Títere - Breve Historia de Madera
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Títeres en España
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Categorías de Alfonso X el Sabio
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Una de las primeras menciones documentales «oficiales» que aparecen en la península
ibérica, se remonta al reinado de Alfonso X de Castilla, a raíz de la solicitud (Suplicatio)
que el juglar Giraut de Riquier dirigió en 1273 al rey para establecer privilegios y orden de
jerarquía artística entre los muy variados oficios histriónicos. Dos años después, Alfonso X
emitió una Declaratio que distinguía y clasificaba la siguiente tipología:3
Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, fue
uno de los primeros en dejar referencia escrita de la palabra «títere», al mencionar a un
hombre de la comitiva de Hernán Cortés en su expedición a Honduras que «jugaba de
manos y hazía títeres»5
Retablos y «tutilimundi»
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Los primeros teatritos mecánicos que se mencionan, en 1539 según Varey, son los
llamados retablos (por su parecido con las tablas pintadas o en relieve).6 El vocablo, de
origen religioso, se aplicó poco después a los títeres manuales.nota 5 Más tarde llegarían a
diferenciarse ambos teatrillos, quedando el término «retablo» para los manuales, y los
mecánicos empezaron a conocerse como Tutilimundi (tutilimondi o titirimundi), mondinovi
o mundinuevo. Covarrubias, en su definición, aclara que el mencionado retablo era la
«caxa» (armazón del teatrillo) y no los títeres.7
Títeres cervantinos
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Cervantes se refiere a esta forma teatral en varias de sus obras, El licenciado Vidriera,
el Coloquio de los perros y con especial intensidad en «dos momentos importantes de su
obra»;8 en El retablo de las maravillas, entremés de 1615, y en los capítulos XXV y XXVI
de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha, publicada aquel mismo año.9 Casi como
un homenaje cervantino, Manuel de Falla compuso en 1923 El retablo de Maese
Pedro (con títeres y escenografía de Hermenegildo Lanz y la colaboración de Manuel
Ángeles Ortiz); además de otras colaboraciones con los títeres gaditanos de la Tía
Norica (una de las más valiosas colecciones de títeres de cuerda de España). Poco después,
y en esa misma línea abierta por Cervantes, Federico García Lorca escribió el Retablillo de
Don Cristóbal en 1930, culminando sus trabajos para los populares títeres de cachiporra.10
«Y, diciendo y haciendo, desenvainó la espada y de un brinco se puso junto al retablo, y con
acelerada y nunca vista furia comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a
unos, descabezando a otros, estropeando a este, destrozando a aquel, y, entre otros muchos, tiró un
altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más
facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán».
Miguel de Cervantes. Capítulo XXVII de la Segunda Parte del Quijote: El ingenioso caballero don
Quijote de la Mancha.
Títeres en Cuaresma
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Durante el Siglo de Oro español y el inicio del periodo ilustrado era tradicional que durante
el periodo de la Cuaresma, los espectáculos de títeres ocupasen los escenarios que la
temporada teatral se había visto obligada a abandonar por prescripción real y siguiendo los
preceptos de la religión católica. Así, durante cuarenta días los
titiriteros, acróbatas y volatineros, y las comedias de muñecos, entretenimiento considerado
infantil, tomaban plazas, calles y corrales para diversión de grandes y chicos. La afición al
espectáculo teatral, más allá del contenido -ya fuera dramático o cómico-, llenaba los
tablados como se puede leer en la comedia de Juan Ruiz de Alarcón Mudarse por
mejorarse, donde le dice un personaje a otro:11
«...Acudir verías
esta Cuaresma pasada,
contenta y alborozada
al corral cuarenta días
toda la corte, y estar
muy quedos, papando muecas
viendo bailar dos muñecas