Luisina - INTERVENCION
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Agradecimientos................................................................................................................2
Descripción de la comunidad...........................................................................................5
a) Psicoterapia Gestalt
Determinación de la propuesta.......................................................................................16
Referencias bibliográficas...............................................................................................22
1
Agradecimientos
2
Resumen
Palabras clave: Psicoterapia Gestalt - Síndrome del Nido Vacío - Duelo - Promoción
de la Salud.
3
Denominación del proyecto
4
Descripción de la comunidad
5
Descripción y justificación de la propuesta
1. Diagnóstico inicial: mapa socio/histórico/político
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prácticas de prevención y promoción de salud mental comunitaria (Ley Nacional de Salud
Mental Nº 26.657, 2010).
Entonces, es posible articular que las preguntas que han motivado esta propuesta
son las siguientes: ¿Cómo llevar a cabo un abordaje grupal de este padecimiento desde el
oficio del psicólogo, desde un abordaje psicoterapéutico gestáltico hacia la promoción de la
salud mental? ¿Cómo facilitar el encuentro saludable, la creatividad y el awareness o “darse
cuenta” en este escenario?
Ahora bien, en vías de posibilitar la mayor comprensión conceptual al lector, resulta
pertinente, en primer lugar, profundizar y fundamentar a la Terapia Gestalt, en tanto es el
marco teórico metodológico elegido para realizar el abordaje del Síndrome del Nido Vacío,
fenómeno que también recibirá su tratamiento conceptual a continuación; para luego finalizar
por describir las herramientas metodológicas elegidas como idóneas para realizar el presente
trabajo y responder las preguntas que lo guían.
Entonces, en el siguiente apartado, se abordará a la Terapia Gestalt, por un lado, y al
Síndrome del Nido Vacío, por otro; para validar la elección de este marco teórico
metodológico y su pertinencia con el fenómeno a abordar en un trabajo grupal guiado por
profesionales de la Salud Mental cuya meta principal es la promoción de la misma.
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consultantes que formen parte de esta propuesta, se les propondrá despojarse de cualquier
tipo de prejuicio para que se orienten hacia la búsqueda de comprensión basada en lo que
es obvio o revelado por la situación, tal como refiere Yontef (1979) acerca de la aplicación
clínica de la fenomenología, lo cual posibilitará que los mismos se enfoquen principalmente
en vivenciar el aquí y el ahora de esta experiencia.
Llegado a este punto, es preciso introducir que “cada escuela de psicoterapia tiene
una concepción explícita, o más frecuentemente implícita, de la naturaleza humana”.
(Robine, 2005, p.29). Para el principal referente de la Terapia Gestalt, “la naturaleza humana
se organiza en formas o totalidades y es vivenciada por el individuo en esos términos y
puede ser comprendida únicamente en función de las formas o totalidades de las cuales se
compone”. (Perls, F., 1973, p.19). En este sentido, la esencia de la concepción gestáltica es
una concepción holística del hombre y la realidad. Entonces, en tanto el holismo considera a
la naturaleza humana como un todo unificado y coherente, el ser humano no puede ser
dividido, fragmentado o estudiado por partes para la Terapia Gestalt, debido a que la
experiencia de los organismos es más compleja que la suma de las partes que lo componen
(Latner, 1973).
En síntesis, hablar de naturaleza humana implica considerar que la misma procede
tanto de factores fisiológicos y animales como sociales y culturales; en otras palabras, hablar
de un organismo, implica hablar de un campo organismo/entorno donde el contacto entre el
organismo y el entorno es la realidad primera (Robine, 2005). Todo gestaltista sabe que la
conducta aparece como una función del campo, por eso, con la voluntad de tratar de
investigar la naturaleza organizada, interconectada, interdependiente e interactiva de los
complejos fenómenos humanos, en principio, se debe partir del campo, es decir, de la
situación total; para posteriormente, diferenciar las partes de las que se compone (Parlett,
1991).
La interacción organismo/entorno se desarrollará a partir de y en beneficio de la
autorregulación organísmica. Para asimilar algo del entorno, es necesario que el organismo
contacte con el entorno. En vías de echar luz a esta relación, resulta pertinente articular que
el contacto es otro concepto destacable perteneciente al cuerpo teórico de la Terapia Gestalt,
el cual se caracteriza como un proceso mediante el cual algo ajeno al organismo es
asimilado, convirtiéndose en algo propio, partiendo de la idea de que se necesita del
ambiente para sobrevivir, al igual que necesitamos comer o respirar (Robine, 2005). Según
Perls (1973), el campo de la experiencia, que se llama organismo/ambiente, tiene como
objetivo principal mantener el equilibrio, la autorregulación organísmica, este es el principio
que rige todas las interacciones y ciclos de la experiencia, “proceso mediante el cual el
organismo satisface sus necesidades”. (Perls, 1973, p.20).
Estas necesidades, que son de diferentes índoles, se presentan en la existencia
humana como un sinfín de situaciones que ponen en crisis la homeostasis, por lo que
justamente resulta preciso resolverlas para restablecer el equilibrio vital (Brandolin, 2013).
Desde esta Propuesta de Intervención en el Campo Profesional, se entiende al Síndrome del
Nido Vacío como una de estas situaciones que ponen en crisis el equilibrio vital de la
persona que lo padece; es así que apunta a invitar a cada miembro participante del grupo a
resolver esta situación inconclusa que no le permite avanzar y resignificar su vida, haciendo
énfasis en que los seres humanos, para la Terapia Gestalt, tenemos los recursos para
enfrentar nuestras vidas, sin embargo, no sabemos que disponemos de éstos (Zinker, 1977).
Por ello, esta terapia se basa en el aprendizaje de los pacientes para usar sus propios
sentidos, para explorar por sí mismos, aprender y encontrar sus propias soluciones. Tal como
indica Yontef (1979), los terapeutas gestálticos enseñan al paciente el proceso de darse
cuenta de qué está haciendo y cómo. Le dan una herramienta.
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Para explicar esto resulta necesario retomar que Zinker (1977) considera que los
seres humanos estarían compuestos por polaridades para afrontar las diferentes situaciones,
estas pueden definirse como un conglomerado de fuerzas polares que expresan toda la
gama de la experiencia humana y se constituyen como recursos para afrontar las diferentes
situaciones que se pueden presentar en la vida del ser humano. Ahora bien, mientras que la
persona saludable posee miles de polaridades integradas y entrelazadas, lo cual significa
que es consciente de la mayoría de las polaridades que contiene, incluso aquellos
sentimientos y pensamientos que la sociedad reprueba, y aún así es capaz de aceptarse tal
cual es; en la conciencia de una persona perturbada hay grandes vacíos, debido a que el
autoconcepto a menudo excluye, por dolorosa, la conciencia de las fuerzas polares que
operan en el propio interior. Es así que presenta una visión rígida y estereotipada de sí
misma y no logra aceptar sus polaridades negativas, hasta el punto de negarlas (Zinker,
1977).
Dado que el objetivo de la terapia gestáltica “es favorecer la toma de conciencia
global de nuestra forma de funcionar, de nuestro proceso de ajuste creativo al entorno, de la
integración de la experiencia presente y de nuestros mecanismos de evitación”. (Ginger,
2005, p.119), resulta pertinente explicitar, finalmente, el concepto de darse cuenta, central en
la Terapia Gestalt, que refiere a una forma de experienciar con plena consciencia, “es el
proceso de estar en contacto alerta con la situación más importante en el campo
ambiente/individuo, con un total apoyo sensorio motor, emocional, cognitivo y energético”.
(Yontef, 1979, p.171). Una vez desarrollado este concepto, se puede articular finalmente un
concepto central de esta propuesta, el de vacío fértil, que Perls (1973) entiende como el
vacío saludable que resulta del proceso terapéutico una vez que el paciente incorpora los
recursos que necesitaba para atravesar la crisis por la que acudió en busca de ayuda en un
primer momento. “Perls le asignaba tanta importancia a esta fase del proceso terapéutico
que incluso definió la terapia gestáltica como la transformación del vacío estéril en vacío
fértil”. (Naranjo, 1989, p. 61).
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importante referir que los vínculos afectivos que se establecen entre los progenitores y sus
hijos elaboran un imaginario familiar en el cual los padres asumen el papel de cuidadores y
referentes de valores que preparan a sus hijos hacia una vida adulta; sin embargo, en
muchas ocasiones los padres no visibilizan previamente la partida de sus hijos del hogar, lo
cual propicia que, cuando esto finalmente sucede, se originen sensaciones de vacío, tristeza,
quejas somáticas, nostalgia; entre otros síntomas que pueden agravarse si no reciben un
tratamiento atinado (Papalia, Olds y Feldman, 2005).
Resulta relevante retomar el hecho de que esta propuesta no parte estrictamente de
un diagnóstico psicopatológico, dado que esta afectación no se encuentra en ninguno de los
manuales de búsqueda de trastornos o enfermedades mentales. Ahora bien, si se parte de
que Estrada Inda (1997) reporta que la significación de este padecimiento obedece a una
construcción socio-cultural, que procede de un modelo sociológico que define, identifica y
enmarca los síntomas dentro de esta terminología acuñada en 1937; es posible establecer
que este dato histórico posibilita cuestionar y reflexionar acerca del desenvolvimiento de este
fenómeno en la actualidad, en aquellos adultos mayores padres y madres de familias, que se
encuentran atravesando un período que no solo coincide con limitaciones tanto físicas como
psicológicas relacionadas con la edad, sino que también es un momento de la vida que se da
prácticamente en simultáneo con el retiro laboral. Cabe recordar que, en Argentina, según la
Ley N°24.241 si reunís los requisitos de edad (60 años para las mujeres y 65 para los
hombres), podés iniciar tu trámite de jubilación (Sistema Integrado de Jubilaciones y
Pensiones N°24.241, 1993).
Entonces, esta propuesta parte del supuesto de que uno de los momentos más
difíciles durante la evolución de la familia es el momento en que los hijos se van del hogar,
período que se conoce como Nido Vacío, terminología que hace referencia al sentimiento de
pérdida que se vivencia durante esta crisis vital. Introducir este sentimiento que se configura
como central en el fenómeno a abordar, posibilita articular la noción de duelo con la que
trabaja la Terapia Gestalt. Desde esta perspectiva, se entiende al duelo como una
experiencia vital complicada formada por un conjunto de procesos tanto psicológicos como
físicos, emocionales, relacionales y espirituales, a partir de la noción subjetiva de la pérdida.
Para evitar que el mismo se complique, es conveniente que quien lo padece sea
conscientemente encaminado hacia un objetivo saludable, al que cada quien llega de forma
distinta (Nares, 1991).
En este punto, se torna necesario discriminar el duelo normal del duelo patológico
para establecer los criterios a seguir. Respecto al primero, es posible concebirlo como una
reacción natural ante la pérdida de una persona amada, ya sea por motivos de muerte o
separación, a través de la cual se presentan sentimientos de angustia, tristeza, agresión o
culpa. Ahora bien, este grupo de sentimientos corre el riesgo de cronificarse si el duelo no es
elaborado adecuadamente (Nares, 1991). En el duelo patológico, quien lo vivencia no es
capaz de cortar los lazos psicológicos que lo unen a lo que perdió; el resentimiento, la culpa
o la tristeza siguen manteniendo los nexos. Además, este conjunto de emociones negativas
generalmente son acompañadas por una autocensura por parte de la persona que se
encuentra atravesando el duelo, en tanto no aprueba las emociones que experimenta. Como
consecuencia, toda la experiencia es incompleta (Kübler-Ross, 1970).
Perls, Hefferline y Goodman (1951), aseguran que los resentimientos son
probablemente las peores situaciones inacabadas (gestalts incompletas) en tanto si se está
resentido, no se puede soltar ni seguir adelante, por lo que el resentimiento es la expresión
más imponente de un impasse; en otras palabras, de estar atascado. Castañedo (1987)
describe a los asuntos inconclusos como aquellas situaciones intelectuales, emocionales,
conductuales o circunstanciales que se generan cuando una experiencia no se puede olvidar
ni resolver de una manera satisfactoria, provocando un malestar psicológico que dificulta que
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la persona viva en el aquí y ahora. A su vez, explica que la tensión que mantiene el asunto
inconcluso está encubierta, es decir, está protegida por las resistencias que bloquean el
darse cuenta, de tal forma que la naturaleza misma de la tensión está enmascarada. Por lo
tanto, la incidencia en el presente del dolor por lo que se ha perdido, es decir, la experiencia
de pérdida que se presenta en todo duelo requiere de una elaboración por parte del paciente,
en la que van a ser cuestionadas y reconsideradas muchas actitudes del mismo (Castañedo,
1987).
Al respecto, es preciso indicar que, como toda experiencia y sentimiento, la vivencia
del duelo es marcadamente individual y no es susceptible de ser catalogada, ni mucho
menos cuantificada. “Siempre hay que tener presente que ningún terapeuta puede
comprobar directamente el mundo interior del paciente”. (Greenberg, Rice y Elliot, 1993, p.
38). Por lo tanto, acompañar a una persona en duelo, supone entender que la pérdida es una
parte inevitable de la vida e implica la separación de una persona, lugar, cosa o actividad a la
que una persona se siente ligada y con la que ha encontrado una parte importante de su
identidad y su propio sentido (Sabar, 2000). Es por eso que resulta preciso hipotetizar que, si
bien el Síndrome del Nido Vacío no representa el final de la paternidad, sino una transición a
una nueva etapa de relación entre padres e hijos adultos; el mismo puede afectar
mayormente a aquellos padres y madres cuya identidad depende del papel paternal.
Lo que resulta evidente es que la intensidad de la sensación de dolor y pérdida que la
persona vive va a afectar muchas facetas de su existencia. Es precisamente por ello que una
perspectiva psicoterapéutica como la Terapia Gestalt con una metodología marcadamente
vivencial, con su movilización de afectos, representa una herramienta terapéutica válida y
poderosa, para tratar el duelo acompañando a los consultantes que atraviesan esta etapa de
la vida. Perls, Hefferline y Goodman (1951) señalan que para crear o completar una Gestalt,
para pasar a otro asunto, el individuo tiene que ser capaz de sentir lo que necesita y debe
saber cómo manejarse a sí mismo y a su ambiente, ya que, incluso las necesidades
puramente fisiológicas pueden ser satisfechas únicamente mediante la interacción del
organismo y el ambiente.
El enfoque gestáltico es muy beneficioso para ayudar a las personas en este proceso
en tanto una de sus bases metodológicas consiste en la Teoría Paradójica del Cambio, cuyo
autor es Beissier (2000), quien asegura que el cambio se da cuando el individuo comienza a
ser quien es, no cuando intenta ser lo que no es. Esta teoría sugiere la intensificación del
awareness en tanto establece que el darse cuenta de lo que es, lleva al cambio
espontáneamente. Entonces, el darse cuenta es una propiedad gestáltica que consiste en
una integración creativa del problema, en tanto, sólo una Gestalt percibida (darse cuenta)
puede conducir a un cambio (Yontef, 1979). La aceptación es el único objetivo saludable ante
la pérdida. Solo cuando la persona se da cuenta, es decir, acepta lo que es, puede hacer los
cambios necesarios. En consecuencia, para progresar, la persona en duelo debe vivir una
amplia y profunda amalgama de emociones y sentimientos. A pesar de sus oscilaciones, si
se logra canalizar sanamente los distintos estados de ánimo, es posible seguir avanzando
hacia la transformación saludable de la energía vital (Perls, Hefferline y Goodman, 1951).
En la elaboración del duelo desde la Terapia Gestalt, la persona vive un proceso de
ida al fondo de sí misma, en el que encuentra los recursos necesarios para recomponer un
nuevo equilibrio. Perls, Hefferline y Goodman (1951) denominan proceso homeostático a
esta capacidad de auto-estructuración, proceso mediante el cual, el organismo mantiene su
equilibrio y, por lo tanto, su salud, en condiciones que varían. Entonces, la psicoterapia
Gestalt individual es hoy una opción de crecimiento y curación, con fundamentación técnica y
filosófica para brindar a la persona la posibilidad de resolver sus dificultades. Sin embargo, la
psicoterapia grupal agrega además “la posibilidad de compartir la intimidad con un círculo de
pares, que cobija y nutre con el afecto y el respeto por la individualidad”. (Carabelli, 2013,
p.272).
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Ofrecer un espacio de abordaje grupal desde el cuerpo teórico y metodológico de la
Terapia Gestalt, otorga a estos padres y madres de familia que acuden en busca de ayuda
profesional, la ventaja de que en el encuentro grupal aparece lo propio y lo compartido, lo
cual permite que la persona se reconozca en los vínculos que produce, integrándose consigo
y su entorno. Todo ello en un clima de seguridad psicológica, con respeto por la intimidad,
dejando a los roles de lado y dejando espacio para la expresión del Self (Carabelli, 2013),
donde el fin último es trabajar en conjunto este fenómeno para que los integrantes puedan
afrontar y asumir la partida de sus hijos logrando incorporar recursos a partir de esta crisis,
evitando así, que desarrollen cuadros clínicos graves.
Actualmente, los grupos de Terapia Gestalt se han convertido en una red de sostén,
en un espacio donde los participantes pueden expresarse emocionalmente, lo cual posibilita
el desarrollo personal de los mismos, dentro de un enfoque relacional. En vías de elucidar el
posicionamiento de la presente propuesta respecto a la intervención desde lo grupal, resulta
pertinente empezar por el hecho de que un grupo consiste en una comunidad cohesiva
donde es necesario que las personas se sientan recibidas, aceptadas y confrontadas para
que puedan crear en común. El grupo ideal, será entonces, aquel donde los miembros de
una comunidad pueden desarrollar, hasta los más altos niveles, su potencialidad humana
(Zinker, 1977). A su vez, en tanto se trata de un conjunto de personas que se reúnen
alrededor de otra más capacitada, que las dirige, para resolver problemas tanto personales
como interpersonales; “puede definirse al grupo como comunidad de aprendizaje”. (Zinker,
1977, p. 29). El sentido que le da este autor al aprendizaje se vincula con que supone un
cambio de conducta, tanto en pos de la adaptación y el ajuste, como también en relación a la
realización de la persona a partir de alcanzar niveles cada vez más altos de comprensión
(Zinker, 1977).
Para llevar a cabo este abordaje grupal del fenómeno del Nido Vacío, el modelo que
se propondrá a los psicólogos gestálticos que dirijan esta experiencia es denominado Gestalt
Grupal y oscila entre dos extremos de una misma polaridad: intervención/no directividad. La
no directividad consiste en que el líder gestáltico necesita ser continuamente sensible al
alcance emocional y estético del grupo. Esta es una actitud que debe mantener durante
todos los encuentros, pero, sobre todo, en los primeros donde el proceso de grupo se
encuentra en su primera fase (Zinker, 1977). Según Peñarrubia (1991), la no directividad
consiste en atender especialmente a lo que el grupo expresa mediante su comunicación no
verbal, este autor explica que durante estas secuencias no directivas suelen emerger los
fenómenos de grupo de dependencia, por un lado, estrechamente vinculados con los
asuntos de autoridad; e interdependencia, por el otro, que refiere a los asuntos de intimidad
entre los miembros del grupo. Hacer esta distinción es necesario debido a que hasta que no
se resuelven los conflictos de autoridad, no afloran en el proceso grupal los fenómenos más
claramente afectivos (Peñarrubia, 1991).
Respecto a las intervenciones propiamente dichas, se entiende que intervenir
consiste en señalar los aspectos fenomenológicos observados, devolver lo obvio que el
grupo no percibe, no se da cuenta o no se percata. Esta señalización gestáltica trata de
invitar a la experiencia y frecuentemente desemboca en un trabajo individual denominado
Gestalt en Grupo, que muy a menudo ocupa el lugar del emergente grupal, es decir, permite
que aflore en forma de conflicto personal lo que sería conflicto grupal. Esto conlleva que el
terapeuta deba señalar el trabajo a realizar (Zinker, 1977). Como ventaja, resulta importante
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destacar que esto fomenta que el feedback del grupo sea más comprometido y
auto-responsable y habilita un desencadenamiento de trabajos individuales que se van
acumulando respecto al nivel de apertura y conciencia del grupo, lo cual viene a suscribir a
aquello de que el todo es más que la suma de las partes (Peñarrubia, 1991).
Un grupo no equivale a la simple suma de los individuos que lo componen. Todo grupo es un
sistema único, dotado de su propio carácter especial y su propio sentido del poder; un
conglomerado de las energías que emanan de los individuos y se interrelacionan en una
configuración sistémica. Es una totalidad, una entidad, una Gestalt cuya índole es más amplia
que la suma de sus varias partes. (Zinker, J., 1977, p. 134).
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En este punto, es interesante retomar lo que Parlett (1991) conceptualiza como
campo terapéutico. Para este autor, los individuos, como seres sociales, están
inevitablemente en relaciones y comunidades de uno u otro tipo, lo cual propicia la
experimentación de un doble proceso: tener efectos sobre las relaciones y comunidades en
las que se vinculan, así como también ser afectados por las mismas. Esto significa que crean
y organizan la realidad mutua o el campo compartido, a la vez que son creados y
organizados por el mismo. Si bien es importante reflexionar que esta dinámica es frecuente
en todos los seres humanos, una influencia recíproca de este tipo, tiene importantes
implicaciones para la práctica profesional. La introducción de este concepto no es casual en
tanto se lo puede vincular al cuarto y último principio, el cual consiste en el empleo de
experimentos de interacción estimulados por un líder que interviene activamente en ellos
(Zinker, 1977).
Esto último invita a hablar acerca del rol del terapeuta, quien, en el proceso grupal
gestáltico, se constituye como una autoridad, cuya presencia y poder se experimenta con
claridad. Para esto, el terapeuta gestáltico aprende una variedad de métodos para aplicar la
energía del grupo a un sistema integrado de trabajo creativo, que apunte en cierta dirección.
Este esfuerzo cooperativo es facilitado por la capacidad del terapeuta de convertir los
talentos y resistencias del grupo en un sentimiento de comunidad unificada, y así facilitar la
creación de un ambiente donde haya aceptación y respeto entre los miembros individuales
(Zinker, 1977). Se configura como evidente que profundizar acerca de cómo se concibe el rol
del terapeuta desde la presente propuesta es un asunto relevante; es por eso que más
adelante, en el apartado donde se describe la determinación de la misma, se retoma y
amplía el tratamiento de esta noción.
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Objetivos
General: Diseñar un abordaje grupal del fenómeno del Síndrome del Nido Vacío con
el objetivo de promover la salud mental de los padres y madres adultos mayores, que se
encuentren atravesando este momento vital familiar, desde el marco teórico y metodológico
de la Terapia Gestalt.
Específicos:
● Rastrear las características principales o aspectos centrales del momento vital
familiar referido como el Síndrome del Nido Vacío para diseñar una terapia grupal
gestáltica.
● Seleccionar el modelo de abordaje desde el marco teórico-metodológico elegido.
● Proporcionar en el grupo terapéutico un plan de objetivos y actividades que
faciliten el encuentro saludable, el awareness y la creatividad en un espacio
terapéutico de contención y escucha.
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Determinación de la Propuesta
1. La experiencia grupal como evento creativo.
Por otro lado, hablar de técnicas constituye una forma limitada de presentar la
metodología gestáltica. Para esta terapia las técnicas son sólo rituales vacíos si no están
respaldadas por la actitud terapéutica adecuada, capaz de integrar el conocimiento teórico
en acción, corregirlo y explorarlo desde diferentes ángulos (Carabelli, 2013). El terapeuta
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elegido para dirigir esta experiencia debe estar especializado en Terapia Gestalt, en tanto se
sostiene, al igual que Naranjo (1989) que con el fin de no ser sólo un demostrador de
técnicas sino alguien que logre que sirvan a su función, el terapeuta, debe ser un experto en
el cómo de las técnicas gestálticas, en tanto éstas son las ocasiones para la expresión, tanto
por parte del paciente como del terapeuta, de las actitudes que constituyen el trabajo real.
Respecto a esto último, el trabajo real se refiere a la experimentación
fenomenológica. La Terapia Gestalt es experimental y el experimento es la herramienta a
través de la cual actúa. Pacientes y terapeutas comunican sus perspectivas fenomenológicas
para que los pacientes se den cuenta de qué están haciendo, cómo lo están haciendo y de
qué modo pueden cambiar mientras aprenden a aceptarse y valorarse tal cual son (Leto,
Menegazzo y Nigro, 2017). Es importante enfatizar que tal como afirma Yontef (1979), la
Terapia Gestalt está orientada al proceso y el énfasis está en el Darse Cuenta de cómo el
paciente se mueve en búsqueda de entendimiento. Naranjo (1989) lo confirma al indicar que
el proceso de aprendizaje que tiene lugar en la Terapia Gestalt es experiencial más que
intelectual y meramente conductual, por lo que es atinado establecer que el proceso
terapéutico consiste en la transmisión de una experiencia.
La Terapia Gestalt va más allá, es una filosofía de vida, un enfoque que concibe las relaciones
del ser humano con el mundo. La relación terapeuta-paciente es un encuentro existencial.
Con una perspectiva unificadora favorece la integración de aspectos sensoriales, afectivos,
intelectuales, sociales y espirituales, que promueven el contacto genuino de la persona
consigo misma y con los otros. (Leto, Menegazzo y Nigro, 2017, p. 47).
Las acciones del terapeuta gestáltico son significativas sólo en la medida que son,
más que técnicas, expresiones de una perspectiva, que se basan en una comprensión vital o
experiencial, que pueden generar tal entendimiento en otra persona (Naranjo, 1989).
“Cualquier libro puede describir una técnica, pero la actitud debe ser transmitida por una
persona”. (Peñarrubia, 1998, p.144). Las técnicas son una serie de acciones en las cuales
hay que involucrarse en un determinado estado espiritual, y el terapeuta es quien tiene cierto
dominio de tal estado. Su conocimiento de qué hacer o cómo actuar deriva de un
entendimiento global que ha desarrollado a través de su vida y entrenamiento y no está
necesariamente relacionado con su punto de vista teórico (Naranjo, 1989). Entonces, la
experiencia puede ser transferida, esto depende de que el terapeuta especializado en
Terapia Gestalt adopte una actitud apropiada, ya que sin la misma las técnicas se
transforman en vías vacías.
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El abordaje grupal tendría una duración total de 4 meses. Cada ciclo se compone de
un total de 8 encuentros, dos por mes repartidos cada 15 días, de una duración de 2h para
un máximo de 8 padres o madres adultos mayores. Asistidos por un profesional en
psicología, especializado en Terapia Gestalt. A su vez, cada encuentro será además
abordado como un ciclo gestáltico, con apertura y cierre pertinente. Para la conformación de
los grupos, se ha tomado el aporte de Carabelli (2013), utilizándose un criterio específico, el
de un denominador común ordenador en relación al momento de vida en el que se encuentra
la comunidad: padres y madres adultos mayores de entre 60 y 70 años de edad; con el fin de
encontrar mayor resonancia entre ellos y favorecer el despliegue de sentimientos comunes.
Por otro lado, para su buen funcionamiento se aconseja que, en líneas generales, los
participantes sean personas con cierto grado de integración y bienestar emocional. No es
aconsejable que se inserten al grupo personalidades psicóticas, con trastornos de la
personalidad, personas muy frágiles a la movilización emocional o con patologías más
graves. Es por ello que, durante todo el ciclo, el terapeuta a cargo evaluará con ojo clínico
todas las situaciones personales, para prevenir posibles patologías que requieran de mayor
intervención psicológica. Hay, además, personas que, en determinado momento, ya sea por
crisis personales o por cualquier otro motivo, requiere de mayor apoyo, “en esos casos es
positivo proponer una o algunas sesiones individuales que refuercen el trabajo grupal”.
(Carabelli, 2013, p. 266).
Respecto al profesional a cargo, el mismo deberá ser psicólogo y tener formación en
Terapia Gestalt, además de contar con un trabajo personal y espacio de supervisión. Su
diferencia es funcional, ya que se distingue por tener incorporado un saber vivencial y
práctico sobre su ser y por haber trabajado y desarrollado anteriormente el poder de
vivenciar el presente, con responsabilidad y awareness. Un solo terapeuta se considera
suficiente para la cantidad de participantes planteada, pero no se descarta la posibilidad de
que un equipo de dos o más sea pertinente. Esta es una cuestión a evaluar con el hacer de
la práctica. El terapeuta va a trabajar tanto con la conflictiva individual como en la grupal,
escuchando y observando la comunicación verbal y no verbal de los participantes. Algunos
ejercicios pueden ser individuales y otros grupales, según crea acertado.
Durante los encuentros, los padres y madres adultos mayores que se encuentren
atravesando el Síndrome del Nido Vacío, tendrán un espacio donde aumentar el nivel de
awareness sobre lo que están viviendo y donde compartirlo con otros participantes con los
que pueden resonar. Podrán permitirse desconectar por un rato del mundo habitual, las
tareas y metas de su vida cotidiana para experimentar y llevar toda la atención a la
exploración personal. Explorar lo conocido y desconocido de su momento vital actual más
allá de los hábitos y condicionamientos; dejando de lado las explicaciones para darse la
oportunidad de ser y expresarse tal cual son. Se trata de que puedan descubrirse y que usen
su potencial a la hora de resolver conflictos psíquicos e interpersonales (Carabelli, 2013).
En síntesis, algunos objetivos generales de los encuentros son: generar un clima de
seguridad psicológica en un espacio de intimidad y confianza donde los participantes puedan
expresarse libremente; proporcionar un espacio de reflexión, intercambio, contraste, donde
haya comunicación con fluidez afectiva y energética; establecer relaciones intrapersonales e
interpersonales sanas donde se fomenten valores humanizantes como la empatía; potenciar
y desarrollar actitudes para incrementar el autoconocimiento, que facilitan el crecimiento
propio y del otro; que los participantes logren superar los mecanismos de defensa que
pueden haberse cronificado y haber bloqueado su energía vital, a través de una canalización
emocional saludable; prepararlos para afrontar y gestionar el malestar, en lugar de negarlo,
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para así concluir asuntos pendientes y aprender de la experiencia dolorosa, a los fines de
entender cada pérdida como una oportunidad de aprendizaje y de transformación creativa
saludable.
Para ello, algunas ideas para trabajar en los encuentros son: trabajos de percepción
del mundo externo, conectar con el cuerpo, diálogo de polaridades (en voz alta o por escrito),
modalidades expresivas (sueños, arte, movimiento, poesía). Todas estas tareas, enclavadas
en la relación Yo-Tú, son tan variadas como la creatividad e imaginación del terapeuta y del
paciente; y se utilizan tanto para continuar la exploración de la dupla terapeuta-paciente,
como para propiciar la solución de problemas y el crecimiento a través del Darse Cuenta del
paciente en tanto le permiten “hacer algo nuevo”, un nuevo posible modo de vivenciar
(Yontef, 1979).
Por último, en referencia al lugar de los encuentros, como serán encuentros
presenciales va a ser necesario que el espacio físico sea un lugar luminoso y confortable,
que contemple las necesidades de los participantes que formarán parte del grupo. Respecto
a la discusión entre lo público y lo privado, se puede decir que este proyecto no está
pensado para excluir ninguna de las dos posibilidades, en tanto la verdadera relevancia del
mismo radica en incentivar la oferta de un espacio y un abordaje calificado de terapéutico,
dado que es una apuesta a que la comunidad de padres y madres adultos mayores que se
encuentran atravesando sentimientos de pérdida propios del fenómeno conocido como Nido
Vacío, puedan trabajar grupalmente en la Promoción de su Salud Mental.
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Plan de objetivos y actividades
También será
importante llevar a
cabo ejercicios de
awareness para que
las participantes
tomen contacto con
la modalidad y forma
de la terapia Gestalt.
Trabajar en Actividades
la narrativas y X X
integración expresivas en
de las relación a la propia
vivencias historia, a los
del pasado, sentimientos
y del personales que se
presente. encuentran
vivenciando.
CRECIMIENTO
20
Momento de Trabajar Actividades de
pleno con las awareness sobre el X X
vivencias y presente y los
contacto y
recursos recursos y ajustes
ajuste presentes creativos que lleva
creativo que sirven a cabo cada adulto
de apoyo mayor.
para la
salud
mental del Actividades para
futuro y trabajar la
hacen deconstrucción y
posible el construcción de
vacío fértil. imaginarios,
prejuicios y
mandatos.
Facilitar la Se considera
integración beneficioso para X X
CIERRE de las esta instancia que
experiencia los propios
s participantes elijan,
acontecidas creen por sí mismos
durante los y lleven adelante
Finalización actividades de cierre
encuentros
de un grupo. y la
que ellos mismos
hayan propuesto
posibilidad
(acompañadas por
de la dirección del
despedirse terapeuta).
del espacio.
21
Referencias bibliográficas
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Sabar, S. (2000). Bereavement, Grief, and Mourning: a Gestalt Perspective. Gestalt
Review Volumen 4. Número 2. Traducción al castellano por: Vázquez Bandín, C., bajo el
título: Duelo, Pesar y Llanto por una Pérdida. Una Perspectiva Gestáltica.
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