Borrador de Semana 10 - P.D

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• De la Promesa a la Realidad: Análisis Crítico de la Reforma Agraria en Perú.

La reforma agraria en Perú, implementada en 1969 bajo el gobierno de Juan Velasco


Alvarado, representa un intento audaz de transformar la estructura agraria del país, con la
promesa de redistribuir tierras y mejorar las condiciones de vida de los campesinos. Este proceso
se desarrolló en un contexto de efervescencia política y social en América Latina, donde naciones
enteras luchaban por emanciparse de las estructuras económicas coloniales que habían
perpetuado la desigualdad. Tras el golpe de Estado en octubre de 1968, que derrocó al
presidente Fernando Belaúnde Terry, Velasco Alvarado estableció un gobierno militar que
buscaba no solo la estabilidad política, sino también un cambio radical en las dinámicas de poder
económico y social. La expropiación de los campos petrolíferos de Brea y Pariñas, administrados
por la International Petroleum Company (IPC), no solo simbolizó un acto de soberanía nacional,
sino que también despertó un fuerte discurso nacionalista que resonó en todo el país. Este
periodo, conocido como el "Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada", se propuso
confrontar las injusticias del pasado y ofrecer una nueva forma de emancipación. Sin embargo,
esta reforma ha suscitado un intenso debate sobre su efectividad y los beneficios reales que
trajo consigo. La pregunta que surge frente a esta premisa es : ¿fue realmente beneficiosa la
reforma agraria en el Perú? En nuestra opinión, consideramos que la reforma no cumplió sus
objetivos y resultó en un aumento de las desigualdades y problemas socioeconómicos. Para
fundamentar esta postura, analizaremos tres aspectos: las consecuencias políticas, los efectos
económicos y la perpetuación de la pobreza social.

1. Consecuencias Políticas: Tensión y Conflicto Social

La reforma agraria, a pesar de su ambicioso objetivo de empoderar a los campesinos y


debilitar el dominio de los terratenientes, generó tensiones significativas en el panorama político
del país. En lugar de promover la cohesión social, este proceso provocó una profunda
polarización. La oposición de los terratenientes, quienes sintieron que sus intereses estaban en
peligro, dio lugar a un clima de confrontación y resistencia que complicó la implementación de la
reforma. Como señala González (1998), "la reforma agraria intensificó las luchas internas y
debilitó la estabilidad política, ya que muchos terratenientes reaccionaron de forma violenta" (p.
45). Este contexto de violencia no solo erosionó la confianza en las instituciones estatales, sino
que también sembró desconfianza entre diversos sectores de la sociedad, creando un ambiente
de incertidumbre que perduró durante años.

Además, la intervención del Estado en la economía, que inicialmente se propuso como una
vía para equilibrar las relaciones de poder, terminó generando nuevas tensiones. Muchos
campesinos, a pesar de recibir tierras, se encontraron atrapados en una red de burocracia y
dependencia estatal que limitó su autonomía y capacidad de decisión. En lugar de sentir el
beneficio de la reforma, muchos se vieron obligados a navegar un sistema complejo y muchas
veces opresivo, lo que generó un descontento adicional. La falta de consenso y el conflicto
resultante revelaron que, en lugar de unir a la población, la reforma en realidad dividió aún más
a la sociedad. Este clima de inestabilidad política no solo dificultó el avance de la reforma
agraria, sino que también dejó cicatrices profundas en la confianza hacia las instituciones,
complicando el camino para futuras iniciativas de cambio social.

2. Efectos Económicos: Crisis en la Productividad Agrícola

Los efectos económicos de la reforma agraria se manifestaron de manera profundamente


negativa, afectando gravemente la productividad agrícola del país. Entre 1971 y 1985, la
producción de los principales cultivos experimentó una caída del 18%, lo que indica un deterioro
alarmante en la capacidad de producción del sector agrícola (Martínez, 2002). Esta crisis se debe,
en gran medida, a la falta de inversión en tecnología y apoyo a los nuevos propietarios de tierras.
Como apunta Rivera (2020), "la redistribución de tierras se realizó sin un adecuado respaldo
técnico y financiero, lo que llevó a una disminución drástica del poder adquisitivo de los
campesinos" (p. 58).

La situación se complicó aún más por la escasa infraestructura agrícola y la falta de acceso
a mercados, elementos fundamentales para el desarrollo rural. Muchos campesinos no solo
recibieron tierras, sino que se encontraron desprovistos de las herramientas y recursos necesarios
para cultivarlas de manera efectiva. Este desfase entre la promesa de la reforma y la dura
realidad resultó en una notable disminución de la producción agrícola y, en última instancia, un
aumento de la pobreza en las zonas rurales. La ausencia de políticas adecuadas que
acompañaran la reforma no solo contribuyó al estancamiento económico, sino que también dejó
a muchos agricultores atrapados en condiciones de vulnerabilidad, luchando día a día por
subsistir en un sistema que no les brindó las oportunidades que tanto necesitaban.

3. Perpetuación de la Pobreza Social: La Realidad de los Nuevos Propietarios

La reforma agraria, a pesar de sus buenas intenciones, no logró erradicar la pobreza en


muchas comunidades rurales; por el contrario, contribuyó a perpetuarla. Aunque se prometía
una vida mejor, muchos de los beneficiarios se encontraron desprovistos de los recursos, la
capacitación y el apoyo necesarios para cultivar sus tierras de manera efectiva. La carencia de
acceso a créditos y tecnologías agrícolas avanzadas dejó a numerosos campesinos en un estado
de vulnerabilidad (Pérez, 2000). Como sostiene Cortina (2013), "la falta de un acompañamiento
integral en procesos de cambio social genera un ciclo de abandono que perpetúa las condiciones
de pobreza" (p. 23).

Este fenómeno de abandono de tierras y la consiguiente venta de las mismas, a menudo por
la falta de viabilidad económica, reflejan un ciclo de desilusión que impactó profundamente a las
comunidades rurales. A medida que la reforma avanzaba, las esperanzas de desarrollo y
prosperidad se desvanecieron, transformándose en una lucha constante por la supervivencia. Las
promesas de mejora se convirtieron en frustración, dejando a muchas comunidades sumidas en
la pobreza y la desigualdad. Así, a pesar del entusiasmo inicial por la posesión de tierras, muchos
nuevos propietarios se encontraron rápidamente confrontados con la dura realidad de carecer de
los conocimientos y recursos necesarios para cultivarlas con éxito. Sin acceso a capacitación
adecuada, insumos y tecnología, muchos se sintieron abrumados y, en algunos casos, acabaron
abandonando sus tierras o vendiéndolas debido a la falta de viabilidad económica. Este ciclo de
abandono no solo afectó la productividad agrícola, sino que también perpetuó problemas
arraigados como la pobreza, la desnutrición y la desigualdad en diversas regiones rurales. Las
esperanzas de construir un futuro mejor se desvanecieron, dejando a muchas comunidades en
una situación de vulnerabilidad y precariedad, donde los sueños de prosperidad se
transformaron en una lucha diaria por la supervivencia.

Conclusión

En síntesis, consideramos que la reforma agraria en Perú no fue beneficiosa, ya que no


cumplió con los objetivos de desarrollo y justicia social prometidos. A pesar de las intenciones
iniciales, sus efectos políticos, económicos y sociales evidencian un aumento en las
desigualdades y un estancamiento en el desarrollo rural. Para abordar este problema, es esencial
que cualquier futura reforma agraria incluya un enfoque integral que considere la capacitación,
el apoyo técnico y el acceso a recursos. Esto no solo garantizaría que los cambios sean
sostenibles, sino que también aseguraría que realmente beneficien a las comunidades rurales. La
experiencia de la reforma agraria peruana resalta la necesidad de un compromiso genuino con el
desarrollo equitativo y sostenible, donde las políticas públicas se alineen con las realidades y
necesidades de la población.

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