Diagnostico, Estigma y Discriminacion en Salud Mental

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Leer críticamente un texto, es, primero, comprenderlo.

Luego, cuando pasa la ilusión


de la comprensión, percatarnos de que hay pasajes que ya no entendemos, ideas y
conceptos que no se terminan de explicar y que dimos por entendido. Leer
críticamente un texto es despejar aquellas figuras y nociones que lo animan, pero
que también lo pueden llevar a paradojas, aporías o callejones teóricos sin salida.
Entonces, para una lectura crítica, mejor, no entender.
Lectura crítica de textos
DIAGNÓSTICO, ESTIGMA Y DISCRIMINACIÓN
Por Daniel Katz
Acompañante Terapéutico

Diagnóstico, estigma y discriminación en salud mental, son cuatro términos que


pertenecen a categorías diferentes. Diagnóstico, comporta una categoría médica,
científica y universal (un diagnóstico para todos). En tanto estigma (marca en el cuerpo,
señal de padecimiento o de infamia, escarnio marcado a fuego en nuestra vida), y
discriminación (en tanto trato diferencial) pertenecen a una categoría subjetiva. Estigma
y discriminación atraviesan la historia de la humanidad en todos sus ámbitos y períodos
en términos, políticos, ideológicos, culturales, raciales, religiosos, de nacionalidad, etc..
Estigmatizamos y discriminamos, desde antes de los tiempos bíblicos. Todos somos
potenciales discriminadores discriminados. Salud mental lo colocaremos en otra
dimensión y ya veremos porqué. Dejémoslo de lado por ahora.

En el ámbito que nos interesa, el acompañamiento terapéutico, ¿qué es que lo


que reúne, relaciona a ambas categorías, la médica (diagnóstico) y la subjetiva (la dupla
estigma/discriminación)?. ¿Cómo es que una produce la otra?. Nadie es discriminado
por tener un diagnóstico de caries o cáncer de páncreas. Pero sí, lo es cuando se trata
de lo que se da en llamar síndromes, trastornos y enfermedades de la salud mental.
Entonces preguntamos: ¿Qué tiene lo mental, que merezca un trato diferencial y una
marca de desprecio, luego de sancionado un diagnóstico?.

UN RECORRIDO

Siguiendo la literatura a nuestra disposición y que podemos leer en algunas de


las tecnicaturas AT (solo me apoyo en cinco o seis referencias que constan al final de
éste escrito), podemos ver que el diagnóstico se instaura sobre un terreno por lo
menos, resbaladizo.

¿En qué consiste un diagnóstico en Salud Mental? En Clasificación y diagnóstico


de los trastornos psicológicos, Carmelo Vazquez nos dice que:

“El DSM y el CIE son sistemas que definen la normalidad en un tiempo y en un


contexto determinado y, en consecuencia, no están exentos de sesgos potenciales.”
(Vazquez C. 2011)

Y más adelante:

“Los sistemas diagnósticos no se pueden entender como descripciones de la


realidad observable sino como construcciones surgidas en un contexto social e histórico
determinado.... Probablemente es deseable conocer y utilizar estos sistemas para
organizar la realidad y emplear una mirada que ordene lo que vemos y nos permita
comunicarnos con otros profesionales. Pero este uso no debe nunca ser acrítico e
incondicional.” (Vazquez C. 2011)

Entonces, un diagnóstico es una sentencia derivada de un sistema clasificatorio


que define la normalidad, en un tiempo y contexto determinado. Este sistema y el
diagnóstico, ordenan y organizan la realidad. (Vazquez C. 2011). Así, lo anormal, se
sanciona desde una idea sobre una supuesta normalidad. Normalidad adaptada,
ordenada y coordinada con una supuesta realidad para todos. Por un lado Vazquez
relativiza los sistemas DSM y CIE, les baja el precio, pero por otro lado, no pone en tela
de juicio el binario normalidad/anormalidad y parece creer en una realidad que habría
que ordenar y organizar. Solo se limita a advertir sobre las posibles fallas del sistema
clasificatorio, ante una normalidad y realidad incólumnes.

Entonces, resumiendo, para Vazquez C. hay ahí afuera una realidad (conformada
por el binomio “normal/anormal”) y que a través del microscopio DSM/CIE (con sus
fallas y todo) se podría lograr un orden comunicable a los colegas. Así, la realidad
normal/anormal permanece intocada.

En cuanto a la etiqueta estigmatizante del diagnóstico, el autor y AT José


Gonzalvez, en su escrito Los prejuicios y el acompañamiento terapéutico , nos presenta
tres categorías “… de los estigmas que giran alrededor de la salud mental” (Gonzalvez.
J.):

a) Estigma social (en relación al cúmulo de prejuicios que priman en una


sociedad dada.
b) Auto-estigma (derivado del anterior por internalización)
c) Estigma institucional (que emana de políticas y acciones públicas o
privadas).

Este autor define al estigma como toda creencia o actitud que termina
repercutiendo en el usuario por medio de desvalorizaciones, etiquetas,
generalizaciones, etc. Pero, preguntemos: ésta etiqueta desvalorizante, ¿alcanza para
explicar los efectos de estrago y padecimiento que experimentan algunos individuos?
Acaso, esa madre que (como constatamos muchas veces en la práctica), al contrario,
sobrevalora y dice de su hijo que “es el mejor”, “él es un 10 en todo”, “mi hijo es el más
lindo”, ¿no produce los mismos o peores efectos y sufrimientos en ese niño, que ahora
se ve conminado a cumplir los deseos inalcanzables de esa madre, ser un 10, ser el
mejor?. ¿Y qué ocurre cuando el estigma, la desvalorización y el desprecio, producen
placer a comunidades enteras como lo es el caso de los “cuentos de judíos, gallegos,
tanos, turcos, santiagueños, cordobeses, rengos, tuertos, sordomudos, ciegos”, etc, que
hacen reir a propios y ajenos?. ¿Acaso la popular serie The Simpson’s no es la
estigmatización del norteamericano medio, quien se ríe y disfruta de su propia
discriminación?. Podemos ver fácilmente, que la desvalorización del otro, no alcanza
para explicar el fenómeno de su padecimiento, como pretende el autor Gonzalvez.

En el capítulo El camino de lo categorial a la perspectiva en diversidad, del libro


Hacia la despatologización de las Identidades Trans , Dante Tolosa nos enuncia una
advertencia con respecto a lo que va a seguir en el tono de su texto, que suscita una
pregunta inquietante:

“… la identidad de género no es una patología, una enfermedad que suponga


una "cura”. En todo caso se trata de acompasar el proceso de la persona en la búsqueda,
afirmación y aceptación de su identidad…”

Entonces, si lo que supone una cura, en términos de salud mental, es una


enfermedad, ¿aquello que no tiene cura, lo crónico, es una enfermedad?, ¿o no lo es?.
Pues:

“…La esquizofrenia es una enfermedad de alta prevalencia…”

y es

“…una de las diez primeras causas de discapacidad por enfermedad según la


OMS…” (M. Bernardo and M. Bioque. 2011).

Pero se nos aclara inmediatamente y desde todos lados: “es crónica, no tiene
cura.” ¿Entonces, es o no una enfermedad?

En línea con esto último, podemos leer en el capítulo 3 del libro “AT, de lo clínico
a lo comunitario”, de la autora Karina Gonzalez , un título llamativo e interesante:

“¿Tendrá sentido entonces pensar el A.T. en un más allá de la clínica, en un más


allá de la enfermedad y de la psicopatología?” (Gonzalez Karina. AT, de lo clínico a lo
comunitario)

O sea, pensar en un AT que no tenga en cuenta la categoría diagnóstica y


psicopatológica, y por lo tanto, evitar la estigmatización. Pregunta pertinente.

El vacío
Volvamos a la pregunta inicial, ¿qué tiene lo mental, que merezca un trato
diferencial y una marca de desprecio luego de sancionado un diagnóstico?. Quizás
podemos aproximarnos a un intento de respuesta, interrogando un término que
permanece intocable: salud mental.

La definición de salud mental que nos brinda la OMS (Organización Mundial de


la Salud), comienza así:

“Mental health is a state of mental well-being …”


(https://www.who.int)

que traducido al español reza “la salud mental es un estado de bienestar mental…”.
Definición tautológica que nos dice que salud es sinónimo de bienestar, pero no nos
dice nada acerca de lo mental. Explicar para no explicar.
Lo mental es rehén de la filosofía, el psicoanálisis, psicologías varias, la medicina,
la psiquiatría, la psiquiatría forense, la neurología, las neurociencias, los laboratorios, la
justicia, el esoterismo, el marketing, el mindfulness, el coaching, disciplinas o prácticas
diversas, la radio, la TV, internet. Lo mental es ese concepto tironeado desde diferentes
saberes y del que se puede decir una y mil cosas. En éste sentido, lo mental es sujeto de
conjetura, de hermenéutica, de especulación.

Aquí es donde lo mental se nos revela como un lugar vacío, en tanto puede ser
ocupado por distintas miradas, definiciones, conceptos, teorías, hipótesis, y hasta puede
ser calificado de normal o anormal, enfermo o sano, abierto o cerrado, adaptado o
desadaptado, peligroso o inofensivo, imputable o inimputable, etc. Así, lo mental, como
lugar vacío, coloca signos de pregunta sobre la salud. En todo caso, salud se nos
presenta como ideal de bienestar a alcanzar, asociado a un vacío de significación
reservado a lo mental.

Nuevamente, ¿qué tiene lo mental, que merezca un trato diferencial y una


marca de desprecio o estigma, luego de sancionado un diagnóstico?. ¿Será ese vacío
de significación, que es recubierto y revelado a la vez por el diagnóstico, lugar donde las
cosas no andan como se esperaba que anden normalmente?. En definitiva, ese vacío, se
nos revela como una mancha en la imagen. Algo no anda bien en aquello que se
presenta ante nuestros ojos (la evidencia científica) y no debería estar ahí. Mancha que
desentona con el paisaje y no sabemos qué significa ni porqué está ahí. Es como
levantar la alfombra y no encontrar nada abajo… ni el suelo ni tierra escondida.

Daniel Katz
Acompañante Terapéutico

Bibliografía:
- Barqui, Genise y Tolosa. Hacia la despatologización de las Identidades
Trans. (2018). Editorial Akadia
-M.Bernardo and M. Bioque. Introducción a la Psicopatología Psiquiátrica. (2011)
- Gonzalez. Karina. AT, de lo clínico a lo comunitario. Cap. 3
- Gonzalvez José. Los prejuicios y el acompañamiento terapéutico.
- https://www.who.int/ Sitio oficial de la OMS
- Vázquez Carmelo, Sánchez Álvaro, Romero Núria. Clasificación y diagnóstico de los trastornos
psicológicos. (2011)

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