Viviana Rogozinski Entrevista
Viviana Rogozinski Entrevista
Viviana Rogozinski Entrevista
escuela
En esta entrevista a fondo con educ.ar, la docente y titiritera Viviana
Rogozinski reflexiona sobre el universo de los títeres y habla sobre su experiencia de
hacer obras para bebés. Comparte, además, algunos consejos para trabajar con títeres
en la escuela.
Algunos títeres la acompañan desde niña; otros llegaron después. Habla de ellos con
entusiasmo, con respeto, midiendo las palabras. Cuando promete algo, los pone de
testigos y hay uno que se hace pasar por ella en su foto de WhatsApp. Cuando está
resfriada, dice que tiene «voz de títere». Para ella, ser titiritera es mucho más que un
oficio.
Foto: gentileza de Alejandro Méndez.
—No fui espectadora de títeres de niña, pero jugaba mucho con objetos. En ese
momento, yo tenía una maestra de música a la que no le gustaba cómo cantaba; me
descalificaba por mi voz gruesa, me ponía insuficiente en el boletín. La situación me
perturbaba y necesitaba volver sobre ella una y otra vez. Y la revivía en casa, en mis
juegos. Representaba a mi maestra con un sifón vacío que chillaba y vociferaba a los
alumnos, escupiendo restos de soda. Convertía los sifones en maestras de música y a
Mis Ladrillos en gradas con niños sentados, que cantaban. Metaforizaba con objetos,
como siempre hacen los niños, animadores por excelencia.
»El deseo se despertó desde mi pasión docente. Hace 32 años, yo era alumna del
profesorado y dos jóvenes titiriteros vinieron a promocionar sus talleres. Cuando vi lo
que lograban hacer con dos títeres que no hablaban, que eran neutros, sin rostro, sin
una personalidad definida por estética, pero que comunicaban emociones y
sentimientos, algo desconocido se me despertó. Me provocaron algo definitivo.
»Inmediatamente fui a la entrevista con Luis Rivera López, mi primer maestro, y con él
y con Sergio Rower permanecí varios años estudiando, probando y experimentando el
universo titiritesco. Luego estudié con Ariel Bufano y con maestros de otras disciplinas
afines como el clown, la máscara, la actuación. Siempre tomaba talleres para avanzar y
conocer más del arte de los títeres. En mi época, la escuela de titiriteros recién
comenzaba, el oficio se aprendía con maestros en talleres particulares.
»Para mi tarea docente, los títeres fueron una visita por excelencia. Soy maestra de
grado y de Nivel Inicial y ese fue el caldo de experiencia de la artista y de la docente
con foco en experiencias lúdicas en la escuela a través del lenguaje de los títeres que
soy hoy.
—Cualquier objeto que sea utilizado para expresarse en un contexto de escena lúdica
se transforma en títere. El objeto trasciende su función cotidiana y se transforma en
metáfora. El ejemplo que di antes sobre los sifones y mi maestra de música resultó ser
una metáfora muy fuerte que pude resignificar cuando entendí, de adulta, que lo que
hacía era una muy buena escena de teatro de objetos que podría llevar a un escenario,
potente visualmente y con un valor en sí misma. Los objetos cotidianos sacados de
contexto cobran otros sentidos. La experiencia es muy valiosa y, si a los alumnos se les
ofrecen objetos para metaforizar con ellos, es importante que se les ofrezca diversidad,
cantidad, que se habiliten modos de jugar y escenarios en los cuales intervenir con
esos objetos.
»Los niños, que cada día desarrollan menos acciones lúdicas, necesitan apoyo y
sostén para jugar y crear escenarios propios. Es muy bello cuando se los deja jugar
con objetos, de manera que estos se transforman en portadores de sentido y no de
utilidad, instalando el juego en escenarios nunca antes pensados. Los niños se
expresan comunicando, ofreciendo poética.
»Por eso creo que como maestros tenemos una posibilidad única de espabilar en los
alumnos muchos de sus deseos, dándoles nuestro voto de confianza, creyendo en
ellos, afianzando su subjetividad, validando sus acciones, mostrándoles que la pasión
por lo que les gusta es la mejor llave. Así me manifiesto como docente, tanto con los
niños como con los adultos en el nivel terciario donde trabajo en formación docente.
—Es interesante la pregunta. Sin embargo, la mirada desde las instituciones es muy
nueva y la entrada formal de la disciplina es joven en ese sentido. Hace menos de 10
años que en Buenos Aires existe en los profesorados de formación docente la
disciplina Títeres enfocada hacia la educación. Y solamente en uno de los profesorados
de CABA la disciplina es obligatoria. Aún no hemos logrado, desde dentro del arte de
los títeres, unir los mundos.
»En mi caso, ser docente y artista es un privilegio. Conocer desde una experiencia
profunda al niño, a la escuela primaria, al jardín maternal, y a la escuela infantil, me ha
posibilitado ingresar en las escuelas a dar función como si entrara en mi propia casa.
Hay una oportunidad única de ese niño con el arte, con el artista, con cuestiones que
se movilizan en cada uno, es profundo. Es de mucha entrega. La función de la función
de títeres es trascender el momento. Mi oficio me conmueve en relación con las
emociones y las subjetividades de los alumnos y también de los maestros que
acompañan a espectar. En ese sentido, me siento maestra titiritera.
—Los chicos pueden tener empatía o no por los títeres. Algunos los abrazan, sienten
algo muy profundo. Una vez tuve que parar una función porque había un bebé en una
sillita mecedora en primera fila al centro y temblaba tanto que me asusté. No lo estaba
viendo ninguna docente, y pensé que pasaba algo con ese niñito. Me explicaron que
era puro disfrute y emoción. Hay que ver a los bebés balancearse en sus sillas
mecedoras por la felicidad que les provocan los títeres, patalean, agitan las manos. Se
expresan manifestando alegría.
»Cuando a un nene le generan desconfianza los títeres, siempre sugiero que lo lleven
un poco más lejos, que lo apapachen, que no lo retiren de la posibilidad de empatizar.
Hay un tiempo para entrar en confianza, hay que darle ese tiempo para que abra sus
emociones y se entregue.
—Una función puede iniciar en llanto e inquietud de más de 80 niños y, lo que es peor
aún, en la desconfianza de las docentes que no están seguras de que como titiritera yo
pueda con todos esos niños angustiados, lábiles, con poca capacidad para estar
concentrados, deambuladores por excelencia, pero sucede la magia y el vínculo se
genera de manera casi inmediata. Los niños suspiran, se alegran, comparten sus risas,
se asombran, dudan, se entregan, confían, desconfían, explican, opinan. Todo eso
sucede durante una función, en lenguaje bebé, por supuesto. Ahí la titiritera empatiza,
acompaña, sintoniza, siente con ellos. Me emociono y a veces contengo las lágrimas.
Es demasiado lo que ocurre en una función para niños pequeños.
Foto: gentileza de Alejandro Méndez.
—¿Por qué creés que mucha gente asocia el teatro de títeres solamente con el
público infantil? ¿No hay público adolescente y adulto?
—Esto sucede por una cuestión biográfica. Hemos visto títeres con nuestros padres o
con nuestros hijos y no tenemos tradición de títeres para adultos. Hoy son cada vez
más los espectáculos para adultos o para jóvenes, pensados específicamente para
ellos (trascendiendo la idea de que cualquier espectáculo respetuoso tiene llegada a
cualquier persona de cualquier edad). El niño interior está más a flor de piel de lo que
creemos y puja por estar presente, y los títeres tienen la capacidad de llamar a ese
niño interior y sacarlo a la luz, para que disfrute.
»Antiguamente los espectáculos de títeres no eran para niños, la idea de que el público
sean los niños se fue desarrollando con el tiempo. La historia dramática de los títeres
nace con especificidad de público adulto.
»En todo el mundo existen festivales internacionales de teatro de títeres para adultos.
En CABA existía uno. Durante tres años organicé un festival internacional de teatro de
títeres en Tierra del Fuego. Era muy difícil que las escuelas secundarias apostaran a
ofrecer este arte a los alumnos. No le daban crédito a que este arte pudiera
despertarles algo interesante. A veces esa inestabilidad del adolescente parece
trasladarse a quienes trabajamos para ellos. Pero los jóvenes no solo disfrutan, sino
que se interesan, se involucran, y pueden encontrar preguntas que abonen nuevas
formas de mirar la vida. El títere es un objeto no humano, entonces, cuando te
interpela, bajás la guardia. Por eso el títere tiene tantas posibilidades también con
enfermos, con ancianos, con niños, con quien sea. Porque es un otro no humano con el
cual podés empatizar sin correr riesgos.
—¿Qué le dirías a un docente que quiere empezar a trabajar con títeres en sus
clases? ¿Qué pueden aportar como recurso didáctico?
»Vayan a ver obras de teatro de títeres y léanles obras a los niños. Les encantan y las
disfrutan. Amplíen los márgenes de vida de los títeres en el aula, tanto en primaria
como en jardín.
Foto: gentileza de Alejandro Méndez.
—La definición del títere tiene sus variaciones, no es lo mismo lo que define al títere
para un titiritero profesional que para un niño que juega o para un docente que realiza
alguna acción con títeres en el aula. Los ajustes en la definición son condicionantes
que, para cada espacio, varían. Y no es un detalle menor, porque según cómo lo
definimos será el marco que tendremos para las acciones que llevamos adelante.
»No obstante, hay una definición que me satisface para todos los espacios y la ha dado
el gran maestro titiritero ruso Serguei Obraztov: «El títere ha sido creado para moverse.
Solo el movimiento le da vida y solo en el carácter de su movimiento surge su conducta
física y nace la imagen». A veces los docentes de plástica hacen hermosos títeres o
máscaras con los chicos y los colocan en una exposición como objetos plásticos. En el
jardín se extiende un poco más el encuentro con el objeto producido, se presentan los
títeres, dicen su nombre, se saludan, en el mejor de los casos se representan obras. La
importancia del títere radica justamente en su vivificación. En su «estar siendo» un
personaje a partir de ser animado.
—¿Y el público?
»En general, el placer que genera el juego con los títeres es suficiente motivación, con
lo cual nuestros alumnos niños titiriteros los dotarán de vida las más de las veces sin
producir espectáculo y no por ello serán menos titiriteros, ni sus títeres menos títeres.
En este caso, entendemos por titiritero al niño jugador-actor-animador, que los anima
por el placer de jugar y no por el de producir una obra de títeres. Contemplamos,
además, la posibilidad de que esos personajes puedan mutar de nombre, de
personalidad, de gesto, para que, a partir del juego, se organicen las líneas de acción y
la dramaturgia del juego, pueda crecer hacia cualquier dirección, a menos que se pacte
lo contrario.