Regla y Establecimientos de La Orden de

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Sección III: Reseñas Bibliográficas

ARENAS FRUTOS, Isabel: Dos arzobispos de México -Lorenzana y Núñez de Haro-


ante la reforma conventual femenina (1766-1775). Universidad de León, León,
2004, pp. 238, apéndice documental, bibliografía, índice onomástico y
toponímico, láminas. ISBN: 84-9773-144-1.

El estudio se inserta en el marco conmemorativo del II Centenario del


fallecimiento del cardenal don Francisco Antonio Lorenzana Buitrón, natural de
León, al tiempo que responde a una serie de trabajos realizados dentro de un
Proyecto de Investigación I+D del ministerio de Ciencia y Tecnología, denominado
“Humanismo y tradición clásica y humanística en España e Hispanoamérica”. El
cardenal Lorenzana es un buen exponente de esa tradición humanística que
entronca con la Ilustración, cuya actividad como autor comenzó en México, o por
lo menos allí se elaboraron los primeros escritos conocidos salidos de su pluma. Su
obra abarca no sólo materias eclesiásticas, sino que, respondiendo al espíritu
historicista de la época, estudia también al pasado de la monarquía española, con
especial incidencia en la historia de la Iglesia. A su condición de hombre de letras
don Antonio Lorenzana sumó la de hombre de acción, pues como arzobispo de
México fue uno de los prelados que más decididamente acometió la difícil tarea de
impulsar y poner en marcha en el virreinato de la Nueva España, la política
religiosa adoptada por la Corona en el siglo XVIII.

Con este libro, la Dra. Arenas continúa sus publicaciones sobre el virreinato
novohispano y la centuria dieciochesca, cuyo primer exponente fue Un portuense
en México: Don Juan Antonio Vizarrón, arzobispo y virrey, realizado en coautoría
con el Dr. Paulino Castañeda Delgado, trabajo que fue merecedor del Ier Premio de
investigación histórica “Juan de la Cosa” 1996 y se editó en El Puerto de Santa
María en 1998.

La obra que aquí reseñamos está estructurada en seis capítulos. El primero


comienza con una somera biografía de Lorenzana, analizando la situación de la
archidiócesis mexicana en la etapa en que dicho prelado ostentó su mitra (1766-
1772) y los diferentes problemas con los que se hubo de enfrentar. El mayor
énfasis se pone en la tarea reformista que comenzó ya desde el mismo año de su
llegada (1766) y que comprendió: la racionalización parroquial, nuevos planes de
estudios en los seminarios hispanoamericanos, la expulsión de la Compañía de Jesús y

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una mejor formación y conducta del clero secular y regular, tanto masculino, como
femenino. Precisamente dentro de ese último aspecto, será donde se libre su gran
batalla por desterrar la “vida particular” e implantar la denominada “vida común”, en
los diez conventos calzados femeninos sujetos a su jurisdicción, tema en el que se
centra este análisis.

Especialmente atractivo e interesante resulta el capítulo segundo, en el que la


autora nos ofrece la novedad del adelanto del comienzo de los intentos reformistas
a 1767 -siendo 1769 la fecha aceptada hasta ahora en la bibliografía novohispana-.
La Dra. Arenas documenta fehacientemente como es a partir de ese año, y sobre
todo en el posterior -1768-, cuando el arzobispo comienza a imponer, con tajantes
medidas, la implantación de la nueva forma de vida en los monasterios calzados
sujetos a su autoridad eclesiástica. Particular importancia tienen los datos que se
nos ofrecen sobre las votaciones secretas realizadas ese mismo año por dichas
comunidades femeninas -tema hasta ahora inédito-, y la constatación de cómo
algunas de ellas llegan a mostrarse dispuestas a aceptar los designios arzobispales,
bien de una forma clara como ocurre con el convento de Balvanera, bien con
ciertas dudas y reticencias, como lo hace el San José. El arzobispo, fiel a su política
de innovación, les remite sendas cartas pastorales en 1768 y 1769, instándoles al
cambio, y aunque algún otro monasterio se suma a la aceptación en un escrutinio
general posterior (como el de Santa Inés), las reiteradas exhortaciones episcopales
no lograrán su objetivo, porque todos los claustros femeninos irán progresivamente
radicalizando sus posturas, se cohesionarán como grupo y se enfrentarán tanto a las
autoridades eclesiásticas como a las civiles, logrando un notable grado de
autonomía. Su resistencia adoptará la forma de un frente aunado y dispuesto al
rechazo, ante las coactivas medidas del prelado, que no duda incluso a acudir con
sus reclamaciones al IV Concilio Provincial Mexicano, celebrado en la capital
novohispana en 1771.

A partir del capítulo tercero y con el regreso de Lorenzana a España como


arzobispo de la sede toledana (1772), será su sucesor don Alonso Núñez de Haro y
Peralta (1772-1800) quien tome las riendas del traumático intento. Su carta pastoral
y la real cédula de 1774 pretenden poner fin a tan debatida polémica, instaurando
definitivamente, por la vía impositiva, la práctica de la “vida común”.

En los sucesivos capítulos -cuarto y quinto- se analizan vívidamente las réplicas


conventuales a esas providencias propuestas. Se sintetizan en ellos los casi diez
años de enfrentamientos e intercambios de memoriales, cartas, apelaciones, que
constituyen una fuente de primera mano para conocer la vida que se desenvolvía
intramuros, sus circunstancias y los radicales cambios que se pretendían introducir.
Las reformas pretendían poner fin a usos arraigados desde hacía centurias, lo que

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implicaba la prohibición del manejo de peculios o reservas personales por parte de


las profesas y de la construcción y compraventa de celdas para uso privado; la
obligatoriedad de la utilización comunitaria del refectorio y de los hábitos; la
restricción del número de confesores en los monasterios; la limitación igualmente
el número de sirvientas (tanto particulares, como comunes); la exigencia radical del
respeto a la clausura lo que implica la expulsión de los claustros de seglares y
niñas... Frente a este cúmulo de innovaciones que se pretenden introducir como
medio de garantizar una vida religiosa más auténtica y ajustada, las religiosas
responden con una serie de alegaciones para fundamentar su rechazo a lo que
consideran una alteración sustancial respecto al modo de vida que profesaron.
Afortunadamente gracias a estas respuestas han salido a la luz informes y textos de
monjas de un enorme interés, no sólo por lo que tienen de ilustrativo de la vida
conventual cotidiana, sino sobre todo por lo que revelan de sus propias personas,
ya que en muchos de ellos se vierten sus temores, ansiedades y sentimientos,
desvelando las inquietudes vitales que las acuciaban.

Para la autora, como así nos lo refleja en el capítulo sexto, el proyecto de


implantación de la “vida común” por parte de los dos arzobispos resultó un fracaso.
El negativo resultado fue consecuencia, en gran medida del erróneo método de
implantación. Un método de introducción tan categórico sólo podía ocasionar
primero el desconcierto y después la protesta. Frente a un drástico Lorenzana, su
sucesor Núñez de Haro se mostrará mucho más cauto, comprensivo y
condescendiente ante la nuevas formas de existencia claustral, que irá
estableciendo de un modo más pausado. De hecho, durante algunos años se dará
opción a las monjas ancianas -aferradas a esa anterior vida particular, a la que se
niegan a renunciar- de continuar en el mismo convento, junto con las nuevas
profesas, que sí habrían de acatar las recientes normativas impuestas.

La importancia del libro, ya justificada por los capítulos reseñados, se


acrecienta todavía más por los apéndices documentales incluidos al final del
estudio, que resultan sumamente enriquecedores por su carácter inédito y por lo
que con su contenido contribuyen a ilustrar directamente las cuestiones en debate.
Entre los aspectos positivos hay que destacar también la utilización de una
bibliografía amplia y reciente, que garantiza una buena panorámica del estado de la
cuestión.

El estudio de la Dra. Isabel Arenas, profesora titular del área de Historia de


América de la Universidad de Huelva, viene a cubrir así, por su rigor y valía, buena
parte de los vacíos existentes en las investigaciones efectuadas hasta ahora en torno
a esta amplia temática del monacato femenino. Hay que destacar sobre todo las
nuevas fuentes utilizadas, ya que se basa primordialmente en la documentación

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conservada en la Biblioteca Castilla-La Mancha de Toledo (Fondo Borbón-


Lorenzana), que hasta ahora habían sido escasamente consultadas, sin olvidar las
fuentes más conocidas que son las proporcionadas por el Archivo General de Indias
de Sevilla.

En definitiva, nos encontramos ante una obra rigurosa, minuciosa, escrita con
corrección, que demuestra un amplio conocimiento del tema, fruto de una madurez
que sólo pueden dar los años de investigación y los diferentes trabajos que la autora
lleva dedicados al tema del monacato novohispano.

Mª Isabel Viforcos Marinas

CASTRO CAVERO, Jose Manuel, Salvar la Historia. Historia, Religión y


Religiones en Xavier Zubiri. Las Palmas, Instituto de las Islas Canarias, 2004, pp.
409. ISBN: 84-607-8635-8.

Salvo muy esporádicas incursiones de algunos autores en problemas aislados de


Filosofía de la Historia, hace mucho tiempo que no se publicaba entre nosotros una
obra que considerara en su conjunto esta temática, y que pretendiera dar cuenta en
profundidad tanto de sus raíces como de sus consecuencias. Esta es precisamente la
finalidad que se adscribe la obra que hoy comentamos.

Se trata de un libro que, a pesar de tratar una difícil e intrincada temática, que
seguiremos inmediatamente, está muy bien estructurado y redactado con una gran
claridad, lo que hace posible una grata y ágil lectura, que sin prescindir en ningún
momento de la necesaria, y bien seleccionada, documentación filológica y crítica,
informa puntual y minuciosamente de cada problema en él reflejado así como de su
conexión interna con el resto de la temática. En este terreno, en el que creo que los
españoles podemos empezar a felicitarnos, pues estamos ya al nivel de cualquier
país del mundo, esta obra puede ser considerada como buen un ejemplo a seguir.

El núcleo de su tema es dar cuenta de la concepción de la Filosofía de la


Historia de Xavier Zubiri, y de la conexión con su concepto de religión y con el
surgimiento de las religiones. Pero, desde el inicio el lector se dará cuenta de que si
bien puede aprestarse a entender esta obra como una obra filosófica de corte
metafísico (perspectiva meta-histórica y crítica), el autor pone de relieve que parte
de un propósito muy determinado “pensar la historia en relación al cristianismo”, y
que va a llevarlo al límite, lo que le exige rebasar continuamente el plano
metafísico para considerarlo desde la perspectiva teológica. Esta dirección le lleva

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a afirmar que su intención es presentar una teología de la historia que, centrada en


el concepto de salvación, de cuenta de la integración de filosofía y teología.

El autor parte de examinar las tesis existentes hoy sobre la Historia tal como se
plasman en los nihilismos o en las interpretaciones de la globalización, que llevan a
sostener siempre una clase de escepticismo, y que concluyen o bien en un
discontinuismo histórico (Foucault), o bien en la in-necesidad de la Historia
(Cioran), o bien en el fin de la historia (post-modernismo). Los argumentos
iniciales nos dejan saber que la oposición interpretativa tradicional respecto a lo
histórico, la que enfrenta el progreso al misterio, es superada en cuanto el hombre,
en lugar de darse metas que consolidan como ideal histórico el logro de formas
sociales según modelos ya conocidos y experimentados, ha de entenderse como un
ser guiado por la esperanza que busca en lo histórico respuesta a sus anhelos, lo
que implica tomar conciencia del fundamento que hace posible entender las
relaciones humanas como relaciones entre personas, así como las circunstancias
que las rodean. Las palabras que en la presentación señala Xavier Pikaza aparecen
como básicas: “Salvar la historia significa atreverse a vivir sabiendo que el futuro,
que parece amenazado por la bomba (violencia militar), por el hambre y la
manipulación genética, se encuentra, sin embargo, en nuestras manos de manera
que podemos buscarlo y esperarlo, con la ayuda de Dios”.

Así entendida, la salvación se muestra como necesidad de una humanidad que


descubre que su ser está historizado, y que en su situación de finitud precisa
sentido para la realidad que vive, y reclama justicia.

La base filosófica de la investigación es la concepción de Zubiri de la historia


como una dimensión de la realidad y del ser humano, que se mueve entre lo
biológico y la apertura a lo absoluto, cuyo conocimiento exige entender entre otros
los conceptos de realidad, tiempo, otroriedad, persona, sociedad y comunidad,
tradición y revelación, libertad, etc.

La segunda parte nos introduce rápidamente en el problema de la religación


zubiriana, concepto complejo cuyo significado desvela al hombre históricamente
en la experiencia del ser humano como persona, esto es, como ser que aprehende la
realidad y así mismo como realidad; que se comprende como un ser ligado a la
realidad en cuanto realidad para ser, por lo que, perteneciéndose a sí mismo, sin
embargo tiene que hacerse configurándose ante los demás mediante actos que se
transcienden en actitudes. En la religación el ser humano experimenta el poder de
la realidad, y que este poder se apodera de él trasformando su ser en ser
relativamente absoluto, en ser que tiene poder y se abre a la intelectualidad y a la
ciencia. A ese poder de la realidad, que el hombre experimenta en su ser personal,

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le da el nombre de deidad, y si llega a concebirlo en términos de divinidad, de


entidad personal cuya realidad es absolutamente absoluta, da el salto a la religión.

En la religación se encuentra el primordium de una religión, pero el principio


filosófico es que esta experiencia del poder de la realidad la tenemos todos. A
partir de ahí, las posturas pueden diversificarse, pues al fundamento de este poder
puede llegarse de distintas formas, lo que permite sostener la tesis de que en la
historia el poder de la realidad se ha desplegado bajo la forma de distintas
religiones, y no se excluye tampoco que haya hombres que, experimentando ese
poder sean ateos, agnósticos, no tengan religión positiva determinada o no profesen
religión alguna.

La segunda parte concluye con una interesante interpretación de la revelación


como vía de acceso al conocimiento de lo divino, y del lugar que en éste le
corresponde a la fe. Estos análisis dan paso a la tercera parte en que se entra de
lleno en el problema de las religiones.

Esta última parte constituye la parte más problemática para un filósofo. En ella
el autor parte de que la postura filosófica Zubiri (por inscribirse en el ámbito
teologal, supuesto previo de toda teología que lleva a entender el término Dios no
sólo como realidad divina, sino como el ámbito de la ultimidad de lo real) permite
dar cuenta de toda postura humana y puede servir de fundamento para abrir el
campo de la teología propia de cada religión a una investigación teológica general
básica y fundamental a la que ha venido a denominarse teología de las religiones,
que parece que hoy ha empezado a contar con la aprobación de los teólogos. Pero,
esta tesis fuerte se diluye inmediatamente, pues dado que la realidad de esta
teología no cuenta hoy con suficientes elementos para poder ser ordenada en un
cuerpo coherente, se pasa a enunciar como su paso previo: la necesidad de diálogo
y entendimiento entre las diferentes religiones, Y, en este sentido se expone como
tesis fundamental que la historia de las religiones constituye una unidad en la
diversidad, tesis que sirve de fundamento a un transformado de los enunciados
clásicos del cristianismo, y que podíamos condensar en la forma siguiente: la
religión cristiana absorbe todas las religiones (todas conducen a él), pues, aunque
todas son verdaderas, son de-formidades de la verdad, pues la verdad sólo se
experimenta a través de la participación, por entrega, en la divinidad (lo que
supone la deiformidad del hombre) sólo realizable por mediación de Cristo, de
Dios hecho hombre.

Ahora bien, si es cierto que el planteamiento básico sigue todavía la tradicional


defensa del cristianismo como religión verdadera, lo que es un problema si se
piensa que lo que se pretende es un diálogo inter-religioso, los problemas que el

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autor enuncia relativamente a él han variado muy considerablemente respecto a las


posturas tradicionales. Se trata de sostener el prius ontológico del cristianismo, eso
está claro, pero, al mismo tiempo, de erradicar toda exclusión de los otros, de
eliminar toda intransigencia, y de respetar las condiciones específicas de las demás
religiones como base inicial para poder emprender una teología de las religiones
que, como se puede ver a través del discurso, está aún por hacer. Ahora bien, en
este sentido se puede decir sin faltar a la verdad que este libro enuncia tesis que
pueden servir para despejar muchas de las dudas existentes, plantea problemas que
pueden servir para incentivar el desarrollo de nuevas investigaciones, y muestra la
necesidad hoy perentoria de la ampliación y desarrollo del campo teológico.
Mª Isabel Lafuente Guantes

LORENZANA, Francisco Antonio de, Breviarium gothicum secumdum regulam


betissimi Isidoro, archiepiscopi hispalenses jussu cardinalis Francisci Ximenii de
Cismeros prius editum, León, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de
León, 2004, pag. Var. (Edición facsímil de la primera de 1775).ISBN: 84-9773-
120-4.

Esta obra ha sido publicada en edición facsímil por la Universidad de León


como homenaje conmemorativo del II Centenario de la muerte del Cardenal
Lorenzana, obispo de Plasencia, arzobispo de México y Toledo, y, por último,
cardenal de la Iglesia Romana, con el título de la Santa Cruz. Es importante el
origen de este prelado porque mantendría con su ciudad natal unos fuertes vínculos
familiares, pero también sociales, económicos e intelectuales, a lo largo de su vida.
De hecho, a él se debió la publicación de las obras de Santo Martino y la
promoción de los estudios sobre la historia de los obispos de la ciudad, que
realizaron los PP. Risco y Flórez, o la intervención en obras de carácter benéfico de
la ciudad. Incluso esta obra mantiene la vinculación con el solar patrio, habida
cuenta de la referencia directa que se hace a san Isidoro.
El esfuerzo de la edición, además de a la institución universitaria, se debe al
grupo de investigadores que, en su seno, lleva años dedicándose a realizar
ediciones sobre autores del humanismo y sobre aquellos otros en los que, no
pudiendo ser calificados como humanistas por cronología, temática o estilo, se
descubre indeleble la huella de la tradición clásica y humanística, grupo en el que
actualmente está siendo objeto de estudio el mismo Cardenal Lorenzana. Por ello y
por el interés de la Universidad de León en conmemorar el mencionado centenario,

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se decidió que quizá la obra más representativa, por su vinculación a las corrientes
humanistas del siglo XVI, era esta que hoy nos presentan de acuerdo con la
primera edición de 1775. El coordinador de la obra es el Dr. Jesús Paniagua Pérez,
responsable de los tres equipos de investigación que forman el grupo al que
venimos aludiendo.

El Breviario Gótico se ha realizado según el original, en latín, a dos colores y


con la reproducción de los grabados de Maella. Se comercializa con dos tipos de
encuadernación: uno en piel y caja de tela, y otro en imitación de pasta española.
Pero además de su lujoso formato tiene el interés de ser la recuperación de una
obra que se inscribe en la más pura corriente hispánica de la Ilustración, en cuyo
marco muchos intelectuales del ámbito eclesiástico, vinculados al regalismo de la
época, buscando la potenciación de una “religión nacional”, trataron de potenciar la
revitalización de la tradición visigótica española, que había comenzado a perder su
fuerza tras la imposición del rito romano en el siglo XI por Gregorio VII.

La obra de Lorenzana nos pone también en contacto con la tradición humanista


española, pues en cierto modo entronca con el Cardenal Cisneros había sido
también un impulsor de la liturgia mozárabe con su Missale mixtum secundum
regulam beti Isidoro (1500), que sería precisamente el que tomó Lorenzana para
esta edición, aunque con algunas correcciones y cambios.

La edición va precedida por dos estudios de gran interés. El primero de ellos


titulado “El cardenal Lorenzana y su edición del Breviario Mozárabe”, es obra de
los doctores Ángel Fernández Casado y Eduardo Vadillo Romero. En el, tras una
breve biografía de Lorenzana, se analizan las correcciones que sobre la obra de
Cisneros hizo el cardenal leonés y se estudia su estructura interna, para concluir
con una sucinta referencia a los grabados que para la obra se encargaron a Mariano
Salvador Maella.

El segundo estudio introductorio es obra del Dr. Constantino Robles García que
inicia su trabajo con una frase de la Eneida de Virgilio, que resume muy bien el
interés general de esta edición de Lorenzana: Farsam et haec olim meminisse
iuvabit. El trabajo lleva por título “La liturgia mozárabe”, y en él, el autor, que
demuestra ser un gran especialista en la temática, aborda, en un primer apartado, la
cuestión de la denominación, el origen, el desarrollo, sin olvidar el problema del
adopcionismo español y, por fin, la supresión del rito; un segundo apartado lo
dedica a la misa mozárabe, para concluir con la liturgia de horas en este rito.

Creemos, pues, que es de suma importancia la recuperación de esta obra por


todas las implicaciones que tiene, tanto en el aspecto histórico de la Iglesia

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española como en su propio contenido, sin olvidar la introducción que hace el


propio Lorenzana en un cuidado latín.
Mª Isabel Viforcos Marinas

MENA GARCÍA, Mª del Carmen, Un linaje de conversos en tierras americanas.


Los testamentos de Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla del Oro y
Nicaragua, León, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León, 2004,
202 pp. ISBN. 84-9773-137-9

El título de la obra resulta bastante sugestivo por el interés que está despertando
en los últimos tiempos la relación con el mundo americano de los judíos o de los
conversos y sus descendientes. De hecho, su actividad al otro lado del Atlántico se
está revelando como más importante de lo que podría pensarse tan sólo hace unas
décadas. Es verdad que en el caso que toca la autora la procedencia judeoconversa
de la familia de Pedrarias Dávila no era desconocida.
El polémico segoviano, sobre el que tanto se ha escrito y, como señala la
doctora Mena, tanto queda por aclarar, es uno de los personajes más controvertidos
de la primera presencia española en Indias. Como ha ocurrido con muchos de
personajes polémicos de la historia, de Pedrarias se ha creado una imagen de
aventurero ambicioso, hombre extremadamente duro, de talante despótico, que a
buen seguro no corresponde plenamente con la realidad. Cambiar el juicio sobre
del gobernador de Castilla del Oro es ciertamente difícil, tanto como descubrir al
personaje en toda su dimensión. Sus violentas acciones, especialmente el trágico
caso de la condena y muerte de Vasco Núñez de Balboa, marcarán su vida y su
historia. Con todo, este estudio, al basarse en los documentos de última voluntad,
puede contribuir -de hecho contribuye- a una aproximación menos marcada por el
prejuicio y más veraz de la auténtica personalidad del polémico Pedrarias y de lo
que su figura represento. El tono equilibrado y desapasionado de la autora y el
fundamento documental del libro –los testamentos otorgados por el gobernador- así
nos lo garantizan. El testamento, y más en el siglo XVI, por lo que tiene de saldo
final de la vida y de pasaporte hacia el más allá, está impregnado de un grado de
sinceridad mayor que cualquier otro tipo de documentación, pese a la
estereotipación que preside su desarrollo y buena parte de sus fórmulas.
La temática del libro nos vincula al tema de la muerte, promocionado por la
historiografía francesa ya en los años 70 del siglo XX, pero que para el ámbito
americano no comenzó a dar frutos hasta los años 90. La doctora Mena García, no

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utiliza, sin embargo los testamentos desde la óptica de la historia de las


mentalidades, sino más bien como plataforma desde la que asomarse a la realidad
del que fuera gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua, por eso, antes de
reproducir sus dos amplios testamentos, nos ofrece en un primer capítulo titulado
“El hombre y su linaje”, un interesante estudio sobre su persona. Desarrolla en él
la actividad y, principalmente, los entronques familiares de Pedrarias con los
conversos de Segovia, que tuvieron un fulgurante ascenso en la vida pública a lo
largo del siglo XV. De entre ellos, en la segunda generación, destacaría la figura
del prelado Juan Arias Dávila, mitrado de la diócesis segoviana, que, además de
por su importante actividad política y eclesiástica, destacó por su mecenazgo hacía
las letras y las artes, y que se vio implicado en el ruidoso proceso inquisitorial de
1489. Teniendo como telón de fondo la historia de la Castilla del momento, y
conocidos estos lazos de parentescos, se comprende que el biografiado se movió en
un ambiente de luchas intestinas por el poder, que se convirtió en un constante
marco de referencia para su vida, y lo transformó en un superviviente. Estas
circunstancias son las que ayudan a comprender la dureza de su carácter, llevada,
en ocasiones, hasta los límites de la crueldad.

Fue en 1513, cuando ya contaba con una avanzada edad, cuando se le va a


nombrar capitán general y gobernador de Castilla del Oro, gracias a la protección
prestada por el omnipotente Juan Rodríguez de Fonseca. Pasó a las Indias y, como
nos dice la propia autora, fue el “el personaje de la conquista más odiado y
vilipendiado”. Su vida, desde que llegó a Panamá, como refleja libro, estuvo
salpicada de un cúmulo de incidencias, que explican la inclusión de Pedrarias entre
los personajes de infausto recuerdo de aquellos tiempos.

Lo más interesante de la obra, son, sin duda, los dos testamentos que se
reproducen íntegramente. El primero (pp. 131-153), ya conocido, lo había hecho en
Sanlúcar de Barrameda antes de partir para las Indias, el 20 de marzo de 1514. El
segundo (pp. 155-185), aunque conocido con anterioridad, ha permanecido inédito
hasta ahora y, por tanto, es de un mayor interés para los estudiosos, pues lo realizó
en Nicaragua, poco antes de morir, el 23 de noviembre de 1530. Es decir, nos
encontramos con unas últimas voluntades otorgadas con anterioridad a su
conocimiento del Nuevo Mundo y otras formalizadas después de años de actividad
en aquellas latitudes, circunstancia que permite evaluar la transformación
experimentada en la forma de ser y pensar de Pedrarias a partir de la experiencia
americana, y, por extensión, aproximarnos a las de sus contemporáneos del Viejo
Mundo.

El gobernador, que por familia y trabajo había conocido bien los ambientes
intelectuales españoles (no olvidemos que su tío había sido un mecenas en Segovia

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Reseñas Bibliográficas

y que el escribano de su primer testamento fue Gonzalo Fernández de Oviedo), se


vio de pronto inmerso en el desconocido mundo americano y, como era de esperar,
lo tamizó. Así, a través de los documentos aquí estudiados se nos ofrece una visión
de las Indias a la que no fueron ajenos algunos humanistas de la época. En esa línea
destaca, como señala la Dra. Mena, el absoluto desprecio por la población
indígena, ya que como se puede apreciar y pone de manifiesto la autora, no existe
ni una sola referencia a aquellos naturales, frente a lo que sucede en las últimas
voluntades de otros conquistadores como Cortés y Pizarro.

Estamos, pues, ante un libro en que se nos muestra a un hombre contradictorio


como pocos lo fueron. Siendo esencialmente un hombre de armas, se vuelca sin
embargo en la formación de sus hijos y nietos, como demuestra la preocupación
manifestada, tanto en el primero como en el segundo testamento. En el de Sanlúcar
pide que su primogénito aprenda retórica, lógica y gramática y que se ejercite en
las armas y en el cabalgar y que, por las noches, aprenda historia, filosofía y
teología, amén de que cuide su aspecto y tenga buenas ropas; lo mismo solicitará
en el segundo testamento a los descendientes de ese primogénito. Por tanto,
pensamos que quizá la Dra. Mena exagere en las características medievales de la
figura de Pedrarias, a las que hace alusión en varias ocasiones, y quizá haya que
comenzar a ver al hombre desde una perspectiva más propia de su tiempo y no del
todo ajena a lo que era un hombre del Renacimiento.

Jesús Paniagua Pérez

PANIAGUA PÉREZ, Jesús y TRUHAN, Deborah L. Oficios y actividad paragremial


en la Real Audiencia de Quito (1557-1730). El corregimiento de Cuenca, León,
Servicio de Publicaciones de la Universidad de León, 2003, 626 pp. ISBN: 84-
9773-029-1.

La historia del trabajo en el mundo americano, exceptuando todo lo referente a


la mita, los obrajes y la esclavitud, no ha sido una de las que más se haya
desarrollado en la Historia de América. Por ello, esta aportación que nos hacen los
Drs. Paniagua Pérez y Truhan resulta de un gran interés para los estudiosos de este
tipo de temáticas. Además, se centra en un territorio (el corregimiento de Cuenca,
en el actual Ecuador) y en un periodo determinado, por lo que los autores pueden
desglosar muy pormenorizadamente el desarrollo del mundo de los oficios en ese
espacio y en ese tiempo elegido, que ellos justifican en la introducción. El
producto, se convierte así en una aportación de la que adolecen la mayor parte de

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Reseñas Bibliográficas

los territorios españoles durante el periodo colonial y que, como los mismos
autores manifiestan, no permite establecer generalizaciones por falta de este tipo de
estudios concretos, incluso dentro de los mismos territorios de la Audiencia de
Quito, sobre la que ambos son especialistas. De hecho, en la abundante bibliografía
que nos ofrecen sobre el tema se puede apreciar la existencia, de algunos estudios,
no muy numerosos, excesivamente puntuales de un oficio, u obras generales
fundamentadas en una documentación de carácter muy general que, como se pone
de manifiesto, no corresponde en muchos casos al desarrollo que el mundo del
trabajo tuvo en cada lugar; aún así, los autores establecen comparaciones siempre
que les ha sido posible.

En el corregimiento de Cuenca, como se pone de manifiesto y de ahí la


utilización de la palabra “paragremial”, no existieron en este periodo verdaderos
gremios en los oficios menestrales, aunque sí se desarrolló una organización que
los recuerda. Las causas, que probablemente se puedan extender a otros lugares de
América, quedan explicadas suficientemente en este amplio trabajo, sobre el que
suponemos que los autores seguirán investigando para que en el futuro podamos
conocer lo que sucedió a partir de 1730, ya que es avanzado el siglo XVIII cuando
nos anuncian que en aquel territorio se formaron verdaderos gremios que
funcionaron incluso tras el periodo independentista.

La obra se inicia con unos capítulos de carácter general, en que se estudia el


desarrollo de los oficios, la utilización organizativa española y prehispánica, la
movilidad de los artífices, el desarrollo del aprendizaje, las cofradías, etc. Luego
nos introducen el mundo de cada uno de ellos, que han organizado por subsectores,
así de la madera, del metal, de la construcción, etc. El estudio pormenorizado de
cada uno de esos oficios nos permite a su vez apreciar las coincidencias y
diferencias que existían entre sí o con otros lugares sobre los que ya existe algún
tipo de estudio, además de que se nos especifican las relaciones nominales de todos
los artesanos documentados de dichos oficios, con sus características raciales, de
origen, de propiedades documentadas, etc. El trabajo, además, se halla ilustrado
con gráficos que ayudan a comprender determinados aspectos de los que se tocan
en la obra, amén de con mapas para que quienes no conozcan el territorio puedan
ubicar los lugares que se están mencionando y que en muchos casos ya no tienen su
antiguo nombre.

De gran importancia es que se han tenido en cuenta las realizaciones materiales


de aquellos artífices, bien por lo que se conoce a través de los documentos o por lo
que se ha conservado hasta nuestros días; de ahí que se haga referencia de forma
continua en algunos apartados a objetos u elementos que todavía hoy se pueden

326 Estudios Humanísticos. Historia


Reseñas Bibliográficas

contemplar en museos, iglesias, restos arqueológicos o actuales, cuando la


tradición ha conservado determinadas formas de hacer.
Nos encontramos, pues, ante una obra que podemos considerar de sumo interés
para el mundo americano, que debería tener su reflejo en otras de otros lugares para
que, como ya hemos manifestado, se ponga de manifiesto lo que hubo de común y
de diferente en el desarrollo de este tipo de trabajos.
Si echamos algo de menos en esta obra es, sin duda, la existencia de un índice
onomástico y geográfico que facilite la consulta a los estudiosos y que podría haber
sido un buen aliciente para el lector en una obra tan extensa y pormenorizada.
Alexandra Rodera Alonso

RUIZ DE LA VEGA, Andrés, Regla y Establecimientos de la Orden de la


Cauallería del Señor Sanctiago del Espada, León, 1555 (edición facsímil a cargo
del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León. Introducción del Dr.
Jesús Paniagua, León, 2004), I.S.B.N. 84-9773-131-X

En los últimos meses el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de


León viene ofertando al público especializado una recuperación y posterior edición
facsímil de algunas de las obras clásicas de nuestra Historia Moderna. Este mismo
año, por mencionar un ejemplo cercano, ha visto la luz el trabajo clásico y cotizado
de Gonzalo Argote de Molina, Nobleza del Andalucía, que todos los genealogistas
e historiadores de la nobleza consideramos esencial como fuente nutricia de
conocimiento sobre tales materias en el siglo XVI.
Hoy nos ofrecen una nueva joya en una forma de edición de nuevo facsímil de
la Regla y Establecimientos de la Orden de la Cauallería del Señor Sanctiago del
Espada, que debíamos en 1555 a la mano de Andrés Ruiz de la Vega y a la que
actualmente podemos tener acceso gracias a estas dignísimas iniciativas.
El texto, cuidadosamente recuperado, incluso reintegrado en ciertas líneas
penosamente conservadas en el ejemplar original que sirve de base al presente, es
en si mismo preciosista y minucioso.
La introducción, igualmente detallista, se debe a la mano del Dr. J. Paniagua,
Catedrático de Historia de América en la Universidad de León y gran conocedor de
la realidad de aquellos siglos de nuestro pasado entre los que se evidencia con voz
propia el dieciséis.

Nº 3, 2004, pp. 315-329 327


Reseñas Bibliográficas

El libro de Ruiz de la Vega aborda en un primer momento la historia de la


propia Orden Militar de Santiago, la relación de sus maestres así como los
principales privilegios que ésta recibió de manos del Papado y de los monarcas
peninsulares.

Precede al primer cuerpo del texto un epigrama nacido de la mano de Antonio


Ruiz de Morales, dividido internamente en varias parte, en las que se narran
acontecimientos de las guerras de Hispania, la invasión musulmana de la
Península, la razón divina que se esconde detrás de la creación de la Orden de
Santiago.

A continuación, los folios que se siguen conforman una primera unidad en la


que su contenido aparece avalado en su trayectoria interna por la consulta directa,
por parte de Ruiz de la Vega, de las fuentes diplomáticas custodiadas en los dos
grandes archivos de las principales encomiendas de la orden, Uclés y San Marcos.
Esta objetividad inmediata así como la honestidad del redactor se perciben en todas
las páginas del mismo estudio.

La segunda gran parte recoge aspectos más cotidianos de la Orden, como la


forma y el ritual de armar caballeros, la normativa religiosa y espiritual así como
las prohibiciones y las ceremonias principales de la Caballería del Apóstol.

La finalidad nos parece clara: se trataría de un libro de uso interno, específico


para los hermanos de la orden, en el que éstos podrían encontrar la información
necesaria sobre la misma, su historia y el por qué de sus privilegios, sin descuidar,
por ello, la resolución de ciertos matices vitales más cotidianos, que quedarían
expuestos en el segundo bloque.

Editada originalmente en León, en la imprenta de Pedro de Celada, su tipografía


cuidadosamente resuelta así como las ilustraciones que acompañan el texto y lo
presiden, son dos de los aspectos más significativos y dignos de la misma.

La representación en la portada del Santiago Matamoros, las interiores, entre las


que destaca por la información visual que aporta la que perfila a un alférez de
Santiago con el pendón de la orden, nos conducen a un impacto estético muy
acorde con el contenido de la obra y su misma razón de ser. Igualmente, aquellas
otras xilografías en las que se reproducen episodios del Nuevo Testamento o que se
centran en personajes relevantes del mismo, también alcanzan por su notable
calidad un puesto destacado entre los folios.

Se trata, en resumen, de una significativa aportación al campo del estudio de las


Órdenes Militares en la Península Ibérica, tanto por su contenido como por sus

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Reseñas Bibliográficas

propias características internas, aspectos, todos ellos, que acrecientan el interés de


la obra.

No pasará desapercibida, para la comunidad científica, esta edición facsímil que


debemos al buen hacer de la Universidad de León a través de la iniciativa de su
Secretariado de Publicaciones.

Margarita Torres Sevilla

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