Apuntes de Dº Administrativo II Iker014
Apuntes de Dº Administrativo II Iker014
Apuntes de Dº Administrativo II Iker014
Administrativo
II
TEMA I. EL ACTO ADMINISTRATIVO. CONCEPTO CLASES Y ELEMENTOS
1. Concepto y clases.-
El sujeto del que emana el acto es una Admón. Pública, pero ésta actúa
siempre a través de una persona física, la Autoridad o funcionario, titular del
órgano. Éste está sujeto a los siguientes requisitos y condiciones:
El titular del órgano no puede estar investido de forma irregular.
La actuación regular del titular del órgano implica su imparcialidad,
reglándose, a tal efecto, las figuras de la abstención y recusación.
Un tercer elemento es la capacidad de obrar y la ausencia de vicios en el
consentimiento del titular del órgano, si bien éste tiene distinta valoración en el Dº
administrativo, ya que la concurrencia de determinados vicios en la persona o
voluntad del titular del órgano, no afectarían a la validez del acto, si se produce
conforme al ordenamiento jurídico.
Otro elemento es la competencia del acto, la cual se observa desde tres
niveles: Material, jerárquico y territorial. La falta de competencia determinará la
nulidad de pleno derecho, si es material o territorial (art. 62.1 b, LRJAP-PAC). En
cambio la falta de competencia jerárquica sería, en principio, sólo incompetencia
manifiesta o relativa y será susceptible de convalidación (art. 67.3, LRJAP-PAC).
Zanobini define el contenido del acto como: “aquello que con el acto la
autoridad administrativa entiende disponer, ordenar, permitir, atestiguar o
certificar”. Se distingue entre contenido natural y el accidental o eventual.
El contenido natural o esencial es aquel cuya existencia sirve para
individualizar el acto mismo e impide su confusión con otros. P. ej. en una
autorización el contenido natural es permitir a una persona ejercitar su derecho.
Los contenidos accidentales y eventuales, sólo se dan cuando la Admón. actúa
dentro de sus facultades discrecionales, y son tres:
El término, que es el momento a partir del cual debe comenzar o cesar la
eficacia del acto.
La condición, que es la cláusula que subordina el comienzo o la cesación de
los efectos de un acto.
El modo, que es una carga específica impuesta a la persona en cuyo interés
se ha dictado el acto, por la cual se le exige un determinado comportamiento; lo
cual no debe confundirse con los deberes que impone la ley como requisito
implícito en el acto.
A) Forma de la declaración.
La regla general sobre la forma de la declaración de los actos administrativos
es la exigencia de forma escrita. Los actos administrativos se producirán o
consignarán por escrito cuando su naturaleza o circunstancias no exijan otra forma
más adecuada de expresión o constancia.
B) La motivación.
Como requisito de forma de los actos administrativos se ha impuesto en
determinados casos la exigencia de expresar en el propio acto sus fundamentos, la
razón (o motivos) que lo justifican. La vigente Ley 30/1.992, en su art. 54,
establece cuales son los actos necesitados de motivación, entre ellos: los que
limiten derechos subjetivos o intereses legítimos, la suspensión de actos o
adopción de medidas provisionales, o los que se dicten en el ejercicio de
potestades discrecionales.
La motivación consiste en una sucinta referencia de hechos y fundamentos de
derecho, pero su brevedad no supone que pueda ser cumplida con cualquier
formulismo.
13. Notificación y publicación del acto administrativo.-
1. La presunción de validez.-
Sin embargo, a lo largo del s. XIX también se manifiesta, incluso con más
fuerza, la línea más realista y autoritaria que defienden el privilegio de ejecución
forzosa de la Admón. sin intervención judicial, principalmente en materia
tributaria. En tal línea se asienta el Decreto de 25/06/1.923 que establece el
sistema de la Hacienda Pública, y la Ley Provisional de Administración y
Contabilidad de la Hacienda de 25/07/1.870.
6. Cuestionamiento constitucional.-
1
Riesgo en los negocios.
Se someten a la regla de la proporcionalidad, de la no intercambialidad en
su empleo, de modo que no es discrecional la elección del medio a emplear para la
Admón. y se aplica “si fueran varios los medios de ejecución admisibles, se elegirá el
menos restrictivo de la libertad individual” (art. 96 LRJAP-PAC).
A) LA OCUPACIÓN.
Es la forma de ejecución de los actos que imponen a los particulares la
entrega de un bien determinado del que aquéllos están en posesión; si el particular
no lo entrega, la Admón. toma posesión de él por medio de sus funcionarios.
Una vez dictado el acto que obligue al pago de una cantidad líquida, y
transcurrido el plazo de pago voluntario, el procedimiento se inicia con la
providencia de apremio. Trámite fundamental es el aseguramiento del crédito a
través de los correspondientes embargos de bienes, que deberán hacerse en
cantidad suficiente para cubrir el importe total de la deuda más los recargos y
costas.
C) LA EJECUCIÓN SUBSIDIARIA.
Consiste en la realización de la conducta que el acto impone, bien por la
Admón. o a través de terceros, en todo caso, a costa del obligado (art. 98.2 LRJAP-
PAC). Este medio se aplica a los actos que, “por no ser personalísimos, pueden ser
realizados por sujeto distinto del obligado”.
D) LA MULTA COERCITIVA.
Consiste en la imposición de multas reiteradas en el tiempo hasta doblegar
la voluntad del obligado para cumplir el mandato. Es una técnica importada del
Derecho alemán.
2. La inexistencia.-
El acto nulo de pleno derecho es aquel que, por estar afectado de un vicio
especialmente grave, no debe producir efecto alguno, y si lo produce, puede ser
anulado en cualquier momento sin que a esa invalidez, cuando es judicialmente
pretendida, pueda oponerse la subsanación del defecto o del paso del tiempo.
Ahora bien, ¿cuáles son las causas o infracciones de mayor gravedad que
determinan la nulidad radical?
La cuestión está en si la calificación del hecho delictivo debe hacerse por los
Tribunales penales en todo caso o si cabe que la realice la Admón. o los Tribunales
Contencioso-Administrativos al resolver el recurso. A juicio del profesor, deberá
admitirse la competencia de la Admón. para una calificación prejudicial objetiva.
La LRJAP-PAC no dice nada sobre los efectos que se conectan con los
supuestos de nulidad y anulabilidad. Por lo que hay que remitirse a construcciones
doctrinales y jurisprudenciales, observándose las siguientes diferencias:
a) El carácter automático con que se afirma la nulidad (“son nulos”) frente al
carácter rogado, es decir a demandar ante la Admón., de la anulabilidad.
b) La posibilidad de convalidación solo prevista para los actos anulables.
c) Si bien, la impugnación de un acto nulo está sometida a los mismos plazos de
caducidad que los actos anulables, la revisión de un acto nulo puede hacerse en
cualquier tiempo frente a la de los actos anulables que deben ser recurridos en un
plazo de lesividad de cuatro años.
d) La mayor facilidad para suspensión de la ejecutividad de los actos nulos.
Pero no todas las infracciones del ordenamiento jurídico originan vicios que
dan lugar a la anulabilidad. Hay que exceptuar los supuestos de irregularidad no
invalidante que comprende:
- Los defectos de forma, solo invalidan el acto cuando carecen de los requisitos
formales indispensables para alcanzar su fin o producen la indefensión de los
interesados. Jurisprudencialmente se mantiene la tesis de que la forma tiene un
valor estrictamente instrumental.
A) INTRODUCCIÓN.
Para la anulación directa de un acto por la propia Admón., el art. 102 LRJAP-
PAC exige determinados requisitos:
1. Que el acto o disposición esté incurso en una de las causas de nulidad de pleno
derecho. Supuesto que no distingue entre actos favorables o desfavorables.
Congruentemente con la imprescriptibilidad de la nulidad de pleno derecho, no
existe límite temporal para que el interesado solicite o la Admón. acuerde poner en
marcha la acción de nulidad.
2. El segundo requisito es que la nulidad se acuerde previo dictamen del Consejo
de Estado u otro órgano consultivo equivalente de las CCAA. Este informe
constituye una garantía. En todo caso, para evitar planteamientos abusivos la
Admón. podrá no admitir a trámite las solicitudes sin necesidad de dicho informe,
y contra esta inadmisión los interesados podrán interponer recurso y acudir a la
vía contencioso administrativa.
El que un acto sea inválido, de pleno derecho o anulable, no quiere decir que
deba ser necesariamente invalidado, pues es posible que la adecuación del acto al
ordenamiento suponga una situación todavía más injusta. De ahí la conveniencia
de moderar la facultad invalidatoria a fin de evitar crear una situación más grave.
Por ello el art. 106 LRJAP-PAC establece: “no podrán ser ejercitadas cuando
por prescripción de acciones, por el tiempo transcurrido o por otras circunstancias,
su ejercicio resulte contrario a la equidad, a la buena fe, al derecho de los
particulares o las leyes”.
Al margen del error de hecho y de derecho, hay otro supuesto más modesto
que incide en el momento de producirse la declaración o formalización del acto, el
llamado error material o aritmético, establecido en el art. 105.2 LRJAP-PAC. El
error material y el aritmético para que la Admón. pueda eliminarlos ha de
caracterizarse, según el TS, por ser ostensibles, manifiestos e indiscutibles; es
decir, que se evidencien por sí solos, por ello son susceptibles de rectificación.
8. Tramitación e instrucción.-
Iniciado el procedimiento, la Admón. desarrollará los actos de instrucción
necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos en
virtud de los cuales deba pronunciarse la resolución (art. 78).
La constatación de hechos y datos, que es la función primordial de esta fase
del procedimiento, se lleva a cabo mediante las alegaciones, el trámite de
información pública, los informes, las pruebas y el trámite de audiencia.
a) Alegaciones escritas y aportación de documentos, vista oral y trámite de
información pública.
Las alegaciones son informaciones de conocimiento de hechos y
razonamientos jurídicos, en su caso, que formulan los interesados “en cualquier
momento del procedimiento, y siempre con anterioridad al trámite de audiencia”.
Asimismo, podrá aportar documentos y otros elementos de juicio, los cuales serán
tenidos en cuenta por el órgano competente (art. 79).
La LRJAP-PAC no regula un trámite de vista oral, pero nada impide al
instructor configurarlo. Mediante el trámite de información pública, se llama
públicamente a opinar sobre cuestiones de hecho, de ciencia o de Derecho a
cualquier persona sea interesada o no en el procedimiento; ésta se abre cuando la
naturaleza del procedimiento así lo requiere (art. 86).
b) Informes.
Son actuaciones administrativas a cargo, normalmente, de órganos
especializados que sirven para ilustrar al órgano decidor. Son manifestaciones de
juicio, jurídicas o técnicas, pero nunca de voluntad, y, por ello, no se consideran
actos administrativos impugnables. La ley autoriza al instructor para pedir,
además de los preceptivos, los informes que estime necesarios (art. 82).
El art. 83 LRJAP-PAC establece que “salvo disposición expresa, los informes
serán facultativos y no vinculantes”. En cuanto a su aspecto formal, será evacuados
en el plazo establecido o en el de diez días, de no emitirse plazo.
c) La prueba.
La prueba es la actividad que se desarrolla en el procedimiento para acreditar
la realidad de los hechos y, en su caso, la vigencia y existencia de las normas
aplicables.
En cuanto a los medios de prueba, la LRJAP-PAC no establece limitación
alguna, admitiendo que los hechos relevantes para la decisión del órgano puedan
acreditarse por cualquier medio de prueba admisible en Derecho (art. 88).
En principio es el instructor quien deberá acordar la práctica de las pruebas
que crea oportunas; en cuanto a las propuestas por los interesados, solo las podrá
rechazar cuando sean manifiestamente improcedentes o innecesarias, mediante
resolución motivada. Un medio de prueba muy generalizado son las inspecciones a
cargo de funcionarios.
d) El trámite de vista y audiencia.
Una vez instruidos los procedimientos, e inmediatamente antes de redactar
la propuesta de resolución, el instructor habrá de poner el expediente de
manifiesto a los interesados para que éstos puedan alegar y presentar los
documentos y justificaciones que estimen oportunas (art. 84).
Es un trámite obligado, que solo se podrá prescindir “cuando no figuren en
el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la resolución otros hechos ni otras
alegaciones y pruebas que las aducidas por el interesado”.
El plazo conjunto para examinar el expediente y formular alegaciones no
puede ser inferior a diez días ni superior a quince, dándose por realizado si antes
del vencimiento los interesados manifiestan su decisión de no efectuar alegaciones.
e) Los plazos.
La regla general es que los términos y plazos obligan tanto a las Autoridades
y personal al servicio de las Administraciones como a los interesados (art. 47). No
obstante, los interesados podrán solicitar, y serles otorgado, una ampliación de
plazos que no exceda de la mitad, si las circunstancias lo aconsejan y no existe
perjuicio para terceros.
Los plazos vienen expresados en las leyes por días, meses y años.
Estableciéndose las siguientes reglas (arts. 47 y 48):
Si el plazo se expresa en días:
1º Se entiende referido a días hábiles, salvo que se exprese en días naturales. Son
inhábiles los domingos y los declarados como festivos.
2º El cómputo se inicia a partir del día siguiente a aquel en el que tenga lugar la
notificación o publicación del acto o desde el día siguiente a aquel que se entienda
producida la estimación o desestimación por silencio administrativo.
3º Si el último día del plazo es inhábil se entiende prorrogado al primer día hábil
siguiente.
Si el plazo se expresa en meses o años, se computa a partir del día siguiente
a la notificación o publicación, y si termina en día inhábil debe prorrogarse al
siguiente día hábil. El cómputo se hace de fecha a fecha, con independencia del
número de días que tenga cada mes o año. Si el mes de vencimiento no tuviera día
equivalente a aquél que comenzó el cómputo, se entenderá que expira el último día
del mes.
a) El desistimiento y la renuncia.
El procedimiento puede terminar, antes de llegar a su fin, porque “el
interesado desista en su petición o instancia”, lo que viene a significar el
apartamiento del procedimiento.
La renuncia va más allá e implica la declaración de abandono del derecho,
pretensión o interés en el procedimiento.
Por lo demás, ambos tienen los mismos elementos comunes:
1º Todo interesado podrá desistir de su solicitud, cuando ello no esté prohíbido.
2º Si el escrito fuera iniciado por varios interesados, el desistimiento o renuncia
solo afectará a los que la hubiesen formulado.
3º Ambos pueden realizarse por cualquier medio que permita su constancia.
4º La Admón. aceptará de pleno el desistimiento o la renuncia y declarará
concluso el procedimiento, salvo que terceros personados insten a su continuación
en el plazo de diez días desde que se les comunicó el desistimiento o renuncia, o la
cuestión sea de interés general.
b) La caducidad.
Es una causa de terminación del procedimiento por la falta de actividad de
éste. En los procedimientos instados a solicitud del interesado y que se paralicen
por causa de éste, la Admón. le advertirá de que, transcurridos tres meses, se
producirá la caducidad del mismo (art. 92). No obstante, el procedimiento puede
seguir si hubiese terceros interesados o la cuestión afectase al interés general.
Otro supuesto de caducidad es el establecido para los procedimientos
desfavorables o de gravamen iniciados de oficio. La caducidad se produce cuando
no se dicte resolución expresa en el plazo establecido (art. 44.2)
La LRJAP-PAC deja sin resolver el supuesto de caducidad de los
procedimientos iniciados de oficio que sean favorables para el interesado. En
principio éstos no caducan, salvo que la Admón. pueda darlos finalizado por
cuestiones sobrevenidas.
En cuanto a los efectos “la caducidad no producirá por sí sola la prescripción
de las acciones del particular o de la Admón., pero los procedimientos caducados no
interrumpirán el plazo de prescripción”.
d) La terminación convencional.
Del art. 88 LRJAP-PAC se entiende que posible sustituir el acto unilateral por
el negocio jurídico en la terminación, al establecerse que el procedimiento puede
cumplir su fin por terminación convencional o por acuerdo, pactos, convenios o
contratos. No obstante, esta forma de terminación es más ruido que otra cosa, pues
no deja de ser una norma en blanco que requiere amparo legal para su eficacia.
SEGUNDA PARTE. LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA
B) El principio de igualdad.
Impuesto por el art. 14 CE, el principio de igualdad ha sido objeto de
numerosa jurisprudencia del TC y supone, en síntesis, que a supuestos de hecho
iguales deben aplicárseles consecuencias iguales y que las diferencias de trato
necesitan justificar adecuadamente la existencia de tales diferencias.
E) El interés público.
El interés público sirve de justificación a toda la actividad administrativa.
Interés público es un interés común, que, aunque no beneficie a la totalidad de la
comunidad, sí favorece al menos a una fracción importante de sus miembros.
6. La autorización.-
A) El concepto de autorización.
De la autorización –la técnica reina del control preventivo- debe resaltarse
que se han enfrentado dos concepciones, según se considere que previamente a su
exigencia y otorgamiento existe o no un derecho del administrado.
Así RANELLETTI situó el centro de gravedad de la autorización en la
preexistencia en el sujeto autorizado de un derecho subjetivo a realizar la
actividad, cuyo libre ejercicio permite la autorización, removiendo los límites o
condiciones establecidos a dicho ejercicio una vez comprobado que se cumplen las
condiciones a su ejercicio y no es contrario al interés público. La autorización se
configura así como un acto simplemente declarativo, frente a la concesión, que
otorgaría derechos no preexistentes.
OTTO MAYER puso el acento sobre la descripción del mecanismo en que la
autorización actúa, sin enfatizar sobre la existencia previa del derecho a la
actividad autorizada.
A juicio de los autores del manual, y supuesto que entre una y otra
concepción las diferencias no son irreductibles, se debe partir, por ser más
garantista, de la existencia de un derecho o libertad en el solicitante de la
autorización y considerar ésta como un acto de control reglado que determina si se
cumplen las exigencias legales o reglamentarias previstas en la norma. Por ello, la
cuestión de su denegación u otorgamiento se resuelve en un problema de
valoración fáctica. Estando los hechos claros en uno y otro sentido, parece que no
debe reconocerse ningún margen de discrecionalidad en el otorgamiento o
denegación de la autorización, por lo que no existirán licencias discrecionales.
B) Diferencia con la concesión.
La diferencia de la autorización con la concesión, radica en que en ésta no
existe un derecho preexistente del particular, sino que éste nace justamente del
acto concesional. En ocasiones esta diferencia es muy difícil de establecer. Así
ocurre cuando la pretendida autorización recae sobre actividades que la
legislación limita.
La regla de la intransmisibilidad de las concesiones se impone también en
los casos de autorizaciones en que se limita su número (art. 13.3 RSCL).
En definitiva y en puridad, el concepto de autorizaciones debe limitarse a
los supuestos en que no hay limitación en el número de los beneficiarios del
derecho o actividad ejercitada, ni discrecionalidad en el otorgamiento, remitiendo
el concepto de concesión a los demás supuestos. Si bien, no ha sido esa la línea
seguida por nuestra última legislación sobre autorizaciones.
C) Otorgamiento, condicionamiento, transmisión y extinción de las
autorizaciones.
Las autorizaciones administrativas se otorgan a solicitud de los interesados.
En caso de limitación en el número de licencias (supuesto conceptualmente
concesional) se impone un procedimiento que garantice de forma competitiva el
principio de igualdad entre los solicitantes.
Desde una concepción de la autorización como acto reglado no es posible
aceptar que las autorizaciones se puedan modular discrecionalmente a través de
determinaciones accesorias (condición, término y modo), incidiendo de esta
forma sobre los efectos del ejercicio del derecho o actividad autorizada –lo que si
es factible en las concesiones- . Cuando se habla de licencias, como hace el art. 16
RSCL, hay que entender que se refiere a las previstas en la propia normativa que
regula el permiso, pero no las que libremente y sin base a ella pudiera introducir la
autoridad autorizante.
No obstante, todas las autorizaciones se otorgan con la cláusula “sin
perjuicio de un tercero”. Una cláusula que limita el efecto de la autorización al
ámbito de las relaciones entre la Admón. y el sujeto autorizado. De esta forma la
autorización no supone reconocimiento de titularidades privadas de unos sujetos
frente a otros, ni es un salvoconducto de irresponsabilidad contra los eventuales
fraudes que pudiera envolver u ocasionar la actividad autorizada.
Cuestión relevante en el régimen de autorizaciones es su transmisibilidad.
En las autorizaciones otorgadas intuitu personae no es posible su transmisión,
como ocurre con la licencia de armas o de conducción. En otros casos, la licencia se
otorga en razón de una actividad sobre determinados objetos, de forma que
cuando éstos se transmiten, se transmite con ellos la autorización (art. 13 RSCL).
En cuanto a su extinción (arts. 15 y 16 RSCL), las autorizaciones quedan sin
efecto por la ejecución de la actividad autorizada, o por el transcurso del plazo por
el que fueron otorgadas. También se extinguen por su revocación o anulación: 1)
podrán ser revocadas cuando desaparecieran las circunstancias que motivaron su
otorgamiento o sobrevinieran otras que habrían justificado la denegación; 2)
podrán ser anuladas y restituidas las cosas al ser y estado primitivo cuando
resultaren otorgadas erróneamente; 3) la revocación fundada en la adopción de
nuevos criterios de apreciación y la anulación por error comportarán el
resarcimiento de los daños y perjuicios.
D) La desconfianza europea hacia la técnica autorizada. El régimen de las
autorizaciones relativas al libre acceso a las actividades de servicios.
Tanto la Directiva Europea 2006/123/CE, como la Ley 17/2.009 sobre libre
acceso a las actividades de servicios y su ejercicio (ley ómnibus), culpan a las trabas
burocráticas de los países miembros de la UE, y en particular a la exigencia de la
licencia o autorización previa. Aunque cabe matizar que esta regulación no afecta a
varios aspectos como las relaciones laborales, servicios gratuitos, financieros…
Es principio general de la nueva regulación que únicamente podrán
mantenerse regímenes de autorización previa cuando no sean discriminatorios,
estén justificados por una razón imperiosa de interés general y sean
proporcionados. En particular, en aplicación del principio de intervención mínima,
se considerará que no está justificada una autorización cuando sea suficiente una
comunicación o una declaración responsable del prestador, para facilitar, si es
necesario, el control de la actividad.
Asimismo, la desconfianza sobre la autorización previa se manifiesta en la
aplicación, cuando falte resolución expresa, del silencia administrativo positivo,
salvo en los casos en los que esté debidamente justificado presumirlo negativo por
una razón imperiosa de interés general.
En la misma línea se prohíbe limitar el número de autorizaciones salvo
cuando está justificado por la escasez de recursos naturales o físicos o por las
limitaciones de las capacidades técnicas a utilizar en el desarrollo de la actividad.
En estos casos, habrá que seguir un procedimiento concurrencial, que garantizará
el cumplimiento de los principios de publicidad, objetividad, imparcialidad,
transparencia, y concurrencia competitiva y, en ellos, la Admón. podrá tener en
cuenta consideraciones relativas a la salud pública, objetivos de política social, de
salud seguridad de los trabajadores, protección del medio ambiente, de
conservación del patrimonio cultural y cualquier otra razón imperiosa de interés
general. En estos casos de limitación del número de autorizaciones, se concederán
por una duración limitada y proporcionada y no dando lugar a un procedimiento
de renovación automática ni ningún tipo de ventaja para el autorizado cesante.
En general, las autorizaciones se concederán por tiempo indefinido y tendrán
efecto en todo el territorio español, lo que no afectará a la posibilidad de
revocarlas o suspender la actividad cuando dejen de cumplirse las condiciones que
dieron lugar a la obtención de la autorización.
Las órdenes son actos por los que la Admón., sobre la base de una potestad
de supremacía, hace surgir a cargo de un sujeto un deber de conducta positiva
(mandato) o negativo (prohibición), cuya inobservancia expone al obligado a una
sanción en caso de desobediencia.
Desde otra perspectiva, las órdenes, que siempre han de estar justificadas
en una norma legal, pueden estar legitimadas por una potestad de supremacía
general que afecta a todos los ciudadanos (como las previstas en la legislación de
orden público o protección civil), o bien configurarse dentro de una relación de
supremacía especial o una relación jerárquica. En todo caso, en donde con más
relevancia se manifiesta el carácter limitativo de derechos de la orden es en la
relaciones de supremacía general (p. ej. la posibilidad de disolver reuniones o
manifestaciones prevista en la Ley Orgánica 1/1.992).
4. La subvención.-
A) Concepto amplio y estricto de subvención.
La subvención debe distinguirse de otras ayudas económicas en función de
las siguientes notas:
2
Que tiene la cualidad de poder ser medido.
a) La subvención es ante todo una atribución patrimonial a fondo perdido.
b) De una Admón. pública como sujeto activo otorgante a favor de un particular.
c) Afectación inicial de la atribución patrimonial al desarrollo de una actividad
del beneficiario.
Sin embargo, la legislación española parte de un concepto más amplio de
subvención que comprende toda clase de ayuda económica pública. Ambos
conceptos son útiles.
La LGS, entiende por subvención a toda disposición dineraria realizada por
una Admón. pública a favor de personas públicas o privadas, y que cumple con los
siguientes requisitos:
a) Que la entrega se realice sin contraprestación directa de los beneficiarios.
b) Que esté sujeta al cumplimiento de un determinado objetivo.
c) Que el proyecto, la acción, conducta o situación financiada tenga por objeto
el fomento de una actividad de utilidad pública o interés social.
B) Naturaleza jurídica de la subvención.
La subvención, en cualquiera de sus concepciones, es inequívocamente una
relación jurídica de naturaleza jurídico-administrativa y, en consecuencia, la
litigiosidad que engendra es competencia de la Jurisdicción Contencioso-admva.
C) Los principios del régimen de las subvenciones públicas.
El art. 8 LGS (principios generales) obliga a las Administraciones públicas a
concretar en un plan estratégico los objetivos y efectos que se pretenden con su
aplicación, el plazo necesario para su consecución, los costes previsibles y sus
fuentes de financiación, supeditándose en todo caso al cumplimiento de los
objetivos de estabilidad presupuestaria. Se trata de un mandato cuyo
incumplimiento no afectará necesariamente a la validez de las subvenciones
otorgadas.
Mayor trascendencia judicial tendrá el mandato de que el otorgamiento de
las subvenciones se ajuste a los principios de publicidad, transparencia,
concurrencia, objetividad, igualdad y no discriminación (art. 8.3 a) LGS).
Consecuentemente, el otorgamiento de subvenciones se condiciona a la aprobación
y publicidad de las bases para su otorgamiento, a la tramitación del procedimiento
de concesión, a la fiscalización previa de los actos administrativos de contenido
económico, y a la aprobación del gasto por el órgano competente.
Esta regulación pone de manifiesto la sustitución paulatina del sistema de
auxilios rogados –en los que el particular toma la iniciativa de solicitar el beneficio-
por el de auxilios concursados. No obstante, la ley prevé supuestos de concesión al
margen del procedimiento (p. ej. subvenciones previstas nominativamente o cuyo
otorgamiento venga impuesto por norma de rango legal).
Otro principio capital del régimen de subvención es, o debería ser, el de
riesgo compartido. Dicho principio impide considerar la subvención como pura
donación, pues se basa en que no se podrá subvencionar en mayor cuantía que el
coste de la actividad subvencionada (art. 19.3 LGS).
Por último, la ayuda o subvención debe respetar la libre competencia
entre los operadores económicos del sector sin crear situaciones de desigualdad.
5. La gestión indirecta de las subvenciones.-
Un fenómeno nuevo es que la competencia en el otorgamiento y control de
subvenciones ha dejado de considerarse una competencia pública indeclinable. Al
igual que en la gestión de fondos públicos, en la actividad de fomento referida a
subvenciones cabe una gestión directa por la propia Admón. y otra indirecta a
través de la técnica concesional.
La LGS permite que la distribución de las concesiones se haga a través de una
entidad colaboradora que, actuando en nombre y por cuenta del órgano
concedente, entregue y distribuya los fondos públicos a los beneficiarios.
Podrán ser entidades colaboradoras las personas privadas y privadas.
Son obligaciones de la entidad colaboradora entregar a los beneficiarios los
fondos recibidos, comprobar el cumplimiento y efectividad de las condiciones o
requisitos determinantes para su otorgamiento, justificar la entrega y, en su caso,
entregar la justificación y someterse a las actuaciones de comprobación del órgano
concedente.
La relación entre el órgano administrativo concedente y la entidad
colaboradora se formalizará en un convenio de colaboración.
8. Control y sanciones.-
La LGS hace de la Intervención General del Estado (IGE) la pieza clave para
el control de las subvenciones estatales, salvo las de las entidades Gestoras la
Seguridad Social, que controla su propia Intervención.
La IGE también podrá, a solicitud de las corporaciones locales, controlar a
los beneficiarios de subvenciones concedidas por éstos, sujetándose al
procedimiento de control y régimen de infracciones y sanciones de la LGS.
Asimismo la IGE suscribirá con los órganos de la Comisión Europea los acuerdos de
colaboración previstos en la normativa comunitaria.
La ley prevé la colaboración de empresas privadas de auditoría para la
realización de controles financieros de las subvenciones en los términos previstos
en la Ley General Presupuestaria, pero con reserva a la IGE en la realización de
actividades que supongan el ejercicio de la potestad administrativa.
La IGE debe seguir un procedimiento de control financiero sobre
beneficiarios y entidades colaboradoras cuando en el desarrollo de la actividad
subvencionada se deduzcan indicios de la incorrecta obtención, destino o
justificación de la subvención percibida. Las actuaciones finalizarán con el
correspondiente informe sobre la procedencia de reintegrar la totalidad o parte de
la subvención, en cuyo caso el órgano gestor deberá incoar el expediente de
reintegro, o formulará discrepancia motivada con la incoación. Esta presunta
discrepancia entre el órgano cedente y la IGE será resuelta por el Consejo de
Ministros cuando la disconformidad se refiera a un importe superior a 12 millones
de euros y por la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos en los
demás casos.
La LGS apodera a la Admón. de una potestad sancionadora que, en todo
caso, cede ante la infracción penal cuando el hecho es constitutivo de delito. Se
podría indicar, de forma muy escueta, que sería delito el obtener una subvención,
desgravación o ayuda de las administraciones públicas por importe superior a
120.0003 euros falseando las condiciones u ocultando las que lo hubiesen impedido, o
desarrollar una actividad subvencionada con fondos públicos que supere el citado
importe incumpliendo las condiciones establecidas. Así como obtener fondos de los
presupuestos generales de la CEE en cuantía superior a 50.000 euros, falseando u
ocultando condiciones (arts. 308 y 309 CP).
Constituyen infracciones administrativas en materia de subvenciones las
acciones y omisiones tipificadas en la ley, y son responsables, además de los
beneficiarios y las entidades colaboradoras, las personas o entidades relacionadas
con el objeto de la subvención o su justificación, estando obligadas a prestar
colaboración y facilitar cuanta documentación sea requerida.
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Hay que decir que el manual establece 80.000 €, pero tras reforma operada por la LO 5/2.010 se
configura la cantidad de 120.000 €.
Son infracciones leves los incumplimientos que no constituyan infracciones
graves que lo son en los siguientes casos: no comunicar la obtención de
subvenciones, ayudas públicas, ingresos o recursos, el incumplimiento sustancial
de los fines para los que fue concedida, la falta de justificación dado a los fondos
recibidos una vez transcurrido el plazo, el incumplimiento de la entidad
colaboradora de la vigilancia debida sobre el beneficiario.
Constituyen infracciones muy graves la obtención de una subvención
falseando u ocultando las condiciones requeridas para su concesión; la no
aplicación, en todo o en parte, de las cantidades a los fines para los que fue
concedida; la resistencia, excusa, obstrucción o negativa a las actuaciones de
control cuando se derive la imposibilidad de verificar el empleo de los fondos
percibidos; la falta de entrega de las entidades colaboradoras a los beneficiarios de
los fondos recibidos; así como aquellas tipificadas como muy graves en las
normativa de la Unión Europea.
Las sanciones pecuniarias podrán consistir en multas entre 75 y 6.000
euros, o proporcional sobre la cantidad indebidamente obtenida, lo que en todo
caso será independiente a la obligación de reintegro. Las sanciones no pecuniarias
para infracciones graves o muy graves podrán consistir en la pérdida durante un
plazo de hasta 5 años de la posibilidad de obtener subvenciones o la privación de
actuar como entidad colaboradora o de contratar durante 5 años con las
Administraciones públicas.
La graduación de las sanciones será de un tope máximo a las sanciones
leves que no será superior del importe de la subvención, y de las graves y muy
graves, no superior al triple de ésta. El plazo de prescripción, tanto de las
infracciones como de las sanciones será de 4 años. En relación al procedimiento, se
estará a lo previsto en la LRJAP.-PAC.
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Lo más digno de ser apreciado en su línea.
las normas de la competencia en la medida en que la aplicación de dichas normas no
impida, de hecho o de derecho, el cumplimiento de la misión específica a ellos
encomendada”.
En definitiva, cuando el servicio de interés económico general tenga
carácter comercial su compatibilidad con la libre competencia queda asegurada
con la expresa aceptación de las derogaciones parciales de ésta que guarden la
debida proporción con aquel interés. En los demás casos –servicios de interés
general que no tienen carácter comercial- las condiciones del art. 90 del Tratado no
se aplican.
En clara aplicación de esta política, y a partir de 1.996, se inicia en España
el proceso de desvirtuación del régimen de servicios públicos económicos.
A) Electricidad.
El nuevo sistema eléctrico supone la plasmación normativa de las previsiones
contenidas en la Directiva 96/92/CE, sobre normas comunes para el mercado
interior de electricidad. Se trata de una directiva que permite la coexistencia de
distintas formas de organización del sistema eléctrico, en las que introduce
aquellas exigencias que son indispensables para garantizar la convergencia
paulatina hacia un mercado europeo de electricidad.
A diferencia de regulaciones anteriores, el sector eléctrico se asienta ahora en
el convencimiento de que garantizar el suministro eléctrico, su calidad y su coste
no requiere de más intervención estatal que la regulación específica; abandonando
así la noción de servicio público.
B) Servicio Postal.
En el servicio postal se desmantela de forma parcial el monopolio del Estado.
El servicio de correos que se prestaba de forma directa pasa a ser (convertido en
sociedad anónima estatal en que los empleados siguen ostentando la condición de
funcionarios, algo insólito) el “operador al que se encomienda el servicio público
universal” entendiendo por tal el conjunto de servicios postales determinados en la
Ley y su reglamentos, prestados de forma permanente y a precio asequible.
Además se le reserva de forma exclusiva, al amparo del art. 128.2 CE determinados
servicios.
Para garantizar la prestación del servicio postal universal y la referida
reserva se otorgan al operador importantísimos derechos que recuerdan al
monopolio anterior.
C) Hidrocarburos.
La liberalización de los hidrocarburos supone, en principio, que estas
actividades “no requieren de la presencia y responsabilidad del Estado para su
desarrollo”. A pesar de ello, los hidrocarburos siguen siendo dominio público del
Estado, cuya exploración y explotación está sujeta a autorizaciones y concesiones
administrativas.
La novedad básica es la privatización de las actividades de distribución y
suministro (antes a cargo CAMPSA) y, así suprimido el monopolio, las asume la
iniciativa privada en régimen de competencia y libertad de precios, si bien
gravadas con las obligaciones propias de los servicios económicos de interés
general.
D) Gas.
Respecto al gas, la liberalización solo opera para los transportistas, los
comercializadores de terceros y distribuidores. Pero la liberalización no se
extiende al Gestor Técnico del Sistema, que tendrá la responsabilidad de la red
básica y de las redes secundarias con objeto de garantizar la continuidad y
seguridad del suministro de gas natural; estando ante un sujeto privado por su
forma y su capital que disfruta de un monopolio natural (y legal) y al que la ley
dota de poderes públicos indudables confiriéndole una situación superior a la de
un concesionario tradicional.
E) Telecomunicaciones.
La Ley General de Telecomunicaciones, en cumplimiento de la Directiva
97/13/CE, relativa un marco común en materia de autorizaciones generales y
licencias individuales en el ámbito de los servicios de telecomunicaciones, las
define como “servicios de interés general que se prestan en régimen de competencia”,
cuyo ejercicio requiere dos tipos de autorizaciones:
Autorización general para la prestación de los servicios y para el
establecimiento o explotación de las redes de telecomunicaciones que no precisen
el otorgamiento de una licencia individual. Se otorgan de forma reglada y
automática y se sujetan a cumplir los requisitos establecidos técnicos y de calidad.
Se requerirá licencia individual para el establecimiento o explotación de redes
públicas de telecomunicaciones, para la prestación del servicio telefónico
disponible al público, para la prestación de servicios o establecimiento o
explotación de redes que impliquen el uso del dominio público radioeléctrico.
A diferencia de las generales, las individuales podrán denegarse cuando el
número de licencias sea limitado y quien solicite una no haya resultado
adjudicatario del título. Una vez concedida se rige por lo previsto en la legislación
de contratos en relación con la gestión de servicios públicos. En los supuestos de
limitación del número de licencias individuales se tramitará un procedimiento de
licitación, aplicándose las reglas de la LCAP.
Los titulares de redes públicas que tengan la consideración de dominantes
(que ostenten una cuota de mercado superior al 25 %) estarán obligados a facilitar
la interconexión de éstas con las de todos los operadores. Los titulares de
autorización individual, como los de autorización general, aunque con menor
intensidad, están sujetos al régimen de obligaciones de servicio público.
La ley distingue como obligaciones de servicio público: el servicio universal
de telecomunicaciones, los servicios obligatorios de telecomunicaciones, que se
prestarán en todo o parte del territorio nacional, y otras obligaciones de servicio
público impuestas por razones de interés general.
Por servicio universal de telecomunicaciones, se entiende el conjunto definido
de servicios de telecomunicaciones con una calidad determinada, accesibles a
todos los usuarios con independencia de su localización geográfica y a un precio
asequible.
Los servicios obligatorios están compuestos por los servicios de télex, los
telegráficos y aquellos de características similares que comporten la acreditación
de la fehaciencia del contenido del mensaje, así como los servicios de seguridad de
vida humana en el mar y los que afecten, en general, a la seguridad de las personas,
la seguridad pública y la protección civil.
Por último, el Gobierno podrá, por necesidades de la defensa nacional y de la
seguridad pública, imponer, mediante Real Decreto, otras obligaciones de servicio
público distintas a las anteriores.
9. El procedimiento sancionador.
La formulación de procedimientos sancionadores es relativamente reciente, y
realmente hasta la Ley de Procedimiento Administrativo de 1.958 no se percibe
una preocupación por las garantías.
La LRJAP-PAC no contiene una regulación del procedimiento sancionador,
limitándose a establecer los principios, ya expuestos, a los que debe sujetarse los
procedimientos sancionadores. El RPEPS, aprobado por Real Decreto 1.398/1.993,
no tiene aplicación general, sino únicamente supletoria, lo que puede conducir a
una multiplicidad de procedimientos a nivel estatal, autonómico y local –puesto
que a todas estas Administraciones reconoce el reglamento competencia
normativa en materia sancionadora- contraria al principio de seguridad jurídica y
al derecho de igualdad de los ciudadanos. Además, queda expresamente excluido
del ámbito de aplicación del RPEPS y de los principios generales que establece la
ley, el ejercicio de la potestad disciplinaria; siendo en estos casos aplicable el Real
Decreto 33/1.986, por el que se aprueba el Reglamento de Régimen Disciplinario
de los Funcionarios de la Admón. del Estado.
El RPEPS establece dos modalidades procedimentales distintas: el
procedimiento general u ordinario y el simplificado. Los trámites son los mismos
en ambos, pues el segundo supone únicamente la reducción de plazos de
tramitación y la concentración de algunos actos con la finalidad de lograr una
mayor celeridad.
La iniciación de los procedimientos sancionadores se produce por acuerdo
del órgano competente en cada caso, bien a iniciativa propia o como consecuencia
de orden superior, petición razonada o denuncia (art. 11 RPEPS). Si bien, el art. 12
RPEPS, prevé que el órgano competente pueda acordar la realización de unas
actuaciones previas con el objeto de “determinar con carácter preliminar si
concurren circunstancias que justifiquen tal iniciación”.
El art. 13 RPEPS establece el contenido mínimo que habrá de precisar el
acuerdo de iniciación, además de otras acciones obligatorias, tales como la
comunicación al instructor y la notificación al denunciante e interesados.
Artículo 13. Iniciación.
1. La iniciación de los procedimientos sancionadores se formalizarán con el contenido mínimo siguiente:
a. Identificación de la persona o personas presuntamente responsables.
b. Los hechos sucintamente expuestos que motivan la incoación del procedimiento, su posible
calificación y las sanciones que pudieran corresponder, sin perjuicio de lo que resulte de la instrucción.
c. Instructor y, en su caso, secretario del procedimiento, con expresa indicación del régimen de
recusación de los mismos.
d. Órgano competente para la resolución del expediente y norma que le atribuya tal competencia,
indicando la posibilidad de que el presunto responsable pueda reconocer voluntariamente su
responsabilidad, con los efectos previstos en el artículo 8.
e. Medidas de carácter provisional que se hayan acordado por el órgano competente para iniciar
el procedimiento sancionador, sin perjuicio de las que se puedan adoptar durante el mismo de
conformidad con el artículo 15.
f. Indicación del derecho a formular alegaciones y a la audiencia en el procedimiento y de los
plazos para su ejercicio.
2. El acuerdo de iniciación se comunicará al instructor, con traslado de cuantas actuaciones existan al
respecto, y se notificará al denunciante, en su caso, y a los interesados, entendiendo en todo caso por tal al
inculpado. En la notificación se advertirá a los interesados que, de no efectuar alegaciones sobre el contenido de
la iniciación del procedimiento en el plazo previsto en el artículo 16.1, la iniciación podrá ser considerada
propuesta de resolución cuando contenga un pronunciamiento preciso acerca de la responsabilidad imputada,
con los efectos previstos en los artículos 18 y 19 del Reglamento.
Pero esta doctrina olvida que no basta con la posibilidad de someter al juez
en su día a una petición de suspensión de un acto sancionador, porque para
entonces puede estar ya ejecutada la sanción, dado que antes de que el juez
resuelva es preciso que se presenten y resuelvan otros recursos administrativos o
que se agoten los plazos de silencio administrativo, así como transcurra el plazo de
interposición del recurso contencioso-administrativo.
En definitiva, para no entender infringido el principio nulla poena sine
iudicio, es forzoso aceptar el carácter automático de la suspensión con motivo de la
interposición de los recursos administrativos y judiciales, sin condicionarla a
costosos o imposibles avales a costa de los recurrentes.
El art. 138.3 LRJAP-PAC establece “la resolución será ejecutiva cuando ponga
fin a la vía administrativa. En la resolución se adoptarán, en su caso, las disposiciones
cautelares precisas para garantizar su eficacia en tanto no sea ejecutiva”. Precepto
que recoge la doctrina restrictiva del TC en la interpretación del art. 24 CE.
Más reciente y también destacable es la STC 78/1.996 que afirma que
vulnera el derecho constitucional a la garantía judicial efectiva la ejecución de una
sanción que no ha ganado firmeza y también cuando los Tribunales no han
resuelto o decidido todavía sobre la concreta petición de suspensión de la
ejecución. La novedad de esta sentencia está en que acentúa el concepto de daño
irremediable que pudiera producirse a los derechos e intereses del que acciona, si
no se adopta la medida cautelar de suspender la ejecución de la sanción.
TEMA IX. LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA ARBITRAL.
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Art. 1.809 CC: “La Transacción es un contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo
cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado”.
del Servicio Jurídico del Estado” para que el Abogado del Estado pueda válidamente
desistir, adaptarse o allanarse a las pretensiones de la parte contraria.
B) El arbitraje como sucedáneo de los recursos administrativos y de la
justicia administrativa
También evolucionan los principios y modos de resolución de los conflictos
entre la Admón. y los administrados en materias estrictamente administrativas. En
tal sentido se expresa el art. 107.2 LRJAP-PAC que establece que “las leyes podrán
sustituir el recurso de alzada, en supuestos o ámbitos sectoriales determinados, y
cuando la especificidad de la materia así lo justifique, por otros procedimientos de
impugnación, reclamación, conciliación, mediación y arbitraje…”. Es decir, se
trata de la institucionalización del arbitraje como sustitutivo de los recursos
administrativos, lo que, en principio, no afecta al recurso judicial.
Y aquí surge la gran cuestión: ¿Es posible admitir con carácter general un
arbitraje privado que sustituya a la Jurisdicción contencioso-administrativa, de la
misma forma que la justicia civil es sustituida por las decisiones o laudos dictados
al amparo de la Ley 60/2.003 de Arbitraje?
Frente a una corriente doctrinal que postula esa solución para paliar los
enormes retrasos que se producen en las decisiones de la Jurisdicción contencioso-
administrativa, se alzan las reglas tradicionales ya aludidas de desconfianza al
arbitraje y la transacción; además de la regla constitucional de la función de
control judicial a favor de la jurisdicción contencioso-administrativa (art. 106 CE).
Otro argumento contrario es que tales atajos para burlar la litigiosidad
pueden afectar a terceros implicados en el acto, burlando las garantías que le
asisten dentro del proceso administrativo.
No hay una descripción general del régimen jurídico de esta actividad. Pero si
hay regulaciones sectoriales que permiten una prefiguración de ese régimen,
sobresaliendo entre todas la regulación del justiprecio expropiatorio, en la que,
aparte de la configuración pretendidamente neutral del Jurado de Expropiación, la
ley impone un procedimiento de igualdad de oportunidades de audiencia.
2. Clases de recursos.-
A) El recurso de Alzada.
El sistema de recursos administrativos arranca con el recurso de alzada,
recurso jerárquico, en cuanto permite al órgano superior corregir la actuación del
inferior y al tiempo precisar que el acto recurrible ante la Jurisdicción Contencioso-
administrativa lo es realmente de la cúspide que encarna la voluntad de la Admón.,
por haber agotado la vía administrativa.
El recurso de alzada puede considerarse como el recurso común de la Admón.
del Estado y de las CCAA. Sin embargo, no tiene apenas sentido aplicado como
recurso administrativo único contra los actos de los Entes locales, pues, al
producirse la mayoría de las resoluciones como decisiones del Alcalde o del Pleno,
no encuentra muchas posibilidades de aplicación, sobre todo en los municipios
pequeños.
El objeto del recurso de alzada son las resoluciones y actos de trámite, si
estos últimos deciden directa o indirectamente el fondo del asunto, determinan la
imposibilidad de continuar el procedimiento, producen indefensión o perjuicio,
siempre, claro está, que no pongan fin a la vía administrativa. Por tanto, hay que
tener en cuenta cuando un acto agota la vía administrativa (véase art. 109 LRJAP-PAC).
Artículo 109. Fin de la vía administrativa.
Ponen fin a la vía administrativa:
a. Las resoluciones de los recursos de alzada.
b. Las resoluciones de los procedimientos de impugnación a que se refiere el artículo 107.2.
c. Las resoluciones de los órganos administrativos que carezcan de superior jerárquico, salvo que una Ley
establezca lo contrario.
d. Las demás resoluciones de órganos administrativos cuando una disposición legal o reglamentaria así lo
establezca.
e. Los acuerdos, pactos, convenios o contratos que tengan la consideración de finalizadores del procedimiento.
C) El recurso de revisión.
El recurso de revisión es un recurso extraordinario que se interpone contra
los actos que agoten la vía administrativa o contra los que no se haya interpuesto
recurso administrativo en plazo, es decir, contra actos firmes y consentidos, y se
resuelve por el mismo órgano administrativo que los dictó.
Los motivos por los que puede interponerse son:
a) Que se hubiera incurrido en error de hecho, que resulte de los propios documentos
incorporados al expediente. Esto se diferencia con respecto a la legislación anterior
a que ya no es necesario que el error sea manifiesto, por lo que es posible cualquier
revisión sobre los supuestos fácticos9 del acto recurrido.
b) Que aparezcan documentos de valor esencial para la resolución del asunto que,
aunque sean posteriores, evidencien el error de la resolución recurrida.
c) Que en la resolución hayan influido esencialmente documentos o testimonios
declarados falsos por sentencia judicial firme, anterior o posterior a aquella
resolución.
d) Que la resolución se hubiese dictado como consecuencia de prevaricación, cohecho,
violencia, maquinación fraudulenta u otra conducta punible y se haya declarado así
en virtud de sentencia judicial firme.
En definitiva, el recurso de revisión ha sufrido una cierta desnaturalización
en la excepcionalidad de los motivos que lo justificaban y en cierto modo ha
devenido a un recurso común, no jerárquico, que permite el control a posteriori de
las cuestiones de hecho sobre las que se asienta la resolución recurrida.
Los plazos de interposición serán de cuatro años para el primer supuesto,
acortándose a tres meses para el resto. Plazo que se contará desde que se tuvo
conocimiento de los documentos o la sentencia judicial quedó firme.
El recurso quedará desestimado si transcurren más de tres meses sin que se
resuelva, quedando entonces expedita la vía contencioso-administrativa.
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Basado o relativo a los hechos.
Artículo 118. Objeto y plazos.
1. Contra los actos firmes en vía administrativa podrá interponerse el recurso extraordinario de revisión ante el
órgano administrativo que los dictó, que también será el competente para su resolución, cuando concurra alguna
de las circunstancias siguientes:
1. Que al dictarlos se hubiera incurrido en error de hecho, que resulte de los propios documentos
incorporados al expediente.
2. Que aparezcan documentos de valor esencial para la resolución del asunto que, aunque sean posteriores,
evidencien el error de la resolución recurrida.
3. Que en la resolución hayan influido esencialmente documentos o testimonios declarados falsos por
sentencia judicial firme, anterior o posterior a aquella resolución.
4. Que la resolución se hubiese dictado como consecuencia de prevaricación, cohecho, violencia,
maquinación fraudulenta u otra conducta punible y se haya declarado así en virtud de sentencia judicial
firme.
2. El recurso extraordinario de revisión se interpondrá, cuando se trate de la causa 1, dentro del plazo de cuatro
años siguientes a la fecha de la notificación de la resolución impugnada. En los demás casos, el plazo será de tres
meses a contar desde el conocimiento de los documentos o desde que la sentencia judicial quedó firme.
3. Lo establecido en el presente artículo no perjudica el derecho de los interesados a formular la solicitud y la
instancia a que se refieren los artículos 102 y 105.2 de la presente Ley ni su derecho a que las mismas se sustancien
y resuelvan.
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Que crea preclusión. La preclusión es un carácter del proceso, mediante el cual se divide en etapas,
cada una de las cuales clausura la anterior sin posibilidad de replantear lo ya decidido en ella.
TEMA XI. LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA
1. La Jurisdicción Contencioso-Administrativa.-
La Jurisdicción contencioso-administrativa o Justicia administrativa es
aquella, como ordena la Constitución (art. 106.1 y 153), que tiene por objeto
“controlar la potestad reglamentaria y la legalidad de la actividad administrativa,
así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifiquen”. Concepto que se
reitera en la Ley 29/1.998 (LJC-A).
Esta jurisdicción constituye junto con la civil, penal y laboral uno de los
cuatro órdenes jurisdiccionales que tienen una estructura orgánica asentada en
todo el territorio nacional, desde la provincia (Juzgados de lo Contencioso-
administrativo), pasando por las CCAA (Salas en los Tribunales Superiores) hasta
el nivel estatal (Juzgados Centrales y Salas en la Audiencia Nacional y TS). En
términos de sociología jurídica hay dos rasgos sobresalientes: es una justicia de
gran tensión política y es una justicia que no enjuicia a los verdaderos
responsables de la actividad administrativa, los políticos o los funcionarios, sino a
su fachada, los actos administrativos, y que no condena a aquéllos sino al conjunto
de la ciudadanía, al Estado.
La justicia administrativa es, en efecto, tensa porque tiene la dura misión de
controlar los actos de poder, porque aunque es cierto que en otros órdenes
jurisdiccionales también pueden enjuiciar al Poder Ejecutivo, en relación al orden
administrativo esa es su tarea cotidiana. Este factor explicaría que la justicia
administrativa haya sufrido verdaderas revoluciones desde su original modelo y
que tenga a la doctrina en constante celo e insatisfacción.
Otra notable diferencia de la justicia administrativa con la civil, penal o
laboral está en la imputación del reproche jurídico de la condena y en sus
consecuencias pecuniarias: el autor del acto administrativo que se enjuicia, y, en su
caso, se anula, resulta indemne, y en su lugar se condena a la Admón. Ya en su día
advirtió HAURIOU que el proceso al acto y las acciones de responsabilidad contra
las Administraciones públicas eran una forma de burlar la responsabilidad
personal de los políticos y funcionarios.
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Para García de Enterría y T.R. Fernández, nos encontramos ante vía de hecho administrativa en
aquellos supuestos en que la Administración Pública "pasa a la acción sin haber adoptado
previamente la decisión que le sirva de fundamento jurídico y en aquellos otros en los que, en el
cumplimiento de una actividad material de ejecución, comete una irregularidad grosera en perjuicio
del derecho de propiedad o de una libertad pública"
D) El régimen de las pretensiones.
Las pretensiones del proceso contencioso son limitadoras de los poderes
del juez, acumulables, ampliables y cuantificables.
Limitadoras de los poderes del órgano jurisdiccional que deberá juzgar
dentro del límite de las pretensiones formuladas por las partes y de los motivos
que fundamenten el recurso y la oposición. No obstante, el juez puede provocar
una clarificación de las posiciones de las partes si al dictar sentencia estimare que
la cuestión sometida a su conocimiento pudiera no haber sido apreciada
debidamente por las partes o por existir en apariencia otros motivos.
La acumulación de diversas pretensiones en un mismo proceso es posible
siempre que se deduzcan en relación con un mismo acto, disposición o actuación.
Lo serán también de varios actos cuando exista entre ellos conexión directa.
Distinta de la acumulación es la ampliación del recurso. Mediante el cual
las partes pueden solicitar la ampliación al nuevo acto y también a la resolución
expresa respecto de la pretensión inicialmente interpuestos contra actos
presuntos. En este último caso podrá el recurrente desistir del recurso interpuesto
con fundamento en la aceptación de la resolución expresa que se hubiere dictado o
solicitar la ampliación a la resolución expresa. El plazo para recurrir la resolución
expresa será de dos meses.
Desaparecidas las tasas judiciales para cuya determinación era fundamental
la fijación de la cuantía de las pretensiones, todavía esa fijación cumple otras
finalidades y en especial la de servir de criterio para la determinación de las
competencias entre los órganos jurisdiccionales y la procedencia o no de
determinados recursos. Por ello, el órgano jurisdiccional fijará la cuantía del
recurso, una vez formulados los escritos de demanda y contestación, en los que las
partes podrán exponer, por medio de otrosí, su parecer al respecto. La cuantía del
recurso vendrá determinada por el valor económico de la pretensión objeto del
mismo teniendo en cuenta las normas de la legislación procesal civil, con
determinadas especialidades.
TEMA XII. EL PROCESO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO.
1. El proceso contencioso administrativo como un proceso revisor o de
apelación y sus insuficiencias.-
El proceso contencioso-administrativo nació en 1.845 como un proceso civil
de primera instancia e inmediatamente evolucionó hacia un modelo similar al
proceso de apelación civil, en el que el acto administrativo recurrido interviene de
sentencia de primera instancia y el expediente administrativo cumple las funciones
de los actos judiciales. Y de la misma forma que en la apelación civil la no
impugnación de la sentencia en primera instancia en el plazo previsto produce el
efecto de cosa juzgada, así también la no impugnación del acto administrativo en
los brevísimos plazos de los recursos daba y da lugar al mismo efecto de cosa
juzgada o, lo que es igual, lo convierte en un acto firme y consentido.
Lo más llamativo, pues, del proceso contencioso-administrativo es que la
Admón. marca el momento en que el proceso debe ser iniciado mediante la
notificación del acto señal del comienzo de un brevísimo plazo de caducidad que
inexorablemente sustituye a los, en principio, generosos y amplios plazos de
prescripción de los derechos materiales de que pudiera creerse asistido el
recurrente.
A) La configuración histórica del dogma revisor.
El carácter revisor del proceso contencioso, es decir, su funcionalidad como
recurso de apelación contra un acto o resolución dictada por la Admón. se ha
venido configurando históricamente por la legislación existente.
Pero que la primera instancia del proceso contencioso se asemeje a la
segunda instancia o apelación del proceso civil –sobre todo en cuanto produce el
efecto de cosa juzgada, equiparable al acto firme y consentido que bloquea toda
acción futura- no significa que no existan profundas diferencias con éste,
diferencias que juegan en favor de la Admón. La más notable es, sin duda, que la
interposición del recurso no suspende la ejecutoriedad del acto administrativo,
frente a la regla general que las apelaciones contra las sentencias civiles de
primera instancia si suspenden la eficacia; por otra parte, el juez civil que ha
juzgado la primera instancia y dictado sentencia no es, obviamente, parte en el
proceso de apelación, en cambio sí lo es la Admón. autora del acto en el proceso
contencioso-administrativo.
B) Doctrina jurisprudencial coherente con el carácter revisor.
La doctrina no ha dudado en afirmar el carácter revisor de actos del proceso
contencioso, una visión ajustada a la Ley de 1.956 y anteriores, lo que, obviamente,
llevó a graves restricciones en la admisión de los recursos y por ende a la garantía
judicial efectiva del art. 24 CE.
La primera restricción es la derivada de la exigencia del acto previo. De la
misma manera que no se concibe una apelación civil sin una sentencia del juez de
primera instancia, tampoco se concibe un proceso contencioso-administrativo sin
un acto previo. Por lo mismo tampoco permite el enjuiciamiento de actos
administrativos distintos de los citados como impugnados en el escrito de
interposición del recurso e introducidos en el trámite de formulación de demanda;
ni tampoco se acepta que el recurrente pretenda un pronunciamiento
jurisprudencial sobre un acto posterior al escrito de interposición salvo que se den
los requisitos de la ampliación.
La prueba, sin embargo, se admite con mayor amplitud que en la apelación
civil. Las limitaciones vigentes proceden precisamente de la Ley de 1.956, que
permitió al órgano jurisdiccional circunscribirla a los hechos de “indudable
trascendencia”.
En el carácter revisor se apoya la regla de la preferencia, a la hora de dictar
sentencia, del análisis de los vicios graves de procedimiento, considerados éstos
como vicios de orden público, sobre las causas de inadmisibilidad del proceso y
sobre las cuestiones de fondo. Una doctrina cuyo efecto anulatorio de las
actuaciones practicadas, reponiendo el expediente al momento y lugar de la
infracción resulta satisfactorio cuando anula de forma fulminante los actos de
sanción o de limitación de derechos; pero que aplicada al enjuiciamiento de otras
manifestaciones de la actividad administrativa favorables al recurrente solo sirve
para retrasar aún más reconocimiento de derechos, beneficiando a la Admón.
causante del vicio procedimental, que se libra así de una inmediata condena
judicial.
Con todo, la principal consecuencia del carácter revisor o de apelación que
se otorga al proceso contencioso de primera instancia es la equiparación que
establece entre sentencia civil de primera instancia y acto administrativo, de forma
que lo mismo que aquélla deviene en cosa juzgada e inatacable si no se apela en el
breve plazo establecido en la LEC (art. 457: cinco días), también el acto
administrativo no recurrido en el plazo de dos meses se transmuta en acto firme y
consentido definitivamente inatacable.
C) La Ley Jurisdiccional de 1.998: mantenimiento del carácter revisor para la
impugnación de actos.
La LJC-A -como reza en su Exposición de Motivos- “trata de superar la
tradicional y restringida concepción del recurso contencioso-administrativo como
una revisión judicial de actos administrativos previos”, pero advierte que “del
recurso contra actos, el mejor modelado en el período precedente, poco hay que
renovar” y por consiguiente mantiene el principal efecto del carácter revisor, que
es “la inadmisibilidad del recurso contra actos confirmatorios de otros firmes y
consentidos” (art. 28).
¿Y cuál es la justificación de mantener esa naturaleza revisora? Para el
legislador “se trata de una regla que se apoya en elementales razones de seguridad
jurídica, que no solo deben tenerse en cuenta en favor del perjudicado por un acto
administrativo sino también en favor del interés general y de quienes puedan
resultar individual o colectivamente beneficiados o amparados por él”.
Pero ni estas ni otras parecidas razones pueden llegar a justificar el efecto
guillotina a modo de prescripción fulminante que supone la pérdida de los
derechos sustantivos de quién no recurre en los mediocres plazos de los recursos
administrativos (un mes) o del contencioso (dos meses).
El derecho a elegir el momento de combatir una injusticia es una garantía
de quien la sufre, sin que se le pueda obligar a hacerlo seguidas del acto lesivo, o en
un brevísimo plazo so pena de perder definitivamente su derecho.
El autor considera inexplicable dicha consecuencia del carácter revisor,
pues no reconoce el principio de igualdad de las partes, prevaleciendo los intereses
de la Admón., que si cuenta con los plazos de prescripción de los derechos
materiales para ejercitar contra sus propios actos. Además se pregunta si produce
tanta inseguridad jurídica, pues la ampliación de plazos no significa la no ejecución
del acto.
D) El abandono de carácter revisor en los recursos contra la inactividad de la
Admón. y sus vías de hecho.
Al tiempo que se mantiene el dogma revisor del proceso en los recursos
contra actos con aplicación de la regla del cierre del proceso a los actos firmes y
consentidos (art. 28), la LJC-A configura dos tipos de proceso cuyo objeto no es una
sacralizada decisión previa con vocación de cosa juzgada sino más sencillamente
una conducta omisiva o agresiva de la Admón., como debía ser en todos los
restantes supuestos impugnativos.
Se crea así, fuera del contexto revisor, un recurso contra la inactividad de
la Admón. “que se dirige a obtener de la Admón., mediante la correspondiente
sentencia de condena, una prestación material debida o la adopción de un acto
expreso en procedimientos iniciados de oficio, allí donde no juega el mecanismo del
silencio administrativo”. Pero la admisión de esta variedad del proceso queda
sujeta a minuciosas cautelas: de una parte, no se permite a los órganos judiciales
sustituir a la Admón. en aspectos no prefigurados por el Derecho; y de otro lado, la
Ley limita siempre esta acción a prestaciones concretas y actos que tengan un
plazo legal para su adopción.
También fuera del carácter revisor del proceso, la Ley instaura el recurso
contra las actuaciones materiales en vía de hecho que viene a ser una especie
de interdicto contencioso-administrativo que viene a sustituir a los inseguros
interdictos ante el juez civil.
Consecuentemente, no debe ser de aplicación a estos supuestos el art. 28 de
la Ley que expresamente excluye del ámbito del recurso contencioso los actos que
sean reproducción de otros anteriores definitivos y firmes por no haber sido
recurridos en tiempo y forma. Esa inaplicación supondrá la posibilidad de ejercitar
la misma pretensión, si bien será preciso reiterar la reclamación en vía
administrativa.
5. Procedimiento abreviado.-
Por los trámites del procedimiento abreviado se tramitan los recursos que
se deduzcan ante los juzgados de lo contencioso, sobre cuestiones de personal al
servicio de las administraciones, sobre extranjería, inadmisión de peticiones de
asilo y aquellas cuya cuantía no supere los 13.000 euros.
Prescindiendo del escrito y trámite de interposición, el proceso se inicia por
la demanda, que el juez trasladará al demandado citando a las partes para la
celebración de vista y ordenando a la Admón. que remita el expediente
administrativo. Recibido el expediente, el juez lo remitirá al actor y a los
interesados para que puedan hacer alegaciones. Si las partes no comparecieren, o
lo hiciere solo el demandado, se tendrá al actor por desistido y se le condenará en
costas; y si compareciere solo el actor, se proseguirá la vista en ausencia del
demandado. En definitiva se trata de un proceso establecido en el art. 78 LJC-A, el
cual cuenta con numerosas peculiaridades simplificadoras.
6. El sistema de recursos.-
Todas las resoluciones judiciales son impugnables a través de un sistema de
recursos que tiene en cuenta la diversa importancia del acto judicial impugnado
(providencia, auto y sentencia) y la naturaleza y cuantía del objeto del proceso. Los
recursos admitidos hoy en el contencioso-administrativo son el recurso de súplica
y los recursos de apelación, casación y revisión.
A) Evolución.
B) El recurso de súplica.
El recurso de súplica, caracterizado por la rapidez de planteamiento y de
resolución, se interpone ante el propio órgano jurisdiccional autor de la resolución,
quien igualmente lo resuelve. Es admisible contra las providencias y autos no
susceptibles de apelación o casación, salvo contra los expresamente exceptuados,
los autos que resuelvan los recursos de súplica, los de aclaración y las solicitudes
de revisión de diligencias de ordenación. El recurso se interpone en el plazo de
cinco días, a contar desde el día siguiente al de la notificación de la resolución
impugnada. Del escrito de recurso se dará traslado a las demás partes por término
común de tres días, a fin de que puedan impugnarlo.
C) El recurso de apelación.
La apelación por su función revisora de la sentencia es una reiteración, pero
simplificada, del debate objeto del proceso, un debate que en la apelación debe
articularse no frente a la pretensión de la parte que dio lugar al inicial proceso
dialéctico, sino frente a la sentencia que remata la primera instancia, y no sobre un
nuevo material documental, sino ante los “autos” o conjunto de documentos en
que se formalizó el primer juicio. Con esta doble concreción sobre los autos y las
sentencias se evita que el proceso se convierta en un eterno retorno y una fiel
reproducción de los planteamientos, alegaciones y pruebas de la primera instancia.
En definitiva, la apelación no puede ser otra cosa que una “depuración de los
resultados de la primera instancia”.
Son apelables los autos de los Juzgados de lo Contencioso-administrativo y
los Juzgados Centrales de lo Contencioso-administrativos ante las Salas de lo
Contencioso de los TSJ y la AN, respectivamente.
En cuanto a las sentencias de los mismos órganos serán todas ellas
susceptibles de recurso de apelación ante las Salas antes referidas, salvo que se
refieran a asuntos cuya cuantía no exceda de tres millones de ptas. Y los relativos a
materia electoral.
El recurso de apelación contra sentencias es admisible en ambos efectos, es
decir, además de trasladar la competencia del Tribunal superior, tiene efecto
suspensivo sobre la ejecución de la sentencia, lo que no obsta al juez a que pueda
adoptar medidas cautelares. Se admite también la ejecución provisional de la
sentencia recurrida, salvo cuando la misma sea susceptible de producir situaciones
irreversibles o perjuicios de imposible reparación.
La tramitación del recurso de apelación sigue tres fases: interposición,
admisión y resolución.
La interposición tiene lugar ante el Juzgado que hubiere dictado la
resolución apelada, dentro de los quince días siguientes al de su notificación,
mediante escrito de alegaciones en que se fundamente el recurso, escrito sobre
cuya admisión decide el juzgado y del que se dará traslado a las demás partes, para
que en el plazo común de quince días puedan formular su oposición. En los mismos
escritos pueden pedir el recibimiento a prueba, la celebración de vista, que se
presenten conclusiones o que sea declarado concluso.
La resolución corresponde a las Salas de lo Contencioso-administrativo de
los TSJ o de la AN, a las que se remitirán los escritos de las partes y los autos de
primera instancia. Ante ellas podrán practicarse únicamente las pruebas que
hubieran sido denegadas o no hubieran sido debidamente practicadas en primera
instancia por causas que no les sean imputables a la parte que las solicita. La Sala
resolverá directamente sin celebración de vista, salvo que lo hubieren solicitado
las partes, se practicaran pruebas o la Sala lo estimase oportuno. Lo que el Tribunal
de apelación no puede hacer es devolver los autos al inferior cuando éste declaró la
inadmisibilidad del recurso en primera instancia; obligando con ello a la Sala a
entrar directamente en el fondo del asunto y evitar la reiteración de la primera
instancia.
8. Ejecución de sentencias.-
A) El principio de la ejecución administrativa bajo dirección y control
judicial.
La regla tradicional en la ejecución de las sentencias contencioso-
administrativas ha sido que la materialidad de ésta correspondía a la Admón. que
hubiere dictado el acto o la disposición objeto del recurso, lo que suponía que
dependiera de ella cumplir o no las sentencias. La anterior Ley de 1.956 establecía
que el Tribunal sentenciador podía adoptar “a instancia de las partes cuantas
medidas fueran adecuadas para promover la ejecución de la sentencia”, o “proceder
de oficio a adoptar las medidas que considere procedentes para el cumplimiento de lo
mandado”. Los poderes del Tribunal no eran insignificantes, y podían llegar incluso
a la deducción de culpa en los Tribunales penales, por una desobediencia punible
en los mismos términos establecidos para las sentencias de lo civil o de lo criminal.
Este sistema no infringía, a juicio del autor, el art. 117.3 CE, pues el papel de
la Admón. en la ejecución de la sentencia no pasa de ser un simple servidor e
instrumento de la propia ejecución judicial. Acertada o desacertada ésta crítica
doctrinal, lo cierto es que la LJC-A la ha tenido muy en cuenta dejando las cosas
más o menos como estaban, amén de permitir multas coercitivas contra los
funcionarios y la Admón.
La LJC-A proclama que la potestad de hacer ejecutar las sentencias y demás
resoluciones judiciales corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales de
este orden jurisdiccional, precisándose que su ejercicio compete al que haya
conocido el asunto en primera o única instancia, y que tanto las partes como todas
las personas, públicas o privadas, están obligadas a prestar colaboración,
declarándose nulos de pleno derecho los actos contrarios a los pronunciamientos
de las sentencias.
Pero como era de esperar, a la hora de la verdad también la LJC-A resuelve
el problema de la ejecución de la sentencia de igual forma que su antecesora,
encomendándola al órgano administrativo que hubiera realizado la actividad
objeto del recurso mediante una orden del juez (art. 104.1).
Artículo 104.
1. Luego que sea firme una sentencia, el Secretario judicial lo comunicará en el plazo de diez días al órgano que
hubiera realizado la actividad objeto del recurso, a fin de que, recibida la comunicación, la lleve a puro y
debido efecto y practique lo que exija el cumplimiento de las declaraciones contenidas en el fallo, y en el
mismo plazo indique el órgano responsable del cumplimiento de aquél.