Trabajo Grupal de Historia de La Cultura
Trabajo Grupal de Historia de La Cultura
Trabajo Grupal de Historia de La Cultura
Facultad de humanidades
Escuela de medicina
Estudiantes:
Sección: 22
Índice
Introducción
Cuando República Roma nació en el siglo VIII a.c, era un conglomerado de cabañas
de pastores que ocupaban una serie de colinas en torno a un lugar estratégico apto
para atravesar el rio Tíber. En el siglo VII esta ciudad, dominada por los etruscos, vio
crecer su riqueza (se inicia el cultivo de las zonas circuncidantes) y su fuerza (se
rodea la ciudad de una muralla).
La Roma primitiva se caracterizó por ser una sociedad rural. Los ciudadanos estaban
divididos en tres tribus: los trucos, los romanos y los luceros. Cada tribu se dividía en
diez curias, formadas por varias familias. La ciudadanía romana se limitaba a los
patricios, que eran los hombres mayores de 17 años que participaban en la ciudad
militar y financieramente.
Así, al llegar el siglo III, el sistema político romano funcionaba de forma que el poder
político se repartía entre:
Las asambleas populares. Eran reuniones de todos los ciudadanos para intervenir en
asuntos políticos; entre estas destacaban los comicios centuriados. Se trataba de una
asamblea en la que los ciudadanos se agrupaban por centurias (de la misma forma
que lo hacían para ir a la guerra).
Los magistrados. Eran elegidos por un año para desempeñar funciones políticas
concretas. Ejercían este servicio a cobrar remuneración alguna.
El senado. En los primeros tiempos lo formaban los jefes de la familia patricias; más
tarde le fueron añadiendo los ciudadanos que habían desempeñado magistraturas
importantes. Representaba la experiencia y la continuidad política en un sistema que
renovaba anualmente sus magistrados.
Esta etapa de la historia de Roma estará marcada por grandes revueltas internas que
provocaron importantes avances sociales, legislativos y políticos. Estos cambios
comparten tiempo y protagonismo con las numerosas guerras en las que los romanos
se vieron envueltos.
Tanto en lo civil como en lo bélico, Roma vivirá en este período altos y bajos muy
significativos. De hecho, pasará de ser saqueada, destruida y casi eliminada a
dominar el mundo conocido, constituyendo el ‘Mare Nostrum’.
Desde entonces, la República en Roma sería gobernada por dos cónsules, cada uno
con poder para vetar al otro. De esta forma, el poder no se centraría nunca en una
sola persona. Los cónsules serían elegidos por el senado, una representación del
pueblo que participaría en el gobierno de Roma.
Sin embargo, se aceptó la posible figura de dictador la cual entraría en funciones sólo
en caso de períodos de grandes crisis y por un tiempo limitado. Esta organización se
construyó en forma piramidal, desde la cima con los cónsules hasta la creación del
resto de figuras administrativas de menor nivel que cubrían todos los campos incluido
el ejército.
No obstante, el pueblo llano, las clases sociales más bajas se sentían muy poco
representadas en este sistema. Además, teniendo que servir en el ejército, perdían la
producción de sus tierras sin ninguna compensación cuando iban a la guerra. Esto
provocó unas fuertes revueltas en las que los plebeyos incluso llegaron a abandonar
Roma.
La clase alta, los patricios, no tuvo más remedio que concederles mayores derechos
para que volvieran.
Además de todo esto se creó el estipendio. Una ayuda económica para los
campesinos que dejaban de producir y, por ello, de ganar dinero a causa de ir a la
guerra. Un dinero que ahora tendría una nueva forma, pues Roma crea en esta etapa
su moneda propia: el as.
Contexto Histórico
La ciudad de Roma se creó por el asentamiento de los latinos de la región Lacio, los
Sabinos que salieron de la parte norte de las montañas de Roma y los Etrusco, que
no se sabe de donde salieron pero se dice que fue la parte norte de Italiac de un
pueblo llamado Eturia. La monarquía Romana, que tuvo lugar entre 753 y 509 a.C.,
estuvo marcada por siete reyes, desde Rómulo hasta Tarquinio el Soberbio, cuyo
gobierno tiránico llevó a la creación de la República. Este nuevo sistema político
permitió una mayor participación ciudadana y sentó las bases para la expansión
imperial romana.
Expansión Territorial
Uno de los hitos más significativos en la historia Romana fue su conflicto con Cartago,
una ciudad poderosa situada al norte de África. Las tres Guerras Púnicas (lll ac.)
fueron decisivas para el dominio Romano en el Mediterráneo occidental:
1. Primera Guerra Púnica: Roma buscó el control de Sicilia, logrando una victoria
sin contar con una flota naval significativa.
2. Segunda Guerra Púnica: El general cartaginés Aníbal llevó a cabo una audaz
campaña al cruzar los Alpes con elefantes, pero fue finalmente derrotado por
Escipión el Africano en África.
3. Tercera Guerra Púnica: Culminó con la destrucción total de Cartago, que se
convirtió en una provincia romana.
Conquista del Mediterráneo Oriental: Durante los siglos II e I a.C., Roma se expandió
hacia Grecia, Egipto y Asia Menor. Esta conquista no solo fue militar; también implicó
un proceso de romanización que afectó profundamente a las culturas locales.
- Paz Romana: Aunque era una paz relativa, permitió un periodo de estabilidad que
fomentó el desarrollo económico en las provincias conquistadas. Sin embargo, esta
paz también implicó una explotación económica significativa de los recursos locales.
- Caballeros : Clase media alta que acumulaba riqueza gracias al comercio; muchos
eran comerciantes o recaudadores de impuestos.
Este sistema se mantuvo en pleno apogeo durante dos siglos el siglo l y el siglo II d.c.,
entró en una lenta decadencia en el siglo lll para hundirse definitivamente a fin del
siglo lv.
Creación de un nuevo sistema político
● Agentes
● Organizaciones
● Instituciones
● Comportamientos
● Creencias
● Normas
● Actitudes
● Ideales
● Valores etc.
Y sus respectivas interacciones que mantiene o modifica el orden del que resulta una
determinada distribución de utilidad en la población.
El sistema elaborado Por Augusto pretendía gobernar con eficacia toda la tierra del
Imperio, evitando los graves de feto del gobierno republicano en el siglo I a.c para
conseguirlo, el nuevo si te va todo eso caracteres:
A. Todo el poder político se concentró en manos de emperador, que era el jefe del
ejército dotado del imperio además asumió, en muchas ocasiones, la autoridad de
la magistrativa de la época republicana: tribunó de la plebe, participo maximo, con
sur…
Un imperio es una unidad política estatal que ejerce control sobre un extenso territorio
y diversas poblaciones a las que somete a través del uso de la fuerza. En algunos
casos, los territorios se incorporan al imperio en calidad de colonias, que son
administradas de manera diferenciada.
Roma es una ciudad, capital de la región de Italia. Con una población de 2,857,321
habitantes. En el municipio más poblado de Italia y la tercera ciudad más poblada de
la unión. Fundación el 21 de abril de 753 a.c. (2,777 años). Roma es heredera directa
de la griega y tuvo un desarrollo gradual e interrompido durante todo el imperio
Este proceso fue estimado conscientemente por el estado Romano, que favoreció el
crecimiento de la ciudad de vieja y la creación de otra nueva ciudad. Esta política
actuó de forma distinta a las dos mitades del imperio: la Oriental y la Occidental.
En las ciudades existía abundante mano de obras formada por esclavos, pero lo más
corrientes era que sus dueños acabasen dándoles la libertad a cambio de una cierta
cantidad de dinero (este fenómeno, unido a la ausencia de guerras de conquista, hizo
disminuir mucho el contingente de esclavos de que disponía el imperio amo largo del
siglo I y II. Tambien solían vivir en las ciudades los soldados licenciados del ejército.
La Crisis del Siglo III (también conocida como la Crisis Imperial, 235 - 284 d.C.) fue el
periodo en la historia del Imperio romano en la que se dividió en tres entidades
políticas separadas: el Imperio galo, el Imperio romano, y el Imperio de Palmira. Estos
imperios separatistas, además del desorden social y el caos que caracterizaron al
periodo, resultó de un número de factores: un cambio en el paradigma de liderazgo
siguiendo el asesinato del emperador Alejandro Severo (222 - 235) en el año 235 por
sus propias tropas, la mayor participación de los militares en la política, la falta de
adherencia a una política clara en la sucesión de los emperadores, inflación y
depresión económica causadas por una devaluación de la moneda bajo la dinastía
Severa, una mayor presión en el emperador para defender las provincias de tribus
invasoras, la plaga que incrementó miedos y estabilizó comunidades, y ejércitos más
grandes que requerían más hombres y disminuían la fuerza de trabajo agricultora.
La situación de la civilización romana del siglo I en todas las tierras del Imperio podría
resumirse en dos conceptos: prosperidad económica y paz. Pero, a partir de fines del
siglo Il, se advierte que ambas realidades empiezan a resquebrajarse por dos factores
los cuales son: a) Los precios de los productos, que en el siglo II habían permanecido
muy estables, empiezan a subir. b) El emperador Marco Aurelio tiene que acudir
reiteradamente a las fronteras del Danubio para detener los ataques de un pueblo
germánico: los marcomanos. Así empiezan a insinuarse los dos factores que, unidos,
acabaron hundiendo la civilización romana.
La subida de precios pudo ser debida al hecho de que el mundo romano se basaba
en una prosperidad aparente porque producía poco (tenía una tecnología muy baja)
y consumía mucho (al consumo privado hay que unir un alto consumo público:
espectáculos, obras públicas, abastecimiento de las ciudades, escuelas, defensa,
burocracia...).
Durante los siglos I y II, las conquistas proporcionaron al estado romano abundantes
recursos en forma de botines y esclavos; pero, detenida la conquista en el siglo Il, el
estado difícilmente podía mantener sus abundantes servicios sin aumentar los
impuestos.
A) Las fronteras europeas (Rin y Danubio) fueron objeto, a lo largo del siglo III, de
frecuentes ataques de pueblos germánicos que penetraban en el Imperio saqueando
y destruyendo las ciudades (entre los años 264 y 268 los ataques de francos y
alamanes, a través de la Galia, llegaron hasta las tierras de Hispania). Este estado de
guerra demostró que el viejo «ejército de paz» formado por unos 300.000 hombres
era totalmente insuficiente para defender el Imperio Romano.
Los gobernantes, para pagar los crecientes gastos militares, empezaron a emitir
moneda de bajo valor (el antoniano, que es la moneda de plata del siglo III, tenía tan
sólo 1/5 parte de plata, y sustituyó al denario del siglo Il, que tenía una altísima
proporción de plata). La circulación de moneda de poco valor aceleró el proceso de
inflación en el siglo III.
Durante el siglo III d.C. el Imperio Romano se vio inmerso en una de las peores crisis
de su historia. Casi treinta emperadores se sucedieron en el lapso de cincuenta años,
proclamados y depuestos por el ejército, a veces de forma simultánea en diferentes
lugares. La inflación se disparó, el comercio se paralizó y las provincias quedaron
aisladas entre sí. Los impuestos no llegaban y las ciudades estaban desabastecidas
de productos de primera necesidad. Roma perdió su autoridad en las provincias más
lejanas, que durante unos años se independizaron de la metrópolis. Y para colmo de
males, en las fronteras los pueblos bárbaros aprovechaban esta debilidad para llevar
a cabo sus incursiones.
La llamada crisis del siglo III fue un preludio de las dos que vendrían en los siglos
sucesivos, causando primero la partición del imperio en dos mitades y finalmente la
desintegración de la parte occidental. Diocleciano, al ser proclamado emperador en
el año 284, llevó a cabo una atrevida reforma que dividía el gobierno entre varias
personas, ante la imposibilidad de gestionar un imperio tan amplio desde Roma.
La crisis del siglo III fue, en cierto modo, una consecuencia de los propios éxitos
romanos. Ya desde la época final de la República, Roma había entrado en un modelo
de crecimiento basado en la conquista de nuevas provincias, la explotación de sus
recursos y la actividad económica que generaba el proceso de romanización. Pero
esta rápida expansión se detuvo durante el reinado de Adriano, al mismo tiempo que
las necesidades económicas para mantener el aparato del Estado crecían. A esto
había que sumar el hecho de que los emperadores, para lograr y mantener el apoyo
del estamento militar, recurrían a cuantiosos “donativos” a las tropas regulares y a la
guardia pretoriana.
Esta desconexión de las provincias respecto a Roma daba alas a muchos militares y
políticos ambiciosos para comprar el apoyo del ejército y hacerse proclamar
emperadores, aun cuando ya hubiera uno en activo. El Imperio Romano carecía de
un procedimiento de sucesión establecido puesto que el emperador en teoría era un
prínceps, un “primero entre iguales”, no un monarca: a lo largo de dos siglos los
emperadores habían sido elegidos primero por parentesco, más tarde por adopción y
finalmente se había vuelto al criterio de parentesco. La crisis política se desató en el
año 235 cuando el emperador Alejandro Severo fue asesinado sin un heredero natural
o adoptado.
A partir de entonces se sucedieron más de treinta años en los que las legiones
estacionadas en los diversos territorios proclamaban emperador a su propio
comandante, sin ninguna legitimidad reconocida más allá de las provincias bajo su
control: algunos de estos ni siquiera llegaron a pisar Roma, otros “reinaron” durante
pocos días; hubo momentos en los que existían varios supuestos emperadores
repartidos en diversos puntos del imperio y llegó a haber hasta seis en un solo año.
Durante un tiempo, las provincias occidentales -Hispania, Galia y Britania- y las
orientales -Egipto, Palestina, Siria y Arabia Pétrea- se independizaron completamente
de Roma: las primeras formaron el Imperio Galo entre los años 260 y 274, las
segundas el Imperio de Palmira entre el 270 y el 273.
La situación empezó a estabilizarse con el ascenso de una serie de emperadores
militares procedentes de la provincia de Iliria. Lucio Domicio Aureliano, un veterano
militar que contaba con numerosos apoyos gracias a su éxito conteniendo a las tribus
bárbaras en las fronteras del imperio, fue proclamado emperador en el año 270 y
consiguió en sus pocos años de reinado -murió en el 275- reunificar los territorios
escindidos, que contaban con las provincias más ricas. Gracias a eso pudo revaluar
la moneda y reactivar el comercio, volviendo a una relativa normalidad económica.
A pesar de los logros de Aureliano, había problemas de fondo que no habían sido
resueltos por él ni por sus sucesores inmediatos. Además de la situación económica,
que no había regresado a la antigua prosperidad, la corrupción seguía carcomiendo
la administración y el ejército, y no se había encontrado un modo eficaz de gestionar
un imperio que se había vuelto enorme y muy complejo.
En el año 284 subió al poder otro alto militar, Diocles, que ha pasado a la historia con
el nombre de Diocleciano. Este tomó una de las decisiones más atrevidas y
trascendentes en la historia del Imperio Romano: dividir el poder entre dos líderes
como en la época republicana, cuando los máximos dirigentes del Estado eran dos
cónsules. En esta ocasión, sin embargo, se dividiría de forma desigual entre dos
gobernantes, uno de mayor rango (conocido como augusto) y uno de menor rango
(conocido como césar). Este último era el sucesor designado, una especie de
emperador en formación, que se convertía en augusto cuando este moría o abdicaba,
y nombraba entonces a su propio césar.
Este sistema, conocido como diarquía, tenía por objetivo acabar con los conflictos por
la sucesión que habían llevado a la crisis del siglo III y, a la vez, garantizar que el
futuro emperador contaría con experiencia, prestigio y legitimidad, disminuyendo -o al
menos eso esperaban- el riesgo de rebeliones. Sin embargo, la complejidad de
gestionar el imperio llevó a Diocleciano a reformar una vez más el sistema en el 293
de una forma mucho más arriesgada: a partir de entonces habría dos augustos, cada
uno con su respectivo césar, de modo que la diarquía pasaba a ser una tetrarquía.
La reforma no se limitó a dividir el poder, sino que hizo lo propio con el territorio: las
provincias fueron agrupadas en doce diócesis, divididas a su vez en cuatro
jurisdicciones; dos de ellas fueron asignadas a los augustos y otras dos a los césares.
A lo largo de esta larga crisis, que oficialmente se había cerrado con el ascenso de
Diocleciano, se había puesto de manifiesto que el Imperio Romano ya era imposible
de gobernar como un todo, pero que su división solía terminar en guerra. Los
problemas de fondo permanecían sin resolver y siguieron arrastrándose hasta el final
del siglo IV, cuando el imperio se dividió definitivamente en dos mitades que, para no
romper con la tradición, pasaron el resto de su historia enfrentadas.
Intentos de restauración del imperio romano del siglo Xl
Las leyes eran dictadas por ambos soberanos y los contemporáneos tenían la idea
de que los dos Estados constituían un todo28.De forma gradual la ciudad de
Constantinopla se desarrolló hasta convertirse en una verdadera capital de las
provincias romanas orientales, es decir, aquellas áreas del Imperio localizadas en el
sureste de Europa, suroeste de Asia y en el noreste de África, que también incluían
los actuales países de la península de los Balcanes, Turquía occidental, Siria,
Jordania, Israel, Líbano, Chipre, Egipto y la zona más oriental de Libia.
Los investigadores lo han llamado Imperio bizantino según el antiguo nombre de su
capital, Bizancio, o también Imperio romano de Oriente, pero para los coetáneos, y
en la terminología oficial de la época, era simplemente Roma y sus ciudadanos eran
romanos (en griego, rhomaioi). El griego era la lengua principal, aunque algunos
habitantes hablaban latín, copto, sirio, armenio y otras lenguas locales a lo largo de
su historia. Sus emperadores consideraron los límites geográficos del Imperio romano
como los suyos propios y buscaron en Roma sus tradiciones, sus símbolos y sus
instituciones.
El Imperio, regido por un emperador (en griego, basileus) 29 sin una constitución
formal, lentamente formó una síntesis a partir de las instituciones tardo romanas, del
cristianismo ortodoxo y de la cultura y lengua griegas. De esta forma podemos señalar
que el periodo que va desde el año 395 hasta el 518- periodo que le antecede al
gobierno de este estudio- los emperadores que gobernaron en la “pars orientalis”
fueron los siguientes: primero el trono estuvo ocupado por la línea de Teodosio el
Grande, es decir, por su hijo Arcadio (395-408), que se casó con Eudoxia, hija de un
jefe germano (franco), y después por el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven (408-450).
A la muerte de Teodosio II, su hermana Pulquería se desposó con el tracio Marciano,
que se convirtió en emperador (450-457), así terminó el 450 la línea masculina de la
dinastía española de Teodosio. Después de la muerte de Marciano, León I (457-474),
tribuno militar originario de Tracia, o de “Dacia en Iliria”, es decir, de la prefectura de
Iliria, fue elegido emperador.
Ariadna, hija de León I, que había casado con el isáurico Zenón, tuvo un hijo, llamado
León también, el cual, a la muerte de su abuelo pasó a ser 28 Ibid. 29 Terminología
utilizada desde el gobierno de Heraclio en el siglo VII, ya que reemplaza el título de
emperador, por el de Basileus que era denominación de la máxima autoridad persa.
Universidad del Bío-Bío - Sistema de Bibliotecas - Chile 28 emperador el año 474, a
la edad de seis años. Murió pocos meses después, no sin haberse asociado al Imperio
de su padre Zenón que era originario del pueblo bárbaro de los Isaurios, habitantes
de las montañas del Tauro, en el Asia Menor.
A este León se le conoce en la historia con el nombre de León II. Su padre, Zenón,
reinó desde el año 474 al 491. Cuando murió, su esposa Ariadna contrajo matrimonio
con un silenciario30, llamado Anastasio, originario de Durazzo, en Iliria. Anastasio fue
proclamado emperador el año 491, año de la muerte de Zenón, de esta forma gobernó
desde el año 491 hasta el 518 bajo el nombre de Anastasio I31.
Durante el reinado de Justiniano se señala que la división del mundo romano estaba
ya consumado en el siglo V y que el intento de unificarlo de nuevo bajo el poder de
Oriente-desde Constantinopla-no tenía sentido y solo podía surgir una idea de la
mente de una persona como la de Justiniano, quien poseía por lengua materna antes
el latín que el griego y fue el último Emperador latino parlante en Constantinopla, lo
que explicaría su especial implicación en los deseos de reconquistar los territorios
que antaño habían formado el gran Imperio romano en su máximo esplendor durante
el siglo II después de Cristo y hasta el momento de la división territorial realizada por
Teodosio el año 395.
La caída del Imperio Romano fue un proceso largo y multifacético, marcado por una
combinación de factores políticos, sociales, económicos y militares. Roma, fundada
en el 753 a.C., evolucionó de una pequeña ciudad en el Tíber a un vasto imperio que
dominó gran parte de Europa, Asia Menor, el norte de África y el Mediterráneo. Este
imperio alcanzó su máxima prosperidad durante el gobierno de los "cinco buenos
emperadores" (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio), quienes
consolidaron su administración política y militar. Sin embargo, a partir del siglo III d.C.,
comenzaron a surgir problemas que debilitaron al imperio.
Por otra parte, el fin de las conquistas en el siglo II complicó el mantenimiento del
vasto territorio romano sin la necesidad de aumentar impuestos, lo que a su vez
generó un proceso inflacionario que afectó la economía del imperio. A medida que las
invasiones germánicas comenzaron a intensificarse en las fronteras del Rin y el
Danubio durante el siglo III, la inseguridad se convirtió en un problema cada vez más
crítico, impactando negativamente el comercio y contribuyendo a la declinación de la
economía urbana. Este deterioro económico llevó a una concentración de la riqueza
en las zonas rurales, donde los grandes terratenientes lograban evadir impuestos,
mientras que los pequeños agricultores, incapaces de competir, se veían obligados a
vender sus tierras, exacerbando así la crisis social y económica que debilitaba aún
más al imperio.
El siglo III se considera un periodo crítico que marcó el inicio de la crisis del Imperio
Romano. Este período estuvo caracterizado por la inestabilidad política, con una
rápida sucesión de emperadores y el auge de los usurpadores. Las luchas internas
debilitaron el control central y la cohesión del imperio, llevando a la fragmentación
territorial. Además, la economía sufrió un golpe severo debido a la inflación, la
escasez de metales preciosos y la disminución del comercio. Los precios de los
bienes se dispararon, y muchos ciudadanos, especialmente los más pobres,
enfrentaron dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Esta crisis
económica fue exacerbada por la presión militar constante en las fronteras, donde las
invasiones germánicas comenzaron a intensificarse.
Las invasiones bárbaras fueron el punto final que provocó la caída del Imperio
Romano de Occidente, marcando el final de una era y el inicio de la fragmentación
territorial y política de Roma. A partir del siglo IV d.C., grupos como los visigodos,
vándalos y ostrogodos comenzaron a presionar las fronteras del imperio, impulsados
por factores como el desplazamiento causado por los hunos y la búsqueda de nuevas
tierras y recursos. La Batalla de Adrianópolis en 378 d.C. fue un momento clave,
donde el ejército romano sufrió una derrota significativa, evidenciando su
vulnerabilidad. A medida que los grupos bárbaros, tras cruzar el Danubio y
establecerse en diversas regiones, comenzaron a saquear y ocupar territorio romano,
la autoridad central se debilitó. Por ejemplo, los vándalos saquearon Roma en 455
d.C. y los ostrogodos, liderados por Teodorico el Grande, invadieron Italia,
desmantelando aún más la estructura del imperio. Este proceso fue acompañado por
la fragmentación de la administración romana, ya que los nuevos reinos bárbaros
establecieron sus propias leyes y estructuras de poder, erosionando la cohesión del
territorio romano.
El Imperio Romano fue uno de los más extensos y poderosos de la historia, cuyo
legado cultural y artístico ha perdurado durante siglos. Este análisis explora cómo la
cultura griega influyó en el arte romano y cómo los romanos desarrollaron una
identidad artística única. Además, se destacan sus innovaciones arquitectónicas y
algunos ejemplos de su arte monumental. El término "arte romano" se refiere al
conjunto de expresiones artísticas, especialmente en arquitectura, escultura, pintura
y artes decorativas, características de la Antigua Roma, producidas entre los siglos
VI a. C. y IV d. DO.
Durante este período, Roma expandió su dominio primero por la península itálica y
luego por el Mediterráneo y Asia Menor, consolidándose como Imperio. En los
primeros siglos, el arte romano estuvo influenciado por la civilización etrusca, ya
desde el siglo III a. C., también por la cultura griega.
Desde el siglo I a. C., estas influencias fueron adaptadas a las necesidades y gustos
romanos, adquiriendo un estilo propio y reconocible.
• Religión: Los dioses romanos fueron identificados con los dioses griegos. Así,
Júpiter se asimiló a Zeus, y Venus a Afrodita, entre otros. La religión romana
absorbió mitos y prácticas griegas.
2. El Arte Romano
El arte romano hace referencia al conjunto de manifestaciones artísticas, como la
pintura, escultura y arquitectura, desarrolladas en Roma entre el siglo VI a.C. y el IV
d.C. Durante este periodo, los romanos se expresaban mediante diversas técnicas
asociadas a las artes decorativas y a la construcción de templos y monumentos.
- Principales contribuciones:
1. El Arco Romano
El uso del arco fue una de las mayores innovaciones de la arquitectura romana. A
diferencia de las construcciones griegas, que dependían principalmente de columnas
y dinteles, el arco permitió a los romanos construir estructuras más grandes y
resistentes.
2. Las Bóvedas
Otra gran innovación arquitectónica romana fue el uso de bóvedas para cubrir
grandes espacios, particularmente en edificios públicos como basílicas, termas y
templos.
Tipos de Bóvedas:
3. El Mortero Romano
Aplicación: Este material era fundamental para construir las paredes de los edificios,
que luego eran revestidas con mármoles, mosaicos o pinturas al fresco para
embellecerlas.
5. Escultura
La escultura romana, especialmente a partir del Imperio, importó los modelos griegos,
pero los adaptó a su propia concepción del mundo, más concreta, realista y práctica
donde los escultores romanos se especializaron en retratos realistas que capturaban
no solo la apariencia física sino también el carácter del sujeto.
El Augusto de Prima Porta, una escultura del emperador Augusto, muestra una
mezcla de realismo en el rostro y una idealización en su pose y atuendo, reflejando
poder y autoridad.
6. Pintura
Cuarto estilo: se buscaba una síntesis entre el segundo y el tercero. Sobre paredes
de colores planos, se abrían espacios con escenas naturalistas.