Daniel 9

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LAS SETENTA SEMANAS DE AÑOS

(CAP. 9)
Las dos principales profecías del libro de Daniel son las del capí-
tulo 2 y del capítulo 9. La del capítulo 2, como hemos visto, revela el
futuro del mundo gentil, terminando por el reino de los diez dedos de
los pies de la gran estatua, cuando la piedra (que representa a Cristo
en su venida para juzgar) golpeó violentamente los pies de la estatua
y la desmenuzó. Se dice esto tres veces (2.34,40,44). Por lo tanto, las
naciones impías no caerán pacíficamente, sino de modo violento y
catastrófico, como veremos a la venida de Jesucristo, con poder y gran
gloria. Asimismo vemos que el reino final será el del cielo (2.44).
La segunda profecía más importante del libro de Daniel es
esta del capítulo 9, que revela el futuro de la nación israelita,
incluyendo también el período de la Iglesia, si bien que
parentético, como veremos durante el estudio. Podemos decir
que esta profecía es el futuro de Israel en el plan de Dios.
Si no entendemos bien la profecía de las setenta semanas,
tampoco entenderemos el sermón profético de Mateo 24, ni el

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libro de Apocalipsis, ya que ella abarca esos dos. Casi todo el
libro de Apocalipsis (caps. 6 al 22) es sólo un cumplimiento
de la profecía de las setenta semanas de Daniel. En otras
palabras, Dios le dio a Daniel un cuadro general de los
acontecimientos futuros relacionados con Israel; y a Juan, en
Apocalipsis, dio los detalles de esos acontecimientos.
El estudio de esta profecía se vuelve más edificante y
apasionante cuando consideramos que estamos viviendo ahora
en el “tiempo del fin” de que habló el profeta Daniel en 8.17,19;
10.14; 12.4.
1. El escenario histórico de la profecía (9.1,2). “En el año
primero de Darío” (v. 1). Eso tuvo entonces lugar después de
5.31. Estaba llegando al final de los setenta años de cautiverio
del pueblo judío. “Yo Daniel miré atentamente en los libros”
(v. 2). Daniel tenía una biblioteca, cuyos libros estudiaba, y
entre esos estaban los de la Biblia de entonces. Él menciona
aquí, en el versículo 2, las profecías de Jeremías. Hoy pode-
mos tener más conocimientos aun, porque disponemos de libros
de las Escrituras como el de Apocalipsis, que él no tenía. La
profecía de Jeremías, en consideración, dice: “Toda esta tierra
será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones
al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los
setenta años, castigaré al rey de Babilonia...” (Jer 25.11,12).
Ese rey de que habla la profecía ya había sido castigado. Daniel
consideraba entonces que ya era tiempo de que terminaran
las “desolaciones de Jerusalén”, que seguía destruida.
2. La oración de Daniel (9.3-19). Daniel era hombre de
oración y ayuno. Sin duda tenemos ahí una de las razones por
las que siempre permaneció firme en la fe, viviendo y trabajando
en las “alturas” palaciegas. David dio el mismo testimonio en
el Salmo 18.33. “Y me hace estar firme sobre mis alturas.” Dios
puede cuidar al creyente en las altas posiciones, sean cuales
fueren que llegue a ocupar. Muchos creyentes, al subir en ese
sentido, lamentablemente comienzan a “descender” espiritual-
mente. El camino verdadero en esos casos es el de la oración
y de la Palabra, como hizo Daniel.

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Algo conmovedor en esta oración de Daniel (vv. 3-19) es el
hecho de que él confesara los pecados de su nación como si
fueran los suyos, identificándose así con su pueblo. “Hemos
pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente,
y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus manda-
mientos y de tus ordenanzas” (v. 5). Él sabía conjugar los ver-
bos bíblicos en primera persona...
3. Un ángel en la misión de respuesta a la oración (9.20-23).
“Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a
quien había visto en la visión al principio, volando con preste-
za, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde” (v. 21).
Daniel no llegó a terminar su oración. ¡La respuesta divina vino
antes de su conclusión! Dios movilizó a uno de los ángeles más
prominentes para eso — Gabriel. Él declaró que su lugar de
permanencia es en la presencia de Dios (Lc 1.19). Se le confió
la sublime misión del anuncio del nacimiento del Señor, así
como la de su precursor, Juan el Bautista (Lc 1.11-22; 1.26-38).
El ángel vino volando rápidamente (v. 21). Los ángeles son
seres celestiales que se desplazan con rapidez increíble, más
allá de lo que pueda concebir la mente humana. Quien dirige a
los ángeles santos es Miguel, el arcángel (es decir, el jefe de los
ángeles). El jefe de los ángeles malos, caídos, es Lucifer, el
arcángel que pecó y se rebeló contra Dios.
“... vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde” (v.
21). Los judíos tenían dos sacrificios diarios continuos: por la
mañana y por la tarde. El de la tarde se ofrecía en el crepúsculo,
es decir, a la puesta de sol (Éx 29.38-42; Nm 28.4,8). Es algo
bueno terminar el día con oración.
“porque tú eres muy amado” (v. 23). ¡Qué maravilla de la
gracia de Dios, y de su amor, ser amado en el cielo!
4. “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo...”
(9.24). Circunstancias y observaciones sobre la profecía de las
setenta semanas:
a. Terminaron los setenta años y no ocurría la repatriación
de los judíos. (Léanse Daniel 9.2; Jeremías 25.11,12; 29.10.)
b. ¿Por qué setenta años de cautiverio y ni más ni menos?

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Se trataba del castigo de Israel por el quebrantamiento delibera-
do de los mandamientos divinos consignados en Levítico 25.3-5;
26.14, 33-35; 2 Crónicas 36.21. El cautiverio de Judá fue, en gran
parte, fruto de la desobediencia de los judíos a las palabras del
Señor, antes consignadas. Vemos en el pasaje de Levítico que
Dios determinó la observancia de un año sabático, el de des-
canso, cuando la tierra descansaba. Eso debía observarse cada
siete años. Durante los casi quinientos años que van desde la
monarquía de Israel hasta su cautiverio, ellos no cumplieron el
mandamiento del Señor. Resultado: Dios mismo hizo que
reposara la tierra, manteniendo a sus malos “inquilinos” fuera
durante setenta años. Setenta años es el total de años sabáticos
transcurridos en el espacio de 490 años.
Dios sabe enfrentarse a las personas y a las naciones que
quebrantan sus leyes, incluso las civiles, como esta que acaba-
mos de mencionar.
c. Las setenta semanas de la profecía en consideración (9.24-27)
son semanas de años, no de días. He aquí el porqué de eso:
1) El original no dice “semana”, y sí “sietes” (“setenta sietes”).
Cuando se trata de semana de días, como en Daniel 10.2,3, se
añade, en hebreo, la palabra para días: “yamin”.
2) Es bíblica la expresión “semana de años”. (Léanse Levítico
25.8; Números 14.34; Ezequiel 4.7.) Aplicación práctica de una
“semana de años” (Gn 29.20,27).
3) Los seis dichosos acontecimientos predichos respecto a
Israel, en 9.24, no se han cumplido aun.
4) En 9.27, en la época de la última de las setenta semanas,
la Biblia dice: “Y por otra semana confirmará el pacto con
muchos.” Es algo ridículo un pacto entre naciones por una se-
mana de días, cuando sólo el protocolo y las celebraciones
muchas veces toman más de una semana...
d) La autenticidad de esta profecía (9.24-27) fue atestiguada
por Jesús en Mateo 24.15, donde también muestra que la última
de las setenta semanas es todavía futura, ya que el hecho allí
citado por Jesús no ha ocurrido aun después que Él pronunció
aquellas palabras.

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5. La división de las setenta semanas en tres grupos. La
lectura del pasaje (vv. 24-27) muestra que las semanas están
divididas en tres grupos. Siendo semanas de años, para totalizar
cuatrocientos noventa años. Los tres grupos son: uno de 7 se-
manas, uno de 62, y uno de una.
Al compararse Apocalipsis 12.6 con 13.5 se ve que el año
bíblico o profético es de trescientos sesenta días, pues mil
doscientos sesenta días da cuarenta y dos meses de treinta días.
En Génesis 7.24 y 8.3 tenemos la expresión “ciento cincuenta
días”, que equivalen a cinco meses de treinta días, lo que signi-
fica años de trescientos sesenta días en la Biblia. El calendario
religioso de Israel era lunar. La luna nueva marcaba el inicio de
los meses, siendo esa una ocasión festiva. Ese año era de
trescientos cincuenta y cuatro días, pero en los hechos generales
y en las profecías se redondeaba en trescientos sesenta días. El
calendario solar es posterior, y se relaciona con las estaciones
del año.
a. El primer grupo de semanas — siete semanas o cuarenta
y nueve años (v. 25). Ese período comenzaría con la expedición
del decreto de reconstrucción de Jerusalén, que fue emitido en
445 a.C. por Artajerjes Longímano, de acuerdo con las mayores
autoridades en el asunto. El capítulo 2 de Nehemías describe la
época de ese decreto; el rey comisionó a Nehemías para que le
diera cumplimiento a ese decreto. De acuerdo con la profecía
en estudio, al final de los cuarenta y nueve años la ciudad de
Jerusalén estaría reconstruida (año 397 a.C.)
Hubo dos decretos relacionados con la reconstrucción de
Jerusalén, que muchos eruditos bíblicos confunden. Uno en 457
a.C., de embellecimiento del templo y restauración del culto, a
cargo de Esdras (Esd cap. 7). El otro fue el de la reconstrucción
de los muros y, por tanto, de la ciudad, a cargo de Nehemías. Es
de este del que estamos tratando, cuyo decreto fue emitido en
445 a.C. A partir de ahí comenzaría el conteo de las setenta
semanas proféticas.
b. El segundo grupo de semanas — Sesenta y dos semanas
o cuatrocientos treinta y cuatro años (vv. 25,26). En ese período

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surge el Mesías y muere. Se destruye la ciudad de Jerusalén y
hay guerras hasta el fin. Los cuatrocientos treinta y cuatro años
van desde 397 a.C. hasta los días de la muerte de Cristo. Acto
seguido ocurrió la destrucción de Jerusalén por los romanos, en
70 d.C. Según el versículo 26, después de la muerte de Jesús
siguió la destrucción de Jerusalén. Así que, de acuerdo con la
profecía (v. 26), el Mesías moriría antes de la destrucción de la
ciudad, lo que en realidad ocurrió.
Un repaso histórico de nuestro calendario. Nuestro calendario,
es decir, el que está en uso entre nosotros, fue organizado
primeramente por Rómulo, considerado el primer rey de Roma.
Tenía diez meses. Numa Pompilio — otro rey de Roma — le añadió
dos meses. Julio César lo reformó posteriormente. En 526 d.C. Dionisio
preparó un nuevo calendario, pero se equivocó en los cálculos,
resultando en un error de atraso de casi cinco años. El año 33 del
calendario actual corresponde al 29 del calendario correcto, pero
inexistente. (El limitado alcance de este libro no permite un tratamiento
minucioso de este punto, pero el estudiante que ignore eso se verá
en complicaciones cuando quiera situar la revelación divina en el
tiempo, cuando se trata con los tiempos del Nuevo Testamento.)
c. El tercer grupo de semanas — el de una semana, es decir,
siete años (v. 27). Esta semana es futura. Para ver eso es sufici-
ente comparar el versículo 27 con las palabras de Jesús en Mateo
24.15, que no se han cumplido aun. Esta última semana no
comenzará mientras Israel esté fuera de su tierra, disperso, lo
que puede verse en el versículo 26. A principios de este siglo,
Israel inició el regreso a Palestina y continúa el retorno mientras
escribimos estas líneas (marzo/1983).
Hay un intervalo de tiempo entre las semanas sesenta y
nueve y setenta, indicado en el versículo 26, por la expresión “y
hasta el fin”. En este intervalo (que ya va para dos mil años),
mientras a Israel se le rechaza (véase Lucas 13.34,35), se forma
y se arrebata la Iglesia al cielo. Realmente, a la luz de Daniel
9.24, la profecía de las setenta semanas nada tiene que ver con
la Iglesia, a no ser indirectamente, como hemos mostrado, en el
caso del intervalo: “y hasta el fin”.

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Después del arrebatamiento de la Iglesia comenzará entonces
la semana setenta — los siete años en que ocurrirá la gran
tribulación, que se describe en detalles en Apocalipsis, capítu-
los 6 al 18. ¡Es asombrosa la precisión de la profecía bíblica!
6. Análisis resumido de las setenta semanas. Esas semanas
tratan de las pruebas y los sufrimientos por los que Israel tendrá
que pasar antes que aparezca su Libertador para que, como dice el
final del versículo 24 de la profecía en estudio, ponga fin a los
pecados de Israel y traiga la justicia perdurable. Estas “semanas” no
se refieren a la Iglesia, sino a Israel. “Sobre tu pueblo [el pueblo de
Daniel] y sobre tu santa ciudad” (la ciudad de Jerusalén — v. 24).
Versículo 24:
a. “Setenta semanas están determinadas”. Tendrán su fiel
cumplimiento, pues están determinadas por Dios.
b. Las seis cosas predichas, que están por sucederle duran-
te las setenta semanas (o 490 años) a Israel: 1) “terminar la
prevaricación”. el tipo de transgresión de su pueblo, que Daniel
acabara de confesar en oración. 2) “poner fin al pecado”. El
sentido original es de retirar, detener, restringir. El mismo vocablo
original se traduce “hace retirarse” en Job 37.7. 3) “expiar la
iniquidad”. La obra realizada por Cristo en el Calvario obrará
entonces en favor de Israel. 4) “traer la justicia perdurable”. Esto
tendrá lugar en Israel por la transformación interior, según lo
que está escrito en Jeremías 31.33,34. 5) “sellar la visión y la
profecía”. Cuando el pueblo anda en integridad, y abandona
sus transgresiones, pueden sellarse la visión y la profecía. (Véase
Jeremías 31.34.) 6) “Ungir al Santo de los santos”. Sin duda esto
tiene que ver con la purificación del templo de Jerusalén que
fue profanado por la “abominación desoladora” mencionada en
Daniel 11.31 y a la cual se refirió Jesús en Mateo 24.15.
c. Para que tengan lugar estas seis cosas es necesario que
Cristo venga y que Israel sea restaurado y convertido.
Versículo 25:
a. “desde la salida de la orden para restaurar y edificar a
Jerusalén”. Aquí tenemos la indicación del tiempo en que
comenzaría la primera semana. Esa orden o decreto, como he-

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mos mencionado (Neh 2.1), se le entregó a Nehemías para su
ejecución en el año 445 a.C.
b. “hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta
y dos semanas” Eso totaliza sesenta y nueve semanas de años, o
sea, cuatrocientos ochenta y tres años. Es el tiempo que va de la
reconstrucción de Jerusalén por los repatriados hasta la muerte
y ascensión del Mesías.
Versículo 26:
a. “sesenta y dos semanas”. A eso se añaden las siete sema-
nas más del versículo 25, con lo que llegan a sesenta y nueve
semanas hasta la muerte y ascensión de Jesús.
b. “se quitará la vida al Mesías”. (Léase Isaías 53.8 donde
eso se explica mejor.)
c. “mas no por sí.” (Léase Mateo 23.39.)
d. “y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la
ciudad y el santuario”. Jerusalén fue destruida en el año 70 d. C.
El pueblo que lo destruyó fue el romano. Por lo tanto, de acuerdo
con las palabras de este versículo, es de la región del antiguo
Imperio Romano que debe proceder el futuro anticristo. (Esa
región incluía a Grecia, que era parte de dicho imperio, así
como los demás territorios situados en todo el contorno del mar
Mediterráneo.)
e. “su fin”. Es decir, el fin de la ciudad (Jerusalén) y su
santuario (el templo). Eso se refiere a su destrucción en el año
70 d.C., a la cual nos hemos referido.
f. “será con inundación”. Es decir, será irresistible y aplastante,
así como fue cuando Tito, el general, arrasó la ciudad y al pueblo
con sus ejércitos.
g. “y hasta el fin de la guerra”. Ese tiempo indefinido
entre las semanas sesenta y nueve y setenta no se cuenta
como parte de ellas, como está muy claro mediante el examen
de los versículos 26 y 27. Tal tiempo no determinado, “hasta
el fin”, ¡ya va para dos mil años! Es ese el tiempo en que la
Iglesia se está constituyendo, edificando y preparando para
ser arrebatada de la tierra al cielo. Los acontecimientos de
ese tiempo no atañen a “tu pueblo y tu santa ciudad” (es

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decir, de Daniel). ¿Por qué el tiempo llamado “hasta el fin”.
situado entre la sesenta y nueve y la setenta, no se cuenta en
cuanto a Israel? Es por el hecho de que Israel durante ese
tiempo estuvo fuera de su tierra, lo que ocurrió después del
año 70 d.C. hasta 1948. Pero lo cierto es que hay todavía
muchos millones de judíos fuera de Palestina.
Hay en la Biblia otros ejemplos de largos intervalos de ti-
empo en un mismo pasaje, como: Isaías 61.1,2. El año aceptable
del Señor, y el día de la venganza de nuestro Dios. Ya han
transcurrido casi dos mil años entre esos acontecimientos cita-
dos en un mismo versículo.
Isaías 9.6,7. Entre el nacimiento del Niño y la época del
“Dios fuerte” hay muchos siglos, como bien sabemos por la
historia.
Génesis 1.1,2. Entre esos dos versículos deben de haber
transcurrido muchos milenios.
h. “durarán las devastaciones”. Los tiempos del fin se
caracterizarán por guerras y sus miserias.
Versículo 27:
Cinco cosas tendrán lugar durante la última “semana”, los
siete años de supremacía del anticristo:
a. Hará una alianza de importancia con los judíos por siete
años. Nótense las palabras de la profecía “confirmará el pacto”.
b. Él (el anticristo) quebrantará la alianza en medio de la
semana, es decir, transcurridos los tres años y medio.
c. La gran tribulación comenzará sobre Israel. “Con la
muchedumbre de las abominaciones vendrá el asolador.”
d. El anticristo dominará “hasta que venga la consumación...
se derrame sobre el desolador.”
e. Cristo aparecerá para destruir al anticristo y sus ejércitos,
librando así a Israel de la destrucción total cuando toda espe-
ranza de salvación esté perdida. “hasta que venga la
consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el
desolador”. Eso ocurrirá en la batalla del Armagedón.
Observaciones sobre el v. 27.
a. Se trata del anticristo.

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b. “confirmará el pacto”. Debe de ser una falsificación del pacto
divino prometido por Dios en Jeremías 31.31-33.
c. “con muchos”. Una alusión al pueblo de Israel, ya reunido en
su tierra.
d. “Por otra semana”. Es la última de las setenta semanas profé-
ticas, que tendrá lugar en la tierra, después del arrebatamiento de la
Iglesia.
e. “a la mitad de la semana” Es decir, después de tres años
y medio. (Léanse aquí Daniel 7.24,25; Apocalipsis 11.2,3; 12.6,14;
13.5.) En los últimos tres años y medio ocurre la gran tribulación
propiamente dicha, de que habló Jesús en Mateo capítulo 24.
De eso también se ocupa el libro de Apocalipsis, en los capítu-
los 11 al 18.
f. “hará cesar el sacrificio y la ofrenda.” Eso demuestra que el
templo de Jerusalén estará entonces reconstruido. De eso habló Jesús
en Mateo 24.15b (está “en el lugar santo”). (Véase también 2 Tesalo-
nicenses 2.3,4.)
g. “con la muchedumbre de las abominaciones”. Esta expresión
es de muy difícil interpretación. El término “abominación” se emplea
mucho en la Biblia para referirse a los ídolos. Comparándose los
pasajes paralelos de Daniel 11.31; 12.11 y Mateo 24.15, se ve que se
trata de un ídolo que se pondrá en el Lugar Santo del templo, que
estará entonces reconstruido. Otros pasajes que hablan de la
reconstrucción del templo son 2 Tesalonicenses 2.4 y Apocalipsis 11.1-2.
h. “vendrá el asolador”. Una referencia al anticristo.
i. “hasta que venga la consumación, y lo que está determi-
nado se derrame sobre el desolador.” Esas palabras de la profecía
se refieren a la derrota total y absoluta del anticristo y sus ejércitos
confederados, al descender Jesucristo en gloria sobre el monte
de los Olivos, según Zacarías 14.1-5; Mateo 24.30; Hechos 1.11;
Apocalipsis 19.11-16.
Sí, la última semana culminará con la venida de Jesucristo
en gloria con todos sus santos para socorrer a Israel, destruir la
bestia y sus ejércitos, y juzgar a las naciones.
Vendrá en seguida el milenio, que será una preparación del
mundo por mil años, bajo el gobierno de Cristo, seguido del

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juicio final o del gran trono blanco, y el estado eterno perfecto,
según 1 Corintios, 15.24,25; Apocalipsis 20.5,6.
Es con el milenio que comenzará el cumplimiento de las
seis bendiciones de Dios sobre Israel, predichas en el versículo
24 de la profecía que estamos estudiando.

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