Cápsulas. César Seco. Definitivo. 2024
Cápsulas. César Seco. Definitivo. 2024
Cápsulas. César Seco. Definitivo. 2024
y otros aforismos
César Seco
PAPYRUS
P á g i n a 1 | 137
P á g i n a 2 | 137
CÁPSULAS
y otros aforismos
César Seco
P á g i n a 3 | 137
P á g i n a 4 | 137
P á g i n a 5 | 137
PAPYRUS
P á g i n a 6 | 137
P á g i n a 7 | 137
Mis aforismos no son en verdad aforismos, cada uno de ellos es la
conclusión de toda una página, el punto final de un pequeño ataque epiléptico.
E.M. Cioran.
P á g i n a 8 | 137
P á g i n a 9 | 137
P á g i n a 10 | 137
P á g i n a 11 | 137
ENTREVISTA
César Seco: “La epilepsia te devuelve a una lucidez, a una lumbre
de brasa encendida en la imaginación o el pensamiento”
P á g i n a 12 | 137
C.S. –La ambigüedad es propia del arte, de la literatura. Es lo distinto, lo
cambiante, lo versátil; en la mayoría de los casos es su intención, sobre todo cuando
se aleja de lo representativo o figurativo, zona ésta donde ya entra en contradicción
con lo espiritual y lo meramente racional. La Cápsula que citas, alude a lo invisible
una de las fuentes de donde nace la poesía. Ahora, puede el lector tomarlo como
un verso o como un minicuento. Pero no nos aproximamos a su embrión sino
caemos en cuenta que es a la poesía a la que indaga. Por eso las Cápsulas participan
también de lo lúdico.
F.F. –¿Cree usted que el poema piensa y el aforismo crea
poéticamente? ¿Cómo ve la correspondencia entre uno y otro?
C.S. –No. Para mí no disocian, aunque el aforismo suele transcurrir entre reflexión
y poesía, lo que denomino Cápsula, para mí no aparta sus ojos de la poesía en
ningún momento. El resultado –como dices- puede ser híbrido, pero siempre
interesante, motiva a no dejar de escudriñar su posible significado. Igual no deja
de remitirse a la sensibilidad, a la sensorialidad, a la participación conjunta de todos
los sentidos, no nada más de la mente.
F.F. –En el mundo de la medicina, eso que usted llama Cápsulas, no
son más que pequeños contenedores o envases solubles en cuyo interior se
halla la dosis del fármaco que se administrará por vía oral. Ahora
comprendo que los hay también verbales; es decir, aquellos que se
suministran por vía escritural. Recordemos que fue un médico el primero
en condensar las palabras de sus investigaciones, en breves comentarios o
aforismos ¿Son sus pequeñas píldoras literarias contenedoras de aforismos,
poemas breves o fragmentos de escrituras? ¿Suministran algún tipo de
medicamento por vía escritural, espiritual? ¿Qué son las Cápsulas?
C.S. –Fíjate que has dado con tu pregunta con un punto de inflexión clave,
que tal vez nos acerque a una respuesta más clara. Por ellas, las Cápsulas me
reconozco en mi padecimiento, la epilepsia, tanto como me desliga de la queja en
favor de un placer indagador. En la escritura, principio y fin. Palabra inicial,
digresión o crisis y punto da cierre, en algunos casos sólo aparencial. El aura en
principio, la convulsión, el despertar, el alba. Así que la relación con la cápsula
(como medicamento) es desde adolescente, pero el trato con el padecimiento
mediante la palabra no llegó hasta “Árbol sorprendido” (1995) y “Oscuro ilumina”
(1999). Ahora, no puedo negar que la escritura aforística aparecía ya en mi libro
P á g i n a 13 | 137
inicial “El laurel y la piedra” (1990), en este poema breve “Llegado del nunca no esto
aquí / Voy camino al siempre y no me veo venir”. Pero no lo escribió el sujeto consciente
que hoy escribe Cápsulas y otros aforismos.
F.F. –Decía Cioran, que cada uno de sus aforismos era “la conclusión
de toda una página, el punto final de un pequeño ataque epiléptico” ¿Qué
acoge o rechaza de su enfermedad?
C.S. –Certero Cioran, la escritura misma del aforismo (perdóname la
insistencia o mi gusto mayor por lo que he denominado Cápsula). Hay un aforismo
de Nabokov que siempre recuerdo y que pudo haber sido extraído más bien de
una entrevista, y que es un aforismo sobre el aforismo: “Hay aforismos que, como los
aviones, se sostienen sólo cuando están en movimiento”. Vuelvo. La epilepsia te devuelve a
una lucidez, a una lumbre de brasa encendida en la imaginación o el pensamiento.
F.F. –Usted nos comentó en alguna ocasión, que en su encuentro con
el científico venezolano Ibrahím López García, este la había tratado con un
imán que colocó en su cien y en la base del cráneo, al enterarlo de que era
“epiléptico”, y nos comentaba que sintió de inmediato como si un “hilo de
luz” o “cortocircuito” le atravesaba toda la cabeza. Lo cierto es que, por su
condición neuronal, usted sufre de algún tipo de trastorno en el que se
interrumpe la actividad de las células nerviosas en el cerebro, lo que provoca
convulsiones. Al parecer, esta condición no tiene cura -si bien el tratamiento
puede ayudar-, requiere constantemente del diagnóstico médico ¿Sus
Cápsulas han sido las píldoras de luz a sus pequeños o grandes ataques
epilépticos? ¿Ha buscado mejorar su vida a través de ellas?
C.S. –Ah, esa anécdota con Ibrahím López García, un sabio que no
disociaba arte de ciencia, el creador del trompo volador, es para mí inolvidable. Él
quiso tratarme con imanes, pero me replegué, porque entonces no deseaba
curarme y jugaba a ser un poet maudit, creía que todo lo que intentara escribir vendría
de la convulsión no programada de mis sentidos, porque había venido al mundo
con ella sin pedirla o provocada por un accidente. El poeta Álvarez me decía que
había arrojado la posibilidad de curarme, y más con humor, el poeta Miranda,
sonriente me recalcaba que tuve miedo, por eso que sentí y te conté alguna vez.
F.F. –¿En qué se diferencian sus Cápsulas de sus Notas distraídas?
P á g i n a 14 | 137
C.S. –Las Notas distraídas son escritos más extensos, aunque no pasan de
una a dos cuartillas que se van entrelazando median un narrar continuo de hechos,
anécdotas, recuerdos, aventuras, lecturas, relación y amistad con maestros de la
poesía, emociones, sentimientos, todo ello en un espacio múltiple y una realidad
atemporal alimentada por la imaginación, memoria, instantaneidad o súbito.
Algunas la he escrito directamente al celular yendo o viniendo dentro de casa, o
caminando por la ciudad donde vivo: Punto Fijo. Una sola de estas Notas puede
contener varias Cápsulas como zurcidas en un tapiz andante, o no puede contener
ninguna. O es una manera de enfrentar mi caos interior, o el afuera en eso días en
que no le encontramos sentido y acercamos nuestro oído a lo que nos dice el
instinto.
F.F. –Me comentaba hace unos días, que sus Cápsulas se
distanciaban del aforismo en que no buscan una definición ¿A qué debemos
entonces su predilección por el aforismo o por el fragmento propiamente
dicho?
C.S. –Tal vez por una necesidad de explorarme, pero también por compartir
algo así como una semilla que prenda en alguna parte. El árbol no lo veré, eso es
la poesía. La Cápsula evita la definición, conceptualizar, y sin quererla a veces la
encuentra en una orilla cercana a la poesía. Por el contrario, el aforismo lo rastrea,
lo busca, en el océano de la reflexión, y a veces no lo encuentra.
F.F. –¿Cómo percibe el panorama del aforismo en Venezuela? ¿Cree
ha tenido el valor divulgativo que se merece? ¿Qué aforistas, filósofos o
poetas venezolanos le interesan más? ¿Cuáles son sus predilectos?
C.S. -A pesar de que ha habido y hay excelentes cultivadores del género
como nos hemos enterado por la Antología* preparada por ti, el aforismo no ha
sido divulgado como debiera. Es difícil hacer un inventario de preferencia porque
la lista se nos haría extensa. Comenzando por el Libertador Simón Bolívar y uno
de sus maestros Simón Rodríguez, vigentes ambos. Entre los que más me atraen,
más cercanos al siglo en que nací: Ramos Sucre, Julio Garmendia, Armando
Reverón, Rafael Cadenas, Juan Nuño, Juan Calzadilla, Reynaldo Pérez Só, Eugenio
Montejo, José Balza, Gabriel Giménez Emán, Jesús Enrique Barrios, Azalea
Quiñones, Carlos Brito, Benito Mieses y Scarlet Boguier.
* Escribir en el límite. Antología de aforistas venezolanos 1783-2023. Papyrus (versión digital). Puerto La Cruz, 2024.
P á g i n a 15 | 137
P á g i n a 16 | 137
P á g i n a 17 | 137
P á g i n a 18 | 137
P á g i n a 19 | 137
P á g i n a 20 | 137
CÁPSULAS
*
P á g i n a 21 | 137
Me niego a escribir hasta que en y por mi respiración un entrar y salir de
palabras se buscan, se pierden, se encuentran y no obstante, aún no es el poema.
El hoy del poeta se lo debe al ayer que pudo ser y al mañana que no ha
vivido.
En poesía no puedes ver la cima sino has saltado al vacío. Su curso es todo
o nada, y tú eliges.
P á g i n a 22 | 137
El poeta en lo alto del árbol no olvida el paso que dio desde el tronco para
asomarse a la infinitud.
La poesía tiende sus ramas en los ojos del poeta. Sigue la rotación y
traslación de los astros en el cielo de la mesa.
¿El poema? Que la música venga de adentro, que sea lo que pueda cuando
es ya siendo.
Siempre hay quien necesite de la poesía. Aunque ella no tenga prisa por
alcanzarlo.
P á g i n a 23 | 137
¡Música interior! La sonoridad la va conquistando el poema afuera, la
modulación ocurre adentro.
Abertura mínima en la piel de todo donde está ella con quien la crea: poesía.
P á g i n a 24 | 137
La poesía no describe, inscribe entre fuga y permanencia el latido de su
huella.
El poeta revela por la palabra, pero el poema es algo más que palabras.
Estaré bien si la poesía viene, pero estaré mejor si callo antes de entorpecer
su silencio y se devuelva.
P á g i n a 25 | 137
El poema es al poeta lo que éste a la poesía.
P á g i n a 26 | 137
Solo una palabra espero. Nunca sabré qué hacer. El poema busca siempre
sus propias imágenes.
P á g i n a 27 | 137
La poesía no insiste en develar misterios. Ella es el misterio.
P á g i n a 28 | 137
La utopía de una poesía vivible y cotidiana está en el mismo hecho de vivirla.
P á g i n a 29 | 137
El poema arriba a puerto habiéndose sumergido en la superficie y salido a
la hondura en su desnuda, expresiva sencillez.
Por una luz de verdad, uno a uno los escalones del claroscuro, va a encontrar
el poema al poeta.
P á g i n a 30 | 137
Advierto dos tensiones cuando la poesía me ocupa. La expresión inherente,
casi la mudez. La otra, las palabras se rozan, escarban su íntima sonoridad.
P á g i n a 31 | 137
Atento estoy a lo que dejo de decir para oírlo en otro. La poesía es un
ejercicio pleno de libertad.
P á g i n a 32 | 137
No es el verso o poema donde la poesía comienza. Tampoco es el poeta
donde termina.
P á g i n a 33 | 137
En poesía una cosa es otra y, ésta, en sí misma, todo o nada.
Una hoja que cae o un trueno que calla pueden ser en la voz del poeta
duración y súbito a la vez.
P á g i n a 34 | 137
Si no se apagara y se encendiese de nuevo su luz en mí, nada diría el poema.
No tan lejos del habla, puede ser. Sí, cerca de tu decir. Es a lo que aspira el
poema.
La poesía tiene sus ojos donde no se ve. La unigénita certeza de lo que crea
es plural.
P á g i n a 35 | 137
No te afanes en ser sujeto de tu poema, lo eres aún sin evidenciarlo. Si se da
créelo, es ella, la poesía, no un selfi.
El poeta libera las palabras y es liberado por ellas. En ese camino de ida y
vuelta escucha el eco de su voz.
P á g i n a 36 | 137
El blanco de la página deja ir al silencio que te pone en camino del poema.
El dictado viene del otro lado hasta ti y de ti busca el otro lado. –Escucha-,
dice en poema vertido.
Cada vez que el cielo un gesto acuerda con el silencio, la poesía habla.
P á g i n a 37 | 137
La poesía escribe en un claro con tinta de su noche el poema.
Vea que de polvo se me hizo barro la voz, vea que vaso es poema.
Una hendija es suficiente para que el poeta mire dentro del aire la roca.
P á g i n a 38 | 137
Si el silencio atrae a la poesía el alejamiento del ruido es el poema.
P á g i n a 39 | 137
El poema es diálogo, oración entre un súbito instante y una sucesión infinita.
Con pasos de viento anda la música entre las palabras del poema.
P á g i n a 40 | 137
En tu poema el viento se inclina entre árboles, como palabras entre signos
de puntuación.
P á g i n a 41 | 137
El poeta ve llegar el poema con su lámpara interior.
P á g i n a 42 | 137
Lo que la poesía nombra es lo que da Ser al existir.
P á g i n a 43 | 137
-Me iré por donde la luz me trae-, dejó en mi oído la poesía.
Árbol cuyas ramas se funden con el cielo y sus raíces hablan al fondo de la
tierra, es la poesía.
El poema salta, elástico felino, noche deja entrar al día, y día deja salir la
noche.
P á g i n a 44 | 137
La poesía se abisma en las puertas de la revelación.
El poeta donde pone su ojo pone su ojo y donde pone su luz pone su ojo.
P á g i n a 45 | 137
Lo inconmensurable de la poesía en cada lectura lo encuentra el poema.
Lo invisible y el silencio son uno y otro paso con que el poeta ve venir el
poema.
El poema sale sin saber si hallará con quien compartir una palabra.
P á g i n a 46 | 137
La poesía es un intento de leer el cielo en una página de la tierra.
P á g i n a 47 | 137
El poeta es un exiliado permanente de lo común.
No hay un sólo momento en que la poesía no diga el afuera así esté adentro.
El mar borró su luz. Dos palabras, inicio. El árbol, sus hojas al viento
hablando. Y el poema no ha llegado.
P á g i n a 48 | 137
La poesía no se dice en lo que mira, mira en lo que dice su callar hablante.
El poema, así no me tenga por tema, no me diga con palabras, soy yo y aquél
otro, el lector.
Velo, vigilia -¿cómo decirlo?-, el poema sólo llega si estoy solo, y, libre de
mí, lo dejo salir.
La poesía tiene en cada quien su propio vislumbre, pero éste no la tiene del
todo ella. Hay que adentrarse.
P á g i n a 49 | 137
En el móvil el poema se escurre a una morada para no perder su asombro
en la pantalla.
P á g i n a 50 | 137
El inicio del poema puede darse la vuelta y buscando el cierre que no llega
se va escribiendo.
Déjate llevar por el poema como quien sólo se sujeta al aire y lo suelta.
P á g i n a 51 | 137
Entre sencillo y profundo el poema despliega su red al cielo con los pies en
la tierra.
La mejor compañía del poeta es la soledad y sale a la calle a pasear con ella.
P á g i n a 52 | 137
La habitación del poeta guarda silencio antes de que entren palabras.
Lo por venir en el poeta es algo que a su voz puede llegar con insospechada
precisión.
P á g i n a 53 | 137
Antes de intentar definir a la poesía busca sentido a tu existir, sea cual sea.
Es posible descubrir que, entre lo que tienes o no, esté.
Mirar lo que puede oír es asunto del poeta hasta que, síntesis, una palabra
comienza a escarbar.
P á g i n a 54 | 137
Para ser libre de verdad, el poema debe revertir toda conformidad
discursiva, toda complacencia formal.
Olas, una sobre otra, la poesía devolviendo su beso a la voz que la desnuda.
El poeta que conoce la tradición que le precede pude romper con ella sin
olvidar su fuente.
P á g i n a 55 | 137
La poesía lee el principio, borra el concepto y sugiere apenas un posible
significado.
El poema, cuando salta el muro, siempre cuenta con una entredicha voz que
lo sustenta.
P á g i n a 56 | 137
Hay un instante en que el ruido y el silencio hablan a solas mientras el poeta
va entre ambos.
El poeta araña teje sus pasos entre pasajes y pasadizos hasta llegar al centro.
P á g i n a 57 | 137
Tu poema no se debe sólo a los versos que escribes, sino al que hará suyo
su lector.
P á g i n a 58 | 137
La música de la poesía es infinita. Su escala de sonidos alimenta sentidos,
colores y movimientos.
P á g i n a 59 | 137
Lo que pasa por grotesco es en ocasiones lo contrario a la estulticia, dice la
poesía.
Un instante basta al poeta para ver ascender la luna llena y ya, en él, la
primera palabra lo está diciendo distinto.
A medida que voy escribiendo voy caminando. La poesía lo dice sin entrar
aún, esperándome a donde voy.
P á g i n a 60 | 137
Dos ojos y varias miradas hablan a solas en el poema hasta ser leído.
El poeta atiende el vuelo de las palabras por venir, las escucha y las vigila.
P á g i n a 61 | 137
En la médula de lo inmediato, siempre por descubrir, está la poesía.
P á g i n a 62 | 137
P á g i n a 63 | 137
P á g i n a 64 | 137
P á g i n a 65 | 137
OTROS AFORISMOS
P á g i n a 66 | 137
P á g i n a 67 | 137
P á g i n a 68 | 137
AFORISMOS SOBRE POESÍA
En la poesía se entra desnudo con un pie adelante y otro detrás para andar en casa
de nadie escuchando el silencio de todo.
P á g i n a 69 | 137
La poesía sólo viene al poema si te apartas.
El poema que se deja escribir sin oponerse, es sólo escritura. El que se deja leer sin
rehacerse, sólo apariencia. El que se pudo decir y enmudece entre líneas,
ese es poesía.
La poesía no es documento de nada. Pero, ante los ojos del poeta, nada puede
negar su verdad.
Estamos hechos tanto de lo que vemos como de lo que no vemos; pero más de
lo que no vemos.
P á g i n a 70 | 137
*
Me tardo en llegar; desde entonces estoy por partir. Y no obstante, en algún lugar
de mí, la poesía abre sus brazos.
El poeta camina con los pies de la realidad para entrar sin peso en el sueño.
El poema no es poesía por largo o corto, por prosaico o lírico, por estar o no
provisto de metáforas, por sujeto o no a una preceptiva métrica o por nadar a
placer en aguas del verso libre. El poema es poesía por más nada que por ésta.
.*
P á g i n a 71 | 137
2
El poeta es un fingidor. El poeta finge que no finge para poder fingir. ¡Ah! Cómo se
ha malinterpretado a Pessoa. Cómo se ha fingido para fingir que se le ha
interpretado.
Cada mañana recibo el saludo de la poesía. Esto no quiere decir que me hable a
diario.
A veces anda por ahí sin servirme una palabra. Lo sé, ya no puede evitar mi
atención.
El poeta no sólo se canta y se celebra (Whitman). Aúlla como todo lobo a su luna.
P á g i n a 72 | 137
Cuanto espero de la mudez sólo ella lo sabe.
El viejo dilema: no sólo las palabras bastan para decir; pero se apela a ellas
para decir.
Digo por ahí: “La canción olvidada desde niño y que ahora tienes en el oído”.
“Habrase visto”, escuchaba decir esto a los mayores para mostrar asombro.
Ante ella toda visión se nos hace pan en las manos, toda fijeza se nos desmiga en
los ojos.
Si te caes te levantaré, dice La Palabra. Y todo cae para que ella lo vuelva a
restituir.
P á g i n a 73 | 137
Al contrario de lo que algunos piensan, no hay boda con lo aparencial.
P á g i n a 74 | 137
La poesía que está a la mano es la de los hechos. La que va quedando en el papel,
la que invisible nos circunda. La que siempre está por escribirse, la que sigue a
los poetas hasta encontrarlos.
Digo poesía y digo vida. Su traje luminoso está hecho con hilos de ausencia
que el poeta presencia y presenta.
P á g i n a 75 | 137
P á g i n a 76 | 137
P á g i n a 77 | 137
P á g i n a 78 | 137
P á g i n a 79 | 137
P á g i n a 80 | 137
AFORISMOS SOBRE ARTE
Una cosa entendí cuando no me lo propuse. El principio del arte puede ser
no entenderlo sino sentirlo; lo demás deviene de que esto ocurra.
P á g i n a 81 | 137
A un maestro se le hace caso para luego romper con él. De nada vale que
andes pregonando que fue tu maestro. Esto te hace indigno de él e ínfimo ante lo
que deseas hacer.
P á g i n a 82 | 137
La idea de arte moderno hace años que se nos deshizo en manos, cabeza y
corazón. Pero insistimos estimulados por críticos, galerías y museos.
P á g i n a 83 | 137
P á g i n a 84 | 137
P á g i n a 85 | 137
P á g i n a 86 | 137
P á g i n a 87 | 137
P á g i n a 88 | 137
AFORISMOS SUELTOS
P á g i n a 89 | 137
El poema puede dejar afuera la egótica suficiencia del poeta; nunca a la
poesía; nunca a su desnudez.
*
P á g i n a 90 | 137
Es como dejarse caer, la conmoción es aún menor que un silbido hacia
adentro.
*
P á g i n a 91 | 137
No quiero definirlo, no puedo. No soy ni predicador ni pedagogo. Sólo
obedezco al dictado de su mudez.
Esta mañana nos saludamos el silencio y yo; todos mis gestos fueron suyos.
Por compañía su paso de tela. Por soledad su aire sin brisa. Por voz todo lo
que adentro seda, y con mano invisible lo que sobra aparta afuera.
P á g i n a 92 | 137
Su compañía es mi pan. Es él quien improvisa su orden secreto; su jazz.
Pan letrado que interrogo, no para que de inmediato responda, sino para
que me haga ir hacia adentro.
“Guarda silencio ante el Padre, y espera en él”, afirma el Salmo 37.7. Llama
a desechar mal y enojo. Así como borro estas cosas del espejo de mi conciencia,
así mismo, por él y en él, escribo en letra delgada, firme, lo que guardo y en lo que
espero. He aquí el pan.
P á g i n a 93 | 137
P á g i n a 94 | 137
P á g i n a 95 | 137
P á g i n a 96 | 137
P á g i n a 97 | 137
P á g i n a 98 | 137
DE POESÍA Y DE POETAS
1.
La poesía es un territorio plural, esencia genuina de toda creación, encuentro
en la unidad y lo diverso. Cierto que no hay mayor compromiso que el que ha de
asumir el poeta con su obra, pero cierto es también que no puede desentenderse
del anhelo de justicia que le habita como hombre. La poesía no se debe a doctrinas
o credos; su misión es otra: decir la verdad y la belleza por igual, sublimar la
profunda tragedia del ser humano escindido en una sociedad que la desestima a
ella y a sus hacedores. Sólo ella se aproxima en libertad al misterio manifiesto de la
vida.
La poesía viene del silencio y al silencio vuelve, no sin antes conmover,
primero al poeta, por súbito o aprehensión y luego a su posible lector, que en
verdad es quien rehace y hace suyo el poema. La poesía lee, expresa la vida de
manera distinta, que no es otra manera que ser fiel a su misterio. Sí, al silencio
vuelve, no sin antes insuflar espíritu a la materia, hacer más soportable la realidad
a través de la imaginación, despertar ecos y hacerlos confluir en un tono, en una
voz, convocar el milagro expresivo de lo extraordinario, escrutar la perplejidad, lo
no sabido y lo común, el pan de la cotidianidad.
Álvaro Mutis dejó dicho que “la poesía es una fértil miseria”; digamos aquí
que es la riqueza de lo invisible. Siempre recuerdo lo que Gerardo Diego postulaba
como su visión de poesía: “Creer lo que jamás veremos, eso es la Poesía”. La
equipara el poeta español a uno de los asuntos trascendentales del hombre: la Fe,
que como expresan las escrituras es tener la convicción de lo que no vemos. Más
terrenal, Juan Sánchez Peláez lo puso en un verso: “en la mayoría de los casos uno
no sabe nada”.
P á g i n a 99 | 137
Todo poema es incompleto y toda poesía insuficiente al asombro de la
creación, pero el poeta insiste y lo hace porque puede más el ansia de verdad,
confluencia de esa nada y ese todo que lo abisma. Ese no sé qué. Ese algo. Si el
poeta está consciente de esto puede alejarse de la elocuencia del ruido y acercarse
a la instantaneidad instantánea que ella le sirve, es decir, a la revelación.
2.
Lo sagrado es más que un tema de la poesía. Uno más entre muchos
podríamos decir con irreverencia, pero su condición inconmensurable nos
desmentiría. Lo sagrado, no lo religioso; lo espiritual, no lo espiritista. Y lo sagrado,
es ese siempre no saber en que nos alcanza su súbito, el ilimitado espació que
encuentra lugar en el poema, el tiempo ya no en sucesión lineal sino en la
conjunción de pasado y futuro en un presente perfecto: el que el poema escrito
prolonga en el lector. Por ello, digo, que su decir se preserva en lo inacabado, en
lo que de alguna manera queda sin decir, pero que a su vez incita a decirlo
nuevamente de otra manera. Un poeta, ha sugerido Harold Bloom, es siempre la
continuación de otro poeta que le ha precedido y el precursor de otro que vendrá.
Como digo por ahí en un poema, la poesía no se queda sola en ninguna parte.
3.
A disgusto de lo que muchos creen o afirman, la poesía no es un género
literario más. Ella es renuente a dejarse leer sólo como literatura. Repito, no, que
solamente género literario, pero sólo ella los asume, los trastoca o subvierte a
todos. A veces se mimetiza en ellos como piel otra que los desnuda de toda rigidez
que les transfunde una substancia verbal menos previsible, que les da una
expresividad múltiple, diversa como en sí es la vida. Esto ya está dicho: el poema
en prosa no es un cuento y la prosa poética no es un poema. Sólo que cuando
leemos a Ramos Sucre, la poesía lo hace posible, mueve personajes y escenarios a
voluntad y por instantes se nos da la impresión de que el poeta fuera a su vez un
dramaturgo, como si su prosodia, como si la poesía que pareciera escapársele en
función de hacer más nítido el relato, albergara un ensayo de la realidad que es lo
más cercano a un sueño que ocurre delante de nuestros ojos. Esto es poesía,
siempre algo más de lo definible.
P á g i n a 100 | 137
La poesía encuentra siempre sus propios cauces y estos son casi siempre
impredecibles, incluso en la más sencilla. Conceptualizarla es imposible, nos
impide acercarnos a su esencia. No nos pide por esto que cerremos la puerta de la
comprensión o la del entendimiento, no, lo que pide es atención al silencio donde
se origina. La poesía es libertaria y liberadora, ya dije. El poeta es arrojado a puerto
inseguro por sus tormentas interiores, en las aguas del poema encuentra o no una
respuesta, algo que puede servir o no a alguien más adelante. En poesía el punto
final nunca lo ha sido, como en música ninguna nota es conclusiva.
4.
El poeta permanece atento a sus sonidos interiores. Escucha la voz de su
instinto obrar en lo abierto. Esos latidos en el fluir de su circulación sanguínea no
son otra cosa que el dictado del silencio expresándose en él. Acalla ruidos,
ensordece la mirada para dejarlo solo con su ver, para dejar entonces que se abra
la flor de su decir. Cada cosa en los ojos del poeta se transforma, nace de nuevo,
se libra de toda cosificación, vuelve en su inmediato o posterior decir a lo que
habría sido o a lo que tal vez siempre fue si el uso no la fuera reducido a objeto.
Igualmente el paisaje, sea urbano o campestre, está allí, en su aparente ausencia
entre el ensordecedor ruido de las bocinas y la mirada desasida de los empujados
por la urgencia, o bien iluminando con su plétora de azules y verdes alcanzados
por el sol, esperando en su decir mudo, la balbuceante o intempestiva voz del
poeta.
Sugerido está, lo asiste una fidelidad interior, pero aun ésta nada es ante el
proteico rostro de la poesía. Se ve en sí confrontado por la diversidad con la que
la vida habla.
¿Cuántos rostros mientras el poeta camina o está sentado en la plaza?
Distinguibles unos entre los otros, indistinguibles unos entre los muchos; así el
poeta toma lo que apenas aprehende, así la vida, lo que mejor la dice emerge más
de lo invisible que de lo evidente; instante para él o bien, lo que a sorbos la vida le
da para que no se confunda, para que no se enseñoree de una magicidad que en
toda instancia corresponde a la poesía, a su misterio como venimos diciendo. Es
de esto que cada poeta encuentra un tono particular, no original, pero si auténtico.
Al menos en esto debe insistir dando el rigor debido al oficio que no pidió al nacer
P á g i n a 101 | 137
pero que no sabe por qué le fue confiado. Un decir, una musicalidad distinta, de
él, que aunque los temas sean siempre los mismos y tengan la edad del hombre en
la tierra, no niegue esa diversidad irreductible de la vida, aún en la brevedad, en lo
conciso.
El poeta como hombre o mujer que es, como participante de los ritos
cívicos, siempre a la sombra de la alienación, a ese descalabro que es la abyección,
librado de muchas cosas y atado de otras, debe revelarse a toda imposición, se lo
dice su condición de transgresor, de subvertidor del lenguaje, de inconforme, de
ojo avizor de la mentira y entendido en la verdad. Como animal de la pólis, que lo
es, como caído, puede llegar a ser un reaccionario, en esto puede haber matices,
pero seguirá siendo un reaccionario y es su voz la que se entorpece o sólo habla
desde una pretendida seguridad; o bien, abraza su rebeldía permanente en favor de
lo que cree sin temor al equívoco, pues su objetivo no es complacer. ¿Díganme a
cuál casa la poesía se niega a entrar?
5.
Hay poetas que confían todo a la razón, escriben una poesía en los linderos
de la ciencia y no obstante no se les fuga el alma (Valéry). La lección viene de los
simbolistas franceses, la poesía emerge incluso desde el vacío (Mallarmé). Pese a
su aparente logicidad o hermetismo, no desmerece esta poesía la materia inherente
de la poesía: el asombro. Al contrario de lo que algunos nuevos puristas de la
poesía, o de quienes profesan retaliaciones vanguardistas creen, esta poesía entraña
una permanente revelación, vigente hasta hoy, tan radical como conmovedora.
Hay otros poetas raptados por un lirismo desbordante que, sólo cuando
ocurre una detención en sus poemas, un cambio de ritmo, esto los hace saltar el
escaño de la monotonía, y cuando ocurre, por la exigente demanda que implica, no
de éstos sino de la propia poesía, vuelven al lugar donde ésta los alcanzó. ¿Qué
digo con esto? Que la poesía escribe incluso pese al poeta. Los parnasianos nos lo
hicieron ver más que sus palacios verbales. Baudelaire primero y después Rimbaud
nos ayudaron a encontrar el freno. A qué dudar que después vino gente como
Pound que nos habló en un lenguaje que ya iba adelante a oírse en la voz de la
calle.
P á g i n a 102 | 137
Hay los que encuentran filiación en el nuevo barroco. Éstos aparecen en cada siglo
y en todo lugar. Unos porque de verdad creen y han alimentado la máxima
lezamiana de que “sólo lo difícil es estimulante” y otros porque irresponsablemente
creen que eso los hace más interesantes. Esto va sólo de alerta y no es un reproche,
en poesía hay lugar para todo. Lo cierto es que, casi ilegibles, encuentran siempre
su lector. Digo casi porque ninguna poesía es ilegible siempre y cuando convoque
a un sentir que termine imponiéndose a lo deliberado, a lo puramente estético o
sintáctico: Los primeros, los que creen que lo difícil es estimulante, pese a la
dificultad que ello significa para el lector, abren siempre nuevos, imprevisibles
espacios al decir poético. Los otros se quedan en eso, en interesantes.
Hay quienes encarnan la mentira sin sujetarse la máscara, sin tener consciencia de
lo que ello implica. Ya lo dijo Pessoa: “El poeta es un fingidor”. Esto que no es
tan fácil tenerlo claro, pienso que debe entenderse en cómo se ubica el poeta, como
se ubica su decir frente a la realidad aparencial que es la verdadera mentira. Una
vez escuche a un viejo poeta popular de esos que te salen al pie de los pueblos con
su sencillez y su afán demorado por cantar, decir: “Si le mientes a la poesía te
abandona”. La poesía no pide ni da explicaciones.
6.
Hay poetas que lo son en virtud de lo que viven, leen y reflejan en su escritura.
Asombra no en ellos el horizonte cultural que despliegan ante el lector en cada
verso, asombra ese no sé qué de la poesía que se les da. ¡Cuánto conocimiento
puesto en imágenes! ¡Cuánta historia rescatada del olvido en la sola secuencia de
un párrafo! ¡Que confluencia de estilos y escuelas! Todo ello válido desde luego, la
poesía no se niega a nada y es inútil quitarle lo que ella reclama suyo. La grandeza
de Eliot, de Walcott, de Cardenal quién la niega. ¿Pero acaso están enterados sus
epígonos de que han enterrado su palabra en un museo más escritural que poético?
Algunos que en este instante detienen el sigilo de sus ojos en la línea anterior, me
dirán: Qué carajo Lautréamont casi ordena que “la poesía puede ser escrita por
todos”. ¿Y Pound no dejó dicho que había que hacer entrar todo en ella? Sí,
respondo, en cuanto a Maldoror abrió una fuente para bien, él un maldito, vea
usted como se dan las cosas en la poesía; pero el viejo, “el americano universal”,
como le llama desde un poema nuestro Juan Sánchez Peláez, siempre se puso a
resguardo del misterio, por eso, aunque sobradamente conocido, por sus errores y
P á g i n a 103 | 137
locura, no es apreciado del todo a donde llevó las posibilidades del decir poético,
tal como el mismo Sánchez Peláez lo refrenda en su poema: “...y abrirá sacos que
contienen avena, pasto,/ mucha avena, mucho pasto y mañana sin fin para/
mantenernos alimentados y despiertos a todos nosotros”. La gloria, si la hay, va a
ser siempre de la poesía, digamos que el poeta da su pasito, transgrede pese a sí
mismo.
Los hay proféticos, o bien, en cuyas escrituras la profecía se anuncia; esto
sin que para nada hagamos comparación con los escribas bíblicos. Los que
alcanzan a decir va no sustentado en alguna religiosidad particular, menos a
filiación eclesiástica, sino por una disposición a manifestar verdades profundas que
subyacen en la consciencia de los pueblos, en el consciente colectivo, manifestar
lo perdido, adelantarse de alguna manera a la historia. Los ejemplos son muchos
dentro y fuera de nuestro continente. Me detengo brevemente en el caso de
Neruda, ese gigante que sepultó tanto imitador, tanto versista de contienda, tan
amado él. Harold Bloom deja entrever que sólo Borges le hace sombra. Vallejo no
le hace sombra, ni llueve sobré él. Lo deja en la esquina anterior antes de seguir
con su pan de hambre bajo el brazo. Neruda consideraba que manifestar lo
desconocido, lo latente ahí, no era sólo una premisa, sino un deber. Esto se da no
porque el poeta se lo proponga sino porque la poesía lo elige. Proféticos son
también Los Nadaístas y El techo de la ballena, más radicales aún.
Existen aquellos que dicen más con lo que callan que con lo que dicen, como
lo afirma Rafael Cadenas. Mi experiencia lectora me ha revelado que esto que dice
el poeta de Gestiones es algo más que un dicho. Hay una recuperación del silencio
en quien se aparta de la verbosidad, por ello su contundencia apela a la contención
y halla en lo que pareciera indecible lo decible. Pero también, y de distinta manera,
podemos entender o precisar a aquellos que callan en lo que dicen. Son estos los
más extraños, los que no pululan en la república de las letras, una minoría que casi
siempre termina por apartarse, no porque se les seca la fuente, sino porque no
tienen más que decir. Atrapan en una sola palabra la mudez diciente y lo evocado
o lo invocado es sólo gesto, asomo, sesgo, y ello como se figura ante tus ojos y
busca lugar en su decir entrecortado, así desparece, inaudible, lector: En esta misma
línea, pero más diciente, nos viene a encontrar Celan, pero ya aquí tú debes
reconstruir esa fragmentación dolorosa, para hallar antes que al poeta, al ser
humano, al que posiblemente le había sido arrebatado su decir y la poesía se lo ha
devuelto.
P á g i n a 104 | 137
7.
Los hay quienes a voluntad o a conciencia se mezclan con la masa y siguen
su avance. En cambio otros se apresuran a apartarse de ella, les basta con su torre.
Los primeros dicen que la multitud habla en ellos y no al contrario; a veces suena
a falsa modestia, en otras es verdadero, está en sus versos y en su ética. Los otros
dicen que ésta los ensordece o no tiene nada que decirles más de lo que evidencia,
porque lo que se mueve en su interior es verdaderamente poesía y no al contrario,
suena a pretensión. Hay poetas más que libertarios, anarquistas y no se sujetan,
sospechosos son siempre para el poder sea cual sea éste, que los considera inútiles,
igualmente éstos, se hacen despreciables para quienes ofician la poesía como si
fuera ésta cofradía de iluminados en que priva la obediencia a un manifiesto.
Ambos, tengan o no consciencia de ello, están solos, tanto como los muchos que
no se le parecen en nada y frotan el espejo con las palabras para pasar al otro lado
y el ego se los impide. Hay un temor en unos y en otros, una valentía en unos y en
otros. A unos no le interesa o lo que a otros seduce. Otros no ven a los unos pasar
siquiera en sus versos. Eso los hace encontrarse en una esquina y no reconocer que
andan en lo mismo, aunque vengan de distinto callejón y sigan camino cada quien
por la acera que han elegido. La poesía sigue allí, luna mediante. No sólo en los
cafés o en los bares, puede en unos ojos en que cielo y tierra se juntaron como una
sola nube.
Una advertencia: Los poetas que medran alrededor del poder, indiferente de
que sus obras tengan la calidad, la factura, el rigor y el aliento como para ser
reconocidas, es triste y a veces ni te enteras que bufón usado bufón apartado es
cuando ya no les sirves. Entre nosotros son varios los casos de poetas que han ido
a pagar tras las rejas su rebelión y otros empujados al exilio. Muchos los
perseguidos y muertos a una edad temprana y lo que dejaron escrito prometía. La
época en que ocurrió, aquí, no está muy lejos de este hoy. En la historia de la poesía
universal son tantos los casos, patéticos y humillantes, inhumanos siempre para
quienes lo sufrieron. El caso de Osip Mandelstam por ejemplo que sobrevivió en
obra y vida a Stalin, el de Celan que de vuelta de los campos de concentración nazi
ya no fue el mismo y que arrebatándole sus últimos días de vida al silencio se
hundió en las pútridas aguas del Sena sin más nada que decir; o Pound, por hacer
emisiones radiales contra el imperio que se levantaba fue reducido a una jaula
primero con un potente faro de luz sobre sus ojos, encandilándolo noche y día,
por algo el castigo comenzó por su mirada y continuo con el premeditado hecho
P á g i n a 105 | 137
de apartarlo porque ya su voz era influyente; poeta que para muchos “se hizo el
loco” para no perderse en el aislamiento de esa celda y los inducidos barbitúricos
que usaron para lograrlo y que tiempo después la poesía devolvió en la admiración
de escritores como Hemingway y salta planetas como los beats. Un ejemplo de obra
consistente sin dejar de ser rebelde, contestataria son las de Caupolicán Ovalles y
Víctor Valera Mora. Este es el perro de la poesía que desde los cenáculos
académicos se apresuran a apedrear sin que nada de lo que les zumben los derribe.
Este registro es incompleto, lo va a ser siempre. Me he guiado más por
intuiciones que por precisiones. Se me convocó para hablar de este tema y creo no
haber defraudado a quienes lo hicieron de manera gentil y afectiva. Para una
provisional conclusión digo que, así como no existe una persona igual a otra, por
supuesto ningún poeta lo es a otro, pero sí son muchos los puntos de encuentro
aún en la diferencia. Es indudable que sus ecos se encuentren por gracia y
existencia de la poesía, e igualmente que ésta separe en las aguas en el devenir lo
que fue momentáneo o estuvo más sujeto a acontecimientos inmediatos que a una
creatividad libre, abierta. En verdad, no debe preocuparse el poeta si tiene o no
lector, éste aparece o no como la misma poesía y dona el poema. Tal vez sea este
el que en algún lugar de la tierra alguien se apresta a escribir.
P á g i n a 106 | 137
P á g i n a 107 | 137
P á g i n a 108 | 137
P á g i n a 109 | 137
P á g i n a 110 | 137
PENSAMIENTOS, FRASES,
NOTAS DISTRAÍDAS
P á g i n a 111 | 137
La poesía ha tenido para mí un significado altamente curativo. Claro, en un
sentido más espiritual que físico.
P á g i n a 112 | 137
Mi poesía está estrechamente ligada a mi experiencia de vida, o trata de
guardar fidelidad a ella. La enfermedad y el trato con las incidencias que implica
haberme visto expuesto a la calle, igual han hecho de sonda con otras experiencias
o temas que alimentan mi poesía. Déjame decirte que no pretendo la verdad por la
verdad y menos erigirme en juez, pues no soy un moralista a ultranza ni quiero
nada con absolutismos.
Puede haber una poesía que logra decir con pocas palabras y otra que nada
dice con muchas.
Para mí, el poema es algo orgánico, psíquico, sensible. Algo invisible que
por la palabra busca hacerse visible. Pero antes está cómo esto vive en mí, como
súbito, como conmoción, como asombro, como aprehensión, en sí, como
existencia. Tanto así que a veces escribirlo es un accidente o bien una liberación de
algo inquietante o de una misiva de placer. Quiero decir que lo normal es que el
poema se manifieste por una palabra, una frase, un verso o un fragmento que
entrañen un sentir, una visión, una revelación que llevas a una hoja en blanco de
un cuaderno o a un trozo de papel que buscaste con ansiedad y diligencia antes de
que la imagen que podía conjuntar ese todo se te escapara como arena entre los
dedos.
P á g i n a 113 | 137
*
P á g i n a 114 | 137
La poesía no acepta corsés. Diría que sí, intuiciones, aproximaciones, o
como las llamó Paz, conjunciones y disyunciones.
P á g i n a 115 | 137
La poesía aprehende la cosa y el poema la libera.
P á g i n a 116 | 137
gramatical, importante, pero no definitoria. Siempre hay hablas paralelas y para
leerlas que aparecen como caminantes al lado mientras el poema se detenga o
avance. La emoción puede salir a saludarte, pero otra cosa es que te derrames todo
en sus brazos. Puede abrirse incluso una puerta en el recorrido o puede cerrarse
otra y tendrá que consentir para que sirven las ventanas. Ciertamente, cada línea es
un paso, pero al momento que el poema se va dando no todos los pasos son en
línea recta. Ya lo dijo otro con mayor sabiduría: “Hoy no es ayer, y mañana no es
todavía”. La relectura ya es venir por otra calle a esta donde estuviste sin saber
cómo llegaste. La corrección sea la tachadura o el borrón, la sustitución o el
suprimir en la pantalla, ya no la digital sino la del sentido, es comenzar de nuevo y
a su vez estar terminando. Paso a paso.
P á g i n a 117 | 137
servido de unidad de medida, o más, “exactamente, de ‘puente’ entre varios niveles
de la realidad”. El sabio rumano enfatiza en que en el nivel de comprensión que el
hombre ha hecho de su relación con el astro, no queda por fuera su reflexión
puramente intuitiva, sostenida ésta a través de distintas épocas, y afirma Eliade que
apunta a un Todo, “pero no a un Todo abstracto, adquirido dialécticamente, sino
un Todo vivo, dramático, rítmico”. Llevado de su mano desciendo a mí propia
reflexión mirando desde un ala del techo de mi casa la redondez lunar como
borrada en el pizarrón del cielo. Ella, la que “crece, decrece y desaparece”. En su
carácter simbológico, la Luna puede representar un óbolo, un ojo entre el mundo
de abajo y el mundo de arriba, o un hoyo en la piel estelar que incide en la psiquis
o en la actividad neuronal del hombre. Yo desde mi condición de epiléptico puedo
dar fe de esto como una verdad más que intuitiva: cuando hay luna llena es como
si se acelerase el choque neuronal que desata la convulsión. Dejo de mirar el astro
y vuelvo a Eliade, no sin recordar, como si las estuviese viendo, a las líneas de
Nazca. Me detengo en esta parte del estudio: “Ciertos símbolos, como por ejemplo
la espiral, tienen vastísimas significaciones, pero su origen está siempre en algún
parecido con la luna. La espiral, que se remonta hasta el Paleolítico, encuentra la
justificación de su valor astral-simbólico en la analogía del caracol y la luna (como
el caracol, la luna aparece y desaparece, sale y retrocede) o del caracol y la vulva
(elemento lunar)”. Luz, agua, caída, fecundación, las circundantes líneas de la
espiral al que los antepasados originarios hubieron de dar nombre. En lo alto, al
subir, las nubes se dispersan. Veo fuera y dentro de mí el círculo lunar viajar al
amanecer. Lo veo conjuntar noche y día.
P á g i n a 119 | 137
haya aprendido a manejar bicicleta, a las tantas caídas de mi torpeza, a mi poca
seguridad o ninguna insistencia, sólo pueda compensarla esta imagen que se ha
quedado en mí mientras un niño montaba y pedaleaba una bicicleta allá en el
parque. Así recuerdo uno de mis deseos iniciales: la bicicleta. De adolescente una
geometría de hierro. De adulto una forma perfecta.
En poesía las palabras buscan decir lo que siempre dicen, pero de manera
distinta. Sí, buscan un ‘decir’, no el que se les impone desde el habla. Un milagro
aguarda tras cada poema que se intenta. Las imágenes las proyecta Dios en la pared
de nuestra alma. De esa manera, creo, es que el espíritu busca al poeta; para decir
en uno lo que es revelable por naturaleza. Entonces, ya en la hoja, dicen las palabras
eso que es y no es de quien escribe. Ocurre como en la oración, él quiere escuchar
de tu voz lo que ya sabe de tu corazón.
P á g i n a 120 | 137
*
Como palabra, ‘taller’ es un sustantivo masculino que significa lugar donde
se realiza un trabajo manual. Es curioso que sea un término derivado de “astilla”,
que en francés antiguo da origen a “astillero”, denominación que en lengua vulgar
viene a ser “cortar o tallar”, y que figurativamente es la acción de trabajo para la
construcción o reparación de barcos. De esto tuvieron noticia antes los griegos
quienes en la antigüedad debieron su extensión a la navegación y por ende a los
barcos. Sí, los griegos, a quienes debemos a Homero y su Odisea hasta hoy, como
ir y venir sorteando aventuras, como símbolo del tiempo. ¿Por qué doy estás
primeras líneas a lo que para mí es asunto harto conocido por los lectores? Fíjense
lo que es la palabra y su misterio más allá de su develado significado. Para
responder a un incisivo lector le digo que me tomo esto de compartir frases,
aforismos, apuntes como un ‘Taller Abierto’. O sea, esto junto a mis propias
reflexiones, viene a ser diariamente un trabajo de pulsar las teclas del móvil o
celular y vaciar en la aplicación contenidos, lo cual es como tallar y cortar piezas
para un barco (o pequeña lancha) donde sumó a otros tripulantes a lo que,
abiertamente, es una ‘aventura’ de placer en primera instancia, y de conocimiento
en paralelo; así mismo, de aceptación y rechazo para los lectores. Vuelvo, esa
‘astilla’ que salta puede ser de gusto o de disgusto; ese ‘corte’ que la embarcación
hace sobre las olas y que le permite mantenerse a flote, deriva de que ocurre cuando
hay que aclarar las opiniones o comentarios, no de imponer ideas o conceptos.
Cuando reviso cuál es la diferencia entre un curso y un taller, encuentro una posible
respuesta no mediatizante sino mediadora. No me importa la cantidad de
tripulantes, pues no invito a un tour; me importa en verdad que el ‘taller abierto’
sea para unos pocos una conversación atenta, cercana, respetuosa del uno por el
otro. El que desee lanzar la red espere su pesca.
P á g i n a 121 | 137
FINIS CORONAT OPUS
P á g i n a 122 | 137
P á g i n a 123 | 137
Gracias a todos los amigos que han pasado por aquí y han
leído y compartido mis publicaciones. Las “Cápsulas” se agotaron
y no las venden así sea con récipe facultativo. Igual, sin
POSTLUDIO, finalizamos. Apareció un editor sin tener que
dejar los muñones de los dedos en puertas que no se abren sino
das algo a cambio. Desde hoy estoy sinceramente agradecido con
Franklin Fernández. Les abrazo.
César Seco.
P á g i n a 124 | 137
P á g i n a 125 | 137
CÉSAR SECO
(Coro, Venezuela, 1959)
FRANKLIN FERNÁNDEZ
(Caracas, Venezuela, 1973)
CONTACTO:
[email protected]
[email protected]
[email protected]
0426-7825059 / 0424-8804213 / 0414-8458535
Instagram: @franklin_jose_fernandez
P á g i n a 127 | 137
P á g i n a 128 | 137
INDICE
P á g i n a 129 | 137
P á g i n a 130 | 137
P á g i n a 131 | 137
PAPYRUS
P á g i n a 132 | 137
P á g i n a 133 | 137
P á g i n a 134 | 137
“Cápsulas y otros aforismos”
Compilación, entrevista y diseño
de Franklin Fernández ©
Aforismos de César Seco ©
En Puerto La Cruz, a los 12 días
del mes de Noviembre del año 2024
(Versión digital)
P á g i n a 135 | 137
P á g i n a 136 | 137
CÉSAR SECO. Coro, Venezuela, 1959.
Poeta, ensayista, bibliotecario. Autor de una
reconocida obra poética: El laurel y la piedra
(1991), Árbol sorprendido (1995), Oscuro ilumina
(1999), Mantis (2004), y El Viaje de los
Argonautas (2005), reunida en la antología
Lámpara y silencio (2006), publicada por Monte
Ávila Editores Latinoamericana.
Posteriormente publicó El poeta de hoy día (2013)
y La playa de los ciegos (2014). Autor también de
los libros de ensayos: Transpoética (2008) y El
hacha flotante (2017), y el de relatos: Los colores del
cielo (2013). Premio II Bienal de Literatura
“Ramón Palomares” y de varios premios
regionales y nacionales. Ha participado en
diferentes eventos internacionales, entre estos
el Festival Mundial de Poesía de Medellín
(Colombia), la Fiesta Internacional de Poesía de
Porto de Galinhas (Brasil), y la Feria
Internacional del Libro de La Habana (Cuba).
Fue miembro del consejo de redacción de las
revistas IMAGEN y POESÍA. Fundador y
director de la revista OIKOS, Premio Nacional
del Libro, mención publicaciones periódicas
(2004). Fundador de la Casa de la Poesía
“Rafael José Álvarez y de la Bienal de Literatura
“Elías David Curiel”. Su poesía ha sido
traducida al inglés, al italiano, al portugués, al
árabe y al catalán.
P á g i n a 137 | 137