Antecedentes y Orígenes Del Turismo

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Antecedentes y orígenes del turismo

Definición de turismo

A lo largo de los años, diferentes científicos han tratado de definir al turismo, cada uno desde su experiencia y
puntos de vista. Así, podemos señalar que:

• El turismo implica desplazamiento de un lugar habitual de residencia a otro distinto que no lo es.

• El turismo se manifiesta como inclinación del sujeto, a veces de carácter vacacional o simplemente de
carácter cultural, recreativo, etcétera.

• El turismo proporciona en la mayoría de las ocasiones una satisfacción, puesto que el fin básico es la
recreación.

Algunos expertos establecen una definición, en principio universal, que en la actualidad es la aceptada por la
Asociación Internacional de Expertos Científicos del Turismo (AIEST):

"Turismo es el conjunto de las relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia de


personas fuera de su lugar habitual de residencia, en tanto que dichos desplazamientos y permanencia no
estén motivados por una actividad lucrativa principal permanente o temporal".

En esta definición se destacan varios puntos de singular interés e importancia:

• El turismo resulta ser un conjunto de relaciones y fenómenos.

• Se exige el desplazamiento de su residencia habitual.

• No puede darse en el desplazamiento la existencia de una actividad lucrativa principal con carácter
permanentemente o temporal.

En la Carta de la ONU es considerado como uno de los inalienables derechos del hombre. Como reafirmación,
en 1963 la Conferencia de la ONU sobre turismo, de Roma, reiteró este derecho cuando afirmó que “como se
dice en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a la libertad de ir y
venir”.

Antecedentes del turismo

En el 776 a.C. se celebraron los primeros Juegos Olímpicos que consistían en competiciones atléticas en honor
a los dioses del Olimpo, ofreciendo sus prestaciones artísticas y atléticas como obsequio. Muchas veces
también se realizaban sacrificios y rezos en honor a algún dios en específico. Aunque de menos renombre
también se celebraban los festivales Pitios, los Ismios y los Nemeos. Estas celebraciones movilizaban a un
gran número de personas que, por supuesto, necesitaba de transporte y calzadas para desplazarse. El sistema
de pavimentación era muy parecido al de los persas y normalmente viajaban a pie o en burro.

Grecia contaba con una red de hoteles que tan sólo ofrecían una cama para pasar la noche. No contaban con
comedores ni baños, aunque en cada ciudad se construían unos baños públicos abiertos a todo el mundo donde
los turistas debían llevar su propia toalla. Se quitaban la ropa y la guardaban en unas taquillas especiales para
que nadie se la robara, seguidamente un empleado se encargaba de echarles jarras de agua fría y caliente.

Eran muy comunes las peregrinaciones a los distintos templos de Grecia y a los oráculos, el más importante
quizá sea el de Apolo en Delfos y entre los santuarios más visitados destaca el de Esculapio, dios de la
medicina. Las tierras griegas también ofrecían baños medicinales, resorts a la orilla del mar, festivales de teatro
y la oportunidad de ver monumentos como la Acrópolis de Atenas, que a partir del siglo V a.C. se convirtió
en uno de los sitos más visitados del mundo antiguo.

Los griegos también se preocuparon por visitar otros países, como por ejemplo Egipto. En la mayoría de los
casos estas visitas eran por asuntos militares o de comercio, aunque se sabe que las pirámides llegaron a atraer
a muchos “turistas”.

Como dato curioso: ya en la antigua Grecia existían los predecesores de los actuales consulados. Se
llamaban proxenos y acogían a los extranjeros que, al estar privados de todo tipo de derecho por su condición
de no ciudadanos, se veían en problemas a la hora de encontrar transporte para volver a su ciudad o país, que
necesitaban hospedaje, o incluso algún préstamo para poder continuar con su viaje. Muchas veces los
“cónsules” arreglaban con mercaderes pasajes en barco donde los “turistas” podían llevar sus propios
sirvientes, ofreciéndoles comida y bebida.

El pueblo romano fue el primero en realizar lo que hoy en día entendemos por turismo, es decir, un viaje
(en la mayoría de los casos por placer) que incluía un desplazamiento pernoctando mínimo una noche y con
menos de un año de duración a un lugar de destino, realizado, por supuesto, en tiempo libre y/o de ocio.
Disponían de muchísimo tiempo libre, llegando a tener 200 días festivos al año (en el 345 d.C.), aunque casi
siempre este turismo lo practicaban los nobles. Viajaban para ver los templos del Mediterráneo, las pirámides
y monumentos de Egipto, asistir a las Olimpiadas de Grecia y los mercados de Asia Menor. En muchos casos
contrataban guías locales y solían comprar papiros que explicaban cierta área y sus posibilidades de
entrenamiento. También adquirían souvenirs y tenían tendencia a grabar su nombre en las piedras de los
monumentos que visitaban, como una especie de grafiti “a la romana”.

Los viajes se realizaban básicamente por tres razones: por placer, por negocios o por salud. El turismo
religioso y las peregrinaciones a los templos pasaron a formar parte de cualquier itinerario mínimamente culto,
y dejaron de ser lugares de rezo para convertirse en monumentos dignos de visitar. Durante el reinado del
emperador Caracalla se construyeron las famosas termas de Caracalla, unos baños públicos que contaban con
salas de vapor (saunas), piscinas, salas de gimnasia, de reposo, de masaje, e incluso bibliotecas y jardines. A
lo largo de todo el imperio se fueron construyendo otros complejos termales.

A los romanos también les gustaba la idea de pasar unos días de tranquilidad alejados de la ciudad y solían
desplazarse a la costa de Campania, por la zona de Baias. Pasaban mucho tiempo disfrutando del buen clima,
del agua medicinal de la playa y de sus aguas termales. En el golfo de Nápoles crearon residencias aptas para
pasar unas vacaciones. Se crearon otras infraestructuras necesarias para el desarrollo del turismo, tales como
posadas, restaurantes, barcos de pasajeros, pues la demanda de viajes aumentó, sobre todo durante la Pax
Romana. Era común entre los nobles la tendencia al agro-residencialismo, es decir, adquirir casas de campo y
convertirlas en su segunda residencia. Los emperadores solían construirse villas como Villa Tívoli. Durante la
época del imperio se construyeron numerosos circos e hipódromos con el propósito de entretener a los
ciudadanos. Cada vez fueron más comunes los combates de gladiadores, los espectáculos donde intervenían
leones y las carreras de cuádrigas. Era la táctica del “pan y circo” ideada por los emperadores romanos para
mantener a la plebe interesada por los juegos y la comida, y no por los asuntos de Estado.

Destacan los viajes de Alejandro Magno y Heredoto, así como las obras clásicas La Eneida y La Odisea por
sus referencias al paisaje, las culturas de la época y las características de los viajes realizados. La caída del
imperio romano en 476 d.C. supuso el fin de casi 13 siglos de cultura, unidad y turismo europeo. La decadencia
en la que el imperio se había sumido en el último siglo (IV d.C.) terminó por dar paso a la era de los reinos
germánicos en Europa, al Imperio Bizantino en Asia Menor y al islamismo en Arabia, el norte de África y la
Península Ibérica.

Fue el imperio más próspero de la Alta Edad Media con una economía basada en el comercio a gran distancia
heredado de los bizantinos. Los musulmanes eran propietarios de un enorme número de caravanas de camellos
con las que transportaban las sedas, papel y esencias que vendían en las ciudades más importantes del imperio,
como Córdoba y El Cairo.

Durante el siglo XII Europa experimenta un aumento demográfico, se hacen avances en la agricultura y en la
técnica y las ciudades renacen de su letargo. Con el nacimiento de una pequeña burguesía, en su mayoría
mercaderes y artesanos que han sido prósperos en sus negocios, comienza la desintegración de los feudos en
los núcleos grandes de población, sobreviviendo éstos en el medio rural. El comercio poco a poco empieza a
resurgir con dos focos principales de encuentro: Italia que sirve de puerto entre Europa y los imperios
musulmán y bizantino, y el norte de Europa, que comercia con el mercado de lana inglés y el mercado ruso.
Durante estos años nacen las primeras ferias, que atraen a una cantidad considerable de gente dispuesta a
conocer los productos de otros países. Se movilizan tanto mercaderes como nobles ansiosos de adquirir nuevos
productos. Es el resurgir del “turismo comercial”. Los más ricos no necesitaban de hospedajes, sino que
cargaban con sus propias tiendas de campaña, sirvientes, comida, ropas y otros. Los burgueses se veían
obligados a utilizar los sucios y descuidados hospedajes que se empezaron a crear a lo largo de las rutas
comerciales más viajadas. Ofrecían cama para la noche, muchas veces compartida por varios huéspedes. Y
algunas veces comida. Carecían de aseos públicos o privados.

A pesar de que las condiciones de las calzadas y de hoteles que dejaban mucho que desear, la gente empezó a
viajar a sitios de interés religioso. En el año 813 se descubrió la tumba del apóstol Santiago en Compostela y
años más tarde se popularizaría el Camino de Santiago. En 1140 Aymeric Picaud escribió la Guía Turística de
Santiago, en la cual describe las jornadas, las tierras, las gentes y las ciudades. Asimismo, Geoffrey Chaucer
escribió los Cuentos de Canterbury, ambientados en un viaje que unos peregrinos realizaron en abril de 1387
al santuario de Santo Tomás de Beckett. La historia transcurre durante una noche antes de llegar a su destino
en una posada de la época. Al parecer, estas posadas contaban con camas para todos, comida y bebida.

Otro síntoma de la religiosidad de la época que contribuyó al turismo fueron Las Cruzadas (movimiento
armado para la defensa de los lugares santos de la cristiandad), órdenes militares para proteger, defender y
ayudar a los peregrinos y expulsar a los musulmanes de los santos lugares. Las peregrinaciones a Jerusalén
para luchar por la Tierra Santa crearon la necesidad de construir hospedajes en los que albergar a tanta gente.
En muchos casos a los nobles se les hospedaba en castillos y palacios, pero el resto de las clases sociales se
veían obligadas a pedir la caridad de los monasterios. Viéndose éstos que no podían hospedar a los burgueses
y que tampoco podían dejar de lado a los obres, acabaron por recomendar a los primeros que pasaran, que
pasaran la noche en las tabernas y posadas de los pueblos, contribuyendo al resurgir de la hospedería. En 1282,
en la ciudad de Florencia se creó el Gremio de los Hospedajes, una agrupación de empresarios de alojamientos,
y en las rutas principales que llevaban a Venecia, lugar de donde salían las flotas con destino Jerusalén, se
empezaron a construir fondas cada 15 o 20 kilómetros.

En el siglo XII se crearon las primeras universidades en Inglaterra, las de Oxford y Cambridge, que pronto
siguieron multiplicándose por el resto de Europa (Salamanca, París, Bolonia, entre otras). Surgieron al
formarse organizaciones de estudiantes y profesores que en la mayoría de los casos venían de distintos lugares
de Europa. Tenía la universidad un espíritu internacional, pues la mayoría de los estudiantes viajaban desde
distintos lugares de Europa para poder estudiar o enseñar. Entrado el siglo XIV, eruditos como Boccacio,
Dante y Petrarca poblaron las universidades de humanismo, la base del Renacimiento.

Concluimos, pues, que las peregrinaciones marcaron el turismo de esta época, que vivió el resurgir de los
viajes por otros motivos que los de trabajo. La gente comenzó a movilizarse para asistir a las fiestas de los
pueblos cercanos 3 o 4 veces al año, las ferias atraían cada vez a más gente y, consecuentemente, se ampliaron
las rutas y los hospedajes.

Destacan los viajes de Marco Polo, el primer turista. Era un viajero y escritor veneciano. A los 16 años viajó
con su padre y con su tío, ambos mercaderes, y los tres emprendieron un viaje a China, pasando por acre, actual
Israel, por Ormuz, entrando en el Golfo Pérsico, pasando por muchos lugares de la Ruta de la Seda y del Asia
antigua. Estando en la cárcel, relató a su compañero de prisión el libro más famoso de la historia, Los Viajes
de Marco Polo, en los que relata sus viajes por países como Japón, Java, Ceilán (actual Sri Lanka), Tíbet, India
y Birmania, entre otros.

Los viajes a gran escala seguían siendo exclusivamente privilegio de los nobles. Casi todos los desplazamientos
eran por cuestiones de Estado y, en numerosas ocasiones, éstos incluían disfrutar del folklore y la gente del
lugar. Venecia se convirtió en un favorito entre los nobles por sus Carnavales, los canales y sus cortesanas,
mientras que Londres era el lugar favorito para disfrutar de mercadillos y funciones teatrales. Las
peregrinaciones a Santiago de Compostela y Canterbury incluían tanto a ricos como a pobres, cada vez siendo
más visitados monasterios e iglesias que poseían reliquias de algún santo. Es en el siglo XVI cuando aparece
por primera vez el nombre de hotel para designar a los hospedajes. Viene del francés y se refería a los palacios
urbanos, normalmente utilizados para hospedar a los séquitos que acompañaban a los reyes en sus viajes por
Europa, aunque fue comúnmente adoptado por los dueños de hospedajes al comenzar a construirse casas
destinadas al alojamiento de personas que iban de viaje y necesitaban una noche de descanso, o para aquellos
que se hospedaban por un intervalo más largo de tiempo.

En 1605 se construye en Inglaterra la primera cochera o carroza, más ligera que los carros medievales, que
revolucionaría el transporte, pues ahora se podía viajar en menos tiempo de la ciudad a la casa de campo, como
era normal entre la aristocracia, o viajar de Manchester a Londres para realizar una visita a los parientes. El
transporte marítimo también mejoró mucho, aunque las condiciones de viaje eran tan poco agradables (poco
espacio, inseguridad por las mareas, largos viajes, riesgo de perder la propia vida, poca comida), que los barcos
se destinaban más a fines militares y a exploraciones que a fines turísticos.

A mediados del siglo XVII los hijos de los nobles, burguesía y comerciantes ingleses debían complementar
sus estudios realizando un viaje por las ciudades mas representativas de Europa. Es el conocidísimo antecesor
del turismo de élite: el Grand Tour. Duraba entre seis meses y tres años e incluía casi siempre una obligada
parada en Italia, que sorprendentemente era el país peor comunicado de Europa y con las posadas menos
desarrolladas, pero el más atractivo de la época. Francia era el segundo país más visitado. En 1687 John
Gailhard en su libro Complete Gentlemen (Un caballero completo) describió el siguiente itinerario como
posible: Francia-París, Italia-Génova, Milán, Roma y Venecia, a la vuelta pasando por Suiza, Alemania y los
Países Bajos.

Las narraciones sobre los viajes se hicieron muy populares entrado el siglo XVIII, sobre todo con los poetas
románticos y, gracias a ellos, en los rincones de Europa surgió el interés y el deseo de conocer otros lugares.
Con el invento de la máquina de vapor, en 1765, por James Watt y con el ferrocarril de George Stephenson,
en 1825, el turismo daría un paso gigante en su evolución y entraríamos en una nueva era.

Aunque el concepto moderno de la palabra turismo surge a finales del siglo XVIII en Inglaterra con el “gran
tour” que lleva a cabo la nobleza y la incipiente clase burguesa fruto de la Revolución Industrial, podemos
apreciar desde la antigüedad hasta los siglos XVIII y XIX una serie de hechos que se pueden catalogar,
salvando las distancias, de actividad turística y viajera.

En la historia de la humanidad encontramos una muestra continua de viajes, viajeros y organizadores de viajes,
pero el concepto de “viaje” tenía matices distintos en otras épocas. En primer lugar, el viaje no se “disfrutaba”
sino que se “sufría”, ya que las condiciones en que se realizaban eran incómodas, difíciles e inseguras. En
segundo lugar, no era un fin en sí mismo, sino simplemente un medio para llegar al destino. En tercer lugar,
los desplazamientos estaban restringidos a una minoría, viviendo y muriendo la mayor parte de la población
sin haber abandonado su entorno más inmediato.

Gran parte de las causas que desplazaban a los viajeros de otras épocas perduran hasta nuestros días. En los
orígenes de la humanidad el viaje estuvo unido al comercio, a la búsqueda de bienes para la subsistencia, a la
necesidad de mejorar las condiciones de vida, a los deseos políticos de expansión territorial, y a los deseos de
descanso y salud que movían a las clases privilegiadas a los centros termales.

El viaje de instrucción y de placer no aparecerá hasta finales de la Edad Media, en el momento del
Renacimiento italiano con Maquiavelo, Brunetto, Latini, Petrarca, Fortunato. A partir de aquí, con la entrada
en la Edad Moderna, es cuando se comienzan a emprender viajes por razones distintas de las que motivaban a
los peregrinos. Las grandes expediciones marítimas realizadas desde finales del siglo XIV hasta el siglo XVI
fueron las que ampliaron el horizonte de la época y las que despertaron la curiosidad por conocer otros pueblos
y lugares, que dio origen a una nueva era en la historia de los viajes.

En el periodo del siglo XVI al XIX se establecen las bases del turismo moderno. Durante este periodo tiene su
origen el denominado “gran tour”, del que posteriormente se derivará el término “turismo”, y es en esa época
cuando se comienzan a desarrollar los centros vacacionales, muchos de los cuales perduran.

En el siglo XVII se comienza recomendar, a los jóvenes de la nobleza y de la clase media inglesa, viajar al
continente con el fin de complementar sus conocimientos y ganar, de este modo, experiencia personal.

Mientras los jóvenes realizaban estos grandes viajes, impulsados fundamentalmente por motivos
educacionales, a finales del siglo XVII se comenzaba a despertar un gran interés por los baños termales, cuyas
propiedades curativas se conocían ya desde los tiempos del Imperio Romano, prolongándose hasta el siglo
XIX, cuando vuelve a tener un gran auge.

En la primera mitad del siglo XVIII, Bath y muchos otros centros termales contaban con una buena actividad
social y atraían a la gente más importante de la época.

A finales del siglo XVIII ya se había comenzado a manifestar un cambio en las preferencias, como
consecuencia de un incremento en la popularidad que iban tomando los baños de mar. A mediados de este
siglo se publica una tesis sobre el uso del agua de mar y esto generaliza una nueva moda de viajes, la cual ha
perdurado hasta hoy.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta comienzos del XIX se produce un importante salto cualitativo
en la evolución del turismo. La transformación económica y social ocurrida como consecuencia de la
Revolución Industrial comenzada en Inglaterra y el consiguiente surgimiento de una clase media que se fue
agrandando y enriqueciendo, con nuevos gustos y necesidades, especialmente a lo que se refiere a vacaciones
favorecidas; además, ocurrieron rápidas mejoras en los transportes y esto provocó el aumento del número de
personas que viajaban por placer; aparejado a esto nacen las agencias de viajes con Thomas Cook, a quien se
le reconoce como el primer agente de viajes profesional dedicado de tiempo completo a esta actividad.

A principios del siglo XIX los balnearios y las playas eran los destinos turíticos por
excelencia. Aconsejados por los doctores, aristócratas y burgueses emprendían viajes a balnearios, como el de
Spa en Bélgica o como Vichy en Francia, para curarse de sus enfermedades, pues las aguas termales o las frías
playas del Norte de Europa y del Canal de la Mancha eran muy buenas para la circulación y para las
enfermedades de la piel. Los destinos de alta montaña, especialmente en Suiza y Austria, se hicieron muy
famosos por las cualidades curativas que el aire puro tenía contra enfermedades como la tuberculosis. En estos
balnearios y sanatorios se crearon diferentes entretenimientos y diversiones para los pacientes. Pasados unos
años y habiéndose hecho famosos estos lugares, su clientela dejó de ser estrictamente pacientes para
convertirse en centros de reuniones sociales y, en general, turísticos.

Con la entrada del siglo XX el destino turístico cambiaría por las cálidas aguas del Mediterráneo, que
además ofrecía otros atractivos, como los tranquilos paseos por la orilla del mar sin pasar frío y sus benignas
temperaturas. Al descubrirse los antibióticos y la penicilina, la gente ya no tenía necesidad de recurrir a
balnearios o playas para curarse.

Se produce, por lo tanto, un auge en los alojamientos con la nueva necesidad de dar cama, comida y otros
servicios a los nuevos turistas. Se desarrollan los hoteles de lujo de la mano de César Ritz, quien nació en
Suiza en 1850 y trabajó desde muy temprana edad en distintos establecimientos hoteleros a lo largo de Europa.
Es considerado el padre de la moderna hostelería. Desde su puesto en el Gran Hotel Nacional de Lucerna, Ritz
mejoró los servicios al cliente, modernizó las instalaciones y creó un nuevo concepto de administración y
servicio hotelero. En Estados Unidos se crean las primeras tabernas en las estaciones de trenes para albergar a
los viajeros que cruzaban de este a oeste o de norte a sur el país.

El padre de las agencias de viajes, Thomas Cook, revolucionó el concepto de viaje. En 1841 organizó en
Inglaterra la primera excursión programada de la cual se tiene constancia, llevando a unas 500 personas desde
Leicester hasta Loughborough, Inglaterra, cobrando un chelín por persona. También fue la primera excursión
anunciada en tren. Enseguida fue copiada su idea por todo el mundo y mientras su compañía crecía rápido,
organizando tours por todo el continente Europeo, llegando más tarde al continente americano.

Entre otros hombres que ayudaron a modelar el sector turístico del que disfrutamos hoy en día, destaca: Henry
Wells, estadounidense que constituyó junto a William Fargo la empresa American Express, inicialmente
vinculada al transporte de mercancías y que más tarde se convirtió en una agencia de viajes y en una de las
mayores entidades de emisión y financiación de cheques de viaje y tarjetas de crédito.

La Primera Guerra Mundial paralizó las actividades turísticas que no tuvieron tiempo de recuperarse del todo
hasta después de la Segunda Guerra Mundial, puesto que en 1929 se produjo el Gran Crack en la bolsa de
Wall Street, Nueva York, que afectó en tan sólo unos días a toda Europa. Sin embargo, en 1925, con la creación
de la Sociedad de Naciones, aparecieron lo primeros organismos oficiales de turismo: UIOOT (Unión
Internacional de Organismos Oficiales de Turismo) y AUT (Alianza Internacional de Turismo).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el mundo entero se encontraba en un estado penoso. Se contaron unos
10 millones de muertos y muchos más heridos; las pérdidas materiales eran incalculables. Sin embargo, en los
años cincuenta casi todo el mundo se hallaba ya en estado de paz y de tranquilidad, pero ¿a qué se debe esto?
Afortunadamente, la pronta reacción de las potencias y la creación de la ONU (Organización de las Naciones
Unidas) marcaron el comienzo de la colaboración mundial. Con la Delegación Universal de los Derechos
Humanos todo el mundo desarrollado y, se supone, el subdesarrollado se hacían iguales.

En 1950 comenzó el boom turístico, caracterizado por el turismo de masas. En estos años el turismo mundial
crece rápidamente. Éstas son algunas de las causas más importantes:

• El orden internacional y la paz mundial facilitaron la regulación del transporte aéreo.

• La creación de la Organización Mundial del Turismo (OMT) y de la Organización Nacional de


Turismo (ONT).

• El surgimiento de una nueva cultura del ocio en el mundo occidental, que proporcionó los
desplazamientos.

• La rápida recuperación económica de los países occidentales y de Japón, así como la consolidación de
la clase media.

• Las mejoras en las infraestructuras y en los medios de transporte públicos con la construcción de
autopistas y el abaratamiento de los automóviles.

• La mejora en las condiciones de trabajo con la jornada laboral de 40 horas y el mes de vacaciones al
año que dieron paso al turismo social y al turismo de masa.

• Las nuevas técnicas publicitarias y de marketing.

También en esta época la estandarización del producto turístico es llevado a cabo por los tour-operadores.

Los destinos principales eran las ciudades de Europa con el encanto de civilizaciones pasadas, como Roma, y
las de aire cosmopolita, como Londres y París. Casi todo el turismo mundial lo realizaban los europeos dentro
de Europa, y el resto era dominio de Estados Unidos, que también solía escoger como destino, a parte de
interior, las Islas Hawai, el Caribe y Canadá. El destino turístico por excelencia de los Estados Unidos hasta
1959, y aún todavía, fue Cuba. Al tomar Castro la isla en la Revolución de 1959 se produjo la rotura entre los
dos países y Cuba dejó de ser un destino turístico para su país vecino a causa de su régimen comunista. A partir
de los años ochenta Cuba sería el destino principal de los españoles.

En 1973 el reciente turismo de masas se derrumba a causa de la crisis energética o del petróleo, que produjo
una profunda inflación de la que no se recuperaría hasta finales de los setenta. Sin embargo, los avances
tecnológicos no paran y se introducen los vuelos charter, la gran competencia de las líneas regulares,
el Concorde y el Tupolev, y los trenes de alta velocidad, como el TGV.
Las llegadas de turistas crecen a una velocidad de vértigo, y en 1988 se movilizan 392 millones de personas,
casi todos con un deseo de evasión y de pasarla bien sin hacer nada, encantados de contratar un paquete turístico
y un servicio barato. El turismo de masas está pasando por su mejor época y los destinos preferidos son las
costas, donde el turista puede, a la vez que relajarse en la playa, disfrutar por la noche de las actividades lúdica
del lugar. La mayoría de estos desplazamientos ocurren en tres épocas del año: vacaciones de verano,
vacaciones de navidad y en Semana Santa.

En 1992 se firma el Tratado de Maastrich, por el cual se introduce el concepto de ciudadanía europea y se
prevé la libre circulación de personas, mercancías y capitales para el 1 de enero de 1993. Otro tratado, el de
Schengen, elimina los controles fronterizos entre Portugal, España, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y
Luxemburgs. Estos tratados son sumamente importantes para el turismo actual, pues permiten mucha más
libertad entre los ciudadanos de la Comunidad Económica Europea (CEE), lo que significa una mayor
afluencia de turistas, puesto que cada vez hay menos complicaciones.

El tipo de turismo que representa al mundo es un turismo de masas, que en gran parte de los casos es el
trabajador de clase media y baja, pues suele ser más barato. La clase alta no suele elegir este tipo de turismo,
sino uno de élite, como puede ser el turismo de invierno en los Alpes Suizos, o en complejos turísticos de lujo,
como La Romana en República Dominicana o Marbella en España.

Entre los nuevos turismos destacan el turismo familiar, el ecoturismo, el turismo de aventura y el turismo
rural.

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