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2.

º curso de bachillerato Moral de la vida

Unidad 3
Inicio de la vida

profesora: Ester Busquets i Alibés


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

Unidad 3: INICIO DE LA VIDA

“Hoy existe una creciente conciencia en amplios sectores de la Iglesia


de que se hace necesaria una actitud general de coherencia en el respeto
a toda vida humana. Desde nuestro punto de vista, la actitud de respeto
a la vida no-nacida debe extenderse a otros problemas en los que la
vida humana está cuestionada.”

(J. JAFO, 10 palabras clave en bioética, Estella: Verbo Divino, 2000, p. 88)

Sumario

1. Reproducción humana asistida


1.1. Descripción de las técnicas de reproducción humana asistida
1.2. Aproximación ética a las técnicas de reproducción humana asistida
1.3. Bibliografía sobre el tema
2. Estatuto epistemológico del embrión
2.1. Persona desde el momento de la fecundación
2.2. Persona en estadios posteriores a la fecundación
2.3. Otros criterios
2.4. Bibliografía sobre el tema
3. El aborto
3.1. Aspectos científicos sobre el embrión humano
3.2. Aspectos éticos sobre el aborto
3.3. Aspectos jurídicos sobre el aborto
3.4. Bibliografía sobre el tema
4. El aborto en Evangelium vitae [fragmentos]

En este primer tema sobre el inicio de la vida nos centraremos únicamente en dos
aspectos importantes: la reproducción humana asistida y el estatuto epistemológico del
embrión. En la próxima unidad analizaremos la cuestión del aborto.

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1. REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA

Uno de los campos de la bioética que más eco suscita en los medios de
comunicación es el de las nuevas técnicas de reproducción humana asistida. A partir del
nacimiento en 1978 de Louise Brown, la primera niña probeta, hasta el nacimiento en
2008 de Javier, el primer niño histológicamente compatible para curar a su hermano,
uno de los mal denominados “niños medicamento”, no pasa una semana o un mes en los
que no se produzcan noticias en este terreno.

1.1. DESCRIPCIÓN DE LAS TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA


Las nuevas técnicas de reproducción asistida tienden básicamente a resolver
problemas de esterilidad o subfertilidad de las parejas. Un porcentaje importante de
parejas –entre el 10 y el 15 %– desea tener hijos, pero no puede ver satisfecho este
deseo. Las técnicas de reproducción asistida son varias, por eso daremos una breve
explicación de sus principales características.

1.1.1. La inseminación artificial


Consiste básicamente en intentar la fecundación de la mujer por caminos diferentes
a la relación sexual, introduciendo el semen, previamente obtenido por masturbación, en
el interior del aparato reproductor de la mujer (habitualmente en el cuello del útero o en
su interior, aunque también en las trompas).
La inseminación artificial (IA) se utiliza básicamente, aunque no de forma
exclusiva, para resolver problemas de esterilidad masculina, especialmente en casos de
falta de espermatozoides o su falta de motilidad. También se puede recurrir a ella para
determinados problemas en la mujer e incluso en casos de esterilidad de causa
desconocida. Se suele distinguir entre la IA homóloga y la heteróloga, según si el semen
procede del marido o pareja, o bien de un donante diferente al marido o pareja.

1.1.2. La fecundación in vitro

La fecundación in vitro actualmente consta de las siguientes fases:

a) Tratamiento hormonal de la mujer para que produzca simultáneamente un


mayor número de ovocitos. Lógicamente este proceso aumenta el número de
óvulos, con lo que se evita tener que repetir el tratamiento y aumenta el
porcentaje de éxito.

b) Recuperación de los ovocitos. A través de una ecografía y por vía vaginal se


recuperan los óvulos.

c) Fecundación in vitro, FIV. Es la puesta en contacto de los ovocitos con los


espermatozoides, para que se realice en el laboratorio el proceso de fecundación.
Una vez conseguida la fecundación, el cigoto comienza a dividirse.

d) Transferencia embrionaria, TE. Es la fase final del proceso. Entre 24-48 horas
después de la fecundación, el embrión es transferido a través de una cánula o
catéter al interior del útero, donde realiza por sí solo el proceso de implantación
y continúa su ulterior desarrollo embrionario.

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La técnica se denomina también FIVTE, de acuerdo con sus dos últimas fases. Su
finalidad es resolver, sobre todo, problemas de esterilidad femenina (especialmente la
obstrucción de trompas de Falopio, en la que la terapia alternativa, la microcirugía
tubárica, ha obtenido pocos resultados). También se utiliza para ciertos problemas de
esterilidad masculina (por ejemplo, la oligospermia, ya que para la FIV un número bajo
de espermatozoides es suficiente).

1.1.3. Maternidad subrogada o substitutiva


Es lo que comúnmente se conoce como “madres de alquiler”. La maternidad
subrogada, de acuerdo con la ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de
reproducción humana asistida, está prohibida en España. Consiste en que una mujer que
por diversas razones no puede o no quiere quedar embarazada recurre a otra mujer para
que le “preste” su útero, geste el embarazo y entregue el niño a la mujer que no lo ha
gestado, a cambio de una contraprestación económica.

1.2. APROXIMACIÓN ÉTICA A LAS TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA

1.2.1. Algunos aspectos que hay que tener en cuenta


a) El poder tecnológico no coincide necesariamente con el poder ético. Existe
una clara conciencia de que el desarrollo técnico abre la puerta a una serie de
posibilidades que no siempre son aceptables desde el punto de vista ético.
b) Implicación de la sociedad. Se extenderá la convicción de que estamos ante
temas que no se pueden dejar únicamente en manos de los especialistas o
investigadores. Es la propia sociedad la que debe discernir lo que éticamente
es aceptable dentro de los campos de lo que técnicamente es posible.
c) Valores éticos afectados. Uno de los primeros valores éticos implicados es el
que hace referencia a los valores humanos relacionados con la paternidad y
la maternidad, la importancia que para una persona posee el hecho de poder
tener descendencia propia. De alguna manera se trata del derecho a procrear
y recibir ayuda cuando hay problemas de esterilidad. En segundo lugar, se
encuentra la sensibilidad hacia los valores de la vida que surgirá como
consecuencia de la utilización de las técnicas de reproducción humana
asistida. Esto significa hacer referencia al derecho del niño a que, en
principio, se le creen las condiciones idóneas que posibiliten su desarrollo
personal. Finalmente, todas estas técnicas permiten tener embriones
humanos en el laboratorio, lo que lleva a cuestionar el estatus del embrión,
especialmente en sus primeras fases de desarrollo.
d) Utilización con fines terapéuticos. Actualmente las técnicas de reproducción
humana asistida están admitidas en un contexto terapéutico por tres razones:
1) problemas de esterilidad o subfertilidad en las personas que desean tener
hijos; 2) riesgo de los futuros progenitores de transmitir una enfermedad
hereditaria al nuevo ser; 3) selección embrionaria orientada a generar un
beneficio para otro (por ejemplo, la curación de hermanos). La utilización de
estas técnicas con fines eugenésicos o de mejora genética es inaceptable.

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e) Véase la ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción


humana asistida, que se encuentra en los textos complementarios.

1.2.2. La Iglesia católica


Lógicamente, ni la Biblia ni la tradición eclesial abordan esta temática, pero veamos
qué ha expresado el Magisterio de la Iglesia sobre esta cuestión.

1.2.2.1. Pío XII


Los primeros posicionamientos en la Iglesia se dan en el tiempo de Pío XII. El papa
descalifica la “fecundación artificial”, tanto si se realiza dentro del matrimonio como
extramatrimonialmente, tanto si se realiza con semen del marido como si procede de un
donante. Su posición es:
- Condena como inmoral la inseminación artificial fuera del matrimonio, ya que
la ley natural y la ley divina positiva exigen que la procreación de una nueva
vida sea únicamente fruto del matrimonio.
- La inseminación artificial dentro del matrimonio, con semen de donante –a
través del “elemento activo de un tercero”– es “igualmente inmoral”, ya que
únicamente los esposos tienen un derecho recíproco sobre sus propios cuerpos
para engendrar una vida nueva, un derecho que es exclusivo e inalienable de
los esposos.
- También rechaza la inseminación artificial dentro del matrimonio y con semen
del marido. En primer lugar, porque el “elemento activo”, el semen, no se
puede obtener por actos contrarios a la naturaleza: una referencia clara a la
masturbación. El deseo de tener un hijo no confiere el derecho a la
fecundación artificial.

1.2.2.2. Instrucción Donum vitae


El 22 de febrero de 1987 fue firmada por el cardenal Joseph Ratzinger esta
instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que había sido aprobada poco
antes por el papa Juan Pablo II.
Ante todo hay que decir que se trata de un documento del Magisterio de la Iglesia,
cuya misión es velar sobre la integridad y la seguridad de la doctrina. No es un
documento del Magisterio infalible de la Iglesia y podría ser modificado en el futuro,
como ha hecho la Iglesia con otros temas.
Los puntos más importantes de la instrucción son los siguientes:
- Se afirma que el hombre ha recibido la misión de “dominar la tierra” y que la
investigación científica es un medio para que el hombre cumpla su misión de
dominio sobre la tierra.
- Sin embargo, la instrucción insiste preferentemente en la ambigüedad del
progreso tecnológico. El impresionante progreso tecnológico del ser humano
representa un llamamiento a su responsabilidad ética, para usar este poder al
servicio de la condición humana: “la ciencia sin conciencia no conduce sino a

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la ruina del hombre. Nuestro tiempo, más que en tiempos pasados, necesita de
esta sabiduría para humanizar más todas las cosas nuevas que el hombre va
descubriendo. Está en peligro el futuro del hombre, a no ser que surjan
hombres más sabios”.
- La instrucción presenta una visión del ser humano como una totalidad
unificada. Insiste en que lo corpóreo no es un aspecto accidental o parcial de la
persona. Por lo tanto, toda intervención sobre el cuerpo humano afecta a la
persona misma.
- Basándose en esta concepción antropológica del ser humano, presenta la “ley
moral natural” fundamentada en “la naturaleza corporal y espiritual de la
persona humana”. También es importante la afirmación de que no se rechazan
las nuevas tecnologías “por el hecho ser artificiales”, sino por su relación con
la dignidad de la persona.
- A partir de esta visión de la ley moral natural, la instrucción deduce la
originalidad de la transmisión humana de la vida que se deriva de la
originalidad misma de la persona humana. Esta concepción antropológica, no
meramente biológica, lleva a considerar el acto sexual como “un acto
inseparablemente corporal y espiritual”. Como consecuencia de esta visión
antropológica, “para ser conforme con el lenguaje del cuerpo y con su natural
generosidad, la unión conyugal debe realizarse respetando la apertura a la
generación y la procreación de una persona humana debe ser el fruto y el
término del amor de los esposos”.
- Hay, además, un segundo argumento por el que se descalifican las técnicas de
reproducción humana asistida: la exigencia ética de que el nuevo ser sea
llamado a la vida en un contexto personal y no técnico. Toda persona tiene el
derecho de ser “el resultado de una donación” y “debe ser acogida en el gesto
de unión y de amor de sus padres”.
- La Donum vitae insiste en el valor de la vida del ser humano llamado a la
existencia. Subraya que la vida física no agota en sí misma el valor de la
persona, ni representa el valor supremo del hombre. Considera la vida como un
“valor fundamental”, ya que sobre él se apoyan todos los demás valores de la
persona. Se insiste también en la “inviolabilidad del derecho a la vida humana
del ser inocente desde el momento de la concepción hasta la muerte”. Más
adelante subraya que la vida humana debe ser respetada desde el momento de
la fecundación.

1.2.2.3. Encíclica Evangelium vitae


El tratamiento de esta cuestión en la encíclica de Juan Pablo II representa la
continuidad de la Donum Vitae. Sin embargo, la encíclica se centra, sobre todo, en la
fecundación in vitro y especialmente en el problema suscitado por el número elevado de
fracasos y por los llamados “embriones supernumerarios”, que se destruyen o se utilizan
con fines de experimentación. Se afirma que las técnicas de reproducción humana
asistida, que parecen puestas “al servicio de la vida y que son practicadas no pocas
veces con esta intención”, producen, sin embargo, “nuevos atentados contra la vida”.
Son moralmente inaceptables porque “separan la procreación del contexto integralmente

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humano del acto conyugal” y, además, “registran altos porcentajes de fracasos” y


afectan al desarrollo del embrión.
Siguiendo la misma Donum Vitae se rechaza el diagnóstico prenatal que está
encaminado al aborto en caso de que el resultado sea positivo, y se condena duramente
la utilización de embriones o fetos con fines de investigación científica, admitida por
algunas legislaciones. Igualmente se condena el “procedimiento que utiliza los
embriones y fetos humanos todavía vivos, a veces producidos expresamente para este
fin mediante la fecundación in vitro, sea como "material biológico" para ser utilizado,
sea como generadores de órganos o tejidos en el tratamiento de algunas enfermedades”,
ya que la eliminación de “criaturas humanas inocentes”, aunque beneficio a otros,
“constituye un acto absolutamente inaceptable”.

1.2.2.4. Instrucción Dignitas personae1


Con motivo de la celebración del vigésimo aniversario de la Donum Vitae, la
Congregación para la Doctrina de la Fe aprobó, el 8 de septiembre de 2008, la
instrucción Dignitas personae, con la intención de poner al día este documento. “La
enseñanza de dicha Instrucción conserva intacto su valor tanto por los principios que allí
se recuerdan como los juicios morales que se expresan (Donum vitae). Sin embargo, las
nuevas tecnologías biomédicas, introducidas en este ámbito delicado de la vida del ser
humano y de la familia, provocan interrogantes ulteriores, en particular dentro de los
sectores de la investigación sobre los embriones humanos, del uso para fines
terapéuticos de las células troncales (o células madre) y en otros campos de la medicina
experimental. Esto ha planteado nuevas preguntas que requieren respuestas” (Dignitas
personae, punto 1).
En este documento se tratan las siguientes cuestiones:
- Las técnicas de ayuda a la fertilidad: fecundación in vitro y eliminación
voluntaria de embriones/inyección intracitoplasmática de espermatozoides.
- La congelación de embriones.
- La congelación de óvulos.
- La reducción embrionaria.
- El diagnóstico preimplantatorio.
- Nuevas formas de intercepción y contragestación.
- La terapia génica.
- La clonación humana.
- El uso terapéutico de las células troncales.
- Los intentos de hibridación.
- La utilización de “material biológico” humano de origen ilícito.

1
Ya disponéis de este documento para realizar su lectura completa.

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2. ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO DEL EMBRIÓN


La etapa inicial del desarrollo del embrión humano es la que presenta más
dificultades al determinar su consideración ética, que depende del valor que tenga por sí
mismo (consideración ontológica) o del valor que le otorguemos. La pregunta ética, que
se formula de formas diversas, es la siguiente: ¿cuándo comienza el embrión a adquirir
la condición de persona?
Ante esta pregunta hay varias respuestas que aglutinan posiciones antagónicas: para
unos, el embrión humano debe considerarse como persona desde el momento de la
fecundación; para otros, el embrión humano no puede ser considerado una persona
desde el momento de la fecundación sino en posteriores estadios del desarrollo
embrionario y fetal, e incluso, para algunos, después del nacimiento.

2.1. PERSONA DESDE LA FECUNDACIÓN


Aquellos que afirman que el embrión humano debe ser considerado como una
persona desde el momento de la fecundación apoyan su opinión en criterios biológicos.
Subrayan que desde la fecundación y hasta el nacimiento el desarrollo embrionario y
luego fetal es un contínuum en el que no es posible señalar claramente líneas de
demarcación. Este criterio de la continuidad y de la finalidad interna (télos) de la
realidad embrionaria les permite asegurar que, desde la fecundación, estamos ante una
persona humana o bien, aplicando el beneficio de la duda, ante la probabilidad de que
ese nuevo ser sea una persona. En ambos casos se concluye que hay que respetar y tratar
al nuevo ser como persona humana; en el primer caso, porque se afirma que lo es; en el
segundo caso, porque, si no lo es, se le debe otorgar el beneficio de la duda.
Esta posición, basándose en el carácter sagrado de la vida humana desde la
fecundación, insiste en que el embrión es humano porque posee el genoma humano
completo; en cada momento de su desarrollo hay una estructura humana y es esta
unidad de todo el proceso la que le confiere su individualidad y su dignidad ontológica.
Todas estas condiciones hacen que el embrión humano deba ser respetado y tratado
como persona desde el momento de la fecundación y pertenezca de pleno derecho a la
comunidad moral humana.
Este es el posicionamiento que defiende el pensamiento oficial de la Iglesia
Católica.

2.2. PERSONA EN ESTADIOS POSTERIORES A LA FECUNDACIÓN


La segunda posición, la de quienes sostienen que el embrión humano no se puede
considerar como una persona desde la fecundación, sino en estadios posteriores del
desarrollo embrionario y fetal, hacen depender la consideración ética del embrión de
criterios biológicos. Sostienen que en la etapa embrionaria, dentro de su continuidad y
su télos interno, se pueden distinguir tres estadios importantes:
- Primero, desde la fecundación a la implantación (dos primeras semanas).
- Segundo, formación de la estructura inicial del sistema nervioso (hacia el día
18.º).

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- Tercero, la finalización de la formación de los órganos, la llamada


organogénesis (entre la 8.ª y la 10.ª semana).
Estos diversos estadios, que se consideran cualitativamente diferentes, permiten
otorgar al embrión humano una calificación moral diferente en cada uno. Por lo tanto, la
consideración ética que se reconoce al embrión y las obligaciones morales que se
derivan de ello dependen de su grado de desarrollo.
En los primeros estadios de desarrollo, el embrión es un conjunto de células todavía
poco diferenciadas, no tiene individualidad clara ni autonomía biológica, no se excluye
su fusión con otro embrión independiente. Es vida humana, pero no parece razonable
atribuirle carácter personal. Sin embargo, se reconoce que el embrión en estos primeros
estadios no es algo banal, sobre todo porque es vida humana y, si se dan las condiciones
requeridas, puede convertirse en una persona.
Al final del proceso de implantación dispondrá de la información suficiente que le
dará autonomía biológica e individuación. La individuación es un momento relevante en
el desarrollo embrionario y, por tanto, las obligaciones morales para con el embrión ya
implantado deberían ser mayores que en los primeros estadios de su desarrollo.
Finalmente, la consideración ética que se reconoce al embrión humano se hace
depender de la organogénesis cerebral. A partir de este momento, se afirma, ya se puede
hablar de inicio de derechos morales porque ya tiene una mínima y suficiente
constitución genética, morfológica, fisiológica e individuada. Para apoyar esta última
posición algunas opiniones recurren por analogía al argumento de los criterios de
muerte cerebral: si la muerte cerebral es un criterio para determinar la muerte de una
persona, hay que aplicar el mismo criterio en el otro extremo de la vida: el nuevo ser no
puede ser considerado como persona hasta la aparición de las primeras funciones
cerebrales, en torno a las 6-7 semanas después de la fecundación.

2.3. OTROS CRITERIOS


Entre quienes se basan en criterios relacionales o sociales para determinar la
consideración ética del embrión humano, hay dos visiones diferentes:
- Para unos, el valor del embrión humano no está en su hipotética dignidad
intrínseca u ontológica, sino que es la intencionalidad de los padres, su deseo
de tener un hijo, lo que da al embrión-feto su valor moral y su estatuto de
persona en sentido social. Entonces el embrión puede ser considerado una
persona en potencia o una persona posible y la protección moral que se debe
dar al embrión irá creciendo a medida que se vaya desarrollando.
- Para los demás, la autoconciencia, la racionalidad y el sentido moral son tres
condiciones básicas para ser considerado una persona, lo que, según ellos, no
se puede decir ni del embrión (ya que se considera que no tiene conciencia) ni
del feto (ya que se considera que tiene conciencia, pero no autoconciencia).
Dentro de esta misma línea de pensamiento hay quien añade que para ser
persona, además de las cualidades anteriores, hay que tener también sentido
del pasado y del futuro, capacidad de relacionarse, comunicarse y respetar a
los demás.

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3. EL ABORTO

3.1. ASPECTOS CIENTÍFICOS SOBRE EL EMBRIÓN HUMANO


Ya hemos visto en el apartado anterior los diferentes posicionamientos sobre el estatuto
epistemológico del embrión que condicionan, naturalmente, el posicionamiento ante el
aborto.
Recordemos que la opinión oficial de la Iglesia católica afirma que el derecho a la vida
del nuevo ser comienza en el momento de la fecundación, es decir, en el momento en
que se constituye la realidad biológica del cigoto, resultante de la fusión del óvulo y el
espermatozoide. Es importante subrayar que el proceso de fecundación no es un hecho
puntual y espontáneo, sino que la unión del complemento cromosómico de las células
germinales masculina y femenina dura hasta unas 24 horas. Esta postura es compartida
también por otras personas, aunque no estén incluidas en el ámbito católico.
De acuerdo con esta concepción, la fecundación constituye un salto cualitativo en
relación con las células germinales precedentes antes de la fusión. El cigoto tiene una
relevancia equiparable al recién nacido por lo siguiente:
a) Es una realidad biológica humana: aunque su apariencia sea equiparable al cigoto
de otras especies animales, atendiendo a sus factores genéticos –aproximadamente
70-80.000 genes característicos de nuestra especie–, la información genética
existente en la célula-huevo es humana y solamente humana.
b) En la información genética existente en el cigoto se prefigura del individuo
humano que se desarrollará. Indiscutiblemente, los factores que actuarán durante
el desarrollo embrionario jugarán un papel muy importante en la formación del
nuevo ser. Sin embargo hay que decir que cada ser humano –salvo en el caso de
los gemelos monocigóticos– es un ser único e irrepetible en la historia de la
humanidad y que su singularidad e irrepetibilidad está ya presente en este cigoto
originario. (Hay quien considera que la información genética existente en las
primeras fases del desarrollo embrionario es “necesaria” pero no “suficiente”
para el desarrollo del individuo humano).
c) En el debate sobre el aborto se ha afirmado con frecuencia que el embrión o el
feto son una parte del cuerpo de la madre quien, por lo tanto, puede disponer de
ella como si se tratara de un apéndice. Esta afirmación es, biológicamente, falsa.
El nuevo ser no es una parte del organismo materno, sino una realidad
biológicamente diferente que desde el principio comienza a dirigir su propio
proceso de desarrollo, sintetizando sus propias proteínas y enzimas, diferentes
de las de las de su madre.
d) Finalmente, desde esta concepción de la continuidad del proceso de desarrollo
embrionario que se instaura desde la fecundación, este proceso participa del
mismo carácter de continuidad inherente a todos los procesos vitales.

3.2. ASPECTOS ÉTICOS SOBRE EL ABORTO


El interrogante básico en toda la discusión ética sobre el aborto se centra en el
derecho a la vida del nasciturus. ¿Se le debe otorgar un derecho fundamental a la vida,

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tal como la atribuimos al recién nacido, o existe un fundamento objetivo para conferirle
un valor menor o, incluso, no hay que reconocerle ninguna relevancia ética o jurídica?
El valor fundamental de la vida humana del recién nacido puede explicarse desde un
triple trasfondo ético: la percepción del cuerpo como algo verdaderamente humano, la
convicción que le corresponde un auténtico “destino humano” y, finalmente, su
indefensión y su falta de autonomía que no devalúan su significado humano, sino que
más bien refuerzan la idea de protección. ¿Qué hay que decir de la vida humana no
nacida en torno a este trasfondo ético?
La percepción del cuerpo humano no se da de forma directa. Ni existe desde una
corporeidad humana desde el inicio del desarrollo embrionario. Sin embargo, es
importante destacar que la adquisición de una configuración corpórea humana es muy
precoz: en el momento que la medicina empieza a hablar de feto, e incluso dos semanas
antes, ya estamos ante un ser que tiene una apariencia marcadamente humana.
Todavía es más significativo el concepto de destino humano. En efecto, este destino
humano se prolonga en fases precedentes del desarrollo embrionario, en el que existe
igualmente un ser capaz de personalizarse. El inicio del destino humano empieza a
constituirse el cigoto, cuando surge una nueva realidad que estará en continuidad con las
fases ulteriores de su desarrollo, en un proceso que se desarrollará de forma continuada.
Finalmente, hay que hacer referencia a la absoluta dependencia del nuevo ser
respecto del organismo materno, aunque sea, al mismo tiempo, “autónomo”. Parece que
de la misma manera que la dependencia del recién nacido no justifica su desprotección
ética, lo mismo cabe decir de las etapas anteriores. En ambos casos estamos ante seres
que no tienen voz para defender por sí mismos su propia vida y somos los demás
quienes debemos protegerlos, precisamente debido a su gran indefensión.

3.2.1. Situaciones complejas


La problemática ética del aborto presenta tres indicaciones “clásicas” complejas: la
terapéutica, la eugénica ya la llamada “ética”.

3.2.1.1. La indicación terapéutica


Se presenta cuando existe un conflicto entre la vida de la madre y la vida del feto.
Hay que decir que hoy este dilema se presenta en pocos casos, aunque existen
situaciones en las que se da, como el embarazo ectópico, en el que el embrión no se
implanta en el útero, como correspondería, sino en las trompas. Otra situación podría
ser el desarrollo de un tumor –por ejemplo en los ovarios– que precise de una
extirpación urgente y la consiguiente interrupción del embarazo.

3.2.1.2. La indicación eugénica


Es el término más usado para referirse al aborto realizado cuando existe un riesgo o
una probabilidad de que el feto esté gravemente afectado, por lo que dará origen a un
niño con importantes anomalías o malformaciones. De todas formas parece más
adecuado calificar este tipo de aborto como “preventivo” o por “indicación fetal” ya que

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el término eugenésico tiene unas resonancias históricas diferentes de las que se


pretenden en este caso.

3.2.1.3. La indicación ética


También ha sido llamado aborto “por razones humanitarias” o “criminológico”. Es
el aborto realizado cuando el embarazo es una consecuencia de una acción delictiva,
especialmente debido a una violación o a relaciones incestuosas entre personas
consanguíneas.

3.3. ASPECTOS JURÍDICOS SOBRE EL ABORTO

3.3.1. La protección del embrión en el ámbito constitucional


Desde el punto de vista jurídico, la protección del embrión humano debe analizarse
desde la protección a la vida humana y el reconocimiento que la ley le otorga. En este
sentido, y en el contexto del territorio español, debemos remitirnos forzosamente en
primer lugar a la Constitución Española, que define España como un estado laico, y que
en su artículo 15 afirma que “todo el mundo tiene derecho a la vida...”. Esta expresión
ha sido interpretada en un sentido amplio, entendiendo que protege no solo la vida del
ya nacido, sino también la vida del que va a nacer.
Sin embargo, cuando se ha pedido opinión al respecto al Tribunal Constitucional
(TC) (sentencia 53/1985 en relación al borrador de Ley despenalizadora del aborto y
sentencia 116/99 sobre la Ley de reproducción humana asistida), se pronunció en los
siguientes términos:
- “La vida no es una realidad hasta el inicio de la gestación (implantación del
embrión en el útero de la madre...)” en consecuencia no se puede hablar de
aborto si no hay gestación en curso (no puede haber abortos de embriones in
vitro y tampoco intra utero antes de que el embrión se implante).
- “El nasciturus no es titular del derecho fundamental a la vida aunque
constituye un bien que debe ser protegido...”, en consecuencia, el hecho de
despenalizar ciertos supuestos de aborto, con determinadas garantías de
cumplimiento, no implica despreciar o rebajar la protección del no nacido, que
genéricamente sigue existiendo bajo la figura del aborto del Código Penal
(CP). En este sentido, el TC considera que los tres supuestos de
despenalización que recoge actualmente el CP son constitucionales con los
requisitos y garantías establecidos, con la condición de que a pesar de la
protección del nasciturus su valor es ponderable, al menos, con otros valores
que pudieran estar confrontados, tales como la salud o la dignidad de la madre
o el hecho de gestar un feto malformado o patológico.
- “Los embriones in vitro no pueden tener una protección comparable a los
embriones intra utero (...). La ley debe garantizar que ni los gametos ni los
embriones puedan ser considerados jurídicamente como bienes
comercializables”. Esta afirmación permite concluir que por el TC el embrión,
antes de su implantación, tiene una consideración diferente a la del embrión

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implantado que permite legitimar jurídicamente determinadas actuaciones


sobre él (reguladas por ley).
De esta interpretación jurisprudencial se desprende la consideración de que el
embrión humano, desde el inicio de formación del cigoto hasta su implantación en el
útero materno, pasa diferentes fases, que pueden darse de forma natural o bien en el
laboratorio, en las que la ley otorga diferentes grados de protección.

3.3.2. Marco jurídico actual en relación al embrión


Actualmente, el marco jurídico viene definido por tres normas básicas: la Ley de
reproducción humana asistida (2006), la Ley de investigación biomédica (2007) y el
Código Penal (1996). Estas disposiciones dan cobertura legal en dos ámbitos:

a) Ámbito de la reproducción humana


- La utilización de cualquier método anticonceptivo, incluso la esterilización
voluntaria del hombre o la mujer.
- La aplicación de diferentes técnicas de reproducción humana asistida,
incluyendo la reproducción homóloga o heteróloga, con gametos de donante,
masculinos o femeninos.
- La utilización de técnicas de diagnóstico prenatal para identificar posibles
malformaciones o patología del feto intra utero.
- La utilización de técnicas de diagnóstico genético preimplantacional para
detectar en el laboratorio patologías del embrión y desaconsejar su
transferencia al útero materno.
- La utilización de estas mismas técnicas para determinar la compatibilidad
genética de un embrión con una persona con la que se utilizarán sus células,
cuando llegue a nacer, con fines terapéuticos.
- La despenalización del aborto en ciertos supuestos cumpliendo ciertos
requisitos. Fuera de estos supuestos, el aborto es considerado delito.

b) Ámbito de la investigación
- La utilización para investigación de embriones sobrantes de reproducción
asistida, con el consentimiento previo de sus titulares.
- La aplicación de la técnica de transferencia nuclear para generar embriones
somáticos en el laboratorio y emplearlos para investigación y futuras terapias,
con ciertos requerimientos y garantías.
Ante este amplio espectro de prácticas que la legislación española contempla como
legales y que implican intervención sobre el embrión, en una fase más o menos
avanzada de su desarrollo, se da respuesta a diferentes demandas de la sociedad, algunas
de ellas ya cubiertas hace muchos años como son las del ámbito de reproducción
asistida y que se han actualizado, y otras más recientes, del contexto de la investigación
biomédica que exigía un marco jurídico que permitiera sacar adelante proyectos en el
campo de las células madre embrionarias, entre otros.

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 14


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

3.3.3. El contexto específico del aborto


Los países europeos mayoritariamente tienen legislaciones que aceptan el aborto a
petición hasta la semana 12.ª, y transcurrido este tiempo de gestación debe obedecer a
causas médicas o éticas (por ejemplo, violación).
Sin embargo, la Resolución 1607 aprobada por la Asamblea Parlamentaria del
Consejo de Europa en abril de 2008 considera que el aborto no debe estar prohibido
dentro de unos plazos razonables de la gestación, debido a que la prohibición no
consigue reducir el número de abortos, sino que lleva a los abortos clandestinos, más
traumáticos, y contribuye al incremento de la mortalidad materna y el “turismo
abortivo”. Esto genera desigualdades sociales en su acceso. Por estas razones invita a
todos los estados miembros de la Unión Europea a establecer normativas
despenalizadoras del aborto en plazos de gestación razonables, garantizar a las mujeres
un acceso efectivo y equitativo al aborto en condiciones sanitarias, psicológicas y
económicas adecuadas. Asimismo, invita a llevar a cabo políticas de educación sexual y
afectiva obligatoria, y a garantizar el acceso a la información ya los medios
contraceptivos seguros, minimizando la necesidad de recurrir al aborto.

3.3.3. Marco legislativo en España


La presión social de los últimos años junto con la nueva directiva europea ha hecho
que en España se aprobara una nueva ley en materia de aborto, se trata de la Ley
orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción
voluntaria del embarazo. Sobre este último aspecto la ley dice lo siguiente:

TÍTULO II
De la interrupción voluntaria del embarazo
CAPÍTULO I
Condiciones de la interrupción voluntaria del embarazo

ARTÍCULO 12. Garantía de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo.


Se garantiza el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en las condiciones que se
determinan en esta Ley. Estas condiciones se interpretarán en el modo más favorable para la
protección y eficacia de los derechos fundamentales de la mujer que solicita la intervención, en
particular, su derecho al libre desarrollo de la personalidad, a la vida, a la integridad física y
moral, a la intimidad, a la libertad ideológica y a la no discriminación.

ARTÍCULO 13. Requisitos comunes.


Son requisitos necesarios de la interrupción voluntaria del embarazo:
Primero. Que se practique por un médico especialista o bajo su dirección.
Segundo. Que se lleve a cabo en centro sanitario público o privado acreditado.
Tercero. Que se realice con el consentimiento expreso y por escrito de la mujer embarazada
o, en su caso, del representante legal, de conformidad con lo establecido en la Ley 41/2002,
Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en materia de
información y documentación clínica.

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 15


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

Podrá prescindirse del consentimiento expreso en el supuesto previsto en el artículo 9.2.b)


de la referida Ley.
Cuarto. En el caso de las mujeres de 16 y 17 años, el consentimiento para la interrupción
voluntaria del embarazo les corresponde exclusivamente a ellas de acuerdo con el régimen
general aplicable a las mujeres mayores de edad.
Al menos uno de los representantes legales, padre o madre, personas con patria potestad o
tutores de las mujeres comprendidas en esas edades deberá ser informado de la decisión de la
mujer.
Se prescindirá de esta información cuando la menor alegue fundadamente que esto le
provocará un conflicto grave, manifestado en el peligro cierto de violencia intrafamiliar,
amenazas, coacciones, malos tratos, o se produzca una situación de desarraigo o desamparo.
(Modificado por la Ley orgánica 11/2015 y remodificado por la Ley Orgnica 1/2023)2.

ARTÍCULO 14. Interrupción del embarazo a petición de la mujer.


Podrá interrumpirse el embarazo dentro de las primeras catorce semanas de gestación a
petición de la embarazada, siempre que concurran los requisitos siguientes:
a) Que se haya informado a la mujer embarazada sobre los derechos, prestaciones y
ayudas públicas de apoyo a la maternidad, en los términos que se establecen en los
apartados 2 y 4 del artículo 17 de esta Ley.
b) Que haya transcurrido un plazo de al menos tres días, desde la información mencionada
en el párrafo anterior y la realización de la intervención.

ARTÍCULO 15. Interrupción por causas médicas.


Excepcionalmente, podrá interrumpirse el embarazo por causas médicas cuando concurra
alguna de las circunstancias siguientes:
a) Que no se superen las veintidós semanas de gestación y siempre que exista grave riesgo
para la vida o la salud de la embarazada y así conste en un dictamen emitido con
anterioridad a la intervención por un médico o médica especialista distinto del que la
practique o dirija. En caso de urgencia por riesgo vital para la gestante podrá
prescindirse del dictamen.
b) Que no se superen las veintidós semanas de gestación y siempre que exista riesgo de
graves anomalías en el feto y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la
intervención por dos médicos especialistas distintos del que la practique o dirija.
c) Cuando se detecten anomalías fetales incompatibles con la vida y así conste en un
dictamen emitido con anterioridad por un médico o médica especialista, distinto del que
practique la intervención, o cuando se detecte en el feto una enfermedad
extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico y así lo confirme un
comité clínico.

2
La Ley Orgánica 11/2015, de 21 de septiembre, para reforzar la protección de las menores y
mujeres con capacidad modificada judicialmente en la interrupción voluntaria del embarazo
modificó el artículo cuarto de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva
y de la interrupción voluntaria del embarazo: «Para la interrupción voluntaria del embarazo de
menores de edad o personas con capacidad modificada judicialmente será preciso, además de su
manifestación de voluntad, el consentimiento expreso de sus representantes legales». La Ley 1/2023,
de 28 de febrero, por la cual se modifica la Ley Orgánica 2/2010 anula la modificación de 2015. En
el artículo 13 bis dice: «Las mujeres podrán interrumpir voluntariamente su embarazo a partir de los 16
años, sin necesidad del consentimiento de sus representantes legales».

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 16


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

ARTÍCULO 16. Comité clínico.


1. El comité clínico al que se refiere el artículo anterior estará formado por un equipo
pluridisciplinar integrado por dos médicos especialistas en ginecología y obstetricia o expertos
en diagnóstico prenatal y un pediatra. La mujer podrá elegir uno de estos especialistas.
2. Confirmado el diagnóstico por el comité, la mujer decidirá sobre la intervención.
3. En cada Comunidad Autónoma habrá, al menos, un comité clínico en un centro de la red
sanitaria pública. Los miembros, titulares y suplentes, designados por las autoridades sanitarias
competentes, lo serán por un plazo no inferior a un año. La designación deberá hacerse pública
en los diarios oficiales de las respectivas Comunidades Autónomas.
4. Las especificidades del funcionamiento del comité clínico se determinarán
reglamentariamente.

3.4. BIBLIOGRAFÍA SOBRE EL TEMA

COMITÈ EPISCOPAL PER A LA DEFENSA DE LA VIDA. L’avortament. 100 qüestions i respostes


sobre la defensa de la vida humana i l’actitud dels catòlics, Barcelona: Claret 1991.
J-R. FLECHA. La fuente de la vida. Manual de bioética, Salamanca: Sigueme 1999.
J. GAFO. 10 palabras clave en bioètica, Estella: Verbo Divno 2000.
I. NÚÑEZ DE CASTRO. De la dignidad del embrión. Reflexiones en torno a la vida humana
naciente, Madrid: UPC 2008.
L. GONZÁLEZ MORÁN. Aborto. Un reto social y moral. Madrid: Comillas – San Pablo 2009.
J. SÁNCHEZ CARO y F. ABELLÁN. Salud sexual y reproductiva: aspectos científicos, éticos y
jurídicos. Madrid – Granada: Comares 2010.
G. HERRANZ. El embrión ficticio. Historia de un mito biológico, Madrid: Biblioteca Palabra
2013.
F.J. DE LA TORRE. Bioética. Vulnerabilidad y responsabilidad en el comienzo de la vida.
Madrid: Dykinson 2015.
A. LÓPEZ QUINTÁS. Las sinrazones del aborto, Madrid: Palabra 2015.
M. SANDEL. Contra la perfección. La ética de la era de la ingenería genética, Barcelona:
Marbot 2016.
A. NAVAS GARCÍA. Hablemos del aborto, Navarra: Eunsa 2019.

4. EVANGELIUM VITAE (fragmentos)

Carta encíclica Evangelium vitae del sumo pontífice Juan Pablo II, a los obispos, a
los sacerdotes y diáconos, a los religiosos y religiosas, los fieles laicos y todas las
personas de buena voluntad sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana.

III. NO MATARÁS
La santa ley de Dios
“Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17): Evangelio y
mandamiento
52. “En esto se le acercó uno y le dijo: "Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para
conseguir vida eterna?"“ (Mt 19, 16). Jesús responde: “Si quieres entrar en la vida,

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 17


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). El Maestro habla de la vida eterna, es decir, de
la participación en la vida misma de Dios. A esta vida se llega por la observancia de los
mandamientos del Señor, incluido también el mandamiento “no matarás”. Precisamente
éste es el primer precepto del Decálogo que Jesús recuerda al joven que pregunta qué
mandamientos debe observar: “Jesús dijo: "No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás..."“ (Mt 19, 18)

El mandamiento de Dios no está nunca separado de su amor; es siempre un don


para el crecimiento y la alegría del hombre. Como tal, constituye un aspecto esencial y
un elemento irrenunciable del Evangelio, más aún, es presentado como “evangelio”,
esto es, buena y gozosa noticia. También el Evangelio de la vida es un gran don de Dios
y, al mismo tiempo, una tarea que compromete al hombre. Suscita asombro y gratitud
en la persona libre, y requiere ser aceptado, observado y estimado con gran
responsabilidad: al darle la vida, Dios exige al hombre que la ame, la respete y la
promueva. De este modo, el don se hace mandamiento, y el mandamiento mismo es un
don.

El hombre, imagen viva de Dios, es querido por su Creador como rey y señor. “Dios
creó al hombre –escribe san Gregorio de Nisa– de modo tal que pudiera desempeñar su
función de rey de la tierra... El hombre fue creado a imagen de Aquél que gobierna el
universo. Todo demuestra que, desde el principio, su naturaleza está marcada por la
realeza... También el hombre es rey. Creado para dominar el mundo, recibió la
semejanza con el rey universal, es la imagen viva que participa con su dignidad en la
perfección del modelo divino”. Llamado a ser fecundo y a multiplicarse, a someter la
tierra y a dominar sobre todos los seres inferiores a él (cf.Gn 1, 28), el hombre es rey y
señor no sólo de las cosas, sino también y sobre todo de sí mismo 39 y, en cierto sentido,
de la vida que le ha sido dada y que puede transmitir por medio de la generación,
realizada en el amor y respeto del designio divino. Sin embargo, no se trata de un
señorío absoluto, sino ministerial, reflejo real del señorío único e infinito de Dios. Por
eso, el hombre debe vivirlo con sabiduría y amor, participando de la sabiduría y del
amor inconmensurables de Dios. Esto se lleva a cabo mediante la obediencia a su santa
Ley: una obediencia libre y gozosa (cf. Sal 119 118), que nace y crece siendo
conscientes de que los preceptos del Señor son un don gratuito confiado al hombre
siempre y sólo para su bien, para la tutela de su dignidad personal y para la consecución
de su felicidad.

Como sucede con las cosas, y más aún con la vida, el hombre no es dueño absoluto
y árbitro incensurable, sino –y aquí radica su grandeza sin par– que es “administrador
del plan establecido por el Creador”.

La vida se confía al hombre como un tesoro que no se debe malgastar, como un


talento a negociar. El hombre debe rendir cuentas de ella a su Señor (cf. Mt 25, 14-30;
Lc 19, 12-27).

“Pediré cuentas de la vida del hombre al hombre” (cf. Gn 9, 5):


la vida humana es sagrada e inviolable

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 18


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

53. “La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta "la acción
creadora de Dios" y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su
único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en
ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser
humano inocente”. Con estas palabras la Instrucción Donum vitae expone el contenido
central de la revelación de Dios sobre el carácter sagrado e inviolable de la vida
humana.

En efecto, la Sagrada Escritura impone al hombre el precepto “no matarás” como


mandamiento divino (Ex 20, 13; Dt 5, 17). Este precepto –como ya he indicado– se
encuentra en el Decálogo, en el núcleo de la Alianza que el Señor establece con el
pueblo elegido; pero estaba ya incluido en la alianza originaria de Dios con la
humanidad después del castigo purificador del diluvio, provocado por la propagación
del pecado y de la violencia (cf. Gn 9, 5-6).

Dios se proclama Señor absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y


semejanza (cf. Gn 1, 26-28). Por tanto, la vida humana tiene un carácter sagrado e
inviolable, en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Precisamente por
esto, Dios se hace juez severo de toda violación del mandamiento “no matarás”, que
está en la base de la convivencia social. Dios es el defensor del inocente (cf. Gn4, 9-15;
Is 41, 14; Jr 50, 34; Sal 19 18, 15). También de este modo, Dios demuestra que “no se
recrea en la destrucción de los vivientes” (Sb 1, 13). Sólo Satanás puede gozar con ella:
por su envidia la muerte entró en el mundo (cf. Sb 2, 24). Satanás, que es “homicida
desde el principio”, y también “mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), engañando
al hombre, lo conduce a los confines del pecado y de la muerte, presentados como
logros o frutos de vida.

54. Explícitamente, el precepto “no matarás” tiene un fuerte contenido negativo:


indica el límite que nunca puede ser transgredido. Implícitamente, sin embargo, conduce
a una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, ayudando a promoverla y a
progresar por el camino del amor que se da, acoge y sirve. El pueblo de la Alianza, aun
con lentitud y contradicciones, fue madurando progresivamente en esta dirección,
preparándose así al gran anuncio de Jesús: el amor al prójimo es un mandamiento
semejante al del amor a Dios; “de estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas” (cf. Mt 22, 36-40). “Lo de... no matarás... y todos los demás preceptos –señala
san Pablo– se resumen en esta fórmula: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"” (Rm
13, 9; cf. Ga 5, 14). El precepto “no matarás”, asumido y llevado a plenitud en la Nueva
Ley, es condición irrenunciable para poder “entrar en la vida” (cf. Mt 19, 16-19). En
esta misma perspectiva, son apremiantes también las palabras del apóstol Juan: “Todo el
que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna
permanente en él” (1 Jn 3, 15).

Desde sus inicios, la Tradición viva de la Iglesia –como atestigua la Didaché, el más
antiguo escrito cristiano no bíblico– repite de forma categórica el mandamiento “no
matarás”: “Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la
diferencia que hay entre estos caminos... Segundo mandamiento de la doctrina: No
matarás... no matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién
nacido... Mas el camino de la muerte es éste:... que no se compadecen del pobre, no

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 19


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

sufren por el atribulado, no conocen a su Criador, matadores de sus hijos, corruptores de


la imagen de Dios; los que rechazan al necesitado, oprimen al atribulado, abogados de
los ricos, jueces injustos de los pobres, pecadores en todo. ¡Ojalá os veáis libres, hijos,
de todos estos pecados!”.

A lo largo del tiempo, la Tradición de la Iglesia siempre ha enseñado unánimemente


el valor absoluto y permanente del mandamiento “no matarás”. Es sabido que en los
primeros siglos el homicidio se consideraba entre los tres pecados más graves –junto
con la apostasía y el adulterio– y se exigía una penitencia pública particularmente dura y
larga antes que al homicida arrepentido se le concediese el perdón y la readmisión en la
comunión eclesial.

55. No debe sorprendernos: matar un ser humano, en el que está presente la imagen
de Dios, es un pecado particularmente grave. ¡Sólo Dios es dueño de la vida!Desde
siempre, sin embargo, ante las múltiples y a menudo dramáticas situaciones que la vida
individual y social presenta, la reflexión de los creyentes ha tratado de conocer de forma
más completa y profunda lo que prohíbe y prescribe el mandamiento de Dios. En efecto,
hay situaciones en las que aparecen como una verdadera paradoja los valores propuestos
por la Ley de Dios. Es el caso, por ejemplo, de la legítima defensa, en que el derecho a
proteger la propia vida y el deber de no dañar la del otro resultan, en concreto,
difícilmente conciliables. Sin duda alguna, el valor intrínseco de la vida y el deber de
amarse a sí mismo no menos que a los demás son la base de un verdadero derecho a la
propia defensa. El mismo precepto exigente del amor al prójimo, formulado en el
Antiguo Testamento y confirmado por Jesús, supone el amor por uno mismo como uno
de los términos de la comparación: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 31).
Por tanto, nadie podría renunciar al derecho a defenderse por amar poco la vida o a sí
mismo, sino sólo movido por un amor heroico, que profundiza y transforma el amor por
uno mismo, según el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas (cf. Mt 5, 38-48) en la
radicalidad oblativa cuyo ejemplo sublime es el mismo Señor Jesús.

Por otra parte, “la legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un
deber grave, para el que es responsable de la vida de otro, del bien común de la familia
o de la sociedad”. Por desgracia sucede que la necesidad de evitar que el agresor cause
daño conlleva a veces su eliminación. En esta hipótesis el resultado mortal se ha de
atribuir al mismo agresor que se ha expuesto con su acción, incluso en el caso que no
fuese moralmente responsable por falta del uso de razón.

56. En este horizonte se sitúa también el problema de la pena de muerte, respecto a


la cual hay, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a
pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca
en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del
hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la
sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone “tiene como primer efecto el de
compensar el desorden introducido por la falta”. La autoridad pública debe reparar la
violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una
adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la
propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 20


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y
una ayuda para corregirse y enmendarse.

Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la


calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a
la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es
decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo,
gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son
ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes.

De todos modos, permanece válido el principio indicado por el nuevo Catecismo de


la Iglesia católica, según el cual “si los medios incruentos bastan para defender las
vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de
las personas, en tal caso la autoridad se limitará a emplear sólo esos medios, porque
ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más
conformes con la dignidad de la persona humana”.

57. Si se pone tan gran atención al respeto de toda vida, incluida la del reo y la del
agresor injusto, el mandamiento “no matarás” tiene un valor absoluto cuando se refiere
a la persona inocente. Tanto más si se trata de un ser humano débil e indefenso, que
sólo en la fuerza absoluta del mandamiento de Dios encuentra su defensa radical frente
al arbitrio y a la prepotencia ajena.

En efecto, el absoluto carácter inviolable de la vida humana inocente es una verdad


moral explícitamente enseñada en la Sagrada Escritura, mantenida constantemente en la
Tradición de la Iglesia y propuesta de forma unánime por su Magisterio. Esta
unanimidad es fruto evidente de aquel “sentido sobrenatural de la fe” que, suscitado y
sostenido por el Espíritu Santo, preserva de error al pueblo de Dios, cuando “muestra
estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral”.

Ante la progresiva pérdida de conciencia en los individuos y en la sociedad sobre la


absoluta y grave ilicitud moral de la eliminación directa de toda vida humana inocente,
especialmente en su inicio y en su término, el Magisterio de la Iglesia ha intensificado
sus intervenciones en defensa del carácter sagrado e inviolable de la vida humana. Al
Magisterio pontificio, especialmente insistente, se ha unido siempre el episcopal, por
medio de numerosos y amplios documentos doctrinales y pastorales, tanto de
Conferencias Episcopales como de Obispos en particular. Tampoco ha faltado, fuerte e
incisiva en su brevedad, la intervención del Concilio Vaticano II.

Por tanto, con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en
comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y
voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral. Esta doctrina,
fundamentada en aquella ley no escrita que cada hombre, a la luz de la razón, encuentra
en el propio corazón (cf. Rm 2, 14-15), es corroborada por la Sagrada Escritura,
transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y
universal.

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 21


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre


mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio
para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios
mismo, su autor y garante; y contradice las virtudes fundamentales de la justicia y de la
caridad. “Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o
embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede
pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni
puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente
imponerlo ni permitirlo”.

Cada ser humano inocente es absolutamente igual a todos los demás en el derecho a
la vida. Esta igualdad es la base de toda auténtica relación social que, para ser
verdadera, debe fundamentarse sobre la verdad y la justicia, reconociendo y tutelando a
cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se puede
disponer. Ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano
inocente “no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre
ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante las exigencias
morales somos todos absolutamente iguales”.

“Mi embrión tus ojos lo veían” (Sal 139/138, 16):


el delito abominable del aborto
58. Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto
procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El
Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como “crímenes nefandos”.

Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando


progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad,
en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del
sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso
cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se
requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas
por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de
autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: “¡Ay, los que
llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad” (Is 5,
20). Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología
ambigua, como la de “interrupción del embarazo”, que tiende a ocultar su verdadera
naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno
lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede
cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y
directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su
existencia, que va de la concepción al nacimiento.

La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se


reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las
circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que
comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás
podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme,
hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 22


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla
totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin
embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminación, e
incluso la procura.

Es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un
carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la
concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque
se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de
vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de
nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no
nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas,
jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.

59. En la decisión sobre la muerte del niño aún no nacido, además de la madre,
intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede ser culpable el padre del
niño, no sólo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino también cuando
favorece de modo indirecto esta decisión suya al dejarla sola ante los problemas del
embarazo: de esta forma se hiere mortalmente a la familia y se profana su naturaleza de
comunidad de amor y su vocación de ser “santuario de la vida”. No se pueden olvidar
las presiones que a veces provienen de un contexto más amplio de familiares y amigos.
No raramente la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se siente
psicológicamente obligada a ceder al aborto: no hay duda de que en este caso la
responsabilidad moral afecta particularmente a quienes directa o indirectamente la han
forzado a abortar. También son responsables los médicos y el personal sanitario cuando
ponen al servicio de la muerte la competencia adquirida para promover la vida.

Pero la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y


aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos,
los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos. Una
responsabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han favorecido la
difusión de una mentalidad de permisivismo sexual y de menosprecio de la maternidad,
como a quienes debieron haber asegurado –y no lo han hecho– políticas familiares y
sociales válidas en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con
particulares dificultades económicas y educativas. Finalmente, no se puede minimizar el
entramado de complicidades que llega a abarcar incluso a instituciones internacionales,
fundaciones y asociaciones que luchan sistemáticamente por la legalización y la
difusión del aborto en el mundo. En este sentido, el aborto va más allá de la
responsabilidad de las personas concretas y del daño que se les provoca, asumiendo una
dimensión fuertemente social: es una herida gravísima causada a la sociedad y a su
cultura por quienes deberían ser sus constructores y defensores. Como he escrito en mi
Carta a las familias, “nos encontramos ante una enorme amenaza contra la vida: no sólo
la de cada individuo, sino también la de toda la civilización”. Estamos ante lo que puede
definirse como una “estructura de pecado” contra la vida humana aún no nacida.

60. Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción,


al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida
humana personal. En realidad, “desde el momento en que el óvulo es fecundado, se

UNIDAD 3 – Inicio de la vida – 23


2.º curso de bachillerato Moral de la vida

inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser
humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido
desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa
confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de
lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien
determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas
principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar”. Aunque
la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observación de ningún dato
experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen
“una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este
primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona
humana?”.

Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la
obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para
justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un
embrión humano. Precisamente por esto, más allá de los debates científicos y de las
mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magisterio no se ha comprometido
expresamente, la Iglesia siempre ha enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la
generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el
respeto incondicional que moralmente se le debe al ser humano en su totalidad y unidad
corporal y espiritual: “El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde
el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben
reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser
humano inocente a la vida”.

61. Los textos de la Sagrada Escritura, que nunca hablan del aborto voluntario y,
por tanto, no contienen condenas directas y específicas al respecto, presentan de tal
modo al ser humano en el seno materno, que exigen lógicamente que se extienda
también a este caso el mandamiento divino “no matarás”.

La vida humana es sagrada e inviolable en cada momento de su existencia, también


en el inicial que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno materno, pertenece a
Dios que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve
mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de
mañana, cuyos días están contados y cuya vocación está ya escrita en el “libro de la
vida” (cf. Sal 139 138, 1. 13-16). Incluso cuando está todavía en el seno materno –como
testimonian numerosos textos bíblicos–, el hombre es término personalísimo de la
amorosa y paterna providencia divina.

La tradición cristiana –como bien señala la Declaración emitida sobre este punto
por la Congregación para la Doctrina de la Fe– es clara y unánime, desde los orígenes
hasta nuestros días, en considerar el aborto como desorden moral particularmente grave.
Desde que entró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difundida la
práctica del aborto y del infanticidio, la primera comunidad cristiana se opuso
radicalmente, con su doctrina y praxis, a las costumbres difundidas en aquella sociedad,
como bien demuestra la ya citada Didaché. Entre los escritores eclesiásticos del área
griega, Atenágoras recuerda que los cristianos consideran como homicidas a las mujeres

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2.º curso de bachillerato Moral de la vida

que recurren a medicinas abortivas, porque los niños, aun estando en el seno de la
madre, son ya “objeto, por ende, de la providencia de Dios”. Entre los latinos,
Tertuliano afirma: “Es un homicidio anticipado impedir el nacimiento; poco importa
que se suprima el alma ya nacida o que se la haga desaparecer en el nacimiento. Es ya
un hombre aquél que lo será”.

A lo largo de su historia bimilenaria, esta misma doctrina ha sido enseñada


constantemente por los Padres de la Iglesia, por sus pastores y doctores. Aun las
discusiones de carácter científico y filosófico sobre el momento preciso de la infusión
del alma espiritual nunca han provocado la duda más pequeño sobre la condena moral
del aborto.

62. El Magisterio pontificio más reciente ha reafirmado con gran vigor esta doctrina
común. En particular, Pío XI en la Encíclica Casti connubii rechazó las pretendidas
justificaciones del aborto; Pío XII excluyó todo aborto directo, o sea, todo acto que
tienda directamente a destruir la vida humana aún no nacida, “tanto si tal destrucción se
entiende como fin o sólo como medio para el fin”; Juan XXIII reafirmó que la vida
humana es sagrada, porque “desde que aflora, ella implica directamente la acción
creadora de Dios”. El Concilio Vaticano II, como ya he recordado, condenó con gran
severidad el aborto “se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la
concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes nefandos”.

La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con


sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con
penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos períodos históricos. El
Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión.
También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que
“quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”, es
decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo
la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se
hubiera producido: con esta reiterada sanción, la Iglesia señala este delito como uno de
los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el
camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin
hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto,
una adecuada conversión y penitencia.

Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia,


Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. Por
tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con
todos los Obispos –que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la
consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado
unánimemente sobre esta doctrina–, declaro que el aborto directo, es decir, querido
como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación
deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y
en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada
por el Magisterio ordinario y universal.

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2.º curso de bachillerato Moral de la vida

Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer
lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en
el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la
Iglesia.

63. La valoración moral del aborto se debe aplicar también a las recientes formas de
intervención sobre los embriones humanos que, aun buscando fines en sí mismos
legítimos, comportan inevitablemente su destrucción. Es el caso de los experimentos
con embriones, en creciente expansión en el campo de la investigación biomédica y
legalmente admitida por algunos Estados. Si “son lícitas las intervenciones sobre el
embrión humano siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo
expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de
sus condiciones de salud o su supervivencia individual”, se debe afirmar, sin embargo,
que el uso de embriones o fetos humanos como objeto de experimentación constituye un
delito en consideración a su dignidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo
respeto debido al niño ya nacido y a toda persona.

La misma condena moral concierne también al procedimiento que utiliza los


embriones y fetos humanos todavía vivos –a veces “producidos” expresamente para este
fin mediante la fecundación in vitro– sea como “material biológico” para ser utilizado,
sea como abastecedores de órganos o tejidos para trasplantar en el tratamiento de
algunas enfermedades. En verdad, la eliminación de criaturas humanas inocentes, aun
cuando beneficie a otras, constituye un acto absolutamente inaceptable.

64. Una atención especial merece la valoración moral de las técnicas de diagnóstico
prenatal, que permiten identificar precozmente eventuales anomalías del niño por nacer.
En efecto, por la complejidad de estas técnicas, esta valoración debe hacerse muy
cuidadosa y articuladamente. Estas técnicas son moralmente lícitas cuando están
exentas de riesgos desproporcionados para el niño o la madre, y están orientadas a
posibilitar una terapia precoz o también a favorecer una serena y consciente aceptación
del niño por nacer. Pero, dado que las posibilidades de curación antes del nacimiento
son hoy todavía escasas, sucede no pocas veces que estas técnicas se ponen al servicio
de una mentalidad eugenésica, que acepta el aborto selectivo para impedir el nacimiento
de niños afectados por varios tipos de anomalías. Semejante mentalidad es ignominiosa
y totalmente reprobable, porque pretende medir el valor de una vida humana siguiendo
sólo parámetros de “normalidad” y de bienestar físico, abriendo así el camino a la
legitimación incluso del infanticidio y de la eutanasia.

En realidad, precisamente el valor y la serenidad con que tantos hermanos nuestros,


afectados por graves formas de minusvalidez, viven su existencia cuando son aceptados
y amados por nosotros, constituyen un testimonio particularmente eficaz de los
auténticos valores que caracterizan la vida y que la hacen, incluso en condiciones
difíciles, preciosa para sí y para los demás. La Iglesia está cercana a aquellos esposos
que, con gran ansia y sufrimiento, acogen a sus hijos gravemente afectados de
incapacidades, así como agradece a todas las familias que, por medio de la adopción,
amparan a quienes han sido abandonados por sus padres, debido a formas de
minusvalidez o enfermedades.

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