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Trejo Molina Luis Gabriel Juárez Sandoval Alberto G: 105 M

Índice
¿COMO CRECER?................................................................................................................................2
ANIMARSE A VOLAR...........................................................................................................................2
SUEÑOS DE SEMILLA..........................................................................................................................3
LA TRISTEZA Y LA FURIA.....................................................................................................................3
CODICIA..............................................................................................................................................4

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Trejo Molina Luis Gabriel Juárez Sandoval Alberto G: 105 M

¿Cómo CRECER?
Un rey fue hasta su jardín y descubrió
que sus árboles, arbustos y flores se
estaban muriendo. El Roble le dijo que
se moría porque no podía ser tan alto
como el Pino. Volviéndose al Pino, lo
halló caído porque no podía dar uvas
como la Vid. Y la Vid se moría porque
no podía florecer como la Rosa. La
Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró
una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó: ¿Cómo es que creces saludables en medio de este jardín mustio
y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías
fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado.
En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate
a vos mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Podes disfrutarlo y
florecer regado con tu propio amor por vos, o podéis marchitarte en tu propia
condena…

ANIMARSE A VOLAR...
Y cuando se hizo grande, su padre le dijo: -Hijo
mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto
que no tienes obligación de volar, opino que sería
penoso que te limitaras a caminar teniendo las
alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al
borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí,
respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y
volarás...
El hijo dudó. - ¿Y si me caigo? -Aunque te caigas no morirás, sólo algunos
machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.

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Trejo Molina Luis Gabriel Juárez Sandoval Alberto G: 105 M

El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que
había caminado toda su vida. Los más pequeños de mente dijeron:
- ¿Estás loco? - ¿Para qué? -Tu padre está delirando... - ¿Qué vas a buscar
volando? - ¿Por qué no te dejas de pavadas? – Y, además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo: - ¿Será cierto? - ¿No será peligroso? -
¿Por qué no empiezas despacio? -En toda casa, prueba tirarte desde una
escalera. -...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y
con coraje saltó... Desplegó sus alas. Las agitó en el aire con todas sus fuerzas...
pero igual... se precipitó a tierra... Con un gran chichón en la frente se cruzó con
su padre: - ¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di! No
soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó. -Hijo mío – dijo el padre – Para
volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se
desplieguen. Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de
saltar. Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo. Si uno
quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.

SUEÑOS DE SEMILLA
En el silencio de mi reflexión
percibo todo mi mundo interno
como si fuera una semilla, de
alguna manera pequeña e
insignificante pero también
pletórica de potencialidades... Y
veo en sus entrañas el germen de
un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo. En su
pequeñez, cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada
semilla sabe cómo transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los
jugos que la alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y
de frutos, para poder dar lo que tienen que dar.
Cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los
sueños secretos. Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de
germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas... para convertirse en
árboles. Árboles magníficos y orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez,
que oigamos nuestra voz interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros
sueños semilla.
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada
hecho, en cada momento, entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en
los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o

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despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta. Nos muestra el rumbo en


presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora. Y así crecemos,
nos desarrollamos, evolucionamos... Y un día, mientras transitamos este eterno
presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en
árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo,
uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro. Nada hay que temer...
una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe... cómo llegar a
ser árbol...

LA TRISTEZA Y LA FURIA
En un reino encantado donde los
hombres nunca pueden llegar, o quizás
donde los hombres transitan
eternamente sin darse cuenta... En un
reino mágico, donde las cosas no
tangibles, se vuelven concretas. Había
una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los
colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban
permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose
mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y
desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la
furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún,
salió del agua... Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la
realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que
encontró... Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como
siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin
ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y
lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no
estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar
al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de
la furia.
Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega,
cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos
que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en
realidad... está escondida la tristeza.

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CODICIA
Cavando, para montar un cerco que separara mi terreno
de el de mi vecino, me encontré enterrado en mi jardín, un
viejo cofre lleno de monedas de oro.
A mí no me interesó por la riqueza, me interesó por lo
extraño del hallazgo, nunca he sido ambicioso y no me
importan demasiado los bienes materiales, pero igual
desenterré el cofre. Saqué las monedas y las lustré.
Estaban tan sucias las pobres... Mientras las apilaba sobre
mi mesa prolijamente, las fui contando... Constituían en sí
mismas una verdadera fortuna. Solo por pasar el tiempo,
empecé a imaginar todas las cosas que se podrían
comprar con ellas.
Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se
topara con semejante tesoro. Por suerte, por suerte...no era mi caso... Hoy vino un
señor a reclamar las monedas, era mi vecino. Pretendía sostener en un miserable
que las monedas las había enterrado su abuelo, y que por lo tanto le pertenecían
a él. Me dio tanto fastidio que lo maté... Si no lo hubiera visto tan desesperado por
tenerlas, se las hubiera dado, porque si hay algo que a mí no me importa son las
cosas que se compran con dinero, eso sí, no soporto la gente codiciosa...

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