Museo Fortabat - Americo Castilla
Museo Fortabat - Americo Castilla
Museo Fortabat - Americo Castilla
Américo Castilla
Amalia Lacroze de Fortabat no eligió cualquier lugar para construir su museo. Las
calles que rodean su predio de Puerto Madero llevan el nombre de mujeres memorables.
Juana Manso promovió tempranamente la participación de la mujer en los asuntos
públicos del país; Olga Cossettini fue la pedagoga que revolucionó la educación
infantil; Macacha Güemes, la popular salteña partícipe de las luchas por la
independencia; Aimé Paine, una recordada cantante mapuche que reivindicó a su
cultura; Azucena Villaflor, antes de su desaparición, fundó la agrupación de Madres de
Plaza de Mayo. Todas fueron, a su modo, transmisoras de ideas socialmente valiosas.
1
Anotación tomada del cuaderno de visitas del museo, una selección de las cuales encabezan los
capítulos de este trabajo. El título es, de hecho, la traducción de una cita escrita por un turista: “Is there a
curator here?”
1
lugar en uno de los más cotizados del país. En la actualidad residen unas 15.000
personas y trabajan regularmente otras 40.000. A ello se suma un flujo turístico
importante estimulado por su proximidad con el centro de la ciudad.
2
Jean Baudrillard, en conversación con Jean Nouvel en Los Objetos Singulares-arquitectura y filosofía.
p.105 y sig. Fondo de Cultura Económica, 2006.
3
«Demoré mucho en hacer este museo, es la primera vez que vengo», dijo anteanoche Fortabat durante la
presentación del Museo ante sus propios invitados. La decisión de fundar este espacio y darle un destino
público a una parte de su colección la había tomado a fines de los años noventa. Pero «hacer un museo es
una cosa complicada, no se tiene demasiada ayuda», aclaró la coleccionista y contó -en parte- sus
diferencias con el arquitecto Rafael Viñoly y -también en parte- las circunstancias económicas que la
llevaron a vender 20 pinturas impresionistas, algunas con calidad museística, entre ellas obras de
Gauguin, Degas o Miró. Diario Ambito Financiero, 23-10-2008. A su vez el diario La Nación comenta:
"Bueno, ya saben -dijo la señora de Fortabat-: el cliente siempre termina peleado con su arquitecto.
2
arquitecto y su mandante, pero la promesa de exhibir las hasta ese momento
desconocidas piezas de la colección, que incluían a grandes maestros, y el demostrado
talento del estudio de arquitectura, permitían pensar en un buen resultado. Finalmente,
el edificio fue terminado y algunas de esas obras maestras exhibidas.
De todo el museo, este conjunto es el único que parece tener claramente una intención,
y lo hace al modo realista tradicional, procurando que no se deslicen ambigüedades.
[Sonrisas.] Nos reunimos con Viñoly en la casa que tenía en Southampton. Me llevó varios proyectos,
pero ninguno me convenció del todo." La Nación, 21-10-2008.
4
Un visitante anota en el libro de visitas lo siguiente: “Muy fascista la prohibición de acercarse a las
obras de arte y el proceder del personal de Prosegur. José María”.
3
Parecen decir: esta es una familia real y nosotros somos los responsables de lo que
sigue.
Uno se pregunta si era necesario enfatizar la figura del propietario en esa medida,
cuando ya en el frente y en la entrada del museo se advierte que se trata de la Colección
Amalia Lacroze de Fortabat. Posiblemente se intente justificar el anacronismo de poner
a la persona de su dueño en primer término, antes que la obra de los artistas. En
realidad, se trata de reafirmar el criterio de autoridad, criterio que a lo largo de la
historia fue materia de disputa entre los regidores de los primeros museos y los
científicos que los sucedieron como emisores del discurso museal. En realidad, los
museos ganaron terreno ante el decaimiento del poder intelectual e institucional de la
religión y de su narrativa y antes de la configuración de la ciencia como nueva forma
académica. Esa autoridad en manos de los regidores de los museos, imponía las formas
de exponer, clasificar y de comunicar, sin ninguna otra intervención ajena.
Ese capital cultural incorporado sería, según Bourdieu, aquel cuya acumulación “exige
una incorporación (ligar al cuerpo, cultivarse) y que, en la medida en que supone un
trabajo de inculcación y de asimilación, consume tiempo, tiempo que tiene que ser
invertido personalmente por el ´inversionista´ (al igual que el bronceado, no puede
realizarse por poder) y que se convierte en parte de su persona”. En el ámbito de los
museos, las personas que hacen del conocimiento su profesión no son los nobles ni los
empresarios, sino los historiadores, los curadores, los técnicos o los científicos que
muchas veces ponen en crisis a los mecenas, nobles o funcionarios políticos que ven
necesario emplearlos. “¿Cómo comprar este capital estrechamente unido a la persona,
sin comprarla a ella, si eso ocasiona privarse del efecto de disimulación de la
dependencia? ¿Cómo concentrar el capital –cuestión necesaria para ciertas empresas–
sin concentrar a sus portadores, si de ello resultan consecuencias rechazadas de
antemano?”7
5
Museums, Objects and Collections (5:97). Susan M. Pearce. Smithsonian Institution Press, 1992
6
Pierre Bourdieu, Los tres estados del capital cultural, Sociológica, UAM-Azcapotzalco, México, num 5,
pp.11-17.
7
Op.cit. Se sugiere la lectura del las diferencias entre capital cultural incorporado, objetivado e
institucionalizado, cuya explicación excedería el propósito de este trabajo.
4
de autoridad curatorial única y se abre a la participación mucho más activa del público
que concurre a los museos8.
Un siglo después, la colección Fortabat produce un efecto similar en la sala que, bajo el
título de “El Paisaje, la ciudad y la tradición. Siglo XIX y XX” (convengamos en que
queda muy poco afuera) agrupa a algunos de los precursores: Morel, cinco cuadros
atribuidos a Prilidiano Pueyrredón, y un Blanes para luego mostrar cuadros de De la
Valle, Palliere y Rugendas. De Rugendas, con una obra de 1845, se salta sin más
intermediación que veinte centímetros a una pintura de Giudici de 1913 que representa
un nevado de Cuomo, y unos metros más allá a un cuadro actual que puede competir
con ventaja entre los peores de la colección: una recreación de la quinta de Rosas hecha
en 1992 por un pintor comercial de cosas gauchas. Como si nada sucediera, luego se
exhibe, entre otros, a Ramón Silva, Alice, Quirós, Quinquela o Malanca. En el extremo
de esa sala, dos grandes cuadros nos guian acerca del gusto asociado a las preferencias
populares de la coleccionista: La tropilla (1907) y Entre durazneros floridos (1910) de
Fernando Fader. Los dos formaron parte de la recordada retrospectiva del pintor en el
Museo Nacional de Bellas Artes de 1988 y fueron votados por el público en aquella
ocasión como los dos que más gustaron.
Desde la sala de El Paisaje asoma un balcón que permite observar, mirando hacia abajo,
la galería principal en toda su extensión. Un enorme espacio sin subdivisión alguna, de
8
Introducing the Blue Ocean Museum: an imagined museum of the nearly immediate future. Elaine
Heumann Gurian, 2007. www.egurian.com
5
unos noventa metros de largo por unos veinte de ancho y quince de altura. Desde el
balcón podemos ver dos obras de Petorutti, El Indeciso y La resistencia, del año 1950.
Las otras obras no tienen un tamaño que permita identificarlas desde la altura, por lo
que agradecemos poder volver a pasear por la ThyssenKrupp que circula lentamente en
estado de ahorro de energía hasta que uno se sube, y allí desciende con serena velocidad
hasta la planta inferior.
Las escaleras parecieran cumplir una función adicional en los museos. El prototipo de
museo en la Argentina, el museo de La Plata, inaugurado en 1888 por Francisco
Moreno, guarda una perfecta correspondencia entre su arquitectura, la ideología
predominante de la generación del 80 y la política del museo. La altísima escalera
custodiada por los dos felinos en su entrada marca la distancia entre el conocimiento
erudito de los científicos y el acatamiento y admiración hacia ese conocimiento que se
esperaba de los visitantes. La manera poco didáctica de exhibir la colección y las
cédulas identificatorias de las piezas muchas veces escritas en latín reforzaron esa
distancia poco dispuesta al diálogo, pero la escalera, como en las catedrales, marcó el
esforzado, y custodiado, acceso al círculo de los dioses. Corresponde al período en que
el criterio de autoridad se posaba, incuestionadamente, en manos de la ciencia. En el
Fortabat en cambio, la escalera mecánica aporta su última tecnología y no adhiere al
criterio de autoridad de la donante: es el único dispositivo interactivo que toma en
cuenta la presencia del público, o su peso al menos, y se dispone a complacerlo.
9
“Dicen que hubo curadores, pero que a última hora la que decidió todo fue la Señora. Desde el living de
su casa miró los planos del museo que recién pisaría por primera vez el día de la inauguración y, pared
por pared, digitó qué iba en cada sala. Luego, con una lapicera, marcó con una cruz el lugar donde cada
guardia de seguridad debía pararse.” Revista Radar. 15-3-2009.
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medida con el transcurso del tiempo. Sus desprendimientos debieran ser contenidos con
urgencia, pero ese deterioro puntual puede resultar menos grave que el exceso de luz
que baña al cuadro con rayos ultravioletas y que invariablemente deteriorará el color. La
importancia de ese cuadro merecería que un conservador de patrimonio lo trate pero,
como dijimos, el museo no dispone de especialistas10.
4.-Una gran colección, aunque un poco frío el entorno. Quizá la intención sea
impresionar, y lo logra. Sería bueno que hubiera una tienda como en el Malba. La
visita sponsoreada por Arnet no me satisfizo. Muy corta y poco interactiva. Deberían
dotar de un megáfono a la guía.
Julieta y su aya es una de las piezas clave de la colección y clama por ser puesta en
contexto. Si bien toda la disposición de las obras pide la presencia de un diseñador
profesional, es en el tratamiento de las piezas clave donde más se pierde la oportunidad
de crear atmósferas que comprometan más al espectador, emocional e intelectualmente,
y se revelen de un modo persuasivo los valores culturales de las obras. Para ello no es
suficiente una buena visita guiada, ya que no es sólo información adicional la que se
requiere, sino una experiencia espacial, emocional, algunas veces táctil, interactiva o
sonora que no podríamos exigir a las guías. El propio J.M.W.Turner especificó en su
legado de obras a la National Gallery de Londres que sus cuadros fueran puestos en
contexto, del mismo modo en que lo hicieron Gustave Moreau o Auguste Rodin. En
nuestro país, Rogelio Yrurtia y Luis Perlotti donaron sus estudios para que sus obras
pudiesen ser comprendidas dentro de un clima específico. La pared Oeste que continúa
al Turner exhibe algunos de los mejores cuadros de la colección: los dibujos de Gustav
Klimt; La Torre de Babel, del círculo de Maarten van Heemskerck y El Censo de Belén,
de Pieter Brueghel II. En ese sector se ubica la única escultura exhibida: La edad de
bronce, de Rodin, fundida por Alexis Rudier en Paris, en 1876.
Que obras de esta calidad artística puedan ser vistas por el público revela sin duda un
gran acierto, aunque un curador profesional podría haber calibrado mejor las
connotaciones inevitables. El Turner y el Brueghel son los únicos dos cuadros que están
montados en una caja y protegidos del público por una gruesa hoja de vidrio. Son
además, por lejos, los de mayor valor de mercado. Este hecho hace que se distingan,
sobre todo, por el valor económico de la transacción. ¿Por qué no merece un vidrio de
media pulgada el empequeñecido Figari que está colgado a centímetros del Brueghel?,
¿Qué valores se están transmitiendo a los visitantes: los ligados al capital económico o
al artístico?11
En la pared opuesta hay aún otras obras de autores extranjeros, entre ellos el Andy
Warhol que retrata a la coleccionista y es uno de los que demuestra mayor coherencia
con la construcción que ella hiciera de sí misma. Mucho más pertinente que el pintor
catalán con sus flojos retratos de la inicial sala familiar, Warhol exploró en profundidad
10
En el presente mes se han comenzado a dar charlas y visitas guiadas acerca de algunos de los artistas
expuestos, lo cual hace tener esperanza de que en el futuro se revierta la situación aquí descripta.
11
“Va como dato, dicho por un especialista, que si el Turner saliera al mercado, a pesar del tsunami
financiero, no costaría menos de 60 millones de dólares.” La Nación 21-10-2008.
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la superficie de las personas y de las cosas y puso en crisis las distinciones que
señalabamos entre capital económico y cultural12.
Las obras de los autores argentinos: Forner, Victorica, Russo, Presas, nos autorizan a
pensar que estamos en la Figuración I o II. Si el gusto de la coleccionista puede
derivarse de la cantidad de obra que adquirió de cada autor, Carlos Alonso está al frente
con quince pinturas. Berni y Castagnino están en segundo lugar. Aquí también la
calidad es muy variada. Luego de apreciar tres buenas obras de Benedit y un excelente
Aizemberg del año 71, la vecindad con un mal cuadro hace perder credibilidad al
conjunto13.
Volvemos a subir. Dos pisos más arriba, un cartel indica que veremos “Abstracción y
nuevas formas de la figuración”. La sala tiene también noventa metros pero, a diferencia
de la anterior, tiene una pared anulada por los vidrios y persianas reguladoras de luz que
dan al oeste, y la altura es mucho más acotada, no excede los tres metros cincuenta en la
superficie donde se ubican los cuadros. Las medidas de los lienzos son sin embargo
mucho más grandes que los del piso inferior, lo cual hace dudar de la conveniencia de
exhibirlos en esas condiciones. Las cabeceras de la sala esta vez no están jerarquizadas
como en la sala principal. En lugar de Turner y Berni, aquí se exhibe a Joaquín Molina
y Miguel D´Arienzo. Si volvemos a seguir el método cuantitativo como indicador del
gusto de la coleccionista, en este conjunto los vencedores son Luis F. Noé con seis
buenos cuadros, seguido por Rómulo Macció y la nieta de la dueña, Amalia Amoedo,
cada uno con cinco cuadros. Próximo a los elementales ejercicios de color de esta
última, hay un cuadro que diríamos que es cándido, si no hubiera sido pintado por
Ernesto Sábato. Los cuadros de Macció y los de Ernesto Deira, tres lienzos, son muy
buenos.
La mezzanina del piso superior y último, una superficie recortada que balconea sobre la
sala antes descripta, tiene algunas sorpresas. Bajo el rubro: “Objetos de la colección”,
fueron dispuestas cuatro vitrinas. Una con figuras egipcias, otra con dos piezas de
Art-Decó, una tercera con dos piezas griegas - una de las cuales es un vaso de alabastro
del siglo IV a.c.- y una cuarta de gran tamaño con un mosaico bizantino. Las vitrinas y
los soportes de las piezas fueron bien diseñadas por técnicos que contrató la firma
Delmiro Méndez y, si bien están amenazadas por la luz que entra a la sala desde el
norte, lucen atractivas. En el otro extremo se ve un raro homenaje a Raúl Soldi: las
ilustraciones que hizo para una publicación de un pariente de la coleccionista y unas
pequeñas pinturas olvidables.
5.-Lo que más me gustó fueron las cosas egipcias y las escaleras mecánicas
8
emisores de mensajes culturales están demasiado habituados a desestimar la capacidad
participativa de los visitantes de los museos. El hábito de considerar al ciudadano
común como un mero consumidor indiscriminado de representaciones complejas resulta
un equívoco. Muchos de los espectadores o lectores de mensajes culturales (libros,
juegos, anuncios, señalizaciones) – el supuesto “hombre común” - puede no estar en
condiciones de rebatir u oponer un sistema alternativo al de los códigos herméticos de la
representación, pero tiene la astucia de emitir siempre su propia opinión, muchas veces
ilegible o tan hermética como la del lenguaje artístico, pero perfectamente válida y
susceptible de análisis. Los cuadernos de visitantes, independientemente de que sean
severos14 o complacientes, permiten verificar esta hipótesis. Si bien son en apariencia
desarticulados, los comentarios formulan (e incluso a veces adoptando la sintaxis de la
institución) deseos e intereses no captados ni contenidos en muchos casos por el sistema
institucional. 15
El edificio de Viñoly demuestra una buena arquitectura, los materiales utilizados son de
primera calidad y podría decirse que su marca distintiva es el techo vidriado abovedado,
que desciende hasta la primera planta del museo, con un original sistema automático de
persianas reguladoras de la entrada de luz. De noche es un tenue faro que apunta su
presencia frente al curso de agua y al hotel Regis cinco estrellas próximo a finalizarse.
De día comparte los reflejos narcisistas de los edificios adyacentes, espejando
prosperidad. Esa majestuosa transparencia y las inutilizadas terrazas adyacentes, sin
embargo, han obligado a ceder mucho espacio de exposición. Los dos pisos superiores
permiten exhibir escasos cincuenta cuadros. Este inconveniente se vuelve mayor si se
pretendiesen hacer muestras temporarias 16 o acrecentar la colección.
Los carteles indicadores de los cuadros, de bronce y adheridos a la pared, con las
leyendas grabadas con incisión, dan la impresión literalmente lapidaria de que ningún
cuadro se moverá de su lugar. Los diarios dieron cuenta de la ausencia de proyecto en
esa dirección, y en algunos casos se reafirma el criterio de autoridad único que sostiene
a esta colección. La ausencia de un guión curatorial es, paradojicamente, un guión
curatorial que hace revertir la mirada hacia el dueño que exhibe sus bienes, como
antiguamente se mostraban las joyas de la corona en la Torre de Londres, pero que en
realidad aleja más que aproxima a su transmisión en cualquiera de sus acepciones. Los
múltiples espejos de Puerto Madero inspiraron quizá a la colectora cuando le fue
preguntado si haría otras muestras además de la permanente: “¿Quieren que siga
trabajando? Pido gancho. Ahora me voy a dedicar a un proyecto que tengo con lo que
más me interesa: el prójimo.” 17
Junio 2009
14
“Cuánta plata tiene esta mujer!! Hay que expropiarle todos los cuadros y ponerlos a disposición de la
gente gratis!! Y hay que expropiarle todas las posesiones!!! Explotadora.”
15
Michel de Certeau se extiende en analizar la “marginalidad masiva” de los usuarios culturales y sus
tácticas de asimilación. Ver: La Culture au pluriel: “Des espaces et des practiques”, pp.205-22; “Actions
culturelles et stratégie politique”, en La Revue nouvelle, abr. 1974. Citado en: La invención de lo
cotidiano, artes del hacer, Universidad Iberoamericana, México 2000.
16
“Pero lo cierto es que, en un futuro no lejano, la institución demandará un sistema de muestras
temporarias -aún no previsto- que le otorguen, al edificio y al patrimonio, el dinamismo que hoy tienen
todos los museos del mundo que no se limitan sólo a exhibir su colección.” Revista Ñ, op.cit.
17
Diario Ambito Financiero, op.cit.
9
BIBLIOGRAFÍA
Introducing the Blue Ocean Museum: an imagined museum of the nearly immediate future.
Elaine Heumann Gurian, 2007. www.egurian.com
Museums, Objects and Collections. Susan M. Pearce. Smithsonian Institution Press, 1992
Sobre arte y literatura, Marx, Carlos y Federico Engels. La Oveja Negra, Bogotá,1972.
Los tres estados del capital cultural, Pierre Bourdieu.Sociológica, UAM-Azcapotzalco, México,
num 5.
Diario La Nación
Revista Ñ
Revista Radar
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