Resúmen - Campas Montaner - Del Neoclásico Al Romanticismo
Resúmen - Campas Montaner - Del Neoclásico Al Romanticismo
Resúmen - Campas Montaner - Del Neoclásico Al Romanticismo
Según Argan, la cultura artística moderna gira en torno a la relación dialéctica entre
los conceptos clásico y romántico. Hace referencia a dos grandes fases de la historia del
arte: lo "clásico", al arte del mundo antiguo, grecorromano, y a lo que se considera su
renacimiento en el humanismo de los siglos XV y XVI; lo "romántico" al arte cristiano de la
época medieval, más exactamente el románico y el gótico, o sea a las culturas románicas.
Ambos han sido teorizados entre la mitad del siglo XVIII y mediados del XIX; el "clásico" por
Winckelmann y Mengs, el "romántico" por los protagonistas del gótico en Inglaterra
(Pugin, Ruskin, Morris), por pensadores y literatos alemanes (Schlegel, Tieck,
Wackenroder) y por Viollet-le-Duc en Francia.
Entre los motivos que, en el siglo XVIII, determinan el final de lo que podríamos llamar
ciclo clásico y el inicio del ciclo romántico contemporáneo, es preeminente, según
Argán, la transformación de los medios técnicos de producción, con todas las
consecuencias que comporta en el orden social y político.
• El nacimiento de la tecnología industrial, al determinar la progresiva crisis del artesanado,
provocó la transformación de las estructuras y de las finalidades del arte.
• El paso de la tecnología del artesanado, que utilizaba las materias e imitaba los procesos
de la naturaleza, la tecnología industrial, que actúa sobre la naturaleza transformando
rápidamente el ambiente, es una de las principales causas de la crisis del arte moderno;
excluidos del sistema técnico-económico de la producción, los artistas se convierten en
intelectuales burgueses en tensión y a menudo en dura polémica con la misma clase
dirigente de la que forman parte.
• El rápido desarrollo del sistema industrial, tanto en el ámbito social como en el tecnológico,
explica el continuo cambio de las orientaciones artísticas, la sucesión de las tendencias o de
las poéticas, su fuerte acento ideológico y sus contrastes.
Durante el siglo XVII, los conceptos de Longino sobre la belleza fueron tenidos en gran
estima, y aplicados al arte barroco. La recuperación moderna del concepto de lo sublime se
produjo en Inglaterra, en el siglo XVIII. Ya Anthony Ashley Cooper, tercer conde de
Shaftesbury, y John Dennis, después de un viaje por los Alpes, expresaron su admiración
por las formas chocantes e irregulares de la naturaleza, apreciaciones estéticas que Joseph
Addison sintetizó en su revista The Spectator (1711) en una serie de artículos intitulados
"Pleasures of the Imagination". Esta obra de Addison, en la que el concepto de grandeza se
une al de sublimidad, junto con la obra de Edward Young Night Thoughts (1745), suelen
considerarse como los puntos de partida de Edmund Burke a la hora de escribir su
Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo
bello [A Philosophical Inquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and
Beautiful] 1757). La importancia de la obra de Burke radica en que fue el primer filósofo
en argüir que lo sublime y lo bello son categorías que se excluyen mutuamente, de la misma
manera que lo hacen la luz y la oscuridad. La belleza puede ser acentuada por la luz, pero
tanto una luz demasiado intensa como la total ausencia de luz son sublimes, en el sentido
de que pueden turbar la visión del objeto. La imaginación se ve así arrastrada a un estado
de horror hacia lo "oscuro, incierto y confuso". Este horror, sin embargo, también implica un
placer estético, obtenido de la conciencia de que esta percepción es una ficción.
(Montaner, del neoclásico al romanticismo, p. 13)
En Francia, el mayor defensor del concepto de lo sublime fue Victor Hugo, tanto en sus
poesías como en su prefacio a su obra de teatro Cromwell, donde define lo sublime como
una combinación de lo bello y lo grotesco, opuesta a la idea clásica de perfección. En su
propia obra, tanto El jorobado de Notre-Dame como muchos de los elementos de Los
miserables pueden ser considerados propiamente dentro de la categoría de lo sublime.
William Blake: La rosa de Albión, 1794-1795. Grabado impreso en color con añadidos
a mano en tinta y acuarela. 27,1×20,1 cm. The British Museum, Londres.
William Blake: Frontispicio de Visions of the Daughters of Albion, ca. 1795. Tate
Gallery.
Esto es sorprendente.
Blake juega con la dialéctica amo esclavo.
Hace una inversión de roles
Es casi feminista.
Denuncia la violencia física.
El amante celoso no quiere ni mirar.
El paisaje de la cueva, es más metaforico que otra cosa.
Luego el resto, ese sol esas nubes tratadas de manera particular.
Las figuras son estilizadas.
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Colega de Blake fue el pintor de origen suizo Henry Fuseli [Johann Heinrich Füssli]
(1741-1825), artista despreciado cuya excesiva imaginación parecía atacar, y también
apelar, a la cultura mercantil del arte en el Londres de finales del XVIII. Provenía de círculos
literarios y filosóficos del movimiento Sturm und Drang en Zurich y Berlín; en 1770 había
traducido al inglés los escritos de Winckelmann sobre el arte griego. Pasó ocho años en
Roma, y se estableció en Inglaterra en 1780, donde compaginó la actividad de pintor de
temas mitológicos y poéticos y la crítica literaria, relacionándose con el influyente teórico de
la ciencia fisonómica J. C. Lavater, con el coleccionista de arte, banquero y abolicionista
William Roscoe y con la feminista y activista política Mary Wollstonecraft. Admirado y
despreciado por su cínico libertinaje (era famoso por sus tacos y modales), en sus obras la
figura humana se muestra invariablemente en una situación in extremis, como se manifiesta
a la segunda versión de su cuadro más famoso, Nocturno (o Pesadilla).
Johann Heinrich Füssli: Nocturno, 1790. 76×64 cm. Óleo sobre tela. Goethes
Elternhaus, Francfort.
En este cuadro se visualizan los inquietantes tormentos de una mujer dormida. Partiendo
del folclore tradicional sobre las visitas del demonio y la sobrenatural carnalidad de los
sueños, así como de las teorías médicas del siglo XVIII sobre la psicofisiología del sueño,
Fuseli representó una intrusión nocturna en el dormitorio de una mujer, sobre la cual, y en
posición fetal, el demonio como personificación vengativa de los deseos de ella; lo psíquico
inhabilitando lo somático, cosa que da como resultado la oculta fantasía de violación de la
protagonista femenina. Obviamente, es más exacto decir que la fantasía es de Fuseli, que
postula el delirio onírico de esta violación sexual como interno al deseo femenino para
enmascarar la proyección demoníaca de lo masculino; bajo la dirección escénica de Fuseli,
la mujer que sueña se victimiza a sí misma. Como si formara parte de la reposición sádica
de una espectral escena de la Natividad, la virginal víctima da a luz al vástago gnómico de
sus impulsos libidinosos; el desplazamiento visual de las sugerentes imágenes sexuales es
discernible en la partición vaginal de las cortinas o en el extremo fálico del cabezal sobre el
que reposa el cuerpo de la mujer (cuya parte superior del torso se proyecta
reveladoramente hacia atrás en sereno abandono). En el fondo, este cuadro no hace
referencia a la presión onírica femenina, sino a la fantasía masoquista del artista.
2. LO NEOCLÁSICO
Se suele hablar de lucha por la libertad y de la revolución del "Tercer Estado" como de un
movimiento uniforme, pero en realidad la unidad de la burguesía se limita a sus fronteras,
por arriba, con la nobleza y, por debajo, con los campesinos y el proletariado urbano. Dentro
de estas fronteras la burguesía está dividida en una parte positivamente privilegiada y otra
negativamente privilegiada. La burguesía sólo quiere una democracia política, y se
pone a la defensiva cuando se reclama la igualdad económica. La sociedad de la
época está llena de contradicciones y tensiones; crea una monarquía que tan pronto
debe representar los intereses de la nobleza como los de la burguesía y, finalmente, tiene a
ambas clases contra sí; da forma a una aristocracia que está en enemistad consciente tanto
con la Corona como con la burguesía; crea una burguesía que se alía con obreros y
campesinos para hacer la revolución, pero que después se alía con los enemigos para
frenar a los obreros y campesinos. Evidentemente, el arte y la literatura se encuentran en
estado de transición y están llenos de tendencias opuestas: oscilan entre tradición y
libertad, formalismo y espontaneidad, ornamentalismo y expresión; sufren un cambio de
funciones, y principalmente el clasicismo, que era un estilo cortesano-aristocrático, se
convierte en el vehículo de las ideas de la burguesía progresista. El relajamiento de la
disciplina general, la irreligiosidad creciente, el sentido más independiente y más personal
de la vida se manifiestan en el arte con la disolución del gran estilo ceremonial. El arte
cambia de concepto y de función: se convierte en más humano, más accesible, con
menos pretensiones; ya no es para semidioses, sino para criaturas mortales, débiles,
sensuales y sibaritas; ya no expresa la grandeza y el poder, sino la belleza y la gracia
de la vida; ya no quiere imponer respeto y subyugar, sino gustar. El artista cambia de
estilo según el cliente. En lugar del paisaje heroico, encontramos la vista idílica de las
pastorales, y el retrato se convierte en un género trivial, popular, dedicado a fines
privados. Watteau será su máximo representante.
El arte cortesano, como ya hemos visto, fue disuelto por obra de la burguesía ascendente
del final del Antiguo Régimen.
La burguesía, que se asfixiaba bajo el Antiguo Régimen, que vivía bajo el yugo de la
frivolidad rococó de la Corte, cree descubrir su austeridad puritana y su concepción de la
virtud cívica en la historia romana: con ella se identificará esta burguesía. Por eso nos
encontramos ante un nuevo concepto de arte:
● Con la Revolución, el arte se convierte en confesión de fe política.
● El arte no es un "ornamento de la estructura social", sino parte e integrante de
sus cimientos.
● El arte no es un pasatiempo, un privilegio de ricos, o un estimulante, sino un
patrimonio de la nación, puro, verdadero y, por lo tanto, debe instruir,
perfeccionar, dar ejemplo y contribuir a la felicidad.
Una constante de todo el arte neoclásico es la crítica, que se convierte en condena, del
arte inmediatamente precedente, el barroco y el rococó. Se condenan los excesos sin
medida, el abandono del arte en manos de la imaginación a la que corresponde el
virtuosismo técnico que realiza todo lo imaginado. La cultura barroca es la última cultura
clásica; los críticos del barroco quieren corregir la exageración y la deformación del
clasicismo, separar el clasicismo-teoría del clasicismo-imaginación.
El arte neoclásico se sirve, sin ningún prejuicio, de todos los medios que la técnica pone a
su disposición. En arquitectura, el principio de la correspondencia de la forma con la función
estática lleva al cálculo escrupuloso de los pesos y las tensiones, al estudio de la resistencia
intrínseca de los materiales. Es precisamente la arquitectura neoclásica la que experimenta
los nuevos materiales y revalora, en el plano estético, la investigación técnico-científica de
los ingenieros. En las artes figurativas, la base de todo es el dibujo, el fino trazo lineal, que
sin duda no existe en la naturaleza ni se da en la percepción de lo real, pero que traduce en
concepto intelectual la noción sensorial del objeto. Se quiere educar en la claridad absoluta
de la línea, que reduce a lo esencial y no da lugar al probabilismo de las interpretaciones.
Los arquitectos neoclásicos saben que un nuevo orden social exige un nuevo orden de la
ciudad, y todos sus proyectos se inscriben en un plan de reforma urbanística. La nueva
ciudad deberá tener, como la antigua, sus monumentos; pero el arquitecto tendrá que
preocuparse también del desarrollo social y funcional. Se construyen iglesias a la manera
de los templos clásicos, pero también escuelas, hospitales, mercados, aduanas, puertos,
calles, plazas. Los escultores y los pintores trabajan por la ciudad: estatuas, ornamentos,
grandes representaciones históricas que sirven de ejemplo a los ciudadanos. Y prefieren
sobre todo el retrato, una manera de analizar y clarificar la relación entre la naturalidad
(sentimiento) y la sociabilidad (deber) de la persona.
Sin embargo, hay que distinguir dos líneas:
1) Una arquitectura que, en realidad, sigue siendo barroca, con sus postulados de
exaltación del poder y de la autoridad, pero que por voluntario deseo de contraste con el
rococó va despojándose de sus elementos y tiende a una simplicidad casi romana (el
Panteón de París, de Soufflot; la Ópera de Berlín, de Knobeldorf; la Puerta de Alcalá y el
Ministerio de Hacienda de Madrid, de Sabatini).
2) Otra arquitectura, esencialmente funcional y desnuda, cargada a veces de
intención simbólica, que constituye la verdadera arquitectura de la razón que tanto preocupó
a los revolucionarios, para ponerla al servicio de una sociedad nueva.
La reducción de la técnica propia del arte la técnica del proyecto señala el momento en el
que el arte se separa definitivamente de la tecnología y de la producción artesanal, y la
primera posibilidad de unión entre el trabajo ideador del artista y la naciente tecnología
industrial.
Casanova criticaba la figura del restaurador: "Creo ciertamente que los restauradores
han sido la causa de errores mayúsculos y quizás de la pérdida de muchos monumentos"
(Discorso sopra gli antichi, 1770)
Como explica Joaquín Yarza, la obra de Winckelmann fue muy importante tanto desde un
punto de vista teórico como práctico. Admira la Antigüedad griega, su serenidad, la gracia y
grandeza que él creía avalada por una relación estrecha entre arte y libertad. Para
Winckelmann, el ideal de belleza sólo lo habían alcanzado los griegos al imitar y
perfeccionar la naturaleza. La función del artista moderno sería, pues, la de imitar aquellos
modelos, pero no para copiarlos, sino para convertirse en inimitable. Esta admiración sin
límites por lo griego, y la defensa del orden dórico de Paestum, no fue compartida por
otros artistas e intelectuales. Piranesi, por ejemplo, defendió el orden etrusco o toscano,
la arquitectura y ornamentación egipcias y la magnificencia de Roma, porque, como él
escribió, también "del temor brota el placer". Incluso Diderot llegaría a afirmar,
irónicamente, que los antiguos tenían una ventaja sobre ellos y es que no tenían antiguos a
los que seguir, admirar o emular.
En 1755 viaja a Roma, lo que lo marcaría profundamente, para él estos años fueron su
vida. Allí se hizo amigo, y consejero artístico de unos de los más grandes mecenas de la
época, el cardenal Albani, quien construyó una villa, para organizar y guardar sus obras de
arte.
Winckelmann defendía la belleza ideal alcanzada por los griegos y rechazaba la imitación
directa de la naturaleza. Si en las Reflexiones establecía la necesaria relación entre arte y
clima para alcanzar la belleza, en la Historia del arte ampliaba esta insuficiente
caracterización para defender que en Grecia, y por extensión así tendría que ser en el
mundo moderno, la belleza ideal se alcanzó gracias a las condiciones políticas
democráticas que permitieron el desarrollo y perfección del arte. Y se trata de un binomio,
el de la relación entre arte y libertad, que la Revolución Francesa llevaría a sus últimas
consecuencias, especialmente en la obra de Jacques-Louis David.
(p, 34)
Adversario empedernido del barroco y del rococó, estuvo convencido de que el "Ideal
de Belleza" constituye una realidad objetiva que puede ser descubierta frecuentando
las grandes obras de la Antigüedad, sobre todo las griegas. Su conocimiento íntimo y
prodigioso de las obras lo adquiere sobre todo cuando trabajaba en la Ciudad del Vaticano;
en el momento de las excavaciones de Herculano, fue puesto al servicio de lo que
considera como su misión: formar el gusto de la élite intelectual de Occidente. La fórmula
que encuentra para caracterizar la esencia del arte griego, "noble simplicidad y sereno
tamaño", inspirará generaciones de artistas y de arquitectos después de él como Benjamin
West y Jacques-Louis David, sin olvidar a los teóricos del arte y escritores alemanes
como Lessing, Goethe y Schiller.
Winckelmann rechaza la naturaleza sensual del arte, manifestación de las pasiones del
alma, e inventa la "Belleza Antigua" haciendo referencia al mármol blanco (ignoraba que los
contemporáneos revestían con policromía aquellas esculturas); su estética se funda en la
idealización de la realidad y es condicionada por la libertad política, la democracia.
Inventó un lenguaje para analizar las obras y la Historia del Arte. Un lenguaje no
empeñado en inventariar o catalogar a la manera de los eruditos o de los anticuarios, sino
una forma de expresión en la que el sentimiento de lo bello, su percepción subjetiva, la
emoción que produce el objeto, son argumentos prioritarios, siempre en busca de la belleza
absoluta, aquella que sólo es posible en la imitación ideal, en la mímesis de la idea. Los
racionalistas más rigoristas del siglo no compartieron sus ideas, llegando a insinuar, cómo
dijo Milizia, que hablaba de "cadáveres", de perfecciones ahistóricas, de modelos estéticos
atemporales.
Tiene un entusiasmo para la belleza masculina que es sin duda revelador de sus tendencias
homosexuales.
● No utilizar corrosivos.
● Afirmar el color estropeado.
● Reentelar el cuadro si es preciso.
● Transportar el cuadro a otro soporte si es preciso.
● Retirar la suciedad y los barnices.
● No dejar los repintados viejos.
● No quitar nada del original.
● Que todo se haga con delicadeza.
● Reflexionar sobre lo que se hace.
Hablar de restauración como disciplina científica supone hablar del pensamiento de Eugène
E. Viollet-le-Duc (1814-1879), arquitecto, teórico y restaurador francés, que compiló los
principios de una teoría de restauración, arquitectónica que puso en práctica en sus
intervenciones en numerosos edificios medievales. Su doctrina de la restauración es
inseparable de sus ideas sobre la Historia del Arte y de la Arquitectura, el "racionalismo
neomedieval" o los debates sobre la arquitectura contemporánea.
Tiene el mérito de haber enunciado, por primera vez, los problemas primordiales de la
restauración monumental. Define lo que se interpreta como "restauración estilística":
"Restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restituirlo a un estado
completo que quizás no haya existido nunca".
Paradoja:
● propone el retorno a un origen más puro "incluso del que fue el "auténtico" edificio;
● propone no sólo recuperar la obra de arte tal como fue en su origen, sino tal como t
● endría que haber sido, ideal y perfecta.
Es la primera gran obra de Viollet-le-Duc, iniciada en 1840 (tenía 26 años). El edificio estaba
en estado ruinoso; por eso predomina el criterio de consolidación (reconstruye los
arbotantes, reanuda la pendiente del techo de las naves laterales y reedifica "en estilo" tres
tramos de la nave central). No completa la torre izquierda de la fachada. El éxito de las
primeras restauraciones le abre el camino a obras más importantes y la confianza del
emperador Napoleón III.
4.1.2. Catedral de Amiens
La novela de Victor Hugo tiene mucho que ver con el tema, porque el era un estudioso y
admirador de la catedral, de modo que hace un analisis muy bueno de la obra que queda
plasmado en el prefacio de la novela.
Pero a la muerte de Lassus (1857), Viollet-le-Duc intervino con total libertad, contradiciendo
su postura de renunciación a toda idea personal y recuperación de la forma original, y
modificó la decoración del coro, decorando y amueblando todas las capillas, y edificando
una flecha totalmente inventada.
Al igual que la arquitectura, la escultura fue restaurada "en estilo", es decir, Viollet-le-
Duc localizó en otros lugares de Francia aquellas obras que, a su juicio, se avenían con el
carácter de Notre-Dame de París, de manera que para el Cristo del parteluz central su
autor, Geoffroi-Dechaume, se inspiró en el de las catedrales de Reims y Amiens. En
cambio, para las estatuas-columnas que lo acompañan, Viollet mandó sacar vaciados de la
catedral de Burdeos, sobre los cuales realizó el modelo definitivo.
La flecha había sido destruida en 1792 y en 1843 subsistían algunos fragmentos, a partir de
los que pensaba restituirla. Lassus era reticente, ya que no tenían los datos precisos.
Aparecieron unos dibujos de Garneray, y Viollet la reconstruyó alejándose del dibujo y
añadiendo las estatuas de los apóstoles que bajan de la plataforma al techo.
La reconstrucción del castillo de Pierrefonds fue seguida de cerca por Napoleón III, en gran
medida por la proximidad a su residencia de Compiège. En diciembre de 1857 Viollet-le-Duc
hizo los primeros trabajos que, en principio, se limitaron a la reconstrucción de la torre del
homenaje, con la búsqueda expresa del contraste romántico entre lo nuevo y las ruinas. Sin
embargo, a partir de 1862, y por deseo expreso del emperador, se reedificó totalmente
Pierrefonds.
Durante el siglo XIX, y unos años antes que las reflexiones de Ruskin se difundieran por
Europa, aparecieron distintas alternativas a la restauración estilística.
El restauro scientifico de Camillo Boito, de finales del XIX, tiene mucho que ver con esta
escuela romana.
5. EL ROMANTICISMO
El gusto neogótico, pronto difundido por toda Europa, es a menudo únicamente una moda
literaria, reflejo, en arquitectura, de las novelas históricas de Walter Scott y del melodrama
romántico. Pero tras la fachada se esconde una exigencia más profunda. Una cultura, ahora
encaminada a desarrollar una nueva tecnología fundada en la ciencia, descubre en la
arquitectura gótica una ciencia constructiva, que las cada vez más frecuentes
restauraciones de monumentos medievales dan a luz en sus más mínimos detalles; una
racionalidad no abstracta, como la de las proporciones clásicas, sino íntimamente vinculada
a la praxis de la construcción.
A mediados de siglo XIX los dos grandes focos del neogótico son Inglaterra, con la obra de
A. W. Pugin (1812-1852, hijo del anterior) y con la crítica de J. Ruskin, y Francia, con la obra
del teórico, restaurador y arquitecto Violletle-Duc (1814-1879)
Intelecto y emoción: he ahí los dos términos que el romanticismo histórico plantea como
contrarios y entre los cuales hay que buscar una síntesis.
¿Qué significa para Courbet el realismo? Realismo, según Courbet, significa afrontar la
realidad prescindiendo de todo prejuicio filosófico, teórico, poético, moral, religioso y político.
La realidad no es para el artista diferente de como es para los demás: es un conjunto de
imágenes que capta el ojo. Pero si estas imágenes han de tener un sentido para la vida,
deben ocurrir cosas, ser, por así decirlo, recreadas por el hombre. Courbet es el primer
artista que se da cuenta de lo que verdaderamente significa "ser de su tiempo", es decir, de
una época o de una sociedad que estaba poniendo a punto, junto con la industria, una
técnica que, literalmente, cambiaría el faz del mundo. Será una técnica capaz de todo;
podrá sustituir todas las demás técnicas. Y en eso Courbet no está de acuerdo: nunca
podrá ser reemplazada la técnica del artista, que hace de las imágenes vistas por los ojos
cosas concretas con un valor autónomo
¿Qué es el romanticismo? Son muchos los intentos que se han hecho por definirlo e
innumerables las ocasiones en las que se ha manifestado la imposibilidad de circunscribir el
término a una serie de manifestaciones de una época concreta.
El romanticismo es, pues, una actitud histórica consciente que afecta a la vida y al arte
desde finales del siglo XVIII. Sin embargo, no se puede llegar a establecer la existencia de
un lenguaje formal y expresivo que permita descubrir las claves de un supuesto "estilo
romántico"; incluso se hace muy difícil formular una definición de romanticismo
universalmente válida para todas las obras de arte que eventualmente podrían llegar a
admitir este calificativo.
Esta época se caracteriza por un espíritu crítico contra el intento de la razón de querer
explicarlo todo y, por eso, vuelve a justificar la necesidad de la fe, las verdades ocultas, el
poder de la magia y otras facultades de la imaginación. Surge un nuevo misticismo en
oposición al espíritu de la Ilustración.
5.5. Principales aspectos del cambio en las ideas sobre el arte y el artista
El romanticismo rompe con las reglas clásicas que dominaban el arte del XVIII, y concibe la
creación no como "imitación" sino como proyección del artista en la obra.
Una de las obras paradigmáticas del movimiento romántico se encuentra en los paisajes de
Caspar David Friedrich. Constituyen el extremo más inconmensurable de la visión
romántica de la naturaleza y del hombre ante ella. Presentan el entorno como una cosa
distante, amplia, inmensa, infinita. El ser humano contempla, en un contraste abismal, el
sublime silencio del paisaje y la profunda melancolía de los fenómenos naturales, la niebla
sobre las montañas, el resplandor del sol poniente o la pureza nívea de una llanura invernal.
Nadie mejor que Friedrich expresa, mediante las fuerzas de la naturaleza, la inquietud y la
incomprensión individuales, hasta el punto de que esta visión cruda y estereotipada resulta
irremediablemente aterradora.
Muy importantes son también los paisajistas ingleses Constable y Turner, herederos
de toda una tradición británica de pintura fluida y clara y de una admiración respetuosa y
complacida por lo que constituye el hábitat del ser humano: el campo, los árboles, los
animales, el agua, el cielo, las nubes, los fenómenos atmosféricos, que lejos de turbar la
mente humana aparecen como el marco natural de todas las cosas. Constable proclama la
huida de estereotipos y la valoración emotiva de la naturaleza, como cualquier romántico.
Medita de las composiciones los encuadres (horizonte, árboles), la colocación de edificios,
ríos o animales, pero una profunda sensibilidad contemplativa hace que toda su obra se
nos muestre como un cúmulo de experiencias visuales donde el color llega a alcanzar una
valoración tonal casi independiente de lo que representa.
Sintetizando, pues, las principales características del romanticismo pictórico,
tendríamos que hablar de:
● Contra: severidad, reposo, rigidez, normas académicas, racionalismo.
● Pro: evasión, dimensiones desconocidas, movimiento, riqueza cromática, mundo
oriental y exótico, mundo medieval, paisaje.
● Pesimismo e incertidumbre.
● Obsesión por la muerte.
● Individualismo y subjetivismo.
● Tendencia a lo imaginativo.
● Exacerbación pasional.
● Preferencia por temas mórbidos, trágicos y desesperados.
● Expresividad.
● Libertad del artista (deseo de originalidad), de los pueblos (exaltación del
nacionalismo) y de los sentimientos (intimidad).
El espíritu religioso aparece a menudo vinculado a la nostalgia del pasado. A los pintores
alemanes les complace representar viejos claustros sepultados bajo la nieve, iglesias en
ruinas en medio del bosque, con la savia dormida por el invierno.
Cuando Friedrich quiere trabar su meditación con símbolos más directamente expresivos
que el árbol o el mar, escoge los arcos y las ventanas góticas o la cruz que se eleva en
soledad inaccesible. La cruz y la catedral en las montañas es una obra particularmente
significativa de sus temas familiares. La iglesia y la imagen de Cristo, aislados del mundo,
se erigen en un desierto donde la vida sólo está presente por los abetos apiñados en torno
a la catedral, como para protegerla alejándola de nuestra mirada; en primer término, la
fuente esta rodeada de rocas y zarzas muertas. Se trata de un paisaje cerrado que evoca el
misterio, el secreto, pero también el recogimiento en sí mismo y el miedo de vivir.
s temas predilectos de numerosos pintores del XIX son los paisajes de montaña y las
grandes superficies desérticas. Sin embargo, la novedad de sus realizaciones reside más
en el asunto que en la aprehensión de un problema meramente pictórico; cada una de ellas
traduce, a su manera, la soledad del hombre en la naturaleza.
Turner ---------
W. Turner: El incendio del parlamento, 1834, 92×123 cm
Hay en todo eso una especie de palpitación atmosférica, que no debe ser confundida
con una posible anticipación del impresionismo. Los impresionistas eran realistas de un
tipo especial. Turner no pretende, como ellos harán más tarde, captar la vibración de la
luz y fijar el momento. No llega a la naturaleza, sino que parte de ella para manipularla,
para transfigurarla en un sentido poético. Es un arte de color puro, que experimenta sobre la
realidad para empujarla hacia la abstracción. Hay en ello una postura romántica, muy propia
de su tiempo, dado que el romanticismo es el triunfo de los impulsos y los sentimientos
individuales, de la independencia personal.
Ruskin predica la estricta conservación como el único instrumento legítimo para cuidar de
las obras de arte. Incluso llega a preferir la ruina del monumento a la fraudulenta
estratagema de la reconstrucción. La antigüedad de la obra de arte, la vejez acumulada en
las piedras, se convierten en un valor sustancial de la obra de arte, un signo de su
autenticidad.
Más que una metodología, la doctrina de Ruskin debe entenderse como una auténtica
filosofía de la conservación de bienes culturales. Es un teórico de la conservación que ha
desarrollado una multiplicidad de problemas que vinculan la restauración con una visión del
arte, de la arquitectura, del trabajo, de la moral, de la justicia social.