Religión o Cristo

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¿RELIGIÓN O CRISTO?

¿Religión o Cristo?, por M.R.


De Haan.

Traducción: Samuel Vila

Los Versículos del Nuevo Testamento en este librito son del Nuevo
Testamento dela 1602 Purificada. En el Antiguo Testamento la fuente
es la antigua revisión de 1909.

RELIGION O SALVACION

El cristianismo no es una religión; es vida. Por lo general, la


religión consiste en un conjunto de formalismos y
ceremonias. Aunque existe un sinfín de movimientos
religiosos que va en aumento cada día, el cristianismo
sobresale de toda religión. El genio del cristianismo es que
su Autor y Cabeza está vivo; porque el Autor de nuestra
salvación es Jesucristo, el Hombre glorificado que está a la
diestra de Dios. Ninguna otra religión se atreve a reclamar
esta distinción. Ni los más fanáticos devotos de las
numerosas religiones en el mundo se atreven a afirmar que
el autor de su fe aún vive, antes reconocen que, como el de
cualquier otra religión, sus autores u originadores ya han
muerto; y sólo sus enseñanzas y credos permanecen.

Por lo general, la palabra religión se usa actualmente en


un sentido muy amplio, incluyendo al cristianismo mismo,
pero al acudir a la única fuente de información sobre el
origen del cristianismo, la Santa Biblia, no hallamos punto
alguno de comparación. En muchas de nuestras
instituciones de enseñanza, entre las materias que se cursan,
encontramos una llamada "Religiones Comparadas". Entre
muchas otras religiones también se menciona el
cristianismo, pero esto no es del todo acertado, porque el
cristianismo es algo más que una religión. Y repito: es
vida, mientras que una mera religión está compuesta de
obras muertas y ceremonias.

RELIGION Y OBRAS
La religión enseña obras; el cristianismo enseña fe. Esta
diferencia se hace evidente a través de toda la Biblia.
Nicodemo, que fe a Jesús de noche, era estrictamente
religioso; no obstante, Jesús le dijo: "No te maravilles de que
te dije: Necesario os es nacer otra vez" (Juan 3:7). Pablo,
antes de su conversión, era muy religioso, como lo testificó
ante Agripa, cuando dijo:
Mi manera de vivir desde mi mocedad, la cual desde el
principio fue entre mi nación en Jerusalén, todos los
judíos la saben (Actos o Hechos 26:4,5).

Pablo era religioso más que cualquier otra persona, pero no


fue salvo hasta que se encontró con el Salvador y Autor de la
salvación en su camino a Damasco. La religión por sí sola no
puede salvar a nadie. Los griegos la tenían también. Todas las
gentes de los tiempos de Jesús y de Pablo tenían religiones
diversas, pero necesitaban el Evangelio. Millones y millones
de personas hoy día, aun en los países cristianos, poseen una
religión, pero no saben nada de la verdadera salvación de
Cristo. Alguien ha dicho: "Cristo vino a salvar los hombres de
dos cosas: del pecado y de la religión; y la tarea más difícil es
salvar a la gente religiosa, que por su religiosidad cree que no
necesita un Salvador".

¿QUÉ ES RELIGIÓN?

La palabra "religión" se usa cinco veces en las Escrituras y la


palabra "religioso" solamente dos veces. En cada uno de estos
casos está asociada con obras, ceremonias y ritos, pero no con
FE. La palabra que más se usa en las Escrituras es threskeia,
la cual viene de la palabra threskos, que a su vez procede
de la raíz throseho, que en griego significa "asustar”,
“lamentar”, “afligir". La palabra "religión" en la Biblia, según
su etimología, significa un servicio ceremonial motivado por
temor y aflicción. Ese es el significado de la palabra religión,
como se emplea en la Biblia. Contrastando con esto el
mensaje de salvación, notaremos la gran diferencia. Si es
usted una persona religiosa, se le puede preguntar: ¿ES
USTED SALVO?, y la repuesta puede ser: - Así lo espero. Pero
hágale a un hombre salvo la misma pregunta y le contestará:
- Sí, gracias a Dios, "yo sé a quién he creído, y estoy cierto
que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día"
(2 Timoteo 1:12)

CLASES DE RELIGIÓN

Hay dos clases de religiones, las buenas y las malas. La


religión que se convierte en fanatismo e hipocresía y condena
y persigue a otros que no estén de acuerdo con su sistema es
una religión mala. Santiago (Jacobo) menciona otra religión
- pura y sin mácula (Santiago o Jacobo 1:27) -, y que está
asociada con las buenas obras. Esta es la única vez en las
Escrituras que se habla positivamente de la religión. En todos
los demás casos se le asocia con un simple vacío y pobre
fanatismo y ceremonialismo. Es una trampa del enemigo
hacer que los hombres tengan religión sin salvación; que
estén satisfechos con sus propias obras y rehacen la obra
redentora de Jesucristo, y su completa salvación. Por esto
deseo preguntarle: "¿Es su religión lo suficientemente
completa? ¿Le trae gozo y paz?" Si usted tiene a Cristo, Él le
dará todo esto de una manera completamente independiente
de sus propios méritos y buenas obras.

HACERLO O HA SIDO HECHO

Existen dos evangelios en el mundo, el evangelio de obras y


el de fe. La Palabra de Dios dice que la salvación ya ha sido
consumada, o hecha; satanás dice que la salvación se está
haciendo. En la Biblia abundan ejemplos de estos dos casos.
Con relación a nuestros primeros padres en el Edén hallamos
un brillante ejemplo. Recuerde que después que hubieron
pecado, leemos esto:

Y fueron abiertos los ojos de entrambos, y conocieron


que estaban desnudos... (Génesis 3:7).

Tan pronto como pecaron se dieron cuenta que habían


perdido la vestidura de inocencia y la protección de su
pureza. Pero, en vez de buscar a Dios, se tornaron a la
religión; acudieron a sus propias obras y leemos a la trágica
historia:

Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron


delantales (Génesis 3: 7)

En vez de clamar a Dios pidiendo misericordia y gracia,


buscaron su salvación y protección para su pecado en las
obras de sus propias manos. Y el primer acto religioso de
nuestros primeros padres ha sido perpetuado por sus
descendientes. El hombre, por instinto, sabe y siente que está
desnudo y necesita una protección. Pero por su estado de
depravación y su ceguera, a causa del pecado, busca
encubrirse con sus propias obras y esfuerzos. Cada religión
que el mundo ha conocido es un testimonio mudo del hecho
de que el hombre busca, y busca algo que le permita
permanecer en la presencia de su Creador. El hombre es
incurablemente religioso. Inevitablemente, reconoce la
existencia de un poder superior. Solamente el necio dice "en
su corazón: no hay Dios" (Salmos 14:1). Pero no sólo sabe el
hombre que hay un Juez que lo ve, sino que también sabe que
es culpable y corrupto, por lo que trata de acallar su propia
conciencia. Por esta razón trata de expiar sus pecados por
medio de sus propios esfuerzos y sacrificios religiosos. De
polo a polo, desde las desoladas y frígidas regiones árticas
hasta los sofocantes y tórridos climas de los trópicos, el
hombre inventa sus religiones para cubrir su desnudez. Algo
así como si cosiera hojas de higuera para cubrirse. La madre
pagana que arranca a su pequeño de su propio seno y con un
grito de desesperación lo lanza a los cocodrilos, en su
ignorancia, simplemente está buscando, como Adán y Eva,
aplacar la inquietud de su propio corazón, por el pecado. Los
antiguos paganos que arrojaban a sus hijos a la boca llena de
fuego del dios Moloc, o el oriental ignorante que por la noche
va a los sepulcros de sus seres queridos y les coloca sobre la
tumba una taza de arroz, humedecido con su propia sangre;
o el miserable e ignorante pagano que se somete a los
horrores fetichistas del médico brujo- todos ellos expresen la
universal ansiedad del corazón humano que busca algo con
que expiar el pecado y dar paz a su conciencia y contrito
corazón.

Pero este afanoso coser de hojas de higuera no está limitado


a los paganos ignorantes, sino que es la causa del
interminable y creciente número de religiones y ceremonias
que existen dentro de lo que se llama las naciones avanzadas.
No hay duda de que son sinceros, y lejos esté de nosotros
condenarlos o tratar de quitarles sus piadosos deseos;
queremos mostrarles solamente una mejor manera de
satisfacerlos; en realidad la única manera. Adán y Eva eran
muy religiosos y sinceros. Pero sus delantales de hojas de
higuera no eran suficientes, porque con eso no se podía quitar
el pecado; solamente podían cubrirlo. Tampoco podían traer
paz a su corazón. Cuando Dios vino a ellos en el huerto del
Edén, se escondieron y, temblorosos y paralizados de temor,
se ocultaron de la presencia de Dios. Su religión había
fracasado y era necesario lograr algo mejor. Tenemos toda la
historia en un pequeño versículo de Génesis, un versículo que
con mucha frecuencia pasamos por alto. Allí leemos:
Y el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de
pieles, y vistiólos (Génesis 3:21).

Las hojas de higuera no servían. Por lo tanto, Dios les mostró


una mejor manera; la única forma posible de obtener perdón.
Como ya lo hemos indicado, se nos enseñan tres cosas en este
breve versículo. Primero, que la salvación es obra de Dios y
no del hombre. Dios provee el sacrificio. Segundo, que debe
ser mediante la muerte de un sustituto inocente, y en tercer
lugar, debe ser por derramamiento de sangre. Dios demanda
todo esto, y nada más. Cualquier sacrificio que no reúna
todos estos requisitos no es válido para expiar, mientras que
todo sacrificio que reúna estas condiciones es siempre
aceptable. Lo volvemos a ver en el caso de Abel y Caín. Lo
encontramos en el cordero pascual. Lo vemos en los
sacrificios de Israel sobre el monte Moríah. Es visible en
todas las ofrendas rituales de Israel, en los holocaustos, en la
ofrenda de paz, en la ofrendad por el pecado y la transgresión
y finalmente, Dios envía a Aquel que señalaban todas estas
ofrendas y sacrificios - al mismo Señor Jesucristo, el perfecto,
santo Cordero de Dios. Cuando El vino reunió todas estas tres
condiciones.
PRIMERO. Fue el don de Dios, y no la recompensa por las
obras del hombre. "Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que dio a su Hijo unigénito; para que todo aquel
que en él cree, no perezca, mas tenga vida eterna" (Juan
3:16). Él fue la ofrenda o regalo de Dios.
SEGUNDO. Debe ser por la muerte inocente de un sustituto. Y
Cristo llenó este requisito, porque Él era inocente y no se halló
falta en Él. No conociendo pecado, se hizo pecado por nosotros. El
llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Pedro dijo:
El cual no hizo pecado, ni fue hallado engaño en su boca
(1 Pedro 2:22).
TERCERO. Debe ser por el derramamiento de la
sangre inocente de un sustituto. Y Cristo derramó su
sangre y la dio para que nosotros podamos ser libertados.
Pedro dijo:
[No fuimos redimidos] con cosas corruptibles, como
oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como
de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro
1:18,19).
Este versículo, en Génesis 3:21, concerniente al primer
sacrificio por medio del cual Dios cubrió la desnudez de
nuestros primeros padres, era solamente un tipo del
Redentor venidero, el Señor Jesús. Juan el Bautista, cuando
lo vio, dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo" (Juan 1:29). Y el ángel le dijo a
María: "llamarás su nombre JESUS" (Lucas 1:31); y a
José: "Y llamarás su nombre JESUS, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21).

NO HAY OTRO

Allá en el huerto de Edén, Dios dio una revelación


concerniente al camino de la salvación, que nunca ha sido
cambiado ni lo será. Cualquier otro camino es decepcionante
y falso. Cristo dijo: "El...que...sube por otra parte, el
tal ladrón es y robador" (Juan 10:1). Y Pablo declaró: "Si
alguien os predicare otro evangelio del que habéis
recibido, sea maldito" (Gálatas 1:9).

RELIGION Y SALVACION

Como se puede ver, sólo hay dos caminos, la senda del hombre
y la de Dios. El camino del hombre es la senda de la religión;
el camino de Dios es la sencilla senda de la gracia. La senda
del hombre es por medio de sus hojas de higuera de propia
hechura; la senda de Dios es mediante el sacrificio y la sangre
del Cordero divino. La senda del hombre es por obras, la de
Dios por la fe. La senda del hombre es por medio de la religión;
el camino de Dios es por medio de creer en El. En Proverbios
14:12, leemos: "Hay camino que al hombre parece
derecho; empero su fin son caminos de muerte."
Pero Jesús nos dice:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí (Jn. 14:6).
Me permito preguntarle: "¿Es usted religioso o salvo?" Si sólo
tiene religión y nunca ha entrado por el camino del sacrificio
de Cristo, amigo mío, usted todavía permanece en sus
pecados. Y Dios demanda de usted que hoy mismo conteste
esta pregunta. Cuando Adán se escondió en el huerto, Dios
vino y lo llamó diciendo: "¿Dónde estás tú? ¿Por qué te
escondes de mí?" Y Adán salió cubierto con un pobre delantal
de hojas de higuera, pero tan culpable y perdido como antes.
Mi amigo, ¿qué esperanza tiene usted de ir al cielo?
Pregúntese, o por lo menos permítame preguntarle: ¿Está
usted seguro de ir al cielo? ¿Es salvo? Quizás alguien diga:
"Bueno, mi vida es recta y hago lo mejor que puedo".

Escúcheme, amigo mío, esto que usted acaba de expresar son


HOJAS DE HIGUERA, sencillas hojas de higuera; ni más ni
menos; porque Dios dice; "No hay justo, ni aun uno"
(Romanos 3:10). Alguien más, defendiéndose, quizá diga:
"Pues yo no puedo entender la Biblia". HOJAS DE HIGUERA,
amigo mío. Dios le pide que crea. Y no que primero busque
entender toda su Palabra. Nunca podremos comprender
cómo pudo Dios entregar a su único y querido Hijo para que
muriera por ruines pecadores como yo.

Puede usted que diga: "No siento que sea salvo". Pero es que
la salvación no depende de lo que sentimos, sino de lo que
CREEMOS. Sus sentimientos cambian todos los días, pero las
promesas de Dios son inmutables, y Él dice: "Todo aquel
que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios"
(1a Juan 5:1). Créame, amigo, ponga su confianza en Cristo, y
las sensaciones vendrán posteriormente. Usted no rechaza los
alimentos porque no se siente satisfecho y lleno. Come y
pronto se encuentra satisfecho. Lo único que usted debe saber
y sentir es que sin Dios está perdido, que necesita un Salvador.
Entonces venga a Cristo, ponga su fe en El, y la sensación de
su salvación vendrá luego. Deje sus "delantales de hojas de
higuera", su falsa idea de religión, y sométase a la protección
de la preciosas sangre del Señor Jesús.

LOS DOS LADRONES


Y cuando vinieron al lugar llamado de la Calvario, le
crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y
otro a la izquierda (Lucas 23:33).
Para Dios, solamente hay dos clases de personas en el mundo.
El reconoce sólo a dos clases de seres humanos: los salvos por
El y los perdidos, los pecadores y los santos, los que van
camino del cielo y los que van hacia un eterno infierno. Los
hombres clasifican a la humanidad de muchas maneras y se
refieren a los hombres como blancos, negros o amarillos. Los
clasifican por nacionalidades como holandeses o ingleses,
italianos o alemanes. Los clasifican como ricos o pobres,
grandes o pequeños, educados o ignorantes, y así
sucesivamente. Pero Dios ve a los hombres como salvos o
perdidos. En la Biblia solamente hay dos caminos, el ancho y
el angosto. Solamente dos destinos, eterno gozo o eterna
angustia. Y la diferencia entre los salvos y los perdidos no
depende de la magnitud o cantidad de pecado que han
cometido o de la religión de cada individuo, o de la iglesia a
que pertenecen, ni de su bondad o condición moral. Dios
clasifica a todos los hombres según su actitud hacia su Hijo, el
Señor Jesucristo. Los que lo reciben por fe son salvos; los que
rechazan su gracia están condenados.

CRISTO, EL DIVISOR DE LOS HOMBRES

Jesucristo es el gran Divisor de todos los hombres. Con su


nacimiento dividió la historia, de tal manera que, con
excepción de pocos países, toda la historia se calcula
partiendo del nacimiento del Señor Jesucristo, o sea, A.C.
(antes de Cristo) o D.C. (después de Cristo). El calendario
nos testifica de la venida de Aquel que precipitó toda la
historia dentro del molde de su Persona. Cada vez que los
hombres citan una fecha, con o sin su agrado, testifican del
hecho de la historicidad de Jesucristo. El año 1973 o
cualquier otro año, se ha calculado partiendo de su
nacimiento en el mundo. Incógnito en su humildísima
aparición, con sólo tres años y medio ante las miradas
públicas, y crucificado como un criminal a la edad de treinta
y tres años, no obstante, vivió de manera tal; enseñó tales
doctrinas, predicó tal evangelio, hizo tales cosas y murió de
tal manera, que los hombres en todas partes, y diariamente,
están obligados a reconocer la grandeza de su Persona cada
vez que ponen fecha a cualquier carta o documento. Sin la
fecha y sin el año del nacimiento de Jesús, su cheque, o
contrato, o recibo o hipoteca no sirven. Un centenar de
veces al día usted tiene que enfrentarse con el hecho de que
Cristo, aunque fue rechazado por muchos, brilla sobre todas
las páginas de la historia y divide los tiempos. Es el gran
Divisor.

SU MUERTE ESPERA

Así como el nacimiento de Cristo divide toda la historia, así


también su muerte separa a toda la humanidad. Cuando
pendía de la cruz, dos hombres lo acompañaban, uno a la
derecha y otro a la izquierda. La mayoría de la gente no ve en
ellos más que a dos malhechores, pero realmente ellos
representan a TODOS LOS HOMBRES. Usted, que ahora está
leyendo este libro, se halla representado por uno de estos dos
hombres. Más de mil novecientos años han pasado desde que
fueron crucificados; uno está ahora en los cielos y el otro, en
un lugar de eterna condenación.

¿Qué es lo que originó esta gran diferencia? Ambos eran


idénticos en sus pecados. Usted puede leer este relato en los
Evangelios y no hallará ni un indicio de que uno haya sido
mejor o peor que el otro. Ambos habían sido sentenciados
a muerte. Ambos eran culpables. Ambos estaban muriendo.
Sin embargo, actualmente uno está en el cielo y el otro en el
infierno. La diferencia se basa en la actitud que tuvieron
hacia el Hombre que estaba en medio de ellos, el Señor
Jesucristo. Estos dos hombres eran igualmente culpables;
pero uno creyó en Cristo, y el otro lo rechazó. Ellos nos
representan a todos nosotros. Usted también puede
salvarse o perderse, y la diferencia estribará en SU ACTITUD
hacia Cristo, el Hijo de Dios.

EL LADRON CONDENADO
Por lo tanto, usted debe pensar que estos dos ladrones
representan a toda la humanidad. Usted mismo ahora o CREE
EN CRISTO o LO RECHAZA. Hay tres notables características
en el delincuente que se condenó. Su historia nos enseña que:
1. Un hombre puede rechazar a Cristo en el mismo momento
de su muerte.
2. Un hombre puede estar muy cerca del Salvador y perderse.
3. Un hombre puede desear y aun pedirle a Cristo que le
salve y, sin
embargo, perderse.

RECHAZARLO AL MORIR

Una persona puede rechazar a Cristo aun en el


mismo momento de su muerte. He aquí a un malhechor
muriendo crucificado, y que en pocas horas tendría que
enfrentarse al juicio eterno. Sin embargo, aun ante la muerte
se muestra burlándose del Salvador de los hombres. Creo que
este hombre había visto a Cristo y oído de El antes, y parece
que entendió bastante las palabras de Cristo cuando le oyó
hablar a las multitudes. El debió haber conocido algo de
Cristo, ya que sabía quién era. Escúchelo decirle:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros
(Lucas 23:39).
Si un día le oyó predicar, ahora se encuentra frente a frente,
pendiendo de una cruz, junto a Él. Es un hecho que las
conversiones reales y genuinas son muy, muy raras en el
lecho de la muerte. Muy pocas personas se han salvado a
la hora de morir. Alguien ha dicho con razón: "La Biblia
solamente registra una conversión a la hora de la muerte.
UNA para que nadie se desespere, y UNA sola para que nadie
pueda presumir". Todas las circunstancias están en contra ser
salvado a última hora. Alguien puede pensar que al final,
después de muchos años, cuando sea anciano, o cuando esté
enfermo, va a preocuparse por la salvación, pero por la
experiencia de muchos esto no es admisible.
En primer lugar, la intensidad de la vida moderna produce
mayor número de muertes violentas. Es más grande que
nunca el número de hombres y mujeres que mueren
repentinamente de ataques al corazón, apoplejía y muchas
otras causas. Pero, ¿qué diríamos de aquellos que quedan en
el lecho de la enfermedad por algún tiempo antes de morir?
La verdad es que casi todas las personas que enferman,
esperan sanar y no morir. Y cuando están muy graves y al
borde de la muerte, por lo general no están en condiciones
mentales de poder pensar en la salvación. Están abstraídos
por la fiebre, el dolor y el sufrimiento, y a menudo en estado
de sopor, por las drogas o medicamentos que les producen en
estado de delirio e inconsciencia. Si un hombre no se enfrenta
con el asunto de la salvación estando en buena salud y con
todas sus facultades mentales, hay poca razón para creer que
lo hará cuando esté en fiebre y delirando por los tóxicos de la
enfermedad. No en vano nos dice la Escritura:
He aquí, ahora es el día de salvación (2a Corintios 6:2).
Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones (Hebreos 3:15).
Sí, muy pocos de los que esperan hasta el último momento
hacen una decisión por Cristo. Cuando se rechaza a Dios
repetidas veces, la conciencia se entorpece y el corazón y el
alma se endurecen. Si usted rechaza a Cristo hoy, será lo más
fácil que lo rechace también mañana.

CERCA, PERO PERDIDO


La segunda cosa que aprendemos del ladrón pendiente en la
cruz es ésta: Un hombre puede hallarse muy cerca del
Salvador y ser perdido. Este ladrón estuvo muy cerca de
Jesús. Pendía al lado de Cristo, desde donde podía escuchar
sus dolientes palabras, ver su sufrimiento y observar su
agonía. Si sus manos no hubieran estado clavadas a la cruz,
hubiera podido tocar y tomar la mano del Salvador. Cristo
debió haber estado cerca, muy cerca, porque los dos ladrones
pudieron conversar escuchándose el uno al otro, a pesar del
ruido de la muchedumbre que estaba al pie de las cruces. Pero
estar cerca no es suficiente. Usted, conforme va leyendo ahora,
está muy cerca del Salvador y, sin embargo, puede que esté
perdido. Puede quizás haber estado muy cerca de Cristo
desde su niñez. Pudo haber nacido y criándose en un hogar
cristiano, con padres piadosos y que desde la infancia haya
conocido el nombre de Jesús, haya aprendido a leer la Biblia
y orar, ir a la escuela dominical y al templo; pero quizás
USTED ESTA PERDIDO. Puede ser que en ocasiones muy
especiales usted haya estado muy cerca de Dios. Es posible que
con motivo de la muerte de algún ser querido se haya dado
cuenta de la brevedad de la vida, y haya sentido la necesidad
de prepararse para la eternidad. Quizá por un breve momento
su corazón fue enternecido y hasta llorado. Usted estaba
muy cerca, pero nada hizo para triunfar. La sensibilidad y la
convicción se alejaron, y usted volvió a su indiferencia. O
quizá, bajo la predicación de algún siervo de Dios o en algún
otro servicio religioso, haya usted sentido la urgencia de hacer
una decisión. Sus pecados le preocupaban y bajo su convicción
aun lloró, pero no tomó ninguna decisión, y hoy su corazón
está frío e indiferente. Pudiera ser que un mensaje
radiofónico, sobre la Palabra de Dios, llegó a tocar su corazón.
Quizás en este mismo instante estas palabras han despertado
en usted la necesidad y el conocimiento del grave peligro de
posponer por más tiempo su salvación. Entonces se puede
decir que USTED ESTA CERCA, pero no es suficiente. ¿No
quiere usted, antes que vuelva a pasársele esta convicción,
decirle "SI” al Salvador y arreglar este importante asunto de
una vez por todas, y no solamente estar muy cerca, ¿sino
allegarse a Jesús y ser salvo?

ORANDO, PERO PERDIDO

Una tercera cosa nos llama la atención con respecto a este


ladrón en la cruz. Él quería ser salvo y aun le pidió a
Jesús que lo salvara; sin embargo, quedó perdido.
Puede que estas palabras le sorprendan; pero lea la narración
bíblica y note cuán cierto es. Escuche al malhechor decir a
Jesús: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a
nosotros (Lucas 23:39).
Le pidió a Cristo que lo salvara. Sin embargo, quedó perdido.
¿Por qué? Porque no quiso ser salvo de acuerdo con el plan de
Dios, y buscó lo que hoy llamaríamos "el camino moderno", no
por la muerte de Cristo, sino por su vida y ejemplo.
Escúchelo cuando dijo: "SALVATE A TI MISMO y a nosotros".
No sabía que si Cristo se hubiera salvado a sí mismo no
hubiera podido salvarnos a nosotros. Esta es la gran diferencia
entre la salvación bíblica y la teología moderna. La
enseñanza bíblica es que solamente por la muerte de Cristo
en la cruz podemos ser salvos. La teología moderna se burla
de la muerte expiatoria y habla de "seguir el ejemplo de
Cristo y ser honorables". Nos dicen: hay que guardar "la regla
de oro", seguir el ejemplo y enseñanzas "del Maestro en su
Sermón del Monte", guardar la Ley, ser decentes, portarse
bien, ser honestos y caritativos; en otras palabras, hacer
simplemente lo mejor que podamos y todo saldrá bien. No
quieren ser salvos por medio de la muerte de Cristo. Ese fue
el error del malhechor en la cruz. Él quería ser salvo, pero no
por la obra redentora de Cristo, y por eso dijo: "Sálvate
a ti mismo, y a nosotros". Todo el mundo quiere ser salvo y
muchos oran pidiendo la salvación, pero nunca serán salvos,
porque solamente hay un camino, por medio de la muerte
propiciatoria y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
"Un monte hay más

allá del mar Y en él

hubo una cruz,

Do por nosotros

sucumbió El

Salvador Jesús.

Fue para darnos

el perdón Que

allí su vida dio;

Por darnos cielo y

salvación Su

sangre derramó."
Amigo mío, no basta con QUERER ser salvo y TRATAR DE
HACER LO MEJOR para salvarse. Lo mejor que usted puede
hacer no es suficiente. Y porque usted no podía pagar el precio
por el pecado y salvarse, Jesucristo tuvo que morir
sustituyéndolo, para que USTED pudiera vivir y ser salvo. La
pregunta es: "¿Se asemeja usted a aquel ladrón, culpable y
bajo condenación, rechazándolo hasta ahora, mientras que Él
está cerca de usted? ¿Está usted también deseando ser salvo,
como todos los hombres lo desean y anhelan? Sin embargo, es
muy posible que usted se pierda porque no actuó en este
mismo instante.

EL LADRON SALVADO

Si usted realmente quiere ser salvo y está dispuesto a aceptar


las condiciones de Dios para la salvación, escuche entonces la
breve historia del ladrón que estaba al lado derecho del Señor
Jesús. Pero primero me permito recordarle que no había
ninguna diferencia entre los dos ladrones. Ambos eran
asesinos, ladrones y rebeldes. Ambos habían sido justamente
condenados a morir, ambos pendían en la cruz y ambos, en un
principio, habían ultrajado a la sublime Persona que estaba en
la cruz del centro. No había diferencia entre ellos, la única
diferencia fue su posterior reconocimiento de Jesús. Uno lo
recibió, el otro lo rechazó.

Encontramos aquí cinco cosas del ladrón arrepentido que


ocurren con toda persona que se salva. Helas aquí:

1. Temía a Dios

2. Reconoció que era un pecador.

3.Reconoció que Cristo no tenía pecado.

4.Confesó que Él era el Señor.


5.Creyó en la resurrección de Cristo.
Conviene hacer notar estas cinco cosas. Observamos que el
ladrón arrepentido reprendió al que estaba ultrajando a Jesús:
"¿Ni aun lo temes tú a Dios? ¿No tienes miedo? ¿Ante la
misma muerte y la eternidad no sientes temor? El diablo
quiere que usted piense que el temor es señal de cobardía y
debilidad. En nuestros días se nos enseña que no debemos
temer, que todo lo que se dice del juicio venidero y el castigo
de Dios sobre los pecadores no es más que un "miedo" falso,
y que, si usted es valiente, ningún predicador le asustará
nunca. En cuestiones de religión - se dice- nadie debe dejar
que le asusten. El temor no debe tener lugar en nuestra cultura
y ciencia del siglo XX. Libertad del temor, dicen los hombres
y, sin embargo, casi todo lo que hacemos en la vida común y
corriente es motivado por el temor. Cuando usted enferma,
llama al médico porque teme el sufrimiento y la muerte. Ahora
su dinero porque teme la pobreza. Edifica su casa porque teme
al frío, y la asegura porque teme a los incendios; y a su
automóvil porque teme los accidentes. Luchamos en nuestras
guerras, con el sacrificio de millones de pesos, porque
tememos la agresión extranjera y el perder nuestra hermosa
libertad. Pero cuando los predicadores hablamos del temor a
Dios y el temor al infierno, se nos acusa de alarmistas e
infundidores de miedo. ¿No le teme usted a Dios?

El ladrón de la derecha tuvo temor. Y todos los que han


sido salvados confiesan que cuando se vieron cara a cara con
sus pecados, y comprendieron la terrible condenación que
esperaba a su alma si estaban perdida, entonces temieron y
temblaron. Yo confieso gozosamente, y no so y un cobarde,
que cuando Dios me mostró mi pecado y la condenación
eterna, tuve mucho temor; sí, temí a Dios.
Amigo, deshágase de esa falsa idea de valor y arrogancia.
Considere la eternidad sin Dios, y tema. Ciertamente,
enfrentarse a Dios sin Cristo como Salvador es algo que debe
infundir miedo. Con razón Dios nos exhorta a "huir de la ira
venidera". Lector, lectora, tengan TEMOR, porque algún día
estarán ante CRISTO, y si lo ha rechazado, usted pedirá a las
piedras y a los montes que caigan sobre usted y lo cubran de
la vista de Cristo. No podrá librarse del temor y el espanto en
ese día; entonces la mentira de Satanás: "No tenga temor", no
le servirá de ayuda alguna.

RECONOZCA SU CULPABILIDAD

El ladrón de la derecha reconoció su situación. Aceptó ser


pecador, diciendo:
¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma
condenación? Y nosotros, a la verdad, justamente,
por que recibimos lo que merecieron nuestros
hechos (Lucas 23:40,41).

El reconoció que era un pecador. Y usted nunca podrá


ser salvo, hasta que se convenza de lo mismo. Cristo murió
para salvar a los pecadores, y mientras usted no reconozca
su pecado, NO PODRA SALVARSE.

RECONOZCA EL PODER DE JESUCRISTO

Ese ladrón reconoció que Cristo podía salvarlo. El


declaró que Cristo que Cristo no tenía pecado y por lo tanto
podía expiar la culpa de otros. Si Cristo hubiera sido un
pecador, no hubiera podido morir por otros; ya que no
bastaría la eternidad para expiar sus propios pecados. Pero
el ladrón vio en Jesús al Santo de Dios y dijo:
Mas éste ningún mal hizo. (Lucas 23:41).

CONFIESE QUE CRISTO ES EL SEÑOR

A continuación, el ladrón confesó que Cristo era el


Señor, diciendo: "Acuérdate de mí cuando vinieres en tu
reino" (Lucas 23:42). Y después profesó fe en la resurrección.
Note que Cristo estaba muriendo, y no obstante el ladrón le
dijo: "Cuando vinieres en tu reino". Creyó que este Jesús
moribundo vendría otra vez en su reino. Para poder hacer
eso tendría que resucitar de entre los muertos. Cuando el
ladrón reconoció a Jesús como Señor y creyó en su corazón
que resucitaría de entre los muertos fue salvo. Porque ese es
el camino de la salvación. En Romanos 10:9 leemos:
Que si confesares con tu boca al Señor Jesús; y
creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de los
muertos, serás salvo.

En otras palabras, crea el evangelio. Y el evangelio es la buena


nueva que "Cristo murió y fue sepultado y resucitó otra vez".
Si usted cree eso y está dispuesto a confesar a Cristo como su
Señor, será salvo.

Basándose en esta confesión, el Señor le contesta:


De cierto de digo, que hoy estarás conmigo en el
paraíso (Lucas 23:43).
¿No quiere usted creer en El ahora mismo, y recibirlo por
fe? Puede ser que usted uno de los que dicen: "Yo siempre he
creído y, sin embargo, no soy salvo". Entonces permítame
preguntarle: ¿Ha aceptado a Cristo como su Señor? ¿Lo ha
aceptado definitivamente por un acto de fe? Si no lo ha hecho,
hágalo ahora mismo. Recíbalo como su SALVADOR y luego
confiéselo públicamente.

Quiero ofrecerle esta otra ilustración. Supóngase un hombre,


al borde de la muerte, porque ha tomado un veneno. Llama al
doctor, quien diagnostica el caso e inmediatamente receta la
medicina apropiada.
La coloca en un vaso al lado de la cama y dice: "Tómela y vivirá.
Si no la toma, morirá". Ahora escúcheme; ese hombre puede
aceptar que está envenenado y creer que la medicina es buena
y le puede salvar si se la toma. Puede aceptar todo esto y, sin
embargo, morir.
El veneno está actuando dentro de ese hombre. El remedio no
está en que arroje la medicina al suelo maldiciendo y
declarando que no tiene fe en el doctor ni en la medicina o
cualquier otra cosa. Ni tampoco evitará su muerte diciendo
que cree en el doctor y en la medicina, si luego rehúsa tomarla.
El veneno se encargará del resto. USTED ESTA
ENVENENADO POR EL PECADO, mi apreciable amigo, y
perderá su alma para siempre a no ser que sea SALVADO A
TIEMPO. Con solo aceptar mentalmente lo que la Biblia dice
y todo lo que yo le diga, no se efectuará la obra redentora.
Usted debe definitivamente aceptar a Cristo. ¿No quiere
hacer esto ahora mismo? Diga, con toda sinceridad: "Yo
creo que Jesucristo murió y resucitó para salvarme, y ahora,
por lo que entiendo, lo recibo por fe; lo reconozco como mi
único y suficiente Salvador". Entonces se cumplirá en usted la
declaración bíblica:
Si confesares con tu boca al Señor Jesús; y
creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de los
muertos, serás salvo. (Romanos 10:9).

HAGALO AHORA MISMO


El ladrón en la cruz no podía hacer nada para salvarse. Sus
manos estaban clavadas al madero. No podía esforzarse y
caminar, porque sus pies también estaban clavados en la cruz.
Pero había dos cosas que no estaban clavadas: su lengua y su
corazón. Estaban libres de tal manera, que con su lengua
confesó, y con el corazón creyó.
Tampoco usted puede ganarse la salvación por sus obras. Pero
puede creer y confesar a Jesucristo como su Salvador. Hágalo
ahora mismo, y será salvo.

LA OFRENDA ACEPTABLE

Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del


fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel
trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y
de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y a
su ofrenda; Mas no miró propicio a Caín y a la
ofrenda suya. y ensañó Caín en gran manera, y
decayó su semblante. (Génesis 4:3-5).
Caín era un hombre muy religioso. Y, al contrario de lo que
se cree de él, era un hombre consciente de sus deberes ante
Dios y de la necesidad de hacer algo digno del Todopoderoso.
Cuando se habla de Caín, inmediatamente pensamos en el
criminal; no obstante, el pecado de su crimen vino como
consecuencia de su equivocada religión. Permítanme repetir
que Caín era muy religioso. Por lo que podemos ver en las
Escrituras, deducimos que era más religioso que su mismo
hermano Abel, pues no fue Abel el primero en traer sus
ofrendas a Dios, sino Caín. La historia es bien clara.
Andando el tiempo...Caín trajo del fruto de la
tierra UNA OFRENDA A JEHOVA.
Notemos tres cosas interesantes:
1a. Caín fue el primero que pensó en traer un

sacrificio 2a. Trajo una ofrenda agradable y

bella.

3a. Trajo esta ofrenda a Jehová.

Este fue un acto de adoración procedente de la religiosidad de


Caín. Él tenía sus propias convicciones concernientes a sus
deberes para con Dios. Comprendía la necesidad de
presentarle ofrendas; pero sus convicciones y sinceridad de
nada le sirvieron, porque había rechazado el propósito de Dios
en cuanto a las ofrendas aceptables. Más tarde su hermano
Abel trajo también su ofrenda posiblemente movida por el
ejemplo de su religioso hermano, y todos conocemos el resto
de la historia.
Caín se convirtió en criminal cuando vio que su religión había
sido un fracaso, y en vez de arrepentirse y aceptar lo que Dios
había provisto, se enojó contra su fundamentalista hermano y
lo mató. Estos dos hijos de Adán están en principio de la
historia humana como representantes de las religiones en
todas las épocas subsiguientes. Los hombres han clasificado las
religiones de muchas, muchas maneras; y se cuentan por
centenares los credos, sectas, denominaciones, o como usted
quiera llamarles. Pero todas ellas se pueden agrupar bajo dos
titulares. La religión de Caín y la de Abel: la del sacrificio
expiatrio simbolizado por las pieles de animales sacrificados, y
la religión de obras muertas del hombre que trata de agradar a
Dios a su manera. Lo importante no son las ceremonias de
adoración. La religión divina nada tiene que ver con los
lugares, edificios o nombres importantes de elocuentes
ministros.
Dondequiera que se predica la sangre de Jesucristo como la
única propiciación de pecados, y donde se dice a la gente
que solamente necesitan creer en el Señor Jesucristo para
ser salvos, allí encontramos otra vez la religión pura de Abel.
Sea en una grande catedral con música suave y majestuosos
oficiantes, o en una simple cabaña, sin órgano o coro;
doquiera se exalte al Señor Jesucristo el Hijo de Dios y se
predique la salvación por su sangre, allí encontramos la
religión de Abel.

Y viceversa. Donde encontramos que se niega el valor de la


sangre redentora de Cristo, allí tenemos una duplicación del
sacrificio de Caín. Puede ser un edificio costosísimo y
magnífico; un templo con alfombras y lujosas bancas, con un
famoso ministro y honorables personas como oficiales de la
iglesia, con un valioso órgano y con el mejor coro de la
ciudad, o puede ser una pobre sala en un barrio humilde, sin
atractivo alguno. Donde no se predique la salvación por
gracia, en virtud de la sangre de Jesús, allí volvemos a
encontrarnos con la religión de Caín y su vano sacrifico.

LA OFRENDA DEL PRIMER RELIGIOSO

Notemos que había muchas cosas buenas en la ofrenda de


Caín: él no negaba la existencia de Dios; la reconocía, ya que
le trajo ofrenda. Caín no era un ateo. También creía en la
necesidad de la salvación, pues buscó complacer a Dios para
alcanzar su favor; sin embargo, de nada le valió.
Anteriormente mencioné que Dios había enseñado a Eva y
Adán que las hojas de higuera no podían cubrir su
desnudez y les hizo túnicas de pieles, mostrándoles así tres
cosas:

1. Que la salvación es don de Dios, y no por las obras del hombre.

2. Que la salvación demanda la muerte de un sustituto inocente.


3. Que la salvación es por el derramamiento de sangre.

Sin duda, Adán y Eva comunicaron esta revelación de Dios a


sus hijos. Porque ¿de dónde pudo Caín saber que una ofrenda
a Dios era necesaria? Por lo tanto, Caín no tenía excusa
alguna, porque su hermano menor había comprendido bien lo
que se les enseñó. Aquí debemos repetir que Caín era muy
religioso, sincero y generoso, pero no creyó lo que Dios había
dicho. Pasó por alto lo que Dios había revelado a sus padres, es
decir, negó la santa autoridad de la Palabra de Dios. Quitó lo
que no le agradaba: un sacrificio sangriento, y aplicó su propia
interpretación al resto. Caín era un verdadero modernista. No
negó del todo la santa Palabra de Dios, eso no; pero torció la
verdad para adaptarla a su propia filosofía. De todos los fieles,
el peor y más peligroso no es el que abiertamente rechaza la
Palabra de Dios y la desecha por completo, sino aquel
engañador que toma una apariencia de piedad, usa palabras
dulces, proclama una moral bíblica, usando términos
fundamentalistas, al mismo tiempo que con mucho cuidado y
astucia niega el valor expiatorio del sacrificio de Cristo, su
resurrección y la verdad de la gracia divina en favor de los
hombres culpables. Un veneno es más peligroso cuando está
cubierto con azúcar, y el error es mucho más peligroso cuando
está disfrazado de piedad, usando un vocabulario religioso.

CAIN RECHAZO LA SANGRE

La ofrenda de Caín, de acuerdo con la Epístola a los Hebreos,


no fue presentada según los requisitos de la verdadera fe,
mientras que la de Abel se nos describe como sigue:

Por fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio


que Caín (Hebreos 11:4).

Por fe, ¿por fe en qué? Por fe en la Palabra revelada de Dios


concerniente al derramamiento de la sangre para el sacrificio.
Esto es evidente por el término usado para calificar el
sacrificio de Caín. La palabra hebrea minchah, literalmente
quiere decir ofrenda de harina. Es la misma palabra usada
frecuentemente en Levítico para describir la única ofrenda
incruenta, que consistía en quemar flor de harina con aceite.
Notemos que había en Israel cinco ofrendas ordenadas para
el sacrificio, las cuales son:

1. Holocausto del todo quemado. Levítico 1

2. Ofrenda de flor de harina. Levítico 2

3. Ofrenda de paz. Levítico 3

4. Ofrenda por el pecado. Levítico 4

5. Ofrenda expiatoria. Levítico 5

Todas eran ofrendas de sangre excepto la segunda y cada vez


que ésta es ordenada se indica que debe ir precedida de un
holocausto sangriento. Sin el holocausto, la ofrenda no tenía
valor. Con esto se nos da a comprender que el holocausto
representaba la muerte de Cristo Jesús y la harina su justicia
y santidad. Antes de poder vivir como Jesucristo mismo,
debemos ser salvos por su sangre. Este fue el error fatal de
Caín. Buscaba una religión de buenas obras sin el
derramamiento de sangre. Ofreció la flor de harina sin antes
ofrecer el holocausto, violando así lo instituido por Dios.
Primero debe ser el sacrificio de sangre para la salvación, y
luego la ofrenda de flor de harina, o sea, las buenas obras,
como expresión de gratitud y adoración. Este es el plan divino.

BELLA, PERO INUTIL

No hay nada en el texto bíblico que indique que la ofrenda


de Caín no fuera bella y bien presentada, o que tuviera algún
defecto especial que la hiciera desagradable al Señor. Debía
ser una ofrenda escogida, porque Caín era un hombre
religioso. En contraste con la desagradable figura de un
cordero recién sacrificado y sangriento, la ofrenda de flor
de harina, fruto de la tierra, que estaba ofreciendo Caín, era
mucho más atractiva. No obstante, Dios no la miró con
agrado.

Esto indica que la verdadera adoración no consiste en actos


externos, sino en la obediencia que brota del corazón. El
fariseo que estaba en el templo de Jerusalén hizo una oración
que pareció muy atractiva en comparación con la escueta
súplica por misericordia del pobre publicano.

La adoración aceptable puede o no ser acompañada con un


ritual elaborado, pero lo importante es el espíritu y la sangre
en corazones contritos y sinceros; aquellos que no solamente
canta, sino que sienten la verdad de la estrofa que dice:

¿Has hallado en Cristo la gracia y perdón?

¿Te ha lavado ya la sangre de Jesús?

¿En la fe descansas de tu Salvador?

¿Eres salvo por la sangre de Jesús?


He aquí la gran pregunta. Dios dice en su Palabra, refiriéndose
a la primera pascua: "cuando vea la sangre pasaré de vosotros"
(para ir a destruir los primogénitos de los egipcios en cuyos
hogares no había esta señal). Por la misma razón Caín fue
rechazado y Abel aceptado, porque ese último estaba cubierto
con la sangre del sacrificio.

Los teólogos se han preguntado cómo pudieron darse cuenta


Caín y Abel de que Dios había aceptado o no sus sacrificios.
El texto bíblico dice: "Y miró Jehová con AGRADO a Abel y a
su ofrenda" (Génesis 4:4). Los primeros padres de la iglesia
creían que Dios había contestado a Abel con fuego del cielo
que consumió el cordero sobre el altar, mientras que en el caso
de Caín no hubo tal manifestación. Sabemos que el primer
holocausto ofrecido en el tabernáculo, en el desierto, fue
encendido con fuego que vino del cielo. Lo mismo ocurrió con
el primer sacrificio en el templo de Salomón. Dios contestó
también a Elías en el monte Carmelo mandando fuego del
cielo que consumió el sacrificio ofrecido. En la antigua
traducción griega de los Setenta, la Septuaginta, los
traductores del Antiguo Testamento usaron para la
expresión "miró con agrado" una palabra que significa una
señal inflamable. Y en Hebreos leemos:

Por fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio


que Caín, por lo cual obtuvo testimonio de que era
justo, dando Dios testimonio a sus dones (Hebreos
11:4).

Es evidente que Abel tuvo un testimonio, una señal de parte


de Dios que le mostró que su ofrenda había sido aceptada.

RESPUESTA POR FUEGO

Y el Dios que respondiere por fuego, ése sea Dios


(1a Reyes 18:24).
Esta es la verdadera prueba. Aquí debemos recordar que el
FUEGO en las Escrituras es uno de los muchos símbolos del
Espíritu Santo juzgando el pecado. Y esto es lo que tenía lugar
simbólicamente en el altar. El fuego nunca descendió sobre un
altar vacío y nunca cayó sobre ninguna ofrenda que no fuera
el holocausto. El fuego nunca descendió sobre la ofrenda de
flor de harina u otra clase de ofrendas. Todas tenían que ser
encendidas con fuego tomado del holocausto. El
HOLOCAUSTO nos habla de la muerte de Cristo sobre la cruz
del Calvario. El altar del holocausto que estaba junto a la
puerta del tabernáculo representaba la cruz. El pecador que
entra por la Puerta (Cristo) debe detenerse primero ante la
cruz para poder llegar a la presencia de Dios. No había otro
camino. Ahora bien, así como el fuego caía SOLO sobre el
holocausto, de la misma manera el Espíritu Santo es dado
solamente a los que entran por la senda de la cruz de Cristo.
La RELIGION que pasa de largo la cruz y a Cristo y va
directamente a la ofrenda de flor de harina (actos personales
y buenas obras) no es aceptado y el fuego del Cielo jamás
caerá sobre tal sacrificio.

Como dice cierta canción:

Al hogar celestial tenemos que

entrar Tan solo por la sangre de

Jesús;

Sus puertas de luz no podremos

traspasar Si olvidamos el camino

de la cruz.

No importa que usted crea o no que la señal con que Dios


mostró que aceptaba la ofrenda de Abel fue fuego del Cielo; la
lección es siempre la misma. Por las evidencias que hay es muy
probable que Caín viera el fuego cayendo sobre el sacrificio
ofrecido por Abel, mientras que él tenía que poner fuego sobre
el suyo; fuego producido por sus propias manos con mucha
dificultad y trabajo, ya que esto ocurrió a principios de la
historia humana, cuando para producir fuego había que
trabajar mucho. ¡Cuánto más fácil hubiera sido confiar en
Dios para que EL le proporcionara el fuego necesario! Siempre
es mucho más fácil permitir que Dios encienda nuestro fuego.
Abel supo que había sido aceptado, por el fuego que vino de
Dios.
Y nosotros también sabemos que hemos sido aceptados si
venimos por la vía de la cruz. El Espíritu nos dará, entonces,
testimonio de que somos hijos de Dios. Sí, el Espíritu de Dios
testifica dentro del espíritu mismo de cada creyente y éste
puede saber que es salvo. La religión por sí sola nunca podrá
hacer eso. Lo más que podría decir un hombre religioso es:
"Eso espero, estoy haciendo lo mejor que puedo". Solamente
el creyente que ha puesto su confianza en Jesucristo puede
decir: "LO SE porque tengo el testimonio del Espíritu".

¿CUAL ES ESTE TESTIMONIO?

¿Será para nosotros tan literal como lo fue el fuego en el


altar de Abel? ¿Será una voz extraña, o quizás alguna
sensación o emoción? Algunos así lo creen, pero la Biblia
dice:
El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en
sí mismo. El que no cree a Dios, le ha hecho
mentiroso; porque no ha creído en el testimonio
que Dios ha testificado de su Hijo (1a Juan 5:10).

He aquí el testimonio, la misma PALABRA DE DIOS. Algunos


quizá piensen que el testimonio del Espíritu es algo mental o
físico, y están esperando voces, visiones y sensaciones
especiales, escalofríos o emociones subyugantes y
alucinaciones. No obstante, la Palabra de Dios nunca cambia.
Sus promesas son "Sí y Amén". Él nos dice:
Porque todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo (Rom. 10:13).

Yo lo creo, y he invocado su nombre; y Dios me dice que


ESTOY SALVO. ¿Podría pedir algo más? ¿No son sus
promesas suficientes para mí? ¿Sería lógico que lo ofendiera
pidiéndole algo más que su fiel palabra? ¡De ningún modo!
Creo que El cumple sus promesas, y como alguien ha dicho:

"DIOS LO HA DICHO, YO LO
CREO Y ESO ES TODO."

No necesito nada más, porque ahora su Espíritu testifica


dentro de mi espíritu por medio de sus preciosas promesas
contenidas en la Sagrada Escritura de que soy hijo de Dios.
Eso, amigo mío, es la salvación. Abel creyó, y el fuego
divino cayó sobre su sacrificio. Caín trató de salvarse con sus
propios esfuerzos, trabajo y se condenó por toda la eternidad.
¿Qué tiene usted hoy, RELIGION O CRISTO? ¿Puede usted
decir, SE QUE SOY SALVO? Si no es así, abandone sus afanes
religiosos y reciba al Señor Jesucristo como su único y
suficiente SALVADOR PERSONAL. ¡HAGALO AHORA!

NACER DE NUEVO

Y había un hombre de los Fariseos que se llamaba


Nicodemo, príncipe de los judíos. Este vino a Jesús de
noche, y le dijo: Rabí, nosotros sabemos que tú eres un
maestro venido de Dios; porque nadie puede hacer estos
milagros que tú haces, si no fuere Dios con él. Respondió
Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:1-
3).

Nicodemo era muy, muy religioso, pero no estaba salvo. En


todo lo que de él se dice en los Evangelios, no aparece ni una
sola cosa mala de él, a no ser que se le acuse de cobardía por
venir a Jesús de noche, pero también pudiera ser que ese fuera
el único momento que pudiera encontrar para una entrevista
personal con Jesús. Desde la mañana hasta la noche, el Señor
siempre estaba en medio de multitudes, lo que no le permitía
conceder una entrevista a este ultra-religioso. Puede ser que
usted le censure el haberse mantenido como un discípulo
secreto, pero esto también pudo haber sido porque deseaba
servirle mejor con su influencia en el Sanedrín. Fuera de
estas cuestionables excepciones, todo indica que Nicodemo
era un hombre moral, religioso, bien educado, cumplidor de
la Ley y fiel a su congregación. Pero no salvo. Le faltaba una
cosa: el nuevo nacimiento y una entrevista personal con el
Salvador, el Señor Jesucristo. Nicodemo era fariseo, lo que
quiere decir que pertenecía a la más respetable organización
religiosa de su época. Era miembro del Sanedrín, el cuerpo
gobernante de la religión en sus días, pero no era salvo.
Su nombre, Nicodemo, también es significativo aquí,
porque se compone de dos raíces griegas, Niko, que quiere
decir triunfo, y demos, que significa público o gente, del
cual se deriva la palabra democracia. Era triunfador en su
vida pública. Todo el mundo lo admiraba por sus piedad y
buenas obras, y todos le tributaban honor, reconociéndole
como un Maestro entre los judíos. El mismo Jesús lo
reconoció cuando en el transcurso de la conversación le dijo:
¿Tú eres un maestro de Israel, y no sabes estas
cosas? (Juan 3:10).

PERO NO ERA SALVO


Un fariseo, hombre respetable, un gobernador entre el pueblo,
un maestro de Israel, un hombre religioso, pero no sabía nada
del nuevo nacimiento y no era salvo. Tenía religión, pero no
se sentía satisfecho. Era fervoroso y sincero y había hecho
todo lo posible por lograr satisfacción en la religión de sus
mayores, pero aun así no tenía la seguridad y la paz. Tenía que
seguir luchando y esperando, pero sentía un vacío, y un
terrible temor del futuro. He aquí un hombre que no estaba
satisfecho con su religión; porque necesitaba a Cristo. En esto,
Nicodemo era diferente de Caín y del ladrón crucificado que
se condenó. El reconocía que lo externo no era suficiente y que
todas sus obras buenas, que impresionaban a los que le
rodeaban, no lo podían preparar para presentarse ante Dios al
final de sus días. Como ya hemos dicho antes, la religión sin
Cristo es muerta, porque sólo el verdadero cristiano tiene
una Cabeza viviente. El Diccionario de Webster define la
religión así: "Un sistema de reglas de conducta y leyes de
acción basadas sobre el reconocimiento de la creencia en, y la
reverencia hacia, un Poder sobrehumano de suprema
autoridad". Note cuidadosamente que, según esta definición,
es un sistema de reglas y una firme fe en un Ser
sobrehumano de suprema autoridad. Por ello se puede
decir, que todo aquel que cree en un ser sobrehumano y de
suprema autoridad, se personal o impersonal, se puede
considerar religioso. Ese poder sobrehumano no pudiera ser
el Sol, la Luna, un toro sagrado, aun una serpiente. Puede ser
un río, un hombre, o una imagen de madera, de piedra o de
metal. De acuerdo con el significado de la palabra "religión",
cualquier creencia en una potestad superior más alta que el
hombre constituye al hombre en un ser religioso.
EL GENIO DEL CRISTIANISMO

El cristianismo difiere de la religión expuesta anteriormente,


por un gran número de incomparables características que no
contiene ninguna otra religión. Primeramente, Cristo nos
enseña que podemos conocer a Dios por la unión hecha
entre Dios y el hombre. Esta unión tuvo lugar mediante una
Persona, el Señor Jesucristo. Por cuanto Él es a la vez Dios y
hombre, constituye el único medio de unión entre Dios y el
hombre. Jesús dijo:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene
al Padre, sino por mí
(Juan 14:6).
El que me ha visto, ha visto al Padre (Juan 14:9).
Yo y mi Padre somos uno (Juan 10:30).
Por lo tanto, el cristianismo no es un sistema religioso, sino
una persona, Cristo Jesús. Dios mismo en forma de hombre.

Aquella unión que Jesús disfrutaba con el Padre durante su


vida terrenal, es la que él desea que todos nosotros podamos
compartir, y esto es otra de las cosas que sólo Cristo puede
lograr, en contraste con otras religiones. El no solamente nos
revela al verdadero Dios, sino que ha hecho posible que
seamos uno CON DIOS. A la pregunta de Nicodemo nuestro
Señor le respondió con estas significativas palabras:

De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere


otra vez, no puede ver el reino de Dios (Juan 3:3).
La expresión "nacido de nuevo" literalmente quiere decir:
"nacido de lo alto". La palabra griega usada es anothen, que
significa "de arriba"; es decir, de Dios. El apóstol Juan nos
dice:
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es
nacido de Dios (1a Juan 5:1).
El nuevo nacimiento no es un renacimiento, sino en verdad
un NUEVO NACIMIENTO. El primer nacimiento fue natural;
el segundo, de lo alto y espiritual. El primero lo hace a uno
miembro de la raza caída, el segundo nos constituye miembros
de una raza redimida. El primer nacimiento le proporcionó la
naturaleza corrompida y pecaminosa de la raza de Adán. El
nuevo nacimiento le da parte en una nueva naturaleza de
origen divino. Por su primer nacimiento, usted nació pecador;
por su segundo, nace santificado. Ambos son por siempre
antagónicos y distintos. La naturaleza vieja es una naturaleza
mortal y a la postre debe morir; la nueva naturaleza tiene vida
eterna, porque es la misma vida de Dios, impartida por el
Espíritu Santo por medio de la fe en la sangre derramada y la
obra consumada por el Señor Jesucristo.

DIFICIL PARA LA RELIGION

Esta verdad, al principio, fue muy difícil de entender para el


religioso fariseo Nicodemo, quien inmediatamente presentó
su objeción, diciendo:
¿Cómo puede el hombre nacer, siendo viejo?
¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y
nacer? (Juan 3:4).
Entonces Cristo se apresuró a responderle, diciendo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios (Juan 3:5).

Usted notará que en esto hay una revelación progresiva.


Primero, uno debe nacer de nuevo para "ver" el reino de Dios.
La salvación es del Señor, y solamente el Espíritu Santo puede
abrir los ojos del pecador quien está ciego y no puede ver que
necesita una nueva vida DE LO ALTO, celestial. Hasta que el
Espíritu Santo no le revele al hombre su incapacidad, o sea, la
inutilidad de sus obras y de su religión para salvarse, no podrá
ver el reino de Dios. Pero luego, en el versículo 5, Jesús declara
cómo opera Dios para efectuar el nuevo nacimiento. Nos dice:
El que no naciere de agua y del Espíritu.
Ha habido mucha controversia sobre la interpretación de este
pasaje bíblico. Algunos declaran que "nacer del agua y del
Espíritu" quiere decir el bautismo en agua. Otros van más lejos
y dicen que indica, simplemente, que, así como el primer
nacimiento es precedido por agua física, el segundo
nacimiento es precedido por la acción del Espíritu Santo.
Aunque respetamos todas las opiniones, nosotros creemos
que algunas otras partes de la Escritura indican, de forma
bastante clara y definida, que con esta palabra simbólica Jesús
trata de explicar cómo se produce el nuevo nacimiento por
medio de la acción de la PALABRA DE DIOS cuando es
iluminada y hecha vivificante por el Espíritu Santo. El agua es
ciertamente un símbolo de la Palabra de Dios. San Pedro así
lo declara al decirnos:
Siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios, que
vive y permanece por siempre. (1a Pedro 1:23).

NACIDOS DE NUEVO POR LA PALABRA

El símbolo del agua se usa con frecuencia para indicar la


PALABRA DE DIOS. En Efesios 5, san Pablo dice:
Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo
amó a la iglesia, y se entre se entregó a sí mismo
por ella, para santificarla, limpiándola en el
lavamiento del agua por la PALABRA (Efesios
5:25,26).
Y en la Epístola a Tito, Pablo nos dice:
NO por las obras de justicia que nosotros habíamos
hecho, más por su misericordia, nos salvó por el
lavamiento de la regeneración, y de la renovación
del Espíritu Santo (Tito 3:5).

Podríamos citar muchos otros pasajes para probar que el


agua, en muchos casos, indica la Palabra de Dios cuando se
habla del nuevo nacimiento. Por lo tanto, aquí Jesús está
enseñando que el nuevo nacimiento se produce cuando el
mismo Espíritu Santo toma la Palabra de Dios y la aplica al
corazón del pecador, convenciéndolo de pecado y
mostrándole que sólo por medio de la fe en el Señor Jesucristo
puede ser salvo. Esto es ser NACIDO DE AGUA Y DEL
ESPIRITU.

¿POR QUE HAY QUE NACER DE NUEVO?

Jesucristo lo explica así:


Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es (Juan 3:6).

Por nuestro primer nacimiento nacemos según la carne de


Adán, corrupta, pecaminosa y bajo condenación. La
naturaleza adánica es tan corrupta, que no importa cómo la
vistamos de ética, moralidad, educación y religión. Dios no
trata de reparar ni mejorar su condición; por el contrario, la
ignora, y hace posible que cuando el pecador cree, reciba una
NUEVA NATURALEZA por el NUEVO NACIMIENTO, que es
vida eterna, la vida por el Espíritu de Dios que nunca puede
perecer. La carne sigue siendo carne y lo será hasta el fin. Si
usted no lo cree, recuerde lo que ocurre a veces al más piadoso
de los hombres cuando quita sus ojos de Dios y del Señor
Jesucristo. Son muchísimas las historias trágicas que
podríamos relatarle para ilustrar esta verdad. Si la vieja
naturaleza pecadora fuera quitada de raíz, ¿puede decirme de
dónde proviene el pecado de los apostatas? Si solamente lo
NUEVO, lo santo, lo divino quedase en el hombre regenerado,
entonces le sería imposible caer o retroceder, según lo expresa
Juan claramente:
Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado;
porque su simiente mora en él; y no puede pecar,
porque es nacido de Dios (1a Juan 3:9).

Gracias a Dios, que la nueva naturaleza que Cristo le da a cada


creyente no es algo que puede pecar, y porque no puede pecar,
no puede perderse (1). Recuerde que estoy hablando del
Nuevo hombre, la NUEVA creación, de la cual Pablo dice:
1. Creemos que esta frase requiere una aclaración que nos
ofrece la misma Biblia. El cristiano realmente nacido de
nuevo, no puede caer en pecado imperdonable. Hay cristianos
profesantes, no regenerados, de los cuales dice el propio
apóstol san Juan: "Salieron de nosotros porque no eran de
nosotros"(1a Juan 2:19). Los cristianos verdaderos se hallan
también expuestos al pecado, lo cual tiene lamentablemente
consecuencias, pero no la condenación, como dice san Pablo:
"Somos castigados del Señor para que no seamos condenados
con el mundo" (1 Corintios 11:32). Esto es a causa de la nueva
naturaleza implantada en el creyente que no puede pecar, que
repudia instintivamente al pecado; sin embargo, no debemos
olvidar que esta nueva naturaleza convive con la antigua, y
esto es lo que trata de enfatizar el autor. -- (Nota ed.).
De manera que, si alguno es en Cristo, nueva
criatura es: las cosas viejas son pasadas; he aquí,
todas las cosas son hechas nuevas (2a Corintios 5:17).

COMO SE PUEDE OBTENER ESTA VIDA NUEVA


El resultado de esta nueva naturaleza es VIDA ETERNA. No
se trata de existencia eterna, porque los incrédulos también
tienen una existencia sin fin, sino que es una verdadera vida
eterna de paz y gozo. La vida eterna es a la vez CUALITATIVA
y CUANTITATIVA. Es un don celestial que procede de Dios
mismo. Por eso Jesús, en contestación a la pregunta de
Nicodemo: "¿Cómo puede hacerse esto?", o sea, ¿cómo puede
obtenerse esa vida eterna o nuevo nacimiento?, dijo:
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así también es necesario que el Hijo del hombre sea
levantado; para que todo aquel que en él cree, no
perezca, mas tenga vida eterna (Juan 3:14,15).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
dio a su Hijo unigénito; para que todo aquel que
en él cree, no perezca, mas tenga vida eterna (Juan
3:16).
Notemos que las palabras empleadas aquí son VIDA
ETERNA. En algunas versiones se emplean términos
diferentes, pero en el griego original la palabra indica en
todos los casos "para siempre jamás"; algo que nunca deja de
ser una vida de gozo y felicidad sin fin. Cuando la Biblia habla
de la existencia eterna de los ángeles caídos, emplea otro
término, como en la Epístola a Judas, versículo 6, donde se
nos dice que son guardados "en prisiones eternas". El término
que se emplea aquí es aidios, que tiene un significado muy
distinto. El término aidios nunca se emplea en relación con
los creyentes, porque la vida o existencia sin fin de los seres
condenados es una eternidad terrible y trágica, totalmente
diferente de la de los redimidos.

LA RELIGION Y CRISTO

La mayoría de las religiones enseñan que hay vida después de


la muerte; o sea, una existencia eterna, pero sólo la Biblia
enseña que hay VIDA ETERNA para los creyentes, lo que
indica algo más que una mera existencia en tinieblas y dolor.
La vida eterna del creyente en Jesucristo es una verdadera
vida de gozo, paz, y bendición. He aquí la diferencia entre
RELIGION y SALVACION EN CRISTO. La religión deja al
pecador con una simple "esperanza" del favor de Dios, pero
sin el conocimiento absoluto de la salvación: deseando, pero
sin seguridad. Cristo nos concede seguridad absoluta y
grande regocijo. El verdadero creyente en Cristo no teme la
muerte. Puede ser que le tema al acto de morir; es decir, al
sufrimiento físico y la agonía que precede a la muerte física,
pero la muerte en sí, cuando el alma parte para estar con
Dios, no le espanta al creyente. Nadie ha visto jamás a un
hombre sin Cristo, no importa cuán bueno, moral o religioso
haya sido, que no le haya temido a la muerte. No obstante, el
creyente puede decir con Pablo:
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está,
oh infierno, tu victoria? (1a Corintios 15:55).
Para el creyente la muerte es una emancipación de su vivienda
de barro, para llegar a ser libre en la presencia del Señor, y
con la bienaventurada esperanza de la resurrección, cuando
con nuevos cuerpos nunca más moriremos y nunca más
tendremos sufrimiento o llanto.
Pero qué diferente es la situación del inconverso. Este no tiene
esperanza de un futuro feliz. Por esto me permito preguntarle;
"¿Teme usted a la muerte?" Mientras estemos en este cuerpo
temeremos a los sufrimientos y al dolor, pero no a la muerte
en sí, lo cual es, simplemente, una despedida de esta vida
terrenal, del pecado y de la misma muerte, para morar en los
cielos con Cristo, en santidad y gozo inefable, para siempre
jamás. Esto es VIDA ETERNA, de la cual las religiones no
saben nada, pero que podemos obtener por medio de la fe en
Aquel que dijo:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene


al Padre, sino por mí (Jn. 14:6).
Solamente esto nos concede la esperanza de volver a ver a
nuestros seres queridos que se han ido con el Señor. Sólo esto
nos da consolación en la oscura hora de duelo. Sólo esto nos
puede dar paz en el "valle de sombras de muerte".
¿Conoce usted esta VIDA ETERNA? ¿Ha aceptado a Cristo
como su único y suficiente SALVADOR personal? Si así es,
nada podrá dañarle, ni aun la misma muerte.

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