respuesta que emite y para mí la señal que
necesitan mis ganas de besarla. Aplasto sus labios con mi boca y arrollo
cualquier obstáculo metiendo mi lengua para entrelazarla con la suya. Nos
fundimos en un beso, voraz, violento, luchando por la conquista del terrero
sin premura.
Disfrutar del contacto de Kayda resulta irresistible, poco a poco noto que
la temperatura se eleva, mi dragona lanza sus brazos a mi cuello para
profundizar el beso que estamos protagonizando y mis manos se desplazan
a sus glúteos, conocen bien el camino. La elevo sobre sus caderas sin dejar
de comérmela viva y apoyo su trasero en el borde del escritorio. Las prisas
van ganando terreno.
Las llamas de la lujuria nos sumergen en un momento frenético donde
ambos llevamos demasiada ropa. El sentido común logra abrirse paso en mi
mente y rompo el contacto ignorando el grito salvaje de mi bestia sexual
que no se conforma con un magreo.
Coloco distancia dando varios pasos atrás y evito mirar su rostro que luce
con sus mejillas arreboladas por el deseo que la embarga. Si no salgo ahora
mismo de este despacho, ignorando que es el día del entierro de Kenichi y
que la casa está repleta de desconocidos, me sumergiré de lleno en follar a
mi dragona de todas las maneras posibles que imagina mi enfermiza mente.
—Kayda, debemos volver. —aconsejo pasando una de mis manos por mi
pelo —Recuerda no actuar por impulso— recalco.
Capítulo 28
Kayda
Atravieso el umbral de mi habitación exasperada, ya ha finalizado la
ceremonia y me he escabullido con destreza evitando una confrontación con
mi madre. Hana Sumiyoshi no va a desistir de reprenderme por el
espectáculo brindado en el templo, pero su sentido del decoro y su papel de
perfecta viuda me dan margen, porque lo primero para ella es la imagen.
La piel me arde, el corazón me bombea a mil, después del encontronazo
con One en el despacho, la humedad entre mis piernas y el deseo insano
dominan cada parte de mi cuerpo.
—Él muy… —siseo en la soledad de mi cuarto.
One es el único hombre que consigue cabrearme y excitarme en partes
iguales, mi traicionero cuerpo se enciende con cada uno de sus toques.
Dos leves golpes en mi puerta me sobresaltan sacándome de un plumazo
de mis elucubraciones.
—Kayda. — El susurro de Yasu atraviesa mi puerta.
Abro y me encuentro a mi hermana en pijama con un bote de helado de
cookies y dos cucharas.
—¡Como en los viejos tiempos! —exclama sonriente.
La dejo pasar y meneo la cabeza con una risa dibujada en mi boca. Mi
hermana es la única que logra cambiar mi humor de negro a arcoíris en un
solo segundo. Se tira sobre el colchón adoptando una pose a lo indio y me
ofrece una cuchara guiñándome un ojo.
—No tienes remedio, lo sabes, ¿verdad? —profiero sentándome a su lado
para disfrutar del helado.
—El sabor a cookies, es el mejor analgésico para borrar las penas
después de un día demasiado largo —anuncia introduciendo la cuchara en
la tarrina para luego llenar su boca a dos carrillos.
—¡Qué fácil sería si pudiéramos borrar no solo este día! —La pena
regresa a mi pecho al pensar en mi padre.
—Pues sí, pero es imposible. Así que solo nos queda atiborrarnos con
helado. —Yasu de nuevo mete su cuchara en la tarrina.
—A veces envidio tu optimismo, hermana —confieso lamiendo el resto
de helado de la cuchara.
—Kayda, recuerda que yo no tengo tantas responsabilidades sobre mis
hombros como tú. Estudiar hasta el momento ha sido mi preocupación.
Estoy convencida de que si estuviera en tus zapatos me volvería loca. Por
cierto, ¿Qué tal nuestro hermano? — explica y de paso mete esa pregunta
que causa que se me encoja el estómago.
‹‹Joder, ahora tendré que aplicarme para que Yasu no note nada raro. Mi
hermana es muy buena leyéndome››.
—No se deja conocer demasiado —contesto encogiendo los hombros con
desinterés.
—Bueno, la impresión que proyecta es de un tipo arrogante, autoritario,
egocéntrico…—Parece una metralleta ante los adjetivos con los que está
describiendo a One— Y, sí, ¡por qué no decirlo!, atractivo.
Pestañeo seguido ante la verborrea de la que ha hecho gala mi hermana.
—Vaya, no creía que te habías fijado tanto —observo.
—Kayda, todos esos adjetivos son los que esperaba salieran de tu boca.
¿Desde cuándo te guardas tus opiniones con tu hermana? —reprocha
jugueteando con la cuchara entre sus dedos.
—No me las guardo, simplemente, no me interesa mucho nuestro
hermanastro.
—Pues nadie lo diría cuando están cerca el uno del otro. Aún no he
conseguido determinar si la tensión que os rodea es porque no os soportáis
o lo contrario.
‹‹ ¡Mierda, Yasu es demasiado lista! ››.
—¡Estás loca! Es un gilipollas insensible que tan solo está de paso—
gruño poniendo especial tono de protesta.
Miro a Yasu preguntando cómo le voy a hacer para que deje de lados sus
conjeturas.
—Si tú lo dices. —Clava sus ojos en mí en busca de cualquier reacción
que ratifique sus pensamientos.
—La tensión que notas es porque siempre se inmiscuye, si no llega a ser
por su intromisión, Zuang sería en estos momentos un cadáver— proclamo
enervada.
Detesto recordar el maldito episodio y por consiguiente la interrupción
por parte de One, que al parecer ahora ha decidido quedarse. Hecho que me
excita y me inquieta de la misma forma.
—Kayda yo no entiendo nada. Lo único que sé es lo que tú me has
explicado. Aunque tengo que decirte que embarcarte en una cruzada contra
el jefe de la tríada en mitad de la ceremonia de papá, no ha sido una de tus
ideas más acertadas. —Yasu expresa su apreciación de manera dulce a pesar
de que tiene cierto toque represivo.
—Quizás tengas razón y me precipité un poco. Pero nada tenía que hacer
el artífice del atentado de Kenji en la ceremonia de nuestro padre. Papá
nunca quiso tratos con la tríada ni buenos ni malos. Aunque parece que
nuestro tío no es de la misma opinión, hecho que me preocupa —reconozco
con sinceridad.
Una vez acabada la tarrina de helado, Yasu me abraza y vuelve de nuevo
a su habitación con disimulo. A mi madre nunca le ha gustado que
deambulemos por la casa de noche.
One
Acompaño a Hideaki a la puerta por cortesía, todos los asistentes se han
retirado, ya incluso Akiro, este, fue uno de los primeros en irse, lo cual
agradezco. No soporto su presencia, enerva mi sangre y desata mis instintos
asesinos.
—Hasta mañana, Fudo. — Se despide el consejero en funciones.
Necesito irme a mi habitación para deshacerme de este maldito kimono
que es superincómodo. Atravieso el salón con intención de ir directamente a
mi cuarto.
—Tenemos que hablar.
Lo que faltaba, la bruja de la viuda de mi padre dirigiéndose a mí. Que
Hana Sumiyoshi se rebaje a hablarme resulta todo un acontecimiento. Me
doy la vuelta para mirarla de frente. Su rostro contrito y serio no augura una
conversación distendida.
—Tú dirás —animo a que suelte lo que tenga que decir y me deje con la
intención de deshacerme del maldito kimono.
—Con la muerte de Kenichi no tiene modo de que sigas bajo nuestro
mismo techo. No tienes nada que hacer aquí. Por lo que espero que mañana
por la mañana te largues —proclama.
Esta mujer se cree que el resto de los mortales vivimos para acatar sus
deseos.
—Siento que no te guste, pero de momento me quedo —anuncio dando
por finalizada esta poca productiva conversación.
—¡Soy la dueña de esta casa! Por lo que mañana te quiero fuera de aquí
—insiste alzando su tono chillón.
—¿Estás segura de que eres la dueña? —interrogo y no espero a su
reacción, sembrando la duda en su cabeza y marchándome sin más del
salón.
Sonrió satisfecho atravesando el pasillo que da acceso a los dormitorios.
Por el momento me he asegurado de que la digna señora Hana Sumiyoshi
no pegue ojo en toda la noche a causa de las dudas. Además, dejarla sin
palabras, callándola de golpe, provoca cierta satisfacción en mí.
Aprovecho al entrar en mi habitación para mandarle un mensaje a la hija
de Kenji, necesito entrevistarme con ella en su casa, según lo que alcanzó a
decirme su padre en el hospital, en su despacho tiene información que me
puede ser útil.
Capítulo 29
Narrador Omnisciente
Los hilos de la maraña cada vez parecen enredarse más y si no que se lo
digan a Li Zuang. Sentado en el sofá de la suite presidencial de uno de los
hoteles más emblemáticos de Tokio, mira continuamente el reloj esperando
a su socio, con el que le urge entrevistarse. Su mano se coloca en su
abdomen y su boca se tuerce en una mueca de molestia para nada fingida.
—¡Maldita niña! — sisea Li Zuang evocando a la hija del difunto Shinoda.
Su séquito de seguridad permanece a su alrededor y no se inmutan ante
cualquiera de sus gestos, es su trabajo, no están allí para confraternizar, sino
para protegerlo y dar su vida por él.
La puerta de la habitación se abre y aparece su mano derecha, Bo Wang.
—Zuang, están subiendo por los ascensores —anuncia.
Li Zuang sabe bien a quién hace referencia su hombre de confianza, los está
esperando, por lo que coloca bien las mangas de su traje y espera satisfecho.
A unos cuantos metros de la suite, la escena no es muy diferente. En el
ascensor suben ocho hombres que intimidan solo con mirarlos. Todos visten
de negro, pantalones cargo y camisetas de algodón, junto a la piel tatuada
casi al completo de sus brazos que les otorga una apariencia siniestra. A
pesar de que están en el interior, lucen gafas de sol oscuras ocultando sus
miradas.Detrás de ellos no pasa desapercibido el rubio de dos metros que
juguetea con su móvil absorto en la pantalla. Con jeans y camisa oscura y
sin gafas de sol, nadie diría que es el más mortífero asesino ruso con el que
te puedas tropezar.
Akim Sokolov, jefe de la hermandad Maotang.
La tinta en sus manos es lo que más capta la atención, las tiene recubiertas
en su totalidad, apenas se vislumbra la piel limpia.
Salen en el piso 89 y Akim Sokolov camina con seguridad, envuelto por sus
hombres, guarda el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón y aparta la
trenza de su cabello a su espalda antes de entrar a la reunión que tiene con
el jefe de la tríada.
—Bienvenido. —Saluda Li Zuand alzándose de su sillón para estrechar la
mano de Akim.
Primer error, porque al parecer el jefe de la tríada se olvida de que Sokolov
no es de contacto físico, pocos son los que se atreven a tocarlo.
—Déjate de formalismos —pronuncia el ruso dejándose caer sobre el sillón
frente al chino, obviando la mano alzada de este.
Cualquiera que los observe vería la esencia de poder que emana de ambos
hombres, sin embargo, del ruso es algo más enredado, es un aura de peligro
que advierte con solo mirarlo.
—Necesito concretar ciertos aspectos. El tema de entrar en la yakuza se está
complicando —confiesa Li Zuang pasando una de sus manos por su
cabello.
Akim no se inmuta ante las palabras de Zuang, su pose regia y su semblante
inexpresivo se mantiene. Sostiene ambas manos apoyando los codos sobre
sus rodillas y sus dedos entrecruzados a la altura de su mentón.
El nerviosismo de Zuang se hace presente al comprobar la falta de reacción
de Sokolov.
—Necesito que hagas desaparecer a la hija de Shinoda —aborda Li Zuang
al fin.
—¿Y qué gano yo con eso? —La pregunta de Akim pilla fuera de juego a
Zuang que tensa sus hombros ligeramente.
—Tenemos un trato, si yo gano tú ganas. La desaparición de la pequeña de
los Shinoda es crucial en este momento para nuestros planes. Es la única
manera de tener cogido a Akiro por las pelotas. Quitándole su moneda de
cambio —explica Li Zuang con orgullo.
—Pues hazla desaparecer tú, yo tengo mejores cosas que hacer — anuncia
el ruso levantándose para dar por terminada la conversación.
—Akim, no puedo, la joya de la yakuza ya me tiene entre ojos, si logra
poner en contra al consejo de la organización, nuestros esfuerzos quedarán
en nada. Nos veremos inmersos en una guerra de poder sangrienta que
dejará nuestras arcas vacías y perjudicará a nuestros negocios —aborda
Zuang eligiendo bien el enfoque.
Porque si hay algo que le importe a Akim Sokolov es el dinero, a pesar de
ser uno de los hombres más ricos de rusia.
—De acuerdo, déjalo en mis manos —sentencia girándose dispuesto a
largarse.
—Akim, preciso que sea un trabajo limpio y no la quiero muerta.
Simplemente, la quiero —concreta Li Zuang.
Akim Sokolov asiente y se marcha de igual manera que llegó.
En la otra punta de Tokio, Akiro permanece en su despacho maquinando
cuál será su próximo paso. Porque Fudo Shinoda parece tener las mismas
vidas que un gato, su intento de borrarlo del mapa ha sido frustrado y ahora
el problema va creciendo a cada momento. Lo percibe y la actitud de su
sobrino en la ceremonia de Kenichi lo confirma.
Para colmo de males, la joya de la yakuza está fuera de control, quedó
demostrado a atacar al socio de Akiro, Li Zuang. Episodio que le va a costar
caro a Akiro.
Ha enviado a buscar a su hijo, el muy inútil ha demostrado no saber
controlar a Kayda y de nuevo necesita desahogarse para recordarle cuál es
su papel en este tablero.
Su móvil vibra sobre la mesa, porque lo tiene en modo silencio, alarga una
de sus manos para alcanzarlo y leer el mensaje.
.
Capítulo 31
Kayda
Conduzco por las calles de Tokio en mi moto, necesito que el aire golpee
mi cuerpo y sentir la velocidad en mis venas. Después del encontronazo con
mi madre, las ansias de volar lejos crecen en mi alma. Sin rumbo fijo en mi
mente me encuentro estacionando en el párquing del edificio Shinoda.
Rememoro los días en los que cuando sentía que me faltaba el aire acudía
al despacho de Kenichi para pasar rato con él. Mi padre poseía el don de
calmar mi oscuridad interior. Supongo que esa es la razón por la cual
accedo a los ascensores rumbo al que fue el despacho de Kenichi Shinoda.
Al llegar a la recepción de la planta me encuentro con los ojos curiosos
sobre mí de la señorita Yamamoto.
La ignoro, porque aún me dura la rabia de saber que disfruto de él. Que
se revolcó con mi hermanastro. Soy consciente de que mis actos no son
mejores que los de ella, porque a fin de cuentas yo también me he revolcado
con él y no una vez, sino varias.
Camino hacia la puerta del despacho y me cruzo con una de las personas
que más detesto.
‹‹Azumi››, sisea mi mente.
Los instintos asesinos se disparan en mi interior.
—Buenas Kayda. — Saluda con una sonrisa tonta en su perfecto rostro.
La animadversión crece por segundos, porque por su semblante de
satisfacción, sospecho se debe a que el despecho de mi padre, el que ahora
mismo mantiene su puerta entornada, pero no cerrada, esconde a mi
hermanastro.
Contar con la certeza de que se han visto, lo único que provoca es un
acceso de ira que estruja mis entrañas.
—Hola, Azumi. — Saludo, parca rozando lo borde.
—Siento mucho lo tu padre —comenta dándome el pésame.
—Gracias ¿Cómo sigue Kenji? —pregunto por qué, aunque Azumi no es
mi persona favorita, su padre sí lo es y me preocupa.
—Estable, pero igual —informa apenada.
Por un segundo la compasión aflora en mi alma.
—Si necesitas cualquier cosa, aquí estoy —proclamo y sé que puede
sonar hipócrita, porque ninguna nos soportamos, sin embargo, por Kenji lo
que sea.
—Gracias, Kayda, nos vemos —se despide andando en dirección a la
zona de ascensores.
Aprieto los puños y me acerco al despacho, dispuesta un enfrentamiento
con One. Soy masoquista, lo reconozco, pero en estos momentos necesito
descargar toda mi ira y furia que amenazan con ahogarme.
Las voces emergen de la estancia y paro en seco. Con sigilo adopto la
posición exacta para escuchar detrás de la puerta. Se me da bien, con los
años he ido perfeccionando la técnica.
—¿Supones que podrás ocupar mi lugar? — La autoritaria y tétrica voz
de Akiro es la primera que reconozco.
—¿Quién ha dicho que sea mi propósito? —One en estado puro,
desplegando su odiosa manera de sacar de quicio a cualquiera.
—Después de la lectura del testamento, te quiero fuera de aquí.
Regresarás al agujero del que no debiste salir.
—Te refieres a la cárcel, donde tú me metiste, tío —reprocha One ante
mi sorpresa porque todo apunta a que estos dos se conocen de antes.
—No voy a hablar de eso en este momento. Ya sabes lo que tienes que
hacer. Si no cumples atente a las consecuencias —amenaza Akiro al borde
de perder los nervios, la vibración en su tono de voz lo delata.
—No me interesan tus amenazas —rebate One.
Escucho los pasos aproximándose y opto por separarme de la puerta ante
la inminente salida de unos de los ocupantes. Elevo la mirada y mis ojos se
cruzan con los de mi tío.
Como es habitual me mira con rectitud y detenimiento.
—Kayda. —Saluda.
—Buenos días, tío. —correspondo inclinando mi cabeza en señal de
respecto.
‹‹Como odio tener que rebajarme a ciertas costumbres en este mundo
patriarcal y machista››.
Son las únicas palabras que compartimos porque Akiro Shinoda
desaparece sin más por el largo pasillo, rumbo a su propio despacho.
One
Cuando Akiro abandona el despacho me permito el lujo de golpear con el
puño la pared detrás de mí descargando mi furia. El afán por matarlo gana
terrero al propósito de hundirlo. Inspiro con fuerza colmando mis pulmones
de aire en un loco intento de recuperar la calma.
—¿No sabía que Akiro y tú os conocíais?
Escuchar su melodiosa voz me arranca de la lucha que mantengo con mis
demonios internos. Elevo mis ojos repasando cada centímetro de su cuerpo
con mis pupilas. Experimento que la temperatura corporal se eleva sobre
todo en cierta parte de mi anatomía.
—No preguntaste —contesto hastiado.
Kayda es un cabo suelto, cada momento que trascurre mis ganas por ella
se incrementan y no es algo que no debo permitirme. Ha llegado la hora de
poner fin a nuestros encuentros, de recordarle a mi sexi hermanastra que
tiene que mantener su lugar en la organización y acatar las órdenes del
nuevo patriarca.
—Limitarte a contestar resulta más fácil que provocarme —verifica
cruzando sus brazos sobre su pecho, gesto que eleva sus tetas captando cada
célula de mi atención.
Sacudo la cabeza y me coloco tras el escritorio para ponerlo como
barrera para mis propias ansias.
—Kayda, debemos hablar. En unos días se leerá el testamento de
Kenichi. — su mohín delata su desagrado —Voy a postularme como
Kumicho de la yakuza.
Sus ojos se abren de par en par ante mi anuncio.
—¡No me lo puedo creer! Hasta para ti esa decisión es una locura. No
tienes los apoyos necesarios —enumera dejando ver su desacuerdo.
—Me subestimas. Además, no necesito tu opinión. Solo quiero que
mantengas tu posición como miembro de la alta guardia y acates mis
decisiones.
Alza sus delineadas cejas en un arco perfecto y frunce sus labios. De
nuevo me pierdo en su boca, imaginando lo bien que se vería alrededor de
cierta parte de mi cuerpo.
Inspiro y aprieto las manos sobre la mesa para obligarme a dejar de
evocar escenas de alto voltaje con Kayda.
—¡Es gracioso! Mi madre insiste en que debo comportarme como la
dama que no soy y dejar de actuar como un hombre y tú me dices que
mantenga mi posición en la guardia. ¿A quién obedezco, One? — Percibo
cierto retintín en su tono.
Que Hana ansíe que Kayda deje sus artes de guerra no me sorprende, esa
mujer es una esnob que solo ve alrededor de su ombligo. Aunque si de algo
estoy seguro es que Kayda hará todo lo posible para no acatar sus órdenes.
—De ahora en adelante estáis bajo mi tutela —proclamo.
Debería esperar a la lectura del testamento, pero según Hideaki, Kenichi
lo dejó bien claro por escrito, suerte que no lo cambió cuando lo vi por
última vez y proclamé que no me interesaba nada que proviniera de él.
Kayda descruza los brazos que sostenía sobre su pecho y recorta la
distancia que nos separa con pasos seguros y decididos. Mis ojos la
observan de forma hipnótica. Se coloca frente a mí e inclina su cuerpo hasta
que nuestros rostros quedan a muy poca distancia. Su aliento acaricia mi
cara y no puedo dejar de mirar sus labios.
«Maldita»
Kayda sabe bien las ganas que siempre gasto con ella y en este preciso
instante se aprovecha tentándome en modo diabla, porque su forma de
actuar de chica mala es la que más estragos provoca en mi control.
—Confieso que estar bajo tu tutela no es lo que había pensado— susurra
utilizando un tono sensual que casi logra que pierda los estribos y la tumbe
sobre el escritorio de nogal para follarla hasta que claudique que está bajo
mis órdenes. Rebusco en mi interior una fuerza de voluntad que ni siquiera
creo tener para resistir el afán de devorarla viva. Sujeto el borde del
escritorio con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven blancos.
—Compórtate, me importa una mierda lo que creas o no. Obedecerás y
punto —exclamo con los dientes demasiado apretados por la tensión.
—Y si no lo hago, ¿me obligarás? — interroga, manteniendo su modo
bruja tentadora.
—Kayda no es un juego, compórtate. Necesito que estés concentrada en
la seguridad o cualquier paso en falso de nuestros enemigos —regaño a
modo fraternal.
Su mohín de desagrado domina su boca y desvío la mirada una vez más.
—Ahora son nuestros enemigos. Es gracioso, hermanito. Cuando te
expliqué que consideraba que detrás de la enfermedad de nuestro padre
había un complot, me ignoraste —reclama enfurecida.
—Lo sé. Pero las cosas hoy por hoy han cambiado —omito disculparme.
Su boca emite un largo bufido y es el momento que aprovecho para poner
distancia entre nosotros, porque continúo sin fiarme de mis instintos.
—Te odio, por ser un arrogante idiota, porque las cosas tienen que ser
cuando tú digas. Lo siento, One, pero no soy ningún títere que acate sin
rechistar— emite furiosa.
—Títere o no, obedecerás— asevero.
Kayda se muerde el labio inferior y de nuevo retiro mi mirada.
—Gilipollas— insulta y como alma que lleva el diablo abandona el
despacho.
La puerta se cierra con un sonoro portazo y entonces suelto todo el aire
que he retenido durante el encuentro.
‹‹Kayda es mi perdición, porque por mucho que lo intente el afán por
dominarla en cuerpo y alma no disminuye››.
Capítulo 32
One
En los tiempos en los que nos encontramos cada paso es uno menos para
alcanzar la cúspide de mi plan. Después de todo el día en la oficina
sumergido en los negocios que manejaba Kenichi ahora me toca conocer los
locales nocturnos que gestiona la yakuza. El principal está en el centro de
Tokio. Envío un mensaje a Kimura, necesito a la alta guardia si quiero
inmiscuirme en el club más emblemático de la organización.
Atravieso las puertas metálicas del local percatándome de las luces de
neón que las coronan, donde se lee el nombre del local.
Sonrío al leerlo.
“Yokai”
Que mejor nombre que el de un demonio para el mejor negocio de la
yakuza.
Kimura camina a mi lado lo que facilita mi entrada, aunque no me libro
de las miradas de curiosidad de los empleados.
—Yuto Sato es quien dirige el local— informa Kimura y accedemos a la
parte trasera de la zona central donde se encuentra la pista de baile.
Mi intención es dejarle claro al gerente del local, que debe rendirme
cuentas a partir de ahora a mí y de paso colocarlo en mi lado del tablero.
Kimura se ha traído con él a cinco hombres que son los que forman mi
perímetro de seguridad.
‹‹Ni rastro de Kayda››, evoca mi mente y me reprendo al segundo por
pensar en ella.
Accedemos a la zona del almacén y allí se encuentra una puerta que
exhibe el letrero de dirección.
Kimura se adelanta y golpe con sus nudillos la puerta. Entramos al
despacho primero Kimura y después yo seguido del equipo de seguridad.
El hombre que nos espera permanece sentado detrás de un escritorio y ni
siquiera contempla la opción de levantarse. Su arrogancia rebosa por cada
poro de su piel. Vestido de traje, al igual que un ejecutivo de un centro de
negocios. Su mirada evaluativa me inspecciona con atención.
‹‹Error, amigo, error››.
—¡Kimura, un placer verte! ¿Dónde te dejaste a mi mayor dolor de
cabeza? —Saluda y hace alusión a Kayda a pesar de obviar su nombre, sé al
momento a quién se refiere.
—La señorita Tanaka vendrá más tarde— informa Kimura, impasible.
‹‹Y tú no la vas a ver››, mi demonio interno se rebela en mi cerebro.
—¿A qué debo vuestra visita? — pregunta sin mucho interés.
Este tipo se está ganando una buena tunda, debo determinar si es un loco
o un imprudente.
—Yuto, vengo a presentar al señor Shinoda —presenta Kimura.
Yuto Sato muestra algo de interés en sus pupilas, pero solo por unos
segundos. Su rostro alargado a juego con unos ojos demasiados hundidos en
las cuencas le proporciona un aspecto de reptil que su actitud incrementa.
—Yuto Sato, ¿no? — intervengo — Soy Fudo Shinoda, a partir de ahora
seré yo a quien rindas cuentas.
Ahora sí que lo sorprendí, su rostro lo delata.
—Yo rindo cuentas a Akiro —rebate frunciendo su boca en un rictus
demasiado serio.
—Ya no —insisto.
—Permítame, ¿Cómo dijo que se llamaba? Fudo, ¿no? — se la está
buscando. —Pues Fudo llevo años rindiendo cuentas a Akiro Shinoda él
representaba los intereses de nuestro Kumicho. Ahora que él murió, Akiro
ocupará su lugar, así que no acepto que venga a mi casa a darme unas
indicaciones que no le corresponden.
—Kenichi era mi padre— aclaro—. Por lo tanto, ahora respondes ante
mí. Además, todavía no está decidido quién será el nuevo Kumicho.
La seguridad de que Yuto Sato llamará Akiro nada más abandonar yo el
despacho provoca que sonría al imaginarme la ira de mi tío.
Dos golpes en la puerta provocan que todos los presentes dirijamos las
miradas hacia la entrada.
—Kimura, abre, estoy esperando al alguien —informo ante la
estupefacción de Yuto.
Tetsuo aparece en el umbral. La pieza de mi tablero que faltaba ya está
aquí.
—Yuto, te presento a Tetsuo.
—Lo conozco, pero, no entiendo que hace este pandillero aquí—
exclama molesto.
Tetsuo se tensa a mi lado y le dedico una mirada para que calme su
temperamento de mierda.
—Te aconsejo que no desprecies a los pandilleros. Ellos están en nuestro
equipo porque espero que colabores. Tetsuo será mis oídos y mis ojos en
este lugar. Así que acostúmbrate a llevarlo pegado a tu espalda.
Tetsuo avanza hacia Sato y le guiña un ojo solo para provocarlo, a lo que
él responde alzándose de su silla.
—No lo acepto— grita —No tienes poder.
—Comprueba si lo tengo o no— lo incito—. Si no te ves capacitado te
relegaré de tus funciones— advierto.
Ante la amenaza, Yuto se calma no sin lanzarme una funesta mirada con
pretensión de amilanarme.
Reprimo una carcajada ante su osadía.
—Amigo, haremos un buen tándem— profiere Tetsuo pasando uno de
sus brazos por los hombres de Yuto Sato.
No pueden ser más discordantes, el aspecto desaliñado de Tetsuo y su
cara llena de piercings, ceja, boca, nariz y orejas contrastan con el aspecto
impoluto de ejecutivo de Sato.
Abandono el despacho y Tetsuo me sigue.
—One, eres único creando situaciones incómodas—advierte mi amigo
con diversión.
—Necesito un trago— informo acercándome a una de las barras.
Una camarera me sirve un whisky doble y Tetsuo aprovecha para tomar
otro.
Kimura se mantiene a una distancia prudencial para proporcionarme
privacidad sin dejar de acechar.
—Ese tío es un gilipollas, supongo que lo sabes —informa Tetsuo.
—Lo sé, por eso tú tratarás con él. Porque si fuera yo no me duraría ni un
segundo vivo ―confieso, el director de Yokai no me cae bien, y no cuento
con la paciencia necesaria para lidiar con él.
—Menuda joyita me dejas —se queja con diversión Tetsuo mientas da un
largo sorbo a su bebida.
—Para que no te aburras.
—¡Wow, al parecer este lugar empieza a gustarme! — exclama Tetsuo
con su mirada clavada al frente.
Con curiosidad dirijo mi atención a donde se supone que está mirando.
Mis músculos se tensan al comprobar que está viendo a la joya de la
yakuza.
‹‹Mierda››, siseo en el interior de mi mente. La ira empieza a arder en mi
interior.
—¡Menuda mujer! — insiste en alabar Tetsuo ajeno a mi reacción.
—Cuidado, no la mires demasiado. —Advierto sin poder reprimirme.
—¿La conoces? Es un bombón —y sigue—. Esa mujer debería estar en
una jaula porque es verla y se iza mi mástil.
—Déjate de gilipolleces y mantén a raya tu lengua— regaño molesto
vaciando mi vaso de un solo trago.
—¿Dime quién es?
—Kayda Shinoda, mi hermana —digo al fin utilizando mi apellido,
aunque ella nunca lo hace, pero no me apetece dar muchas explicaciones.
De esa manera a Tetsuo le quedará claro que está prohibida para lo que
quiera que se le esté cruzando por su cabezota. Kayda me mira y decidida
se acerca, lleva su Shodai a la espalda y luce un mono negro, uniforme de
trabajo.
—Buenas noches, hermanito. — Saluda.
—Hola, guapa-interrumpe Tetsuo interponiéndose.
—¿Y tú, eres? — pregunta Kayda con una ceja arqueada.
—Tetsuo, líder de las serpientes rojas. — se presenta con orgullo.
—Pandilleros, ¿en serio, One? — pregunta Kayda dirigiendo, clavando
sus funestos ojos en mí.
Me limito a encoger los hombres sin contestar.
—Oye, guapa— aborda Tetsuo— ¿Tienes algo en contra de los
pandilleros?
—No, nada— contesta sin amedrentarse.
—¿Quieres una copa? —pregunta Tetsuo regresando al modo
conquistador.
Aprieto las manos inhibiendo propinarle una colleja a Tetsuo al oírlo.
—Nos vamos— anuncio y mis palabras van dirigidas a Kayda.
—Estoy trabajando— replica.
—Has acabado —rebato y sujeto su muñeca con mis dedos arrastrándola
conmigo a la salida.
—Oye, ¿ahora también mandas en Yokai o qué? —grita ella intentando
resistirse a mi arrastre.
—Soy el jefe.
Salimos a la puerta y recuerdo que un séquito de seguridad, incluido
Kimura, me siguen. Por suerte vine en mi coche y escoltado por ellos.
—Kimura nos vemos en casa — le informo al jefe de la alta guardia este
asiente.
Capítulo 33
Kayda
Sorprendente o no, me encuentro siguiendo al cavernícola de mi
hermanastro a la salida del local. Cuando la brisa fresca de la noche golpea
mis mejillas, aún me estoy preguntando por qué le permito obligarme a
abandonar el Yokai.
Elijo guardar silencio y lo sigo a su vehículo ocupando el lugar de
copiloto. Arranca y acelera antes de que consiga abrocharme el cinturón.
‹‹Capullo››, sisea mi mente.
Mientras conduce a modo persecución, sobrepasándolo límites de
velocidad, yo me pierdo en mis pensamientos.
Descubrir que One se ha aliado con las pandillas de los suburbios de
Tokio ha sido toda una sorpresa .es una declaración de intenciones, porque
sus movimientos solo me llevan a considerar que tal como me informó va a
darle guerra a Akiro para que mi tío no se alce con el poder.
En el fondo lo admiro, porque en años nadie se ha interpuesto a mi
autoritario tío, solo Kenichi, pero su posición de Kumicho le otorgaba
ciertas libertades que otros no tenían.
Observar a One conducir a modo kamikaze calienta mi cuerpo, su mezcla
de oscuridad y excitación es una chispa para la llama de mi deseo.
Desconozco donde vamos, porque la dirección que ha tomado One no es la
casa de los Shinoda. A su lado, las cosas pierden interés porque lo único que
importa es los miles de formas en las que gozo entre sus brazos. No estoy
orgullosa, sin embargo, mentirme a mí misma no tiene sentido.
Además, no quiero parar, deseo seguir con nuestros encuentros sexuales
sin que nadie sospeche, porque tampoco me place dejar de disfrutarlo,
aunque su carácter oscuro y arrogante me saque de mis casillas
habitualmente.
Estaciona el vehículo en el párquing privado del parque Hibiya, lo que
me sorprende. Hace años que no piso este magnífico lugar y no entiendo
muy bien por qué One nos ha traído aquí.
—Caminemos— ordena saliendo del coche.
Obedezco, aunque me molesta su modo; “aquí mando yo”, pero la
curiosidad y las ganas de volver a recorrer este sitio que me recuerda a mi
infancia ganan la batalla interior que libro en segundos.
Andamos uno al lado del otro en silencio atravesando este amplio parque
de 16 hectáreas con inspiración occidental de 500 años de antigüedad.
Al llegar a la fuente que se erige en el centro del parque, miro la grulla
que la corona con expectación, en nuestra cultura es un animal que trae
siempre buena suerte. One se sienta al borde de la fuente y yo lo imito.
Miro al cielo y me empapo de las estrellas que salpican el cielo oscuro,
quizás es la manera de evitar el momento incómodo. Porque si rememoro
las veces que One hemos compartido espacio siempre han sido discutiendo
o en la cama. Nunca habíamos estado en una situación normal, en un
restaurante, en un teatro, en un parque…
—Cuando tenía veinte años pasé una temporada aquí en Japón, a petición
de mi padre biológico, explorando sus costumbres y formándome con el
mejor maestro del país — empieza su relato con la mirada perdida en algún
punto imaginario.
Me veo tentada a preguntarle, porque no he sabido nunca qué pasó
tiempo aquí. Por qué Kenichi lo ocultó.
—Nunca lo supimos.
—Bueno, era un joven impetuoso, nunca me interesó la versión de
Kenichi sobre mi nacimiento ni mi posterior abandono. Yo ya tenía unos
padres maravillosos que me cuidaron y me criaron con cariño. A mi madre
biológica jamás tuve la oportunidad de conocerla. —Se pinza el puente de
su nariz con dos de sus dedos y lo observo hipnotizada.
Este hombre duro por primera vez desde que lo conozco abre una puerta
a su verdadera personalidad, siento que es un regalo hacerme partícipe de
sus recuerdos.
—Me cuesta creer que Kenichi te mantuviera oculto— confieso.
—Kenichi se esforzó en que lo aceptara como mi progenitor hasta que
claudicó y reconoció que había llegado a mi vida tarde. Por eso permitió
que me marchara y nunca más supe de él ni él di mí. Al volver a España me
encontré en una pesadilla que no busqué. Al llegar a mi casa la escena
dantesca que hallé me paralizo. Mi madre muerta en el suelo de nuestro
salón y mi padre encuellado con un bisturí preparado para rebanarle el
pescuezo. — Su respiración se altera.
—¡Oh, madre mía! — exclamo sin poder reprimirlo.
—Los recuerdos de esa noche están confusos, pero lo único que tengo
claro es que el artífice de la muerte de mis padres, el hombre que descubrió
su cara frente a mí, era Akiro Shinoda.
Mi cuerpo emite un respingo ante la revelación.
Que mi tío es un hombre sin escrúpulos, no es nuevo para mí, lo conozco,
que es autoritario y maquinador, pero de ahí a tramar ese plan para matar a
los padres adoptivos de One es algo que me sorprende muchísimo.
—¿Supones que Kenichi lo sabía? — interrogo conteniendo el aire en
mis pulmones esperando la respuesta.
—Considero que Kenichi fue una víctima de Akiro, estoy seguro de que
vivía ajeno a las maquinaciones de su hermano —confiesa.
—¿Qué ganaba encerrándote? —insisto, es demasiado escabroso para
entender por qué mi tío necesitaba deshacerse de One.
—Sus intenciones reales las desconozco. Además, no supe su identidad
hasta ahora— aclara y no puedo más que asombrarme más— Él consiguió
que me condenaran por el asesinato de mis padres. Cumplí la condena.
—One, cuanto lo siento —Coloco una de mis manos sobre sus rodillas.
—No te lo he explicado para que me compadezcas— dice molesto
poniéndose en pie.
—One, por favor, no es compasión, es empatía porque te condenaron
injustamente — me defiendo.
—Olvídate de eso, ya pasó. Quería que supieras la historia para que
entiendas que utilizaré todas las armas que tenga en mi poder para hundir a
ese cabrón. Y te aconsejo que no te interpongas. Cuento con tu fidelidad
para desarrollar mis planes.
Lo miro con atención y asumo sus palabras, me pongo en pie y me lanzo
a su cuello, rodeándolo con mis manos, plantando mis labios en su boca
para besarlo. Un segundo es el tiempo que tarda en reaccionar
correspondiendo a mi boca. No sumergimos en un beso abrasador que eleva
la temperatura de nuestros cuerpos.Mi cuerpo pegado al suyo grita que
quiere más, ansío fundirme con él hasta el amanecer. Sin embargo, One
tiene otros planes porque con suavidad retira su boca y aparta su cuerpo de
mío.
—Kayda, no podemos seguir con esta locura. A partir de este momento
nuestra relación debe ser la de dos hermanos —anuncia con los ojos
oscurecidos por el deseo.
Su proclamación me pilla desprevenida y la recibo de igual modo que si
me lanzaran un puñetazo en el estómago. Porque hasta la fecha no he
querido profundizar en lo que éramos, tan solo disfrutar de lo que teníamos.
Una tristeza intensa embarga mi alma al contemplar la idea de que a partir
de ahora no lo podré tocar, no disfrutaré de sus abrasadores besos, ni de su
cuerpo desnudo sobre el mío y algo se quiebra en las profundidades de mi
corazón.
—Si es tu decisión— susurro y mi voz se apaga.
—Kayda, no soy un héroe, hace unos minutos me has mirado como tal.
Recuerda, soy el villano de esta historia, he llegado para arrasar con los que
me arrebataron lo que más quería en el mundo. Así que acepta que nunca
seremos, más que dos hermanastros. En el momento en el que alcance mi
venganza, desaparecer de vuestras vidas de la misma forma en la que
aparecí.
Sus palabras están destinadas a que abra los ojos, a que me deshaga de
cualquier tipo de ilusión que haya albergado con respecto a un nosotros que
nunca tendrá lugar. Trago con dificultad y bajo mis ojos, centrando mi
mirada en mis propios pies. Mi orgullo, mi dignidad, ambos se han puesto
de acuerdo para desaparecer en el momento en los que más lo necesito.
Porque por mucho que quiera convencerme de que tan solo hemos sido una
aventura de cuatro escarceos, mi corazón late fuerte cuando One está
implicado.
Quedaría muy forzado y cursi si exclamo; “fue bonito mientras duró” así
que muerdo el interior de mis mejillas para no soltar esa frase y asiento con
la cabeza reprimiendo la opresión en mi garganta. No sé si ansío gritar o
llorar porque mis emociones están al borde del colapso.
—Nos vamos— logro decir.
One echa a andar y lo sigo. Lo maldigo en silencio por manchar el
recuerdo de este lugar. Porque de ahora en adelante recordaré el parque
Hibiya con el sitio donde Fudo Shinoda me rechazó rompiendo algo en mi
interior.
Capítulo 34
Kayda
Dejo que la bañera se llene mientras el vapor empaña el espejo del baño,
cojo las sales aromáticas y enciendo el incienso en el poyete de esta.
Necesito relajar cada músculo de mi cuerpo, la pena es que el baño
adormecerá y destensará mi cuerpo, pero no mi mente.
‹‹ ¿Tan poco he significado para One que acabar con lo que fuera que
teníamos le ha costado menos que un suspiro? ››.
Las preguntas siguen agolpándose en mi cabeza, consiguiendo que una
insistente punzada se instale en mi sien. El ambiente se va impregnando del
olor a lavanda y canela e inspiro para deleitarme con el aroma.
Me deshago de mi ropa y me meto hasta que mi cuerpo queda sumergido
casi al límite y el agua y la espuma me empiezan a relajar.Inclino la cabeza
hacia atrás y cierro los ojos dejándome llevar por la música suave que suena
en el ambiente.
—¿Se puede saber qué haces?
La interrupción de Yasu provoca que casi salte de la bañera asustada. Tan
sumida como estaba en mi mundo interior, ni siquiera había escuchado la
puerta.
— ¡Joder! — exclamo
Salpicando agua a su cara en un gesto involuntario.
—Kayda, he llamado cinco veces. ¿Desde cuándo tomas baños
relajantes? — pregunta Yasu dibujando un semicírculo perfecto con sus
cejas.
—Desde que he tenido un día de mierda— me defiendo.
Mi hermana se sienta en una pequeña banqueta que hay junto a la bañera.
—Kayda, mamá, está muy afectada con todo lo sucedido, debes
comprender su posición ―aboga Yasu en favor de nuestra madre.
Seguro la magistral Hana Sumiyoshi le ha estado todo el día llenando su
cabeza de excusas perfectamente elaboradas para justificar su actitud
conmigo.
—¿A quién le interesa? —le contesto molesta.
—Kayda, no te cierres en banda. Ahora mismo solo nos tenemos las tres
— insiste Yasu con su dulce voz.
—Habla por ti, hermana. Yo siempre he estado sola, espera, rectifico
cuando estaba papá, no. Era la única persona que apoyaba mis acciones. El
comportamiento de Hana no me sorprende, durante años se ha reprimido en
sus acciones desmesuradas porque Kenichi la mantuvo a raya. Sin embargo,
ya tengo claro que a partir de ahora no va a ser así. — explico mi visión.
—Kayda, deberías darle una oportunidad. Habla con ella —propone
Yasu.
La ingenuidad de mi hermana logra sorprenderme, entiendo que es su
madre biológica, que en su naturaleza está quererla, pero con ella tampoco
ha sido una buena madre.
En mi ADN no está quererla, ni respetarla, ni nada parecido.
—Yasu, déjalo, por favor— solicito tocando mis sienes con mis manos,
el dolor de cabeza se intensifica.
—Kayda, me preocupas, en tres días regresaré a Estados Unidos, a la
universidad. Como pretendes que me marche tranquila si mamá y tú os
comportáis como dos cabezotas que se odian. — Mi hermana expone sus
preocupaciones y en el fondo la comprendo.
—Yasu, puedes estar tranquila, no llegará la sangre al río — anuncio con
una sonrisa triste que pretende tranquilizarla.
Yasu debe cumplir con sus estudios, además, lo mejor es que esté lejos de
Japón, porque cuando One y Akiro luchen por su puesto como líder de la
yakuza no serán días fáciles.
—Kayda, tengo la impresión de que no me cuentas todo —asevera mi
hermana mirándome con los ojos entornados.
Mi hermana se caracteriza por estar dotada con una intuición desmedida
que me calma y me inquieta al mismo tiempo.
—¡No veas fantasmas donde no los hay! ―proclamo para que desista de
indagar!
Me encantaría poder desahogarme con ella, descargar toda la congoja que
cargo a mis espaldas. Sin embargo, opto que lo mejor es mantenerla al
margen.
Yasu me mira de soslayo y se marcha dejándome disfrutar de mi baño.
Cierro los ojos y mi mente evoca la imagen de One, da igual que si está
presente o ausente, mi corazón se acelera solo con pensar en él. Lo extraño
a cada momento y las ganas de estar a su lado crecen a cada segundo y
duele que no me anhele de la misma forma que lo hago yo. Todo en
conjunto solo significa una cosa, aunque me aterre aceptarlo, estoy
enamorada de Fudo Shinoda.
One
Mi noche se trunca a pesar de que lo único que quería es caer sobre el
mullido colchón y no pensar. Una llamada de Tetsuo echa a perder mis
previsiones.
—Problemas en el Yokai.
Cuelgo la llamada porque no preciso de mucho más para saber que quiera
o no debo pisar de nuevo el maldito club. Tetsuo no avisaría si no fuese
importante, lo conozco, su orgullo no se lo permitiría.
Así que aviso a Kimura que reúna a toda la alta guardia de la casa y que
me sigan en sus vehículos hasta el Yokai.
Al montarme en mi coche observo a Kayda vestida y armada dispuesta a
ocupar su lugar y maldigo en silencio. Porque con las prisas no caí en
ordenar a Kimura que la mantuviera al margen.Sé que no sería justo, le he
pedido que ocupe su sitio y ese es precisamente formar parte de la guardia.
Sin embargo, estos sentimientos que me obligo a enterrar bajo capas de
oscuridad sacan a relucir un excesivo síndrome de protección hacia mi
hermanastra.
Evito continuar mirándola y pongo rumbo al club a una velocidad
extrema, Kimura y sus hombres me siguen de cerca a pesar de que mi forma
de conducir no se lo pone nada fácil.
Aparco en la puerta de Yokai rechinando rueda y salgo como el diablo
que soy, destilando peligro a cada paso.
Los gorilas de la puerta han cerrado el acceso colocando una cinta roja
evitando el paso a la gente que hace cola para entrar. Al verme acompañado
por la alta guardia abren la puerta dándonos acceso.En el interior del local
lo que vislumbro no me gusta, los clientes se han colocado alrededor de la
pista formando un gran círculo alrededor de varios de los miembros de las
Serpientes, con Tetsuo a la cabeza, enfrentados a más de diez hombres
armados hasta los dientes, al frente de ellos el inútil de Sato con uno de sus
trajes a medida.
Con cada paso que doy me convenzo más que debía haberme deshecho
del gerente del Yokai la primera vez que lo vi.
Por el rabillo del ojo veo a Kayda adelantarse desenvainando su Shodai
con su semblante pétreo y sus pupilas fijas en su objetivo. Rápida e
inesperada coloca la hoja de su catana junto al cuello de Yuto Sato ante la
sorpresa y el pánico que se dibuja en el semblante del capullo.
Lo extraño de la situación es que nadie se mueve, ni siquiera los hombres
que resguardan a Sato muestran la mínima intención de detener a la loca de
mi hermanastra.
En definitiva, no sé si sonreír ante su audacia o azotarla para que no se
exponga de ese modo.
— ¡Qué alegría, Kayda! Mi tocapelotas personal— exclama Sato con
imprudencia.
La ira atraviesa mi cuerpo que se envara y doy un paso para detener el
espectáculo, Kimura agarra mi antebrazo y lo fulmino con mi mirada. Él,
sin embargo, lejos de amedrentarse, me mantiene fija la mirada y cabecea a
modo de negación para que detenga mi impulso.
—Desconozco si eres un cobarde demasiado arrogante o un iluso idiota
— anuncia Kayda sin separar el filo de su acero del cuello de Yuto.
—Baja el arma, no soy el enemigo aquí— informa Yuto y su voz luce
cierto temblor.
—No me jodas, Sato. ¿Dime que no has montado este espectáculo para
darte un baño de arrogancia y elevar tu ego? —reprocha Kayda firme en su
posición.
—Yo solo sigo órdenes— confiesa y una gota de sudor cae por su frente.
—Órdenes, ¿de quién?, porque si no me equivoco ya te dejaron claro
quién manda ahora— resalta.
—Kayda, no seas ilusa. Unos pandilleros de poca monta no van a
inmiscuirse en mi trabajo, el señor Shinoda no lo permitiría.
La información que brinda Sato deja claro que en su enajenación por
mantener el cetro del poder en el Yokai ha acudido a Akiro para expulsar a
Tetsuo y los suyos.
—Error, Sato, error— anuncio avanzando hasta él.
Ahora sí, los hombres se ponen en alerta, extraño, porque con Kayda no
se movieron. Yuto Sato intenta aniquilarme con sus ojos, y yo ni me inmuto.
Para mí solo es un inútil pretencioso que tiene el cronómetro de su vida
encendido, en regresión.
Si no lo mato yo otro lo hará, pero la sentencia de muerte cuelga de su
cabeza.
Casi he alcanzado a colocarme justo al lado de Kayda cuando una voz
emerge de entre la multitud.
—Primo, yo de ti no me inmiscuiría en nuestros asuntos.
‹‹Otro capullo a la vista››, vocea mi mente.
Ichiro aparece entre los hombres de seguridad, en su mano un vaso medio
vacío de whisky.
— ¿Qué haces aquí? Nadie te ha invitado— provoco con la intención
clara de que pierda los estribos.
Las ansias de darle una paliza se agolpan en mis manos.
—Poner orden, al parecer, se te ha ido la mano. Los clubes de la familia
ya tienen quien los gestione— recalca manteniendo la distancia.
Es un cobarde, desde la primera vez que lo vi lo supe.
—Lárgate, y dile a tu papaíto que el Yokai tiene quien lo gestione—
proclamo con seriedad.
La estrepitosa carcajada resuena en el lugar y el vaso entre sus dedos se
balancea.
—Primo has enloque…
No le permito ni acabar la puta frase, recorto la distancia hacia él,
encuellándolo con mis manos, elevando su cuerpo con fuerza hasta que sus
pies dejan de tocar el suelo.Los hombres que lo apoyan encañonan sus
armas, listos para atacar.
—¡Que nadie se mueva! — grita Kayda y clava la hoja de su acero más
en el cuello de Sato hasta arrancarle una gota de sangre que resbala por su
blanca piel.
—Dile a tu papaíto que se mantenga al margen si no quiere que
empecemos una encarnizada guerra— proclamo y lo suelto con ímpetu
provocando que aterrice de culo en el suelo.
—Eres un hijo de perra— sisea acariciando su cuello con sus manos. A
su alrededor se esparcen los cristales del vaso que dejó caer en el momento
en que lo he agredido.
—No es nada nuevo y, además, me encanta serlo— asevero alisando la
americana de mi traje con las manos.
—Lárguense— grita Kayda en dirección al séquito de seguridad de
Ichiro.
Miran a su líder aún en el suelo y uno de ellos se adelanta a ofrecerle su
mano para que se ponga en pie. Ichiro le propina enfurecido un manotazo
rechazando su ayuda y se levanta solo.
—Esto no quedará así— amenaza mientras abandona el Yokai con sus
hombres ante la mirada asustada de Sato que comprende que se ha quedado
solo.
—Y ahora Yuto, ajustaremos cuentas—anuncio.
Capítulo 35
Akiro Shinoda
Ichiro irrumpe en mi despacho a las tres de la mañana, desaliñado y
apestando alcohol, por un instante he barajado la posibilidad de que mi hijo
se haya hecho con algo que hasta el momento no conoce, valor. Pero mis
expectativas desaparecen cuando veo la guisa con la que se presenta ante
mí.
La ira y la vergüenza se acumulan en mis venas y mis ojos arden de furia
fulminándolo.
—Espero que tengas una buena razón para irrumpir de esta forma—
gruño con la mandíbula apretada.
—Padre —Su rostro lastimero dispara aún más la vergüenza y las ganas
de matarlo por mucho que sea mi legado.
«Siempre puedo tener más hijos, no soy tan mayor››. Recuerda mi
malévola mente.
—Habla o te meto una bala entre ceja y ceja— proclamo empuñado mi
glock ante su mirada aterrorizada.
Es la primera vez que lo amenazo no solo con palabras y como el
cobarde que es, está a punto de mearse en los pantalones, hecho que me
enfurece aún más si es posible.
—Padre, me enviaste al Yokai, ¿recuerdas? — titubea y duda a cada
palabra que sale por su boca— y ese bastardo que se las da de sucesor de
Kenichi casi me mata apoyado por la perra de Kayda.
«Definitivamente, Fudo Shinoda es un dolor punzante de cabeza».
—Ese bastardo tiene más pelotas que tú —acuso porque estoy
convencido, aunque me pesa, de que es así.
—Padre, ¿de qué lado estás? - pregunta Ichiro espantado.
—Del mío, hijo, siempre del mío.
—Padre, ¿Qué vas a hacer? — insiste Ichiro pasando una de sus manos
para limpiar las gotas de sudor que caen por sus sienes.
—Reúne a los hombres que te han acompañado a Yokai, esperarme en el
patio trasero— informo guardando mi glock ante el suspiro tranquilo que
suelta Ichiro.
Asiente y abandona mi despacho.
Semanas atrás no contemplaba que tomar el puesto de Kumicho en la
yakuza me fuese a costar tantos quebraderos de cabeza, no obstante, en este
punto cuento con más obstáculos y todo por culpa del hijo de Kenichi. Me
arrepiento de no haber acabado con su vida quince años atrás cuando tuve la
oportunidad.
Reúno al resto de mis hombres, todos fieles a mi causa, ser el mandamás
de la organización, llevo años realizando una campaña de captación de
personas para llegado el momento proclamarme vencedor.
Los diez hombres que acompañaron a Ichiro al Yokai permanecen en el
patio trasero de mi casa, expectantes en mitad de la oscuridad de la noche.
Ichiro se coloca detrás de ellos gesto que alimenta le desprecio que gasto
con mi hijo.
La cobardía es un rasgo que odio en las personas y mi heredero tiene
grandes dosis de esa característica.
Mi ejército se coloca detrás de mí en espera de mis órdenes, Botang, mi
hombre de confianza se posiciona a mi derecha, lleva más de veinte años a
mi lado y es una de las pocas personas en las que confío.
—Formar parte de mi ejército es un honor— anuncio—. Pero también
requiere un esfuerzo y ser los mejores. Creo que cuando se alistaron esa
finalidad quedó claro. Hoy no estoy contento, fallaron. — al escuchar la
última frase el nerviosismo se hace presente en el pelotón que tengo al
frente.
Ichiro da dos pasos atrás y con sigilo mirando a todos lados para ver
donde puede esconderse.
«Cobarde››, sisea mi mente.
El silencio sepulcral se instala en el patio, la escena resulta tétrica, la
negrura del cielo junto a las caras asustadas de los hombres que esperan mi
represalia se vuelve extraña.
Desvío mis ojos a Botang y él sabe bien qué hacer con solo ese gesto.
—No se aceptan fallos, señores —proclamo y tras mis palabras los
hombres que están apostados a mi espalda alzan sus armas.
Las caras de sorpresa de los soldados que permanecen frente a mí son un
mapa, varios de ellos titubean y empiezan a correr para escapar de su
funesto final, Ichiro es el primero que echa a correr desesperado.
Mis hombres dan el pistoletazo de salida y los proyectiles salen
disparados alcanzando a cada uno de los objetivos.
Observo satisfecho como van cayendo uno por uno hasta que el único
que aún permanece en pie es mi hijo.
Botang alza la mano para detener el fuego.
—Padre, enloqueciste— grita Ichiro casi llorando.
—No quiero cobardes, hijo. No permito fallos.
—Padre, por favor— suplica arrodillándose.
Mi legado no tiene solución y en ese preciso momento entiendo que nada
de lo que intente para convertir a mi hijo en el heredero que debe ser
conseguirá lo que sea. Es una pérdida de tiempo.
Giro sobre mis pies y abandono el lugar acompañado por el sonido que
emite un último disparo.Regreso a mi despacho satisfecho y sirvo un whisky
en uno de los vasos que están sobre el mueble bar.
Saboreo el líquido ambarino al bañar mi garganta e inspiro para calmar la
adrenalina que aún corre por mis venas. Dos golpes en la puerta avisan de la
visita de Botang.
—Señor, ya avisé un equipo de limpieza — informa mi hombre.
—Necesito a los mejores hombres, selecciónalos a conciencia. Tengo un
trabajo para ellos y no acepto errores— explico ante la atención de Botang.
—De acuerdo— asiente.
—También quiero que avises al consejo, mañana es la lectura del
testamento de Kenichi quiero una asamblea para el día siguiente.
—Bien, señor, me pongo manos a la obra— afirma y se dispone a
marcharse.
—Botang— llamo provocando que detenga su marcha—Necesito
discreción en todos los movimientos que vamos a hacer.
—Entendido— asevera y se marcha.
Balanceo el vaso en mi mano y los cubitos chocan entre sí.
Llevo años anhelando ser el Kumicho y ahora nada ni nadie conseguirá
que me amedrente. Fudo Shinoda es la principal piedra en mi camino y voy
a aplastarla en breve.
Kayda Tanaka tampoco es una aliada, la adoran como una diosa, sobre
todo los miembros más longevos dentro de la organización. Esos son los sus
principales protectores y defensores.
El matrimonio concertado con mi hijo se difumina en mi mente, porque
Ichiro por el momento está fuera de juego. Pero a pesar del aviso que ha
recibido esta noche no va a cambiar, soy consciente.
Capítulo 36
One
Las manos recorren mi pecho y sus gemidos inundan mis oídos, mientras
cabalga sobre mí, sudando, con el cabello negro danzando a su espalda. Mi
verga se agita en su interior ansiosa por derramarse y culminar las
estratosféricas ganas que le tengo.
—Mírame— ordeno en mitad del acto.
Obedece y nuestras miradas quedan entrelazadas, las pupilas lucen
enturbiadas por el deseo del que somos víctimas.
Mi miembro se endurece y clavo las yemas de mis dedos en su cuero
cabelludo, mis dientes marcan su mandíbula con…
Despierto bañado en sudor y me incorporo en la cama pasando mis
manos por mi cabello.
—¡Mierda, joder, hostia! — Los improperios se acumulan en mi lengua
recordando el sueño erótico que acabo de experimentar. En estos momentos
me siento como un adolescente acelerado con un dolor tremendo en mi
polla. Me apresuro a meterme bajo la ducha y gradúo la temperatura a fría,
maldigo que no tenga función de agua congelada que es lo ahora mismo
necesito para bajar la puta erección que cargo.
Mentiría si no acepto que quiero a mi sexi hermanastra tal como la soñé
cabalgando sobre mi polla hasta el éxtasis. Pero he tomado la decisión de
alejarme, porque necesito toda mi concentración en mi cruzada y hablando
claro, Kayda Tanaka es una distracción demasiado peligrosa que es capaz
de inclinar la balanza del lado equivocado.
Aguantaré a base de duchas frías, y rezo en silencio para que
desaparezcan los sueños húmedos si no enloqueceré.
Salgo del baño y me enfundo en un traje a medida, hoy es la lectura del
testamento y necesito estar perfecto. Me relamo al pensar en la triste viuda
cuando al fin sepamos quién tiene el control.
Por suerte, los abogados se desplazan a la casa Shinoda y se realizará la
lectura en el salón.
Al salir de mi habitación me tropiezo con Chihiro con una bandeja con té
humeante, a pesar de que el olor me atrae lo deshecho. Esta mujer parece un
fantasma, se mueve como si fuese humo por toda la casa.
—No gracias —suelto y la dejo allí parada, dedicándome una mirada
entornada con la bandeja en sus manos.
«Ni loco, me lo bebo, aunque muera de sed››.
Cuando accedo al salón, todos están esperando. Parece que hay prisa
porque comience. Akiro Shinoda permanece al lado de Hana Sumiyoshi que
ni siquiera se molesta en mirarme.
Como testigos, aparte de los letrados, Hideaki y Massami miembros de la
organización. Kayda se ha colocado lejos de su madre junto a nuestra
hermana Yasu. La mirada de la menor de los Shinoda se centra en mí y me
incomoda porque me analiza a conciencia.
«Esta niña me pone nervioso››, recuerda mi mente.
Kayda no me mira lo que me cabrea, aunque si soy sincero tengo lo que
pedí que se alejara, que mantuviera su posición.
Ella ignorándome y yo ansioso por chuparle cada centímetro de su
cuerpo. La boca se me llena de saliva y respiro hondo concentrado en
desterrar esta puta ansia por mi condenada hermanastra.
—Reunidos aquí todos los presentes, procederemos a la lectura del
testamento del difunto Kenichi Shinoda— empieza uno de los abogados. —
Kenichi Shinoda en plenas facultades en el momento se redacta dicho
documento, según certifica el notario abajo firmante dispone que el 50 % de
los activos de sus empresas Shinoda Corp. Serán otorgados a su único
hermano Akiro Shinoda, mientras que el resto pasan a manos de sus dos
herederas Kayda Tanaka y Yasu Shinoda, al igual que las propiedades que
hasta la fecha constan a nombre del Kenichi.
La sonrisa de Hana Sumiyoshi no se hace esperar y exhibe la satisfacción
en su rostro.
—Todo lo otorgado a las herederas será gestionando hasta que las
mismas contraigan esponsales por mi primogénito Fudo Shinoda Planes, se
adjunta prueba de paternidad y certificado de matrimonio con la difunta
señora Planes. Si el mismo renunciara pasaría a manos del maestro Tanaka,
si en su defecto ninguno de los dos pudiera ocuparse, el consejero actual de
la yakuza salvaguardaría el patrimonio.
— ¿Qué? No es posible— el grito de Hana retumba en toda la sala.
Las comisuras de mi boca se elevan en un intento de sonrisa malévola,
porque ver la cara de la comadreja de Hana no está pagado.
—Señora Sumiyoshi, cálmese— solicita el abogado.
—¿¡Que me calme!?, imposible. Me está diciendo que mi difunto esposo
ha dejado el manejo de todo a un bastardo recién aparecido. No lo acepto,
lo impugnaré— proclama poniéndose de pie, sus mejillas se enrojecen de la
ira que recorre su cuerpo y lanza una mirada aniquiladora a mi persona.
—Madre— interviene Yasu.
—Ahora no— ordena advirtiendo que no se meta.
Estático como un mero observador me deleito viendo cómo la arpía
pierde los papeles a pesar de que Akiro a su lado la agarra del brazo para
evitar que siga dando el espectáculo.
—Suéltame —chilla deshaciéndose del agarre de Akiro y lanzándose
como una energúmena hacia donde me encuentro.
Enajenada, avanza, parándose frente a mí, le saca más de una cabeza de
altura, mantengo mi posición firme y mi rostro gélido.
—Eres un bastardo, no voy a permitir que te salgas con la tuya.
Impugnaré ese maldito testamento y regresarás al agujero del que saliste,
como la rata que eres— proclama lazando las manos por encima de su
cabeza.
Tengo la sensación de que está ansiosa por abofetearme, espero que lo
haga porque estoy seguro de que le devolveré el golpe obviando que es una
mujer.
—Haz lo que quieras. De momento, recoge tus cosas e instálate en
cualquiera de las otras propiedades que tenemos— anuncio y es la chispa
que desata su ira intensa lanzándose contra mi cara para clavarme sus uñas.
Kayda con rapidez la sujeta para que la sangre no llegue al río.
—Hijo de perra— vocea mientras la obligan a abandonar la sala ante el
estupor de los presentes.
Capto como Yasu se acerca mientras los abogados acaban con el papeleo
y Akiro se mantiene al margen de todo. Resulta imposible leer las
emociones de este cabrón.
—Fudo— La presencia de Yasu capta la atención.
—Dime.
—Quiero pedirte un favor— abordo con decisión —. Necesito que te
retractes. Mamá siempre ha vivido en esta casa, sé que no es una persona
fácil, pero por favor déjala en su zona de confort. —súplica.
«Detesto que se rebaje por alguien que no merece la pena››
—No es negociable, ya tomé mi decisión agradece que no la deje en la
puta calle —expreso inamovible.
Nadie es capaz de revocar mi disposición, la cara de Yasu se torna roja
aguantando la impotencia que provoca mi actitud.No me interesa, no soy un
santo, soy un diablo resurgido de la fragua del infierno y mi palabra ahora
es la ley.
Yasu se da media vuelta apretando sus manos en puños y rebufando a
cada paso.
Después de más de media hora, los abogados recogen la documentación
y la meten en sus maletines, agradezco que se ponga el final a esta
pantomima. Hideaki se acerca a donde yo estoy y da una suave palmada en
mi hombro.
—Fudo, ya ha empezado a caer el castillo de naipes— proclama en voz
baja para solo yo logre escucharlo.
Por el rabillo del ojo detecto que Akiro abandona su lugar y se dirige
directo a donde me encuentro.
—Sobrino, enhorabuena, creo que eres un hombre rico. Aunque la
riqueza no equivale el poder. —Sus consejos suenan demasiado forzados
para que tiente a mi consciencia.
—No quiero consejitos de galletitas de la fortuna, tío—reitero.
La boca de Akiro se frunce en un rictus demasiado serio que no logra
esconder.
—La soberbia es un pecado, Fudo. Vigila tus pasos— advierte
marchándose.
—Fudo, Akiro es muy peligroso, no lo subestimes— aconseja Hideaki.
—Lo sé, no lo hago.
Kayda
Chihiro se encarga de mi madre en su habitación y yo me retiro,
mantenerme a su lado solo me expone a sus dardos envenenados y ahora
mismo están cargados de odio. La decisión de One no me sorprende, como
tampoco lo hace la reacción de Hana Sumiyoshi. En el pasillo me cruzo con
Yasu.
—Nuestro hermano es un capullo— proclama nada más verme.
«¡Qué sorpresa! ›› Resalto mentalmente.
—Cálmate— solícito, no tengo la cabeza para más pataletas y con más
razón si son provocadas por mi dolor de cabeza habitual, One.
—Lo que intenta hacerle a mamá es totalmente injusto— se exaspera
—.Y el muy arrogante no ha querido ceder a mis súplicas— explica furiosa.
—Yasu, ¿le suplicaste? No lo entiendo. Mamá se ha labrado su propio
camino. Rechazó a Fudo desde el primer momento en el que apareció—
relato para colocarla en situación y que entienda que la enemistad entre
nuestro hermano y nuestra madre viene desde el principio.
—No me doy por vencida, habla con él. Quizás a ti te escuche.
La miro espantada, porque en ninguna circunstancia contemplo la
posibilidad de abogar a favor de Hana y menos a One.
—Yasu, no— contesto firme.
—Por favor, hermana. No lo hagas por mamá, hazlo por mí. Estaré más
tranquila si mama sigue viviendo aquí contigo —ruega poniendo carita de
gatito abandonado.
—Está bien, no prometo nada —me encuentro claudicando a pesar de
que al minuto me arrepiento de mil formas distintas.
Capítulo 37
Kayda
Mi noche se resume a dar vueltas en mi cama siendo víctima del
insomnio. La falta de sueño amenaza con volverme loca.
«¿Por qué acepté interceder con One en el asunto de Hana? Porque eres
idiota››.
Las cosas están claras entre nosotros, él ya expuso sus deseos y yo me
prometí que nuestra relación sería lo más distante posible. Porque mis
sentimientos están implicados hasta el tuétano y acercarme a él no ayuda a
enterrar lo que mi corazón anhela. Ahora debo mantener una conversación
con él sobre mi madre que seguramente acabará en pelea.
Al despuntar el alba me apresuro a la ducha, tomando más minutos de lo
habitual para relajarme y recomponer energías. Destierro cualquier
pensamiento sobre One, ahora lo único que deseo es mantener mi mente fría
y salir al salón para comprobar cómo están los ánimos en la casa de los
Shinoda.
Casi he acabado de vestirme con mi mono negro y sujeto mi Shodai para
enfundar en la parte trasera de mi espada cuando unos fuertes golpes en mi
puerta me sobresaltan.
—Kayda, por favor, ¿estás despierta?
«¡Yasu, la que faltaba! ››. Evoca mi mente y el recordatorio de la petición
que me hizo anoche.
Abro la puerta y Yasu atraviesa la misma exaltada
—Mamá está destrozada, el servicio ha hecho sus maletas por orden del
capullo de nuestro hermano. Kayda, por favor, tienes que hablar con él
inmediatamente. — La preocupación se dibuja en la cara de mi hermana, lo
que enternece mi corazón.
Mientras crecíamos, Yasu se convirtió en mi persona favorita, razón por
la cual rara vez era capaz de negarle nada a mi hermana pequeña. En la
actualidad sigue ejerciendo ese poder en mí.Por culpa de mi debilidad,
ahora mismo camino arrastrando los pies, tal cual condenado al patíbulo
hacia el despacho que un día ocupó mi padre. Kimura me informó
amablemente que One llevaba horas encerrado en ese lugar.
Golpeo la puerta por dos veces y espero a escuchar su voz invitándome a
entrar. Coloco mi mano en la manilla e inspiro con fuerza haciendo acopio
del valor que necesito para esta trifurca.Entro en el despacho y barro el
mismo con mis ojos, lo veo sentado tras la mesa con el teléfono en la oreja.
Froto nerviosa mis manos y reprimo la repentina inseguridad que me
sobreviene. Con una de sus manos hace un gesto para que me siente
mientras acaba con la llamada.
—Hideaki, encárgate.
Cuelga y coloca el aparato sobre la mesa, entrelaza sus ojos con los míos
y arquea una de sus cejas esperando que hable.
—One, verás… —me cuesta concretar porque los nervios están
desquiciando mi capacidad para emitir un discurso digno. —Sobre el tema
de Hana, me gustaría pedirte… —Me detengo buscando las palabras
adecuadas, él mantiene su semblante inexpresivo. —déjala unos días para
que asimile que debe abandonar la que fue su casa durante años.
—A ver si lo entiendo, me estás pidiendo que retrase la marcha de Hana.
Si no te conociera, pensaría que te duele que tu madre adoptiva sea
expulsada de su casa como una rata, pero a mí no me engañas dragona—
anuncia expectante ante mi reacción.
—No soy una insensible ni una desagradecida, ella me acogió en su casa,
se lo debo— exclamo alzando la voz más de lo que pretendo.
One se pone en pie y rodea la mesa acercándose a mí que continúo
sentada. Aprieto mis muslos ante la expectación de su proximidad.
«Que no lo haga, por dios››
Cuando está cerca mi cuerpo se prende en llamas y mi cerebro se vuelve
papilla incapaz de ser coherente. Mis súplicas son ignoradas y mi
hermanastro se coloca justo frente a mí, con su pulgar eleva mi mentón y
me mira fijamente.Sus dos pozos negros son como un gran agujero de
gusano y atraen hacia sus profundidades de manera magnética.
—Kayda, no te viene bien el papel de abogada del diablo —emite sin
dejar de inspeccionar mi rostro.
Mis labios tiemblan ante su toque, la calentura que provoca en mi cuerpo
se prende en el centro de mis piernas y aprieto mis manos sobre mis muslos.
Intento retirar mis ojos de él, pero su agarre en mi mandíbula no lo permite.
Su pulgar juguetea con mi labio inferior y salivo en exceso ante el gesto.
Necesito cortar la conexión si no de un momento a otro, me voy a lanzar
sobre él cómo una loba hambrienta.
«¿Dónde quedaría mi dignidad si me dejo llevar por mis salvajes deseos?
››
Experimento la sensación de estar contra las cuerdas y mis nervios
estallan, doy un respingo y retiro la silla poniéndome de pie a una distancia
segura.
—One, déjate de juegos y mantén el espacio. Solo necesito que por una
vez otorgues un pequeño margen. No voy a inmiscuirme en tus decisiones,
pero con respecto a Hana necesito que cedas— Mi discurso suena acelerado
porque es víctima de la excitación y el nerviosismo que me dominan.
—¿Espacio? — suelta arqueando sus cejas a juego con una sonrisa
perversa que no augura nada bueno.
—Sí, espacio — asevero intentando sonar firme y segura.
One da dos zancadas y estrecha mi cuerpo contra el suyo provocando que
emita un grito ante la sorpresa. Nuestros rostros se encuentran demasiado
cerca, mis pupilas se hipnotizan con su boca y crecen las inmensas ganas de
besarlo.
—Me pides espacio cuando todo tu cuerpo me está gritando que me
acerque. Que te posea como nos gusta— susurra casi pegando sus labios a
los míos.
«Joder››, oírlo, hablar así lo único que consigue es que arda en mis
propias llamas.
No pienso, no valoro, simplemente me dejo llevar y aplasto su boca con
la mía, rodeando su cuello con mis manos. Urgida me encaramo a su cintura
envolviéndola con mis piernas.Nuestras lenguas se saborean como si llevará
siglos esperándose. Apoya mi trasero en el borde de la mesa sin romper
nuestro contacto y con sus manos manipula la cremallera de mi mono para
tener libre acceso a mis pechos.
—Nena, esta ropa te queda muy bien, pero es un incordio para todo lo
que tengo en mente hacerte— proclama pegando su boca a mi cuello.
One resulta una tentación demasiado fuerte para resistir, si a eso le
sumamos sus susurros sensuales entonces estoy completamente perdida.
Con destreza logra sacar uno de mis pechos y lo lame a conciencia,
derritiéndome por dentro. Muerde uno de mis pezones y no consigo
reprimir el gemido que nace en mi garganta arqueando mi espalda para
facilitar su acceso.
Prometí que no caería de nuevo en las redes del deseo, pero, cuando me
besa, atrapa mi alma y mi corazón. Ilusionada, no necesito mucho para que
me haga volar la pasión desata este amor que crece por momentos. Sin
embargo, aquí estoy deshaciéndome ante las caricias de mi hermanastro, el
mismo que hace un día proclamó firmemente que se había acabado.
El sonido del teléfono de fondo provoca que One abandone su saqueo a
mis pechos y me abandona para contestar la inoportuna llamada.
Mi respiración acelerada y el ardor que sube por mis piernas me tienen en
shock.
—Sí— contesta demasiado brusco.
—¿Qué? ¡Joder! Entretenlo ahora mismo vamos — proclama colgando.
Su humor ha cambiado en segundos, One pasa de estar dominado por el
anhelo a tenso y cabreado.
—Lo siento, dragona, debemos posponer nuestros asuntos. De momento
dile a Hana que puede quedarse unos días. Prepárate, te espero en la entrada
— anuncia recogiendo sus cosas.
Lo único que soy capaz de hacer es asentir con la cabeza mientras me
acomodo mi ropa y salgo pitando del despacho.
—Maldición, soy débil, demasiado— gruño de camino a la sala para
darle la noticia a Yasu de mis avances en el tema de mamá.
Enfrascada en alcanzar una templanza que no encuentro camino con
rapidez dándome de bruces con mi hermana en el pasillo.
—Kayda, ¿Qué te pasa? —pregunta Yasu con su escrutinio habitual.
Siento cómo mis mejillas arden de vergüenza porque no quiero que mi
hermana se percate de mi aspecto acelerado.
—Hablé con One, por el momento mamá se puede quedar unos días.
Después ya veremos. — explico intentando modular mi tono de voz para
enmascarar el nerviosismo.
— ¿Habéis discutido? — se interesa.
— ¿Tú qué crees? — digo adoptando una actitud defensiva.
—Bueno, Kayda, gracias. Siento ponerte siempre en situaciones
complicadas— se disculpa.
—No te preocupes. Prepara tus cosas que Kimura te llevara al
aeropuerto. Yo tengo asuntos pendientes— le digo y desaparezco para no
darle oportunidad a que ate cabos y se dé cuenta de que no es nada normal
mi aturdimiento.
Tarde caigo en la cuenta de que ni siquiera he abrazado a mi hermana y
pasará mucho tiempo antes de volver a vernos. Aun así, despejo mis
remordimientos y me dirijo a la salida para encontrarme con One.
«Algo grave debe estar sucediendo, lo presiento».
Capítulo 38
One
Conduzco peor que habitualmente, mi pie pisa a fondo el pedal del
acelerador negándome el lujo de mirar a mi hermanastra, que ocupa le
asiento del copiloto.Empieza a llover, con fuerza, sin descanso, aun así, no
reduzco la velocidad. Observo como mi hermanastra se agarra a la manilla
del habitáculo con fuerza y no aparta su mirada del frente. No me importa si
tiene miedo de mi modo de conducir.
Atravieso las calles de Tokio con mi coche como si me persiguieran, y es
que la prisa por llegar junto con el enfado que cargo provocan que tenga
demasiada prisa. La lluvia empeora justo cuando me meto en el
aparcamiento del edificio Shinoda.Bajo del coche y ni siquiera me molesto
si Kayda me sigue o no, tengo un fin una meta y las distracciones no tienen
lugar ahora mismo. Cogemos el ascensor y subimos al piso donde
encuentran las oficinas, salgo con paso firme e ignoro el saludo de la
señorita Yamamoto.
Sin llamar, abro la puerta de la sala de juntas, seguido por Kayda que se
mantiene detrás de mi espalda en silencio.
El asombro de los integrantes del consejo de la organización se muestra
claramente en sus rostros. El espanto que por momento vislumbro en los
ojos de mi tío resulta toda una satisfacción.
—Siento el retraso, señores, pero fui informado tarde de esta reunión—
expreso tomando asiento al lado de Hideaki.
Kayda se aposta cerca de la puerta y permanece de pie. Ese es su sitio,
aunque me pese. Porque en esta organización patriarcal las mujeres no
tienen un sitio privilegiado, al contrario, las tratan como sumisas. En el caso
de mi hermanastra, la ventaja es que es una guerrera y como tal puede
permanecer presente en la sala para salvaguardar nuestra seguridad.
—Señores, prosigamos. Es urgente dejar el tema atado del nuevo
Kumicho, la tríada y muchos de nuestros enemigos aprovecharán nuestra
debilidad. Sé que lo normal sería esperar un tiempo prudencial después de
la muerte de mi hermano, sin embargo, la situación requiere medidas
extraordinarias —expone Akiro ante las miradas atentas de todos los
miembros.
—Akiro, la elección de Kumicho no puede ser apresurado— comenta
Massina ganándose una fulminante mirada por parte de Akiro.
—No hay muchas opciones, llevo años trabajando por el bien de la
organización. Primero al lado de mi padre, después de Kenichi. No hay
mejor opción que yo— proclama derrochando arrogancia.
—Discrepo— suelto, ganándome la atención de todos.
—¿Acaso Fudo Shinoda tiene algo que decir? — interroga uno de los
más antiguos miembros. Lo sé, a pesar de no conocerlos, los he estudiado
todos con minucioso interés.
—Creo que Akiro Shinoda ya ha dejado clara donde están sus lealtades y
no son para la organización— acuso y los susurros de los presentes
acompañan mi discurso— Lo dejó claro trayendo como invitado al jefe de
la tríada al sepelio de mi padre. Cuando se conocía la enemistad entre
nuestras organizaciones, sin sacar a colocación que Kenichi no soportaba a
Li Zuang. Por lo tanto, propongo sangre nueva para liderar la yakuza.
La mezcla de silencio, espanto y admiración se muestra en la sala.
—¡Es una locura! Creciste al margen de nuestras costumbres, tu sangre
no es pura y, además, no conoces nada de nuestro negocio. A las pruebas me
remito. Hace unos días mi sobrino tomó la decisión de hacerse cargo del
Yokai. ¿Y cómo acabó? — anuncia con supremacía mirando hacia la puerta.
Entran el hombre de confianza de Akiro, Botang, creo recordar que se
llama, con un malogrado Sato.
«Golpe bajo, tío››, sisea mi mente.
—El director de Yokai fue torturado, destituido y maltratado por el jefe
de los pandilleros. El mismo que mi sobrino colocó al mando de nuestro
mejor club.
Las caras de los presentes son una mezcla de curiosidad, asombro y
disgusto. Mis ojos vuelan a uno de los hombres que me apoya, Hideaki y
compruebo que desvía su mirada.
Reconozco que Yuto Sato da pena, su rostro amoratado con uno de sus
párpados cerrado e inflado y sus labios partidos. Su aspecto impacta, sin
embargo, mostrarlo sin una explicación genera la controversia que Akiro
necesita para desprestigiarme.
—El gerente del Yokai, no actuó bien, no respectó el código —anuncio
con calma.
Sato se envara e intenta rebatir mi argumento, pero Akiro no se lo
permite.
—El pandillero que has colocado como tu secuaz lo provocó, por eso
avisó a Botang. Mis hombres acudieron para solventar el conflicto. —Se
justifica Akiro vanagloriándose de sus buenas prácticas.
—No creo que se haya convocado esta asamblea para aclarar el altercado
del Yokai. — resalto, no estoy dispuesto a que la reunión se centre en
rivalidades.
—Fudo tienes que respetar y no inmiscuirte en mis asuntos— inquiere
Akiro.
—Recuerda que El 50 % del local está a mi cargo, por lo que el gerente
debe aceptar mis órdenes, lo que no hizo —asevero sin amedrentarme.
—Señores, abordemos el tema que nos preocupa —encauza Hideaki
poniéndose en pie para frenar los ataques verbales que protagonizamos mi
tío y yo.
—Yo ya he dicho que no hay otra opción para ocupar el puesto de
Kumicho, por lo que no opino que se deba tomar en cuenta los delirios de
grandeza de mi sobrino. —Otro ataque gratuito por parte de Akiro que
provoca que mi autocontrol se tambalee.
—Conozco bien las reglas, las costumbres, certifico que mi difunto padre
se encargó de años atrás el maestro Tanaka me instruyera a conciencia. Por
lo que aseguro que para mí no es nada bueno. A mi favor tengo que las
pandillas de los suburbios de Tokio están bajo mi mando, no como aliadas
sino como subordinados. Hasta el momento nadie había conseguido que
respondan ante la yakuza llevan años vendiendo u lealtad al mejor postor.
Tetsuo y yo nos conocimos en mi juventud cuando cursaba mi
adiestramiento, por lo tanto, nuestros lazos son reales y fuertes. No me
congratulo con la tríada ni sus negocios, en ese tema mi posición es la
misma que la de Kenichi. En consecuencia, os animo a apostar por mí como
Kumicho. — Mi discurso sorprende a algunos y molesta a otros.
—Señores— se pone en pie Hideaki dirigiéndose al resto—, ya que hay
dos candidatos deberemos reunirnos en privado y votar por la mejor opción
para la organización.
Los presentes asienten ante la propuesta del consejero en funciones.
—No estoy de acuerdo. Estáis locos si aceptáis a Fudo Shinoda como
candidato— grita Akiro perdiendo los nervios.
Es extraño que un hombre tan sosegado, autoritario y manipulador como
mi tío quiebre su templanza, aun así, reconozco que me alegra verlo fuera
de sus casillas. Rebosa odio por cada poro de su cuerpo, aunque no tanto
como yo.
Botang y Sato se giran dispuestos a marcharse, porque ya no pintan nada
en la sala, pero se detienen al abrirse la puerta de forma brusca.
Capítulo 39
Kayda
Permanezco en mi lugar, aunque en realidad si tuviese la posibilidad diría
cuatro verdades a todos los presentes, mi tío incluido y como no, al
gilipollas de Sato. Pero mi posición no me lo permite, porque en este
mundo de mierda sigo siendo mujer a pesar de salvarles el culo en más de
una ocasión, sin embargo, eso no cuenta para obtener la libertad de exponer
mi opinión en mitad del consejo de la yakuza.
One expone sus motivos para resultar elegido como Kumicho y detecto
ciertas dudas en algunas de las caras de los presentes, aun así, creo que lo
tiene muy difícil. Porque Akiro Shinoda lleva años ganando puntos para
ocupar ese sitio que considera que se merece por derecho.Por primera vez
soy testigo de cómo mi tío pierde los papeles y empieza a gritar como
energúmeno. Al momento la puerta de la sala se abre cogiéndonos a todos
por sorpresa.
En la entrada un malogrado Ichiro, con bolsas bajo sus ojos, demacrado,
y un cabestrillo sujetando su brazo derecho.
«¡Ufff!, esto sí que es raro. Ichiro siempre luce como un modelo de
revista de trajes››, me digo mentalmente.
—Disculpen la intromisión, espero no llegar tarde— anuncia y recibe una
mirada fulminante por parte de su propio padre.
—Ichiro, ¿a qué se debe la intromisión? — pregunta con curiosidad
Hideaki.
—Solicito protección de la organización— anuncia.
—Explícate, muchacho— exige Hideaki contrariado.
La escena es extraña e inusual, porque Ichiro no ha dedicado ni una sola
mirada a su progenitor.
—Necesito que me protejan de Akiro Shinoda —revela al fin.
Dirijo mi atención a mi tío y permanece estoico ante todo lo que sucede.
—¿!Qué diablos significa eso, Ichiro¡?— exige Hideaki perdiendo la
paciencia que hasta el momento ha cultivado.
—Akiro Shinoda ordenó fusilar ante mis ojos a un pelotón de diez
hombres frente a mis ojos, hiriéndome en el proceso— explica Ichiro
manteniendo su posición.
Percibo la sensación que se encuentra al límite de su valor, uno que jamás
había percibido en mi prometido, porque un leve temblor en su mandíbula
delata su estado nervioso actual.
Todos los ojos de la sala se clavan en Akiro esperando su reacción a la
acusación de Ichiro. El ambiente se impregna de inquietud expectante ante
las explicaciones de Akiro.
Cuando el silencio se vuelve tenso, de nuevo el consejero en funciones
toma la iniciativa.
—Akiro, ¿Qué tienes que decir al respecto?
—Es una ofensa demasiado grave que tan Oslo lo escuchen— encoge los
hombros como si las acusaciones fueran una pantomima chistosa.
—Ichiro, —Hideaki se dirige de nuevo a mi prometido— ¿estás seguro
de las acusaciones que has lanzado?
—Sí, por eso, necesito protección si no en horas mi cuerpo aparecerá en
cualquier cuneta o simplemente me borrarán del mapa sin explicación — se
ratifica Ichiro.
—Akiro, debemos investigar si las acusaciones de tu hijo tienen algo de
verdad— aborda Hideaki—. Por lo que te mantendrás en arresto
domiciliario mientras se aclara.
La rabia se puede ver en las pupilas de Akiro, pero para sorpresa de
todos, su boca se tuerce en una sarcástica sonrisa.
—Allá ustedes si quieren tomar a en cuenta los delirios de un muchacho
caprichoso.
Se dispone a marcharse y cuando llega a la altura de su hijo se acerca con
sigilo y pega su poca a su oreja susurrando, algo que transforma en terror el
semblante de Ichiro Shinoda.
—Kayda, avisa a Kimura. Necesito una patrulla en casa e Akiro—
informa Hideaki.
Salgo al pasillo para informar para realizar la llamada pertinente, de
soslayo veo cómo Akiro se mete en el ascensor junto a Botang y Sato. Me
dedica una mirada que provoca que cada pelo de mi cuerpo se erice.Todo en
conjunto no pinta bien, Akiro Shinoda no es un hombre al que se pueda
controlar, ni tampoco va a dejar que los acontecimientos sigan el curso que
el consejo determine. Una vez dadas las directrices a Kimura me encamino
dentro de la sala.
Uno de los miembros ayuda a Ichiro a sentarse cuando lo ve perder el
equilibrio.
—Ichiro, todo saldrá, bien— le dijo acariciando su brazo con mi mano. A
pesar de que no nos llevamos bien, es imposible no sentir compasión por él.
Elevo la mirada y busco a One con ella, nuestras pupilas se cruzan y la
ira resplandece en ellas.
One
El giro de los acontecimientos me beneficia, porque ahora mismo la
reputación de Akiro se encuentra en entredicho por las acusaciones del
idiota de su hijo. Me alegra que el karma se confabule para hacerlo caer,
pero el golpe de gracia se lo daré yo, es mi obligación y mi derecho.
«A buenas horas, el gilipollas de mi primo se armó de valor para acusar y
delatar a su padre».
La satisfacción se entremezcla con la ira intensa que me atraviesa al ver
cómo Kayda le dedica palabras de aliento junto a una caricia cariñosa.
Siento una rabia descomunal y las ansias de acabar con el idiota de Ichiro
van ganando terreno en mi interior.
—Fudo, creo que lo mejor será que Ichiro se quede en casa de los
Shinoda bajo la protección de la lata guardia, hasta que este entuerto se
esclarezca— anuncia Hideaki.
«Y una mierda››, contesta mi mente antes que mi boca.
Pero debo aplicar el sentido común, la opción que propone Hideaki es el
mejor. Sin embargo, imaginar a Ichiro bajo las atenciones de Kayda me
envenena.Lo que despierta mi hermanastra en mí se sale de lo usual, lo sé,
aunque desestimo profundizar en el cúmulo de emociones que despierta en
la profundidad de mi alma de demonio.
—No lo considero— respondo como el hijo de perra ante la sorpresa de
todos.
—Fudo— advierte Hideaki-Creo que debes reconsiderarlo.
Desconoce lo que me pide, porque si conociera el grado de inquina que le
profeso al gilipollas de Ichiro ni siquiera lo plantearía.
—No me responsabilizo de traidores— proclamo y veo que mi primo, a
pesar de no estar en plena forma, se envara en la silla y de nuevo Kayda
aprieta su hombro en señal de comprensión.
«¡Lo voy a matar!, a la primera oportunidad me lo llevo por delante
como le toque un pelo››. Las palabras que resuenan en mente son
proclamadas por el diablo que vive en mi interior.
La sensación de ira y odio junto a un sentido de posesión demasiado
territorial consiguen desconcertarme. Nunca he experimentado emociones
de este estilo. Durante años no me importó nadie que no fueran Uriel y
Félix, mis compañeros de celda, mis amigos, mis hermanos de vida. Razón
por la que los sentimientos que se obstruyen en mis entrañas en relación con
mi hermanastra consiguen desestabilizar mi control.
—Fudo, insisto— Hideaki empieza a parecerse a un disco rayado.
—Está bien, hasta que le encuentre un lugar mejor— claudico cerrando
mis manos en puños.
Capítulo 40
Kayda
Mis ojos se posan con disimulo en One, su rostro apretado y su mirada
encendida transmite el enfado que carga. Odia a Ichiro, y ahora debe tenerlo
bajo el mismo techo, a causa se prevén unos días agitados. Porque mi
hermanastro no es famoso por su paciencia. Se coloca el teléfono en su
oreja para contestar una llamada y sigo volcando toda mi atención en su
conversación.
—Azumi, sí, en una hora aproximadamente.
Escuchar el nombre de la hija de Kenji revuelve mis tripas, y unas
terribles ganas de matarla sin piedad se acumulan en mi mente imaginando
las formas en las que mi Shodai se entierra en su pecho.
One cuelga y no se entretiene demasiado en la conversación.
—Kayda, avisa a la alta guardia para volver — informa sin apenas
mirarme.
Sale de la sala y movida por toda la rabia que acumulo salgo tras él sin
importarme las miradas curiosas. Acelero los pasos porque casi a
alcanzando los ascensores, ignora a Yamamoto que nos observa con
interés.Se abren las puertas y One entra sin mirar atrás, en dos zancadas me
cuelo en su interior y me encuentro con su mirada entornada.
— ¿Qué cojones haces? — increpa molesto.
—¿Dónde vas? — pregunto dominada por el enfado.
—¿Desde cuándo me controlas, hermanita?
Inspiro llenando mis pulmones de aire para controlarme y no abofetearlo,
por idiota. Recorto la distancia que nos separa y paseo mi dedo índice por
su pecho.
—No la tocas, no te toca, si no la mato— siseo pasando la lengua por mis
labios. Ante mi acto los ojos de One se oscurecen, me agarra por la cintura
y me empotra contra la pared con una de sus manos, presiona el botón de
parada del ascensor.
—A ver si lo entiendo. ¿Me celas, dragona? Sabiendo que no somos
nada, que no hay exclusividad, que estamos pecando. Aun así, te permites el
lujo de amenazarme. —Sus dedos se cierran sobre mi cuello y sus caderas
rozan mi centro.
Está duro, refriega su erección contra mi abdomen y mi pelvis se alza
ansiosa como una perra en celo. No me siento orgullosa de mi actitud de
fiera desesperada por sus caricias, sin embargo, con él siempre es así. El
afán domina cada una de mis acciones sin remedio.
—No son celos, es dignidad— proclamo aguantando, las ganas de
comerle la boca se quedan atacadas en mi garganta.
—Mentirosa— sisea muy cerca de mis labios— No tengo relación con
nadie, no practico la fidelidad. No puedes decir lo mismo, hermanita. La
prueba la tienes ahí arriba, donde te espera el imbécil de tu novio.
—Mi prometido— aclaro con intención de tocarle la moral ─.Me importa
un rábano que tengamos o no una relación. Si la tocas, te mato y la mato.
Coloco mis manos en su pecho en un arranque para que se separe de mí,
por qué mi genio ya se encuentra demasiado descompuesto para dejarme
embaucar en el hechizo que supone su proximidad.Sus ojos lucen como dos
orbes y se incendian abalanzándose sobre mí robándome un beso furioso.
Su lengua arrasa con la improvisada barrera que forman mis dientes en un
loco intento de impedirlo. Como un tsunami abrasador me besa a modo
intenso, ardiente y dominante. Resistirme a su intromisión resulta imposible
el ardor que embarga mi cuerpo es demasiado anhelante así que abro bien la
boca y correspondo saboreando su lengua con premura. El ambiente va
subiendo la temperatura.
Nuestro beso muere por iniciativa de One que corta el contacto apoyando
su frente contra la mía. Su pecho sube y baja de forma acelerada al mismo
ritmo que el mío.
—Te propongo un trato, hermanita— anuncia ─A partir de este momento
vamos a follar y mucho, te lo advierto. Y además con exclusividad hasta
que las ganas que te tengo mueran.
—Trato hecho— me apresuro a contestar dominada por mi deseo sin
sopesar lo que supone.
—No tengo que decirte que seguiremos siento un sucio secreto.
Asiento y él se separa a regañadientes, presiona el botón del ascensor
para que este retome su funcionalidad. Los minutos que transcurren hasta
alcanzar la planta baja ambos mantenemos la distancia, lo que resulta sobre
todo en mi caso toda una hazaña porque lucho con el afán de tirarme sobre
él y devorarlo como posesa.
«¿Qué me pasa?»
Las ansias de poseerlo me dominan y casi no logro contenerme. No me
reconozco, nunca en mi vida me he sentido tan poderosa y débil a la vez.
Porque One provoca ese efecto en mí. Me enaltece cuando me mira igual
que si fuera la mujer más sexi del mundo, pero también es capaz de
hundirme en el lodo con cada uno de sus rechazos.
One abandona el ascensor y las puertas se cierran mientras mi vista se
clava en su espalda.
«Es arrebatador, su aura, su cuerpo… ¡Ya basta, Kayda!». Me reprendo a
mí misma.
Organizo nuestra salida del edificio Shinoda junto a Kimura que se
encarga de mandar un equipo para que nos escolten a Ichiro y a mí a la
casa.En el vehículo opto por el sitio del copiloto, porque a pesar de que en
estos momentos mi prometido inspira mi compasión sigo sin ser fan de su
presencia. No me olvido su actitud arrogante y despreciativa hacia mí
durante años.
Ayudo a Ichiro a entrar a casa y descalzarse, él apoya su peso en mi
hombro y me dedica una mirada que me descoloca.
—Kayda, necesito disculparme— empieza y traga con dificultad.
—Ichiro, no es necesario. Ahora descansa, hablaremos después. — lo
interrumpo rompiendo el momento incómodo.
—Pero…
—¡Ichiro, qué sorpresa!, ¿qué te ha pasado? — La voz chillona de Hana
inunda el recibidor.
Ruedo los ojos hacia arriba ante la teatralidad de mi madre.
—Hana, tuve un accidente— explica Ichiro y me sorprende que no de
muchos detalles.
Acompaño a mi prometido a instalarse en una de las habitaciones de
invitado ante la inspección exhaustiva de Hana que no despega su vista de
nosotros.
—Gracias— dice bajito al sentarse sobre la cama.
—Ichiro, descansa, la alta guardia protege la casa. Así que no tiene que
temer por tu vida— digo en un intento de transmitirle algo de paz.
—Tú no lo conoces tan bien como yo. Mi padre no es una persona que
deje que las cosas sigan su curso y menos cuando su persona está
implicada. Además, Akiro Shinoda es la persona más rencorosa que he
conocido en la vida— se sincera con la cabeza gacha.
—La organización te respalda, por el momento recupérate, cada pieza
regresará a su lugar— alcanzo la puerta y le dedico una mirada cariñosa que
le corresponde con una sonrisa triste.
Camino hacia mi cuarto y por un momento pienso en mi padre, porque
todo lo que está sucediendo desde su muerte parece un circo macabro.
«¡Akiro desenmascarado por su propio hijo!» Nunca lo hubiera
imaginado. Desde que los conozco mi prometido ha sido un perro fiel,
revoloteando ante la grandeza de su progenitor.
«¿Qué haría Kenichi frente a esta situación?». La pregunta aparece en mi
mente de la nada.
Desconozco la forma de actuar de mi padre si se hubiera tropezado con el
contexto actual, pero la de One va a ser desmedida porque no hay peor
consejero que el odio y las ansias de venganza. Entro a mi habitación y me
despojo de mi ropa, necesito una ducha, así que voy directa al baño.
Todavía siento la tensión en mis músculos ante el episodio protagonizado
con One en el ascensor. Las ganas de poseer a mi hermanastro aún
chisporrotean en mi interior mezcladas con la inquietud de saber que se ha
reunido con Azumi
«Por el bien de todos espero que cumpla el trato que hemos hecho».
Caigo en la cama pensando en cómo mierda voy a hacer para controlar la
infinidad de emociones que despierta en mi interior One. Porque la
sensibilidad, consigue desatar mi locura. Mi carácter explosivo es una
desventaja en mi posición como guerrera si ha a eso le sumamos que
enloquezco cuando el anhelo se apodera de mí, no es que resulte solo
explosiva sino demoledora.
Capítulo 41
Narrador omnisciente
Hotel The Blossom Hibiya
La noche cae en la ciudad de Tokio y en el ambiente se respira la tensión
de las cuerdas que se ciernen alrededor del tablero de juego. Akiro no es un
hombre que acate órdenes de nadie. Cuando llega a su residencia, se las
apaña para deshacerse de los hombres que el consejo de la yakuza le ha
asignado para su arresto domiciliario.
Desaparece junto a Botang y varios de sus hombres que aún le prodigan
fidelidad.
El juego siempre es un arma impredecible, porque los jugadores se
mueven por el tablero con mil y una posibilidades variando la jugada
final.Akiro no tomó en cuenta que su sobrino también era bueno
moviéndose en el tablero, pero sobre todo no sopesó que el golpe maestro
vendría directamente de su legado, de su vergüenza, del cobarde de su hijo.
—Debí matarlo— susurra Akiro en el coche.
Botang le dedica una mirada entornada a través del espejo retrovisor.
Se introducen en el aparcamiento del hotel Blossom Hibiya donde sigue
alojado su único aliado.Li Zuang se aloja en toda una planta, por lo que la
seguridad permanece esparcida por la misma.
—¡A buenas horas ¡— exclama Li levantándose al verlo!
—No me toques las pelotas— rebate Akiro y por un momento se mide
con él examinándose ambos hombres con premeditación.
—Todo tu plan ha resultado una mierda— acusa Li acercando a su boca
su vaso de whisky para dar un largo trago.
Akiro se deja caer sobre un sillón y bufa demasiado cabreado para rebatir
al chino.
—A veces hay que modificar el plan inicial, tan solo eso. — proclama
Akiro convencido de sus palabras.
— ¿Y qué modificación es esa? — interroga Li con la ceja alzada.
—Sitiar al rey— proclama Akiro ante la contrariedad reflejada en el
rostro de Li Zuang.
—Habla claro— exige Li nervioso paseándose de un lado al otro frente a
la atenta mirada de Akiro.
—El supuesto rey, es Fudo, por lo que los vamos a colocar junto a las
cuerdas. La única manera de hacernos con el control de la yakuza es
eliminar a una de sus piezas más importantes en este momento. Y por
mucho que me pese, mi sobrino se ha convertido por un golpe del destino
en la única opción de liderazgo de la organización — explica Akiro con
calma.
—No lo subestimes. Lo he investigado. Fudo Shinoda no es un títere que
actúa por impulso. Es considerado en algunos círculos como el estratega
más preciso — aporta Li ante la mirada molesta de Akiro.
—Li, no me subestimes tú a mí— rebate haciendo notar su enfado—.En
primer lugar, quiero que reúnas varios de tus hombres para realizar ataques
simultáneos a varios locales de alterne de la yakuza. Lanzaremos un aviso
para despistar.
Li Zuang aprieta sus labios con fuerza, mordiéndose la lengua antes de
contestar.
—Ojo, Akiro. Recuerda que somos socios. No mandas sobre mis
hombres.
—Tranquilo, no lo olvido.
En la otra punta de la ciudad el escenario es diferente. One aparca su
vehículo en el interior de la casa de Kenji. Se apresura a la puerta de
entrada donde el personal del servicio le da acceso al interior.
—Fudo, bienvenido. — Saluda con coquetería Azumi repasando sin
pudor de arriba abajo a su invitado.
Fudo le dedica una sonrisa amable de las que guarda para ocasiones
específicas.
Avanzan por un largo pasillo, la casa de Azumi no dista mucho del hogar
de los Shinoda el tipo de construcción también es fiel al tradicional en las
construcciones japonesas. Pasan al interior del despacho de Kenji.
—Siéntate— invita la joven acompañando sus palabras con un gesto de
su mano.
Fudo Shinoda acepta la invitación y toma asiento mientras ella se coloca
frente a él.
—La asamblea se celebró hoy, ¿no? - se interesa.
Su padre sigue en el hospital y su representación en la asamblea la
desempeña Hideaki. Azumi como mujer no tiene lugar en la cúpula de la
yakuza.
—Sí, todo se ha desarrollado bien. Para su desgracia, Akiro ha perdido la
confianza del consejo— informa Fudo sin ocultar la satisfacción en su
rostro.
La cara de sorpresa de Azumi certifica que las noticias aún no se han
expandido.
— ¿No entiendo cómo?
—El cobarde de Ichiro por una vez sacó los cojones que creí que no tenía
y delató a su padre. Al parecer mi tío intentó matarlo y además se cargó a
todo un pelotón de hombres por una falla. — aclara Fudo divertido con la
situación.
—Nunca pensé que Ichiro se pusiera de nuestra parte— confiesa Azumi.
—No considero que fuera su intención, pero tiene miedo. El miedo es el
peor amigo de la lealtad. —asevera Fudo.
— ¿Y ahora donde está Akiro? - pregunta Azumi con interés.
—Arresto domiciliario.
— ¿Y consideras que un hombre como él lo aceptará sin más? —La voz
ronca inunda el despacho, provocando que Fudo se gire alerta con rapidez,
poniéndose en pie.
Daikako Tanaka maestro de maestros, se coloca frente a Fudo Shinoda, el
mejor alumno que ha tenido en siglos.
—No me lo puedo creer— exclama el joven sin dar crédito a lo que sus
ojos ven.
—No exageres muchacho— dice Daikako palmeando su espalda con
cordialidad.
—Las indicaciones de mi padre eran claras, Fudo. Si moría o lo
incapacitaban, debía buscar al maestro. En sus indicaciones queda claro que
bajo ningún concepto podemos permitir que Akiro gobierne la organización
ni que se dañe a la joya— aborda Azumi aclarando el cómo y por qué el
maestro se muestra ante ellos.
—Maestro— saluda, ahora sí, inclinándose, Fudo— Hay muchas cosas
que explicar.
—Sí, demasiadas, algunas pesan más que otras.
Capítulo 42
One
De regreso a la casa Shinoda, la información resulta metralla en mi
cabeza. El maestro no ha explicado todo lo que sabe, pero lo suficiente para
entender que su desaparición fue obligada.Akiro durante años ha máquina
la margen de la yakuza y como el viejo zorro que es, las pruebas en su
contra no existen. Bueno, ahora tenemos un testigo, mal que me pese, Ichiro
Shinoda.Sin contar que yo también puedo ocupar ese lugar, mató a mis
padres sin piedad, lo único que me martiriza es por qué no acabó conmigo
cuando pudo.
Entro a la casa y veo a Chihiro con una bandeja en las manos y una taza
sobre ella humeante. De nuevo, como siempre, me la ofrece.
Yo declino el ofrecimiento.
Esta mujer sigue provocando cierta sensación de repelús en mí y su
insistencia y servidumbre para conmigo despierta mis alertas.Me arrepiento
de sucumbir a la petición de mi dragona para que dejara unos días más a
Hana Sumiyoshi viviendo en esta maldita casa.
Odio a esa mujer y tampoco me fio de ella.
Cuando consiga que la viuda de Kenichi abandone esta casa sé que su fiel
sirviente Chihiro se pegará a ella a modo de chicle, espero ese momento
con ansia.Me encierro en mi habitación despojándome de la ropa y
dándome una ducha rápida. Después de un día lleno de sorpresas, los
tendones de mi cuello acumulan tensión.
La imagen de Kayda se pasea por mi mente provocando que pase la
punta de mi lengua por mis labios.
«La tocas, te mato y si te toca, la mato», evoca mi mente.
Su modo “estoy rabiosa, bebe” me altera y me pone cachondo, paso la
mano por mi erección rememorando su cara de celosa. Las ganas crecen
retorciéndome cada nervio de mi cuerpo.
El afán nubla cualquier resto de sentido común, me coloco una sudadera
y salgo del cuarto encaminándome por el pasillo hacia la puerta de la
habitación de mi hermanastra. El silencio de la noche es dueño de la casa y
aprovecho para moverme con sigilo hacia mi objetivo. Coloco la mano en la
perilla de la puerta y giro con sumo cuidado para no provocar demasiado
ruido. Me cuelo cuál ladrón en su cuarto y me quedo estático mirando como
la luz de la luna que se cuela por la ventana ilumina su cuerpo en la cama.
Su cabello negro brilla sobre su espalda y sus largas piernas desnudas me
ponen a salivar en exceso.
«Es hermosa, demasiado para mi cordura», me recuerdo.
Duerme con una camiseta que se le han enrollado en las caderas
brindándome una preciosa vista de la seda de sus braguitas que me
endurece.Tomo asiento en un lado de su cama y paseo mis dedos por sus
piernas alzando el borde de sus bragas, jugueteo con los bodes, sigue
dormida, aunque separa sus piernas de forma involuntaria. Sonrío ante la
anticipación. Tenerla a mi merced enaltece mi inmenso ego. Acaricio los
pliegues de su sexo y su humedad me baña. Salivo ante el placer de que su
sexo se derrita con mi toque.
Abre los ojos soñolientos y me mira contrariada.
— ¿Qué haces aquí? —pregunta aturdida.
Se ha replegado contra el cabezal quitándome el acceso a su cuerpo.
—Vengo a cumplir con nuestro trato— proclamo abrasándola con la
mirada.
—¿Ya has acabado con Azumi? —pregunta frunciendo su boca molesta.
Agarro uno de sus tobillos arrastrando su cuerpo hacia mí y la coloco a
horcajadas sobre mis caderas.
— ¿Seguimos celosos, dragona? —provoco con una sonrisa torcida— Ya
te dejé claro en el ascensor. Vamos a follar de manera exclusiva. Y grábatelo
en esa cabecita, vamos a follar mucho, hermanita.
Aplasto su boca con la mía a modo de posesión, invadiéndola con mi
lengua caliente. Mis besos no son suaves, marcan terreno, arden y arrasan,
sin embargo, mi dragona no se queda rezagada, corresponde mi intromisión
avasallando mis lengüetazos con sus ganas. Relame sus labios cuando la
separo para arrastrar mis dientes por su mandíbula mientras una de mis
manos la agarra del nacimiento de su cabello sujetándola y la otra presiona
su cintura mientras se balancea sobre mi polla.
«Puro éxtasis»
Sujeto el borde de su camiseta sacándola por su cabeza y tirándola al
suelo sin preocuparme de donde cae. Me prendo de sus pechos saboreando
sus duros pezones que son mermelada para mi boca. El sabor de mi dragona
es lo mejor que he probado en mi vida.Doy un fuerte tirón y me deshago de
su ropa interior sin dejar de lamer la tersa piel de sus pechos. Con ella
rodeando mis caderas me pongo en pie y la sujeto con fuerza sin parar en
mi afán de atormentándola con mis caricias. La dejo sobre la cama para
poder despojarme de mi sudadera y mis pantalones quedando desnudo
frente a ella mientras la acaricio con mis ojos de pies a cabeza.Su lengua
acaricia su labio inferior relamiéndose mientras no me quita ojo y sin
pensarlo me lanzo sobre ella atrapando su boca con mis dientes. Esta mujer
es, puro placer, me prende de todas las formas posibles.
Kayda refriega su censo contra mi erección ansiosa porque la llene y
debo aplicar el poco control que me queda para no empalarla con rapidez.
Porque necesito que dure, deleitarme en su cuerpo, poseerla su alma. Un
extraño anhelo de hacerle mía de todas las maneras posibles crece en mi
interior sin poder dominarlo.
Loco, consumido por las llamas de mi propio afán, introduzco la punta de
mi glande en su entrada que me recibe humedad y resbalosa.
«No aguanto más».
La penetro con una fuerte estocada arrancándome un grito que resuena en
mitad de la habitación.
—Mírame ordeno. — mientras no ceso en los embates acompasados que
nos despeñan a ambos por una cascada de placer intenso.
Mi dragona obedece y me pierdo en las profundidades de sus ojos. El
modo que tiene de mirarme, como si no existiera nadie más en el mundo,
solo yo, despierta en mi negra alma un sentimiento atroz, desproporcionado
que desata una sensación vertiginosa y satisfactoria al unísono.Los
insistentes golpes en la puerta me arrancan del disfrute en el que
permanezco sumido.
—Kayda, ¿estás despierta? Soy Ichiro.
La asquerosa voz del prometido de mi dragona daña el momento y me
separa de su cuerpo de un bote colocándome con rapidez mi pantalón. Ella
me mira contrariada con la mirada turbia por el placer.
Maldigo tres mil veces la interrupción del muñeco de Ichiro.
—Un momento— alcanza a decir Kayda entretanto busca su camiseta
para colocársela.
Me agazapo detrás de la puerta y coloco mi índice en mi boca para
indicarle a Kayda silencio. Se aproxima descalza a la puerta y maldigo
internamente que nada más lleve puesta una camiseta que deja expuestas
sus torneadas piernas.Abre lentamente la puerta, dejándome oculto tras ella.
—¿Qué sucede Ichiro? - pregunta.
Ichiro tarda más de la cuenta en contestar por la rendija observo como la
devora con su mirada y la furia me embarga con las ganas de partirle la
cara.
—Kimura leva un rato intentando localizarte en tu teléfono, al parecer
hay problemas— contesta al fin.
—Lo siento lo tenía en modo silencio. Me visto y salgo— anuncia Kayda
ansiosa por cerrar.
—Kayda… estás hermosa— alaba al fin.
«No me aguanto, lo mato, le voy a arrancar la lengua y los ojos», mi
mente enumera las cosas que ansío hacerle por atreverse a mirar lo mío.
—Ichiro, no creo que sea el momento— rebate Kayda sin alentarlo.
Cierra la puerta dejando al imbécil con un palmo de narices, lo que me
satisface, pero no hasta el punto de mejorar mi humor. Agarro a Kayda
pegándola a mi pecho y devoro su boca marcando territorio.
—La próxima vez vístete— la regaño.
—¿Qué cojones quieres dar a entender? — interroga molesta.
—No me gusta que te mire, ni disfrute de lo que no debe— suelto
encogiendo los hombros sin importancia.
—¿Celoso, hermanito? —provoca.
—No juegues con fuego, dragona. No despiertes al dragón que está
dormido— amenaza alcanzado mi sudadera.
Al parecer si Kimura busca a Kayda debe haber algún altercado,
seguramente también me busca a mí, pero con las prisas olvidé mi teléfono
en mi habitación.
Capítulo 43
Kayda
Rápido y sin vacilaciones me visto agarrando mi Shodai ante la atenta
mirada de One que repasa cada uno de mis movimientos. Cierto cosquilleo
se instala en mi estómago, me siento plena, excitante y sexi siempre bajo su
escrutinio.
—No podemos salir juntos — asevero lago que él sabe igual que yo.
—Las señoras primero, dragona— suelta acercándose para estampar un
beso posesivo que deja claro que esto no ha acabado todavía.
Abandono mi cuarto y me dirijo a la sala donde un Kimura, demasiado
nervioso, dar órdenes y se pasea ante la mirada de Ichiro.
—Kimura.—Saludo.
—Kayda, atacaron tres de nuestros clubes, el caos se ha instalado en las
calles — explica.
—Kimura.—Saluda a mi espalda One.
Rápido y veloz aparece vestido de forma impecable, nadie diría que hace
unos nos minutos nos encontrábamos sudorosos y frenéticos revocándonos
en nuestro deseo.Lo miro de reojo enseguida desvío mis ojos porque Ichiro
nos mira con demasiado escrutinio.
—¿Sabemos quiénes fueron? — interroga One dirigiéndose al jefe de la
alta guardia.
—No, se sospecha que la tríada tiene la mano metida en esto. Además,
Akiro ha desaparecido, los escoltas que le asignamos han aparecido muertos
en su casa— añade Kimura con preocupación.
— ¿Qué? —El asombro acompañado de un grito de Ichiro inunda la sala.
One le brinda una mirada con la ceja arqueada.
—No me mires así, no es tu vida la que pende de un hilo, primo. Mi
padre no va a dejar pasar mi traición— se expresa tembloroso.
—Yo tampoco la dejaría pasar— proclama alentando los miedos de mi
prometido.
—Ichiro tranquilízate, reforzaremos la seguridad.
Chihiro aparece de la nada, como humo, portando en su mano una
bandeja con varias tazas y una tetera humeante. Mi madre la acompaña
indicándole que la deje sobre la pequeña mesa que hay en el centro de la
sala. Los ojos de mi hermanastro se clavan en mi madre con repulsión, pero
ella lo ignora.
—Señores, té para todos.
Todos los presentes la ignoran enfrascados como estamos en determinar
el próximo paso a seguir.
—One, el consejo quiere una reunión extraordinaria. — exclama Kimura.
A pesar de que los locales pertenecen casi todos a nuestra familia, es
normal que los ancianos quieran determinar nuestras acciones. En
definitiva, hoy por hoy todavía no hay un Kumicho al frente de la
organización.
—Está bien, organízalo para mañana por la mañana. Ahora mismo lo
importante es valorar los daños y las víctimas. Refuerza la seguridad en el
resto de los locales, sobre todo en le Yokai. También en la casa— indica
One abandonando la sala.
No pregunto, aunque tengo curiosidad a donde se larga mi hermanastro,
pero yo también tengo trabajo.Kimura ejecuta sus directrices al resto de los
hombres para desplegar bien el perímetro de seguridad en la casa.
—Kayda, joder, ¿Cómo han podido perder de vista a mi padre? —
exclama Ichiro. Mi madre sigue en la sala atenta a la conversación que yo
sepa, ella desconoce lo sucedido con nuestro tío.
—Quizás lo hayamos subestimado— confieso apenada.
—¿Qué sucede con Akiro? — pregunta al fin Hana
Ya estaba tardando. Ichiro la mira como si se hubiera olvidado de su
presencia hasta que ha hablado.
—Verás, tía, es algo delicado. — empieza eligiendo bien las palabras. —
Mi padre ha enloquecido, intento matarme.
—No seas idiota Ichiro. No tiene sentido lo que dices— dice con
seguridad.
«¿Hana Sumiyhosi pronunciando insultos?». La pregunta inunda mi
mente al oírla.
—Tía, que sí, que mi padre se ha vuelto loco cegado por el poder—
insiste Ichiro.
Mi madre cruza los brazos sobre su pecho y me lanza una mirada cargada
de puñales.
—Has sido tú, ¿no? Tú quien le ha metido esas locas ideas a tu prometido
— acusa con ira.
—Madre, siento informarte que yo no soy la culpable de todo lo que pasa
— suelto con calma.
Si Akiro ha enloquecido según Ichiro mi madre va por el mismo camino.
—No mientas, Kayda. Desde que te revuelcas con ese maldito bastardo
no das puntada sin hilo— acusa dejándome estupefacta.
Que mi madre sepa mi sucio secreto, me asombra y me preocupa a partes
iguales. Además, lo ha proclamado sin piedad para que Ichiro lo escuche
bien.Mis ojos vuelan hacia mi prometido sin evitarlo, la cara de este es un
poema. Mantiene la mandíbula apretada y las manos cerradas en puchos,
enfadado. Mientras, Hana Sumiyhosi exhibe una cara de total satisfacción.
No sé cuántos ataques debo recibir de mi madre para darme cuenta de
que no quiere a nadie que no sea ella misma. Lo que instala una pena
enorme en mi pecho.
—Kayda ¿Qué quiere decir tu madre exactamente? — pregunta Ichiro
entre dientes.
La pregunta inquisitoria de Ichiro loca enfurecerme, porque no quiero dar
explicaciones. No le debo nada. Nuestra relaciono solo es un acuerdo entre
familias que nunca ha implicado nada sentimental.
—No quiero hablar de eso ahora mismo. Tenemos problemas más
importantes— suelto y acribillo a Hana con mis ojos ante su pose arrogante.
Ichiro se lanza contra mí clavando sus dedos en uno de mis brazos. Se lo
permito porque no quiero colocar en una posición ridícula tumbándolo de
espaldas con una de mis llaves.
—Contesta, maldita— exige dominado por la furia.
—Kayda nos marchamos— anuncia Kimura rompiendo el momento.
Ichiro me suelta a regañadientes y yo aprovecho para marcharme.
Cogemos uno de los vehículos de la casa y ponemos rumbo al Yokai,
Kimura conduce y yo ocupo el lugar del copiloto. Nos siguen más vehículo
con nuestros compañeros de la alta guardia. El silencio se adueña del
habitáculo. Aún permanece en mí la sensación de traición y la
incertidumbre de cómo mi madre sabe de mis escarceos con mi
hermanastro. Hasta el momento estaba segura de haber sido discreta, sin
embargo, que Hana Sumiyhosi me haya cazado en mis mentiras demuestra
lo contrario. Un problema más que cargo a mis espaldas, porque mi madre
lo va a utilizar para martirizarme.
—Kayda, nunca me he entrometido en tu vida, pero ahora que Kenichi
no está me veo en la necesidad de protegerte. Eres una gran guerrera, una
gran mujer, por lo que no necesitas ningún hombre a tu lado para vivir. —
Las palabras de Kimura calan en el interior de mi corazón y de repente me
abordan unas tremendas ganas de llorar.
—Lo sé. Te lo agradezco tu preocupación.
Él asiente sin apartar la mirada de la carretera.
El Yokai está lleno de gente, la actividad sigue como de costumbres,
atravesamos la puerta dirigiéndonos directamente a las oficinas de detrás de
la pista central. Kimura golpea la puerta con sus nudillos y a continuación
pasamos.Frente a nosotros, One está enfrascado en una conversación que el
jefe de las serpientes, Tetsuo.
—Perdí varios de mis hombres, piden sangre a cambio—anuncia Tetsuo
apretando las mandíbulas.
Es la primera vez que veo al tipo cabreado, ni rastro de su sentido del
humor de hace unos días cuando lo conocí.
—Cálmate Tetsuo, nuestra rabia es lo que buscan empezar una guerra
encarnizada, no es la mejor manera. La tríada tiene gente en todos los
barrios de Tokio. Así que controla a tu gente — rebate One con un tono
gélido.
Tetsuo se gira y me veo su rostro cambia por un momento mudando el
enfado por una sonrisa coqueta.
—Mira quién tenemos aquí. Mi reina— alaba acercándose a mí para
agarrar mi mano con actitud teatral y besar el dorso de esta.
—Hola, Tetsuo. — Saludo sin poder reprimir una sonrisa divertida.
—Tetsuo déjate de gilipolleces, tenemos trabajo que hacer—interrumpe
One con un tono que suena a reprimenda.
Tetsuo alza las cejas, lo mira y luego dirige sus ojos a mí.
—Tendrá que ser en otro momento, preciosa— exclama y abandona el
despacho.
Kimura lo sigue para organizar el refuerzo de la seguridad en el Yokai.
Capítulo 44
One
Nos quedamos solos, Kimura y Tetsuo se largan y en silencio lo
agradezco. Repaso el cuerpo de Kayda frente a mí y mi lujuria se enciende
de nuevo. Esta mujer tiene el don de hechizarme sin emplearse.Que los
hombres coqueteen con ella es inevitable, pero a mí me agria el humor, más
todavía. Porque los acontecimientos de esta maldita noche ya me tienen
demasiado siniestro. Akiro se ha largado, la tríada ha atacado y tengo un lío
encima que me estresa demasiado.
Con la ira emanando por cada poro de mi piel a causa de que los
movimientos del malnacido de mi tío me han colocado contra las cuerdas.
Si actúo sin apoyo del consejo, tiraré por la borda la oportunidad de
postularme como Kumicho. Así que de momento solo puedo quedarme con
los brazos cruzados. Sacudo la cabeza y me aproximo a Kayda que
permanece de pie mirándome sin moverse. Poso mi nariz en su cuello y me
deleito en su perfume calentando mi sangre.
—One…— sisea inclinando su cabeza hacia atrás.
—Sí…— susurro sin parar en mi cometido de recorrer la tersa piel de su
cuello con mi boca.
—Necesitamos hablar— suelta de repente provocando que me separe y la
mire extrañado.
—Creía que había quedado todo claro hace unas horas— rebato
arqueando una de mis cejas.
Inspira y su pecho sube al son del gesto.
—Lo he estado pensando, lo mejor será romper el trato — anuncia y baja
la mirada a sus pies.
—¡Mírame, joder! — ordeno y mi voz suena a grito.
Eleva su cabeza y adelanta su mentón frunciendo sus labios.
—A ver si lo entiendo. ¿Te cansaste de follar, hermanita? —digo con
sarcasmo.
Lo que me faltaba es la pataleta de mi dragona. En estos momentos su
actitud solo aviva la hoguera interior de mi furia.
—No, exactamente. Prefiero que mantengamos una relación de lo que
somos, hermanastros— anuncia.
—¡Mentirosa, eso no te lo crees ni tú! — exclamo aproximándome a ella,
pegando nuestros cuerpos, sintiendo cómo tiembla ante la proximidad.
Debería desistir, dejarla que nade en sus propias mentiras y que se dé
cuenta de que no tiene opción de huir del fuego que nos consume a modo de
bengala cada vez que nos encontramos en el mismo espacio.No soy una
persona benevolente, soy un demonio cruel que pretende demostrarle que lo
que su boca clama con contundencia, su cuerpo lo desmiente con ardor
deshaciéndose ante mis caricias. Razón que utilizo para acariciar su
mandíbula con mi boca bajando por su cuello, a pesar de notar la tensión de
sus músculos, no ceso.
—Déjame, apártate— ordena y su voz ha perdido fuerza.
—Oblígame— susurro y aprovecho para sacar mi lengua y lamer el
hueco de su clavícula, mis manos la sujetan por la cintura con fuerza.
—Eres un presuntuoso. ¿Tanto te cuesta aceptar que ya me cansé este
jueguito? — provoca en un loco intento de inducir mi cabreo y que me
separe.
No hay nada que desencadenar, porque enfadado ya estoy, odio que me
mienta, pero sobre todo que lo haga a sí misma. Se mezclan sus mentiras,
sus repentinas ganas de ignorar lo que nos consume, la estancia del idiota
de Ichiro bajo el mismo techo que ella y para coronar mi funesto humor, los
acontecimientos desencadenados por Akiro y su alianza con la tríada.
Mis dientes muerden la piel de su cuello y le resulta imposible reprimir el
gemido que escapa de sus labios a pesar de que incluso los muerde para
refrenarlo. La miro sonriente y bajo la guardia aflojando mi agarre. Kayda
lo aprovecha para escabullirse poniendo distancia entre nosotros.
—Basta. Entiende que no quiero seguir con esto. Y pongámonos a
solucionar los problemas que tenemos en la organización. — rebate
abordando el tema de los ataques para desviar la atención.
—Tú misma. Te lo advierto, por mi parte no voy a acercarme más ti. Por
lo que me sentaré a esperar el momento en el que supliques cuando las
ganas te sobrepasen — amenazo dedicándole una ardiente mirada.
Justo en el momento en que Kayda abre la boca para rebatir mis palabras,
la puerta del despacho se abre sin previo aviso.
Kayda
La contestación que tengo preparada para el arrogante One y sus malditas
amenazas me las trago al ver cómo Azumi abre la puerta de imprevisto con
una sonrisa demasiado pícara en su boca.
—¿Interrumpo?
«Zorra», sisea mi mente.
Azumi es una entrometida y la satisfacción en su cara me golpea en la
cara aumentando mi frustración. Tras ella, un hombre que es la primera vez
que veo, vestido a modo de guerrero tradicional japonés. La empuñadura de
su catana asoma por uno de sus hombros. Su cabello negro luce veteado con
tonos de diferente intensidad en gris. Una barba corta y arreglada cubre
parte de su rostro, pero lo que más llama mi atención son sus ojos. Negros,
intensos y tormentosos da la sensación de que miles de batallas vivan en su
mirada.
—No, Azumi, adelante— invita con caballerosidad One.
«Hipócrita, falso, estúpido». En estos momentos mi cabeza baraja
demasiados insultos dedicados a mi hermanastro.
Azumi me dedica una mirada de suficiencia que amenaza con hacerme
perder una paciencia que no poseo.
Un estrepitoso estruendo tiembla bajo nuestros pies y a continuación,
gritos y detonaciones se escuchan a lo lejos. Desenfundo mi catana sin
dudarlo adoptando la posición de defensa, el hombre que acompaña a
Azumi imita mi acción mientras que ella se resguarda a espaldas de One
agarrándose a su espalda.Que lo toque de manera tan cercana, entierra un
puñal en mi enamorado corazón. Lo ignoro, porque no es tiempo de
escuchar mi alma, sino de actuar con la cabeza. La puerta se abre y aparece
Kimura con varios de mis compañeros de la alta guardia.
—La tríada nos ataca, tenemos que salir— exclama.
Asiento colocándome a su espalda para que salgamos, la mano de One se
coloca en mi hombro y giro mi cabeza para mirarlo.
—Prudencia, Kayda— susurra.
Me resisto a contestarle de forma airosa, no es momento de echar más
lecha a la hoguera.
Salimos en fila india, los gritos de horror de los clientes junto a los
disparos y cuerpos tendidos en el suelo es una escena de película. La
imperiosa necesidad de dar su merecido a los que disparan sin ton ni son
matando inocentes logra embargarme. Doy un paso saliéndome del grupo
dispuesto a luchar para parar a esos desgraciados. Una mano sujeta uno de
mis brazos con fuerza y me giro para enfrentar al pesado de One.Abro los
ojos de par en par comprobando que no es mi hermanastro quien me ha
detenido en esta ocasión, sino el extraño acompañante de Azumi.
—Hozuki, hay batallas que no se puede librar. Reserva tus fuerzas para la
guerra— dice con una voz misteriosa y ronca que logra que mi piel se erice.
No solo es su tono que inunda mis oídos colocando un recuerdo latente en
mi mente, sino que la forma de llamarme Hozuki (joya) Ha pasado
demasiado tiempo desde que en mis sueños aparecía esa voz nombrándome
con ese apodo tan valioso que despierta en mí una sensación de tristeza y
amor al mismo tiempo.
Pestañeo, sorprendida, pero no tengo tiempo de analizar ni preguntar,
obedezco y desisto de emprender mi cruzada individual con los que nos está
atacando. Corremos por un estrecho pasillo hasta una de las salidas de
emergencia. Kimura es el primero que abre la salida asegurándose que no
hay peligro y nos da el beneplácito para proseguir con un gesto de su mano.
Salimos y varios vehículos blindados nos esperan, corremos y nos
resguardamos. One ocupa uno de los primeros coches con Azumi yo me
quedo con el extraño y Kimura en otro al que se nos suma Tetsuo.
—Hola, preciosa— saluda sin perder su sentido del humor.
—Con la que está cayendo— siseo entre dientes y él me guiña un ojo con
coquetería.
—Al mal tiempo, buena cara, bonita— suelta pegando su boca a mi
oreja.
Sus confianzas se ganan una mirada aniquiladora por mi parte.
Kimura sigue al vehículo de delante en dirección a casa.
Capítulo 45
One
La alta guardia baja de los coches e inspecciona el perímetro de la casa
para que no haya ningún peligro. Odio perder el control de las situaciones,
no huyo, enfrento, maquino y elimino, pero en esta ocasión he tenido que
salir por la puerta trasera del puto club hecho que me tiene encendido,
furioso y taciturno.Entro en la casa directo al despacho que una vez fue de
mi padre y me encierro allí. Necesito calmarme. Golpeo el escritorio con el
puño. Las ganas de romper todo lo que me encuentre a cada paso dominan
mi alma.
—Joder— grito al aire.
La tríada ha atacado abiertamente, un acto que se resume en una
declaración de guerra abierta que no deja muchas opciones de decisión y yo
sigo con las putas manos atadas porque el consejo de momento no se ha
pronunciado.
«Malditos viejos decrépitos», vocea mi mente exasperada.
Saco el whisky de la licorera y vierto su líquido en el vaso, sé que no es
fiable nada de lo que se halla en este lugar, pero necesito alcohol en las
venas para lidiar con la bruma de odio y enfado que nubla mi mente.
La puerta se abre y pasan Kimura y el maestro.
—¡No jodieron ¡¿Qué alguien me explique qué fue lo que sucedió
exactamente? — vocifero sin dejar ni siquiera que tomen asiento
—Señor —empieza Kimura frotando sus manos entre sí —One, bueno,
nos atacaron a traición. El Yokai es uno de los clubes más blindado en
seguridad. Al parecer abrieron brechas desde dentro— explica.
—A ver si lo entiendo. ¿Me estás diciendo que nuestra propia gente nos
vendió? —interrogo con la mandíbula fuertemente apretada.
Kimura asiente y yo no aguanto el impulso de estrellar el vaso que
sostengo contra la pared. El ruido al golpear y los miles de trozos de cristal
que caen al suelo penetran en mis oídos.
—One, en las guerras los enemigos utilizan cualquier grieta desde el
interior— aporta el maestro tomando asiento, con calma, impasible.
—¡Necesito saber ya quién es leal y quién no! — exijo dirigiéndome a
Kimura. —Además, ponte en contacto con Hideaki que el consejo se
pronuncie, diles que voy a contraatacar con su beneplácito o sin él.
—Entendido— asiente Kimura abandonando la habitación para gestionar
mis indicaciones.
El maestro Tanaka me observa con atención caminar de un lado al otro de
la estancia.
—One, la templanza es una virtud. Aplaca tu fuego y recupera el control
— aconseja.
—Este sitio es una verdadera mierda, maestro. Entiendo por qué te
largaste. — profiero pasando una mano por mi cabello al compás de un
bufido cargado de frustración.
—Akiro es un viejo zorro, años a la sombra de Kenichi que le han
permitido manipular y organizar a sus anchas a los que lo respaldan, porque
nos lleva ventaja. — declara el maestro.
—A manipulador no me gana nadie, lo sabes, porque tú me enseñaste—
recuerdo con una sonrisa sarcástica.
Me dejo caer sobre la silla frente al escritorio.
—Li Zuang sigue las indicaciones de Akiro, lo sé, porque de otra forma
el líder de la tríada es un impulsivo arrogante con demasiado ego. Necesito
reflexionar para adivinar su siguiente movimiento, por lo que de momento
no actuaremos — anuncio tranquilo.
Confío plenamente en el maestro y en el fondo agradezco tenerlo de mi
lado, aunque no se continuará así si llega a descubrir mi sucio secreto.
—No debes exponer a Kayda, aún es demasiado impulsiva. — aborda.
«Y terca, también mentirosa, sexi… y …» .Mi mente es ágil enumerando
las dotes de mi dragona.
Disimulo desviando mi mirada para que el maestro Tanaka no perciba
que estoy fantaseando con la joya de la yakuza.
—Lo sé, pero también es la mujer más terca con la que me he tropezado,
así que no servirá de nada excluirla.
Una sonrisa amable se dibuja por primera vez bazo el bigote de mi
maestro y su mirada se pierde en algún punto de la sala.
—Lo terca, lo sacó de su madre— suelta y al momento parece incómodo
por dejar que sus emociones lo dominen.
Kayda
Permanezco en la sala, One ha desaparecido junto a Kimura y el hombre
raro que trajo Azumi.
Nos han atacado de frente y hemos huido.
«Yo nunca huyo», me digo.
El desasosiego me embarga calentando mi sangre, subiendo el nivel de
furia en mi cuerpo, porque si nos hubiésemos enfrentado muchos de los
nuestros se hubieran salvado.
La imagen del hombre que me detuvo cuando mi intención era abordar la
pelea inunda mi cabeza.
Hozuki me llamó, y a pesar de que no recuerdo nada anterior a cuando
Kenichi me acogió abriéndome su casa y su corazón, en mi interior sé que
así me llamaba mi verdadera familia. La dulce voz pronunciando esa
palabra inunda mi mente con un recuerdo que ansía emerger, pero sigue
demasiado borroso.
—Kayda, ¿Qué ha sucedido? — irrumpe en el salón Ichiro y Tetsuo que
también se encuentra, le dedica una mirada cargada de desprecio.
—Problemas, nada que no se pueda solucionar— indico restándole
importancia y omitiendo detalles.
A pesar de que Ichiro ha demostrado lealtad a la familia, no me olvido de
quién es y como es, razón por la cual no confío plenamente.Ichiro se
molesta con mi escueta respuesta, lo leo en su rostro, aunque me salvo de
cualquier comentario por su parte, ya que su atención se desvía a Tetsuo.
—¿Qué hace este pandillero aquí? — pregunta con desprecio.
—Oye, cuidadito con el tono, muñequito— rebate Tetsuo acribillándolo
con la mirada.
—Lárgate, no pintas nada aquí - insiste mi prometido encarándose con el
líder de las serpientes.
Ambos se colocan enfrente y se miden con los ojos. Azumi y yo
observamos sin inmiscuirnos.
Me cansa el rol macho alfa de los hombres, aprovechan cualquier ocasión
para hacer chocar sus egos a modo de tren de carga.
—Ichiro— Esa voz recorre cada célula de mi cuerpo-Tetsuo es mi
invitado, nada tienes que opinar en eso. —interviene One que acaba de
llegar acompañado por el extraño.
—Fudo, es un pandillero, no tiene nada que hacer en nuestra casa—
rebate Ichiro enfadado.
—¿Nuestra casa? - interroga One arqueando una de sus negras cejas. —
Te recuerdo que tú aquí también eres huésped.
Ichiro se traga su cabreo y frunce sus labios reprimiendo el
enfrentamiento.Tetsuo sonríe a modo provocación y mi prometido achanta y
se larga para evitar la confrontación.
—One, ¿Qué hacemos? - pregunta Azume levantándose del sillón para
colocarse al lado de One acariciando la manga melosa su brazo.
«Odio a Azumi, mucho, con intensidad», grita mi mente.
Los puñales de los celos me atraviesan y los reprimo porque no tengo
nada que objetar, he tomado la decisión de apartarme por mucho que la
herida sangre.
Por un lado, mi madre sabe que tengo algo con mi hermanastro, un arma
que Hana Sumiyhosi no dudará en utilizar para dañarme. Lo que demasiado
peligroso en los tiempos que vivimos, donde los enemigos aprovecharan
cualquier debilidad en el interior de nuestra organización. Después está el
tema de seguir dándole alas a estos sentimientos, que resulta demasiado
peligroso para mi propio bienestar emocional. Porque la magnitud que ha
alcanzado esta atracción mutua en poco tiempo me aterra. Nunca he
albergado una fascinación ni un apego como el que cultivo hacía
One.Además, revolcarnos ardidos por nuestros deseos sexuales no conlleva
nada bueno, alguien puede salir dañado y yo tengo todos los números en la
rifa de corazones rotos. Por eso lo mejor eso cortar por lo sano como ya le
hice saber horas antes.
—Azumi, tú y el maestro os quedaréis aquí. La casa Shinoda es el sitio
más seguro en estos momentos. — anuncia One sin apartarse ni un
milímetro de la joven.
—Hermano - digo y no me mira, aunque ella sí - No tengo el placer de
conocer al señor— señalo con intención.
—Maestro— recalca con frialdad sin dirigirse a mí-Kayda, él es el
maestro Dakako Tanaka
Escuchar ese nombre en boca de One y tenerlo frente a mí me paraliza.
No puede ser, el maestro murió, recuerda mi mente demasiado
asombrada para digerirlo.El hombre se aproxima hacia donde me encuentro
y agarra mi mano.
—Es un placer conocerte Hoziki…
—Pero…-empiezo y mi lengua se lía con ella misma, —estabas muerto
— logro pronunciar al fin.
—Bueno, es una larga historia. Podemos ponernos al día mañana
tomando un buen té— propone el maestro mirándome con cariño.
Asiento, sorprendida con el corazón encogido para decir algo más.
—Azumi acompaña al maestro, el personal de la casa os indicará
vuestras habitaciones— indica One
Azumi a regañadientes abandona el comedor no sin dedicarme una
inescrutable mirada.
—Tetsuo reorganiza a tu gente, quiero un informe de caídos lo antes
posible— ordena One.
—Está bien— acata Tetsuo y se dispone a marcharse, no sin antes
guiñarme un ojo y una sonrisa.
El ambiente nos envuelve con un halo de incomodidad, yo también
debería marcharme y permanezco en mitad del salón de pie mirando
embelesada a mi hermanastro.
—Quiero al idiota de tu prometido fuera de esta casa mañana mismo—
proclama rompiendo el momento.
—Tus peticiones son graciosas. Yo tengo que largar a Ichiro mientras tú
metes en mi casa a la resbalosa de Azumi y a quien tú quieras. — rebato,
furiosa, por mucho que intento reprimirme no lo consigo. One saca mi lado
más bélico, crecen mis instintos de romperle el cuello.
—No tengo tiempo para tus celos, así que haz lo que ordeno y ya—
insiste.
—Mírame cuando hables conmigo— refuto y mi voz suena a grito.
Eleva sus profundos ojos clavándolos en mí por primera vez desde que
salimos del club. Un escalofrío recorre cada vértebra de mi columna y un
ardor intenso se instala entre mis piernas.
«Con una mirada es capaz de encender mis deseos», asevera mi mente.
—¿Mirarte? No quiero verte, no me interesan las mentirosas. No quiero
juegos. Tu indecisión ahora si ahora no me cansa por lo que no quiero verte.
— ataca con frialdad y mi corazón se encoge ante la rabia que hay impresa
en sus palabras.
—One, prestarme atención, como lo que soy tu hermanastra. Ahora no
estoy tratando con nada más, lo que fuimos ya pasó— intento aclarar,
aunque las palabras casi se atascan en mi garganta.
La ruidosa carcajada que suelta inunda todo el salón.
—¡Mientes, dragona! Tu boca se empeña en buscar argumentos y tu
cuerpo, tus ojos, todo en ti, me llama con insistencia. Siento informarte que
estás muy cerca de suplicar— se jacta de forma pretenciosa.
—Eres un hijo de perra arrogante— insulto fuera de mí.
—Buenas noches, hermanita —anuncia dejándome allí parada mientras
se larga.
Capítulo 46
Kayda
Una bocanada de aire inunda mis pulmones al salir al jardín en mitad de
la noche, necesito canalizar la efervescente ira que recorre mi cuerpo. Los
enfrentamientos con One, provocan siempre que mis emociones se enreden
en una trenza de, subes y bajas que me descontrolan.
Dentro y fuera de la cama es intenso, peleas, deseos sumados a reproches
hirientes. Ahora mismo necesitaría levantar el teléfono y contar con la
libertad de explicarle a mi hermana lo que siento. Gritarle que me he
enamorado por primera vez en toda mi vida y que el culpable es un capullo
sin sentimientos, arrogante y cruel, incapaz de entenderme. Que tenemos
demasiadas cosas en contra y nada a favor para alcanzar lo que en realidad
anhela mi ilusionado corazón. Sin embargo, no puedo, no debo, porque
Yasu se encuentra a miles de kilómetros y la decisión de mantenerla al
margen de la guerra y los problemas de la familia la tomé para que al menos
su mochila emocional fuese menos pesada.
«Si te entiende, mentirosa», apunta mi mente.
Y la escucho porque sé que One sin palabras me entiende mejor que
nadie en todo el mundo, aunque me cuesta reconocerlo.
—Tengo que arrancarlo de mi pecho— susurro al aire.
—Buenas noches, Hozuki. —La voz del maestro provoca que dé un leve
respingo.
—Buenas noches, maestro. — Saludo, brindando una leve inclinación a
modo de respeto como marca nuestras tradiciones.
La mano del maestro acaricia mi brazo y niega con la cabeza.
—No necesitas hacer reverencias en mi presencia— indica y su bigote se
alza en las comisuras de su boca en un intento de sonrisa.
Este hombre me intriga, me inquieta y despierta cierta ternura en mí que
alcanza a desconcertarme.
— ¿Insomnio, maestro? — pregunto con amabilidad.
—El sueño huye de mí desde hace muchos años, Hozuki. ¿Y tú? ¿Cuál
es tu excusa?
Sus ojos me examinan con minuciosidad y experimento la sensación de
que es capaz de leerme igual que si fuera un libro abierto.
—Los sucesos de los últimos días son los ingredientes perfectos para
mantenerme despierta— confieso, aunque no es del todo cierto.
El maestro arquea una de sus grises cejas y alza una de sus manos
colocándola justo sobre mi corazón.
—El corazón y sus entresijos nublan la cabeza, Hozuki. Los
acontecimientos de una guerra casi anunciada no son los culpables de tu
insomnio. Soy mayor, pero aún recuerdo que se siente cuando uno se
enamora— anuncia y su tono meloso está cargado de cariño, que no sé de
dónde viene porque jamás nos habíamos visto.
—¿Amor? No, maestro, ese sentimiento no se hizo para mí— protesto
mirando al cielo.
El maestro sonríe retirando la mano de mi pecho.
—Hozuki, cualquiera está expuesto al amor. Lo que esta noche ves como
algo que te roba el sueño, poco a poco se desenredará y tu mente logrará
verlo con claridad. No se debe nadar contra la corriente de un río, guarda
las energías y de deja que el caudal fluya. — aconseja.
Algo en mi alma se encoge ante su consejo, porque echo de menos
consejos de ese tipo como los que siempre me daba Kenichi. Sonrío y lo
miro con fijación reprimiendo las ganas de abrazar al maestro.DakaKo
Tanaka despierta en mi pecho un extraño cariño, tengo la sensación de que
siempre ha estado ahí esperando a encontrarnos para latir.
—Gracias, maestro por sus consejos. Y ahora, ¿me explicará su historia?
— solicito.
Por primera vez lo veo incómodo, titubeante, lo que resulta extraño en un
hombre con su experiencia.
—Mejor mañana, Hoziko. Vete a dormir, dragona, mañana será un día
duro— propone acariciando mi mejilla.
Decido seguir el consejo del maestro y abandono la terraza para ir
directamente a mi habitación. En mitad del pasillo me sorprendo, al ver a
Azumi vestida con un camisón rojo semi trasparente, que nada tiene de
recatado cerrando con suavidad su puerta.
«¿Dónde demonios va?» La pregunta penetra en mi mente a modo de
rayo.
Sus ojos se posan en mí y me detengo frente a ella en silencio esperando
que explique su presencia deambulando por la casa en mitad de la noche.
—Buenas noches, Kayda— dice con una sonrisa pícara.
—¿Algún problema, Azumi? —pregunto a la espera de sus explicaciones.
—No, simplemente voy a por agua— contesta rápida y nerviosa.
—¿Cómo se encuentra Kenji? —pregunto aferrada a la necesidad de
detenerla, la cual no entiendo muy bien ni yo misma.
—Mejor los médicos han pronosticado su recuperación. El otro dia
despertó del coma, pero lo mantienen semi sedado—explica incómoda.
—Me alegra mucho—anuncio sin apartar mi mirada de ella.
Acelera sus pasos pasando por mi lado, se para y acerca su cara mi oreja.
—Tengo un poco de prisa, voy a probar suerte con el buenorro de tu
hermano— susurra demasiado cerca de mi oreja.
Los pelos se me ponen de punta ante la confesión y los puñales de los
celos actúan por mí, sujeto su cuello con dos manos y la empotro contra la
pared.
—¿Qué haces? — carraspea sujetando mis manos con las suyas para que
ceda en mi agarre.
—No juegues conmigo, Azumi —meneo la cabeza a modo de negación
— No quieras tenerme como enemiga. — La libero porque el fuero del
impulso es barrido por mi sentido común.
Por mucha rabia que desate que la resbalosa de Azumi quiera meterse en
la habitación de One a mí no debe importarme. Tengo que cerrar este
maldito capítulo que agujerea mi corazón con profundidad.
—¿Te importa? — pregunta masajeando su cuello tras mi agresión—
Solo es tu hermano— comenta con sarcasmo.
La miro de forma airada y encojo los hombros.
—Te deseo suerte en tu cruzada— proclamo y desaparezco en dirección a
mi cuarto.
Una vez a solas en mi habitación me despojo de mi ropa, necesito una
ducha fría que aclare mi mente y apague el fuego que está ardiendo en mi
pecho. La rabia pudre mi alma, solo imaginar a Azumi disfrutando del
cuerpo de One me provoca nauseas. Unas terribles ganas de llorar se
apoderan de mí y acabo arrodillada en la ducha abrazada a mis propias
rodillas dejando el llanto fluir.
One
Los acontecimientos y sobre todo la actitud de Kayda me oprimen por
dentro alimentando una ira que embarga cada músculo de mi cuerpo. Mi
hermanastra es una mentirosa y odio cuando adopta el papel de indiferencia
hacia mí.
«¿¡Que ya no me desea!? No se lo cree ni ella. ¡No lo acepto!, porque yo
le tengo más ganas a cada momento».
Lanzo la camiseta sobre la cama y resoplo recordando nuestra última
conversación.
«¡Maldita sea, joder!, que no quiera continuar con nuestros escarceos y
para colmo de mis males el idiota de Ichiro revoloteando a su alrededor
hace que me hierva la sangre».
Los golpes en la puerta de mi habitación provocan cierta expectación en
mi cuerpo. En dos zancadas me planto en la entrada y abro con cierta
esperanza en mi pecho, la cual se apaga al toparme con Azumi parada bajo
el umbral. Mis ojos la repasan con lentitud, luce un camisón rojo
semitransparente que deja poco a la imaginación. Reconozco que es una
mujer hermosa, que no sería mala idea descargar mis ganas en las sinuosas
curvas de su cuerpo.
—Adelante— invito y como respuesta una sonrisa sensual se dibuja en su
boca.
Su mano recorre mi pecho desnudo en una caricia provocadora que
despierta mi libido. Mientras la observo mi mente calibra la posibilidad de
arrancarme las ganas que arden en mi interior por mi dragona con Azumi.
Sopeso aplicar ese viejo refrán español de:
“Un clavo saca otro clavo”
Se aproxima colocándose de puntillas y sus labios recorren con suavidad
los míos, entretanto su mano rodea mi nuca. En un impulso sujeto sus
caderas con fuerza y devoro su boca. Las piernas de Azumi rodena mis
caderas con rapidez y avanzo mientras la beso hacia el colchón. Casi hemos
alcanzado el borde de la cama cuando en mi mente se dibuja la imagen de
Kayda lo que actúa como una ducha de agua fría en mi erección que se
desinfla como un globo.
«Joder», siseo mentalmente.
Bajo con cuidado a Azumi de mis caderas y pongo distancia entre
nuestros cuerpos.
«Maldita seas, dragona», maldigo en mi mente.
— ¿Qué sucede? — pregunta contrariada, su pecho sube y baja por la
excitación y sus mejillas arreboladas delatan su deseo.
—Nada, lo siento, Azumi. — digo sin encontrar las palabras adecuadas.
— ¿No te gusto? — insiste en un intento de encontrar la razón de mi
rechazo.
—Eres una mujer hermosa, pero mi cabeza ahora mismo no está centrada
para el sexo— miento porque no tengo muchas más opciones.
«¿Qué le digo? ¿Qué tengo clavada a Kayda en mi alma y en mi cuerpo?
¿Qué no puedo revolcarme con ella imaginando a mi hermanastra en mi
cabeza? Ser sincero la destrozaría y a pesar de ser un hijo de perra, Azumi
despierta mi compasión»
Desvía sus ojos de mí y muerde su labio inferior por un momento.
—Está bien, en otra ocasión. — anuncia elevando su mentón con orgullo.
Capítulo 47
Narrador Omnisciente
Kayda
Shelly Kengar
Prólogo
La mafia roja era mi vida, nací formando parte de ella, crecí, me instruí e
incluso rocé el anhelo de dirigirla como máximo líder de la más sangrienta
mafiya, pero ese sueño se truncó. Deserté, hui a pesar de que era una
sentencia de muerte, aunque confieso que no soy fácil de vencer…
De la bratva no se sale, no se huye, pero soy el ejemplo de lo contrario.
Me hice con el control de una de las organizaciones de asesinos más
sangrienta de Rusia, los Maotang, desafié a su líder y lo abrí en canal como
el animal que era.
Autóctona de una región que linda con China, por lo que la tríada me
respeta y, por otro lado, controlo que Rusia no invada el territorio.
Elegí ser cazador, porque el rol de presa no va con mi personalidad,
aprendí a esquivar a la que fue mi familia durante años, la bratva, por lo que
en la actualidad me temen más que me buscan.
Desde que abandoné la mafia me persiguen, aunque reconozco que
después de años de búsqueda encarnizada por parte del pakhan de la mafia
roja, Pavel Sokolov, mi tío, ese viejo cabezota, ha bajado la guardia. Ya no
me siento tan asediado.
La mafia no perdona, cobra deudas con sangre, y Pavel se rige por ese
código de honor. Yo también, a pesar de no pertenecer a la mafia, mamé
esas enseñanzas desde niño, por lo que a mis treinta y seis años no cambiaré
el código por el que rijo mis acciones.
Li Zuang líder de la tríada y socio, me hizo un encargo y yo lo realicé,
pero ahora las cosas han empeorado. La tríada se encuentra inmersa en una
guerra contra la yakuza que está dejando regueros de muertos en las calles
de Tokio y Pekín.
Así que tengo a buen recaudo el paquete que robé para Li Zuang mientras
observo como ambas organizaciones se matan entre sí.
El paquete, cuyo nombre es Yasu Shinoda la hija del difunto Kumicho de
la yakuza permanece en los calabozos de mi fortaleza en las montañas. No
me interesa, tan solo es una pieza más en este tablero donde solo ganan los
que dominan.
Sé que mi momento llegará y lo aprovecharé para lanzarme con más
poder y seguir llenando mis arcas de dinero.
Soy Akim Sokolov líder de los Maotang y esta es mi historia.
Capítulo 1
Yasu Shinoda
Durante el trayecto en coche hasta el aeropuerto no consigo dejar de
pensar en Kayda, en mamá y en todos los acontecimientos que han sucedido
en poco tiempo. Me cuesta demasiado considerar que ya no volveré a ver a
mi padre nunca más. Ser consciente de esa realidad en concreto instala un
enorme nudo en mi garganta y necesito respirar fuerte y soltar el aire
lentamente para no empezar a llorar.
Los últimos días he valorado la posibilidad de abandonar mis estudios en
Estados Unidos, quedarme al lado de mi hermana y juntas superar cualquier
obstáculo, porque a fin de cuentas de mi recién descubierto hermano no me
fio ni un pelo. Es demasiado frío, su aura transmite una crueldad forjada en
su alma por años y es algo que no me gusta.
Después de muchas vueltas, creo que, a pesar de sentirme una egoísta, no
debo abandonar el sueño de estudiar la carrera de bellas artes, he luchado
durante años para poder acceder a la mejor universidad y ahora no puedo
tirar la toalla. Kayda es fuerte, lista e inteligente y no se dejará amedrentar
por Fudo ni por ninguno.
De momento, al menos tengo la tranquilidad de que ha conseguido
persuadir a nuestro hermanastro de no sacar de nuestra casa a mamá como
un perro. Aunque Hana Sumiyhosi en ocasiones se merece muchas cosas,
no considero que sea necesario echarla de la que fue su casa durante años.
Elevo mis ojos y observo que el conductor y el copiloto que me
acompañan van concentrados en el tráfico, hoy no es Kimura, a estos creo
que no los conozco.
Cuando llegamos al aeropuerto, uno de ellos se apresura a abrir mi puerta
para que salga mientras el otro carga mi equipaje.
—Gracias —digo cogiendo el asa de la maleta.
—¿La acompañamos? —pregunta.
—No será necesario, puedo yo sola —contesto con amabilidad.
Sonrío al ver cómo acepta mi respuesta sin más, estoy convencida de que
si Kimura hubiera venido las cosas no serían así. El jefe de la alta guardia
se toma muy en serio nuestra seguridad, siempre lo ha hecho.
Avanzo por los pasillos de la terminal del aeropuerto hacia el mostrador
para chequear mi billete y mi equipaje. Mi vuelo sale en una hora, así que
calculo que tengo tiempo de sobras. Cuando llego veo una cola
interminable que provoca que suelte un suspiro frustrado, porque no
esperaba tanta gente. Espero que la cola avance pronto porque si no cabe la
posibilidad de que pierda el vuelo, lo que me apetece bien poco.Miro mi
móvil para quemar un poco el aburrimiento, chequeo las redes sociales y
reviso los WhatsApp, también abro la galería de imágenes para toparme con
la primera foto. Un selfie de Kayda y mío de la noche que compartimos una
gran tarrina de helado. Sonrío embalsada mirándola mientras recuerdo la
satisfacción de esos momentos con mi hermana.
Echo de menos verlas todos los días como cuando éramos más pequeñas,
pero ambas debemos cumplir nuestros sueños, y son muy diferentes. Kayda
se decantó desde bien pequeña por las armas y artes marciales, hacerse un
hueco en la organización era su meta y me siento orgullosa porque a pesar
de las arcaicas reglas patriarcales, mi hermana parece haber encontrado u
lugar en la yakuza. Mientras yo siempre he anhelado ser una ilustradora,
desde que sujeté el primer lápiz con pocos años para dibujar, captar las
almas con mi arte ha sido mi hándicap.
—Perdón, señorita, ¿es la última?
La voz gruesa y masculina que suena detrás de mi espalda me saca de
mis pensamientos. Giro mi cabeza para ver a un hombre que me saca una
cabeza, fornido, con piel blanca y cabello negro. Sus ojos melados
adornados con unas espesas pestañas son profundos y a la vez misterioso.
«Despierta, idiota», me reprende mi mente para que deje el
embelesamiento y conteste.
—Sí —contesto, avergonzada por el repaso visual que acabo de
propinarle al desconocido.
—Gracias —responde con una sonrisa torcida.
¡Ufff!, es un hombre muy atractivo, alto, fornido, con ese aire de peligro
que siempre me ha atraído, le dedico una última mirada de reojo y me
obligo a mirar al frente.
«¿Que te pasa no estás aquí para ligar?», me regaña mi consciencia.
El eco de su voz aún resuena en mi cabeza, tiene un acento duro, no sé
determinar bien la zona, pero no es americano, tampoco japonés, por
supuesto, quizás ruso o polaco. Barajo posibilidades mentalmente para
matar el aburrimiento de la espera.
Después de más de veinte minutos en la fila del mostrador logro el
objetivo de chequear mi equipaje y mi billete.
Miro mi reloj y compruebo que aún me queda tiempo para tomar un café
en uno de los establecimientos de la terminal.
Me siento en un taburete para degustar mi bebida caliente y casi escupo
al ver como el buenorro que tenía a mi espalda en la fila viene directo hacia
mí.
«¡No puede ser!». Me digo mentalmente, con los nervios a flor de piel.
—Disculpe, señorita. ¿Le importa que me siente con usted? — pregunta
con una amabilidad dulzona que atonta mis hormonas.
—No…, no me importa— contesto y percibo cierto titubeo en mis
palabras.
Resulta extraño, porque es una de esas escenas de las series en el que el
tipo guapo y macizo se fija en la chica y todo es perfecto.
«No estás en una telenovela, ni en una novela romántica», de nuevo mi
conciencia me insta a bajar los pies a la tierra.
Lo reconozco mi carácter soñador suele meterme en muchos líos, espero
que en esta ocasión no sea así. Lo observo reprimiendo mi descaro mientras
pide su bebida, parece mayor, al menos más que yo. Diría que unos
veinticinco o incluso más.
—¿Hacia dónde vuelas, гатита,(gatita)? — pregunta.
En ese instante me siento tentada a contestarle:
«Vuelo hacia donde me lleve el viento, bien alto, bien lejos, porque me
siento que necesito huir, para paliar el dolor que aún embargan mi pecho
por la muerte de mi padre».
Sin embargo, opto por ser políticamente correcta, a fin de cuentas, estoy
compartiendo un rato con un perfecto desconocido en la cafetería de una
terminal, tampoco es para abrirle mi alma de par en par.
—A Washington, ¿y tú? — contesto interesándome por su destino.
—¿Crees en las casualidades, гатита? —interroga con una de sus negras
cejas arqueadas a modo divertido.
No entiendo la palabra con la que se refiere a mí, parece ruso o polaco,
pero desconozco su significado, espero que no sea un insulto.
—No creo en el destino— asevero con sinceridad.
—Bueno, bueno, será cuestión de convencerte de que las casualidades
suceden a cada minuto. Me presento, soy Damyan Sokolov —anuncia
poniendo demasiado énfasis en su presentación.
—Yasu Shinoda —correspondo alzando mi mano para que la estreche,
aunque logra sorprenderme porque la sujeta entre la suya transmitiéndome
un calor intenso y posa sus gruesos labios en el dorso de esta. El tiempo
pasa volando y charlar con Damyan aligera mi pena, es un hombre
divertido, y él escucha prestándome la atención que necesito para casi
explicarle mi vida entera. Por el altavoz escuchamos el aviso para embarcar
y nos apresuramos a pagar y poner rumbo al avión.Camino con paso ligero,
no nos encontramos a mucha gente, parece que la casualidad a la que hace
alusión mi recién encontrado desconocido se ha desplegado para darnos
intimidad. Damyan va detrás de mí, no lo veo, pero su presencia es
imposible de ignorar, en silencio imagino que nos toca en el mismo asiento.
«No dices que no crees en el destino». Al ataque de nuevo mi afilada
mente bajándome de las nubes.
Uno de mis grandes defectos es soñar despierta, razón por la cual el
empujón que recibo me pilla totalmente desprevenida. Sin que pueda ni tan
solo ver al artífice, con fuerza me lanza contra la pared del pasillo. Ni
tiempo tengo de gritar pidiendo auxilio, porque una mano enorme tapa mi
poca mientras vendan mis ojos sumiéndome en la profunda oscuridad.
He pasado de vivir en una escena de película romántica, “amor en el
aire” o “cita en la terminal” a una de terror” Secuestro en la terminal”
Las lágrimas bañan mis mejillas mientras soy arrastrada a algún lugar
que desconozco porque la tela oscura tapa mi visión.
«¿Y Damyan? ¿Estará herido?». Las preguntas se suceden en mi mente
bombardeándome.
De repente escucho voces, el idioma no lo entiendo, juraría que es ruso,
cada vez lo tengo más claro. Me vapulean sin cuidado metiéndome en algún
sitio, mi piel roza el frío suelo por lo que determino es de metal. Estoy en
un lío, y gordo. Porque quizás el sueño por el que tanto lucho se vea
truncado. Si como sospecho quienes me han secuestrado son rusos, no creo
que sean cualquier ruso sino la bratva.
Como hija del Kumicho de la yakuza siempre he tenido claro que esto
podía pasar, así que hago lo que aprendí desde la cuna, mantener la calma
en situaciones extremas.
PROXIMA PUBLICACIÓN 2024