Atentado Gaspar de Haro
Atentado Gaspar de Haro
Atentado Gaspar de Haro
RESUMEN:
El atentado fallido del 14 de febrero de 1662 contra la familia real en el Coliseo del Buen
Retiro, constituye una de las mayores incógnitas del final del reinado de Felipe IV. Un juego de
acusaciones que quedaron registradas en el manuscrito 2.280 de la Biblioteca Nacional, y en las
que se perciben los celos entre distintas facciones cortesanas, acabando con la no muy clara
culpabilidad y posterior condena de don Gaspar de Haro, marqués de Heliche, y su alejamiento
casi total de los puestos de poder en la Corte durante el resto de su vida. A través del
mencionado manuscrito se irán repasando el juicio y sus contradicciones.
Palabras claves: atentado, Felipe IV, Buen Retiro, Gaspar de Haro, Corte, juicio.
The gunpowder, the poison and the slaves: The attack of 1662 in
The Buen Retiro and the end of the political career of Gaspar de
Haro in the Court
ABSTRACT:
The failed attack of February, 14th 1662 to the royal family in the Coliseum of the Buen Retiro,
is one of the biggest uncertainties during the reign of Philip IV. A game of accusations that was
registered in the manuscript 2,280 of the National Library of Spain reveals the jealousy between
the different courtesans factions, ending with a not so clear culpability and following judgment
of don Gaspar de Haro, Marquis of Heliche, and his almost total removal of positions of power
in the Court for the rest of his life. Through the above-mentioned manuscript we will review the
judgement and its contradictions.
Keywords: attack, Philip IV, Buen Retiro, Gaspar de Haro, Court, judgement.
116
La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
L
a muerte del Valido de Felipe IV don Luis de Haro, en 1661, dejó en una
situación terrible a sus «hechuras» y familiares; mientras don Fernando
de Borja se convertía en caballerizo mayor y el duque de Medina de las
Torres ocupaba su puesto en el Buen Retiro, don Gaspar de Haro, hijo de
don Luis y marqués de Heliche, veía frustradas sus aspiraciones al valimiento, a pesar
de que, gracias al testamento de su padre, heredaba multitud de cargos, títulos y bienes 1.
Por ello, ya como marqués del Carpio, amenazó con retirarse a sus estados, sobre todo
por la envidia hacia el acaparamiento por parte de Medina de las Torres de la
organización de los próximos eventos teatrales2.
No obstante, otros autores como Barrionuevo achacaban la pérdida de la estima
del Rey al «extravío» de una pintura de la colección de don Luis que le había dejado al
monarca3, que podría ser Nuestra Señora con el Niño y San José, de Rafael4. No sería
esta la única vez que Felipe IV echaba de menos alguna pintura, ya que don Gaspar,
molesto por su sustitución como alcaide del Buen Retiro, sacó varias obras y objetos de
cierto valor5.
Como bien afirma el profesor Álvarez-Ossorio, tras la muerte de don Luis de
Haro, la estrategia cortesana de los hijos de éste y de Medina de las Torres fue muy
diferente, siendo casi insostenible la situación de los Haro por los recelos tanto de sus
parientes como de la facción imperial a una sucesión de cualquiera de ellos en el
valimiento6.
Ya en 1659, con la derrota de don Luis en la batalla de Elvas, se tambalearon los
cimientos del poder de los Guzmán-Haro, llegando a componerse una sátira sobre el
suceso, en la que el pueblo decía de él: «Falso, opulento y huido, / engañado,
engañador, / sin valor siendo valido, […]»7, caso similar al de otros valimientos, como
1
Archivo General de Simancas, CCA, DIV, 37, 48.
2
Alistair Malcolm, Don Luis de Haro and the Political Elite of the Spanish Monarchy in the Mid-
Seventeenth Century, tesis doctoral inédita, London, University of Oxford, 1999, p. 273. (Agradezco al
autor haberme facilitado una copia).
3
Jerónimo de Barrionuevo, Avisos del Madrid de los Austrias y otras noticias, Madrid, Castalia,
1996, p. 140.
4
Leticia de Frutos, El templo de la fama. Alegoría del marqués del Carpio, Madrid, Fundación Arte
Hispánico, 2009, p. 62.
5
Ibíd., p. 61.
6
Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, «La sombra de Haro. Memoria de linaje y espejo de
valimiento (1665-1677», en El mundo de un valido. Don Luis de Haro y su entorno, 1643-1661, ed.
Rafael Valladares, Madrid, Marcial Pons, 2016, pp. 384 y 386.
7
Paola Elia y José Luis Ocasar, Sátira política en el siglo XVII: El engaño en la victoria, Madrid,
Actas, 1996, p. 60.
117
Alberto Martín Monge
8
Miguel Avilés, Sueños ficticios y lucha ideológica en el Siglo de Oro, Madrid, Editora Nacional, 1981,
p. 274.
9
Joaquín Pérez Villanueva, Felipe IV y Luisa Enríquez Manrique de Lara, condesa de Paredes de
Nava. Un epistolario inédito, Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1986, p.
313.
10
María Asunción Flórez Asensio, «La Alcaidía del Buen Retiro y los festejos reales», Anales del
Instituto de Estudios Madrileños, Madrid, CSIC, 2006, XLVI, p. 77.
11
Biblioteca Nacional de España (en adelante, BNE), mss. 10410, f. 101r.
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La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
Era el carnaval de 1662 y se iba a representar para Felipe IV y su familia El hijo del Sol,
Faetón, de Calderón, un 14 de febrero14; sin embargo, sobre el tablado del Coliseo del
Buen Retiro aparecieron tres papelones de pólvora, según Barrionuevo «divididos a
trechos con sus seguidoras de pólvora de papel a papel […] y una cuerda encendida que
el cabo venía a rematar en el primer papel»; según Gaspar de Sobremonte, enviado por
el Rey para investigar el hecho, que deja constancia de todo el proceso judicial en el
manuscrito 2.280 de la Biblioteca Nacional y en que basaremos gran parte del presente
artículo15, habría «una cantidad de pólvora como media libra o tres cuarterones poco
más o menos, y en el principio de la dicha pólvora, por la parte superior, se halló un
palo de madera de pino […] y en el dicho palo se hallaron unas señales negras torcidas
12
R. A. Stradling, «A Spanish Statesman of Appeasement: Medina de las Torres and Spanish Policy,
1639-1670», The Historical Journal, 19:1, 1976, p. 7.
13
BNE, mss. 7526, f. 142.
14
N. D. Shergold, A History of the Spanish stage: from Medieval times until the end of the
Seventeenth century, London, Oxford University Press, 1967, p. 325.
15
A pesar de no ser un documento completo sobre el hecho, y existen varios más en el Archivo de la Casa
Ducal de Alba, en el Archivo Histórico Nacional, o incluso en la Relación de los sucesos ocurridos en
España en 1661 y cinco primeros meses de 1662 (fechado en 22 de junio de 1662), se ha escogido este
porque es el que explica claramente la postura de Gaspar de Sobremonte y, por consiguiente, de los
detractores del marqués de Heliche, cuya caída en desgracia a raíz de este suceso pretende ser el núcleo
del presente trabajo.
119
Alberto Martín Monge
como de fuego de mecha»16. Por suerte no llegó a quemar el último papel, evitando la
explosión.
El Coliseo se hallaba en el piso principal del palacio del Buen Retiro, junto al
Casón y a los Salones de Máscaras y de Reinos. De él dirá Robert Bargrave, viajero
inglés que visitó Madrid pocos años antes, que era «un teatro bizarramente arreglado al
efecto, equipado con diversas máquinas, escenarios y raros decorados»; sin embargo,
fue una de las construcciones más baratas del palacio, costando 23.500 ducados17. Obras
ya clásicas como la de Deleito y Piñuela, también tocan el teatro del Buen Retiro,
destacando la impresión que suscitaba en los viajeros extranjeros como Bertaut y
Madame d’Aulnoy, a pesar de no ser un lugar tan monumental como cabría esperar18.
En 1658, don Gaspar fue nombrado alcaide de la Real Casa del Buen Retiro19,
habiéndose encargado hasta la fecha, sobre todo, de la dirección del Teatro de Corte.
Heliche fue el introductor de la gran escenografía, llegando a decir Bances Candamo en
su Theatro de los theatros de los passados y presentes siglos, que « […] el Marqués de
Heliche fue el primero que mandó delinear mutaciones y fingir máquinas y
apariencias»20, de ahí la importancia del Coliseo al ser imposible la representación de
estas imponentes obras en los corrales21.
Volviendo al suceso, ningún carpintero pareció saber mucho, ya que todos decían
lo mismo, que Francisco Collado, oficial de carpintería del Coliseo, fue a «la parte del
teatro que estaba junto al nicho donde parecía el mar fingido en la comedia de [P]sique
y Cupido»22 y que allí encontró todo el cuerpo del delito, y que el veedor se llevó las
pruebas al duque de San Lúcar, Gaspar Dávila Mexía y Felípez de Guzmán. La pólvora,
según los expertos que testificaron, era de una calidad extraordinaria y que no podía
encontrarse en los estancos.
16
BNE, mss. 2280, ff. 1v-2r. (Se ha intentado transcribir las partes del manuscrito a la paleografía actual
para hacer más accesible su lectura, aunque el original no presenta grandes problemas).
17
Jonathan Brown y J. H. Elliott, Un palacio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV,
Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 107 y 114.
18
José Deleito y Piñuela, El rey se divierte, Madrid, Alianza Editorial, 2006, p. 235.
19
María Asunción Flórez Asensio, art. cit., pp. 72 y 74.
20
Sebastian Neumeister, «Visualización encantadora: las comedias fantásticas de Calderón», en Teatro
calderoniano sobre el tablado: Calderón y su puesta en escena a través de los siglos, ed. Manfred Tietz,
Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 2003, p. 346.
21
Ignacio Arellano, «El Teatro de Corte y Calderón», en Atti della tavola rotonda sulla singolarità
storica e estetica di La Púrpura de la Rosa di Calderón de la Barca, ed. María Luisa Tobar, Messina,
Armando Siciliano Editore, 2000, p. 41.
22
BNE, mss. 2280, ff. 4v-5r.
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La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
Supuestamente, Heliche había pagado a un alcaide para que matase a uno de los
testigos, un turco llamado Ibas (caso que trataremos más adelante), al que otro de los
testigos, Francisco Becerra, pone en el punto de mira de Gaspar de Sobremonte al
comentar que trabaja para un tal Mateo, Alguacil Mayor de la Villa de Madrid, y
«aunque no conoce de vista al dicho esclavo, tiene entendido que es un hombre de
malas manos», dando otro giro a la investigación aludiendo al hecho de ser vistos,
alguacil mayor y turco, por José Vasco, «maestro arbolero», entrando con capa y
sombrero por la puerta de la arboleda el lunes 13 de febrero23, un día antes del fallido
atentado.
El turco finalmente resultó ser un criado de Heliche, ya que el alguacil mayor
admitió que hacía tiempo que no lo tenía a su servicio personal, declarando en el juicio
que había ido al Buen Retiro para buscar unas tortas para el marqués, su señor, que se
encontraba en su residencia de San Joaquín24. El guarda mayor Antonio Rivera también
había declarado que se había visto a Ibas con capa y sombrero en la casa de Pedro de
Villarreal, despensero del Retiro, el 12 de febrero25.
Para comprender la relación automática que se hace de don Gaspar con estos
«esclavos», tenemos que remitirnos a la existencia de una casa de esclavos propiedad
del marqués en la que, según el holandés Huygens, a su paso por España en los años
1660 y 1661, habría más de cien26. Asimismo, José Félix Barreda, en 1657, en su
relación de las fiestas por el nacimiento del príncipe Felipe Próspero, también hace
mención de la participación en una de las mojigangas de unos «Morillos del Marqués de
Liche que iban en un carro de bueyes con sonaxas, panderos […] y detrás dos diablillos
en dos borricos»27, por lo que era notorio el vínculo del marqués con esta práctica.
23
Ibídem, f. 6r.
24
Leticia de Frutos, op. cit., p. 62.
25
BNE, mss. 2280, ff. 8v-9r.
26
Maurits Ebben, Un holandés en la España de Felipe IV. Diario del viaje de Lodewijck Huygens (1660-
1661), Madrid, Fundación Carlos de Amberes-Doce Calles, 2010, p. 221.
27
María Cristina Sánchez Alonso, Impresos de los siglos xvi y xvii de temática madrileña, Madrid,
CSIC, 1981, p. 316. Hace referencia a la obra de José Félix Barreda, Relación verdadera, en que se
declara, y da cuenta de la salida de su Magestad… a dar las gracias à la Soberana Virgen de Atocha,
por el feliz sucesso de la Reyna… y el Nacimiento del Príncipe de España […], Madrid, Joseph
Fernández de Buendía, 1657.
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Alberto Martín Monge
Entran en juego otros cómitres o alguaciles del Buen Retiro, al declarar el «maestro
arbolero» y Francisco de Seseña, guarda del Real Sitio, que el alguacil mayor y otros
cuatro alguaciles actuaban de forma extraña los días previos al atentado. Al parecer, uno
de ellos, Oliver Paradis, había sido encarcelado por orden del duque de Sanlúcar,
habiéndose enfadado y diciendo que el duque «se lo había de pagar», y habiendo oído
de Antonio Rivera, guarda mayor, que Paradis fue a pedir perdón al duque de Sanlúcar
porque había sido despedido, echándose incluso a sus pies. Gaspar de Sobremonte
dictamina auto de prisión y embargo de bienes para el esclavo Ibas y los alguaciles 28, ya
que se añadieron los testimonios de otras testigos como doña Catalina de Zúñiga,
madrastra del guarda mayor, y Fabiana Hidalgo, su mujer, las cuales admitieron haber
visto a caballo a Oliver Paradis junto a otro hombre diciendo que iba a prender fuego al
Real Sitio29.
El veedor Melchor de Alvear dice que fue con Pedro de Villarreal y Juan
Fernández a la posada de Paradis y entraron a pesar de estar cerrada, encontrando solo
la cama vacía y varias cosas de valor. El propio Gaspar de Sobremonte visitó la posada
«y se halló una escalera de nueve pasos»30, por lo que podría haber superado con ella
una de las tapias de acceso vedado al Real Sitio. Tras esto, se llega a un pequeño punto
muerto y se emite un bando el 20 de febrero pidiendo la colaboración de todos los
vecinos y forasteros de la Monarquía, recompensando con 10 doblones de oro a los
informantes y con 500 a los cómplices del delito31.
Al día siguiente, 21 de febrero, se interroga a Andrés Duarte, oficial de libros de
la llevaduría, declarando que el día antes del incendio se encontró con Oliver Paradis y
le dijo que «se iba a Barcelona a embarcarse para su tierra porque había muerto su padre
[e] iba a casa [de] una hermana y [a] cuidar de su hacienda»32. A continuación aparece
una cosa extraña, ya que el interrogado admite que Paradis y unos amigos fueron
acompañados por Heliche «sin decir el nombre» y que habían ido al barrio de los
Valientes «sin decir a dónde». Inquietante, cuando menos, que Sobremonte dilucide que
28
BNE, mss. 2280, ff. 7r-8r.
29
Ibíd., f. 9v.
30
Ibíd., f. 12v.
31
Ibíd., f. 14r.
32
Ibíd., f. 15r.
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carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
se trata del marqués de quien habla este sirviente del Buen Retiro, puesto que no
especifica por qué llega a esa conclusión.
De momento se quedará en stand by el tema de Oliver Paradis y se centrará la
investigación en otras informaciones.
el último que salió fue este testigo y cerró la puerta del dicho Coliseo con la llave
que tiene de don Antonio María, sacerdote e ingeniero del dicho Real Sitio, la cual
dicha llave quedó en poder de este testigo porque el dicho ingeniero le encargó que
madrugase mucho35.
33
Manuel de San José, «Arte de lo bueno y de lo justo, para la causa que motivó la prisión del Marqués
del Carpio, Duque de Montoro», Semanario Erudito, 19, 1789, pp. 274-290.
34
A. Paz y Meliá, «Causa del marqués de Liche, por tentativa de incendio y envenenamiento», La
Ilustración Española y Americana, 18, 1904, pp. 291 y 294.
35
BNE, mss. 2280, ff. 2v-3r.
36
Ibíd., f. 8v.
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Alberto Martín Monge
hicieron por orden del marqués de Heliche para que no entrasen por ellas los que tenían
llaves del Rey»37.
Don Gaspar de Haro entraba de lleno en las pesquisas de Sobremonte. Sus llaves
abrirían las tres puertas que dan al patio que divide el casón y el Coliseo más otras tres
del mismo casón, y, aunque se necesita una llave del Rey para acceder a las otras, hay
una tapia, mencionada anteriormente, que permitiría eludir esta puerta y que presentaba
ciertos agujeros que podrían haber facilitado su traspaso. El aparejador dijo que en la
tapia se habían construido unos mechinales antes del incendio y que ya estaban
cerrados38. Sin embargo, el conserje Goetens, da cuenta de que Heliche había entregado
sus llaves cuando dejó la alcaidía39.
No será la primera vez que Heliche tenga algún problema con llaves, ya que años
después no entregaría al sumiller de corps las que le correspondían como gentilhombre
de cámara, como debían hacer todos los que concluían su ejercicio, no siendo
encontradas siquiera por el duque del Infantado en 1687 tras sustituirle, a la muerte del
marqués, como virrey de Nápoles40.
37
Ibíd., ff. 10r-10v.
38
Ibíd., ff. 11r-11v.
39
Ibíd., f. 16v.
40
Santiago Martínez Hernández, «La cámara del Rey durante el reinado de Felipe IV: facciones,
grupos de poder y avatares del valimiento (1621-1661)», en El mundo de un valido. Don Luis de Haro y
su entorno, 1643-1661, ed. Rafael Valladares, Madrid, Marcial Pons, 2016, p. 60.
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carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
esperaba el alcaide al marqués en la celda, notó que había sangre de gallina o pato. El
marqués le metió veneno en el bolsillo, rehusando el alcaide y advirtiéndole el marqués
que «dependerá de él su honra y sosiego y de los de su casa»; se trataba de lo que debía
comer el turco Ibas, que estaba preso, y era de importancia que se cerciorase de la
muerte de este «dándole veneno o ahogándole contra alguna reja y dejándole colgado
como que él se había colgado o ahorcado»41. Posteriormente tenía que seguir las
instrucciones que le diera Heliche a través del paje en la iglesia de Santa Cruz, debiendo
quemar los papeles que se le dieran.
Finalmente, el alcaide Florián acudió a Diego Espejo, quien fue a ver al duque de
Sanlúcar en un carro y le contó lo sucedido. El duque convino en que siguiera con la
farsa y se reuniera con el marqués; se reunieron en la iglesia de San Martín, diciendo el
alcaide que no tenía novedades, abrazándole el marqués y diciéndole al oído que
dependía de ello su futuro. Los doctores Bravo y Alba dictaminaron que el veneno era
mortal y era el llamado «yerba ballestera»42.
Importante para este proceso fue la querella del fiscal Antonio de Bidania y
Lazárraga contra Heliche, que básicamente sigue la línea de Sobremonte. El fiscal
apuntaba a que el marqués era «culpado porque aviendo cessado su alcaidía de dicho
sitio [Buen Retiro], y debi[endo] entregar todas las llaves de él, no lo ha hecho así»,
negándole su libertad por haber confesado extrajudicialmente tanto la preparación del
incendio como el intento de asesinato del esclavo Ibas, para lo cual contaba con el
testimonio del alcaide Florián González (éste había afirmado que Heliche le había
mandado que «le ahogase y dijese que se había ahorcado» o que usase un veneno que
había mandado junto a un paje). Finalmente, acaba con la petición al Rey de que el
marqués «sea condenado en las mayores y más graves penas en que, según derecho y
leyes de estos Reinos, ha incurrido por estos delitos que se ejecutan en su persona y
bienes»43.
A este respecto de la acusación de Bidania, se refiere también Felipe Vidales, que
ha tratado el fallido atentado en su tesis doctoral, donde demuestra el interés de este
41
BNE, mss. 2280, ff. 19v-20r.
42
Ibíd., f. 23v.
43
Biblioteca del Hospital Real (Universidad de Granada), BHR/A-031-130 (41), ff. 254-258.
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Alberto Martín Monge
fiscal por dar un castigo ejemplar a Heliche a través de las declaraciones de los mismos
falsos testigos, que contrarrestaban a los que proporcionaba la defensa del marqués44.
44
Felipe Vidales del Castillo, El VII Marqués del Carpio y las letras, tesis doctoral inédita, Madrid,
Universidad Complutense de Madrid, 2016, pp. 111-114.
45
BNE, mss. 2280, f. 35v.
46
Ibíd., ff. 25v-26r.
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Alberto Martín Monge
alguacil, Sebastián de Moya, y reiteró todo el tema del supuesto «negocio» del veneno
con Heliche que ya se mencionó anteriormente51. Parece curioso que durante varias
hojas se dedique Gaspar de Sobremonte a casi copiar la declaración del alcaide Florián
pero en palabras de Diego Espejo; o decían la verdad o todo formaba parte de una
intriga contra Heliche.
Lo que sí que aparece en el supuesto testimonio de Diego Espejo es que oyó que
don Gaspar de Haro había fabricado él mismo el veneno «y que le había salido mal,
pero que no se acostaría aquella noche sin refinarlo»52. Que el día 12 estaría esperando
Heliche la respuesta del alcaide y el veneno en la puerta del Colegio Imperial «que sale
a la calle que llaman de la compañía»53, pero reaparecen las contradicciones sobre
lugares y los datos demasiado precisos para no estar guionizados y ser de oídas.
Lo que sigue es prácticamente una repetición de testimonios, por lo que
pasaremos a los alegatos de los abogados defensores, donde se explican y desmienten
las acusaciones anteriormente expuestas.
51
Ibíd., ff. 29v-30r.
52
Ibíd., f. 33v.
53
Ibíd., f. 34r.
54
Ibíd., ff. 89v y 91r.
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llaves del Rey «y en particular por el cuarto del teniente de alcaide que ocupaba don
Diego Espejo»55. Asimismo56, alega que el único testigo habría sido el carpintero
Francisco Collado, cuyo testimonio fue totalmente contradictorio y prácticamente
probaría que él mismo es el principal sospechoso, ya que fue él el último en salir del
Coliseo y tuvo las llaves que lo abrían la noche de autos. Don Diego Espejo contradiría,
de igual modo, la versión de Francisco Collado, al decir que fue él el que dio la orden de
mantener las llaves en su poder para abrir a primera hora de la mañana el Coliseo;
pasará igual en las discordancias con el peón que le acompañaba cuando hizo el
hallazgo.
¿Otra prueba más de que las declaraciones estarían orquestadas por algún
personaje con gran interés en hundir a Heliche? Hasta ahora todo se basará en
suposiciones y acusaciones infundadas, incluyendo la acusación del fiscal con respecto
a la pertenencia de la llave del Real Sitio que, aun si fuera cierto, resultaría inaccesible
el tablado, además de que tenían llaves multitud de personas.
El abogado ve claro indicio de manipulación en los tres testigos que contaron
haber escuchado en palacio y en San Felipe que el marqués habría confesado el delito a
don Juan de Góngora, ya que ni siquiera eran vecinos de Madrid y ninguno de ellos
aporta datos sobre quiénes son, salvo uno de ellos que dice ser criado de un marqués.
Heliche jamás lo confesó, por lo que ésta prueba debería quedar invalidada según Mateo
Pérez. Ni siquiera el esclavo Ibas tenía clara su confesión, pese a haber recibido severo
tormento. El tema del alcaide Florián González sería otro de esos puntos en los que el
abogado ve falsedad intencionada. Por todo ello, la defensa de Heliche y su familia
consiguen de Felipe IV el apartamiento de Sobremonte como juez del caso57
Finaliza Mateo Pérez del Castillo aludiendo a los títulos y servicios del marqués a
Felipe IV, y pidiendo su absolución por no existir pruebas contra él y contando con su
enfermedad como atenuante para su libertad.
Para entender la solicitud de libertad por enfermedad, debemos remitirnos a
distintos testimonios, como los que alude el marqués de Osera, aragonés que estuvo en
la Corte entre 1657 y 1659, cuando dice: «hice la ceremonia de dejarme ver de Eliche,
55
Ibíd., f. 92r.
56
La respuesta del abogado de Heliche contra la acusación del fiscal engloba los folios 61v-74r.
57
Felipe Vidales del Castillo, op. cit., pp. 109-110.
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Alberto Martín Monge
que siempre está enfermo»58, y «he oído continúa siempre su indisposición»59. También
decía que solía visitar los baños por su mala salud, levantándose tarde, alrededor de las
once60. Gregorio Marañón apunta que el carácter impulsivo y frenético de Heliche podía
deberse a la epilepsia, heredada del Conde Duque y este, a su vez, de su padre 61. Por
Barrionuevo conocemos muchas de estas noticias sobre sus enfermedades, a las que las
malas lenguas achacaban a hechizos, «otros hablan [que] son espíritus, y le conjuran en
secreto»62, bromeando en 1657 al decir el cronista que la enfermedad «se le torna en
encoger el brazo»63 y «los Reyes se solazan en la galera el día que no le da la cuartana a
Liche»64.
El propio don Gaspar, ya en 1680, comentaba uno de sus periodos de enfermedad
a don Antonio de Mendoza, marqués de Villagarcía: «[de] la causa del impedimento
quedo libre, aunque no todavía reparado de las medicinas»65. Incluso Vicente Colens,
secretario de Villagarcía, en su correspondencia con Heliche, le habla de un aceite que
le ha dado un romano para curar sus achaques66.
El caso continúa, y la defensa de Oliver Paradis corrió a cargo de Francisco de
Eguilaz67, que comienza pidiendo la absoluta puesta en libertad de su cliente, alegando
que «en este caso no consta del verdadero cuerpo de delito» y que, al ser el carpintero
Francisco Collado el único testigo que encontró la pólvora, los testimonios posteriores
estarían ciertamente viciados, como habría también defendido el abogado de Heliche.
Lo segundo que dice es que el carpintero debió ser el último en abandonar el Coliseo a
las cuatro de la tarde del 13 de febrero, quedándose con las llaves, y el primero en
volver a la mañana del día 14, supuestamente a recoger instrumentos por orden del
ingeniero, lo que se contradice con Diego Espejo, el cual había testificado que fue por
orden suya. Según el abogado, el carpintero sería más sospechoso por todo esto que su
58
Santiago Martínez Hernández, Escribir la Corte de Felipe IV. El diario del marqués de Osera,
1657-1659, Madrid, Doce Calles-CEEH-Fundación Cultural de la Nobleza Española, 2013, p. 696.
59
Ibíd., p. 701.
60
Ibíd., p. 97.
61
Gregorio MARAÑÓN, Obras Completas, Biografías, Madrid, Espasa-Calpe, 1976, V, p. 880.
62
Jerónimo de Barrionuevo, op. cit., pp. 143 y 280.
63
Ibíd., p. 299.
64
Ibíd., p. 182.
65
BNE, mss. 7946, f. 218.
66
Leticia de Frutos, Cartas del navegar pintoresco. Correspondencia de pinturas en Venecia, Madrid,
Antonio Machado Libros, 2011, p. 70.
67
La defensa de Oliver Paradis abarca los folios 78v-89r del presente manuscrito 2280 de la BNE.
130
La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
cliente. Prácticamente asistimos a la misma línea de defensa que había llevado a cabo
Mateo Pérez para el marqués.
Lo siguiente que expone Francisco de Eguilaz es que no se conservó
correctamente el escenario del delito, y vuelve a poner en el punto de mira al carpintero
Collado y parece insinuar que la acusación contra su cliente puede ser intencionada, al
decir que se basa en supuestos inciertos, vagos y remotos, poniendo el ejemplo de los
testimonios que le acusaban de haber amenazado con incendiar el Retiro, siendo estos
no probados. A lo que prosigue recalcando las incoherencias en las declaraciones de
ciertos testigos, como pasaba en el caso de Florián González en la acusación contra
Heliche, ya que el «maestro arbolero» José Vasco solo testifica por lo que oyó de
Francisco Collado, siendo incompatible con la declaración de Francisco de Serena, el
cual solo había oído al guarda mayor Antonio de Rivera decir que Oliver Paradis
simplemente bajó triste, y no desairado, del despacho del duque de Sanlúcar tras su
despido.
El abogado también ve contradicciones en los testimonios de Juan de Málaga,
antiguo esclavo de Heliche, y de Dominguillo de Vas, así como reitera el tema de que
los testigos solo son de oídas, en referencia a Fabiana Hidalgo y a Catalina de Zúñiga,
contando que ésta última dio marcha atrás en sus declaraciones al admitir que en
realidad no escuchó nada acerca de las amenazas de Oliver Paradis. Ante esto, vuelve a
reafirmar la imposibilidad de que su acusado, en virtud del respeto que tenía a sus
superiores, tuviese parte en el atentado o siquiera pensara en provocarlo, así como que
no tenía ningún tipo de acceso al lugar por carecer de «llaves particulares» en ese
momento y «siendo tantas las personas que tienen llaves semejantes y más oportuna y
fácil ocasión para haberse introducido en dicho sitio».
El argumento de De Eguilaz no es para nada descabellado, ya que el acceso al
tablado del Coliseo y sus inmediaciones no estaba tan restringido como parecía en un
principio y, sin embargo, ni Sobremonte ni el fiscal ni ninguno de los jueces pone en el
punto de mira a otras personas que, como Francisco Collado, no dieron apenas
explicaciones y las que daban resultaban discordantes. El veedor don Melchor de Alvear
fue otro de los personajes siniestros de esta causa, ya que, como sentencia el abogado,
su visita a la posada fue «con conato de descubrir alguna culpa de mi cliente» y no
131
Alberto Martín Monge
68
Comprende los folios 74r-78v del manuscrito 2.280 de la BNE.
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La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
obstante, hay que recordar que las redes cortesanas de Heliche no eran las mismas que
en la década anterior, cuando el marqués de Osera admite que su poder es tal que «si
Eliche pasa por Zaragoza y la ciudad hace bien esta instancia, ha de ser más útil que si
se la hiciera al Rey»69, pasando por sus aposentos todos los personajes influyentes como
el duque de Alba, el marqués de los Balbases o el Almirante de Castilla; aunque, como
vimos anteriormente, 1659 y la derrota de don Luis en Elvas constituyó un punto y
aparte en el poder palatino de los Haro.
Heliche pidió ayuda a don Juan de Góngora, presidente del Consejo de Hacienda, quien
fue a ver al conde de Castrillo para buscar remedio; éste buscó al secretario don Luis de
Oyanguren, pero ya era demasiado tarde y Heliche se dirigía preso al castillo de la
Alameda de Osuna70. Ya en prisión el marqués, don Luis de Oyanguren intentó al
menos aliviar su incomodidad dentro de ella, pidiendo el 26 de febrero que se le dejase
al menos pasear “por el castillo con los cuatro guardas de visita”71.
Comenzó una lucha política en la Corte; la facción de Haro, entre los que se
encontraban su hermano el conde de Monterrey, Castrillo, como vimos antes, y
Medinaceli intentaron interceder por él ante Felipe IV72. El conde de Castrillo estaba
dispuesto a dejar su cargo de presidente del Consejo de Castilla; el conde de Monterrey
ya había ocupado ad interim las alcaidías de El Pardo, la Zarzuela y Valsaín que
pertenecían a su hermano; y Medinaceli, a la espera de acontecimientos, había mandado
a su hija, y esposa de don Gaspar, a vivir con la duquesa de Lerma73.
El propio monarca había mostrado su enfado al enterarse de que el marqués estaba
presuntamente detrás del incendio, a lo que
69
Santiago Martínez Hernández, op. cit., p. 410.
70
Jenónimo de Barrionuevo, op. cit., pp. 209-210. Carta de J. de Aguilar a J. de Estanya, 5 de marzo
de1662.
71
BNE, mss. 2280, f. 59r.
72
Leticia de Frutos, op. cit., p. 63.
73
Ibíd., p. 64.
133
Alberto Martín Monge
los gentil hombres de cam[ar]a questauan de guarda […]: Juro por el alto
Dios que desta bez an de tener fin estas cosas… 74.
74
María Asunción Flórez Asensio, «El marqués de Liche: Alcaide del Buen Retiro y
“Superintendente” de los Festejos Reales», Anales de Historia del Arte, 20, 2010, p. 175.
75
BNE, mss. 2280, f. 95r.
76
Ibíd., ff. 95v-96r.
77
Ibíd., f. 94r.
78
David García Cueto, Seicento boloñés y Siglo de Oro español: El arte, la época, los protagonistas,
Madrid, Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH), 2006, p. 243.
79
BNE, mss. 2280, ff. 64r-65v.
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La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
planear un viaje80. Sin embargo, pese a todo, y como ya vimos, salió absuelto al poco
tiempo y ya el 3 de abril de 1663 aparece trabajando en las pinturas de la capilla de
Atocha junto a Francisco de Herrera «el Mozo», y el 8 de julio de 1665 es nombrado
pintor del Rey Felipe IV81.
A pesar de la impecable defensa de su abogado, el antiguo cómitre Oliver Paradis
fue otra de las cabezas que rodaron en este caso. En su acusación también tuvo
importancia el hecho de no ser natural de los Reinos de la Monarquía Hispánica, y por
haberse fabricado la pólvora fuera de ellos se consideraba agravante, a lo que el
abogado De Eguilaz había replicado que por «ser vaga esta conjetura y no tener
especialidad en mi cliente más que en todos los demás extranjeros que en esta Corte
residen»82 no podría aplicarse como prueba. Asimismo, la simple amenaza de incendio
del Buen Retiro —entendemos que se tomaron en cuenta los testimonios de Catalina de
Zúñiga y Fabiana Hidalgo— y el enfado por su despido sirvieron como motivos de
condena83.
La acusación contra Ibas es bastante más dura que contra el alcaide. Sobremonte
expresa que había estado en «la posada de los cómitres en que dejó Oliver Paradis, su
confidente, cerrada la escalera» y que no volvió a casa del marqués, sino que comió en
la tahona. Se le acusa, finalmente, de ser un cómplice directo del incendio,
entendiéndose que el intento de su asesinato por parte de Heliche le inculparía aún más,
acabando con una lapidaria sentencia: «y que el tormento no puede pagar tantos y tan
graves delitos o indicios»84.
Encarcelado en el castillo de la Alameda, don Gaspar veía cómo se desmoronaba
la Casa de su padre85 y, a su vez, esa rama elaborada a propósito por el Conde-Duque,
su tío-abuelo, casi medio siglo atrás. El propio duque de Cardona, en nombre de la
Nobleza, fue ante Felipe IV para pedirle mandara rapar a Heliche y lo enviara a la casa
80
Ibíd., f. 86v.
81
David García Cueto y Juan Ramón Sánchez del Peral y López, eds., «Dionisio Mantuano.
Ventura y desventura de un pintor boloñés en las cortes de Felipe IV y Carlos II», en Los extranjeros en
la España Moderna. Actas del I coloquio internacional, eds. M. B. Villar García y P. Pezzi Cristóbal,
Málaga, Ministerio de Ciencia e Innovación, 2003, II, p. 233.
82
BNE, mss. 2280, f. 84r.
83
Ibíd., f. 60v.
84
Ibíd., ff. 59v-60r.
85
Alistair Malcolm, op. cit., p. 274.
135
Alberto Martín Monge
de locos de Toledo; y es que, los rumores sobre sus «hechizos» estaban patentes tanto
en la Corte como en la calle86.
En estos momentos del proceso parecía impensable la dedicatoria que más tarde,
ya como embajador en Roma, le dedicaría fray Domingo Sáinz de Salazar, en la que lo
comparaba con Moisés: «Moyses fue Conde Duque del pueblo de Israel»87.
viii. Gaspar de Haro después del proceso judicial, una odisea para un
final ambiguo
Tras el atentado y su condena a dos años en un castillo más ocho años de destierro de la
Corte y el pago de una cuantiosa cantidad de dinero88, pidió clemencia y se alistó como
soldado ordinario en la campaña de don Juan José de Austria en Portugal89. En la batalla
de Estremoz de junio de 1663, también conocida como batalla de Évora o Ameixial, fue
hecho prisionero junto a don Anielo de Guzmán, hijo del duque de Medina de las
Torres, el cual fue «tanbien erido»90. Fueron trasladados al castillo de Belem,
permaneciendo allí cuatro años en los que don Gaspar intentó escapar, siendo por esto
trasladado al castillo de San Jorge91; en una de las ocasiones casi consiguió huir
disfrazado de mujer y dentro de una caja que iría en un navío, pero fue descubierto por
la celeridad en introducirlo92.
Durante este silencio subjetivo de alrededor de cinco años en la guerra y en la
prisión, don Gaspar delegó el gobierno de sus posesiones patrimoniales en su esposa, la
cual se encargó de nombrar los corregidores oportunos en dichas posesiones; en La
Rambla nombró a Jerónimo Bernaldo de Quirós, que se mantuvo en el cargo hasta
1667; en Montoro nombró los alcaldes y oficiales de 1668, ya que en 1670 aparece don
Gaspar como firmante de los documentos, en los que aparece el anteriormente
86
Leticia de Frutos, op. cit., p. 64.
87
BNE, mss. 7526, f. 164.
88
Leticia de Frutos, op. cit., p. 66.
89
Gregorio de Andrés, El marqués de Liche bibliófilo y coleccionista de arte, Madrid, Ayuntamiento de
Madrid-Instituto de Estudios Madrileños del CSIC, 1975, pp. 21-22.
90
BNE, mss. 2390, f. 271. Sucesos del año 1663.
91
Gregorio de Andrés, op. cit., p. 22.
92
Leticia de Frutos, op. cit., p. 66.
136
La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
mencionado Bernaldo de Quirós como corregidor de esta villa, así como Juan Pérez
Canales y Juan Gómez Tinajero como alcaldes ordinarios93.
Esta delegación en la marquesa fue posible gracias a la Real Cédula de 14 de
mayo de 1662, la cual, en ausencia del marqués, «usando del dicho poder que fue hecho
y otorgado en seis de marzo de mil seiscientos y sesenta y dos ante Francisco Gómez de
Raposo, escribano de Su Majestad y del número y ayuntamiento de la Villa de la
Alameda»94, podía hacerse cargo de todo el patrimonio en usufructo. Lady Ann
Fanshawe, esposa del embajador inglés sir Richard Fanshawe, cuenta que la marquesa
de Heliche fue a verla en marzo de 1665 después de siete años sin visitarla 95, quizá por
buscar nuevamente apoyos que pudieran traer de vuelta al marqués debido a la alianza
anglo-portuguesa, mencionando el propio sir Richard las gestiones del conde de
Castrillo en favor de su sobrino y la intercesión de Carlos II de Inglaterra en la libertad
del marqués96.
En 1667 también se le une una nueva problemática. Su hermana, doña Manuela de
Haro, condesa de Niebla, hace valer su derecho a la legítima de la herencia de su padre,
la cual, según ella, ascendería a doscientos mil ducados, pidiendo al Rey que anule su
anterior renuncia a la misma y le comunique esto a la marquesa doña Antonia de la
Cerda, que está a cargo de los Estados de don Gaspar97. No sabemos si llegó a pagar
dicha cantidad, pero, de ser así, habría supuesto un duro golpe a las ya de por sí
mermadas rentas del Carpio.
Es interesante constatar que ya en 1667 se da cuenta del paso del tercio de
infantería del marqués del Carpio por Gibraleón (Huelva)98, por lo que la confianza del
Rey (la Reina regente doña Mariana de Habsburgo), y su liberación de Portugal,
vendrían desde al menos esa fecha, gracias también a las labores diplomáticas de Lord
93
Julián Hurtado de Molina Delgado, La Casa de El Carpio y su expansionismo territorial a
partir de la segunda mitad del siglo XVII , Córdoba, Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 2009,
pp. 44-45.
94
Ibíd., p. 55.
95
Ann Fanshawe, The Memoirs of Ann, Lady Fanshawe, wife of the Right Honorable Sir Richard
Fanshawe, Londres-Nueva York, John Lane, 1907, p. 172.
96
Richard Fanshawe, Original letters of His Excellency Sir Richard Fanshaw, during his embassies in
Spain and Portugal, Londres, A. Roper et al., 1702, pp. 236-237.
97
Archivo Histórico Nacional (en adelante, AHN), OSUNA, C. 3328, D. 35-40.
98
Ibíd., OSUNA, C. 385, D. 67.
137
Alberto Martín Monge
Por tanto concurriendo (como concurren) las dichas y otras buenas partes y
calidades en vos don Gaspar de Haro y Guzmán, marqués del Carpio, duque de
Montoro, Conde Duque de Olivares […] os doy y concedo, en virtud de la presente,
tan cumplido y bastante poder, comisión y facultad como es necesario y se requiere
para que por el Serenísimo Rey […] podáis tratar, ajustar, capitular y concluir con el
Diputado y comisario, o diputados o comisarios, del sobredicho don Alfonso Sexto
rey de Portugal […] una paz perpetua… 100.
99
Duque de Maura, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Aguilar, 1990, p. 91.
100
AHN, ESTADO, 2797, Exp. 50.
101
Gregorio de Andrés, op. cit., p. 23.
102
Leticia de Frutos, op. cit., pp. 67 y 158 nota.
103
Rafaella Pilo, Juan Everardo Nithard y sus ‘Causas no causas’. Razones y pretextos para el fin de un
valimiento, Madrid, Sílex, 2010, pp. 191-193.
104
Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, op. cit., p. 391.
138
La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
105
Ignacio Ruiz Rodríguez, Don Juan José de Austria en la Monarquía Hispánica: entre la política,
el poder y la intriga, Madrid, Dykinson, 2007, p. 263.
106
Héloïse Hermant, «Guerres de plumes et contestation politique: un espace public dans l’Espagne de
la fin du XVIIe siècle», Revue d’histoire moderne et contemporaine, 58:4, 2011, p. 19. Para ampliar sobre
este tema de lucha propagandística, vid. Héloïse Hermant, «¿Pérdida de España? Epifanía de un
espacio público y reconfiguración de identidades en la España de Carlos II», en Espacio, tiempo y forma.
Serie IV Historia Moderna, 27, 2014, pp. 295-325. La Capilla Real también fue escenario principal de
esta pugna política, donde destacan numerosos trabajos entre los que destacamos: Antonio Álvarez-
Ossorio, «Ceremonial de la majestad y protesta aristocrática. La Capilla Real en la Corte de Carlos II»,
en La Capilla Real de los Austrias. Música y ritual de corte en la Europa moderna, eds. Juan José
Carreras y Bernardo J. García García, Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2001, pp. 345-410. Juan A.
Sánchez Belén, «La Capilla Real de palacio en tiempos del valimiento de don Luis de Haro (1643-
1661)», en El mundo de un valido. Don Luis de Haro y su entorno, 1643-1661, ed. Rafael Valladares,
Madrid, Marcial Pons, 2016, pp. 193- 231.
107
Josefina Castilla Soto, Don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV): Su labor política y
militar, Madrid, UNED, 1992, pp. 198-199.
108
Ann Fanshawe, op. cit., p. 198. El diario de Lady Anne Fanshawe es de suma importancia para
conocer el ambiente de la Corte de Madrid en este periodo tumultuoso de finales del reinado de Felipe IV
y comienzos de la regencia de doña Mariana.
139
Alberto Martín Monge
Caracena, entre otros, que aspiraban a un acercamiento con Francia para solucionar la
precaria situación de la Monarquía109.
Todo continuó en este estado de agitación, y no es competencia de este trabajo
desarrollar todos los hechos para no alargarlo más, hasta el ascenso al poder de don Juan
José en 1677 y, finalmente, con el nombramiento como primer ministro, a la muerte de
este en 1679, del duque de Medinaceli, quien recordemos que había sido promocionado,
llegando a conseguir el cargo de sumiller de corps en 1674, gracias a la mano de
Fernando de Valenzuela110. Don Gaspar de Haro ya jamás conseguiría su ansiado
valimiento ni ningún otro cargo de importancia en la Corte, a pesar de sus últimos
intentos de 1671 con su unión matrimonial con doña Teresa Enríquez de Cabrera, hija
del Almirante, para tratar de acercarse al partido de la Reina en la Corte 111 , aunque sí
alcanzaría el reconocimiento en Italia, como embajador en Roma (1677-1683) y virrey
de Nápoles (1683-1687), y se le otorgaría la fama póstuma por su labor tanto de
diplomático como de mecenas.
ix. Conclusiones
Según se avanza en los folios del sumario elaborado por don Gaspar de Sobremonte,
van apareciendo más incongruencias. No solo las contradictorias declaraciones de los
testigos, que muchos de ellos son solo testigos de oídas, sino por la validez que se dan a
ciertas acusaciones como la supuesta confesión privada de Heliche sobre su
participación en el incendio y en el intento de asesinato de Ibas.
La mera suposición, la mera creencia en unos testigos contradictorios, fueron
causantes de duros tormentos para Ibas, Paradis y Mantuano, que podemos ver en los
folios 36r-37v del manuscrito 2.280 de la BNE. Pudieron defenderse, todo apuntaba a la
no culpabilidad, a la falta de pruebas concluyentes; sin embargo, acabaron siendo
condenados formalmente.
109
Mª Patricia Rodríguez Rebollo, «El Consejo de Estado y la Guerra de Portugal (1660-1668)»,
Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, 26, 2006, p. 122.
110
Laura Oliván Santaliestra, Mariana de Austria en la encrucijada política del siglo XVII, tesis
doctoral inédita, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 246-247.
111
Antonio Álvarez-Ossorio Alvariño, op. cit., p. 389.
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La pólvora, el veneno y los esclavos: El atentado de 1662 en el Buen Retiro y el fin de la
carrera política de don Gaspar de Haro en la Corte
Con todo, parecería más verosímil pensar que ni la pólvora ni el resto de pruebas
existieron realmente, o simplemente fueron colocadas allí con la sola intención de ser
encontradas. Lejos de ser un caso cerrado, parece que nunca sabremos si hubo una
trama en la sombra para alejar a don Gaspar de Haro de la Corte. Lo que sí podemos es
imaginar quiénes salían ganando con todo aquello, quiénes eran sus auténticos
enemigos, porque es muy improbable que los testigos «de oídas» contaran todos los
detalles sin un guion preestablecido con anterioridad.
También hay que decir que podría considerarse como un intento de Heliche para
desacreditar a Medina de las Torres y le saliera mal a última hora. En este proceso
judicial queda claro que todo es posible. A su vuelta a la Corte se encontró con un
espacio en lucha, pero donde ya no figuraba su nombre, siquiera su clientela, sino tres
personajes ausentes antes de su prisión: Don Juan José de Austria, Nithard y
Valenzuela; no desistió de su empeño en reconquistar su posición, pero al final tuvo que
conformarse con el cursus honorum italiano, que resultó ser el motivo de su posterior
popularidad y su actual presencia en la historiografía.
Bibliografía citada
141
Alberto Martín Monge
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——, Cartas del navegar pintoresco. Correspondencia de pinturas en Venecia, Madrid,
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Mantuano. Ventura y desventura de un pintor boloñés en las cortes de Felipe IV y
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internacional, eds., M. B. Villar García y P. Pezzi Cristóbal, Málaga, Ministerio
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