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Clorofluorocarburo

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(Redirigido desde «Clorofluorocarburos»)
«CFC» redirige aquí. Para otras acepciones, véase CFC (desambiguación).
Los clorofluorocarburos1 (CFC), clorofluorocarbonos o gases clorofluorocarbonados2
son derivados de los hidrocarburos saturados obtenidos mediante la sustitución de
átomos de hidrógeno por átomos de flúor y/o cloro principalmente.

Los CFC, son una familia de gases que se emplean en diversas aplicaciones,
principalmente en la industria de la refrigeración, y de propelente de aerosoles.
Están también presentes en aislantes térmicos. Los CFC tienen una gran persistencia
en la atmósfera, de 51 a más o menos 200 años. Con el paso del tiempo alcanzan la
estratosfera, donde se disocian por acción de la radiación ultravioleta, liberando
el cloro y este, comienza con el proceso de destrucción de la capa ozono. CFC es el
nombre genérico de un grupo de compuestos que contienen cloro, flúor y carbono,
utilizados como agentes que producen frío y como gases propulsores en los aerosoles
. Sus múltiples aplicaciones, su volatilidad y su estabilidad química provocan su
acumulación en la alta atmósfera, donde su presencia, es causante de la destrucción
de la capa protectora de ozono.

Moléculas de CFC obtenidas por la sustitución de átomos de hidrógeno por átomos de


flúor o cloro
Actualmente se sabe que la aparición del "agujero" de ozono sobre la Antártida
sureste, a comienzos de la primavera austral, está relacionada con la fotoquímica
de los CFC presentes en diversos productos comerciales (freón, aerosoles, pinturas,
etc).

Tipos de CFC según su comercialización


El CFC-12 es un gas a temperatura ambiente. Hasta hace poco, se utilizó
extensamente en acondicionadores de aire de automóviles, de donde eran liberados a
la atmósfera durante su uso y servicio. Actualmente se utiliza un equipo especial
para capturar los CFC (y sus modernos sustitutos) cuando los acondicionadores de
aire de los coches han finalizado su servicio.
Después de la Primera Guerra Mundial se descubrió que vaporizando el CFC-12 en
estado líquido, este podía utilizarse para crear burbujas en plásticos de espuma
rígidos. Las diminutas burbujas embebidas de CF2Cl2 hacen que estos productos sean
buenos aislantes térmicos, ya que este gas es un pobre conductor de calor. Sin
embargo, el CFC-12 se libera inmediatamente durante la formación de las láminas de
espuma, como las bandejas blancas utilizadas para envasar productos de carne
fresca, y anteriormente para contener hamburguesas en restaurantes de comida
rápida.

El compuesto CFCl3, llamado CFC-11, es un líquido que hierve a temperatura cercana


a la ambiental. El CFC-11 se utilizó para formar agujeros en productos de espuma
blanda, como almohadas, alfombras acolchadas, cojines y asientos y rellenos en
coches. Este compuesto también ha sido aplicado para hacer productos de espumas de
uretano rígido usados como aislantes en neveras, congeladores y en algunos
edificios. La utilización de productos de espumas aislantes aumentó en el último
cuarto de siglo debido al interés con respecto a la conservación de energía.
El otro CFC que origina gran preocupación ambiental es el 1,2-dicloro-1,1,2,2-
tetrafluoroetano, llamado CFC-114. Este compuesto ha sido utilizado ampliamente
para limpiar la grasa, el pegamento y los residuos de soldadura en paneles de
circuito electrónicos después de su fabricación, consumiéndose cerca de 2
kilogramos por metro cuadrado. Muchos fabricantes han cambiado sus procesos de
fabricación con el fin de no utilizar ningún tipo de líquido de limpieza. Los CFC
no poseen ningún sumidero troposférico de tal manera que todas sus moléculas
ascienden a la estratosfera. Este proceso de transporte vertical en la atmósfera no
está afectado por el hecho de que la masa de estas moléculas sean mayor que la masa
promedio del nitrógeno y del oxígeno en le aire, ya que la fuerza diferencial de
gravedad es mucho menor que la debida a la de las constantes colisiones de otras
moléculas que aleatorizan las direcciones de moléculas, incluso las pasadas.
Mediante este transporte, las moléculas de CFC, finalmente, migran a las partes
medias y altas de la estratosfera donde hay suficiente UV-C de la luz solar aún no
filtrada para descomponer fotoquímicamente dichas moléculas, liberando de este modo
átomos de cloro.
El tetracloruro de carbono, CCl4, es una sustancia disminuidora de ozono (SDO).
Comercialmente, se ha utilizado como disolvente y como intermedio en la fabricación
de CFC-11 y CFC-12, perdiéndose cierta cantidad hacia la atmósfera durante su
producción. Su aplicación como disolvente en la limpieza en seco ha sido
interrumpido en la mayor parte de los países desarrollados, aunque hasta muy
recientemente su práctica aún continuaba en muchos otros países.
El metilcloroformo, CH3--CCl3, o 1,1,1- tricloroetano, fue producido en grandes
cantidades y utilizado en la limpieza de metales, de tal manera que una gran parte
se liberó a la atmósfera. Aunque, cerca de la mitad de esta cantidad ha sido
eliminada de la troposfera por reacción con el radical hidroxilo, el resto
sobrevive suficiente tiempo como para migrar hacia la estratosfera. En la
actualidad el metilcloroformo y el tetracloruro de carbono contribuyen,
conjuntamente, en cerca de la mitad de la contribución de los CFC al cloro de la
estratosfera.
Degradación de la capa de ozono
Se ha propuesto que el mecanismo a través del cual los CFC atacan la capa de ozono
es una reacción fotoquímica: al incidir la luz sobre la molécula de CFC, se libera
un átomo de cloro con un electrón libre, denominado radical cloro, muy reactivo y
con gran afinidad por el ozono, que rompe la molécula este último. La reacción
sería catalítica; la teoría propuesta estima que un solo átomo de cloro destruiría
hasta 100 000 moléculas de ozono. Algunos alegan que CFC permanece durante más de
cien años en las capas altas de la atmósfera, donde se encuentra el ozono, pero
esto es imposible dado que las moléculas de CFC tienen un peso molecular que varía
entre 121,1 y 137,51 mientras que la densidad de la atmósfera es 29.01, por lo que
las escasas moléculas de Freones que llegan hasta la estratósfera caen en poco
tiempo de regreso hacia tierra.

Los estudios de Fatbian, Borders y Penkett (ref: P.Fabian, R. Borders, S.A.


Penkett, et al., “Halocarbons in the Stratosphere.” Nature, pp. 733-736)
demostraron que los Freones F-11 y F-12 alcanzaban un máximo de 29 a 32 km de
altura, en donde sus concentraciones varían entre 0,1 a 10 ppb (partes de billón).
Considerando que la energía necesaria para que la radiación UV disocie a la
molécula de CFC tiene que ser igual o mayor que la de la banda UV-C (286-40
nanómetros), y esta radiación es totalmente absorbida por el oxígeno más arriba de
los 45 km de altura, la radiación necesaria para disociar a los CFC no llega hasta
la altura donde se encuentran las primeras moléculas.

En 1987 se firmó un acuerdo internacional, el Protocolo de Montreal relativo a las


sustancias destructoras de la capa de ozono”, para controlar la producción y el
consumo de sustancias que destruyen el ozono. En este protocolo se estableció el
año 1996 como fecha límite para abandonar totalmente la producción y el consumo de
clorofluorocarburos en los países desarrollados. Los países en vías de desarrollo
disponen de 10 años más para el cumplimiento de este requisito. También se
establecieron controles para los haluros, el tetracloruro de carbono, el 1,1,1-
tricloroetano (metil cloroformo), los hidroclorofluorocarburos (HCFC), los
hidrobromofluorocarburos (HBFC) y el bromuro metílico. Estos productos químicos
solo se permiten para usos esenciales y siempre que no existan alternativas técnica
y económicamente viables.3

Por añadidura, la eficacia de la destrucción del ozono aumenta si están presentes


nubes estratosféricas. Esto sucede solo en el frío de la noche polar, cuando las
temperaturas descienden a menos de 200 K y, en el Antártico, a 180 K o menos. En la
primavera antártica, fundamentalmente en octubre y noviembre, se han registrado
cantidades de ozono notablemente reducidas y menguantes desde 1975. Este fenómeno
se conoce como el agujero de ozono. Cuando el sol regresa, la pérdida se recupera
rápidamente.4

Riesgos
Los fluorocarburos son, en general, menos tóxicos que los correspondientes
hidrocarburos clorados o bromados. Esta menor toxicidad puede deberse a una mayor
estabilidad del enlace C-F y, tal vez también, a la menor solubilidad lipoide de
las sustancias más fluoradas. Gracias a su bajo nivel de toxicidad, ha sido posible
seleccionar fluorocarburos que sean seguros para los usos a los que se destinan.

En realidad, los hidrocarburos volátiles posen propiedades narcóticas similares a


las de los hidrocarburos clorados, aunque más débiles. La inhalación aguda de 2500
ppm de triclorotrifluoretano provoca intoxicación y descoordinación psicomotriz en
el ser humano, un efecto que también se observa con concentraciones de 10 000 ppm
(1 %) de diclorodifluorometano. La inhalación de diclorodifluorometano a
concentraciones de 150.000 ppm (15 %) provoca pérdida de la consciencia. Se han
registrado más de 100 muertes relacionadas con la inhalación de fluorocarburos como
consecuencia de la pulverización de aerosoles que contenían diclorodifluorometano
como propulsor en el interior de una bolsa de papel y su posterior inhalación. El
TLV de 1000 ppm establecido por la Conferencia Americana de Higienistas
Industriales del Gobierno (ACGIH) no produce efectos narcóticos en el ser humano.3

Los fluorometanos y fluoretanos tampoco producen efectos tóxicos, como lesiones


hepáticas o renales, por exposición repetida. Los fluoralquenos, como el
tetrafluoretileno, el hexafluoropropileno o el clorotrifluoretileno, pueden causar
lesiones hepáticas y renales en animales de experimentación tras exposiciones
prolongadas y repetidas a las concentraciones apropiadas.3

No obstante, la toxicidad aguda de los fluoralquenos es sorprendente en algunos


casos. El perfluorisobutileno es un buen ejemplo de ello. Con una CL50 de 0,79 ppm
para cuatro horas de exposición en el caso de las ratas, es más tóxico que el
fosgeno. Al igual que este último producto, produce edema pulmonar agudo. Por su
parte, el fluoruro de vinilo y el fluoruro de vinilideno son fluoralcanos de muy
baja toxicidad.3

De la misma forma que muchos otros vapores de disolventes y anestésicos utilizados


en cirugía, los fluorocarburos volátiles también pueden producir arritmia o parada
cardíaca cuando el organismo libera una cantidad anormalmente elevada de adrenalina
(como en situaciones de angustia, miedo, excitación o ejercicio violento). Las
concentraciones necesarias para producir este efecto son muy superiores a las que
se encuentran normalmente en la industria.3

En perros y monos, tanto el clorodifluorometano como el diclorodifluorometano


provocan rápidamente depresión respiratoria, broncoconstricción, taquicardia,
depresión miocárdica e hipotensión a concentraciones de entre un 5 y un 10 %. El
clorodifluorometano, al contrario que el diclorodifluorometano, no provoca
arritmias cardíacas en monos (aunque sí en ratones) y tampoco reduce la función
pulmonar.3

Medidas de salud y seguridad. Todos los fluorocarburos sufren descomposición


térmica cuando se exponen a la acción de la llama o de metales calentados al rojo.
Los productos de la descomposición de los clorofluorocarburos son los ácidos
fluorhídrico y clorhídrico, junto con cantidades más pequeñas de fosgeno y fluoruro
de carbonilo. Este último compuesto es muy inestable a la hidrólisis y rápidamente
se transforma en ácido fluorhídrico y dióxido de carbono en presencia de humedad.3

Los estudios de mutagenicidad y teratogenicidad realizados de los tres


fluorocarburos más importantes desde el punto de vista industrial
(triclorofluorometano, diclorodifluorometano y triclorotrifluoretano), han dado
resultados negativos.3

El clorodifluorometano (R-22), que en un tiempo se consideró como posible propulsor


para aerosoles, resultó ser mutágeno en los estudios de mutagénesis bacteriana. Los
estudios de exposición a lo largo de toda la vida aportaron ciertas evidencias de
carcinogénesis en ratas macho expuestas a concentraciones de 50.000 ppm (5 %), pero
no a concentraciones de 10 000 ppm (1 %). Este efecto no se apreció en ratas hembra
ni en otras especies. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el
Cáncer (IARC) ha clasificado esta sustancia en el Grupo 3 (evidencias limitadas de
carcinogénesis en animales). También se obtuvieron ciertas pruebas de
teratogenicidad en ratas expuestas a 50.000 ppm (5 %), pero no a 10 000 ppm (1 %),
ni en conejos expuestos a concentraciones de hasta 50.000 ppm.3

Las víctimas de la exposición a fluorocarburos deben ser evacuadas del área


contaminada y recibir un tratamiento sintomático. No se les administrará
adrenalina, pues existe la posibilidad de provocar arritmias o parada cardíaca.3 El
daño que hacen los refrigerantes clorados CFC Y HCFC A LA CAPA DE OZONO, MÁS EL
ALTO POTENCIAL del calentamiento global que generan la mayoría de los refrigerantes
CFC, HCFC, HFC. Hacen que los dueños de los equipos que usan refrigerantes
requieran tomar acciones sobre lo que ofrece la industria a favor de la
continuidad, de sus instalaciones de refrigeración, en favor del medio ambiente.

Alternativas a los CFC


En los últimos años se ha realizado un gran esfuerzo para encontrar alternativas a
los CFC. Dentro de ellas, las más estudiadas han sido los hidroclorofluorcarburos
(HCFC) y los hidrofluorcarburos (HFC). Estas moléculas contienen, unidos a los
átomos de carbono, átomos de hidrógeno, cloro y/o flúor. Los radicales hidroxilo,
presentes en la troposfera, degradan con facilidad los enlaces C--H de estos
compuestos. Al mismo tiempo, la presencia de estos compuestos de sustituyentes de
Cl y Br les confiere algunas de las ventajosas propiedades de los CFC: baja
reactividad y supresión de fuego, buenos aislantes y disolventes y puntos de
ebullición adecuados para su empleo en ciclos de refrigeración. Algunos de los CFC
han sido ya sustituidos por estos compuestos. El CHF2Cl (HCFC-22) es un
refrigerante que puede sustituir al CCl2F2 (CFC-12) en los compresores de sistemas
de aire acondicionados y frigoríficos domésticos. Para la fabricación de aislantes
de espumas de poliuretano se pueden emplear CH3CFCl2 (HCFC-141b) o CF3CHCl2 (HCFC-
123) en vez de CCl3F (CFC-11).

Las nuevas tecnologías consideran como sustitutos de los CFC a compuestos distintos
a los HCFC ni de los HFC. Como propelentes de aerosoles se pueden emplear tanto
isobutano como dimetil éter (mezclados con agua para disminuir su inflamabilidad).
Análogamente, los hidrocarburos han sustituido a los CFC como agentes para formar
burbujas en la fabricación de espumas. Las espumas rígidas, empleadas en el
aislamiento de las paredes de los refrigeradores, constituidas en un inicio por
CFC-11 y en la actualidad por HCFC-141b, serán reemplazadas en un futuro con
paneles rellenos de un material sólido y sellados al vacío. La industria
electrónica está sustituyendo a los CFC, empleados como disolventes para limpieza
de los circuitos, por limpiadores detergentes acuosos, o está desarrollando nuevos
sistemas de impresión que reduzca el número de etapas de limpieza necesarias.

La sustitución de los fluidos empleados en sistemas de aire acondicionado y


frigoríficos es más difícil. Existen muchas alternativas en perspectiva. Una de
ellas es la aplicación de sustancias ya utilizadas en el pasado para estos fines,
como el amoniaco y los hidrocarburos. Sin embargo, su desarrollo se ha visto
frenado por los problemas de corrosión del amoniaco y de inflamabilidad de los
hidrocarburos.

Existen en la actualidad sistemas de aire acondicionado que no requieren compresor.


Estos se basan en la combinación de un sistema de refrigeración por evaporación y
un desecante para secar el aire frío.

Actualmente, no se ha encontrado una alternativa adecuada a los halones, sustancias


empleadas para la extinción de incendios en espacios cerrados como oficinas,
aviones y tanques militares. Desde que su producción cesó en el año 1994, han
estado sometidos a una cuidadosa comercialización, dependiendo del desarrollo de
las alternativas. Los halones exhiben una atractiva combinación difícil de igualar
de baja reactividad y eficaz supresión de incendios. El CF3I es en la actualidad el
candidato más prometedor, ya que al igual que el CF3Br (halón-1301) es lo
suficientemente pesado para extinguir fuegos. El enlace C--I se rompe fácilmente
por acción de los fotones UV, incluso a nivel del suelo, por tanto el tiempo de
vida de la molécula es muy corto.

El cambio, desde una máxima producción de CFC a una sustitución de los mismos, está
ocurriendo a mayor velocidad de la que cabría prever hace unos años.

Reseña histórica
Los CFC surgieron de la necesidad de buscar sustancias no tóxicas que sirvieran
como refrigerante para aplicaciones industriales, siendo Thomas Midgley quien
descubriera que estos gases eran inocuos para los seres humanos, evitando así miles
de intoxicaciones accidentales. Dado que en la época en la que se descubrió el uso
de los CFC no existía mucha información sobre el ozono y se desconocían los efectos
dañinos de los CFC, el propio Thomas Midgley murió pensando que había hecho un gran
servicio a la humanidad.

Los CFC, también conocidos comercialmente como freones, sustituyeron al amoniaco y


su uso se propagó principalmente en los aires acondicionados de automóviles,
frigoríficos e industrias. A partir de 1950 se empezaron a utilizar como agentes
impulsores para atomizadores, en la fabricación de plásticos y para limpiar
componentes electrónicos.
Los descubridores de la amenaza que suponía el uso de los CFC fueron el químico
estadounidense F. Sherwood Rowland, de la Universidad de California, el químico
mexicano Mario J. Molina del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y el
neerlandés Paul Crutzen, del Instituto Max Planck de Química de Mainz, Alemania,
artífices de estos descubrimientos, quienes el 11 de octubre de 1995 recibieron el
Premio Nobel de Química en reconocimiento por sus investigaciones en este campo.

Un claro ejemplo del problema de los CFC, de cómo se desarrolló y se resolvió el


conflicto, se encuentra en el libro Miles de millones de Carl Sagan (capítulo 10:
"Falta un pedazo de cielo").

Sin embargo, existieron otros expertos que contrajeron la hipótesis de la acción de


los CFC sobre el ozono. Un ejemplo es el libro de Rogelio Maduro y Ralph
Schauerhammer, "The Holes in the Ozone Scare," publicado en 1992 por 21st Century
Science Associates. ISBN 0-9628134-0-0. Este libro divulgativo tuvo en su momento
contestación en artículos de revistas y sus argumentos no se corresponden con las
evidencias aparecidas en artículos de revistas científicas (revisados y
contrastados).

La última gran revisión de los conocimientos sobre el agujero de la capa de ozono


fue redactado y revisado por unos 300 científicos y se presentó en Ginebra el 16 de
septiembre de 2010, con motivo del Día Internacional de la Preservación de la Capa
de Ozono de la ONU.

Medidas para reducir la emisión de los CFC

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